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DRIPPING INSANITY por Baddest_Female

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Notas del fanfic:

Buuuuu... son las tantas de la madrugada. Mhh... a ver. Es el primer fanfic que subo pero no es el primero que hago xD solo eso, que lo leais. Que hago muchas cosas mal pero escribir os digo yo que no es una de esas.

No se de donde salió la idea y aunque no termina como yo lo había planeado al final, me gustó como quedó... y espero que igual os guste a vosotros..

 

He marcado la advertencia de parafilias porque creo que alguna había pero no estoy muy segura xD

 

 

Si encontráis algún fallo la culpa no es mía, es de mi editora, yo aviso(?) 

Suspiró. ¿Cuántas horas llevaba de guardia? Estaba agotado, agotado psicológicamente de observar el mismo edificio una y otra vez. “No va a aparecer” se repetía. Pero no podía abandonar el lugar; al fin y al cabo era su trabajo. Echó sus cabellos castaños hacia atrás y sacó de su chaqueta un paquete de tabaco. Lo abrió y cogió con los labios el último cigarrillo que quedaba y con el mechero que había dentro prendió el tabaco y comenzó a fumar.

Había pasado toda la noche despierto y aun así aquel al que esperaba no se apareció por allí.

-          Aki – Sonó aquella voz tan harmónica a través del walkie.

El aludido tomó el aparato y se lo acercó a los labios.

-          ¿Taka? ¿Eres tú?

Preguntó algo aturdido. Taka, Takanori era un informático especializado que se encargaba de ayudarles en las investigaciones. A la vez atendía todas y cada una de las llamadas que recibía la policía, sin faltar ni una.

-          Sí, soy yo. Me acaban de llamar de Okinawa. Lo han grabado unas cámaras repostando en una gasolinera próxima a la ciudad, puedes irte a casa.

Resopló.Trabajaba como jefe policía en una zona de conflictiva. Estaban investigando desde hacía semanas al líder de una banda organizada que tenía relaciones con la yakuza japonesa; extorsiones, chantajes, tráfico de personas, drogas, prostitución… y de más cosa que no podía recordar trataban de acusarle, ¡pero siempre se escabullía! Odiaba a ese hombre, siempre parecía ir un paso por delante; empezó a plantearse la idea de que tuviesen un topo. Volvió a casa agotado y muerto de sueño.

A Akira le encantaba su trabajo, le encantaba la policía, era su vida. Pero había algo que odiaba, odiaba a la gente que mandaba, que sin hacer nada y sin saber del trabajo de campo se dedicaban a mangonearle a él y a su equipo. Después de semanas investigando se dio el caso por cerrado por falta de pruebas. Akira no podía creer que sus superiores le hubiesen obligado a hacer eso, estaba tan cerca, tan cerca. Se enfadó, se enfadó y empezó a investigar por sí mismo.Y todo estaba bien, hasta que le propinó una paliza a un testigo que se negaba a darle el nombre del hotel en la que se alojaba aquel capo. Y allí estaba, tirado en el suelo de la comisaría cubierto de sangre que no era suya y fumándose un cigarro mientras apretaba el puño de su otra mano donde tenía en carne viva los nudillos de los golpes que había propinado.

Se le acercó con extrema seriedad un hombre de cabellera oscura y mirada fría. Se puso de cuclillas delante suyo y le dio tal bofetada que el cigarro salió disparado de sus labios. Pero se quedó callado con la cara girada por el golpe y aquellos cinco dedos bien marcados en su mejilla.

-          Eso es abuso de autoridad, Akira. ¿Y si nos denuncia? ¿Qué vas a hacer?

El rubio continuó en silencio, se negaba a responderle.

-          No me hagas llamar a la central. Haznos un favor y tómate unos días libres y ve al psiquiatra. Cuando te hayas curado de esos malditos ataques de agresividad e ira puedes volver.

-          ¿Y quién eres tú para decirme eso? – Murmuró el castaño. – Yo soy tu jefe, no al revés.

-          Tienes personas por encima de ti, y puedo hacer unas llamadas.

El rubio suspiró y miró de reojo a aquel que era su compañero y amigo, Yuu. Se tranquilizaron, se tranquilizaron ambos y sentados en la cafetería empezaron a hablar ya más tranquilamente.

-          Tengo un problema, Yuu. Con mi ira, tú lo sabes… Perdóname. Te haré caso, ¿sí?

-          Me parece bien – Dijo el moreno riéndose, orgulloso de que su compañero al menos hubiese admitido su problema. - ¿Sabes dónde estuve ayer – Prosiguió cambiando completamente de tema.

-          Sorpréndeme.

-          En un prostíbulo nuevo que hay en la ciudad – Dijo Yuu con una sonrisa traviesa pintada en la cara.

-          Eres un pervertido. – Rió el otromirando a su amigo y negando con la cabeza. – No tienes remedio.

-          No, hablo enserio. Aki, no hay prostitutas más hermosas en ningún sitio, te lo juro. Tienes que ir, una sesión de sexo con un bellezón te ayudará con esos nervios, ya verás. Pruébalo. Si no te convence pues a otra cosa mariposa. El local se llama Sweet Honey – Terminó de hablar pasándole una tarjeta donde venía bien grande el nombre del local, su dirección y el teléfono.Y de fondo una mariposa azul pintada como marca de agua.

Se quedó mirando aquella tarjeta y tras coger la baja por estrés, unos días más tarde, aburrido y sin saber qué hacer terminó acudiendo a aquél local de alterne. Yuu no se equivocaba para nada, no había visto mujeres tan hermosas en su vida.

Y se enamoró, se enamoró platónicamente de unos cabellos castaños y unas piernas muy largas.  Había  logrado calmarle.Cada vez que salía aquella prostituta al escenario y bailaba en compañía de la barra de estriptis sentía que moriría solo de mirar aquella belleza. Quería algo más que un baile erótico pero aun siendo prostituta solo se acostaba con aquellos que le parecían interesantes y él no llamaba su atención, lo había intentado de mil maneras pero solo pasaba de largo y terminaba con algún otro.

 

Aquella noche la prostituta volvió a salir al escenario como tantas noches. Llevaba unos zapatos negros con tacón de aguja de pocos centímetros, su altura era considerable de modo que no necesitaba aumentarla con un tacón muy alto, pero aquellos zapatos estilizaban sus largas y eróticas piernas. Unas medias de rejilla que terminaban a mitad de sus muslos y se mantenían en su sitio bien enganchadas a unos ligueros. Llevaba un abrigo negro que se deslizaba hasta poco después de su cintura dejando al descubierto parte de su ropa íntima. Los bordes, tanto de las mangas como del cuello como de la falda, eran de pelo rosa. El abrigo se mantenía cerrado solo con un cinturón del mismo color rosa que los bordes de este. Su cabello arremolinado y muy rizado era de un color castaño claro peinado hacia un lado de manera que uno de sus ojos quedaba cubierto por aquellos rizos. Sus ojos estaban muy maquillados de un lila oscuro. Tenía el rostro muy fino, muy hermoso, con unos pómulos ligeramente marcados y unos labios grandes y carnosos.

Se acercó a la barra de estriptis con pasos seductores y se aferró a esta con ambas manos. Dio una sensual vuelta sobre la misma y quedó con el pecho contra esta. Bajó abriendo las piernas y con todo su cuerpo apegado a la barra; y del mismo modo volvió a subir mientras alzaba la cabeza y cerraba los ojos. Agarrándose al metal se separó de este dejando su brazo bien extendido y entonces dio una vuelta sobre la misma hasta encontrarse delante de los que observaban. Sus manos se agarraron al tubo a la altura de sus ingles y movió las caderas repetidas veces y lentamente de un lado a otro sonriendo. Giró con la espalda apegada al metal  hasta quedar de lado y movió los brazos tal como alas hasta que estos volvieron a sostener el cilindro por encima de su cabeza. Entonces bajó con movimientos lentos con las piernas bien abiertas y moviendo la cintura de la forma más seductora posible mientras inspeccionaba el lugar sin borrar aquella sonrisita pícara además de esa mirada tan lasciva. Dio la vuelta sobre aquellos tacones quedando delante de la barra dándole la espalda a aquellos que miraban y volvió a subir arqueando la espalda de forma que sus caderas quedaban mucho más atrás que el resto de su cuerpo. Una vez de pie encaramó su cuerpo al metal y entonces viró la cabeza hacia atrás y guiñó un ojo mientras notaba aquellas miradas cargadas de lujuria a su cuerpo.

Deshizo el nudo de su abrigo echándolo a un lado y después deslizó este por sus hombros muy lentamente hasta que finalmente lo dejó caer al suelo. Echó su cabello para atrás mientras se mordía el labio inferior y se dio la vuelta de una forma brusca dejando la barra tras de sí aun sostenida con una mano. Llevaba un vestido negro transparente que poco dejaba a la imaginación. Bajo este vestido llevaba una especie de corsé que llegaba desde debajo del pecho hasta su vientre. Era de color rosa con dos líneas verticales negras que delineaban su figura. Los que eran nuevos en el club se sorprendieron en sobremanera en percatarse de que aquella prostituta no era una mujer si no un hombre; de bellas facciones femeninas pero al fin y al cabo hombre. Aun así ninguna de esas miradas cesó, ninguno apartó sus ojos y siguieron mirando aquellas largas piernas y la blanca piel que se dejaba ver entre las transparencias de aquel vestido. Su nombre artístico era Uruha, la prostituta más cotizada del local. Aquella tan marcada feminidad en un cuerpo masculino hacía que muchos se interesasen en tenerlo, en verle.Asistían clientes desde todas partes de Japón para poder gozar de verle y si tenían suerte de contar con sus servicios más íntimos.

Bajó de nuevo doblando una pierna y deslizando la otra recta por el suelo. Giró hacia un lado doblando ambas extremidades y después se colocó de rodillas. Acarició sus muslos con ambas mano mientras alzaba el rostro entrecerrando los ojos y tras tirar sus cabellos hacia atrás se dejó caer hacia delante apoyando una mano en el suelo estirándose tal como si fuese un gato, manteniendo las caderas en alto. Una vez su rostro estuvo cerca del suelo hizo el gesto de lamerlo y terminó lamiéndose los labios mirando al público. Dio la vuelta quedando tumbado en el suelo con las piernas completamente abiertas y se incorporó mientras sus manos jugaban con los ligueros que recorrían el interior de sus muslos.

Aun con las piernas abiertas revisó más profusamente con la mirada todo el local. Le llamó la atención un hombre de cabellos rubios que portaba una banda cubriendo su nariz y parte de sus pómulos. Se levantó haciendo uso de aquella flexibilidad que tenía estirando las piernas a la vez que bajaba hasta tocar con los dedos el suelo para alcanzar su abrigo. Alzó su cuerpo de caderas para arriba de golpe haciendo que sus cabellos se alborotasen. Entonces se puso el abrigo. Se había terminado el espectáculo, ya había divisado a su “presa”.

Bajó del escenario ante la atenta mirada de todos que curiosos y envidiosos que querían saber cuál había sería el afortunado esa noche. Se acercó a paso lento al rubio paseándose cerca de los otros clientes que metían billetes en su ropa interior como si aquello fuese una hucha. Él les dedicaba sonrisitas picaras y les guiñaba el ojo, a cada uno de ellos.

-          Hola iguanita… - Saludó con picardía y una sonrisa traviesa en los labios una vez tuvo a su víctima delante. Tenía una voz profunda, grave; la que no se ajustaba para nada a aquel cuerpo y aquel rostro tan femeninos.

-          ¿Iguanita? – Preguntó Akira casi en un murmuro. Uruha caminó rodeando la silla. Cuando estuvo detrás atrapó aquella cresta que el rubio llevaba sutilmente entre dos de sus dedos, acariciándola y después siguió caminando hasta donde este pudiese verle.

-          Pareces una iguanita… con esa cresta y esa banda… parece que no tengas nariz… -Se explicó con una voz de lo más seductora. - I-gua-ni-ta…

Al aludido se le escapó una sonrisita. Entonces la prostituta se sentó en el suelo y como si sus dedos fuesen piernecitas caminó con estos sobre la pierna del aludido hasta terminársela y entonces paseó su dedo por su torso hasta casi sus pectorales.

-          ¿Quieres que te baile, iguanita?

-          No sé yo si llevaré dinero suficiente para pagarte…

El castaño se levantó y se puso de rodillas a horcajadas encima del rubio. Con sus manos apoyadas en sus piernas se echó hacia delante hasta que estuvo cerca de su rostro.

-          ¿Y cuanto llevas? No me digas que esperabas verme gratis… ¿O quizá no venías por mí? - Dijo fingiendo un tierno puchero.

Se incorporó un poco para coger su cartera que llevaba en el bolsillo trasero en lo que Uruha se apoyó con las manos en el respaldo de la silla para no caerse y echó las caderas hacia atrás. Una vez sacó su billetera Reita el castaño se sentó en aquellas piernas. Retiró todos los billetes de su cartera y agarrándolos por la punta restregó el otro extremo contra el cuerpo de la prostituta.

-          Eres el único motivo por el que estoy aquí. – Dijo sin mirarle a los ojos, deleitándose con aquella perfecta figura sentada sobre sus piernas.

Tomó el dinero que el rubio le ofrecía y lo contó tan rápido como pudo. Una vez terminó lo metió en su ropa íntima. Se inclinó sobre su cliente y rodeó con sus brazos acercándose peligrosamente a su oreja.

-          Dime tu nombre – Susurró el castaño mirando aquellos ojos tan negros en los que creyó perderse.

-          Reita. – Mintió. Ni él supo por qué; pero después de tantas noches sin haber sido atendido por aquella prostituta del que prácticamente se había enamorado y del que jamás sabría su verdadero nombre menos querría que éste supiese el suyo. Y, de todos modos, aquel era el sobrenombre que había usado en la mayoría de redadas policiales en las que se infiltraba en algún grupo; siempre con el pelo bien teñido de aquel rubio tan, tan claro.

-          Pues no mi Reita… - Dijo frunciendo aquellos labios tan enormes que tenía -No tienes suficiente. Pero te lo perdonaré por ser tú, iguanita.

Se levantó y lo tomó de la mano. Una vez este se puso en pie lo condujo hasta una de las salas privadas.

Era una habitación amplia con el suelo de moqueta de pelo rosa tal como el de su abrigo y las paredes pintadas del mismo rosa. La cama tenía una colcha negra y los cojines que no eran pocos eran del mismo rosa que su corsé. Había unas cortinas igual negras que colgaban desde el techo e invitaban a meterse entre las sábanas coronando aquella cama. La pared de justo enfrente era todo un juego de espejos al igual el techo.Frente al espejo y a ambos lados de la cama habían muebles de madera negra, los cercanos a la cama eran mesitas de noche y el de frente al espejo un pequeño banco que tenía en el asiento cierta colcha de color rosa igual que las paredes.

Reita dejó su cartera en el suelo. Uruha lo invitó a sentarse en el borde de la cama, conduciéndole hasta ella y apoyando los brazos en sus hombros para que se dejase caer sobre las sabanas.

Se miró la prostituta en el espejo y se colocó bien el pelo.Sacó de su ropa interior todo el dinero que había recaudado ese día y después de contarlo lo dejó todo junto sobre aquel banco frente al espejo.

Dio la vuelta y se acercó a él. Se colocó de rodillas a horcajadas sobre sus piernas y abrazó su cuello.

-          ¿Qué llevas bajo esa bandita, iguanita?

-          Es un secreto – Respondió Reita y luego acarició los labios de Uruha con la punta de su nariz.

El castaño, aunque no tendía a exaltarse por nada, no pudo evitar perder la calma cuando sintió aquella rozadura en sus labios. Enseguida se levantó dándole la espalda a su cliente mientras trataba de tranquilizarse del reciente toque. Akira se fijó que movía las caderas de una forma que realmente parecía una mujer y se deleitó con la imagen que le ofrecía de sus largas piernas. Antes de que la prostituta empezase se prendió un cigarrillo y comenzó a fumar en lo que observaba aquel que se plantaba frente a él. Uruha encendió el reproductor de música y entonces fue cuando empezó a bailarle.

Se acercó al espejo donde se colocó de espaldas al mismo y comenzó a mover las caderas mientras bajaba las manos desde su pecho hasta que ambas terminaron a mitad de sus muslos y volvieron a subir por el interior de estos hasta pararse en su entrepierna subiéndose el abrigo para que Akira observase aquella ropa interior de encaje.

Deslizó las manos hacia los lados y se dio la vuelta quedando frente al espejo. Apoyó los antebrazos en este echando sus piernas para atrás y aun de espaldas miró al rubio que en ese instante sonrió y dio una calada al cigarro. Bajó levemente moviendo su trasero y luego del mismo modo volvió a subir. Una vez de pie separó sus brazos del espejo y recargó en este su pecho y entonces llevó las manos a sus riñones y las paseó hasta sus piernas pasando por sus glúteos. Separó las manos de su piel e hizo el amago de quitarse el abrigo dejándolo caer por sus hombros para terminar volviéndoselo a colocar. Reita sintió derretirse, quería verle desnudo ya, estaba disfrutando tantísimo de aquel baile y le atraía tantísimo aquella prostituta que su mente se debatía entre su deseo porque aquel baile no terminase jamás y el de que terminase en ese preciso instante y tener al castaño a su entera disposición, completamente desnudo siendo penetrado por él. Ah, aquel mero pensamiento se le hizo de lo más excitante,. “Que cuerpo tan perfecto” pensó.

Después de darse la vuelta Uruha se acercó a pasos lentos al rubio quitándose los zapatos en los primeros pasos y entonces tras ponerse las manos en las caderas abriendo el abrigo dejó caer este al suelo y siguió avanzando. Cuando estuvo delante de él fue bajando con lentitud hasta el suelo abriendo las piernas a la vez que despeinaba sus cabellos echándolos hacia arriba. Se fue de rodillas hacia delante y luego se dejó caer hacia un lado aún sentado. Paseó con sus dedos de su propia rodilla para arriba hasta llegar a sus ligeros que soltó de un tirón. Luego empezó a bajarse esa media hasta quitársela ante la atenta mirada de Akira que no perdía detalle de lo que el castaño le enseñaba de su cuerpo.

Acarició su pierna mientras se mordía el labio inferior y luego gateó hasta quedar justo enfrente de él y entonces apoyó ambas manos en sus rodillas ayudándose a subir con estas mientras mantenía la mirada fija en esos orbes.

Reita se dejó caer hacia atrás quedando a medio tumbar con todo su cuerpo aguantado por sus codos.

La prostituta se echó los cabellos hacia atrás después de ponerse recto y subió una pierna al colchón y ante la mirada lasciva del cliente que ya no sabía ni a qué atender. Se sacó de un tirón los ligueros y alzó la pierna para terminar apoyándola en el pecho del contrario y quitarse la media mientras se inclinaba hacia delante. Terminó dejando sus piernas completamente desnudas y deslizó su pie sobre la ropa de Akira pasando por su entrepierna a lo que este dio un respingo. La planta del pie de Uruha terminó entre sus piernas y siguió arrastrándola así hasta que rozó el borde del colchón y entonces subió la otra piernaposicionándose de rodillas sobre la cama con una pierna del rubio entre las suyas.

Bajó las manos desde su cintura hacia dentro hasta cruzarlas y que terminasen cada una en una pierna y entonces con estas cruzadas empezó a alzarlas, alzando así también el vestido que portaba; subiendo por su vientre y su pecho agarrando las puntas del vestido y cuando llegó a los hombros se lo quitó.

Akira se incorporó en lo que Uruha se echó para atrás manteniendo la distancia prudente entre ambos. Le ofreció el cigarrillo y el castaño dio una calada al mismo sin apartar la vista un instante de su cliente

-          ¿Ni siquiera dejarás que te toque? – Masculló Akira.

-          ¿Quieres tocarme? – Respondió con un tono meloso el castaño.

-          Claro que si…

Uruha se levantó y se colocó de espaldas a Reita mientras se miraba al espejo, era realmente presumido. Le encantaba su cuerpo, sus afeminadas facciones, el control que ejercía sobre los demás y más le encantaba aquella sala hecha especialmente para él.

Echó las manos para atrás para cogerle las muñecas al rubio.Este apagó el cigarrillo en el cenicero que había sobre una de las negras mesitas de noche. Extendió luego las manos dejándose agarrar. El castaño puso aquellas manos en su cintura y bajó moviendo sus caderas sutilmente de un lado a otro hasta quedar casi sentado sobre las piernas contrarias. Entonces tomó de nuevo las manos ajenas y las arrastró sobre su cuerpo desde sus caderas hasta sus ingles y arqueó levemente la espalda echándose hacia delante. Apoyó las manos en las rodillas ajenas y movió sus caderas hacia atrás hasta chocar su trasero contra su vientre.

-          Quítame el corsé, ¿quieres?

El rubio obedeció y trató de separar sus manos de la piel de la prostituta pero este le pellizcó en una de sus piernas dándole a entender que debía mantener sus manos ahí y el contrario tras quejarse se mantuvo quieto.

-          Con las manos no. – Dijo Uruha con un tono juguetón. Entonces separó sus caderas de Akira hasta chocar su entrepierna contra sus antebrazos y se inclinó aun más. – Tienes los dientes para algo…

El rubio sonrió juguetón y se inclinó hasta que su boca pudo alcanzar uno de los extremos el lazo que mantenía sujeta la prenda rosa a su dueño. Tiró de esta volviéndose a incorporar hasta que el lazo se deshizo y el corsé cayó solo.

Uruha entonces se retiró de encima del rubio y con los ojos cerrados bajó su ropa interior haciendo uso de su flexibilidad; agachándose mientras mantenía las piernas cerradas y rectas. Solo dobló las rodillas mientras volvía a levantarse para deshacerse de la prenda que había quedado en sus tobillos. Uruha dio la vuelta manteniendo sus ojos cerrados y cuando estuvo de frente al rubio los volvió a abrir.

Se vio obligado a detenerse cuando aquella arma le apuntó. Alzó las manos hasta la altura del pecho asustado y retrocedió un solo paso muy lentamente.

-          ¿Ves esa bolsita de allí? -  Dijo aquel que le apuntaba señalando con el arma una bolsa de plástico rellena de un polvo blanco al lado de su cartera.

El aludido se viró a mirar y asintió de forma paulatina.

-          Es droga – Prosiguió el rubio. Después desabrochó los primeros botones de su camisa hasta dejar medio torso al descubierto entonces se hizo un fuerte arañazo de la mitad de su cuello hasta parte de su pecho. El rostro del castaño era un cuadro, no entendía nada.

-          ¿Pero qué haces? – Exclamó entre asustado y preocupado.

-          ¡Cállate!

Se estremeció de pies a cabeza cuando aquel le gritó y se quedó parado sin decir nada. Aquel apartó su chaqueta a la altura de su cintura dejándole ver una placa de policía, ahora sí que no entendía nada.

-          Tengo la excusa y las pruebas de que me has atacado y que por defenderme te he matado. Así que harás lo que yo quiera si le tienes algún tipo de aprecio a tu vida ¿lo entiendes?

-          Pues no… no lo entiendo. Soy prostituta ¿para qué ibas a amenazarme para que haga lo que quieras? Estoy aquí para eso.

-          Porque vas a hacer cosas que no has hecho nunca, princesa.

Se sacudió de la impresión, sintió que su ritmo cardíaco aumentaba; de verdad estaba asustado. No sabía que iba a hacer con él pero no se sentía para nada seguro con esa pistola apuntando a su pecho.

-          ¿Qué quieres que haga? – Murmuró en un tono casi inaudible.

-          Ven… - Dijo no sin antes mover la pistola haciéndole un gesto para que se acercase.

El castaño obedeció y se sentó a horcajadas sobre Reita. Este le apuntó con el arma al cuello en lo que Uruha cerró los ojos temblando de miedo.

Su boca se acercó a la mejilla contraria y dejó varios besos en esta. Uruha se relajó un poco, rodeó con sus brazos el cuello contrario y se dejó caer sobre Reita.

-          Eres una puta muy mala – Masculló Akira en el oído contrario mientras deslizaba su mano por su espalda de Uruha hasta afianzarla en una de sus nalgas. El aludido soltó un suspiro en lo que el contrario apretó más; hasta incluso hacerle daño de modo que este se quejó y cerró fuertemente sus ojos.

-          ¿Por qué…?– Se atrevió a preguntar Uruha

Como respuesta recibió un fuerte azote en uno de sus glúteos. Uruha respondió soltando un grito de dolor.

-          ¿Por qué? – Le alzó la voz el rubio exaltado. - ¿Qué te pasa zorra?

La sorpresa de la prostituta ante el grito no tuvo comparación a la que experimentó cuando sintió que le empujaban y caía al suelo, quejándose de nuevo por la violencia del impacto con el suelo. Su agresor se levantó encendiéndose un segundo cigarrillo y dándole después una larga e intensa calada. Le dio una fuerte patada en la espalda a la prostituta y este tuvo que apretar los dientes para no gritar.

Reita se inclinó en el suelo hasta colocarse con una rodilla en el suelo cerca de la cabeza ajena y una vez así agarró al castaño de los cabellos alzándole de estos hasta que su rostro estuvo lo suficientemente cerca del suyo como para resultar intimidante. Uruha cerró sus ojos al igual que sus dientes, aprisionando su labio inferior entre estos, con fuerza tratando de retener sus quejas en sus cuerdas vocales aún cuando ya varias lágrimas liláceas por el maquillaje recorrían profusamente sus mejillas.

-          Mírame – Exclamó Reita con un tono de voz que aunque sonó cercano al susurro fue de lo más brusco.

El aludido tembloroso entreabrió sus orbes y miró aquellos pozos negros que tenía el contrario por ojos creyendo ahogarse en ellos de puro miedo.

-          Todo esto te lo mereces – Masculló cargado de ira el rubio. El castaño parpadeó sin entender a que se refería pero no dijo nada, suficiente aterrado lo tenía. – Te pasa por ser un maldito superficial. – Esta vez le gritó y el castaño volvió a cerrar los ojos temblando aún más si cabía. Recibió una bofetada en una de sus mejillas y seguidamente otra en la contraria con el dorso de la mano del rubio y así tres veces. – Si hubieses escogido a aquel gordo de la barra o aquél que moría por tocarte, aquél al que le pusiste cara de asco hace una semana, a ese. Si fueses menos guarra ahora mismo no estarías así, puta.

El castaño comenzó a llorar de desesperación manteniendo aquellos sollozos que peleaban por salir retenidos en su garganta. El rubio calló y entonces el castaño volvió a abrir los ojos en lo que comprobó que el contrario tenía una expresión mucho más relajada.

-          He venido durante semanas solo a verte a ti, a ver como bailabas para finalmente pasar por delante de mí y terminar follando con otro, noche tras noche, noche tras noche. – Dijo sin perder la impasividad de su voz. Entonces soltó sus cabellos haciendo que el contrario volviese a caer al suelo. Su mano se afianzó en el cuello ajeno y volvió a apuntar al castaño con la pistola posicionándola en su frente. – Hoy va a ser todo como yo diga. Tus normas dicen que no haces felaciones, que nadie te toca y que tú siempre estás encima. Oh, eso son cosas que hoy no se van a cumplir, princesa. Me he tenido que teñir el pelo de rubio y ponerme esta estúpida banda para llamar tu atención y ¿sabes que guardo bajo esto? – Dijo refiriéndose a la bandita que cubría su nariz justo antes de retirársela de un tirón para enseñarle al castaño que no ocultaba nada, que solo era un mero accesorio para parecer interesante a sus ojos y eso le sorprendió tanto al castaño que abrió sus ojos de golpe.

Comenzó a gimotear cerrando de nuevo los ojos, deseando que aquello terminase pronto. Pero no pudo evitar abrirlos de nuevo cuando sintió su vientre arder; Reita había probado a apagar su cigarrillo directamente sobre su piel. Chilló de dolor y pataleó como pudo tratando de alejarse de él, en ese instante casi le dio igual que aquella pistola siguiese apuntándole. Retrocedió incorporándose y cuando logró levantarse trató de huir de allí. Reita era más rápido de modo que Uruha terminó con su pecho contra el espejo y uno de sus brazos doblados hacia atrás causándole un horrible dolor.

-          Putita mala…

El rubio empezó a acariciar con la punta del arma desde detrás la entrepierna del castaño que se estremeció de inmediato. Con movimientos lentos movía la superficie de la pistola contra aquella parte tan sensible que era el miembro ajeno. Uruha cerró los ojos sintiendo escalofríos recorrerle ante el contacto. Su miembro que estaba completamente flácido comenzó a erguirse poquito a poco; aún cuando estaba aterrado su cuerpo reaccionaba a los estímulos que recibía de una forma que casi le asqueó.

Se miró al espejo: tenía un aspecto horrible, las mejillas manchadas de aquel lila tan oscuro de su maquillaje, sus ojos completamente rojos y sus mejillas hinchadas de los golpes que había recibido en éstas y aún así casi inaudiblemente estaba gimiendo, la lujuria tenía más peso en él que el mismo miedo. Pensó que quizás si se dejaba hacer y no decía nada tendría suerte y aquel rubio no se ensañaría más con él. Cerró los ojos y apoyó la frente en el espejo. Akira continuó prodigándole caricias con el arma en su miembro que instintivamente parecía despertar por momentos. Uruha dejaba escapar sutiles gemidos involuntarios de sus labios, era realmente sensible y aún cuando estaba aterrado aquello realmente estaba logrando excitarle.

-          Te gusta, ¿eh? Sienta bien que te toquen así… - Masculló el rubio y subió el arma de modo que la hombría de la prostituta quedó atrapada entre su vientre y la pistola que siguió moviendo de delante hacia atrás.

Uruha cerró más fuerte los ojos y mordiéndose el labio inferior asintió. Sintió sus piernas abrirse sin mover las plantas de los pies del sitio. Aumentó el ritmo y tras unos sutiles y agudos gemidos tuvo que ponerse de puntillas, su excitación casi le obligó Reita sonrió complacido y con la mano que tenía libre comenzó a acariciar con las uñas la espalda desnuda del contrario, arañándola y marcándola sin causarle algún tipo de daño al castaño pero si dejando regueros rojizos por su blanca y sensual piel.

Cuando creyó que era suficiente retiró el arma de la entrepierna del castaño y la guardó en el bolsillo trasero de su pantalón. Uruha se quejó cuando dejó de notar aquellas caricias y viró el rostro hacia atrás tratando de comprender por qué habían cesado las atenciones que recibía su hombría.

Reita bajó hasta quedar de rodillas en el suelo justo detrás de Uruha, sus manos se afianzaron en sus glúteos, separándolos, y comenzó a regalar lamidas por sobre de su entrada en lo que el castaño soltó un gemido más agudo que los anteriores. No podía controlarlo, nunca había estado en esa posición; siempre era él el que tenía el control y ahora se sentía completamente vulnerable, expuesto, y tampoco se sentía tan mal.

Le sacó de sus pensamientos un fuerte golpe en sus nalgas, como un latigazo, que le dejó los cinco dedos del contrario marcados en su nívea piel. Gritó. Entonces el rubio aún agachado y propinando lamidas a una de las partes más sensibles e intimas de Uruha comenzó a azotar aquel trasero que tenía tan a mano, deleitándose de los grititos que dejaba escapar su víctima, notaba aquellas piernas tambalearse y no sabía si era de dolor o de placer pero aquello le encantaba.

Uruha sollozó. Se sentía inmensamente mal, hubiese soportado que le violase, incluso someterse, le hubiese terminado pareciendo divertido; le gustaba que le sorprendiesen, que se enfrentasen a él, era algo que nadie entendía. Por eso se hizo prostituta; no era capaz de mantener una pareja estable y sus noches de sexo esporádico eran eso, demasiado esporádicas.

Antes de entrar en aquel club de alterne había sido prostituta en la calle, allí no habían normas, hacía lo que el cliente pedía, y la variedad de clientes era enorme; tipos guapos que no se atrevían a salir del armario, tipos para nada atractivos que no tenían que llevarse a la cama, tipos delgados y musculosos, tipos gordos que a primer vista le asqueaban… y extrañamente incluso esos, incluso aquellos tipos que le asqueaban se le hacían interesantes. Pensaba “oh, ¿qué estoy haciendo? Tengo a un tipo de doscientos kilos penetrándome así como si nada. No, no puede ser, es demasiado para mí. ¿Cómo puede ser tan placentero?” Era un hombre de fetiches extraños. Pero no soportaba para nada el dolor y aquel le estaba azotando sin piedad alguna y él en ese instante deseó morirse, sentía arder su piel bajo esa mano y sintió nauseas; tales que terminó llorando de nuevo. “Tengo que salir de aquí…” pensó.

Sintió que le agarraban de los tobillos y le echaban para atrás en lo que el castaño cayó de rodillas en el suelo. Se quejó interiormente pero no dijo una palabra. Su agresor se levantó y se alejó hasta la cama buscando algo. El castaño sin perder tiempo ni siquiera se levantó y trató de salir de allí lo más silenciosamente posible gateando. Se sorprendió cuandovolvieron a tirar de sus tobillos hacia atrás pero esta vez sí se quejó. Se revolvió y arañó el suelo quedándose en las uñas parte del pelo rosa que cubría el suelo. Notó que le daban la vuelta y de golpe sintió un golpe en la mejilla; Reita le había golpeado con el silenciador que le acababa de colocar a su arma. Uruha gritó. Maldijo que las habitaciones estuviesen insonorizadas, no era justo. Volvió a pegarle en la otra mejilla y luego el rubio encaramó la pistola bajo su mandíbula.

-          Me estás cabreando. – Dijo Reita de lo más serio.

Deslizó el arma por el pecho ajeno pasando más tarde por su miembro y testículos. El castaño cerró los ojos y sollozó, ahora sí que estaba asustado.

Reita tanteó la entrada ajena con la punta del silenciador en lo que la prostituta tembló de miedo. “No, no, no” se repitió interiormente, no podían violarle con una pistola. La idea en cualquier otra ocasión le hubiese resultado de lo más sensual pero dado que estaba muerto de miedo aquello solo le asustó más. Cerró los ojos y trató de mascullar un por favor que se quedó solo en un intento puesto el miedo le impedía hablar. Y aun con aquella cara tan afligida no pudo evitar que el contrario empujase el silenciador contra su entrada hasta que esta cedió, y una vez entró la punta seguidamente y de golpe entró todo; sin miramientos.

-          Intenta huir de nuevo y aprieto el gatillo. ¿Querrías saber qué pasaría si disparo ahora? Sería de lo más asqueroso, ¿no? – Y cuando terminó de amenazarle comenzó a mover el arma como si fuese un dildo dentro de Uruha.

Era asqueroso, de lo más asqueroso, notaba su corazón en el cuello de lo asqueado que estaba, su respiración se aceleró al igual que su ritmo cardíaco. Con el silenciador aquello era bastante largo aunque no era muy grueso lo que facilitó que entrase tan fácilmente y además aquellas entrañas cedían dejando paso fácilmente al arma que embestía las paredes de su cavidad. No estaba cómodo, para nada cómodo; pero en cuanto aquello rozó su próstata no pudo evitar gemiry abrir sus ojos de lo más sorprendido, aquello había enviado una descarga que fue a morir a su miembro el que notó temblar al tiempo que terminaba de erguirse. Cuando Akira le oyó sonrió de la forma más lasciva y enfermiza posible. Había dado en el blanco. Y sin piedad y continuó moviendo la pistola contra ese punto una y otra vez, sin aparar ante los incesantes gemidos de Uruha que por mucho que tratase de contenerse no lo lograba.

Reita sintió derretirse cuando aquellas piernas se abrieron más para recibir aquello que entraba y salía, aquello que le daba placer. El castaño se sentía extraño, extrañamente excitado y asustado. Deseaba que aquello dejase de moverse dentro, ¿y si el rubio se enfadaba y decidía apretar el gatillo? El mero pensamiento le dio nauseas y tuvo que hacer un enorme esfuerzo por no vomitar. Pero, exceptuando que lo que estaba dentro era algo tan peligroso no deseaba para nada que saliese, le daba un placer tal que le nublaba la mente, por ello abrió las piernas dándole a Akira la visión más que perfecta que aquella entrada distendida albergando su pistola.

Aquello prendió la mecha de Reita que aumentó el ritmo en eso que su miembro creía bajo sus bóxers. El sonido que hacía su arma entrando y saliendo del trasero de su amor platónico era más que excitante. Los esfínteres del castaño parecían tragarse aquello que funcionaba como consolador. Este notaba palpitar sus entrañas alrededor del silenciador de una forma casi enfermiza; se correría si seguía así y aquello sí que le repugnaba además de destrozar completamente su orgullo, no podía correrse siendo estimulado por un arma pero le costaba respirar del placer que sentía, le costaba mantener la cordura, moriría de placer. 

El rubio subió la mirada a su rostro en que se encontró algo que incluso le gustó más. Uruha tenía sus mejillas completamente rojas, ya no había rastro de lágrimas en sus mejillas y sus ojos permanecían cerrados. Su rostro estaba levemente alzado y tenía la boca ligeramente abierta con dos hilos de saliva desbordándose de las comisuras de sus labios, era la escena más hermosa que pudiese haber visto en su vida y la más excitante sin duda alguna. Retiró de golpe el arma de la cavidad ajena causando que el castaño emitiese un gruñido incómodo.

-          A la cama, corre.

Uruha abrió los ojos y en cuanto vio la pistola se sonrojó más todavía de pensar que aquello había estado dentro de él. Con las piernas temblorosas se levantó sintiendo como espasmos le recorrían, estaba demasiado excitado. Se dejó caer sobre las sabanas negras y se dio la vuelta quedando boca arriba con las piernas abiertas. Su entrada parecía contraerse y distenderse como pidiendo que de nuevo algo violase sus entrañas.

Reita se acercó y se subió a la cama colocándose a su lado. Tomó su mandíbula con violencia y trató de besarle, pero la prostituta cerró los ojos y con los ojos de nuevo llenos de lágrimas giró el rostro evitando que aquellos labios terminasen sobre los suyos, y haciendo que en cambio se posasen en su mejilla.

Escuchó el arma dispararse muy cerca de su rostro, casi notó rozar aquella bala contra su mejilla en lo que abrió los ojos completamente y miró los orbes tan oscuros de su agresor, temblando de miedo.

-          ¿¡Se puede saber qué coño pasa contigo!? – Exclamó Akira.

El rubio posó la punta del arma en el interior de los muslos ajenos, la boquilla de esta por haber sido la pistola disparada recientemente ardía. El cigarrillo comparado con eso casi parecía un sutil pellizco. Gritó mientras su piel se desgarraba por el intenso calor que alcanzó la pistola. Trató de reprimir su dolor mordiéndose el labio inferior hasta el punto de hacerlo sangrar, sus pupilas se dilataron y alzó tanto estas que sus ojos casi quedaron en blanco, aquello era dolor. Nunca había experimentado nada tan doloroso y esperaba no volver a experimentar algo parecido jamás. Cuando el arma se separó de su piel el castaño sollozó sonoramente cerrando los ojos de nuevo, ahora ya no se reprimía, no podía dejar de llorar, de sollozar, de gritar de puro dolor.

Entonces Akira volvió a acercarse a esos labios pero la respuesta fue la misma, un giro brusco por parte de Uruha. Volvió a disparar y  posó de nuevo el arma un poco más arriba que la vez anterior. Al haber sido disparado una segunda vez ahora quemaba aún más si cabía y Akira apretó, apretó sin piedad contra aquella piel marcándola de por vida. Uruha esta vez no gritó, solo sollozó temblando aterrado. Había entrado en un estado de apatía, se sentía muerto por dentro tanto que se dejó caer al colchón con los ojos entreabiertos con una extraña falta de brillo y pequeñas lágrimas siguieron recorriendo su rostro.

 Y otra vez el rubio trató de besarle y se volvió a ver rechazado. Estaba empezando a enfurecerse, ¿qué le ocurría a ese hombre? ¿No había tenido suficiente?

Disparó el rubio entre sus piernas rozando el miembro erguido del castaño y de nuevo este fue contra su piel, la temperatura que había alcanzado era insoportable, como ese punto en que el cuerpo humano no puede soportar más tortura y se terminaba rindiendo el preso a su agresor, rindiéndose al síndrome de Estocolmo, por proteger su vida, por tratar de ser tratado bien por su atacante. Se incorporó gritó y gritó llorando más de lo que había llorando en su vida, era insoportable, completamente insoportable. Cerró los ojos con fuerza deseando que aquello fuese una horrible pesadilla y también por despertarse en ese mismo instante; no soportaría ni un segundo más aquella tortura. El arma se separó pero el contacto de su piel quemada con el aire fue incluso más doloroso… Otro disparo y la pistola se aproximó peligrosamente a su miembro. Se rindió, emocionalmente se rindió, si seguía peleando un segundo más terminaría suicidándose, sin duda.

-          ¿Ni dejarás que te bese? – Dijo Reita apuntando aún el glande ajeno con la punta de su arma.

El castaño se aferró al cuello del contrario llorando desesperado, no sabía que más hacer. Necesitaba explicarse, que entendiese que no estaba tratando de desobedecerle, simplemente que sus miedos era más poderosos que él, había sucumbido al dolor.

-          No puedo… - Murmuró contra el oído ajeno. – Le tengo fobia a los besos, a que cualquier cosa toque mis labios, por eso no doy besos, por eso no hago felaciones… tengo miedo… - Masculló echándose a llorar en los brazos ajenos. – Te lo juro, haré lo que quieras pero no me hagas daño y no me obligues a que te bese…

Akira sintió compasión de aquel al oírle llorar de ese modo. Guardó la pistola en el bolsillo trasero de su pantalón y miró los oscuros ojos de Uruha, ojos que enseguida se cerraron ante los suyos. Un sollozo escapó de la boquita de Uruha, ahora que se fijaba aquel hombre tenía unos labios enormes, gruesos, hermosos, besables. Probó a rozarlos con sus dedos y como respuesta el castaño se estremeció asustado.

-          Shh… relájate, no te haré daño. Mira, he guardado la pistola.

La prostituta entreabrió sus ojos y miró las manos de su agresor comprobando que era cierto lo que le acababa de decir. Cuando comprobó que la pistola había desaparecido de las manos contrarias se relajó bajando la mirada entre que suspiraba aliviado.

-          Patito – Masculló el rubio.

Uruha alzó de golpe la vista y miró a su agresor con aquellos ojos aún llenos de lágrimas

-          ¿Qué? – Preguntó el castaño aturdido

-          Pareces un patito – Repitió Reita. - tus labios…son de pato, de pato sexy…

Uruha se lo quedó viendo ciertamente extrañado por sus palabras. Se sonrojó cuando hubo desaparecido el miedo y su cerebro asimiló lo que acababa de oír. El castaño se rió, no supo por qué pero aquello le hizo reír.

-          Déjame que lo intente, que intente besarte. Confía en mí…

El castaño trató de alejarse asustado pero los brazos ajenos rodearon su cintura.

-          Solo intentarlo…

Uruha le miró a los ojos y entonces vio algo que casi parecía hipnotizarle, aquellos profundos ojos, sabía que estaba cayendo en un absurdo bucle de emociones positivas hacia su agresor dejando de verle como tal solo para protegerse pero aunque lo más profundo de su cerebro mantenía la cordura la parte superficial del mismo no y entonces asintió, casi había olvidado ese miedo infernal y vio belleza, una enorme belleza en su atacante que le hizo rendirse a sus pies.

-          Cierra los ojos.

Uruha obedeció y agachó la cabeza. De nuevo aquellos dedos rozaron sus labios y aunque la prostituta se asustó no se movió. Continuó acariciándole Akira con mucho cuidado, muy lentamente y solo rozándolos. Notó como aquel cuerpo que estaba encaramado al suyo se destensaba, relajándose y entonces cerrando los ojos se acercó posando sus labios sobre los contrarios, sin moverlos. Uruha no trató de separarse pero tampoco se movió.

A los pocos segundos Reita se alejó y entonces Uruha abrió los ojos.

-          ¿Era para tanto?

-          ¿Qué has hecho? – Preguntó Uruha sorprendido por la actitud tan tranquila que había sido capaz de tener ante aquello.

-          Besarte.

-          No, como has hecho para que no me angustiase, no lo entiendo.

-          ¿Es importante? No te has alejado, eso está bien.

-          Otra vez…

-          ¿Qué?

-          Hazlo otra vez, bésame.

Akira se sorprendió ante la petición, eso no era lo que quería, quería a aquella prostituta a su entera disposición pero esperaba tener que usar la violencia para tenerle a sus pies, quizá de alguna forma aquello estaba mejor, pero le asustaba, quizá se había pasado, quizá le había asustado tanto que le obedecería sin rechistar, sonrió interiormente costando horrores mantener aquella sonrisa dentro de él sin sacarla afuera.

No se lo pensó y volvió a posar sus labios sobre los suyos, ahora el castaño parecía mucho más tranquilo. Empezó a mover sus labios sobre los contrarios y Uruha tembloroso e inexperto trató de imitar aquellos movimientos. Desde siempre cuando algo había solo rozado sus labios se había sentido angustiado, extrañamente incomodo; incluso le entraban nauseas. Su boca era sagrada, le sentía asqueado cuando imaginaba cuantas bocas habrían pasado por labios ajenos, objetos ajenos, pieles ajenas. No permitía que nada, sin excepción, tocase sus labios, pero la situación era extrema ahora. Y ademásaquellos labios sabían tan bien… recapacitó, aquel de cabellos rubios y ojos negros como pozos era simplemente especial.

Lo único cierto es que sabía cuántos días hacía exactamente que el rubio había acudido por primera vez a verle, le había atraído enormemente; no era nada del otro mundo, tampoco se le antojaba tan hermoso como tantos otros, pero tenía algo especial. Había intentado acercarse el primer día pero cuando estaba justo al lado notó como “su chulo” negaba con la cabeza y él aunque extrañado solo pudo pasar de largo. No lo entendía, nunca aquel le había prohibido estar con algún cliente, hacía lo que quería y por ello su jefe se llevaba grandes beneficios a su costa. Pero esa vez fue distinto.

Recordó a paliza que recibió por su parte justo después de su jornada, aquel hombre que trabajaba para su jefe - su Kai - no paraba de gritarle, una y otra vez.

-          Es policía maldita sea, ¿Cómo puedes ser tan estúpido? – Exclamó aquel hombre de apariencia joven, cabellos negros largos y unas enormes gafas de sol, Aoi.

Tenía al castaño en el suelo, temblando de miedo, lleno de magulladuras y cubierto de sangre.

Uruha estaba llorando, si al final no había estado con él. Había pasado de largo como le habían pedido, ¿qué más quería? Ese hombre era de lo peor, un asqueroso que le tenía esclavizado tanto a él como a las demás strippers y prostitutas del local. Los maltrataba siempre que podía, infundiéndoles un miedo enorme que les impedía huir de allí o revelarse. Ni sabía por qué su jefe confiaba tanto en él.

Aunque aquello para el castaño no estaba tan mal dado que en la calle las condiciones de alguien con su trabajo eran aún más deplorables; recordó interiormente una noche tras una sesión con un cliente en que éste fue más que duro con él; destrozó su ropa, le agredió y además de eso ni tan solo le pagó. Y se recordó a si mismo paseando llorando y descalzo por las callejuelas de un barrio de mala muerte, con la poca ropa que llevaba destrozada cuando la temperatura aquella noche debía ser bajo cero. Casi prefería mil palizas de esa a las tantas horribles historias que podía contar de las calles, experiencias que habían llegado a sus oídos y experiencias que había vivido en sus propias carnes; pero aquello seguía sin ser vida.

-          Lleva detrás del jefe semanas, seguro que quería sacarte información. ¿Cómo eres tan idiota? – Y le propinó una patada en el vientre. El castaño chilló de dolor – Te sonríen y ya te abres de piernas. No entiendo por qué Kai te recogió de la calle.Las prostitutas callejeras sois todas iguales, unas guarras.

Y dejó a Uruha allí tirado, cubierto de su propia sangre y completamente dolorido mientras los demás mafiosos que observaban se reían de él mientras continuaban la tarea que había dejado el moreno a medias; golpeándolo sin ninguna piedad solo por pura diversión. Cuando se cansaron y se fueron él estaba tirado en el suelo completamente desnudo con todo el cuerpo amoratado y su rostro hinchado y dolorido. Comenzó a llorar a gritos, gimoteando más que sonoramente. Tenía el corazón hecho pedazos, casi le habían dolido más aquellas palabras y aquellas risas que los golpes.Se sentía humillado, destrozado; con el orgullo hecho trizas. Pataleó y terminó quedándose hecho un ovillo en el suelo, llorando contra sus manos, tratando de protegerse con su propio cuerpo del frío que le azotaba.

Empezó a llorar abundantemente en cuanto se acordó de aquello. Reita no se dio cuenta ni cuando aquel se aferró a su cuello como si le fuese la vida en ello.

El castaño llevaba tantos días tras él, tantos días que disimuladamente mientras bailaba solo le miraba, dedicándole cada uno de sus pasos, soñando con cómo sería si algún día tenía la ocasión de tenerle entre sus piernas. Al igual que Reita el también se había enamorado platónicamente, amor a primera vista, pero tenía que ser su amado Reita un policía, tenía que ser uno de los que querían encarcelar a su jefe. Se odió a si mismo por no huir de allí, se odió a si mismo por ser tan estúpido, se odió a si mismo por haber escogido aquel trabajo. Se había sentido de lo más afortunado cuando aquella noche se había presentado allí con ese aspecto, aquella banda cubriendo gran parte de su cara y su cabello teñido de aquel rubio tan rubio y aquella cresta tan llamativa. Nadie hubiese imaginado que aquel era Reita, su Reita. Pero él sí, él lo habría reconocido aunque se hubiese reconstruido la cara entera; esa forma de andar, esa sonrisa, aquella manera de actuar, eran inconfundibles para él. Y se había llevado la peor decepción de su vida cuando aquel le había amenazado, ultrajado y pretendía violarle. Estaba destrozado psicológicamente y estúpidamente ahora se aferraba al cuello ajeno con la esperanza de que aquello terminase como él deseaba. ¿Qué había de malo en soñar? Amaba a aquel hombre, quizá no como ama una persona normal pero dado que él nunca había sentido atracción o amor hacia nadie aquello era muy, muy fuerte. Y entre eso y el miedo a seguir siendo torturado se estaba aferrando a su agresor como si fuese un náufrago que se aferra al último chaleco salvavidas; con todas sus fuerzas, tratando de esquivar la muerte aún si tenía que cargar con semejante peso en sus hombros.

La lengua del rubio se coló en la cavidad ajena y entonces el castaño se fue para atrás bastante asustado y Reita le dejó alejarse. Entonces Reita le miró y cuando vio aquellas mejillas llenas de lágrimas se alarmó de una forma extraña. Aquel beso le había despertado de su trance agresivo, no podía ser tan cruel con aquel, era demasiado perfecto, demasiado hermoso. Era su Uruha, suyo, solo suyo.

-          No, no llores... lo siento, lo siento. –Dijo Reita y seguidamente aprisionó al castaño entre sus brazos.

-          No es culpa tuya – Murmuró Uruha

El rubio permaneció en silencio abrazando aquel cuerpo contra el suyo. Uruha poco a poco se fue relajando hasta calmarse del todo acurrucado en los brazos ajenos. Una vez calmado  se apresuró a rodear con sus piernas el cuerpo ajeno algo más juguetón.

-          ¿Qué haces? – Preguntó Reita mirando al castaño.

-          ¿No ibas a violarme? – Preguntó en un tono meloso el castaño.

Reita sonrió y volvió a besar esos labios. La actitud de Uruha ahora era mucho más tranquila; le gustaban esos labios, solo esos.

-          Vamos a probar otra cosa… - Murmuró el rubio con cierta sonrisita pintada en los labios.

-          ¿Qué cosa?

Reita señaló los labios ajenos y luego se señaló su propia hombría aprisionada entre la tela de su pantalón y bóxers. Uruha se sonrojó de forma desmedida, su inexperiencia a la hora del sexo oral era más que notable. Nunca, nunca, nunca le había practicado una felación a nadie.

-          ¿No te apetece intentarlo? – Preguntó Reita mirándole.

El castaño dudó un instante pero enseguida asintió, eran muchas cosas y al final una nueva de más no podía ser tan malo, seguramente ya había aguantado lo peor, y bastante bien. Reita le indicó que se levantase y este obedeció seguido de un Reita que una vez de pie se acercó al espejo.

Uruha casi había olvidado que estaba lleno de quemaduras aunque cundo trató de andar aquello le dolió horrores pero se aguantó.

-          De rodillas.

Uruha le obedeció y una vez de rodillas en el suelo alzó la mirada y frunció los labios de forma tierna sin saber qué hacer. Reita sacó su miembro de sus bóxers y lo acercó a los labios de la prostituta.

-          Abre la boca y saca un poco la lengua, ¿quieres?

Uruha sin rechistar así hizo y justo después ya tenía la cabeza de la hombría de su cliente metida en su boca. Se sintió asustado, notó que su vientre se encogió instintivamente, y temblando cerró los ojos.

-          Relájate, no te va a pasar nada…

Uruha retrocedió y negó con la cabeza sin parar, su miedo le impedía pensar con claridad.

-          No quiero,no quiero, no me gusta esto…

-          ¿Qué no te gusta?

-          Nunca he hecho esto… - admitió avergonzado el castaño con la mirada fijada en el suelo. – No sé qué hacer, ¿y si lo hago mal?

-          Haz lo que yo te diga y todo saldrá bien… - Dijo Akira en un tono dulzón acariciando los cabellos ajenos. - ¿No será que te da asco?

Uruha negó con ímpetuy para demostrarle que se equivocaba, tembloroso, tomó la base del miembro ajeno con ambas manos  y se acercó a este algo perdido. Cerró los ojos y paseó la lengua por la punta de su virilidad. Reita gimió roncamente en sentir las lamidas lo que incitó al castaño a continuar.

Tal y como le había indicado antes el rubio sacó su lengua y con esta fuera empezó a meter la hombría ajena en su boca y después sacarla y así continuamente. Reita se sentía en las nubes, notó la calidez de aquella boca rodear su miembro y aquella lengua mojando su hombría, sentía morir de placer. No pudo evitar cerrar sus dedos en torno a los cabellos contrarios, aunque no le obligó a nada. El castaño retiró sus manos de su miembro y las llevó a sus caderas solo para comprobar si era capaz de albergar por completo la hombría del rubio. Y lo consiguió aunque sintió el glande de Akira enterrarse en su garganta lo que le causó unas arcadas horribles pero se contuvo. Trató de abrir su garganta como si fuese a tragarse aquello y las arcadas cesaron. Reita notó tambalearse sus piernas, no tenía palabras para describir lo bien que se sentía en ese instante.Notaba sus testículos a punto de explotar.

Picó con su dedo repetidas veces en la cabeza contraria hasta que este abrió los ojos y aun con aquel falo al completo en su cavidad bucal miró a Reita. Este sintió derretirse en cuanto pudo observar eso, era tal el erotismo y a belleza de aquella imagen que tuvo que hacer un esfuerzo enorme por no correrse en ese mismo momento. Se mordió el labio inferior y después señaló hacia un lado. Uruha miró hacia allí descubriendo que el contrario había señalado un espejo y se sonrojó por completo en observar la escena que el espejo le proponía; él de rodillas en el suelo con aquel miembro por completo en su boca; y ahora quien sintió morir de excitación fue él. Se sentía de lo más sucio, dominado por sus bajos deseos comportándose como una puta, aunque realmente lo era. Eso le gustaba, sentirse utilizado, sentirse sometido. “Eres una guarra.” Se repitió interiormente mientras sacudidas de placer recorrían su vientre. Viró levemente el rostro y comenzó a meter y sacar el falo de Reita de su boca mientras se miraba al espejo con los ojos entreabiertos. Una de sus mejillas se deformaba cuando el glande de Reita chocaba contra esta por dentro de su boca, ver como sus mejillas se inflaban de esa manera le ponía de una forma insospechada. No podía más, notaba su miembro desbordar de líquido pre seminal y a la vez tenía la boca llena del mismo líquido ajeno. Se sacó el miembro de su boca y comenzó a lamerlo como si se tratase de un helado sin perder de vista su reflejo en el espejo.

-          Reita… - susurró Uruha muy, muy excitado. Reita solo le miró – Oblígame a que lo haga…

Y dicho esto abrió la boca frente a su miembro y Akira aunque en principio se sorprendió de la petición, ni corto ni perezoso comenzó a tirar de aquellos cabellos para que su propio miembro violase la boca ajena sin ningún cuidado.

El castaño sintió que se ahogaba de la fuerte velocidad que impuso Akira en sus movimientos, era casi inhumano. Los gemidos del rubio cada vez eran más fuertes, más rudos. Uruha se estaba ahogando, tenía los ojos completamente en blanco y su saliva y el líquido pre seminal del rubio desbordaban de su boca escurriéndose por su barbilla y goteando al suelo mientras aquella boca emitía un extraño y obsceno sonido en succionar el miembro de Reita. Aquella terrorífica expresión prendió a Reita tantísimo que solo pudo aumentar el ritmo sintiendo que se moría de placer. El cosquilleo que sentía en su vientre y la sensación que le ofrecía su glande en chocar con aquella garganta era más que exquisito y aquella cara, aquella horrenda expresión que le enseñaba el castaño; oh, se hubiese corrido solo de verle.

La prostituta al sentir que se quedaba sin aire probó a avisar al contrario de que se ahogaba mordiendo su miembro; rasgándolo con los dientes dado que su cabeza se movía arriba y abajo con violencia tragándose el miembro del contrario. Pero más que exaltarle solo logró estimularle todavía más y lo siguiente que percibió fue todo aquel líquido espeso y caliente desbordarse en su boca de la misma forma que su cabeza había sido obligada a moverse; con mucha violencia.

Trató de apartarse pero el rubio le obligó a mantener sus labios contra sus caderas de forma que para no ahogarse lo único que pudo hacer fue tragarse todo aquello, que era mucho, muchísimo. Manteniendo sus pupilas tan dilatadas que era casi inhumano. Se lo tragó todo sin rechistar, era la primera vez que hacía aquello aunque aquel sabor no era nada nuevo para él. Pero nunca había probado el semen de otro que no fuese él mismo.

Reita se dejó caer hacia atrás hasta sentarse en el suelo y una vez así jadeó cansado. Notaba la ropa pegarse a su cuerpo por el sudor. Uruha tosió cuandotuvo la boca vacía; una y otra vez mientras se llevaba la mano al cuello dolorido, le ardía la garganta. Una vez repuesto se pasó el dorso de la mano por los labios llevándose con el gesto los restos de semen que habían escapado de su boca. El rubio sin dejar de mirarle y aún sin terminar de recuperarse del reciente orgasmo comenzó a masturbarse. Hacía tiempo que no se corría y aquella sensación tan placentera le había agotado, como si no estuviese demasiado acostumbrado. Se estremeció de pies a cabeza cuando sus propios dedos rozaron su miembro flácido que recién había descargado. Le dieron espasmos en cuanto comenzó a mover su mano auto complaciéndose pero no se detuvo hasta que su miembro no estuvo erecto de nuevo. Se sentía agotado pero necesitaba correrse dentro de ese cuerpo o no se lo perdonaría jamás. Uruha le miraba con fascinación, era demasiado excitante verle tocarse de ese modo. Cuando sus miradas se cruzaron el castaño se sonrojó hasta las orejas y no pudo evitar desviar la mirada. El rubio se levantó y el contrario al verle se levantó el también.

 Se quedó mirando la entrepierna de Akira ya imaginándose como sería tenerle dentro. No era pequeña, para nada pequeña. Estaba tan excitado que casi no podía pensar con la cabeza. No supo cuantos segundos se mantuvo con la vista fija en aquellos cuerpo tan varonil y tan bien formado pero le extasiaba la visión tan exquisita que se le ofrecía.

Y así, sin pensar, se tiró encima de Reita que perdió el equilibrio y terminó tumbado sobre las sábanas con la prostituta encima.

Empezó a quitarle la ropa. Desabrochó sus botones a paso lento hasta terminar con todos ellos en lo que le quitó la camisa lanzándola lejos. Luego bajó sus pantalones y bóxers todos juntos y los echó al suelo. La pistola quedó alejada de Reita entre sus pantalones; que era lo que el castaño pretendía no fuese a ser que se revolviese y volviese a atacarle con ella. Entonces se colocó de rodillas en la cama a horcajadas sobre las caderas de Reita dispuesto a penetrarse con el miembro contario él mismo.

-          Date la vuelta, patito. ¿Quieres? – Le interrumpió Reita cuando ya sentía aquel glande adentrarse en su entrada.

Uruha dudó un instante pero terminó obedeciendo y dándose la vuelta. El rubio se incorporó y movió las manos del castaño hasta sus rodillas de forma que su cuerpo quedaba levemente inclinado hacia delante. Entonces empezó a mover sutilmente sus caderas hacia delante de forma que su miembro tanteaba la entrada ajena. Y cada vez que la punta de su glande rozaba con aquel hueco que ocultaba el castaño entre sus glúteos un espasmo le recorría. Pero aún cuando tuvo paciencia aquel miembro no entró y cuando se impacientó y trató de moverse las manos ajenas se afianzaron en su cintura impidiéndole cualquier movimiento.

-          Dime tu nombre

-          ¿Eh? – Preguntó Uruha aturdido. – Ya te lo dije. Uru…

-          Ese no. – Le interrumpió el rubio. – Tu nombre de verdad, quiero oírlo, necesito saberlo…

En cualquier otra situación él se hubiese negado hasta la muerte a revelar su verdadero nombre, ya sentía que humillaba suficiente a su familia aun usando aquel estúpido sobrenombre como para dar a conocer el nombre con el que se le había bautizado, se sentía tan avergonzado de su trabajo, de sus gustos… pero estaba desesperado, si aquel falo no se adentraba a la de ya en sus entrañas moriría de desesperación.

-          Takashima – Musitó cerrando los ojos.

-          ¿Qué más?

-          Takashima… Kouyou – Murmuró muriéndose de vergüenza.

-          Taka…shima – Susurró el contrario complacido, sonriendo.

 Entonces de golpe y sin previo aviso alzó sus propias caderas insertando su miembro por completo en la cavidad del castaño. Este gimió soltando un grito ahogado. Sus ojos se quedaron en blanco y sus dientes se cerraron casi de golpe tratando de contener el dolor que sentía. Reita se mantuvo con las caderas alzadas hasta que vio en el espejo como aquella expresión de terror desaparecía del rostro de Uruha y entonces comenzó a moverse.

-          Tienes un nombre precioso – Murmuró en el oído ajeno. Uruha se estremeció al sentir su respiración agitada chocar contra su oído, y más se estremeció cuando aquellos dientes se cerraron alrededor del lóbulo de su oreja.

Las manos ajenas se pasearon por el pecho desnudo del castaño entre embestida y embestida. La prostituta gemía dulcemente cuando azotaban su punto erógeno desde esa posición. Los dedos de Reita se cerraron en torno a sus areolas provocándole un respingo.

-          No, ahí no… - Suplicó Uruha entre gemido y gemido.

Reita hizo caso omiso a las palabras del otro y comenzó a arrancarle gemidos más y más fuertes a base de caricias en sus pezones combinadas a la perfección con estocadas certeras que entraban bien, bien adentro; debido a la posición que le había buscado a Uruha. Y a la vez y de la misma forma estaba disfrutando como loco de tener sobre sus piernas al castaño; de sentir aquellas estrechas paredes encerrar su miembro, sus esfínteres tragándose casi literalmente su hombría con hambre. Y Uruha seguía con los ojos cerrados mientras los gemidos de placer que se escapaban de sus labios cada vez se hacían más sonoros.

-          Abre los ojos. – Pidió Reita y el contrario no tardó en obedecer. Entreabrió sus ojos encontrándose con su reflejo cabalgando sobre el miembro del rubio. Sintió derretirse.

Se había mirado muchas veces en ese espejo mientras se acostaba con alguno de sus clientes pero nunca había estado así, tan expuesto, tan vulnerable. Y su rostro jamás se había deformado de esta manera al gemir, más bien casi nunca gemía y ahora que arremetían contra su próstata de esa manera se dio cuenta de lo absurdo que era querer dominara sus clientes si que le dominasen a él era mucho más placentero. Comenzó a mover sus caderas al compás de las de Reita de forma que las embestidas se hacían mucho más profundas y las sensaciones que experimentaba mucho más intensas. Peleaba por mantener sus ojos abiertos ya que el conjunto de sensaciones que le atacaban era demasiado grande. Se dejó caer hacia atrás chocando su espalda con el pecho del rubio. Este continuó regalándole caricias a aquellos botones rosados que coronaban su pecho.

Akira gemía sin pudor contra la oreja ajena, sin contenerse, sin querer hacerlo. Sus manos bajaron hasta sus muslos, los que arañó, marcándolos. Takashima siseaba de dolor pero el placer que experimentaba al mismo tiempo era tan grande que no se atrevió a quejarse o a pedirle que se detuviese. Las manos del rubio se afianzaron en las piernas ajenas y Uruha se sorprendió cuando el contrario se levantó, sosteniéndole sentado sobre su miembro, por las piernas.

Se acercó al espejo y entonces Uruha creyó morir de placer. Fijó su mirada en sus partes más íntimas; donde el miembro de Akira desaparecía adentrándose en su cavidad anal y su miembro estaba tan erguido y seguía desbordando de líquido pre seminal, líquido que corría por sus testículos y seguía bajando sin detenerse. El rubio se deleitó de igual manera de aquella visión, no solo de ver su miembro enterrado en aquel hueco que el castaño poseía sino además por aquella carita que se le había quedado a Takashima; sus ojos entreabiertos al igual que sus labios de los que escapaban hilos de saliva. Sus mejillas coloradas y el rostro ladeado levemente hacia un lado en un gesto de sumisión que de poco le paró el corazón a Akira.

Empezó a moverle, con brío, con intensidad; subiendo y bajando aquél cuerpo que aunque más grande que el suyo era mucho más ligero. No se sorprendió de lo poco que le costaba mover al contrario, solo había que mirarle; estaba tan delgado, tanto… los huesos de sus clavículas al igual que los de sus caderas sobresalían y a la mínima que encogía el estomago casi podía contar una a una sus costillas. Besó su hombro, con dulzura, con mimo y terminó recargando su cabeza sobre este mientras aun le penetraba. Uruha inclinó su cabeza hacia el otro lado apoyándola sobre la de Akira y continuó gimiendo ante cada una de las estocadas que recibía. Era una posición más que exquisita, sabía que Reita estaba haciendo un esfuerzo enorme por alzarle una y otra vez pero cuando le dejaba caer a peso sobre su miembro adentrándolo tan de golpe, tan bruscamente en él solo podía lanzar gemidos en forma de gritos ahogados, sentía sacudidas de placer cada vez que tan abruptamente el glande ajeno golpeaba con violencia contra su próstata. No quería que aquello terminase jamás más cuando Reita aunque con violencia le estaba tratando con tanto cariño. Sentía arder su piel bajo los labios del contrario que ahora se dedicaban a dar besos cortos y dulces a su cuello.

Contrajo su entrada involuntariamente, atrapando entre aquellas estrechas paredes la hombría ajena. Akira gimió más profundo, lo que el castaño pretendía. Quería volverse loco de placer, quería volverle loco. De forma que progresivamente comenzó a apretar y distender sus esfínteres a placer tratando de estimular aquel miembro que se hundía en sus entrañas. Akira soltó un bufido de deleite separando sus labios del cuello ajeno yaumentó el ritmo. Se estaba peleando por aguantar lo máximo posible, por no correrse aún.

El castaño no aguantó más. Su espalda se arqueó de una forma casi imposible y con un grito desgarrador se corrió manchando por completo el espejo con su esperma. Necesitaba jadear hasta recuperar su respiración pero cuando quiso darse cuenta estaba con los pies en el suelo, con la espalda inclinada hacia delante y con sus muñecas atrapadas entre los dedos ajenos. Reita comenzó enseguida a tirar de esos brazos con vehemencia continuando con las penetraciones, tornándolas agresivas, marcando con sus falanges, de rojo, la piel ajena.

El castaño gemía con cierta incomodidad, se acababa de correr y cuando estimulaban su punto erógeno de ese modo se le tambaleaba todo el cuerpo, el orgasmo estaba demasiado reciente. De sus orbes se escurrieron sutiles lágrimas, lágrimas de puro gozo; era tal a cantidad de placer que sentía que aquello le hizo llorar. Gemía mientras su cabeza se zarandeaba debido a la intensidad con la que el otro le movía de delante hacia atrás; una y otra vez, una y otra vez hundiendo su virilidad entre aquellas estrechas paredes que parecían acoplarse a la perfección a aquel falo que sin piedad las ultrajaba.

Y ninguno sabía lo que el otro sentía ante aquel acto tan violento de sexo pero ambos gemían a pleno pulmón.

Poco a poco el miembro de Takashima volvió a despertar. Sus piernas cedieron, sucumbiendo a semejante placer y resbalándose sus muñecas de entre las falanges ajenas cayó de rodillas al suelo.

Reita emitió un bufido en cuanto notó el cuerpo ajeno deslizarse hacia delante hasta que su miembro escapó de la cavidad ajena. Aquello ciertamente le enfadó. Se colocó detrás el contrario y le obligó empujando su cabeza hacia delante a que esta chocase contra el suelo. Uruha gimoteó cuando su mejilla chocó con aquella violencia contra el suelo y lo siguiente que sintió fue una buena azotada a la vez que la hombría del rubio se adentraba en aquella obertura golpeando ferozmente contra su próstata, haciéndole gemir de una forma casi inhumana. De forma que el castaño alzó el rostro cuando Reita le dejó y reflejado en su espejo pudo ver sus dientes cerrados entre aquellos labios entreabiertos y sus pupilas dilatarse; Dios sabía si de sorpresa, de dolor o de puro deleite. Sus manos chocaron contra el espejo, pringándose de aquel líquido viscoso que había derramado él mismo hacia unos instantes sobre este. Del mismo modo su mejilla se pegó al frío espejo manchándose igual.

Se llevaba unos horribles golpes cada vez que el miembro de Akira era engullido por sus esfínteres pero le gustaba tanto como estaba siendo follado por aquel que casi ni le importó ni aun cuando su mejilla comenzó a enrojecerse de los continuos impactos que se llevaba. Casi acababa de correrse y estaba por hacerlo de nuevo. Oh, ese Akira tenía una polla de oro. Y se preguntó si aquel sería capaz de aguantar mucho más con ese ritmo dado que ya llevaba largo rato arremetiendo contra su próstata, debía estar agotado se dijo a sí mismo, muy agotado; y era cierto.

Un ruido seguido de un grito alertó a Akira que se giró de golpe. Uruha emitió un gemido lastimero pues en girarse le penetró con tal fuerza que se fue el castaño de bruces contra el espejo. Aún con su erección demandante el rubio salió del cuerpo ajeno y se levantó. Recogió su pistola de entre su ropa y se asomó con cuidado al pasillo donde no vio nada. Negó con la cabeza. Habría sido su imaginación.

Cuando volvió a entrar Uruha ya no estaba donde él le había dejado y se quedo sorprendido mirando el espejo manchado de semen haciéndole sonrojarse hasta l raíz recordando el reciente orgasmo de la prostituta. Unos gemidos le sacaron de sus pensamientos y en virar la cabeza hacia la cama, de donde provenían, se llevó una sorpresa. Uruha estaba con sus piernas más que abiertas, con las plantas de los pies hundidas en el colchón y sus caderas alzadas; dándose placer adentrando tres de sus dedos en aquella obertura que tenía en castaño entre sus bien torneadas nalgas. Gemía sin algún tipo de pudor lo que volvió a prender al rubio que tras el grito que creyó oír antes se le había bajado levemente la erección.

Se subió de un salto a la cama como un felino y le penetró de golpe y sin darle tiempo siquiera a este a sacar sus dedos de su propia cavidad. Uruha abrió los ojos y miró aquel par de pozos negros. Eran hipnóticos; fríos, vacuos, hermosos.

Takashima notaba sus dedos siendo fuertemente oprimidos entre aquel falo y sus calientes entrañas. Notaba demasiada presión allí dentro, tanto que le hacía daño por lo que se apresuró a sacar aquellos dedos de su cavidad, dándole control absoluto al rubio tras dejar caer ambos brazos muertos al colchón en un claro signo de sumisión. Akira continuó sin moverse mientras mantenía sus ojos fijos en los contrarios. Le miraba casi embobado, estaba perlado en sudor, su rostro era más que apetecible…

Volvió a atacar sus areolas esta vez con la boca y empezó de nuevo a penetrarle golpeando su próstata como si su hombría fuese un látigo. El contrario se aferró a su espalda, arañándola como anteriormente el rubio había hecho con sus muslos, marcándola de igual forma.

Eran embestidas más que certeras, embestidas que se combinaban a la perfección con las mordidas que recibían sus pezones. Se miró en el espejo del techo y sonrió satisfecho, se sentía más lleno que nunca, más cómodo de lo que había estado en su vida. Aun cuando sus compañeros sexuales eran incontables siempre al terminar le recorría un remordimiento enorme. Era un estúpido, un completo estúpido, se lo repetía constantemente.

Se encerró en uno de las salas donde se guardaban los productos de limpieza, esperaba poder ocultarse allí aunque fuese cinco minutos sin ser descubierto. Sacó de sus pantalones tejanos un teléfono móvil que le había quitado a una de las prostitutas recién adquiridas antes de que lo hiciesen los capos. Estaba encendido y sin ningún tipo de contraseña lo que le hizo soltar un suspiro de alivio. Estaba harto. El día anterior Aoi de poco consiguió matar a dos de sus compañeras que no habían logrado los altos ingresos que éste exigía. Ese hombre era un maldito imbécil. Si no por él mismo, lo haría por ellas. Puesto que era el mayor y el único hombre se sentía en la necesidad de proteger a aquellas a las que denominaba sus niñas. Tecleó el teléfono de la policía local y esperó.

-          Policía, ¿cuál es la emergencia? – Contestó una voz harmónica y dulzona aunque masculina.

-          Querría…. Bueno…. – Tartamudeó, no sabía exactamente cómo explicarlo y antes de darse cuenta estaba llorando.

Iba a delatar al único primer hombre que le había demostrado verdadero afecto, su Kai.Recordaba con claridad cómo le había recogido de la calle tras una brutal paliza recibida por el chulo de otra prostituta a la que supuestamente “le había robado la calle.”. Estaba moribundo y al borde de la muerte y mientras caía por aquel precipicio hasta el infierno notó una cálida mano en su mejilla. Él le dio un hogar, un sitio donde trabajar con un salario bien pagado pero tuvo este que contratar a ese maldito imbécil que tenía por chulo solo porque él no tenía tiempo de encargarse del prostíbulo. Se maldecía Uruha una y otra vez. Las cosas habían cambiado demasiado desde la llegada de ese maldito, demasiado.

– Trabajo en un prostíbulo local. – murmuró el castaño tratando sin éxito de modular su respiración. – Sweet Honey, ¿sabe cuál es?

-          He oído hablar… - Murmuró Takanori mientras escuchaba tras el altavoz la voz entrecortada de aquél hombre que se mezclaba con sus sollozos. – Hey, no llores… no te va a pasar nada. Se fuerte, estás haciendo lo correcto – Dijo con la voz más dulzona que pudo emitir y aquello consiguió robarle una sonrisa a la prostituta. Nunca creyó sonreír de esa manera, aquel policía tenía ciertamente un don especial. Su voz le sonaba familiar, conocida. Eso le dio ánimos.

-          Me he enterado de que persiguen a un capo importante de la yakuza.

-          ¿Quién te ha contado eso?

-          Es largo de explicar.- Dijo ya más seguro, respirando hondo tratando de tranquilizarse.- Es mi jefe, responde al nombre de Kai, sé que saben quién es. Prostitución de menores, torturas, compraventa de armas, drogas… he visto de todo aquí. Por favor, sáquenlas de aquí. Como vuelva a ver cómo le meten una paliza a una de las pobres chicas no aguantaré más.

Eso había pasado aproximadamente hacía una hora, diez minutos antes de que el castaño saliese al escenario. Lo recordó aferrándose a la espalda ajena entre gemido y gemido. Otro de los motivos por los que se vio obligado a denunciar a su jefe era aquel chico rubio que tenía encima. Necesitaba saber sobre él, saber quién era. Sintió que si no intentaba conocerle quizá se perdería la única oportunidad que tenía de salir de esa mala vida que tanto le había destrozado y también de ser, por fin, feliz. Nunca, nunca, nunca se había sentido atraído por nadie. Ni mujer ni hombre, por nadie. Ni física ni emocionalmente. No le interesaban las relaciones y nunca había estado en una, solo se había limitado al sexo.

Se aferró a la espalda ajena con firmeza abrazando su cintura con sus piernas. Empezó a gemir de la forma más dulce posible. Aquello era un sueño, un maldito sueño del que no deseaba despertar jamás.

-          Reita… Reita, Reita – Repitió su nombre varias veces tratando de llamar su atención. El contrario subió hasta su cuello respirado agitadamente y gimiendo roncamente contra su piel.

-          ¿Mhh…?

Tomó Uruha el rostro ajeno entre sus manos  y sin previo aviso acercó su rostro peligrosamente al contrario hasta posar sus labios en los ajenos, besándolos en lo que ahogaba sus gemidos en su boca. Akira aunque se sorprendió no tardó en corresponder al gesto, moviendo sus labios al compás de los contrarios. Uruha con la poca experiencia que tenía en besos atrapó el labio inferior del rubio entre los suyos y tiró de él entre mordidas, sacó su lengua de su cavidad para rozar con esta los labios ajenos.

Reita sonrió ante el gesto y se apresuró a abrazar al castaño con cierta ternura. Acompaño la lengua contraria con la suya, haciendo que ambas se enredasen, tratando de dirigir al contrario que actuaba completamente a ciegas. Succionó su lengua, la mordió y la lamió a conciencia y cuando terminó el castaño le imitó a la perfección. Retumbaban en su garganta los gemidos ajenos, era algo que les ocurría a ambos.

Akira deshizo en un instante el beso para subir las piernas ajenas sobre sus hombros y ponerse de rodillas en la cama de forma que las caderas de Takashima quedaban completamente alzadas, terminando él más expuesto si era posible a las embestidas de Reita. El rubio volvió a abrazarle mientras seguían fundidos en aquel beso que no parecía tener fin. Las embestidas se hicieron profundas, suaves, dulces. Se movían ambos cuerpos a compás como si fuesen uno, entre gemidos. Reita estaba a punto de explotar, si no se corría a la de ya le explotarían los testículos, los dos. Deslizó una mano por el vientre ajeno ante los jadeos que emitía Uruha y tomó su miembro. El castaño emitió un gritito en la garganta ajena y cerró sus parpados con más intensidad.

Entonces el rubio empezó a masturbarle al tiempo que le penetraba apretando entre sus dedos aquella erección que portaba el castaño entre sus piernas. Uruha se sacudía entre sus brazos y entonces se atrevió a subir la velocidad de su cuerpo y de su mano. La prostituta rodeó con sus piernas el cuello ajeno. Le temblaba todo el cuerpo. No podía aguantar más y tras varios gemidos más agudos que los que había emitido hasta ahora volvió a sacudirle el orgasmo y se corrió en la mano ajena y en el pecho de ambos. Jadeó contrayendo su entrada en repetidas ocasiones mientras su miembro se descargaba de forma que casi al unísono Reita se corrió dentro de él. 

Uruha estaba temblando interiormente, no solo por el placer tras el orgasmo que sentía si no por los nervios que le provocaban el roce de aquellos contrarios que continuaban contra los suyos. Era algo extraño, sentía un singular cosquilleo en el estómago que no era capaz de definir. Tantas otras veces no había sentido más que nauseas, por mucho que se esforzase solo sentía asco, asco y más asco ante el contacto con otros. Quizá el hecho de que emocionalmente aquellos no le interesaban no ayudaba, probablemente aquella fobia era una manera de protegerse de gestos de cariño. Tampoco le gustaban las caricias, ni los besos en cualquier parte de su cuerpo. Quería algo simple, solo sexo, solo placer; sin amor. Se sentía incomodo ante los gestos de amor, pero todos aquellos que habían tratado de dárselos no eran Reita, su Reita. A él le deseaba por encima de lo físico, le había llevado a una maldita obsesión.

Le encantaba su sonrisa, le hacía sonreír a él también. No se sentía tan feliz como cuando sabía que él le observaba. Quizá era solo un mero amor platónico pero le estaba matando. Y comenzó a llorar de nuevo y esta vez no supo con claridad por qué. Quizá porque sabía que cuando aquello terminase no volvería a verle jamás, solo se alejaría como si nada hubiese pasado. Al fin y al cabo ¿qué era él? No más que una maldita prostituta.

Se deshizo en hipidos aun cuando Reita continuaba besándole y este que notó los espasmos del contrario se detuvo y separó su rostro del suyo.

-          ¿Quieres dejar de llorar? – Dijo en un tono dulzón mientras su rostro se veía cargado de preocupación. - ¿Qué pasa?

-          Rei…ta… - Murmuró extendiendo una mano hacia el rostro contrario  para después acariciar su mejilla.

El ruido de varios disparos les despertó de su trance. Reita se incorporó de golpe y Uruha que se negaba rotundamente a separarse del rubio bajó las piernas de sus hombros y tras que Reita saliese de dentro de él se aferró a su cuerpo acurrucando la cabeza sobre aquel fornido pecho.

El rubio cubrió al contrario con la colcha negra que cubría la cama, que había quedado más que deshecha tras la larga sesión de sexo, para que no pasase frío y después le abrazó pistola en mano y apuntando a la puerta por si alguien se atrevía a hacerle daño a su “pequeño”. Así le había llamado en todos aquellos sueños húmedos que había tenido, en todas esas fantasías en que se fundían en un inolvidable y eterno beso y ahora que le tenía entre sus brazos no dejaría que le tocasen un pelo.

Entró a toda prisa en la sala cerrando tras él un hombre de cabellos morenos. Estaba de espaldas pero Uruha logró distinguir de quien era aquel cuerpo y se le quedó mirando con los ojos como platos.

-          ¡Uruha! – Exclamó el mismo girándose y Dios sabe cuál de los tres parecía más sorprendido en ese instante; si Akira tras ver aquel rostro que no era ni más ni menos que el de aquel mafioso al que llevaba persiguiendo meses, si Uruha que creía que su jefe estaba en las Vegas en un negocio o el mismo Kai que no creía lo que estaba viendo; a aquel policía que le había perseguido y del que se había escabullido abrazado a su Uru y apuntándole con un arma. – Uruha… - Murmuró su nombre de nuevo mucho más serio el capo apuntando a Reita, tal y como le apuntaba a él, con la pistola que llevaba en la mano. - ¿Qué pasa aquí?

-          ¿¡Qué haces aquí!? – Exclamó Takashima explotando de nuevo en llanto.

-          Por fin te encuentro, Uke… - Habló Reita.

-          Akira Suzuki… capitán de la policía de Tokio… es un placer conocerte por fin – Respondió el moreno con una sonrisa en el rostro. Realmente para ser un capo de la mafia su rostro era más bien inocente y su sonrisa de lo más tierna, era lo que más le había extrañado de aquél y casi podía admitir que ese era el motivo por el que se había obsesionado con el caso. – Ahora bien, ¿podrías devolverme a mi fulana, por favor?

-          ¡Yuta-chan! – Exclamó el castaño interrumpiendo a los dos, con su rostro cubierto de lágrimas que salían y salían de sus ojos. Ambos le miraron, ambos con una enorme preocupación plasmada en el rostro. - ¿¡Qué haces aquí!? Volvías en una semana – Dijo entre hipidos.

-          Cambio de planes Uru – Respondió el moreno con una sonrisa triste pintada en los labios.

-          Yo llamé a la policía… - Musitó el castaño de piernas largas. Kai se había quedado de piedra. – No ibas a estar aquí… - Tenía la voz rota y el alma quebrada, iban a detener a su Kai, por su culpa. No sabía cómo hacer para parar de llorar.

Kai alzó las manos y dejó caer la pistola al suelo, quedando vulnerable ante Reita que continuó apuntándole. Dio una patada al arma lanzándola lejos y aun con los brazos en alto se acercó. Akira hizo el amago de disparar pero los dedos de Uruha cerrándose en torno a su pierna le detuvieron. Entonces bajó el arma. Se acercó el yakuza al castaño y se colocó de rodillas en frente de él.

-          ¿Por qué lo has hecho?...

-          Aoi – Musitó. – Ese hombre es un demonio… No puedo aguantar, ni ellas tampoco.

Kai se incorporó y se subió al colchón abrazando así a su Uru.

-          ¿Te ha hecho algo? – Murmuró en su oído. – Si te ha hecho algo te juro que lo mataré.

Uruha cerró los ojos dejándose abrazar mientras seguía con sus brazos aferrado al brazo del policía.

-          Necesito preguntarte algo. – Se atrevió a interferir el rubio. – En mi equipo hay un topo, lo sé. Es la única explicación.

-          Es Aoi. – Le interrumpió Takashima.

-          Shiroyama Yuu. – Concretó el mafioso dando el nombre real de ese Aoi.

Reita no creía lo que oía. De pura rabia hizo un disparo a la nada, destrozando uno de los espejos. Necesitaba calmarse pero estaba al borde de un ataque. Los otros dos se sorprendieron ante el disparo y dieron un respingo antes de fijar la vista en el autor de los disparos que tenía los ojos cerrados y respiraba hondo tratando de tranquilizarse. Sin mirar si quiera hizo otro par de disparos haciendo añicos si cabía aún más el espejo.Trató de disparar más pero había vaciado el cargador. Entonces cargado de rabia lanzó la pistola contra el suelo ante la mirada atónita de los otros dos. Tenía que ser Yuu, ¡tenía que ser él el maldito topo! El único al que había considerado un amigo, el único que le había acompañado. Y solo se había reído de él. Incluso fue él quien le invitó a aquel maldito lugar… “Maldito.” Se repitió una y otra vez interiormente.

Y en ese instante y tras los disparos irrumpió en la habitación el que acaba de ser mencionado; Yuu o Aoi, como quisiese llamarse.

-          ¡Aki! – Exclamó el recién llegado. - ¿Qué haces aquí?

-          No te hagas el tonto, Aoi. – Se le enfrentó Uruha antes de mirarle con asco y escupirle a los zapatos.

El de melena larga frunció los labios, le habían pillado.

-          Maldita furcia – Susurró mirando igual con enfado a la prostituta. – Te has encargado de delatarme. Es una verdadera lástima. Dado que vas a ver morir a tu Yuta, a tu amado Aki y después morirás tú de la forma más lenta que se me ocurra. – Espetó con violencia, mirando con deseos asesinos a aquella prostituta castaña.

Uruha no se amedrentó y librándose del agarre que ejercían ambos en su cuerpo se levantó y se acercó hasta el que le apuntaba, hasta que el arma terminó contra su pecho. Le debía sacar unos cinco centímetros en altura al moreno. Y aun con aquella apariencia tan andrógina que tenía su mirada en ese instante era casi tan intimidante como aquel arma que apuntaba directamente a su corazón.

-          Es lo que pasa cuando juegas a dos bandas – Murmuró Takashima sonriéndole con fingida compasión. – Que al final, te pillan. ¿No te enseñaron tus padres que si metes las manos en el fuego te quemas?

Se cargó de ira Yuu. Con el entrecejo fruncido y sus dientes bien apretados cargó su pistola dispuesto a perforarle el pecho a aquella puta.

Ni siquiera había empezado a empujar el gatillo que algo lo frenó en seco.

-          Shiroyama, baja el arma.

Pues había algo con lo que ni el yakuza ni los policías contaban. La ligera ventaja que tenía Uruha sobre todos ellos.

-          Hey… mhh… ¿Cómo puedo llamarte? – Preguntó Uruha harto de no saber realmente como referirse al policía con el que hablaba.

-          Llámame Ruki. – Murmuró Takanori sin ofrecerle su nombre real al contrario. Siempre usaba ese sobrenombre para ocultarse, era precavido.

-          Ruki, tenéis un topo. No sé bien como se llama, aquí se hace llamar Aoi. Tiene el pelo negro y largo, hasta los hombros. medirá 1,70. De ojos oscuros; negros, muy negros. Tendrá treinta y pocos, de labios gruesos y…

-          No sigas – Le interrumpió el policía. – Ya sé quién es.

Tras la puerta había apuntándole a la nuca otro policía, el sustituto de Reita. Un hombre de pelo negro muy largo recogido con una coleta. Iba cargado de piercings y entre la piel que se dejaba ver entre su ropa tatuajes incontables.

-          Maldita sea, Miyavi – murmuró Yuu. Resignado dejó caer la pistola al suelo y alzó las manos.

Entonces entraron los refuerzos. Tiraron a Aoi al suelo y le esposaron las manos a la espalda y se lo llevaron prácticamente a rastras. Con Kai la situación fue muy distinta, dado que se entregó sin oponer resistencia. En cuanto  se cerraron las esposas alrededor de sus muñecas el castaño estalló en cólera.

-          ¡Esperad, no! – Gritó Takashima tratando de evitar que se llevasen a su Yutaka, pero no sirvió de nada. Se aferró a aquella pierna llorando con fuerza y gritando una y otra vez que no. Miyavi que era quien portaba sujeto al yakuza se detuvo.

-          Uru… - Murmuró Kai agachándose hasta quedar a la altura del contrario y una vez así le plantó un beso en la frente y le dedicó una sonrisa. – Estaré bien… ¿Vendrás a verme a la cárcel?

El castaño asintió con vehemencia en lo que el otro le secó las lágrimas con las mejillas dado que llevaba las manos atadas. Eso tranquilizó a Takashima que dejó de llorar. Entonces se volvió a erguir Kai y Miyavi se lo llevó; dejando a Uruha y a Reita solos de nuevo en la habitación.

Uruha estaba con la cabeza gacha y tratando de asimilar lo que acababa de ocurrir.Akira respiró hondo y se acercó a la prostituta echándole su abrigo por encima para que cubriese su desnudez. Este simplemente apretó su mano en torno dicha tela oscura.

El rubio continuó caminando hacia la puerta dispuesto a irse de allí tras haberse vestido, con una sensación de vacío en el pecho que no podía definir. Uno de sus mejores amigos se había estado aprovechando de él y ahora tampoco tenía nada que le aferrase a aquel chico del que se había enamorado platónicamente y tras haber compartido aquella sesión con él, probablemente jamás podría olvidarle. Unos dedos alrededor de su muñeca le hicieron detenerse, los dedos largos y finos de Uruha.

-          Sálvame. – Musitó este en un tono casi inaudible sin alzar para nada la mirada.

Reita se viró a mirarle, sorprendido y sin entender.

-          Estoy harto de esta vida… - Murmuró tratando de reprimir sus lágrimas. – Reita…

-          Akira – Le interrumpió el rubio revelándole su verdadero nombre, sonriéndole aunque este no le viese.

-          ¡Pues Akira! – Exclamó alzando el rostro para mirarle a los ojos. – Te amo. Llévame contigo, sácame de aquí. Sálvame, por favor, sálvame. – Y el amor por el otro y la angustia ante la separación que sentían en ese instante era mutua y recíproca. Y muy dolorosa.

La expresión de Akira era todo un cuadro. Se inclinó y se apresuró a abrazar al castaño. Era su forma de decirle que sí. Takashima se echó ahora sí a llorar y el rubio le llenó de besos y no paró hasta que este dejó de soltar lágrimas y empezó a reír pidiéndole que parase, que le hacía cosquillas. Besó con aprehensión esos labios, una y otra vez, hasta volverse adicto. Abrazó ese cuerpo que se veía tan frágil entre sus brazos y lo acunó hasta hartarse, hasta que este cayó dormido, agotado.

No querían separarse el uno del otro, era un sueño del que se negaban a despertar.

Notas finales:

Es largísimo, lo se xD Fwa, ni yo me esperaba este final .-. en el primero que me imaginé Reita mataba a Uru y luego se suicidaba arahfsjshdk que mala soy!(?) este one shot me ha dado muchos quebraderos de cabeza... más que nada porque las ideas me venían al tuntún xD

Al final sentí lástima de Kai :c y Uruha es una puta llorona macho xD me dio pena tabién darle tan poca importáncia a mi Ruki, con lo que yo le quiero ;3; la aparición de myv al final es porque me quedé sin personajes xDDDD es lo que tiene... me pasa a menudo.

 

Espero que os haya gustado, que me améis eternamente y que la imágen de Uruha vestido como una furcia os haya excitado TANTO(y lo pongo en mayúsculas porque yo casi muero de puro morbo(?)) como a mí.(?) amooor, es amooor(?) 

FIN. treinta y cuatro páginas de word...

 

Recalar que este fic era solo, solo, solo para Kami (HatersLove) y que la amo. ¿Ya eres feliz amor mío? E_E No es mi novia ni mi enamorada, gracias xD

 


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