Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Disturbia por Destroy_Rei

[Reviews - 4]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

¡Aloha :D debería estar durmiendo, mañana tengo clases a primera hora lol!

 

Su corazón late como nunca antes, fuerte, rápido, hace túm túm túm a mucha velocidad. Quizá ha latido con rapidez antes, pero no de la forma en que lo hace ahora. Hay una diferencia en cómo se desarrolla la taquicardia cuando juega a ser hombre, cuando corre tras el balón, o cuando tuvo miedo de pequeño a las cosas que no lograba entender bien –los coches veloces, ruidosos; la oscuridad; los monstruos; los ruidos secos de la noche-. En definitiva, es algo totalmente nuevo, diferente, que no entiende, pero que le hace feliz, le llena de bienestar.

 

-       hijo, este es Minho – La mujer les presenta sonriendo amplio, con su voz cálida. Los ojos grandes del más joven no se apartan del muchacho de ojos de gato que le observan con intensidad, como si tras esas orbes se desarrollara una batalla campal.

 

No es extraño que sea así, cuando su madre le está presentando a su joven novio…

 

… un joven novio que podría ser su hijo, que incluso es meses menor que su verdadero hijo.

 

Disturbia

 

-       Minho, espero que tus sentimientos sean sinceros – le habla con calma una mañana en la cafetería, Kim Kibum, el adolescente hijo de la dueña, está empaquetando un pastel de almendras con una habilidad dignamente heredada de su progenitora.

-       Lo son – contesta rápido, mirándole nervioso.

 

Bajo la mirada reprobatoria del muchacho, Choi recuerda que la relación que mantiene con la señora Kim escapa de los limites de entendimiento de cualquiera y es algo ética y moralmente repudiada por al sociedad. Él jamás tuvo una familia, había crecido como un chico vulnerable en uno de los hogares de menores más pobre y deficiente del país. Se desarrolló entre el abuso de tutores incapacitados, entre los golpes de los chicos más fortachos, entre la compasión de las personas que transitaban en la enorme avenida de enfrente al establecimiento, que decían cosas como ‘pobrecito’ cuando él le miraba con sus grandes ojos aferrado a los barrote grises que cercaban el hogar.

 

No podía decir que su vida era mala porque no conocía patrones que le ayudaran a definirla de algún modo, vivir ahí era todo lo que había hecho, esas murallas frías de concreto alto eran el único paisaje. Apenas era consciente de lo que era bueno y malo, sabía que cada vez que algún adulto se metía entre sus sabanas había algo malo, sabía que cada vez que algunos chicos le rodeaban en las duchas era malo, sabía que los golpes en el estómago eran malos, pero eran cosas básicas que había aprendido gracias al malestar físico. Él podría haber seguido ese camino, podría estar ahora bien perfumado caminando entre  hoteles lujosos para atender a mujeres, pero al final la maestra que empezó a enseñarle a los quince años lo alejó de todo, le presentó una nueva forma de vida, compró una cafetería donde le llevó a vivir y a trabajar,  él estaba contento, en cierta forma honrado de poder satisfacer solo a una mujer, a la más dulce.

 

No le gustaba mucho el tema sexual, pero era el precio que pagaba para poder aferrarse a su cuerpo cálido, refugiarse en ella, ser abrazado mientras duerme, sonreír cuando esos dedos delicados le acarician el cabello hasta dormir. Minho no está seguro, pero siente que casi recuerda algo, que hay un sabor escondido en esas tardes cálidas, no puede decir con certeza qué es, pero le hace feliz, tanto, que a veces llora, solloza, entre esos brazos delgados que le consuelan con un amor inexplicable.

 

Eso debía ser amor, ese bienestar único debía de haber sido amor.

 

Pero ahora estaba ahí, escondido tras la puerta, espiando al hijo de su novia –era una palabra que era muy extraña en sus oídos, pero quizá era la más acertada- que veía tele vistiendo solo un pijama simple de short y playera, con sus piernas blancas estiradas, apoyadas en el brazo del sofá de la sala de estar. El corazón le late rápido, se le encoje, la felicidad se mezcla con la ansiedad y congoja, no entiende que pasa, pero sabe que la sola visión de Kibum le deprime y le alegra. No entiende nada, no sabe si algún día será capaz de hacerlo.

 

 

 

 

-       Voy a salir – sonríe la señora Kim, terminando de maquillarse frente al tocador, volteando para ver con amor al adolescente que contempla el techo distraído. Es hermoso ahí desnudo entre las sabanas.

-       ¿Va a tardar mucho? – se levanta torpemente, con el cabello desordenado, expresión somnolienta. Ella le ordena el cabello cariñosamente, él es como un niño atrapado en ese cuerpo adolescente.

-       Tal vez si – afirma – Kibum hará una fiesta en la noche, si quieres puedes quedarte acá, no vendrán muchas personas, ¿esta bien?

-       Si – asiente sonriendo, obediente.

-       Muy bien – deja un beso en los labios gruesos y se separa con un suspiro. Toma sus cosas y se va.

 

Cuando ya es de noche él no lo soporta y, guiado por el ruido, baja las escaleras, nervioso, sigiloso, como si fuera Indiana Jones en busca de un tesoro.

 

Hay mucha gente en la planta baja, todos conversan y se mueven animados, Minho piensa que los adolescentes son raros, se pregunta si él habría estado en esa fiesta riendo despreocupado si las circunstancias de la vida hubieran sido otras.

 

-       …no!

 

Escucha esa negación entre risas, y bajo la escalera está Kibum, riendo contra el cuello de un chico,  se abrazan, luego se besan. Minho contempla curioso, ve como las manos delgadas de Kibum bajan por el pecho del desconocido, como las manos de este atrapan la cintura de Kim, el alto siente que le duele el pecho, no lo entiende bien, pero no quiere seguir viendo. Sube las escaleras rápido, se siente como un invasor en ese ecosistema que no le pertenece, no quiere interrumpir, no quiere ver esas manos en la cintura de Kibum. Tiene mucho miedo, el dolor no se va, aplasta el rostro contra los almohadones.

 

 

 

 

 

-       ¡No quiero que salgas con un chico que tiene mi edad! – es una tarde tranquila de febrero, hace frío, Minho despierta de su siesta por los gritos en la planta baja

-       ¡Nos amamos Kibum! – pestañea un par de veces, la voz irritada y aguda llega a sus oídos con claridad

-       ¡No te ama! ¡Podría ser tu hijo por Dios!

-       El amor no se trata de la edad… - niega ella, él se estira perezoso, rueda en la cama hasta quedar boca abajo

-       Tu tampoco lo amas, solo quieres acostarte con él.

 

El alto chico contempla en la ventana el cielo grisáceo de invierno, no sabe cual es la verdad escondida entre esas palabras. La señora entra a la habitación con paso firme, recoge algunas cosas, no se despide, no le mira, no le habla, y se va.

 

 

 

 

-       Kibum – habla con su voz grave, entrando a la cocina.

-       ¿Qué quieras? – la voz del chico tiembla, sus ojos felinos están hinchados, llenos de llanto, de rabia quizá.

 

Él no es bueno entendiendo a las personas, no sabe mucho, pero cree que un abrazo bien apretado, bien dado, puede solucionar las cosas. Lo envuelve contra su pecho y cuando las manos de Kibum se aferran a su playera, él reconoce otra arista de su vida, una que quiere proteger, en la que se quiere sentir poderosos solo por el chico entre sus brazos. Baja la mirada, encontrando la expresión temblorosa del muchacho, y lo besa, lo besa profundo, sin querer separarse más en el momento exacto en que ambas bocas hacen contacto. Lo aprieta contra si, y todas esas emociones confusas juntas le hacen querer derrumbarse en llanto.

 

Se aferran el uno al otro, lo que ha nacido se nutre, está por estallar…

 

 

 

 

-       me pide disculpas – habla la mujer confundida, relee la carta que su hijo le dejó antes de partir. Minho la abraza por los hombros, se refugia contra su cuello esbelto, quiere llorar y no lo soporta.

-       ¿no va a volver? – pregunta en un susurro oscuro, quejumbroso.

-       No lo creo – afirma apenada, le mira por el espejo.

 

Él ve esos ojos felinos en los de la madre, y le extraña aún más, pero en la vida no se puede tener todo y él debe conformarse. Besa la mejilla pálida, y ella sonríe, aunque el beso haya sido entregado para ese pedacito de la mujer, que ahora viajaba lejos, lejos, para no volver jamás.

Notas finales:

Espero que les haya gustado, aunque es raro y corto y... raro (?)

 

Saludos :DDDDD


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).