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Ángel Guardián por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

IMPORTANTE: En esta historia existen dos narradores (distintos puntos de vista) : Uno escribe con letra normal (Asderel) mientras que otro escribe con negrita (Eliot) 

Assadasdasd aquí un nuevo capitulo :3 Solo espero que les guste y dejen sus reviews >< otra vez mil disculpas si estoy demorando tanto pero no puedo evitarlo D: me supera >_<

Eso :D muchas gracias por su atencion

Capítulo 13: Liberación y Condena 



Sentí un fuerte dolor en el centro de mi pecho, algo así como una fuerte punzada que me atravesó por completo en un instante. Me sentí sumamente angustiado y una desesperación comenzó a invadirme repentinamente, entonces lo supe, estaba teniendo un mal presentimiento.

Eliot estaba en peligro.

Había recorrido kilómetros y kilómetros sin saber exactamente a dónde me dirigía, guiado por esta nueva intuición que se me estaba dando. Mientras más avanzaba más me acercaba a Eliot, pero ahora la preocupación me estaba sobrepasando. Tembloroso y con las manos sudadas aceleré, ya estaba cerca de él.

No tardé en divisarlo, tambaleando y empapado de sangre caminaba por los callejones oscuros de un pequeño pueblo, completamente desorientado. Me acerqué lentamente a él y descendí atravesándome en su camino. Se detuvo abrupto y me miró confuso.

Sus ojos tenían una expresión extraña, me observaban como si yo fuese un completo desconocido, como si ni siquiera supiese de mi existencia, como si jamás me hubiese visto.

- ¿E…? ¿Eliot?- Pregunté nervioso. Giró un poco la cabeza hacia un lado, volviéndome a mirar como un extraño. De pronto miré por sobre su hombro y vi un gran bulto resaltar en la oscuridad del callejón, me acerqué un poco más.

Era la primera vez que sentía nauseas. Completamente apilados uno sobre otro se alzaba un montón de cadáveres destrozados, bañando todo el lugar de sangre. Más de veinte cuerpos inertes, algunos decapitados, otros descuartizados, incluso algunos con sus vísceras, ojos y riñones fuera. Aunque este espectáculo era aterrador para mí, sin saber por qué me acerqué un poco más. No tardé en reconocer que dentro de esa veintena de cuerpos destacaban cuatro de piel pálida y hermosos rasgos, eran rostros conocidos, rostros de los que alguna vez habían compartido conmigo, dentro de ese montón de cadáveres había ángeles ¿Quién había sido capaz de asesinar a cuatro criaturas celestiales?

Volví mi mirada hacia Eliot. Seguía mirándome con esa extraña expresión, entonces lo supe, el no estaba allí. Aunque vestía como él y su cabello y estatura eran exactamente igual a la del Eliot que conocía, sus ojos y su mirada sin emoción  lo delataba, ni siquiera se inmutó al ver la pila de cuerpos tirados en el callejón.

- ¿Fuiste tú? – Pregunté en un tono amenazante. Sonrió

Sin pensarlo alzó la mano sobre mí y me lanzó contra un muro que estaba metros más allá, estrellando fuertemente contra él ¿Qué era esto? Esta fuerza iba más allá de lo humano.

- ¿Y qué si fui yo? – Exclamó desde lejos sarcásticamente.

- ¿Por qué…Eliot? – Pregunté aún confundido sin saber exactamente qué era lo que pasaba - ¿Quién te hizo esto, Eliot? -

- Eliot no está aquí…- Dijo mientras comenzaba lentamente a avanzar hacia mí. Sin tocarme nuevamente, tan solo con el movimiento de sus manos me elevó y me arrastró hasta él, quedando yo a milímetros de su rostro. Estaba paralizado, no lograba mover ningún músculo de mi cuerpo, una extraña fuerza me mantenía preso, como si estuviese encadenado a miles de cadenas que detenían todas mis extremidades. Tomó mi rostro con ambas manos, un extraño resplandor violeta comenzó a desprender de sus dilatadas pupilas. Aproximó más su rostro al mío y por un momento su respiración fría se mezcló con la mía, así, clavando sus insensibles ojos en los míos me besó.

Su beso fue frío y casi como si quisiese jugarme una mala broma. Aunque viniese de los labios de él no me agrado, sabía que la persona que tenía frente a mí no era Eliot. Intenté apartarme de él y apenas pude moverme un par de centímetros para alejarme.

- Tú serás mi última víctima…- Comenzó sonriendo.

 

 –Entonces podré despertar…-

- ¿¡Quién eres!?- Exclamé a punto de perder la paciencia. En ese momento, con su mano izquierda me tomó por el cuello de la camisa y puso su otra mano sobre mi frente. Comencé a sentir dolor, un dolor que jamás había sentido, un dolor insoportable. Cada fibra de cada músculo en todo mi cuerpo pareció partirse en mil pedazos, cada órgano detuvo su trabajo y cada vena pareció estancarse, deteniendo la circulación de mí sangre, apenas sentía como levemente mi corazón latía cansado a punto de detenerse.

- ¿Cómo es qué no me reconoces, Asderel? – Dijo mientras con su mano acariciaba mi frente.

- Pues…Yo soy…-

- ¡Miguel!- La voz de Gabriel interrumpía bruscamente y obligaba a Eliot a soltarme

¿Miguel? De verdad no podía creerlo ¡Se supone que estaba encerrado! ¿¡Qué hacía en el cuerpo de Eliot!?

Gabriel no lo pensó dos veces, descendió rápido hasta nosotros y con la espada dorada que siempre traía consigo le propinó una puñalada por la espalda, a final de cuentas Gabriel era un guerrero.

- ¡Gabriel! – Exclamé enfadado. Él me miro con extrañeza

- ¡Es el cuerpo de Eliot! ¡No te olvides! -

- Oh…- Comenzó desconcertado Miguel mientras cubría su estómago ensangrentado con ambas manos. La espada le había atravesado, un riachuelo carmesí comenzaba a brotar de un agujero en su abdomen.

- Esto… ¿Debería doler?- Terminó satírico mientras me lanzaba encima de Gabriel y con su mano estirada hacia nosotros arrojaba una gran esfera de energía color blanco. Gabriel solo atinó a tenderse sobre mí y protegerme con sus brazos. Sabía que el poder de Miguel podía causar grandes desastres y destruirlo todo en un segundo, esperé lo peor.

Pero no pasó nada, solo sentí como toda la energía rebotaba hacia su creador. Justo a tiempo Daemon se paraba frente a nosotros y nos defendía formando una barrera, devolviendo todo el ataque, ataque que Miguel logró esquivar apartándose rápidamente.

- ¿¡Qué tenemos aquí!? – Exclamó eufórico - ¿Un demonio?- Daemon voló hasta él y cuando estaba a centímetros de sus manos irradió una luz blanca que pareció enceguecer por un momento a Miguel.

- ¿¡Un…Nephilim!?-  Gritó mientras frotaba sus ojos con la mano izquierda. Daemon no quería dañar a Miguel, él estaba usando el cuerpo de Eliot y no sabíamos qué pasaría con él si su cuerpo era dañado tan gravemente.
Me levanté del piso y llegué hasta Miguel y por detrás tomé sus brazos y lo inmovilicé con una llave, mientras que Daemon y Gabriel me ayudaban sosteniendo sus hombros para que no se sacudiera. En ese momento Abel, quien se había mantenido lejos se acercó con un libro en sus manos.

- ¿Qué se supone que están haciendo?- Preguntó irónicamente Miguel zamarreando un poco a pesar de nuestro esfuerzo por mantenerlo quieto.

- Vamos a exorcizarte…- Abel posaba una de sus manos sobre la frente de Miguel, mientras que Daemon soltaba una de sus manos para situarla sobre la cabeza del Ángel.

- ¡Vamos!- Rió un poco - ¡No soy un demonio, no podrán conmigo!-

- Sabemos perfectamente lo que eres…- Continuó Abel completamente concentrado, casi como si no hubiese escuchado la aclaración de Miguel.

No solo existen posesiones demoniacas, también están las angelicales. Generalmente estas últimas no son necesarias de exorcizar por qué pasan desapercibidas y no dañan al recipiente que recibe el espíritu. Pero este caso era distinto, Miguel ya había sido contaminado por la maldad, la codicia y las ansias de venganza, estaba dispuesto a cualquier cosa por recuperar su cuerpo verdadero y dentro de este plan por hacerlo Eliot jugaba un papel importante, el de recibir a Miguel dentro de sí hasta que él estuviese preparado para despertar.

¿Y qué pasará con Eliot cuando Miguel despierte?


La desesperación comienza rápidamente a carcomerme por dentro. Ya no puedo soportarlo, la soledad me está matando poco a poco y así mismo mi cordura va despidiéndose de mí, me volveré loco.

No sé cuánto tiempo ha pasado,  apenas recuerdo quien soy. En esta oscuridad no sé absolutamente nada ¿Estoy muerto ya? Ni siquiera eso lo puedo responder. Mi cuerpo no da señales, no siento el palpitar de mi corazón en el mudo silencio, ni el correr de la sangre por mis venas indicándome que estoy vivo ¡Ni siquiera estoy respirando! No hay aire aquí para tomar, pero ni siquiera la asfixia de mi cuerpo puedo sentir.

No siento absolutamente nada.
¿Estoy muerto, no? ¿O es mi espíritu el que está atrapado en mitad de la nada? ¡Hubiese preferido morir! Solo quiero salir de aquí. Necesito escapar de este horrible lugar ¡Alguien que me ayude!

Extraño a Asderel…

¡Sácame de aquí!


- ¡No te desconcentres!- La voz de Daemon regañándome entraba penetrante en mis oídos, despertándome. Por un momento me pareció escuchar la voz de Eliot.

Abel mientras leía el libro iba recitando frases en un idioma irreproducible, la lengua más antigua del mundo, la hablada por los primeros seres en el universo. La lengua de los dioses y de los ángeles ¿Cómo había llegado a conocerla? No tenía idea, solo los ángeles y los demonios teníamos acceso a ella, incluso si uno de estos intentaba cantársela a un humano, el sonido que se producía al pronunciarla era imperceptible para el oído de un mortal. Pero nada de esto importaba ahora que veía como las palabras de Abel comenzaban a hacer efecto. 

Las pupilas de Eliot se dilataron, las venas de su rostro comenzaron a sobresalir de su piel notoriamente mientras que su respiración jadeante indicaba que estaba luchando. Después de todo Eliot seguía ahí. Su piel empalideció notoriamente y  los característicos tatuajes dorados comenzaban a asomar por todo su cuerpo, la leyenda cuenta que todos los secretos del universo fueron plasmados en la piel del primer ángel creado a partir de la mismísima sangre de Dios. El exorcismo no estaba funcionando ¿Acaso Miguel se estaba apoderando por completo?

- ¡Vamos, Eliot! – Grité impulsivamente. Sabía que muy en el fondo, en alguna parte se encontraba Eliot tratando de escapar.

- ¡Sal de ahí!- Exclamé más fuerte mientras dirigía mis ojos y los clavaba fijamente en las pupilas ensanchadas de Miguel. Por un momento él dirigió sus ojos violetas a los míos, por un momento vi la mirada de Eliot en ellos, solo por un momento.

- ¡Ya te dije que él no volverá!- Rugió como una bestia. En ese momento, con solo el alzar de su voz el concreto pareció temblar junto a las inestables murallas, tambalee un poco.

- ¡Apártense de mí!- Volvió a gritar enfadado. Una resplandeciente luz blanca esparció de su cuerpo apartándonos bruscamente, estrellándonos todos contra  los viejos muros. En menos de un segundo, toda la luz pareció ser absorbida por una especie de agujero negro, inclusive la poca luz que había en el penumbroso callejón, quedando todo absolutamente oscuro por un par de minutos.

Cuando los leves rayos de sol volvieron a penetrar en el callejón, Miguel había desaparecido ¡Se había llevado el cuerpo de Eliot! No había dejado rastro alguno.

- ¿¡D- Dónde está!?- Comencé a interrogar nervioso, dando vueltas de un lado a otro, buscando bajo los escombros, incluso bajo la pila de cuerpos que aún yacía inerte en el piso.

- ¡Desapareció!-
Mi desesperación iba en aumento ¿Qué pasaría con Eliot? Sabía lo que le pasaría si no detenía a Miguel, él dejaría de existir, su alma quedaría atrapada en la infinita oscuridad de la nada y si no lo sacaba de allí ahora no podrá salir nunca más.

- Cálmate, Asderel- Daemon intentaba tranquilizarme posando su mano fuerte sobre mi hombro.

- ¡Cómo quieres que me calme!- Exclamé apartando su mano bruscamente. Llevó su dedo índice a sus labios, intentando que guardase silencio.

- ¿¡Encima quieres que me calle!?- Grité exaltado pero inmediatamente enmudecí. Un grito espantoso callaba mis alaridos, el grito de una mujer, un grito desesperado y desgarrador producto de la más grande angustia, un grito violento, lleno de dolor, un grito que ocupaba todo el aire de los pulmones, directo desde el corazón, el órgano más instintivo del ser humano.

Una mirada cómplice se cruzó entre nosotros y sin decir absolutamente nada comenzamos a correr en dirección al grito. Era tan solo un par de calles más allá, cuando llegamos una mujer degollada yacía muerta abrazada de su hijo, también asesinado. La escena fue trágica y sumamente triste. Dirigí mis ojos hacia el cielo, allí estaba Miguel ocupando aún el cuerpo de Eliot, un sentimiento de ira y rencor me invadió por completo, sentí ganas de matarle, incluso si era a Eliot al que mataba a la vez. Impulsivamente extendí mis alas y comencé a dirigirme hacia él, pero cuando estaba a punto de alcanzarlo de nuevo esa incómoda luz blanca lo invadió y me arrastró lejos de él, cayendo al piso.

De alguna forma no pude levantarme, ninguno de los que estábamos allí pudo hacer nada, paralizados por lo que estábamos viendo. En el cielo y a través de la ahora tenue luz clara, el cuerpo de Eliot parecía estar quedando vacio. Sus ojos se iban apagando, quedando absolutamente blancos mientras que sus brazos, sus piernas e incluso los dedos de sus manos quedaban inertes, sin movimiento alguno, como si todo su organismo se hubiese apagado de pronto. Inclusive su cabello claro comenzó a oscurecerse, perdiendo todo su color. Desde ese mismo cuerpo frágil y a punto de quebrarse, algo pareció escapar de él, dejando caer a kilómetros de altura el cuerpo extinto de Eliot. Me adelanté y volé hacia él para tomarlo entre mis brazos.

Lo abracé con fuerza, preocupado de que su débil cuerpo no escurriera de mis brazos y con cuidado aterricé. Cuando toqué otra vez el piso, a lo lejos vi una silueta alta y pálida como la muerte misma levantándose. El tan particular cabello blanco hasta más abajo de sus caderas y el cuerpo plagado de las escrituras de oro. Sabía perfectamente quien se estaba alzando frente a mí, sus ojos violetas me miraron con malicia. Miguel se había liberado por completo, ahora estaba en cuerpo y alma. Había despertado y yo no había sido capaz de evitarlo.

Ninguno de los que estábamos allí se atrevió a acercarse, el resplandor que desprendía de su cuerpo era aterradoramente fuerte y nos mantenía lejos de él. Sin decir una palabra y con una mirada irónica como si se estuviese riendo de nosotros extendió las más bellas alas doradas, grandes como ninguna otra, cada pluma parecía estar hecha del oro más puro y brillante, como si tuviesen luz propia. Las agitó un par de veces y volando con marcha lenta se alejó de nosotros.

- ¡Eliot!- Exclamé mientras suavemente sacudía los hombros de mi amigo, tratando de hacerle despertar. En ese momento Abel, quien tenía ciertas habilidades de curandero acudió a mí y comenzó a tomarle el pulso.

- No respira…- Afirmó. Mi cuerpo se estremeció por completo ¿Eliot estaba muerto?

Sin dudarlo y con las mejillas levemente sonrosadas Abel acercó sus labios a los de Eliot y comenzó a darle respiración boca a boca, Daemon volteó el rostro hacia otro lado.

- ¡Uno, dos, tres!- Repetía mientras ejercía presión sobre el pecho de Eliot y luego volvía a posar sus labios sobre su boca.

- ¡Cuatro, cinco, seis!- Había que repetir el ejercicio, no estaba funcionando.
- ¡Siete, ocho…! ¡Daemon!- Llamó la atención del chico de ojos carmesí, quién no demoró en acercarse, Abel hizo un gesto con la mano y tal como si hubiese entendido el mensaje Daemon acercó su mano al pecho de Eliot mientras juntaba una pequeña cantidad de energía en ella y la lanzaba encima de su corazón, dándole un choque eléctrico.

- ¡Otra vez!- Ordenó Abel, Daemon obedeció. Mis ojos se desviaron instintivamente hacia el piso, me dolía ver el cuerpo de Eliot sacudirse sin dar señales de vida, me dolía profundamente y me angustiaba de sobremanera. Con cada electroshock  mi corazón parecía partirse en mil pedazos y mi pecho apretaba, impidiéndome respirar.

Abel apoyó su cabeza sobre el pecho de Eliot, la última descarga había funcionado. Sonrió, su corazón volvía a latir, aunque su conciencia aún no estaba con nosotros. Mis ojos se llenaron de lágrimas y entre carcajadas eufóricas de felicidad comencé a derramarlas ¡Estaba realmente feliz!

Iba a acercarme a Eliot cuando de pronto la tierra comenzó a temblar. Una sacudida violenta y fuerte y partió la tierra en dos, separándome de Eliot y los demás.

Nada de eso me importaba ahora, extendí mis alas y emprendí el vuelo hacia ellos, pero en el aire fui atrapado y atraído de nuevo al suelo en una caída forzosa.
Justo del agujero que había formado la sacudida terrestre, Lucifer y Mefistófeles me miraban fijamente, el último hizo un movimiento con sus manos y me atrajo hacia sí. Solo ahí me di cuenta, había sido encadenado por un sinfín de ataduras metálicas que me mantenían preso como un perro a su amo. Caí a los pies de Lucifer.

- ¡Asderel!- Escuché la voz de Daemon mientras intentaba llegar hasta mí, pero una barrera que cubría el espacio en dónde estaban los demonios y yo no lo dejaba avanzar.

- ¿Qué es esto?- Pregunte cansado. Las cadenas que me mantenían cautivo hacían sentir todo su peso sobre mi cuerpo y esto me estaba desgastando, mis brazos, mis piernas e incluso mi cuello se hallaban atados.

Lucifer me miró desde arriba con una sonrisa en su rostro, sus ojos ennegrecidos reían junto a sus labios.

- Hicimos un trato…Asderel-  Dijo levantando mi mentón y obligándome a mirarle.

- Tu dijiste que podría reclamar cualquier deseo de ti- Volvió a sonreír mostrándome sus afilados dientes de lince.

- Y lo que quiero de ti es…- ¡Tu alma!-

- ¡Irás conmigo al infierno, Asderel!- Los gritos de Daemon fuera de la barrera ya no los podía oír, solo la maligna voz de Lucifer penetrando en mis oídos y cantando mi condena. Iría al infierno, no podría volver a ver a Eliot. Aún así una leve gota de felicidad asomaba en mí, él estaba vivo y eso era suficiente para mí.

No tuve la suficiente fuerza para levantarme, así que ante los atónicos ojos de los demás Mefisto me tomó en sus hombros como un costal y desaparecimos en un par de segundos. Había dejado la tierra, ahora estaba en su centro, en lo más ardiente de ella. Con mis últimos esfuerzos logré abrir los ojos, pero los cerré inmediatamente, lo que vi me había paralizado. Allí solo había sufrimiento y tortura, solo había odio y rencor, no había una gota de amor en todo el infierno. Los demonios caminaban lentamente en fila maldiciendo al que alguna vez fue su creador. No solo había demonios ahí, personas que aún mantenían su forma humana caminaban llevando sus órganos en las manos, mientras que algunos sangraban por los ojos y oídos y otros eran torturados con las más insólitas condenas. A todo esto estaba siendo destinado yo, este era el precio por salvar a Eliot.

Y estaba dispuesto a pagarlo.


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