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Ángel Guardián por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

IMPORTANTE: En esta historia existen dos narradores (distintos puntos de vista) : Uno escribe con letra normal (Asderel) mientras que otro escribe con negrita (Eliot) 


Tengan en cuenta el punto de arriba e_e y recuerdenlo durante todo el capítulo (antes separaba también los narradores con una linea de guiones --- pero decidí sacar eso, se veía todo muy desordenado) 

Buenoo aquí otro capítulo porfiin >_< si he tardado mucho lo siento, no me ha quedado mucho tiempo...espero que les guste n_n

Si gustan dejen sus comentarios y críticas...cualquier error ortográfico por favor háganmelo saber para corregirlo inmediatamente. 

Gracias por su atención <3

Capítulo 17: Una sola alma






- ¡Abel!-
El minotauro había embestido al ojiazul en un feroz empujón que nos alarmó a todos. Daemon saltaba sobre el animal e intentaba derribarlo, pero su cuerpo corpulento y pesado apenas tambaleó, contraatacando tomándolo por el brazo y lanzándolo contra un árbol.

Debíamos pensar en cómo derrotarle, en el infierno nuestra fuerza parecía bajar a menos de la mitad. Nuestros cuerpos se hacían más pesados, como si constantemente estuviésemos bajo un charco de arena movediza y el calor sofocante llegaba hasta lo más profundo de nuestros pulmones para asfixiarnos y marearnos. Era como estar dentro de una caldera húmeda.

De un momento a otro y casi sin pensarlo, aproveché que el minotauro me daba la espalda para abalanzarme encima de él e intentar ahorcarle con mi chaqueta, pero ni siquiera surgió efecto, el animal comenzó a sacudirse de un lado a otro, intentando apartarme de él, lo logró y pasando uno de sus brazos por sobre su espalda me tomó del cabello y me azotó contra el piso, pasando por encima de mí dos o tres veces. Sus patas pesadas como toneladas de cemento cayeron una y otra vez sobre mis huesos frágiles que parecieron fracturarse al mismo tiempo en un tronar que se escuchó como quién rompe un montón de ramas quebradizas. Estaba acabado.


Todo lo que vino después fue algo horroroso incluso para los ojos de un demonio. El infierno tenía la forma de una gran escalera circular invertida, cada piso era un círculo, y en cada círculo se castigaba un pecado. Entramos a las puertas del tercer círculo. Una gran tormenta de granizo que golpeaba fuerte en el agitado suelo azotaba todo el lugar. Las gotas caían sin cesar, sin piedad sobre las pieles desnudas de todos los que eran castigados allí. Intentar sobrevolar la tierra de la gula sería algo imposible, por lo que debíamos caminar. Las pobres almas que por allí circulaban eran heridas por esta lluvia que cercenaba sus pieles como afiladas cuchillas. Todos avanzaban en fila, mientras una decena de manadas de perros salvajes se encargaban de morder y desgarrar los músculos con sus uñas y dientes, los quejidos de las personas que allí se encontraban me sobrecogió excesivamente. Sentí ganas de ayudar, de apartar a esas bestias e intentar hacer algo para proteger a esa gente de la tormenta.

- Si sales de aquí, no podrás volver a entrar- Fausto había extendido una barrera de protección sobre nosotros que nos resguardaba de cualquier daño, el problema era que una vez abandonada la defensa, no podíamos volver a entrar a ella, quedando desprotegidos. Era duro observar esta escena aterradora como un mero espectador, pero Fausto tenía razón, además ¿Qué podía hacer para ayudarles? No era más que un ángel malherido en busca de su protegido. Suspiré.

- Debes entenderlo, Asderel- Dijo el demonio mientras palmeaba suavemente mi hombro –Cada quien merece su castigo aquí- Guardé silencio, era verdad pero también era injusto.

Caminamos una media hora y ya estábamos cerca del cuarto círculo. El piso más pequeño de todos, apenas medía un par de kilómetros y este era justamente el castigo. Los hombres aquí castigados, por avaricia, eran condenados a caminar en distintas direcciones, siempre chocando entre sí, cargando toneladas de rocas a sus espaldas.

- ¿¡Qué haces!? ¡Estúpido!- Uno de los condenados había chocado contra nuestra barrera. Intenté disculparme pero no me lo permitió, se alejó de nosotros lanzando un montón de insultos e improperios que apenas alcanzaba a distinguir de su voz balbuceante. Parecía que las personas aquí no se daban cuenta de la otra hasta toparse con una.

- Será imposible intentar razonar con ellos…- Agregó Fausto de pronto –Estas personas ya no son humanas- Y parecía cierto, todos aquí parecían irreconocibles.


Un aura color carmesí, que nunca había visto tan intensamente, comenzaba a esparcir del cuerpo de Daemon. Sus ojos más enrojecidos que nunca y las venas de su cuerpo resaltando azuladas en su piel nívea empezaban a aparecer. Se estaba transformando, garras alargadas como las de un felino empezaban a desprenderse de sus finas manos. Por un momento sentí temor.

- ¿Qué…Qué es esto?- Pregunté a Abel mientras daba un paso hacia atrás.

- El es Caín- Dijo en un tono un tanto melancólico, como si hubiese tenido un mal recuerdo –Es Daemon en su estado demoniaco-

¡Claro! ¡Cómo no lo vi antes! Los poderes humanos simplemente aquí no servirían, tampoco los angelicales. Las criaturas que reinan aquí son los demonios. Y teníamos la suerte de tener uno de nuestro lado.   

En ese momento, el chico extendió unas amplias alas negras azuladas, parecidas a las de Asderel, por un momento casi olvido que mi protector también era originalmente un demonio.

Daemon voló por sobre el minotauro y se abalanzó sobre él. Comenzando una feroz lucha. Sin más armas que sus puños, Daemon comenzó a atacar a la bestia con una serie de repetidos golpes que escapaban de sus brazos a una velocidad impresionante, haciéndolos casi invisibles a mis ojos. Su puño recaía con fuerza sobre el estómago y la cara del animal, emitiendo un fuerte estruendo con cada golpe. Cada vez que la fiera intentaba con lentos movimientos atraparlo o golpearle, Daemon lo esquivaba con gracia y soltura. La velocidad de sus movimientos habría sobrepasado su cien por ciento ¿Este era el verdadero poder de un demonio?

Abel y yo nos manteníamos a un lado, observando expectantes, no podíamos hacer nada por ayudar. En el infierno no éramos más que almas condenadas que no lograban hacer nada si quiera por mantenerse a salvo, me sentía inútil.


Ya estábamos afuera del círculo de los avaros. Una extensa laguna se lucía ante nosotros. Pero no tenía aguas azules ni cristalinas, mucho menos bebestibles, lo que le llenaba no era más que lodo y fango. Un sentimiento incómodo se apoderó de mí, de pronto, mi estómago pareció ser aplastado por mil hombres a la vez y la sensación de todos mis fluidos subiendo por mí garganta comenzó a invadirme, eran nauseas y ganas de vomitar. El hedor que esparcía de la Laguna Estigia era algo realmente repugnante. No era olor a estiércol, ni a comida desagradable. Olía a azufre, a rabia y violencia. Pero Fausto ya me había advertido de esto, pues estábamos en la laguna de la Ira.

Contuve la respiración, esto era lo último antes de llegar al séptimo círculo, estaba muy cerca y un montón de iracundos no iba a detenerme.

En la orilla, un barquero nos esperaba. Sin decir palabra alguna, Fausto tomó unas extrañas monedas de su bolsillo y se las entregó, el hombre las recibió de mala gana y nos hizo una seña para que subiéramos. El avance de la barca era lento, debido a la cantidad de cuerpos sumergidos que allí se encontraban. Todos gritaban y se insultaban, mientras se golpeaban entre sí con todo lo que podían sus cuerpos, mientras unos que tenían sus brazos libres del fango golpeaban en la cara, otros se daban patadas por debajo del agua turbia, incluso algunos que estaban demasiado apartados de los otros, sin tener con nadie con quien descargar su ira se mordían a sí mismos, masticando su propia piel y devorando sus músculos y bebiendo su propia sangre, esta última imagen fue un poco escalofriante.

- ¡Asderel!- Una voz que venía desde la pantanosa agua que yacía bajo de nosotros me llamaba – ¡Asderel! ¡Si tu, pequeña bestia inmunda!- Miré hacia abajo. Un hombre de cabellos oscuros y ojos anaranjados me miraba con desprecio. No tenía idea quién era pero él parecía conocerme.

- ¡Si tú! ¿Me recuerdas, no?- Dijo mientras desesperadamente intentaba subirse a la barca, haciendo que esta se tambaleara y amenazara con caerse al agua.

- ¡Soy yo! ¡Asael! ¡Maldito gusano!- Lo miré extrañado, de verdad no sabía quién era – Éramos compañeros… ¿No lo recuerdas?- Negué con la cabeza desconcertado, este gesto pareció molestarle aún más.

- ¡Servidor de Lucifer!- Exclamó enfurecido y se abalanzó sobre nosotros, traspasando la barrera y tomándome el tobillo. En ese momento lo aparté de mí con enfado y estuve a punto de golpearle.

- ¡Púdrete en tu charco, imbécil!- Exclamé fastidiado. En ese momento Fausto volteó hacia mí y rodeó mi cuello con sus brazos, aproximando su rostro hasta el mío y besándome, muy cerca de los labios. Por un momento me sentí helado, el tacto de sus labios cálidos sobre mí rostro produjo una reacción en mí que me dejó aturdido y desconcertado.

- No te contagies con su ira, Asderel- Dijo mientras apartaba sus labios suaves de mí mejilla –Si no te quedarás aquí con ellos- En ese momento lo entendí, de alguna forma el beso de Fausto había servido para controlar la furia que Asael me había contagiado, suspiré.

- G…Gracias por todo Fausto - Logré murmurar un poco nervioso, no podía evitarlo, estaba emocionado, finalmente este hombre me había enseñado que también existen demonios que pueden ser sumamente buenos ¿Yo era un ejemplo también, no?

- ¡De nada, chico!- Exclamó mientras me estrechaba en un abrazo amistoso, palmeando mi espalda. En ese momento fijé mi mirada en el frente, no me había dado cuenta, ya habíamos cruzado la orilla.


De pronto, el Minotauro desenvainó su hacha y en un movimiento brusco logró golpear a Daemon con su hoja, clavando el filo en su brazo izquierdo y lanzándolo lejos. Pero el demonio se levantó rápido y con un movimiento de su mano apartó el arma de la mano de su dueño y la dirigió hacia la suya, tomando la posesión del hacha. Corrió hasta la bestia  rápidamente y luego saltó sobre ella y en menos de un cerrar de ojos…

¡Ya le había cortado la cabeza!

Todo acabo tan rápido que apenas podía creer que ya había pasado ¡Éramos libres y el Minotauro ya no estaba! Me dirigí hacia Daemon.

- ¡Nos salvaste!- Exclamé eufórico mientras sin poder evitarlo daba un pequeño salto de alegría. Daemon acercó su mano a mi cabeza y me golpeó suavemente.

- Nada de esto habría pasado si no fuera por qué gritaste como un neurótico – Me sonrojé, estaba apenado.

Un ruido captó mi atención. Miré hacia mis espaldas, luego hacia mi derecha y a mi izquierda. El movimiento de las hojas y los arbustos comenzaba a espantarme de nuevo. Nos reunimos los tres en el centro, estábamos siendo rodeados. Seis minotauros más se acercaban furiosos hacia nosotros.

¿Qué debíamos hacer? Seis era demasiado para nosotros tres. Vi como Abel se aferraba al cuerpo de Daemon en un cálido abrazo ¿Íbamos a morir aquí? Me sentí solo, después de todo, no había podido reencontrarme con Asderel.

Las bestias se aproximaron a nosotros con su respiración rechinante, llenos de ansias por destruirnos. A paso lento, sus ojos furiosos estaban cada vez más cerca de los nuestros. Pero de alguna forma, había perdido ya el miedo a morir, ya conocía el infierno por dentro y ¿Qué podía ser peor que esto? Además, ya estaba muerto, aunque fuese solo temporalmente. Pero ¿Debía ser de esta forma?

Las bestias feroces llegaron hasta nosotros, no podíamos hacer nada por resistirnos. Al mismo tiempo levantaron sus hachas contra nosotros, iban a mutilarnos, cerré los ojos.

Pero cuando los volví a abrir no había pasado nada. Así, en la misma posición furiosa, a punto de aplastar mi cabeza, un hacha congelada se extendía por sobre mi frente, como hecha de piedra. Miré hacia los lados, todos los minotauros estaban perfectamente petrificados como estatuas.

- ¡Padre!- La voz de Daemon exclamaba en un tono un tanto infantil. Levanté la mirada hacia el frente. Allí estaba, el padre de Daemon había convertido en piedra a los minotauros y junto a él…

¡Junto a él estaba Asderel!

En ese momento se produjo lo más cercano que he visto a una reunión familiar, todos corrimos hacia el centro, alegrados, entre saltos y gritos y nos abrazamos festivamente ¡La pesadilla había terminado!

- ¡Eliot!- Asderel llegaba hasta mí y me estrechaba con fuerza entre sus brazos – ¡Dios, Eliot! ¡Qué alegría verte!- Dijo con la voz quebrada. Yo correspondí su abrazo con cuidado, tratando de no tocar su brazo izquierdo que traía vendado. Con su mano derecha tomó mi rostro y lo acarició suavemente, mientras comenzaba a acercarse lentamente a mí. No sé por qué pero me sentí sumamente nervioso, había esperado tan ansioso el reencuentro ¡Y él estaba a punto de besarme otra vez!

- ¡El portal!- La voz de Abel interrumpía mientras me tomaba de la chaqueta y me arrastraba a la realidad ¡Gabriel estaba esperando afuera! ¡Teníamos que volver!

Una luz resplandeciente con forma de un gran espejo se abría en el espacio, como si nos quisiese llevar a otra dimensión, justamente eso es lo que era. Con cuidado arrastré a Asderel hasta él y le hice entrar. Abel, Daemon y yo teníamos que esperar que Gabriel nos volviese a la vida.

- ¿Quieres entrar al portal, Padre?- Preguntó tímidamente Daemon.

- No ahora, Daemon- La voz tranquila del pelinegro parecía querer sosegar a Daemon – Quizás en otro momento- Sonrió.

- Te estaré esperando…- Fue lo último que oí, antes de desaparecer.


                                                                                   *          *        *


- ¡Chicos!- Gabriel nos recibía al borde de las lágrimas, habíamos vuelto -¡Pensé que no lo lograrían! – Daemon, Abel y Eliot estaban recostados a mi lado, todos tenían cara de estar muy cansados. Yo también me sentía fatal, ir al infierno fue lo más desagradable que jamás he vivido.

- ¿Y…M…Miguel?- Tartamudeé. El rostro de Gabriel se contrajo en una mueca seria y un tanto enfadada.

- Si…eso- Comenzó con tono decidido –Lamento informarles…Que la guerra estallará pronto-

- ¿¡Qué!? ¿Una Guerra?- Exclamó Eliot sorprendido ¿Cómo no pude verlo antes?

- Si…Miguel ya llegó al poder del cielo y tiene a los ángeles sometidos bajo un severo régimen…- Dijo clavando sus ojos en los míos – Los ángeles planean una revolución…- Se acercó a mi rostro – Y solo tú puedes dirigirlos, Asderel- Por un momento todo mi cuerpo se paralizó ¿Dirigir a un ejército de ángeles? ¡Es una locura! Eso es…

- ¡Es peligroso! – Exclamó Eliot de pronto corriendo hacia mí y abrazándome por la cintura –No lo hagas, Asderel ¡Por favor!- Las lágrimas de pronto comenzaron a caer lánguidas por sus mejillas sonrojadas. Clavó sus pupilas grisáceas como un día nublado en las mías ¡No soportaba ver esa mirada triste en el! Voltee el rostro hacia otro lado, si seguía viéndome así, yo también comenzaría a llorar.

- Él es el único que puede hacerlo- Dijo Gabriel mientras posaba una de sus manos sobre el hombro de Eliot –Solo un nephilim como él podrá comandar ambos bandos…-

- ¿¡Qué!?- Interrumpí de pronto ¿Ambos bandos? ¿Qué significaba esto?

En ese momento las luces de las velas que encendían tenuemente la habitación se apagaron como si una fuerte ráfaga de viento pasara. La temperatura bajo considerablemente, bajo cero. Sabía perfectamente lo que esto significaba.

- Así es…- Lucifer y Mefistófeles entraban a escena de pronto, apareciendo de la oscuridad.

- ¿¡Qué…Qué demonios haces aquí!?- Exclamé furioso. Estaba a punto de saltar sobre él cuando un gesto en son de paz me detuvo.

- Espera…Espera- Comenzó Lucifer mientras sacudía su largo cabello ennegrecido. Hoy sus ojos completamente rojos destellaban con un inusual brillo, parecía de buen humor – Te dejé escapar del inframundo ¿No lo recuerdas? ¡De nuevo me debes una!- Hice una pausa y quedé frente a él e hice un gesto con mi cara, indicando que lo estaba escuchando.

- Les vengo a ofrecer ayuda- Empezó mientras comenzaba a caminar lentamente por la habitación:

- Me he enterado de lo que está pasando en el cielo ahora mismo…Miguel se ha tomado el poder y tiene a todos los querubines bajo su control, excepto a un pequeño grupo que busca desesperadamente revelarse- Detuvo su paso en mí y plantó fijamente sus ensangrentadas pupilas en las mías:

- Dime, Asderel- Comenzó en un tono un poco malicioso - ¿Crees que un pequeño grupo podrá derrotar a Miguel, el verdadero hijo de Dios? – Tragué saliva, abrí los labios para emitir un rotundo no, pero Lucifer volvió a interrumpir:

- ¡Claro que no!- Exclamó sarcásticamente –Es por eso que vengo a socorrerlos, mis pequeños- Dijo irónico mientras tomaba una de mis mejillas y la acariciaba suavemente –Yo les doy un ejército de demonios y ustedes me dan…-

- Ve al grano, Lucifer- Interrumpí -¿Qué es lo que quieres?-

- Quiero a Miguel…- Dijo con voz ronca, parecía odiarlo.

- Si ustedes me permiten tener a Miguel…Yo les ayudaré a derrotarlo- Lucifer aún no terminaba de convencerme ¿Por qué estaba tan obsesionado con él?

- Verás…- Comenzó como si estuviese leyendo mis pensamientos – Luego de que Dios crease a su hijo predilecto, Dios me creó a mí, Lucifer, el segundo ángel- Bajó un poco el tono de voz, como melancólico – Éramos hermanos ¿Me entiendes? – Asentí con la cabeza, ahora lo comprendía todo. Miguel y Lucifer alguna vez fueron hermanos y Miguel exilió a su hermano para lanzarlo al infierno. De pronto, sentí lastima por Lucifer.

- Solo, ya sabes…quiero que me haga compañía allá abajo- Terminó mientras con su dedo índice apuntaba al piso. Sentí un fuerte escalofrío recorrerme de pies a cabeza, el horrible recuerdo del infierno aún estaba latente en todo mi ser.

- ¿Qué harás, Asderel?- Terminó mirándome fijamente. No tenía más alternativa, si era verdad que era el único capaz de dirigir a un ejército mixto, entre ángeles y demonios, tenía que acceder.

- Acepto…- Dije bajando mi mirada hacia el piso, no quería ver los ojos de Eliot acosándome. De nuevo lo estaba dejando solo, me sentía avergonzado. En ese momento lo sentí correr y salir de la habitación, seguido del fuerte y agresivo cerrar de la puerta de su recámara. Le había herido, lo había defraudado. Pero no tenía más opción.


No pude soportarlo más, escondí la cabeza entre la almohada mientras las lágrimas corrían frenéticas por mis mejillas ¿Por qué dolía tanto? El hecho de saber que tendría otra vez a Asderel lejos de mí, quizás no volvería a verlo ¡Miguel podría matarlo! ¿Acaso no podía hacer otro su trabajo? Él era tan solo un guardián ¡Mi ángel guardián! Odiaba que siempre tuviese que alejarse de mí.

Estaba confundido. También detestaba ser tan egoísta, si Asderel decidió comandar a ese ejército era por el bien del Cielo y también de la Tierra misma, pero ¿¡Por qué justamente debía ser él!?

Llevaba llorando más de media hora sin poder detenerme, hasta que la voz de Asderel irrumpió en mí.

- Eliot…- Asderel interrumpía mientras tocaba la puerta - ¿Puedo pasar? –

- ¡Olvídalo!- Grité enfadado.

- Voy a entrar de todas formas…- Contestó mientras abría. Caminó hasta mi cama y levantó suavemente mi cabeza de la almohada.

- Has…llorado mucho- Índico mientras con sus manos retiraba las lágrimas que aún caían desenfrenadas por todo mi rostro. Aparté mi mirada de él.

- Escúchame…- Comenzó mientras se sentaba a mi lado – No pretendo que lo entiendas, Eliot…pero todo lo que hago lo hago por tú bien-

- ¿Por mí bien?- Interrumpí - ¿¡Por mí bien!? ¿¡Qué has hecho por mí si no lastimarme, Asderel!?- Exclamé enfurecido. Inmediatamente su cara cambio, sus ojos dorados se entristecieron hasta llegar al borde de las lágrimas. Me sentí avergonzado, de verdad había herido sus sentimientos, estaba siendo sumamente ingrato, Asderel siempre ha vivido para protegerme y yo…

- Lo…lo siento- Dije retractándome – Es solo que…- Las lágrimas comenzaban nuevamente a resbalar de mis ojos - ¡No quiero perderte, Asderel!-

Entonces inesperadamente rodeó mi cuello con sus brazos y me atrajo hasta su boca. Sus labios suaves y con un leve sabor a miel se deslizaron dócilmente entre los míos, regalándome el más dulce beso que jamás había tenido oportunidad de sentir. Una lágrima cayó de sus ojos, él también estaba triste, sus labios sabían a eso, a tristeza y amor.

Inconscientemente posé mis manos sobre su cintura y lo atraje más hasta mí, haciendo que nuestros labios toparan más profundo aún. Un sentimiento de pronto comenzó a apoderarse de mí, quería tenerlo para siempre a mi lado, quería amarlo hasta más no poder. Mi corazón comenzó a latir aceleradamente junto al suyo, al unísono, como si fuesen uno solo. Jamás había sentido que lo amaba tanto, tan intensamente, de esta forma.

Llevó sus manos a mi rostro y lo acarició suave pero desesperadamente sin apartar su boca de la mía, como si quisiese devorarme. Nunca nos habíamos besado por tanto tiempo, nuestras respiraciones comenzaron a agitarse jadeantes, rogando por oxígeno.

- Te…Te amo- Murmuré apenas apartándome lentamente de él e intentando retomar el aliento, estaba completamente sonrojado.

- Yo te amo aún más, Eliot- Dijo mientras se acercaba nuevamente a mí y en un asalto suave me recostaba sobre la cama y posaba su cuerpo sobre el mío y con dedos temblorosos comenzaba a desligarme de la camisa que tenía puesta, yo lo imité, tímidamente retiré los botones, uno por uno, lentamente, hasta toparme de frente con su torso desnudo, su piel color trigo era perfectamente iluminada por la escasa luz de una pequeña vela blanca que amenazaba con extinguirse luego. Sus hombros eran firmes y bajo ellos las clavículas resaltaban majestuosas.

Bajó su mano suavemente por mi cintura, queriendo llegar más abajo para apartar la ropa que aún estaba allí y molestaba entre nosotros, yo accedí con timidez. Luego besó mi boca de forma apasionada y febril, bajó hasta mi cuello, deslizando suave y tímidamente su lengua húmeda sobre él y luego sobre mi pecho y abdomen, produciéndome el más delicioso escalofrío que he tenido. Una nueva sensación me invadió súbitamente, eran ansias, ansias por sentirlo aún más cerca. Comenzaba a ver lo que en realidad éramos, una sola alma, que desesperadamente buscaba volver a su centro.

¿Puedes sentir eso, Eliot? Ese sentimiento intenso que comienza a apoderarse de nosotros ¿Ya lo sabes, no? Desde un principio nosotros…

 -Desde un principio hemos sido uno solo-
 -Desde un principio hemos sido uno solo-


Es por eso que soy tu ángel, estoy destinado a ti. Desde el comienzo de los tiempos, desde esa vez que me salvaste de caer a las garras ardientes del infierno ¡Siempre te he amado de esta forma Eliot!

- A…Asderel- Gemí desesperadamente agitado en su oído en el momento que llevó sus manos firmes a mis caderas. No podía evitarlo, el tacto con su piel me electrizaba y el calor de sus manos acariciándome me invadía y me llenaba. Sus manos se deslizaban suaves por todo mi cuerpo, haciéndome sentir frágil y avergonzado.

Todo su cuerpo era salpicado por pequeñas gotas de sudor que resbalaban por sus brazos fuertes y terminaban tropezando en sus piernas firmes que ágilmente se movían al ritmo de cada movimiento. Su cabello ennegrecido se sacudía cual hoja en el viento y sus ojos, sus ojos dorados fijos en los míos, sin despegar su mirada de mí pupila, me miraban con amor, con pasión, placer y  ansias ¡Esta era la mirada que amaba! En sus ojos podía ver la maldad y la dulzura del mundo, podía ver la vida y la muerte perfectamente equilibradas, veía alegría y tristeza, podía ver árboles de copas verdes y azuladas aguas manantiales, veía el paraíso mismo fundido en esas esferas color oro. Por primera vez veía mi verdadero ser reflejado en esos ojos claros, tú y yo, un espejo, ambos un retrato del otro, desde siempre, uno solo.

- Eliot…- Su voz agitada en una respiración entrecortada y sus manos temblorosas me hacían sentir aún más nervioso, estaba siendo víctima de la sensación más revuelta que había sentido en mi vida, este amor intenso que comenzaba a brotar de mis poros, intentando desesperadamente llegar hasta lo más profundo de él, mezclado con los escalofríos y sacudidas que el contacto con su piel cálida me producía, junto a estos deseos frenéticos de mi alma que delirante intentaba escapar de mi cuerpo para volver a unirse con la suya.

- ¡Asderel!- Mi cuerpo comenzaba a temblar aún más fuerte, sin que yo pudiese evitarlo, un intenso hormigueo en el estómago, junto a una extraña mezcla entre dolor y goce dentro de todo mi cuerpo, una calidez que me quemaba por dentro, no sabía si era nerviosismo o  simplemente iba a morir en ese momento, si fuese así incluso sería maravilloso ¡Podría estar junto a Asderel para siempre!

– A…Asderel, yo- Intenté murmurar pero no logré terminar mi frase. Me aferré enérgicamente contra sus hombros en un cálido abrazo mientras me entregaba al éxtasis máximo que me producía su amor embistiéndome con ternura e ímpetu. Abrazó con fuerza mis caderas, queriendo intensificar aún más la agradable sensación, nuestros cuerpos cedieron ante un último escalofrío que nos recorrió de pies a cabeza, seguido de dos corazones arrítmicos a punto de escapar por nuestra garganta. Nos mantuvimos así, en esa posición, abrazados sin querer separarse uno del otro por un largo rato.


Asderel se recostaba sobre la cama y suavemente me arrastraba hasta él, apoyando mi cabeza en su pecho que aún latía palpitante producto de su corazón sacudiéndose. Habíamos vuelto a la calma y la realidad me abofeteaba nuevamente, amenazándome con llevarse a Asderel, pero ahora estaba tranquilo. Incluso si su cuerpo desapareciese, incluso si fuese yo el que desapareciese.

Nuestras almas volverían a unirse, una y otra vez.

Eternamente.

Cerré los ojos apoyado contra su pecho desnudo. El cansancio irrumpió en mí de pronto, mis piernas y mis brazos comenzaban a acalambrarse, producto del esfuerzo que habíamos realizado.El latido de su corazón se escuchaba fuerte en mí oído, era el palpitar más suave que he escuchado alguna vez, como una bella canción de cuna que esta noche me haría dormir.

- Te amo…- Murmuré nuevamente medio dormido, a punto de caer entre los brazos de Morfeo.

- Te amo, Eliot- Respondió mientras pasaba su brazo sobre mi cuello y me acurrucaba contra él. Sus palabras me tranquilizaban y me acunaban. Quería congelar el tiempo, justo en ese momento y quedarme allí para siempre. Cerré los ojos nuevamente y me quedé dormido, esperando no despertar, para nunca apartarme de los brazos de Asderel.

Notas finales:

¿¡Les gusto!?  Bueno...¿se entendio la parte final, no? No soy muy de escribir lemon (y creo que se nota) y recién estoy incursionando en eso... de hecho, se puede decir que es mi primera vez escribiendo esto xD... Espero que les haya gustado n_n 

Dejen sus reviews ! Saludos <3


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