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Ángel Guardián por InfernalxAikyo

[Reviews - 51]   LISTA DE CAPITULOS
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Notas del capitulo:

IMPORTANTE: En esta historia existen dos narradores (distintos puntos de vista) : Uno escribe con letra normal (Asderel) mientras que otro escribe con negrita (Eliot) 

Siento la demora D: ... y también siento que el capítulo sea tan corto mwhahaha a muchos le gustará eso.. he estado llena de trabajos y no me he dado mucho tiempo para hacerlo pero sigue teniendo el mismo amor que todos
Bueno... es un poco transitorio.. pero el diez vendrá con mucho más entusiasmo y trataré de demorarme menos en hacerlo...

PD: he visto que a muchos y muchas les agrada Daemon... si están interesados (mwhaha esto lo hago para hacer publicidadDaemon y Abel aparecen en mi primer fanfic llamado la Maldición de Caín donde son protagonistas y viven una intensa historia de amooor *-* y por cierto la historia es más breve que esta asi que podrán leer menos.

PDD: cualquier error ortográfico o no por favor háganmelo saber... si les gusto o no el capitulo dejen reviews :D 

Esoo n_n muchas gracias por su atención.<3

Capítulo 9: Caída






El nuevo despertar fue delicioso. Daemon y Abel nos habían permitido quedarnos en su casa en Berlín, era demasiado espaciosa como para albergar a solo dos personas así que nos recibieron con mucha alegría, había habitaciones suficientes para hospedar a Asderel y a mí.

- No es justo que se queden en ese sucio orfanato…- Comenzó Daemon mientras caminábamos a casa después de la batalla. – Conozco el frío que se siente y la dureza de las camas…- Nos detuvimos en una gran casona antigua, sonrió.

- Pueden quedarse aquí todo el tiempo que quieran – Dijo mientras abría una gran reja con barrotes de hierro color negro, cubiertos por unas largas y gruesas enredaderas, que le daban un aspecto un tanto tétrico al lugar. Apenas un par de faroles a la entrada de la casa iluminaban sus oscuras y viejas murallas y reflejaban lúgubres sombras en los grandes ventanales. La casona era grande, sombría y de un aspecto gótico, aún así nos sentimos muy acogidos al entrar.

Al amanecer, los abrasadores rayos del sol se colaban escurridizos por las cortinas de seda roja mientras que un agradable olor a café escapaba de la cocina y entraba a mi habitación para tentarme.

Me levanté de la cómoda cama y abrí las persianas y la ventana. En el amplio jardín se encontraban Daemon y Abel practicando. Daemon le hacía clases de telequinesis, mover objetos sin tocarlos y formar protecciones de energía, tal como lo había visto la noche anterior cuando el profesor trató de defenderme de Asderel. Para mí, todo esto del manejo de elementos y energías se estaba volviendo algo normal, aunque hasta un par de meses todas esas cosas me parecían fantasías, estando fuera de mí entendimiento. El convivir con Asderel, Daemon y Abel abría mi mente a nuevas experiencias que antes creía imposibles.

Daemon mantenía sus ojos vendados con una cinta blanca y esquivaba con facilidad los ataques de Abel, en un descuido Abel formó una esfera color azul, grande y maciza, casi parecía una roca a mis ojos y casi sin poder controlarla la lanzó contra el rostro de su amigo, el cual reaccionó tan rápida e impulsivamente que con un leve movimiento de sus manos lanzó una ventisca de viento color rojo que no demoró en derribar precipitadamente a Abel, arrastrándolo un par de metros y estrellándolo contra el piso. Apenas se oyó el estruendo del impacto Daemon desvendó sus ojos y se tele transportó a un lado de su amante, preocupado lo tomó en sus brazos.

- ¡Cuánto lo siento, Abel!- Repetía un poco nervioso mientras acariciaba sus cabellos.

- ¡Estoy bien!- Reía Abel mientras acariciaba su pierna izquierda.

- ¡Auch! Esta sí me duele…- Daemon lo levantó en sus brazos.

- Entonces tendré que llevarte como una princesa…- Sonrió. Ambos se quedaron mirando fijamente por un par de minutos, luego solo comenzaron a reír en contagiosas carcajadas. Me agradaba verlos así, tan tranquilos y felices. Recordé lo que me había dicho Abel.

–Tú y Asderel tendrán que pasar por muchos obstáculos si quieren mantenerse juntos-  Ellos dos seguramente también pasaron por muchas dificultades para poder estar juntos. Yo estaba dispuesto, preparado para cualquier cosa, a superar todos los aprietos y problemas con tal de mantenerme junto a Asderel, lucharía por estar con él, incluso si la vida se me iba en ello.

Daemon y Abel ya habían desaparecido de mi vista, seguro ya habían entrado a la casa. Solo quedaba ante mis ojos el paisaje de las flores del jardín rebozándose en el viento y los toscos árboles sacudiendo sus hojas con grandeza, las aves bajando al césped y picando la tierra con suavidad y las pequeñas libélulas jugando entre los arbustos. La brisa suave entrando por mis poros y el cielo sin ninguna nube tapando su belleza azulada. Todo esto me parecía hermoso y tranquilo, pero algo había dentro de mí que no me dejaba estar en completa calma y me mantenía inquieto, algo así como un mal presentimiento.

¿Acaso he vuelto al cielo? Estoy en las alturas nuevamente, el reino me abre sus puertas otra vez, pero no recuerdo como llegué aquí ¿Acaso estoy soñando?

- ¿Estás bien, Asderel? – Gabriel posaba su mano suavemente sobre mi hombro. Su rostro era apacible y amable, no como la última vez que le vi. Sus azulados ojos resaltaban considerablemente de su pálida tez y su sonrisa cordial descansaba nuevamente en sus labios.

- ¡Que alegría verte, Gabriel!- Exclamé mientras me apresuraba en abrazarlo.

- Si…- Comenzó mientras correspondía el abrazo. – Siento mucho lo de la última vez, no debí haberte expulsado así- Dijo un poco entristecido mientras se separaba de mí con su mirada hacia abajo.

- No importa- Sonreí.

 –Lo mejor que pudiste hacer fue haberme desterrado- 

Realmente estaba agradecido, me sentía afortunado. Gracias a mi exilio fue que pude entrar en contacto con Eliot, incluso si estaba condenado a vivir como un humano, esto fue lo mejor que me pudo haber pasado.

Gabriel dio media vuelta y comenzó a caminar sin decir palabra alguna, le seguí instintivamente. Algo oscuro le cubría por completo.

- ¿Estás bien, Gabriel?- Pregunté mientras intentaba alcanzarlo, pero por cada paso que daba él se alejaba más de mí. Vi pasar una sombra por sobre nosotros.

La luz que cubría todo el lugar comenzó a desaparecer lentamente, volviéndose tenuemente oscura. El ambiente agradable y dulce que me había rodeado hasta hace un rato se transformo en una horrible ansiedad y ganas de vomitar. La sombra que vi pasar sobre mí comenzó a acercarse rápidamente al precipitado Gabriel que se alejaba en un caminar nervioso y triste. Comencé a correr para alcanzarlo.

- ¡Ten cuidado!- Grité intentando llamar su atención pero me fue inútil. Por cada segundo que pasaba él se alejaba más y más rápido, era casi como si una extraña fuerza lo moviera en contra de su voluntad.

- Ayúdame – Fue lo único que dijo mientras se detenía y caía al piso como una marioneta a la cual le cortan sus hilos. La sombra se posó sobre él y le cubrió.

- ¡No, Gabriel!- Alcé la voz intentando llegar a él. La oscuridad comenzó a envolverlo y a desintegrarlo, cada paso que daba hacía desaparecer una parte de él.

- ¡Gabriel!-  Sus ojos azulados desapareciendo de mi vista fue lo último que vi de él, miré hacia arriba para ver qué era lo que le había hecho desaparecer, cuando alcé la vista una figura familiar apareció ante mis ojos. Él era…


-¡No!- Un grito de espanto me despertó de mi ensueño, un alarido lleno de horror y de angustia que me hizo estremecer e hizo que todo mi cuerpo se erizara como el de un felino asustado, El terror venía de la habitación continua, perteneciente a Asderel. Corrí lo más rápido que pude y abrí la puerta con fuerza, casi derribándola, Daemon y Abel entraron tras de mí.

Sentado sobre la cama, sudando y con los ojos abiertos y atentos como los de una lechuza, lleno de miedo se encontraba Asderel, todo su cuerpo estaba temblando, tal como si hubiese visto al más horrible fantasma. Corrí a abrazarle.

- A…Asderel- Balbuceé un poco nervioso mientras lo sacudía levemente tratando de hacerle volver en sí, estaba congelado, sus ojos asustados, llenos de horror se encontraban vacíos, puestos en la lejanía.

-¡Asderel!-  lo sacudí un poco más fuerte haciéndolo volver.

- E…Eliot- Tartamudeó confundido mientras se levantaba rápidamente y se vestía torpemente. – Tenemos que irnos…- Musitó apenas mientras se apresuraba a abrir la ventana.

- ¡Espera un momento!- Daemon lo sujetaba por el hombro. - ¿A dónde vas?- Asderel guardó unos segundos de silencio.

- No lo sé…- Dijo finalmente – Ustedes solo acompáñenme – E hizo un gesto para que me subiera a su espalda.

- ¿Q…Qué? – Pregunté inquieto.

-Dije que te llevaría a volar apenas mis alas volvieran- Dijo sonriendo.

- ¿Y han vuelto? – Dije sobresaltado.

- Eso no lo sé…vamos a probarlo- E insistió con el gesto un poco más brusco. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, a pesar de esto obedecí y me subí en su espalda.

- Sujétate bien-  Me aferré a él tan fuerte como mis brazos podían. Asderel se posó sobre la ventana, cerré los ojos, sentí un leve tambaleo.

Cuando los volví a abrir estábamos volando. Las alas de Asderel habían vuelto, ya no eran esos maltrechos alones de cuero que Lucifer le había obsequiado, eran suyas, las que vi la primera vez que apareció ante mí. Alejé una de mis manos para tocarlas. Eran negras azuladas, cada pluma era tan suave como el algodón y una bella e intensa luz desplegaba de ellas. Abracé el cuello de Asderel y cerré los ojos, la sensación del viento acariciando mis mejillas era algo realmente relajante.

Bandadas de aves se acercaban y volaban curiosas junto a nosotros, la delicadeza de sus cantos al unísono me daba una sensación de paz y tranquilidad.

Aun así, Asderel estaba totalmente preocupado, su cuerpo estaba tenso y pequeñas gotas de sudor escapaban desde su frente, no quería preguntar a que se debía tanta ansiedad, así que solo guardé silencio y disfrute el momento en las alturas. Daemon y Abel también se mantenían callados junto a nosotros, disfrutando igualmente de la brisa suave y el frescor del aire puro.


Volamos horas y horas, incluso podría decir que pasamos por otras ciudades, estábamos realmente lejos de cada y parecía que estuviésemos volando sin rumbo. De pronto, cuando pensé que no tocaríamos suelo nunca más, nos detuvimos abruptamente.

- Sujétate bien – Dijo en un tono autoritario, yo obedecí. Rodeé con mis brazos su estómago y su pecho con todas mis fuerzas, tanto que por un momento sentí como su respiración profunda se cortaba un poco, producto de la presión. Inspiró hondo y sin decir más comenzamos un frenético descenso, la velocidad era tanta que mis manos estuvieron a punto de resbalar de la ropa de Asderel un par de veces, apenas podía mantenerme sujeto a él. El viento golpeaba como una bofetada en mi rostro, frio y cortante, apenas su fuerza encima de mí me permitía respirar. En menos de un minuto ya habíamos tocado tierra. Mis cabellos estaban despeinados y pequeñas heridas comenzaban a lucirse en mi rostro.

Me bajé cuidadosamente de la espalda de Asderel. Mientras sobaba mis mejillas casi congeladas miré a mis alrededores, estábamos en un pequeño pueblo llamado Hersel, a muchas horas de Berlín, un lugar sencillo y acogedor. Un pozo antiguo estaba en la mitad de la calle de pavimento viejo y maltrecho y el gran caudal del majestuoso Rhin se alzaba imponente a metros de nosotros, miré a Asderel confundido.

- ¿Qué hacemos aquí? – Pregunté desconcertado.

- No tengo idea…- Dijo y empezó a caminar. Daemon, Abel y yo le seguíamos en silencio, perturbados, sin entender mayormente lo que estaba pasando.

En mi infancia, viví un par de años en el orfanato de Hersel, no había cambiado en nada, el refrescante río seguía su curso como siempre, su azulado brillante deslumbraba igual que la última vez, era un lugar hermoso pero de oscuras y estrechas calles que contrastaban con su bellísimo paisaje.

Nos adentramos en el callejón más oscuro, Asderel avanzaba en silencio, inerte, como si estuviese siguiendo algo. Al final de la calle se levantaba una muralla de color rojo, era una calleja sin salida.

Avanzamos un par de metros hasta llegar a unos contenedores de basura. Había muchas bolsas y desechos en los alrededores del contenedor, algo pareció moverse entre ellos.

Me detuve bruscamente, un poco desconfiado. Asderel miró por encima de sus hombros y me hizo una mueca para que siguiera, yo obedecí. El bulto entre las bolsas de basuras se seguía moviendo, el ángel apresuro el paso, nosotros caminábamos detrás de él.

Nos detuvimos ante el contenedor. Con cuidado Asderel retiro unas mantas viejas y algunos cartones que cubrían el gran bulto que se movía, cuando movió el último, un escalofrío lo hizo estremecer por completo, sorprendido.

Ahí estaba. Completamente desnudo un chico se encontraba recostado en el suelo, casi inmóvil. Una piel pálida y casi blanca, su rostro levemente alargado estaba lleno de heridas al igual que el resto de su cuerpo. Su cabellera dorada estaba completamente desordenada y sucia, estaba lleno de polvo. Sus caderas delgadas y uno de sus brazos se hallaban notoriamente fracturados. Sus ojos eran más claros que el azul del agua de la rivera que corría junto a nosotros, unos ojos color cielo que miraban horrorizados e inquietos. Estaba completamente lleno de sangre y al borde de lo que parecía un colapso nervioso. 

-¡G…G…Gabriel!-  Exclamó sorprendido Asderel mientras se lanzaba a socorrer al desafortunado chico que gemía de dolor.

 Dirigí mis ojos a su espalda. Allí estaban, blancas e imponentes, brillantes como ninguna luz jamás vista, un par de alas completamente fracturadas.

                  


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