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Siempre Traidor por PrincessIce

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Athena desafió a su hermano Apolo logrando con ello el perdón de los dioses, ese sacrificio junto a su fiel Pegaso fue suficiente para conmover el alma del dios del fuego, concediéndole a la humanidad, a los santos sagrados de Athena y a la misma diosa una segunda oportunidad…


El sol brilla en todo lo alto, días de primaveras regocijantes de verde en la naturaleza, en que la fauna parecer sonreír ante la vida aunque no tengan expresión alguna, el santuario de Athena se ilumina en la llegada de esas personas que sacrificaron todo por la humanidad, en el que algunos dejaron a un lado su dignidad de caballeros y también los que fielmente lucharon con la frente en alto.


Ahí estaban la orden de caballeros plateados, bronceados y aprendices junto a su diosa viendo el renacer, contemplando esas almas que de nueva cuenta era materializado en carne por la gracia divina de Zeus.


En completa desnudez los catorce hombres son rodeados de esa luz brillante, cosmos de dioses que les devuelven la vida, cada uno abre los ojos como si acabaran de salir del vientre materno, posan sus orbes en los de su diosa llenándolos de gratitud, ella se limita a sonreír entre lágrimas de felicidad, alza la mano para que sean cobijados por santos de rango menor, los cuales cubren con mantas blancas y tibias, todo es silencio aunque la mayoría de ellos quisieran hacer un festejo enorme por la llegada de los caballeros dorados, pero se limitan a cumplir órdenes de su diosa, cada uno es depositado en sus aposentos de sus respectivas casas.


Días después Shion volvió a ocupar su puesto de patriarca del santuario, los gemelos Saga y Kanon compartían la casa de su signo, Mu ya comenzaba a reparar armaduras dañadas en Aries así mismo instruyendo en el arte de la reparación a Kiki, Aldebarán visitaba Rodorio para ayudar a los más desamparados, Death Mask  y Afrodita entrenaban juntos algunos aprendices, los hermanos Aioria y Aioros ayudando en la Fundación Kido, Shaka reconstruía su templo y retomaba las tardes de meditación con varios alumnos budistas.


Los bronceados que no habían vivido de la batalla contra Hades tan cerca ahora eran entrenados fuertemente por Milo y Kanon que ahora eran grandes amigos, Shura había recuperado la amistad y algo más con Aioros cambiándole el semblante serio y amargado del cual siempre se le había caracterizado después de la muerte de Aioros.


Camus fue enviado a algunas misiones de vigilancia preventiva, pero al volver ya tenía decidido en hablar con Milo de lo sucedido, al volver a la vida no encontró un momento prudente para hacerlo, ahora ya era tiempo de hacerlo, con esta nueva vida pensaba en que todo sería como antes de la batalla de las doce casas.


Sube un poco animado y nervioso de volver a estar cerca de Milo, el escorpión siempre fue una persona con la cual era capaz de reflejar sus sentimientos sin reprimirlos, pues nunca faltó un día en que su tibia sonrisa llenara su alma.


Toma aire y dibuja una casi visible sonrisa al entrar al templo de Escorpio, no ve en la sala principal a su querido Milo, con algo de decepción atraviesa el templo encontrándoselo a la salida, al parecer Milo venía de ver el patriarca, Camus se detiene justo frente al Escorpión esperando un abrazo impulsivo o más por parte de Milo.


-Milo… - susurra mostrando una pequeña sonrisa el caballero de los hielos, levanta su mano para apenas tocar con la yema de los dedos la mejilla del dueño del templo.


-Si vas a pasar… hazlo de una vez caballero Acuario – responde en tono seco el escorpión desviando el rostro para que no sea palpado por Camus.


Camus da un respingo al escuchar el tono de voz de Milo nunca utilizado con él, en sus ojos buscaba el desenfrenante afecto que siempre le daba pero solo le miraba inexpresivo.


 -Milo, sabes que lo hice por Athena – se apresuró a decir Camus sospechando que se sentía molesto por haber portado un Sapuri en la guerra contra Hades.


-Yo solo por respeto a Athena, jamás hubiese aceptado nada – un dolido Milo se hizo escuchar entregándole una mirada de desprecio.


-No lo entiendes Milo, fue mi fidelidad a nuestra diosa lo que me movió a actuar así – le detiene de los hombros para que le mirara y notara su sinceridad.


-Es extraño, pude perdonar la traición de Saga, Shura y el maestro Shion – toma aliento para poder decirle eso que tenía atorado en su corazón – Pero a ti no puedo perdonarte Camus, no sabes cuánto llore tu muerte, fue como si… me arrancaran un pedazo de mi ser – con fuerza toma las manos de Camus para apartarlas de su cuerpo.


- Yo no pensé que Hyoga pudiese salir del ataúd de hielo, sé que te prometí que no me pasaría nada – Camus toma sus mejillas para intentar besarlo pero es empujado una vez más por Milo.


-¡Tú lo prometiste! Y luego eras una maldita sabandija de Hades – aprieta los dientes enfurecido, por sentirse abandonado por el acuariano y peor su regreso vestido de negro a querer matarlos.


-Perdóname por favor – la desesperación  en Camus le estaba matando en vida, esos sentimientos estúpidos como él lo llamaba, simplemente le afloraban al estar cerca de Milo, quería solo recuperar su amor.


-Solo te voy a pedir un favor… no me busques, no me hables, no quiero verte… ya no te amo – pronunció esas palabras aun dudoso de decirlas, observó cada detalle de su ex pareja, su mirada que reflejaba el dolor en su interior. –No te costará, tu frialdad te hará olvidarme – fueron las últimas palabras que le dirigió antes de seguir hasta el interior de su templo y encerrarse en su habitación.


Las escalinatas las subió como alma en pena, manteniendo su rostro inexpresivo, pensando en que eso se merecía, retumbándole las palabras de Shion aquella vez, y las cuales aceptó con orgullo… “Seremos recordados como traidores toda la vida”, clavándoselas en el alma lo más  profundo que podía.


Encerrado en su templo se dejó caer en la cama cerrando los ojos, intentaba serenarse para aceptar ese destino que desde su nacimiento ya estaba escrito, entregar en alma y vida su ser a su diosa y a la humanidad.


Los días pasaron observando de lejos a su amado Milo, el resto de la orden dorada convivía sin rencores ni odios, es decir, en completa armonía, Acuario prefirió aislarse a solo vivir para cumplir al detalle con su misión en la vida, el proteger Athena, claro que no era una persona común y corriente el cual se dedicara a su bien personal, eso era lo que siempre se repetía todos los días conformándose con amarlo de lejos.


El trato fue escueto y cordial con el resto de sus compañeros, ahora ni la compañía de Hyoga que era como un hermano menor podía tener, el cisne había ido a residir a Siberia para velar por los habitantes de aquel lugar.


Uno de esos días de rutina en la que terminaba su guardia nocturna, subía para ir a descansar a su templo, solo que al llegar a Escorpio esa nostalgia lo llenaba de nueva cuenta, su aroma que tantas noches disfrutó cuando hacían el amor inundó sus pulmones, su corazón brincaba a causa de esos gratos recuerdos, decidido a por lo menos probar sus labios, camina hacia su habitación para encararle una vez más, al llegar la puerta estaba entre abierta llegando a su oído esa melodía que tanto conocía, suspiros y gemidos provenientes de sus dulces labios.


Las piernas le fallaban sus fuerzas, no quería aceptarlo, pensaba en que solo era su imaginación, sus ojos estaban sellados fuertemente, los cuales muy lentamente abrió, en la cama se besaban y tocaban sus cuerpos desnudos con pasión… - Kanon te amo – fueron la palabras de Milo, el de cabellos agua marina sintió su corazón partirse en mil pedazos, inmóvil los miró con lágrimas deslizantes  apartándose silenciosamente del lugar.


Una vez entrando a su templo no aguanto más dejándose deslizar recargado de uno de los pilares, derramando mares de dolor, de haber perdido al amor de su vida, solo por cumplir con su deber de caballero…


Esa batalla solo le arrebató su vida entera y su dignidad, ahora el mundo podía ser feliz, aunque el viviera el resto de su vida sumido en la soledad… -Algunos debemos sacrificar nuestra propia felicidad para que otros vivan tranquilos, quizá en otra vida sea recompensado  - susurra lleno de tristeza, con un corazón con un inmenso vacío .


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