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In search of the Sight por LovelessMidori

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In Search of the Sight

I

 

Llevamos casi 4 horas encerrados en esta lata con ruedas a la que papá llama camioneta. El calor es realmente infernal, y mi hermanito Lucas me está aplastando las rodillas. Pero claro, tenía que ofrecerme a llevarlo yo. De haber sabido que pesaba tanto o que el viaje sería tan largo, se lo dejaba a la abuela. Doy un rápido vistazo a la gente a mí alrededor. En los asientos de hasta atrás están mis hermanos Peter y Kevin, luchando con una hielera que se resbala y una sombrilla que insiste en abrirse. En medio estoy yo con Lucas en las piernas, la abuela y la tía Eveleen están sentadas a mi derecha. Papá viene al volante y mamá en el copiloto, creo que no está cargando nada…

-       ¡Relevo! – le grito a ella – Éste niño me va a dejar inválido.

-       ¿Qué? Pero si ya casi llegamos. Aguanta otro poco ¿no?

Uh… Mujer malvada. Ya necesitará que le ayude a barrer la casa y no estaré ahí.

Siento como se me acalambran las piernas. ¡Que dolor! Lo único que quiero es quitarme de encima a este chamaco de una buena vez.

Nos dirigimos a la boda de un amigo de papá que se casa por segunda ocasión.

-       Dante ¿Recuerdas a Ian? Jugabas mucho con él cuando estabas chiquito.

Ian… Lo recuerdo. Recuerdo sus ojos verdes y hermosos, su cabello negro, su piel tan pálida. Siempre fue más alto que yo. Era mi mejor amigo cuando niño. Yo tenía como 7 años y él 10 o 9, no sé, ese detalle se me escapa un poco.

-       Sí ¿Por qué pa’?

-       Tal vez lo veas allá. Es hijo de Henrey, el que se va a casar.

-       ¿En serio?

-       Ajhá…

 ¡Wow! Tanto tiempo sin verlo. Cuando mi padre consiguió un mejor trabajo en otra ciudad, nos tuvimos que mudar y nunca lo volví a ver. Me pregunto cómo estará. Supongo que no debió cambiar mucho. Puede que incluso yo haya crecido más que él… aunque lo dudo porque mamá me heredó lo pequeñito.

-       ¡Ahg! Niños, ya estense quietos o si no los voy a freír en aceite.

Mamá le grita a Peter y a Kevin, que desde hace rato se están golpeando y gritando. Peter es mayor que yo y muy peleonero. La tía Eveleen se enoja que a sus 25 años se siga comportando tan infantil. A mí más bien me parece que es feliz al lado de nosotros; después de todo, se estresa demasiado en su trabajo. Kevin tiene 7 y es menor que yo por 10 años. Lucas tiene 4 años y… Está igual de dormido que la abuela. Bueno, por lo menos no me da lata.

Observo por la ventana. El auto gira a la derecha y ante mi puedo ver una enorme casa de color blanco; en el jardín hay bastantes cosas. Mesas, sillas, arreglos florales y muchas cajas de todos los tamaños, colores y sabores (creo) posibles. Supongo que dentro habrá más arreglos y adornos.

-       ¡Hemos llegado familia! – dice papá con una notable alegría.

Muevo el pequeño cuerpecito de Lucas para despertarlo. Él reacciona lentamente. Abre sus pequeños ojitos azules y me bosteza en la cara.

-       Ya Lucas, llegamos. Levántate que me duelen las piernas – le digo casi en un susurro. Éste niño es mi adoración. Tan lindo que se ve con sus cabellitos suaves y rubios, y sus mejillas levemente sonrosadas. Sus ojos hinchados de tanto dormir. Se estira y se baja del auto.

Ya todos están cargando maletas. Como vivimos lejos, Henrey, el amigo de papá nos invitó a quedarnos en su casa un par de semanas. Todos estuvimos de acuerdo, pues ya estamos de vacaciones.

Peter se me acerca, con su maleta arrastrando y la mía al hombro.

-       A los años ¿no? – me entrega mi mochila.

-       Seeeh, ya había olvidado como era.

-       Pasamos la mitad de nuestra infancia en esta casa ¿Recuerdas?

-       Que si no – le respondo – Recuerdo que te caíste en ese escalón de allá y te abriste la cabezota por andar de mula.

-       ¡Lo sé! Aún tengo la cicatriz en mi frente.

Me río por su comentario y veo que la puerta de la casa de abre y de ahí sale un señor ligeramente canoso y de piel bronceada con los brazos extendidos y se dirige a mi papá.

-       Mi estimado Henrey – lo recibe mi padre, también con los brazos abiertos. ¡Ahg! Los saludos de los adultos tienen la gracia de un elefante chueco.

-       Gracias por venir, Pahul, veo que la familia ha crecido. – comenta Henrey entusiasmado.

-       Así es, cuando nos fuimos, Lucrecia aún estaba embarazada.

-       Preséntame a la familia, entonces.

-       Por supuesto, mira – Papá hace una seña con la mano y todos nos acercamos – Ya conoces a Eveleen, la hermana de Lucrecia, a mi querida suegra, Jacinta. ¿Recuerdas a Peter y a Dante?

-       ¡Cielos! Cuanto han crecido

-       Ah… No tanto – comenta mi hermano. Todos reímos y papá continúa su presentación.

-       Él es Kevin, y éste enano de aquí se llama Lucas

-       Pues, mis hijos están adentro. Nancy se está arreglando y creo que Ian está en su habitación.

Escucho el nombre de mi viejo amigo y me emociono. Ya quiero verlo y saber cómo ha estado. Que él me vea y me diga lo cambiado que estoy. Y contarnos todo lo que nos ha sucedido estos años. Esto realmente me emociona.

-       ¿Ya cuantos años tienen? – pregunta papá.

-       Nancy tiene 23. Ian cumple los 20 el próximo fin de semana.

No debo olvidar felicitarlo. Henrey nos lleva adentro de la casa para que dejemos las cosas y continuemos charlando. Ponemos todas las maletas en la entrada y nos sentamos en la sala. La habitación es bastante amplia. Hay un sofá de esquina hecho de piel, otros asientos más del mismo material, una gran pantalla pegada a la pared y una enorme chimenea. En realidad, lo único que han cambiado es el color de la pared. Antes era totalmente blanca, ahora la parte de arriba está pintada de un beige pálido muy bonito.

-       ¿Desean algo de beber? – Escucho una voz femenina bastante familiar.

Me doy la vuelta y veo una mujer, con un rostro amable, sus ojos llenos de pa y felicidad, su piel es arrugada pero muy suave a simple vista. Su cabello es corto, a la altura de los hombros, tal vez algo más abajo, y se asoman algunas canas entre sus cabellos grises. Casi no puedo creerlo, es…

-       ¡Conchita! – Peter se me adelanta y la estruja entre sus brazos. Esa mujer, como nos consentía cuando de pequeños.

-       Mis niños ¡No puedo creerlo! Están bien grandotes ya. – comenzó a alagarnos y a decir frases de todo lo que le sorprendía al vernos.

-       ¿Cómo está Ian? – le pregunto. Ella duda unos momentos en responderme, que raro.

-       Seguramente está dormido. Ya sabes cuál es su habitación, no creo que se moleste si tú entras.

-       ¡Gracias! – le sonrío y subo las escaleras. Si mal no recuerdo, su habitación es la del fondo. Peter me acompaña, seguramente quiere ver a Nancy. También extraño a esa niña, aunque la recuerdo muy berrinchuda.

Llego a la última puerta de aquel pasillo. ¿Qué debería hacer? ¿Aún e recordará? ¿Habrá cambiado mucho? Giro lentamente la perilla y abro la puerta. Las paredes de la habitación siguen pintadas de azul claro. Tiene unas cortinas verdes en la ventana que da al patio trasero de la casa (donde por cierto, hay una piscina enorme). Veo que cambió la pequeña mesa donde nos sentábamos a hacer tareas por un saco para boxear. Yo habría metido una computadora. En realidad no tiene muchas cosas: el saco, un ropero, una mesita de noche y su cama.

Observo un bulto debajo de aquellas sábanas y mientras camino hacia él no dejo de pensar en un “por favor, reconóceme”.

Finalmente lo veo. Su rostro se ve tan relajado, tan dulce, su cabello es casi tan oscuro como la noche… y además bastante largo. ¿Cuánto medirá?

Creo que lo desperté. Él se incorpora lentamente y yo me alejo unos cuantos pasos. Creo que aún no me ha visto.

¡Wow! Su cuerpo… está tan… bien. Sus músculos se marcan en la playera que lleva puesta. ¡Cielos, cielos, cielos! ¿Qué hago ahora? ¿Dónde me meto?

-       Nancy… - de pronto se calla. Ya notó mi presencia, y cree que soy su hermana - ¿Quién eres? – O tal vez no…

-       Ah… soy… - mi voz suena algo quebrada. Él gira levemente su cabeza.

-       ¿Eres…?

-       Dante – Suelto así nada más. Noto que mueve la cabeza, como tratando de recordar.

-       ¿Dante? – se está riendo

-       Sí

-       Tiempo sin saber de ti. Acércate ¿Quieres?

Le obedezco. Lo veo a los ojos. ¿Dónde quedaron esos hermosos ojos verdes que tanto me gustaban cuando era niño? ¿A dónde se fue ese color? Él extiende sus manos y toca mi rostro y por fin lo entiendo. Nadie me preparó para esto. Nunca lo habría imaginado. ¿Qué le pudo haber sucedido? Cierro los ojos. Siento sus dedos fríos recorriendo mi rostro. Coloco mis manos en las suyas. Tan suaves.

-       No has cambiado mucho – me dice sacándome de mis pensamientos

-       No puedo decir lo mismo de ti – río levemente.

Me sonríe. Yo me pregunto ¿Cómo es que pude vivir tanto tiempo separado de ese hermoso rostro? De su agradable sonrisa… de todo… él.

La puerta de su cuarto se abre. Ian retira sus manos de mis mejillas y cierra los ojos. Veo que su expresión cambia a una especie de… ¿Enojo? Eso debe ser. Su entrecejo arrugado, igual que su nariz, la cabeza gacha, y los labios algo apretados. Tal vez es frustración, pero ¿Por qué?

-       Hola chicos – Es Nancy. Se ha puesto bastante atractiva. Su cabello, que antes era largo, ahora se aprecia algo más arriba de los hombros, aunque más corto de atrás que de adelante. Su piel es igual de pálida que la de Ian. Su cabello es negro y sus ojos son de color miel. No es tan alta, pero para nada es pequeña. – Quería decirles que…

-       ¿No te enseñaron a tocar la puerta antes de entrar? – Ian la interrumpe, y no de una manera muy agradable que digamos. La chica cierra los ojos. Su rostro muestra la misma expresión que mi viejo amigo.

-       Ya está la comida. – Es lo único que ella responde y luego se escucha un gran portazo, que juraría, casi tira la casa completa.

Ian aun no relaja la cara y ¡miren! ¡De pronto las cortinas de la habitación se vuelven muy interesantes!

-       Ahm… - me atrevo a hablar – ya no se llevan muy bien… ¿cierto?

-       No desde el accidente. – así que eso fue lo que pasó. Aunque aún no termino de entender muy bien.

-       ¿Qué sucedió? – le pregunto. Él lanza un gran suspiro y se sienta nuevamente en su cama. Me siento a su lado.

-       Larga historia – me dice.

-       Bueno, la comida puede esperar ¿no?

Ian se queda unos momentos pensativo. De repente sé que estos son temas muy delicados y que no debería forzarlo a decirme. Estoy a punto de levantarme y esperar afuera de su habitación cuando él comienza a hablar.

-       Fue hace 4 años. – me cuenta – Fuimos a una fiesta. Era el cumpleaños de Erick, el entonces novio de Nancy; y de su melliza Alinee. Nancy estaba realmente enamorada de él.

Se detiene un momento y temo por un segundo que se arrepienta de seguir con la historia, así que me siento a su lado nuevamente.

-       ¿Qué sucedió?

-       Todos estaban ebrios y yo ya me quería ir. Busqué a Nancy, pero ella estaba hablando con Alinee, así que decidí esperarla, pero pasada media hora me harte. Nancy me dijo que esperara otro poco y no la molestara.

-       Claro, el chisme estaba bueno ¿no?

-       Supongo.

-       ¿Qué pasó después?

-       Erick me vio y me propuso llevarme de regreso a casa, así que acepté. – se puso serio de nuevo. Por favor que no llore. – Nos subimos a la camioneta. ¿Cómo iba a saber que él también estaba borracho? ¡No se le notaba! Y… yo… juro que todo sucedió tan rápido. Apenas pude darme cuenta de lo que pasaba.

-       Tranquilo, tranquilo, no tan rápido – Me acerco un poco más a él y le acaricio el brazo. ¿Qué más se puede hacer?

-       Cuando quise decirle a Erick que disminuyera la velocidad, era muy tarde… Solo vi las luces del tráiler de enfrente cegándome los ojos. Escuché… un sonido bastante fuerte. El metal quebrándose, las llantas se derrapaban, el auto daba vueltas. Yo no traía puesto el cinturón, así que me golpee con todo lo que pude dentro del auto y salí volando por una ventana – Ian cuenta la historia cada vez más fuerte y más rápido – Me golpee la cabeza al salir, y luego contra un árbol. Lo veía todo borroso.

-       ¿Qué viste?

-       La camioneta en llamas. – nuevamente se queda en silencio. ¿Habrá terminado ahí la historia?

-       ¿Y luego?

-       Desperté en el hospital y mi vista se había ido. Dijeron que Erick no sobrevivió y Nancy me odia desde entonces. Conmigo se porta como si estuviese idiota. ¡Perdí la vista, no la mitad del cerebro! ¡Joder!

Ian ya está gritando y a mí me asusta. No sé qué decir. No sé qué. Debería decirle algo, pero ¿Qué?

Tomo sus manos entre las mías. Alguien toca la puerta. Al no escuchar respuesta la abre. Me da alegría ver a alguien que sé que puede con estas cosas. Conchita entra y abraza a Ian.

-       Será mejor que bajen a comer, mis niños. – Mi amigo tiene los ojos cerrados, probablemente conteniendo algunas lágrimas – por lo menos tú, Dante, mejor adelántate. En un momento bajamos nosotros.

Ni me lo pienso. Salgo por la puerta de la habitación. Me siento un poco mal por dejarla a ella con un problema que yo comencé, pero no lo habría hecho si yo pudiera resolverlo. Yo no sé lidiar con los sentimientos de las demás personas, es por eso que no me agrada ver a la gente enojada o llorando. Soy tan pésimo psicólogo como Peter ligando. Creo que no volveré a preguntar cosas que no me incumben.

Notas finales:

Trataré de actualizar pronto. No olviden pasar y dejar reviews, es gratis!! 


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