Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El marica. por gaaranosabaku

[Reviews - 6]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Esta historia la encontre mientras vagabundeaba en internet... NO ME PERTENECES. Pero queria compartirla con ustedes.

 

Autor: Abel Castillo.

Notas del capitulo:

 

 

Escuchame, César: yo no sé por dónde andarás ahora, pero cómo me gustaría que leyeras esto. Sí. Porque hay cosas,palabras, que uno lleva mordidas adentro, y las lleva toda la vida. Pero una noche siente que debe escribirlas,decírselas a alguien porque si no las dice van a seguir ahí, doliendo, clavadas para siempre en la vergüenza. Y entonces yo siento que tengo que decírtelo. Escuchame.

 

OoXxOoXxOoXxOoXxOoXxOoXxOoXxOoXxOoXxOoXxOoXxOoXxOoXxOoXxOoXxOoXxOoXxOoXxOoXxOoXxOoXxOoXxOoXxOoXxOoXxOoXxOoXx

 

Vos eras raro. Uno de esos pibes que no pueden orinar si hay otro en el baño.En la laguna, no recuerdo, nunca  que te desnudaras delante de nosotros. A ellos les daba risa, y a mí también, claro; pero yo decía que te dejaran, que cada uno es como es. Y vos eras raro.

Cuando entraste a primer año, venías de un colegio de curas; San Pedro. Tal vez por eso no te gustaba trepar a los árboles, ni romper faroles a cascotazos, ni correr carreras hacia abajo entre los matorrales de la barranca. Ya no recuerdo cómo fue, cuando uno es chico,encuentra cualquier motivo para querer a la gente, lo unico recuerdo es que de pronto éramos amigos y que siempre andábamos juntos.

Una mañana me llevaste a misa. Al pasar frente al café, el "colorado Martínez" dijo con voz de flauta:

-Adiós, a los novios.- A vos se te puso la cara como fuego, roja, roja. Y yo me di vuelta, puteándolo, y le pegué tan tremendo sopapo, de revés, en los dientes, que me lastimé la mano. Después, vos me la querías vendar. Me mirabas.

–Te lastimaste por mí, Abelardo.


Cuando hablaste sentí frío en la espalda: yo tenía mi mano entre las tuyas y tus manos eran blancas, delgadas. No sé.Demasiado blancas, demasiado delgadas.


–Soltame –dije.Me confundian mis sentimientos.


A lo mejor no eran tus manos, a lo mejor era todo: tus manos y tus gestos y tu manera de moverte, de hablar.Tu manera de mirarme.

Yo ahora pienso que antes también lo entendía, y alguna vez lo dije: dije que todo eso no significaba nada, que son cuestiones de educación, de andar siempre entre mujeres, entre curas, que tu cos eras raro por ellos. Pero ellos se reían y uno también, acaba riéndose. Acaba por reírse de lo "macho" que es.Cesar.


Y pasa el tiempo y una noche cualquiera es necesario recordar, decirlo todo.

Fuimos inseparables. Hasta el día en que pasó aquello yo te quise de verdad. Oscura e inexplicablemente como quieren los que todavía están limpios y puros. Me gustaba ayudarte. A la salida del colegio íbamos a tu casa y yo te enseñaba las cosas que no comprendías. Hablábamos. Entonces era fácil contarte, escuchar todo lo que a los otros se les calla. A veces me mirabas con una especie de perplejidad, con una mirada rara; la misma mirada,  con la que yo no me atrevía a mirarte. Una tarde en la escuela me dijiste:

–Sabés, te admiro.-Tus ojos brillaban.


No pude aguantar tus ojos; mirabas de frente, como los chicos y decías las cosas del mismo modo. Eso era.


–Es un marica.-Dijo el negro un compañero nuestro.

 

–Déjense de macanas. Qué va a ser marica..-Le conteste


–Por algo lo cuidás tanto….-Yo sabia que no tenia razon, mi instinto de protegerte era solo para dmostrarte mi amor, era la unica manera en la que lo hacia, aunque ni yo mismo era conciente de eso hasta ahora.


Y se reían. Y entonces daban ganas de decir que todos nosotros, juntos, no valíamos la mitad de lo que valías tu, pero en aquel tiempo la palabra era difícil, y la risa fácil. Y uno también acepta -uno también elige-, acaba por enroñarse.

 

Recuerdo nuestra ultima vez que estuvimos  juntos, la brutalidad de esa noche, cuando vino el negro

-me pasaron un dato.-Dijo el negro.--Por la quinta avenida hay una gorda que cobra cinco pesos, vamos y de paso lo hacemos debutar al machón,al César.

Y yo acepte, en parte por mi papel de macho.


–César, esta noche vamos a dar una vuelta con los muchachos. Quiero que vengas..-Te dije cuando terminaba de explicarte los deberes de la escuela como cualquier otra tarde.


–¿Con los muchachos?….-Tu pregunta y tu mirada me hacian sentir incomodo, pero no podia hecharme para atras.


–Sí. Qué tiene.


–Bueno, vamos.-Aceptaste como un favor para mi.


Porque no solo me sentia mal, sino que te llevé engañado. Y fuimos. Y vos te diste cuenta de todo cuando llegamos a la quinta avenida. La luna enorme, me acuerdo: alta entre los árboles.Tu sabias de la fama de ese lugar.


–Abelardo, vos lo sabías.-Preguntaste con incredulidad.


–Callate y entrá.-Ordene con el poco valor que me quedaba.


–¡Lo sabías!.-Gritaste mas fuerte, en tu mirada se veia la desepcion, el miedo.


–Entrá, te digo


El marido de la gorda, grandote como la puerta, nos miraba socarronamente. Dijo que eran cinco pesos para acosatarse con su vieja.

-Cinco pesos por cabeza, pibes: siete por cinco treinta y cinco.-Le dimos el dinero antes de entrar.

De la pieza salió un chico,tendría cuatro o cinco años. Moqueando, se pasaba el revés de la mano por la boca. Nunca me voy a olvidar de aquel gesto. Sus piecitos desnudos eran del mismo color que el piso de tierra.Pobre niño.

El negro fue el primero en entrar. Yo sentía una cosa, una pelota en el estómago. No me atrevía a mirarte. Los demás hacían chistes brutales. Desacostumbradamente brutales, en voz de secreto. Estaban...todos estábamos asustados como locos. A Roberto le tembló el fósforo cuando me dio fuego.


–Debe estar sucia.


Después, el negro salió de la pieza y venía sonriendo. Triunfador. Abrochándose.
Nos guiñó un ojo.


–Pasa vos, Abel.


–No, yo no. Yo, después.-Dije lleno de miedo, bien disimulado creo yo.


Entró el colorado, después Roberto. Y cuando salían, salían distintos. Salían no sé, salían hombres. Sí, esa era la impresión que yo tenía.
Después entré yo. Y cuando salí, vos no estabas.


–¿Dónde está César?-No recuerdo si grité, pero quise gritar. -

 

Alguien me contesto.-Se fue el marica.

Quise golpearlo, pero en ese instante eras mas iportante tu.La ira se me heló en la cara, me lo borró el viento del patio, porque de pronto yo estaba fuera de la casa de la gorda puta.


–Vos también te asustaste, pibe.-Tomando mate contra un árbol vi al marido de la gorda; el chico de antes jugaba entre sus piernas.


–Qué me voy a asustar. Busco al otro, al que se fue.


–Agarró pa ayá –con la misma mano que sostenía el vaso del que tomaba, señaló el sitio. Y el chico sonreía. El chico también dijo pa ayá.


Te alcancé frente al Matadero Viejo; quedaste arrinconado contra un cerco. Me mirabas. Siempre me mirabas.PEro ahora tu mirada era distinta, ya no habia ese brillo de admiracion hacia mi.


–Lo sabías..-No fue una pregunta como antes, fue una afirmacion, una dolorosa afirmacion.


–Volvé.-Ordene para protger tu dignidad

 

–No puedo, Abelardo, te juro que no puedo.


–Volvé, ¡animal!


–Por Dios que no puedo.Yo..yo soy gay.


–Volvé o te llevo a patadas en el culo.-Intente ignorar lo ultimo que dijsite.


La luna grande, no me olvido, blanquísima luna de verano entre los árboles y tu cara de tristeza o de vergüenza, tu cara de pedirme perdón, a mí, tu hermosa cara iluminada, desfigurándose de pronto por el cachetadon que te di. Me ardía la mano. Pero había que golpear, lastimar, ensuciarte para olvidarme de aquella cosa, como una arcada, que me estaba atragantando.


–Bruto –dijiste–. Bruto de porquería. Te odio. Sos igual, sos peor que los otros.


Te llevaste la mano a la boca, igual que el chico cuando salía de la pieza. No te defendiste.
Cuando te ibas, todavía alcancé a decir:


–Maricón. Maricón de mierda.-Primero en un susurro para mi, ydespués lo grité para ti.

 

OoXxOoXxOoXxOoXxOoXxOoXxOoXxOoXxOoXxOoXxOoXxOoXxOoXxOoXxOoXxOoXxOoXxOoXxOoXxOoXxOoXxOoXxOoXxOoXxOoXxOoXxOoXx

 

Escuchame, César. Es necesario que leas esto. Porque hay cosas que uno lleva mordidas, trampeadas en la vergüenza toda la vida, hay cosas por las que uno, a solas, se escupe la cara en el espejo. Pero de golpe, un día, necesita decirlas,confesárselas a alguien. Escuchame.


Aquella noche, al salir de la pieza de la gorda, yo le pedí, por favor, que no se lo vaya a contar a los otros.

Aquella noche yo no pude acostarme con ella. Yo tampoco pude al igual que tu.Por que te amaba a ti. Y hasta ahora me doy cuenta.

 

Notas finales:

Bien espero les guste a ustedes tanto como a mi :D


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).