Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El objeto del día de hoy por Orihime Hatake

[Reviews - 6]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Estos personajes son propiedad de Tadatoshi Fujimaki

Notas del capitulo:

Espero les agrade. Esta pareja me gusta mucho y casi no he leido fanfics sobre ellos asi que dije "¿Porque no?" :)

Estaba fastidiado. Miraba por la ventanilla con el ceño fruncido y su mentón recargado en sus nudillos. Sus compañeros parloteaban emocionados por el partido tan importante que tendría dentro de poco. Sería contra una de las preparatorias más fuertes del país, por lo que se había creado una gran expectativa al respecto.

Pero aun así, el seguía fastidiado por dos razones. La primera tiene un nombre y un apellido. Takao Kazunari. En el último partido él le advirtió que escorpio estaba en último lugar según el horóscopo. Takao lo ignoró diciendo que todo estaría bien y que ganarían ese partido a como dé lugar.

Dicho y hecho, ganaron el partido con una diferencia aplastante de 85 a 23. Pero en la última jugada el base del equipo contario cometió una falta tremenda contra Takao, provocándole una esguince en el tobillo. Al menos había sido prácticamente cuando el juego había concluido.

El médico le recomendó reposo absoluto durante dos semanas, sin mencionar la obvia prohibición de cualquier entrenamiento hasta que sanara completamente. Por lo que tuvo que tomar el bus junto con sus demás compañeros en lugar de su cómoda carretilla.

La segunda razón por la que estaba tan enfadado era por el horóscopo del día de hoy. Lo había revisado esta mañana…

Se había despertado temprano, como era costumbre. Le gustaba ordenar y revisar todo dos veces antes de un partido. Era perfeccionista y muy organizado. En una esquina de su pulcra cama se encontraba su uniforme sin una sola arruga o mancha. Sus tenis eran tan blancos que parecían ser nuevos. Acababa de limpiar los cristales de sus anteojos y estaba por cambiar la cinta de sus dedos.

Solo le faltaba hacer algo antes de considerarse totalmente preparado para el partido de ese día. Lo más importante que debía hacer era escuchar el horóscopo en cierta estación de radio. Se sentó junto a su uniforme con los audífonos puestos puntal (como siempre) a las 9:00 a.m.

“Cáncer. Felicidades. Estas en el primer lugar del ranking el día de hoy. Tendrás mucho éxito en cualquier proyecto que realices este día. Será prácticamente imposible que falles en cualquier cosa que decidas hacer hoy…”

Una gran sonrisa se plasmó en su rostro. Hoy era, literalmente, su día de suerte. Sin lugar a dudas ganaría el juego de hoy, con o sin Takao de apoyo.

“Tu objeto de la suerte del día de hoy es… Un beso de la persona que te gusta… Muy interesante cáncer. Consiguiendo esto tu suerte será la mejor… Leo. Eres el segundo lugar del ranking…”

Dejo de oír lo que le exageradamente aguda voz de la locutora decía. La sonrisa que tenía hace un par de minutos se esfumó, dando lugar a una tensa línea en los labios del chico.

-¿Un beso? ¿De la persona que me gusta?- Dijo en voz baja. No pudo evitar fruncir el ceño al siquiera imaginarse a sí mismo pidiendo un beso. Y es que, lo peor del caso es que solo una persona venía a su mente al pensar en ello.

No podía. No podía hacerlo.

Era esa la segunda razón (y la más importante) por la cual estaba de un humor de perros. Ahora sin su base y sin su objeto de la suerte estaba completamente destinado a fracasar. Se imaginaba todos los tiros fallos. Todos los balones rebotando en el aro o golpeando el tablero. Eso era inaceptable. Él era Midorima Shintaro. Él fue el mejor tirador de la generación de los milagros. Fallar tiros no era una opción. Pero, sin su objeto de la suerte ¿Qué más podía hacer?

-Shin-chan ya llegamos- Dio un respingo al oír la voz de Takao tan cerca de su oído.

Lo miró a los ojos por un efímero segundo, sintiendo que se sonrojaba ligeramente.

Un beso…

Desvió la mirada y se puso de pie. Se colgó la valija sobre el hombro y paso por el costado del pelinegro que llevaba muletas. Apenas habían pasado cuatro días desde su lesión pero él no quería perderse ese partido tan emocionante, aunque no pudiese jugar, quería mirar.

Y no solo mirar por mirar, el deseaba observar. Quería observar al shooting guard de Shutoku. Cada uno de sus elegantes movimientos. Su cabellera verde mecerse con cada salto. Como su cuerpo adoptaba una posición de forma tan refinada. Él convertía un sudoroso y maloliente juego de básquetbol en puro arte.

Pero ese interés lo disfrazaba fácilmente de admiración.

Aun recordaba el rencor que tenía contra Midorima por haber derrotado a su equipo en la secundaria. Pero, ese sentimiento cambio completamente cuando se dio la oportunidad de conocerlo. Con las pláticas que empezaron cortas en los días que se quedaban para entrenamiento extra. Con el tiempo se fueron haciendo más largas hasta terminar conociendo toda la historia una del otro.

A Takao lo había impresionado la historia de Midorima. Una vida solitaria, llena de lujos y dinero pero escaza de amigos. No fue hasta la secundaria que abrió ligeramente el caparazón que se había formado en su niñez. Pero también noto que en el fondo era una persona muy tierna y compasiva. No le gustaba que los demás lo consideraran de esa manera y por ello solía ser sarcástico y exigente con todo y todos. Fue entonces que comenzó a llamarlo Shin-chan. Una manera más amigable y cercana de dirigirse a él. Y aunque al inicio Midorima rechazó el cambio, con el tiempo se acostumbró a ello.     

Pero Takao conocía su verdadero yo, y para él eso era suficiente.

Todo el equipo ya estaba dentro del estadio. Midorima, al notar que Takao se quedaba rezagado, fue bajando el paso hasta quedar a su lado.

-Gracias por esperarme Shin-chan- Midorima se mantuvo estoico. Takao lo había notado algo distante (más de lo normal) desde que se encontraron en la parada del bus esta mañana.

-¿Qué ocurre Shin-chan?- Necesitaba saber que le ocurría. Deseaba ayudarle con lo que pudiese e incluso con lo que no. Takao solo deseaba el bienestar de Midorima.

El peliverde tenso ligeramente los labios. ¿Cómo se había dado cuenta?

-No ocurre nada- Respondió secamente. No quería hablar al respecto, y Takao se dio cuenta de ello así que lo dejo por la paz.

-¿Y cuál es el objeto del día de hoy? No vi que trajeras ninguna cosa extraña en el bus- Preguntó Takao intentando cambiar de tema, sin saber que justamente eso era lo que tenía al chico tan alterado.

-…- Midorima no respondió nada y eso puso los nervios de Takao de punta. ¿Qué le estaba ocurriendo?

Llegaron a los vestidores a mitad de la explicación del entrenador. Takao se sentó en una esquina no muy alejada del resto mientras Midorima se disponía a ordenar sus cosas en uno de los lockers.

Para cuando Takao se dio cuenta el partido estaba por comenzar. Naturalmente Taisuke saltaría, por ser el más alto del equipo. Con un silbatazo el partido inició. Shutoku vs Seiho. Lo que más identificaba a esta preparatoria era su defensa. Extremadamente difícil de traspasar. Eran como un muro de contención.

Los primeros minutos trascurrieron con normalidad. Taisuke ganó la pelota en el salto dándosela a Kimura. Al verse rodeado por la impenetrable defensa de Seiho decido y por lo seguro dando un pase rápido a Midorima. Miró el balón de forma insegura.

“¿Qué hago?” Pensó. “Sin mi objeto de la suerte, no podré hacerlo”  

Quedó paralizado por el miedo, lo cual fue aprovechado por el base del equipo contrario para robar el balón y hacer la primera anotación del partido.

-¡Midorima! ¡¿Qué diablos estás haciendo?!- Gritó el entrenador. Midorima no podía mover un solo musculo. Sabía que esto seguiría así. No podría anotar. Sin su objeto de la suerte, todo estaba en su contra.

En la banca Takao miraba perplejo a su compañero. ¿Qué le estaba ocurriendo? Él sabía que algo le pasaba, desde el momento en que lo vio en la parada del bus supo que algo andaba mal.
Shin-chan despedía un aura de preocupación y estrés que comenzaba a afectar al resto de los jugadores. La moral del equipo estaba yendo en picada al ver a su as dudoso e imposibilitado.

Para cuando el primer cuarto termino Seiho había conseguido una ventaja de nueve puntos sobre Shutoku. Todos sudaban escandalosamente a pesar de ser el primer cuarto. Se estaban esforzando demasiado pero simplemente no podían aminorar la ventaja que el adversario había conseguido.

El entrenador gritaba muy molesto pero más que nada confuso. Quería saber (al igual que todos) porque Midorima no había tirado ni una sola vez en todo el partido. Lo único que había hecho durante el primer cuarto fueron un par de pases.

El tiempo de descanso termino y volvieron a la cancha. Midorima quedó condicionado. Si no tiraba aunque fuera una vez lo remplazarían. Aunque sabían que estarían firmando su sentencia de muerte ya que lo único que podría vencer esa defensa eran los triples de Shintaro.

En menos de un minuto el balón volvió a las manos de Midorima. Takao cruzó los dedos desde la banca, rogando por un tiro perfecto como siempre. Sin mucho convencimiento Midorima tiró. La altura del balón fue buena, excelente manejo fuerza pero el balón reboto en el tablero, haciendo un ruido escandaloso. Ambos equipos fueron por el rebote pero Midorima quedo en shock. Justo como lo había imaginado de camino aquí.

Ese tiro había sido una gran humillación. Sus ojos verdes reflejaban lo perturbado que estaba en ese momento. Se puso rígido y sus piernas no le respondían.

“Yo… Fallé” Pensó mientras la última palabra hacía eco en su cabeza. Dejando nulo lugar para cualquier otro pensamiento.

-¡Vamos Shin-chan!- El gritó de Takao lo regreso a la realidad. Seiho acababa de anotar otro punto y él no había hecho nada para evitarlo.

Takao no podía seguir viendo aquello. Tomó sus muletas y, a paso muy lento, salió de la cancha. Se dirigió a los vestidores intentando averiguar que estaba ocurriendo.

Llegó con mucha dificultad sintiendo su tobillo punzar dolorosamente en cada paso que daba. No había traído su medicamento. Por la mañana, después de tomar una pastilla de lo que le recomendó el doctor, se sentía muy bien así que no creyó necesitarlo. Grave error. Sentía como si su tobillo estuviese a punto de explotar bajo los vendajes. El dolor fue recorriéndose hasta afectar sus dedos también. Se dejó caer en la banca del silencioso vestidor.

La incomodidad no le permitía pensar con claridad. Sacó su teléfono de su bolsillo y coloco la radio para distraerse un poco. Estaba en la inútil estación en la que su amigo solía escuchar el horóscopo. Una canción comenzó a sonar. Era bastante lenta. Hasta melancólica se podría decir. Takao se preguntó si esa clase de canciones le gustarían a Midorima. O ¿si quiera le agravaba la música? El pelinegro conocía muchas cosas de la vida privada del peliverde. Su relación con sus padres, su infancia solitaria y su manera de pensar en el presente. Sin embargo, desconocía cosas tan simples como la música que le gustaba o qué clase de libros le gustaba leer. Que otras cosas hacía en su tiempo libre además de entrenar. Se preguntó también si alguna vez había tenido novia o si… había besado a alguien.

Tocó sus labios de forma inconsciente. El sí que lo había hecho. De hecho muchas veces. A chicas y… también a varios chicos. Desde muy temprana edad Takao había descubierto que no solo le agradaban las mujeres sino que también sentía una atracción por los hombres. Solo que muy pocos había logrado llenar sus expectativas. Le gustaban los chicos intrépidos, que fueran serios ya que él era el juguetón en la relación. Que fuese imponente y atractivo. Y, casualmente, Shin-chan tenía todo eso y más. Simplemente lo había flechado pero mantuvo su distancia por el bien de su amistad. Takao sabía que probablemente Midorima no aceptaría algo así, debido a su formación tan estricta y restringida.

Había días en los que deseaba con todas sus fuerzas gritarle a su hermosa cara que lo amaba y quería con las mismas fuerzas que él le correspondiera. Pero eso era solamente un sueño inalcanzable. Había otros días en los que anhelaba ser hetero, y así poder ver a Shin-chan como un buen amigo y nada más. Pero simplemente no podía. Esa era su forma de ser.

“Es hora de horóscopos Doki Doki” La voz tan aguda de la locutora hizo que Takao diera un gran respingo, lastimándose nuevamente el tobillo.                                                                                           “Cáncer. Como había dicho más temprano, la suerte está completamente de tu lado este día…”

-Tsk, ¿enserio? No lo parece- Dijo algo molesto –Shin-chan es un idiota por creer en algo así- Tomo el celular y mantuvo el botón de apagado presionado para olvidarse de toda esa basura de una vez por todas.

“Recuerda que tu objeto de la suerte es un lindo beso de…”  

El teléfono se apagó. Takao abrió los ojos como platos antes de darse cuenta de la tontería que acababa de hacer.

-Un… un… un… beso?- Takao no conseguía meterse las palabras de la locutora en la cabeza –¡Soy un imbécil! ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué se apagó justo en ese momento?!- Se jaló el cabello de manera desesperada.

“-¿Y cuál es el objeto del día de hoy? No vi que trajeras ninguna cosa extraña en el bus-“Recordó su pregunta tan inocente. ¿Realmente era eso por lo que Midorima estaba tan inquieto?  Al parecer no lo había conseguido. Pero era… era un simple beso. ¿Cómo demonios era posible que no lo hubiese conseguido? A menos que… fuera de alguien con características específicas. Solo que ahora no tenía idea de cuales eran por que se le había ocurrido la grandiosa idea de apagar el bendito celular.

-¡Ahhh!- Gritó una vez más, dejándose caer en la banca, usándola como colchón.

Encendió el teléfono nuevamente, deseando que la radio se hubiese quedado en pausa y así poder escuchar el resto de la descripción. Claro que no fue así. Estaba su horóscopo.

“Hey Escorpio! Estos días en definitiva la suerte está en tu contra. Procura no tomar decisiones arriesgadas porque saldrán mal. Es recomendable que te quedes en casa para evitar problemas de salud. Tu objeto de hoy es una venda. Si la consigues, probablemente se aminorara el peso del cosmos sobre ti. Te deseo mucha suerte Escorpio…”

Sintió un escalofrió recorrerle la espalda. Que horóscopo tan preciso. Quizá si hubiese sido una buena opción quedarse en casa y así evitar tanto estrés gracias al partido. Se sentía tan impotente. No podía ayudar a su equipo con la lesión que tenía. No podía ayudar a Shin-chan sin saber que era el resto de lo que decía ese bendito horóscopo y, lo peor de todo, no podía arriesgarse a darle un beso a Midorima después de escuchar la escalofriante precisión de esa locutora con voz de ardilla.

Miró la hora. Faltaban dos minutos para que comenzara el medio tiempo. Se preguntaba si Midorima por fin habría salido del bloqueo que tenía. Obviamente no. La palabra que más definía a Midorima Shintaro era supersticioso. Hoy era la primera vez desde que lo conocía que no cumplía su norma autoimpuesta del objeto de la suerte. Justamente hoy, en un partido tan importante y con un oponente tan difícil.

Escuchó muchos pares de pies a las afueras de los vestidores. Supuso que el segundo cuarto ya había acabado así que vendrían aquí a hacer unos cambios en el juego y a tomar un respiro. Cerró los ojos para disimular su ceño fruncido debido al dolor de su tobillo. Se estaba volviendo insoportable el dolor. No podía creer que una simple esguince diera tanto problema.

-Lo se… no sé qué le está pasando- Se escuchó el comentario de los chicos de la banca que claramente eran referentes a Midorima.

Al parecer la cosa no había cambiado desde que Takao se había ido y eso le molestaba. Lo ponía de muy mal humor no poder hacer nada por ayudar a Shin-chan.

-Hey Takao ¿Estas bien? Luce algo pálido- Dijo Miyaji mientras colocaba su mano en el hombro del pelinegro.

-Si… estoy perfectamente- Intentó sonreír pero simplemente no lo logro. Realmente le dolía bastante. No se había dado cuenta de que tenía una ligera capa de sudor en la frente, a pesar de que la temperatura estaba demasiado fresca afuera.

Los dedos de su pie herido se tensaron de forma impensable al sentir un intenso calambre que comenzó desde su rodilla. No pudo evitar apretar los ojos y los puños al sentir el intenso dolor en la pierna. ¿Qué demonios le estaba pasando?

-Kazunari ¿Qué pasa contigo?- Preguntó ahora el entrenador al notar su mueca de dolor y el color blancuzco que su piel había adquirido.

-Es… es solo un calambre… enseguida se me… pasa- Su voz se entrecortaba debido al gran esfuerzo que hacía para no proferir un gemido de dolor.

El entrenador no se tragó el cuento tan fácilmente. Mientras daba nuevas instrucciones a los jugadores miraba de reojo a Takao que seguía con una expresión contraída por las punzadas que sentía en todo el pie.

-Ya estoy aquí- Escuchó la voz de Midorima pero no tuvo el valor de abrir los ojos temiendo que leyera el suplicio por el que estaba pasando en su mirar.

Midorima miró a Takao. Le bastaron un par de segundos para darse cuenta que algo no estaba bien. Tenía la frente perlada en sudor y los puños tan fuertemente apretados que la punta de sus dedos estaba perdiendo color.

Pero decidió no decir nada. Estaba demasiado alterado por el juego que temía decir algo malo al pobre pelinegro. Pasó de largo hasta sentarse cerca del entrenador, el cual le pregunto por novena vez desde que salió de la cancha que era lo que le ocurría.

El insistió que no era nada. Solo nerviosismo, pero nadie le creyó aquello. Después de todo, no era un novato en su debut. Era el as de Shutoku y simplemente estaba fallando en lo que era su especialidad. Desde que Takao abandono la cancha, intento otros seis tiros de largo alcance, fallando todos y cada uno de ellos de una forma muy humillante. Realmente lo estaba intentando pero, sin su objeto de la suerte, no podría salir de esto.

Un beso. Miró por el rabillo del ojo a Takao, que seguía con la misma expresión de dolor en el rostro. Por encima de su frustración y estrés sobrevino la preocupación. ¿Qué tenía? ¿Acaso estaba muy mal? ¿Podía ayudarlo?

-¿Comprendieron?- Todos asintieron excepto Midorima, el cual seguía preguntándose por la salud del pelinegro. –Shintaro quedaras fuera el resto del partido- Sentenció el entrenador poniéndose de pie para volver a la cancha.

El resto de los jugadores quedaron unos segundos plantados en su sitio. El mejor jugador de Shutoku ¿fuera? Se miraron entre ellos como intentando decidir qué hacer. Solo se pusieron de pie y siguieron el camino del entrenador. Después de todo la decisión del coach era absoluta, y por más que protestaran este no cambiaría de opinión.

El vestidor se vacío en cuestión de segundos, dejando a Midorima y Takao solos.
El peliverde seguía en la misma posición desde hacía unos minutos. Y es que nunca, jamás en toda su vida en el deporte lo había sacado de un partido. Ni por lesiones o faltas. Mucho menos por que no fuese útil para el equipo, por lo menos hasta ese momento.

Se puso de pie, dispuesto a salir a tomar un poco de aire fresco. Al oír sus pasos caminando hacia la salida, Takao dijo su nombre un poco más fuerte de lo que realmente quería. Midorima paró en seco al escuchar su nombre en los labios temblorosos de su compañero.   

-Yo se lo… que te ocurre- Declaró el pelinegro con voz quebradiza.

-Deberías de concentrarte en lo que te ocurre a ti primeramente, ¿no crees?- Respondió algo molesto.

Él no sabía nada. No sabía que era su culpa. Si tan solo no se hubiese enamorado de él, probablemente habría conseguido un beso de cualquier chica que se le pusiera en frente. Pero no, tenía que caer completamente enamorado de la persona menos indicada del mundo.

-Tsk. Yo sé bien lo que me pasa pero tu… no pareces… entender tu posición en este momento- El dolor había ascendido desde su rodilla hasta la mitad de su muslo y seguía su camino hacia la cadera.  

Midorima apretó los puños. Tenía tantas ganas de darle un puñetazo, pero el tenia autocontrol y no dejaría que un estúpido como él lo hiciera perder los estribos.

-Escuche el horóscopo de hoy- Dijo Takao con un hilo de voz.

La sangre de Midorima se congelo en sus venas. Abrió los ojos, sorprendido. Entonces… ¿Qué sabia de todo esto? ¿Acaso sabía que lo quería? ¿Lo había adivinado debido a sus tiros fallos en el partido?

-¿Por qué demonios no fuiste y be…saste a cualquier chica del lugar?- Pregunto sin mucho ánimo presionando su muslo, deseando hacer un torniquete en el lugar.

Midorima se giró para verlo. Realmente se veía enfermo. Muy pálido, sudando frio. No sabía si debía ahorcarlo o abrazarlo en ese momento.

-¿Qué tanto del horóscopo  oíste?- Fue lo único que atino a decir.

-Lo único que me… importó fue el objeto del día de hoy… Un beso- Respondió con una sonrisa irónica en la boca.

- ¿Solo eso?-

-Pues si… ¿acaso importaba el resto?-

-No… en absoluto- Midorima desvió la mirada. Así que no sabía que era de una persona que le gustara. Eso hacía mucho más simples las cosas para el peliverde.

-Si ese es el caso pues… no me importaría… darte… uno…- Se calló un segundo, pero al no obtener respuesta, continuo- Tu sabes, por el bien… del equipo-

Midorima se sonrojo ligeramente. Avanzo medio paso mientras su mente se hacía un lio con tantas emociones encontradas. Siguió el camino hasta estar al costado de Takao. El antebrazo del mencionado reposaba sobre sus ojos, funcionando como antifaz. Su pierna herida estaba estirada mientras que la otra estaba doblada sobre la banca. Su espalda descansaba sobre lo largo de la banca, dándole un aire relajado. Aunque su rostro ceñudo disiparan dicha impresión.

Arrodillándose, acercó su rostro al de él. Al sentir su aliento chocar contra su rostro, Takao levanto su antebrazo para verlo a los ojos. Midorima tomo rápidamente su muñeca y la coloco en la misma posición, privándolo de la vista. Puso su otra mano en el pecho del pelinegro para evitar que se levantase.

-Es por el bien del equipo…- Repitió Midorima en voz baja cerca del oído del otro.

Sin esperar más tiempo acercó sus labios tocándolo primero suavemente para continuar con un toque más explícito. Takao no podía creerlo. Su sueño más secreto se estaba haciendo finalmente realidad. La boca de Shin-chan era tan suave como siempre lo había imaginado. No pudo evitar darle un pequeño mordisco a su labio inferior. Midorima se sorprendió un segundo al sentir los dientes del otro pero respondió rápidamente con otra mordida en el labio superior del otro.

Su juego prosiguió varios minutos, haciendo que la respiración de ambos se entrecortara. El peliverde no pudo evitar imaginarse a su compañero, en su cama, invitándolo al  pecado. La lengua de Midorima toco los labios de Takao, pidiendo permiso para comenzar un beso más enserio. Takao accedió, abriendo la boca lentamente permitiendo que Shin-chan la explorara a placer.

Takao podía notar algunos movimientos ligeramente torpes, dando por hecho que este era el primer beso del peliverde. Se sintió tan feliz en cuanto se dio cuenta de aquello. Decidió enseñarle un par de lecciones a aquel primerizo, así que con un par de movimientos Takao cambio el ritmo a algo más erótico y profundo. Ahora su lengua respondía a la de Midorima, frotándose una con la otra en movimientos frenticos de necesidad pura.

Se separaron solo cuando el aire les falto por completo. Midorima miro los labios hinchados de Takao, pensando lo delicioso que sería quedarse ahí por un par de horas, saboreando la boca de aquel pelinegro que le había robado el corazón. Pero debía volver al juego ya que, gracias a él, había conseguido su objeto de la suerte. Ahora la derrota sería imposible.

-Gracias- Fue lo único que se le ocurrió decir antes de ponerse de pie y salir rápidamente a la cancha. Con aquel beso le había regresado su confianza y ahora el cosmos estaba de su lado nuevamente.

Takao, por otro lado, se sentía peor que nunca. No solamente por el intenso dolor que ahora sentía hasta la cadera, sino porque sabía que eso había sido solo para ganar. Él era un objeto de la suerte más. El daño que sentía en el corazón era diez mil veces peor que el de su pierna. Y es que no había pastillas o jarabes que curaran un corazón roto. No existían remedios o inyecciones que le permitieran olvidar a ese primer amor que ahora se dirigía a la cancha.

Sus pensamientos se fueron haciendo más y más sobrios hasta que sus ojos se fueron oscureciendo de apoco. Lo último que vino a su mente antes de quedar inconsciente fue la suavidad y calidez de los labios de Shin-chan, SU Shin-chan.

Mientras tanto, en el juego, Midorima estaba teniendo una recuperación de ensueño. Tuvo que rogarle al entrenador para que le permitiese entrar nuevamente. Y, cuando por fin estuvo dentro, sintió el cambio de aura del partido.

Cuando inicio el tercer cuarto iban trece puntos abajo, y para cuando termino, habían volteado el marcador, ganando por dos puntos.

La moral del equipo ascendió hasta las nubes, al tener a su as mejor que nunca. El público los apoyaba de una manera impresionante al ver a un Shintaro que se levantaba de las cenizas de los primeros cuartos.

El último cuarto consistió solamente en agrandar la brecha en el puntaje.  Cada pase que llegaba a las manos de Midorima, era una canasta de tres puntos asegurada. La defensa de Seiho estaba siendo fácilmente superada gracias a ello. Debido a la desesperación, el equipo contrario comenzó a cometer muchas faltas pero nada termino en algo grave.

El árbitro dio por terminado el encuentro con un marcador final de 120 a 89, con otra victoria aplastante para Shutoku. El equipo regreso desbordante de alegría a los vestidores, donde Midorima encontró a Takao con los ojos cerrados y los brazos extendidos a los costados, sin expresión alguna en su rostro. No se movió ni un centímetro a pesar de todo el ruido que hacían sus compañeros.

Su pecho subía y baja rápidamente, haciendo que su respiración pareciera superficial. Midorima sabía perfectamente que Takao respiraba profunda y pausadamente cuando dormía, debido a que tuvieron que dormir juntos en el campamento de entrenamiento durante el verano.

Se acercó y colocó su mano sobre la frente del pelinegro. Estaba empapada en sudor y ardiendo en fiebre. Sin pensarlo dos veces llamo al entrenador.

-Hey, hey Takao- El coach intento despertarlo pero al parecer yacía inconsciente.

 

El resto del equipo se mantuvo callado en cuanto se dieron cuenta de la gravedad de la situación. Llamaron a una ambulancia mientras intentaban mantener la calma.
Los paramédicos llegaron rápidamente. Uno de ellos tomo los signos vitales de Takao bajo la atenta mirada de Midorima. El hombre frunció el ceño profundamente y apresuro al otro para llevarse al pelinegro lo antes posible a un hospital.

 

Eso no era una buena señal en absoluto. Los paramédicos se fueron llevándose al entrenador en la ambulancia para hacer el papeleo. El resto del equipo se quedó callado un par de minutos después de que salieron de los vestidores.   

 

-¿Qué le habrá pasado?- Se escuchó la pregunta al aire. Un bufido se dejó oír.

 

-Si lo supiéramos no estaríamos tan preocupados ¿No crees?- Respondió sarcástico otro.

 

-Recuerdan que mal se veía en el medio tiempo…-

 

-Pero en la mañana se veía muy bien-

 

Midorima dejo de escuchar la conversación intrascendente de los demás. Su mente comenzó a ahogarse en preocupación y miedo. ¿Qué haría si algo realmente grave le había sucedido? Después de ese beso pudo sentir el auge de aquel sentimiento. Tan vivido, tan hermoso. Ahora sabía que realmente lo quería. Que no solo era un capricho o una costumbre por el tiempo que compartían juntos. Realmente lo quería.

¿Sería demasiado tarde ahora?

 

Con aquellos pensamientos tristes regreso a su hogar. Se mantuvo pegado al teléfono esperando noticias de Takao pero… nada. La espera lo estaba desquiciando. Deseaba verlo y tomarlo entre sus brazos y decirle que lo quería. Pero no tenía idea del hospital donde lo habían internado. O si ya estaba en casa. No sabía absolutamente nada.

 

Al día siguiente despertó de muy mal humor. No había dormido debido a la preocupación e incertidumbre que sentía. No lo habían contactado y eso lo enfadaba demasiado. ¿Qué creían? ¿Qué no le importaba? Era su compañero de equipo, era su amigo, era su Takao…

 

El ring de su celular hizo que diera un respingo. A tropezones y casi caídas alcanzo su celular contestando con algo de desesperación.

 

-¿Hola?-

 

-¿Midorima? Soy Miyaji… Lo siento si te desperté pero es sobre Takao…-

 

-¿Qué pasa con él? ¿Dónde está?- Se dio cuenta de su tono sumamente exasperado. Corto en seco la línea de pensamiento llena de preguntas desesperadas.

 

-Bueno ya se encuentra fuera de peligro… está en el Hospital Morimoto cerca de tu casa…-

 

-¿Qué habitación?-

 

-Es la 404 pero creo que en este momento no desea recibir visi…-

 

-Gracias Miyaji…-

 

Y colgó el teléfono. Se vistió rápidamente con unos jeans y una camiseta cualquiera. Vendo sus manos y salió rápidamente hacia allá. Realmente estaba cerca de su hogar. A cinco cuadras cuando mucho. Sus zancadas largas le permitieron llegar en unos minutos. Lo único que pensaba en ese momento era ver la cara sonriente de Takao diciéndole que hicieran algo divertido como era su costumbre.

Entró rápidamente sin siquiera mirar si sus otros compañeros se encontraban en la sala de espera.

 

-400, 401, 402, 403, 404- Por fin había llegado pero se detuvo en seco con la mano en la perilla.

 

¿Qué se supone que le diría? ¿Qué preguntaría? ¿Se sorprendería de verlo ahí? Con toda la desesperación, Midorima no se había dado el tiempo de reflexionar de qué manera cambiaría su relación después de lo que ocurrió en los vestidores. Lo peor del caso es que no solo fue un simple beso en los labios. Fue una conexión. Fue algo más que un simple roce, fue besar el roció con el alma, fue tocar las nubes con la punta de los dedos, fue una expresión de amor.      

 

Al siquiera recordarlo el corazón se le aceleraba y los sentidos se ponían a flor de piel. El tocarlo. El besarlo. El saborear la boca con la que tanto soñaba. Contuvo la respiración. Tenía que hacerlo. Su preocupación era mucho más grande que sus dudas. Así que sin perder más tiempo giro el pomo dando paso a la imagen de un cuarto con paredes blancas. Azulejo reluciente. Una ventana grande junto a la cama que estaba un poco al centro de la habitación. Y sobre el colchón se encontraba el cuerpo de Takao vestido con una bata y con un videojuego en las manos. El yeso de su tobillo sobresalía de la sabana azulada. Se veía mucho mejor. Mucho más tranquilo, sin esa expresión de dolor en el rostro.

 

-¿Puedo entrar?- Dijo Midorima desde la puerta. Takao levanto la mirada de Mario Bros, le hecho una ojeada rápida y volvió a su juego.

 

El peliverde sintió una punzada de dolor por aquella mirada frívola. Sin mucha esperanza de que respondiera algo, entró a la habitación cerrando la puerta tras de sí. Eran alrededor de las diez de la mañana. Su horóscopo ya había pasado. Tendría que esperar unas horas más. Pero… por alguna extraña razón, no le importo tanto como normalmente. Tomo una silla abandonada en una esquina, acercándola lo suficiente para quedar a un costado de la camilla.

 

Un tenso silencio se formó en el lugar. Midorima era un experto siendo estoico. Manteniéndose quieto, como una estatua de mármol. En cambio, Takao era un parlanchín incurable, con energía desbordante la mayoría del tiempo por lo que aquel silencio lo sacaba de sus casillas. Perdió una, dos, tres veces en el videojuego debido a la incesante mirada que sentía clavada en su cuerpo. Era una sensación quemante que sabía solo Midorima Shintaro podría hacerlo sentir.

 

-¿Por qué demonios viniste?- La pregunta era ruda y directa. Nunca usaba ese tono con Shin-chan, pero estaba dolido. El haber sido utilizado por aquel ojiverde lo hería y, para ser sinceros, era la última persona que deseaba ver en esos momentos.

 

La pregunta tomo por sorpresa a Midorima. No precisamente por la forma descortés con la que había sido dicha, sino porque ni el mismo sabia la respuesta. Se tomó un par de segundos para pensar ello. ¿Por qué había venido? Un conocido cualquiera hubiese esperado una llamada o quizá que alguna persona le hablara al respecto. Un amigo hubiese ido al hospital simplemente para asegurarse de que estuviese bien. Pero ninguna de esas razones era la que había impulsado a Midorima a levantarse e ir prácticamente corriendo al hospital.

 

Él había ido no por que quisiera saber de él, sino porque necesitaba saber que estaba bien. Anhelaba verlo a los ojos, tocar su rostro y estar completamente seguro de que estaba ahí. Deseaba protegerlo y no volver a permitir que nada le provocase dolor. Pero… no podía decirle aquello… simplemente, no era el momento. Takao se veía bastante molesto, probablemente porque se había sobrepasado con aquel beso. Quizá el pelinegro sintió que Midorima tomo ventaja de la situación, abusando de la confianza que le había otorgado. Y, si ese era el caso, lo último que querría oír sería una confesión.

 

-Solo quería ver si estabas bien…- Respondió con voz sin vida pero firmemente.

 

-Pues como puedes comprobar estoy perfectamente bien, ya puedes irte- Takao se sentía muy molesto. Sobre todo consigo mismo por ser tan maleducado y cortante con la persona que decía amar, pero simplemente no deseaba volver a ser utilizado por esa persona.   

 

-¿Qué fue lo que ocurrió? Estabas muy bien en la mañana…-

 

-Resulta que soy alérgico al medicamento que me dieron… ahora tendré que permanecer aquí por tres días hasta que mi cuerpo se desintoxique completamente-

 

Midorima abrió los ojos, sorprendido. ¿Qué clase de hospital era ese? Takao bien podría haber muerto. Un escalofrió le recorrió la espalda al pensar en esa posibilidad. Lo miro de nuevo. El ángulo de su mandíbula resaltaba sus rasgos delicados. El subir y bajar de su pecho. Rítmico y tranquilo. No podía imaginarse una vida sin ver su sonrisa o su melena obscura mecerse a cada paso que daba.

 

-¿Por qué estas molesto?- La pregunta se escurrió por sus labios accidentalmente. Era algo que Midorima quería saber pero que no debía cuestionar. Su subconsciente lo había traicionado dejando la pregunta flotando en el aire.

 

Takao lo miro sin importarle perder otra de sus valiosas vidas en el videojuego. Su expresión había cambiado súbitamente de la relajación a un ceño fruncido y a unos ojos quemantes. ¿Debería serle sincero? ¿Sería apropiado decirlo ahora? ¿Revelar sus sentimientos? Sí. Era ahora o nunca. En la intimidad de esa habitación no importaría ser completamente transparente con lo que sentía. Takao tomo aire, intentando darse ánimos.

 

-No estoy molesto… solo… estoy dolido-

 

Midorima busco su mirada, intentando comprender aquello, pero Takao la ocultaba bajo sus mechones de cabello.

 

-¿Dolido? ¿Por qué?- Se hubiese esperado cualquier respuesta excepto esa. Midorima acomodo sus lentes, esperando impacientemente por las palabras del pelinegro.

 

-Solo… solo olvídalo ¿de acuerdo?- Seria mejor así. Sin corazones rotos o amistades terminadas. Solo de esta manera, ocultando lo que sentía, podría intentar fingir que aquel beso jamás había sucedido.

 

¿Olvidarlo? Sería imposible, aunque así lo quisiera, no podría verlo cada mañana sabiendo que lo había herido. Y más que nada, quería compensarlo. Un corazón tan precioso, tan maravilloso como el de Takao nunca jamás debía sufrir. 


Para ese momento, el pelinegro ya había perdido todas sus vidas en aquel exasperante videojuego. Realmente no era un gran fanático de esa franquicia en particular pero, lo ayudaba a mantener su mente y sus ojos lejos de aquel atractivo peliverde que lo miraba sin chistar. ¿Por qué no podía solo irse y dejarlo consumirse en su confusión? ¿En verdad Midorima Shintaro era una persona tan cruel? ¿O será que él era un idiota? Y es que su sola presencia en ese cuarto lo hacía ilusionarse. Permitía que su imaginación creara una realidad donde pudiesen estar juntos sin ningún problema. Sin el miedo al qué dirán. Solo ellos con su loco amor.  

 

-Dímelo- Su tono había cambiado de una habitual indiferencia a un macizo interés. Fue casi como escuchar la orden de un molesto monarca.

 

-Te dije que lo olvi…- Takao no tuvo tiempo de si quiera terminar la oración.

Midorima lo tomo por la muñeca quizá con más fuerza de la necesaria, obligándolo a despegar su mi mirada del maldito videojuego. Los ojos de Takao se abrieron como platos, quedándose clavados en los de su atacante. Midorima siempre solía ser controlado, frio y calculador. Este arranque no era propio de él y por ello Takao temía. Tembló bajo la firme mano del peliverde que no aminoraba la potencia de su agarre, hiriéndolo.

 

-¿Qué demonios crees que haces?- Levanto la voz molesto. Levanto la mano derecha dispuesto a tirarle los dientes de un puñetazo pero los reflejos del peliverde le permitieron esquivarlo fácilmente.

 

Tomo la otra muñeca por igual. Takao era fuerte pero la superioridad física de Midorima le permitió dominarlo cómodamente. De un salto se colocó sobre las caderas del pelinegro que lo miraba perplejo. ¿En qué estaba pensado? Puso sus brazos sobre su cabeza y, gracias a sus manos grandes, sujeto ambas muñecas con su mano izquierda. Takao forcejeo para soltarse pero sus esfuerzos fueron inútiles.

 

-Recuerda que soy surdo- Dijo Midorima cerca de su oído dejándole en claro que no podría liberarse de su mano más fuerte.

 

No podía quitárselo de encima, y aunque pudiese, no podría huir debido a su tobillo herido. Miró fugazmente la puerta, como desenado que alguien apareciera de pronto. Pero no lo harían. Justamente antes de que Midorima llegara de improvisto le había aclarado expresamente a una enfermera que no lo molestase ya que deseaba dormir el resto de la mañana.

 

-Suéltame…- Apenas pudo articular, ya que el peso del ojiverde no le permitía respirar.

 

-No lo haré… al menos no hasta que me digas que fue lo que hice para herirte de tal forma que no deseas verme ni hablarme- Takao cerró los ojos un momento, intentando pensar en una forma más fácil de librarse de esto.

 

-¿O que harás? ¿Violarme?- Sonrió con una pisca de satisfacción entre los dientes. Takao Kazunari podía ser cualquier cosa excepto cobarde. Ya estaba en esta situación, ahora debía salir de ella.

 

El pelinegro sonrió aún más al ver la dudosa expresión de Midorima. Y es que se sentía confiado. Realmente ¿Qué podría hacerle?  El ojiverde se mantuvo quieto por lo que pareció una eternidad, debatiéndose en hacer o no el siguiente movimiento. Sonrió de lado al tomar la decisión más conveniente. Con su mano derecha levanto el mentón del pelinegro y choco sus labios contra los de él. Takao se removió aún más fuete entre las manos de Shintaro pero tal y como había dicho, su mano más fuerte era la encargada de mantenerlo cautivo.

 

Se separó de él aun con la sonrisa pegada en la boca, mirando la sorpresa del rostro ajeno. Jamás pensó en que algún día actuaria de modo tan bestial e imprudente pero, ya que estaba en ello deseaba disfrutarlo, aunque fuese un poco.

 

-Es una buena opción…- Respondió con descaro seca del cuello de su prisionero.

 

Paso su fina nariz por el cuello del pelinegro el cual se sentía desfallecer. Descargas eléctricas sentía en los lugares donde sus labios y yemas pasaban. ¿De verdad lo haría? No… no podía ser… él no era Midorima… él no era su Shin-chan. Se estremeció nuevamente al sentir la lengua del peliverde danzar por su clavícula y subir otra vez a su boca, besándolo. A veces brusco otras suave. ¿A que estaba jugando?

 

-¿Y bien?... ¿Me lo dirás?- Termino la frase con un suspiro sobre su oído. Un escalofrió inmenso le recorrió la columna.

 

-Te lo diré si me sueltas de una buena vez- Fue lo mejor que pudo pensar en ese momento. Midorima pareció pensarlo unos segundos antes de bajarse de la camilla. Soltó sus manos suavemente y se sentó en la silla, como si nada hubiera pasado.

 

-De acuerdo, pero recuerda que en cualquier momento puedo ponerte en la misma posición en la que estabas- Sonrió con superioridad, provocando un escandaloso sonrojo al pelinegro.

 

-¿quieres la verdad de porque me siento así? Es simplemente porque… me sentí… usado…  Bien ya lo dije, ahora largo de aquí- Señalo la puerta firmemente pero con las mejillas tan sonrosadas era imposible para Midorima tomárselo en serio.

 

-¿Usado?-

 

-Si usado… ¿no entiendes español?- Vio como un brillo asesino salía de los ojos verdes de su acompañante, así que bajo su hostilidad al mínimo – Es solo que… cuando… cuando nos besamos… fue solo por tu insana obsesión por ganar. Me sentí como otro objeto de la suerte al que puedes recurrir siempre que quieras algo…- Bajo la mirada para evitar encontrarse con aquellos orbes jade que tanto lo descolocaban.

 

Midorima acomodo sus lentes nuevamente. Recargo la espalda en la silla, adoptando una posición despreocupada. Las palabras se estaban a galopando en su garganta pero quería organizar sus ideas antes de decir cualquier incoherencia que se pudiese malinterpretar.

 

-Pues tienes algo de razón- Takao sintió como un desgarre en el pecho. ¿Así que solo era un objeto para él? Pronto la tristeza fue remplazada por la ira. ¿Cómo podía ser tan sínico?

 

-Fue culpa mía- Comenzó Takao –Fue mi culpa por creer que tendrías algún otro motivo para hacerlo. ¡Pero supongo que es a lo máximo que puedo aspirar! ¡A ser un objeto cualquiera ante tus ojos!- No se dio cuenta cuando su lastimera voz se había convertido en un grito desesperado.

 

Unas cuantas lágrimas se habían acumulado en sus ojos. Takao giró la cabeza de tal forma que Midorima no las viera. Después de todo, no significarían nada para él. Lo contemplo por el rabillo del ojo. Seguía en la misma posición. Tan desinteresado, tan ausente. Ahora sí que deseaba golpearlo y romperle esa perfecta nariz que no hace mucho rondaba por su cuello.

 

-En eso te equivocas…- Dijo Midorima, captando la atención del pelinegro- Tú no eres un objeto de la suerte, eres EL objeto de la suerte. Eres el definitivo. Mientras estés junto a mí el cosmos siempre estará de mi lado.

 Takao se giró bruscamente. Eso había sido… ¿Una confesión? Por lo menos lo había sido para él. Su corazón latió incluso más rápido que en los partidos. Tan deprisa que temía morir de una taquicardia en cualquier segundo. Gracias a Dios que había insistido en retirar toda esa maquinaria que registraba los latidos de su corazón. Hubiese sido bastante vergonzoso que Midorima escuchase aquel galope incesante que aquel órgano estaba haciendo en ese momento. Deseo ponerse de pie y pedirle perdón por lo maleducado que había sido, pero estaba completamente congelado en el colchón.

Midorima en cambio luchaba por no saltarle encima nuevamente. Su rostro aun sonrojado y sus ojos tan cristalinos le provocaban una excitación pervertida. Desvió la mirada intentando hacer lo mismo con el rumbo que su descarada imaginación estaba tomando.

-Me voy…- Midorima se puso de pie, dejo la silla en el lugar donde la había encontrado y abrió la puerta dispuesto a irse.

-No te vayas…- La voz de Takao fue un susurro anhelante.

Midorima se paró en seco. Volvió a un costado de la camilla y le robo un beso fugaz en los labios al que sabía el amor de su vida. Acaricio su mentón de forma lenta mientras el pelinegro enredaba sus dedos en los mechones verdes del otro. Acomodo sus lentes, deslizando sus labios hasta los oídos atentos de Takao.

-Recuerda que dentro de cinco días tendremos otro partido así que necesitaré que me des suerte- Se detuvo unos momentos, disfrutando de la suave y cálida piel del chico- Te espero en mi casa. Mientras tanto descansa, te quiero fuerte y sano para ese día-

El sonrojo de Takao volvió con más fuerza. Vio la ancha espalda de Midorima mientras salía de la habitación. Se recostó una vez más con el videojuego en las manos. Ahora solo deseaba que el dia de su cita llegara de una buena vez. 

Notas finales:

Gracias por leer n.n 
Espero sus comentarios y sugerencias! :3


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).