A una corta edad, pequeño, de cabellos alborotados con una cara desafiante y de pocos amigos, lo observaba cada día molestando a los profesores, a compañeros y toda persona la cual se topara por su camino, a pesar de todos estos defectos, esa antipatía y esa manera altanera de referirse a sus pares, niñas y niños deseaban siempre estar a su lado, pensando en él como si de un dios se tratase, rodeaban su espacio personal con sus diminutos cuerpos, con sus atentos y curiosos ojos lo recorrían por completo intentado copiar o poseer algo de aquella actitud desafiante, se juntaban a su alrededor como tratando de contagiarse de aquella aura imponente tratando recibir su atención, el pequeño rubio los ignoraba y solo los miraba con desprecio sin dirigirles una sola palabra ni una sola mirada.
Aquel niño llamado Mahiro realmente le parecía molesto, no entendía el afán de sus compañeros de acercarse siendo alguien tan fastidioso, aquella tediosa rutina le parecía realmente absurda al castaño y sin mas remedio solo ignoraba a la "gran figura" al igual que a todos los de su salón, amigos nulos, antisocial y no muy querido entre sus compañeros, pero no por ello un buscapleitos y déspota como su par, no le gustaba tratar con nadie y de esa manera se lograba sentir mejor.
El timbre del receso resonó por los pasillos de la primaria y una estampida de pequeños salio del aula de clases gritando desesperados por aprovechar cada minuto, al igual que todos los día esperaba a que toda ese "precoz ganado" saliera antes que él para no ser aplastado en el camino.
Parecía ser un día no muy diferente a otro, la misma gente los mismos arboles, la misma exagerada risa y gritos de los infantes, nada diferente a cualquier otro, atravesaba el patio de juegos dirigiéndose a su único lugar en el que podía estar solo y descansar de todas esas risas.
Suspiró al sentir el fresco césped bajo sus piernas, apoyó su espalda sobre el tronco de un gran árbol, le daba la sombra necesaria para no ser tocado por aquellos fuertes rayos solares que amenazaban con quemar su blanca piel, cerro su ojos e intento imaginar que no estaba en aquel lugar. sigilosos pasos se le acercaban amenazando perturbar su tranquilidad y el grito de guerra de uno de los niños termino de perturbarla por completo, el impacto de una pequeña piedra sobre su hombro le causo un agudo dolor, abrió sus ojos, con sus antebrazos cubrió su cara mientras recibía múltiples impactos de rocas por todo su cuerpo, cada impacto dolía igual o peor que el anterior.
Frente a él un grupo de chicos un curso mayor lanzándole sin piedad alguna y sin medir fuerzas una a una grises rocas y lo que a su paso encontraran, cada tiro era certero , cada golpe azotaba su cuerpo, y él sin poder moverse ni poder huir.
De un instante a otro dejo sentir aquella horrible sensación de los reiterados ataques, alzó su mirada y frente a él se encontraba la mayor de sus sorpresas, aquel molesto y petulante rubio, utilizando su cuerpo como un escudo para protegerlo mientras intimidaba a los agresores.
"Ilógica".
Era la única palabra que retrataba la escena.