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Fotografías por Orihime Hatake

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Notas del fanfic:

Estos personajes son propiedad de Tadatoshi Fujimaki 

Notas del capitulo:

Hola! Hoy es un día muy especial! (07/07/13) Es el cumpleaños de Midorima Shintaro, un protagonista frecuente en mis historias alocadas. 

Le tengo mucho aprecio a este personaje, por lo que decidí escribir este One shot para conmemorar este fecha.

Muchas Felicidades Shin-chan!

Se levantó con desgano. Anoche habían tenido un partido muy difícil y se sentía agotado. Eran las 8:00 a.m. del sábado pero, deseaba dormir hasta tarde ese día. Sobre todo ese día. Y es que, no era cualquier sábado de cualquier mes. Era sábado siete de julio, y eso le molestaba.

Sus padres habían salido de viaje, de nuevo. Era verdad que, ahora con diecisiete años, ya no le deprimía la ausencia de su madre y padre pero, aun así, no podía evitar sentirse solo. No tenía muchos amigos. Los pocos que tenía probablemente ni siquiera supieran que era su cumpleaños, pero ¿a quién le importaba? Desde que tenía memoria los únicos invitados en sus fiestas eran los empleados de la mansión.  Solo un pequeño pastel con unas cuantas velas para después continuar con sus exhaustivos entrenamientos o clases extracurriculares.

Volvió a recostarse sabiendo que si salía del cuarto, las mucamas lo llevarían a la cocina a partir el clásico pastel de todos los años, la única diferencia sería una vela más que la vez anterior. Miró al ventanal. Si pudiese pedir un deseo de cumpleaños, sería que ese día terminara de una buena vez.

Un sonido lo saco de sus pensamientos pesimistas. Era su celular vibrando en el tocador a un costado de su cama. Estiró el brazo sin saber quién demonios podía estar molestando tan temprano en sábado.

Era un mensaje de Takao. Una carita feliz y una frase muy simplona. “Feliz cumpleaños Shin-chan” Se leía en la pantalla. Midorima tuvo sentimientos encontrados. Quiso arrojar el celular lejos de él y simplemente volver a dormir pero, en el fondo, se sintió tan conmovido, tan feliz. Era la primera vez en Dios sabe cuántos años que alguien, fuera de las mucamas, le deseara un día feliz.

Casi al instante recibió otro mensaje. “Vamos al cine! Yo invito, pero solo porque es tu día” ¿Por qué Takao hacia aquello? ¿Acaso no se daba cuenta que lo único que quería hacer ese día era dormir?

“Por favor?” Pero que insistente era aquel muchacho. Sin mucha convicción le respondió un frio “De acuerdo, pero deja de molestar” que fue respondido enseguida con un emoticon bastante emocionado.  

Se arregló con toda la calma del mundo. Realmente no deseaba salir pero si se reusaba, Takao lo molestaría el resto del día. Sabía perfectamente que tan terco podía llegar a ser el moreno y, la verdad, no quería soportar sus mensajes y llamadas cada dos segundos.

-¡Shin-chan! ¡Feliz cumpleaños!- Takao gritó en cuanto el peliverde apareció en su rango de visión.

Corrió los diez metros que los separaba, saltándole encima como un perro que ha extrañado a su dueño. Las gafas del cumpleañero se descolocaron pero, por alguna razón, sintió una calidez que no había sentido hace demasiado tiempo.

-Ya basta Takao, las personas nos miran- Alejó al moreno que aún conservaba el brillo de emoción en los ojos.

Escogieron la película, y Takao pagó las entradas. Midorima decidió actuar como si se tratase de un día común y corriente, porque eso es exactamente lo que era, pero la actitud de su acompañante no le dejaba de recordar aquello.

-Y ¿Cómo te la haz pasado hoy Shin-chan? ¿Tienes planes con tus padres? ¿Quizá con tus amigos de la secundaria? ¿Cuántos mensajes haz recibido para felicitarte?- Las preguntas del muchacho lo estaban exasperando.

Mientras caminaban por el pasillo para entrar a la función, Midorima intentaba controlar sus inmensas ganas de estrangular a ese maldito curioso. A cualquier otra persona no le hubiese importado contestar pero, más que importarle, le ponía triste y algo molesto. Hasta ahora se la estaba pasando mal, sus padres no estaban como siempre, ¿sus amigos de la secundaria? Ninguno de la generación de los milagros podía considerarse su amigo y por si fuera poco, el único mensaje que había recibido era el suyo.

El pelinegro no se percató cuando Midorima cerró los puños y apretó la mandíbula. Se paró dejando avanzar solo al parlanchín de Takao que no fue hasta varios metros después que se dio cuenta de la ausencia del peliverde. Se giró para encontrarse con la cara roja de coraje de    
Shin-chan.

-¿Puedes callarte?- Dijo con su habitual tono clamo y frívolo, pero con el enojo chorreando por las palabras – Sabes que… fue un error venir. Por favor no me mandes mensajes ni me llames más-

Salió prácticamente corriendo del lugar, dejando a Takao muy confundido y desilusionado.

Llegó hecho una furia a su mansión, pero, en cuanto piso su cuarto se quedó sin una pizca de fuerza en su cuerpo. Se hecho en la cama con una expresión cansada. Las emociones fuertes lo agotaban y por ello siempre procuraba controlarse y pensar fríamente. Se quedó dormido en los segundos siguientes, pensando si habría sido muy cruel con el pobre de Takao. Después de todo el solo había intentado alegrarle el día. Pero no quería pensar más. No quería sentir más, así que cerró los ojos deseando despertar el día siguiente.

No sabía si era una buena idea, pero tenía que intentarlo. Tocó la gran puerta de la mansión con un nudo en la garganta. ¿Se molestaría a un más si lo veía en su casa? Pues, solo había una manera de averiguarlo. Una mucama joven de cabellos castaños abrió la puerta.

-Hola- Mal inicio- Vengo a ver  a Shin… quiero decir a Midorima-

-En este momento no puede atenderlo- Dijo sin más la chica.

-No se preocupe, esperare. Esperare el tiempo que sea necesario-

Con su arma secreta (mirada suplicante de perrito bajo la lluvia) convenció a la chica para dejarlo entrar. Lo condujo hasta una gran sala vacía y le pidió que esperara en ese lugar hasta que Midorima pudiera atenderlo.

Antes de que pudiera preguntar otra cosa la mucama salió del cuarto, cerrando la puerta tras de sí. Takao se quedó solo en aquella habitación con muebles lujosos. Sin tan impaciente como era, duro dos minutos sentado cuando no pudo soportarlo más. Comenzó a mirar los libros y papeles que había en los estantes. Hojeaba las cosas que lucían interesantes pero, todo era con respecto a acciones en compañías, bolsa de valores, precio, números… cosas que no entendía en absoluto.

Todos los libros tenían la misma pinta. Una empastadura verde oscuro con letras plateadas. “Principios de la economía moderna” “Balances” “Clasificación del PIB” Cada título era incluso más aburrido que el anterior. Estaba por rendirse cuando, en el apartado más alto de una repisa, vio un empastado distinto. Un rojizo borgoña que resaltaba entre todo aquel verde.

A base de saltos e intentos fallidos, por fin pudo conseguir aquel misterioso libro sin nombre. Se sentó en el suelo, impaciente por ver el contenido. Mucha fue su sorpresa al darse cuenta de lo que era. “Un álbum de fotos” pensó mientras buscaba en el interior. Se sorprendió a un más cuando se dio cuenta que, en todo el álbum, solo había unas quince fotografías a lo mucho.

Miró la primera. Eran una mujer y un hombre sosteniendo a un bebe entre sus manos. Eran los padres de Shin-chan. Le brillaron los ojos al ver el hermoso bebe que alguna vez fue Midorima. Tenía un gorro de fiesta en la cabeza y los ojos ligeramente cerrados. Se notaba que tendría problemas de visión desde pequeño.  Un pastel de cumpleaños se veía de fondo, dejando claro que celebraban el cumpleaños de aquel precioso niño.

Las siguientes imágenes eran similares a la primera. El padre y la madre del peliverde sujetándolo, siempre junto a él. Pero, llegó a un punto donde las fotografías cambiaron. Ahora se veía a Shin-chan solo, frente a un pastel de cumpleaños.  Tenía alrededor de seis años cuando sus padres desaparecieron de la fotografía. Y la última imagen, a sus doce años, se distinguía la mirada fría que Midorima conservaba hasta la actualidad.

Takao sintió un hueco muy grande en el pecho. Ese álbum era una prueba de la solitaria niñez de su compañero. Ahora se daba cuenta de lo estúpido que había sido al hacerle todas esas preguntas en el cine. Dejó el álbum en el suelo sin importarle que descubrieran que estuvo husmeando. Salió corriendo a la cocina, la cual le costó mucho trabajo hallar, y tomó por los hombros a la primer mucama que vio.

-Perdóname por ser tan brusco pero, necesito un favor-

 

Abrió los ojos ligeramente. El cielo oscuro fuera de su ventana le dio la bienvenida al mundo consiente. Vio su reloj que marcaba las 9:03 p.m. Por desgracia, aún era su cumpleaños, pero por lo menos no por mucho. No se levantó pero tampoco volvió a dormir. Ya se había recuperado del coraje que Takao lo había hecho pasar hace unas horas, por lo que tenía mucha energía. Pero, a pesar de lo mucho que deseaba pararse y hacer algo de provecho, no se movió. No quería ver a nadie hasta que su cumpleaños terminara de una vez por todas.

Se giró sobre el colchón quedando bocarriba. Le fue inevitable preguntarse que estarían haciendo sus padres en ese momento. Que era tan importante como para no darles tiempo de tomar el maldito móvil y enviarle un estúpido mensaje. No era el primer año, y estaba seguro que tampoco el último, en que sus padres olvidaran su cumpleaños. Después de tanto tiempo, ya se había acostumbrado a ello pero, aun dolía.

No volvió a llorar la falta de sus padres desde su última celebración cuando tenía doce. Sin embargo, que los ojos no derramen lágrimas no significa que el corazón no esté sufriendo. Se había vuelto muy bueno para disfrazar sus emociones pero, este día del año, siempre se sentía más vulnerable.

-¿Estas despierto?- Escuchó una voz desde la entrada de su cuarto. Se levantó de golpe al ver aquella cabellera negra asomándose por la puerta con una sonrisa discreta. Sabía de antemano que si lo estaba.

-¿Qué diablos haces aquí?-

-Yo solo…- Takao terminó de entrar a la habitación y cerró la puerta a sus espaldas –Bueno yo… solo viene a disculparme por haberte incomodado en el cine. No fue mi intención hacerte sentir mal. Realmente lo lamento Shin-chan-

Midorima se quedó sin palabras por primera vez en mucho tiempo. Nunca había visto a Takao tan serio como en ese momento, así que, no sabía cómo reaccionar. Se quedó callado sin tener idea que responder a aquello. El pelinegro se dio cuenta de esto así que se acercó a la cama. Tomó la mano de Shin-chan entre las suyas y colocó en su palma un pequeño pastelillo con una vela en la cumbre.

Los ojos del peliverde se quedaron calvados en el pequeño pastel y en el fuego danzante de la vela. No podía ponerle nombre a eso que estaba sintiendo. Fue lo mismo que experimento cuando Takao lo abrazó hace unas horas pero multiplicado miles de veces. Takao tomó la barbilla de Midorima alzando sus ojos. Sacó un moño de regalo dentro de su bolsillo y lo pego en su cabeza, sonriendo con mucha sinceridad.

-¡Feliz cumpleaños Shin-chan! Pide un deseo y yo lo cumpliré sin importar que tanto me cueste lograrlo, lo prometo –La emoción brilló en sus ojos dejando claro que no se rendiría, sin importar lo que pidiera el peliverde.

El cumpleañero se quedó helado unos segundos. ¿Así era como se sentía? ¿Así se sentía el amor? ¿El hecho de importarle a alguien?. Midorima sopló la vela y después miró muy serio a Takao. Lo tomó del brazo y lo arrojó a la cama, subiendo sobre sus caderas para mantenerlo acostado. El pelinegro no reaccionó hasta que fue muy tarde. Intentó quitárselo de encima pero Midorima, con un simple movimiento, puso sus muñecas sobre su cabeza con un sólido agarre.  

-¿Qué… que haces?- Preguntó nervioso el pelinegro bajo el peso del otro.

-Dijiste que me darías cualquier cosa que yo deseara, sin importar que…- Se acercó a su oído lamiendo su cuello por el camino- En ese caso… te quiero a ti-                                     

Sin darle tiempo a que contestara estrelló sus labios con los de su prisionero. Takao se resistió en un inicio pero, una promesa era una promesa. Y haría cualquier cosa para hacer feliz a Shin-chan. Abrió su boca, permitiendo que la lengua caliente de Midorima se paseara por cada rincón. Se sentía un cosquilleo constante en su espalda, haciéndolo arquearse de vez en vez. Sus respiraciones se entremezclaban, creando un perfume de pasión incontrolable.

Una vez que les faltó el aire se separaron. Takao abrió los ojos al sentir unas gotas resbalar por sus mejillas. Midorima, aun con los ojos cerrados, lloraba. En silencio pero con mucho sentimiento. El peliverde abrazó al moreno fuertemente. Valla que se sentía bien. Ese hueco que sentía cada siete de Julio había desaparecido en los brazos de aquel muchacho parlanchín e impulsivo. Takao respondió el abrazo comprendiendo que aquello no era otra cosa sino un “Gracias”

Midorima siguió llorando por unos minutos más. El saberse querido. El saberse importante para alguien era una sensación hermosa que llenaba tanto su alma que un poco de alegría se escurría por sus ojos. No tenía la más mínima intención de dejar ir a aquel pelinegro que le había demostrado lo mucho que le estimaba. Ni este cumpleaños, ni ningún otro volvería a estar solo.     

Notas finales:

Hola!

Lamento si esta un poco (o muy) mal escrito, pero lo escribí de forma apresurada ya que la idea me llegó de pronto.

Todos sus comentarios son bienvenidos asi que porfavor comenta que te ha parecido la historia. 

:D Gracias por leer! 


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