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Tan solo una novela por MadAsAHatter

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Notas del fanfic:

Esta historia será corta, tengo planeado que sean cerca de 6 capitulos, no más, es un experimento asi que espero que funcione y le guste a quien lea, lo lamento si despues tengo que hacer alguna correción. saludos !  

Notas del capitulo:

La historia esta ambientada en Santiago de Chile, cualquier parecido con la vida real, es estrictamente intencional ;) 

Del modelo de sesión y sus recuerdos.

 

Se conocieron en un bar una noche de viernes donde las oportunidades parecían infinitas y las limitaciones casi inexistentes, donde con un buen culo y un par de centímetros más de estatura parecía que te podías colar a todos lados. Se llamaba Julián y tenía por lo menos diez años más que él, lo que lo hacía aún joven, pero igualmente comprometido con una ex compañera de universidad. Se casaron un 19 de Agosto y partieron a Temuco, la cuidad de la cual era oriunda la joven. Él estuvo presente toda la ceremonia como un invitado mas, se había colado a la celebración del hombre al cual juraba amar por toda la eternidad y con toda la razón que le permitía su alocado corazón. Julián casi había caído de un infarto cuando lo vio sentado entre la gente, alto, trajeado de negro y mirándolo con amargura. En ese momento llevaban un año de relación clandestina y el mayor había sido el primer hombre que tocara los labios de aquel joven. “Llévame contigo” le dijo una vez que lo siguió al baño mientras todos ya comenzaban a emborracharse y dejar los tacos en la pista de baile. Nunca olvidaría como ese jovenzuelo tomó su mano entre las propias; sería un hombre hermoso, se notaba en sus facciones, en su musculatura y en el tono cada vez más grave de su voz. Llevaba el cabello más largo tirado hacia la izquierda, sin gel ni fijador tapando la mitad de su calva cabeza. Julián un exitoso ingeniero recién egresado, se había enamorado de un joven rebelde, de un alma libre y anarquista del siglo veintiuno; independiente y feroz como nadie. El más joven acarició el dedo anular del otro, justo donde se encontraba la reciente argolla de oro, acercó sus labios al círculo de metal y le dio un ligero beso, levantando la mano hasta la altura de sus ojos y centrando su mirada en el otro, extrajo el anillo con la boca y lo puso en su propio dedo anular, lengüeteando la superficie de la palma de su amante y mirándolo fijamente vio como el otro cerraba los ojos ante su lasciva mirada, ante la deliciosa caricia. “Déjame ser tu amante” le susurró al oído mientras entrelazaba sus dedos haciéndole sentir su anillo “déjame seguir siendo tuyo, no tienes que elegir, puedes tenernos a ambos” y diciendo eso lo besó mejor de lo que nunca imaginó, lo tumbó contra la pared y comenzó a acariciarlo por bajo la ropa. Pese de ser años menor, en el año que se conocían, Dante había crecido más que un par de centímetros y ya casi superaba la estatura de su amante. Julián, que había disfrutado en primera fila cada uno de sus cambios, ahora tan solo se deleitaba con la nueva personalidad dominante de su chico, se quería casar, quería tener hijos, construir una familia y envejecer junto a Carmen, pero no podía dejar a su manzana de la perdición, no podía dejar a Dante. “Te ves tan guapo hoy” le había dicho mientras el otro seguía en la tarea de acariciarlo y quitarle la ropa, lo vio alejarse por unos momentos y escuchó el violento “Click” del seguro de la puerta cuando este la trabó. “Deja que te dé mi regalo de bodas”.

 

La novia era feliz, su matrimonio tan perfecto como lo llevaba planeando por meses, las flores eran perfectas, el catering impecable y los invitados estaban todos disfrutando la hermosa velada. Mientras todos bailaban y entre bromas pasaban la tarde, en uno de los baños de la casa eran ahogados los gritos de placer.

 

Se esforzaba por mantener el equilibrio dentro de la ducha mientras el joven le practicaba una felación, mantenía sus dedos entrelazados en el escaso y largo cabello negro del otro, dejándose llevar por el ritmo de su lengua y el suave toque de las gotas cayendo en su rostro y espalda. Nunca había conocido a alguien que lo excitara de tal manera, que lo hiciera desear no salir nunca de la habitación. Había dejado que esa tarde Dante tomara la iniciativa y nunca en su vida había sido más sumiso que en esa ocasión; quería olvidar sus preocupaciones, quería deshacerse de los pensamientos que lo devolvían a la realidad de su vida de recién casado y esa tarde sintió la verdadera diferencia entre un hombre y una mujer. Dante le dio algo que ninguna mujer podría, lo tomó por la espalda y lo penetró hasta que las piernas se le entumieron y entre gritos ahogados ambos llegaron al clímax. “Ella te dará hijos, yo te daré el mayor placer que podrás sentir en tu vida” y diciendo eso se vistió como un rayo y le dejó atónito en la ducha, antes de salir se había sacado el anillo de bodas, dejándolo sobre la tapa del W. C. y guiñándole un ojo se perdió tras la puerta.

 

Llevaba más de una hora deambulando por el centro de la cuidad, hacía mucho tiempo que no volvía a Santiago. Se había ido de casa a los diecisiete; rumbo al sur siguiendo a un hombre casado, quien fuera el amor de su vida por aquel entonces. Sin embargo luego de tres años de relación clandestina se aburrió de un hombre gastado por el agotamiento de tener a su primer hijo, las exigencias de su esposa y la rutina del hombre casado y trabajador. Se aburrió de tener que ser el paño de lágrimas, de ser el psicólogo de una vida que él no era parte. Había tenido una vida emocionante los primeros meses, donde su amante se escapaba de madrugada para colarse al pequeño departamento que le había arrendado en su mismo edificio. Lo hacían hasta el amanecer con la complicidad y adrenalina de ser descubiertos, se besaban en los pasillos del edificio con descaro, escondidos entre las esquinas y a las espaldas de ella en el ascensor. Terminó de estudiar el colegio no sin problemas en una escuela nocturna y tan pronto ganó un poco de dinero se largó de la comodidad de ser el amante de un hombre con dinero. Se largó a la vida y no con lo puesto, antes de eso vendió cada parte del departamento un fin de semana que la feliz pareja se había tomado para pasar en familia.

 

Las calles estaban tal como lo habían despedido, los edificios sucios por el smog seguían donde mismo, los mismos lugares, la misma ola de gente frenética e infeliz corriendo a todas horas por Ahumada*, mas en la mañana, un poco menos a medio día  e igual de poblada en la noche. El metro parecía más lleno que de costumbre pero fuera de eso nada había cambiado. No iba a visitar su barrio ni nada por el estilo, su madre le había dejado muy claro el día que se fue de casa, que para ella estaba muerto, que no había criando ninguna puta para que se fuera tras un hombre casado.

 

Llego a la intersección de San diego y Alameda y recordó los días que pasaba tardes enteras revolviendo entre libros usados y fotocopias encuadernadas hasta encontrar algo de cultura, manifiestos de corrientes artísticas y libros que le interesaran. Conforme caminaba por la calle el olor a comida le inundaba las narices, la comunidad asiática se hacía presente en la entrada de la calle y sus tripas se retorcían cada vez más pidiendo algo de comer.

 

Se sentó en un pequeño parque de la misma calle y con su mochila gastada al lado comenzó a desenrollar un paquetito de papel craft, que ya comenzaba a estar manchado por el aceite de la masa frita. El viento mecía los arboles con parsimonia y el crujir de los rollitos primavera era el mejor sonido para él. Dejó de lado sus audífonos y contempló la gente a su alrededor, los niños jugando, las señoras persiguiéndolos y dándole ordenes, las personas que caminaban apuradas a sus trabajos y la tranquilidad de los señores que vendían libros en sus kioscos. Cuando la primavera ya comenzaba a notarse era un verdadero deleite darse tiempo para estar tranquilo y tan solo ver el pasto crecer. Se tendió de espaldas y no se dio cuenta cómo esa tranquilidad lo llevó a un sueño profundo, el viaje desde Concepción en asiento de bus le había dejado la espalda en la mano, en los últimos años no había hecho más que crecer y una postura incómodamente curvada había sido su única opción por el precio del pasaje, hacía dos años que había dejado a Julián,  y con veintidós años a cuestas aun se sentía como el mismo pendejo solo y perdido que alguna vez había dejado Santiago por la puerta de atrás.     

 

Desde lejos sentía como una aguja trataba de perforar su mejilla, luego su oreja y volvía a su mejilla. En su sueño se imaginaba como una figura alargada y con una bata trataba de picarlo con una jeringa, riéndose fuerte. De pronto ya no era solo una risa, sino que muchas a su alrededor, girando y picándolo con mas jeringas, hasta que una le dio un gran jalón a su cabello. De golpe se incorporó y chocó con algo duro que rebotó y quedó sentado en el pasto. Estaba rodeado de niños y ya estaba oscureciendo, las agujas no habían sido más que deditos finos y persistentes picándole la cara. En el suelo estaba uno de los niños sobándose la cabeza y mirándolo con cara acusadora.

 

-          ¿Fuiste tú quien me tiró el pelo? – preguntó fingiendo enojo.

 

El niño se sorprendió y salió corriendo junto con los demás. Las risas eran contagiosas y Dante vio como sus mamás se los llevaban a casa casi a rastras mientras él seguía deambulando.

 

Al entrar lo primero que lo recibió fue el leve sonido de la campanilla, era una librería acogedora y escondida en uno de los pasajes de la misma calle, entre tiendas de sellos y fotografías se destacaban las pilas de libros en cada espacio dentro del recinto. El olor a libros viejos, sus texturas; todo le encantaba, quizá en las librerías gigantes que había en los centros comerciales había sillones cómodos y vendedores que corrían a atenderte tan pronto cruzabas la puerta, pero también te vigilaban y cada libro estaba protegido dentro de esos odiosos envoltorios plásticos que impedían ojear. Sin embargo aquí te podías sentar donde quisieras, leer, tomar notas de libros, sacar citas, comprar y vender tus ejemplares, habían pocas cosas para él tan gratas como una librería antigua. Tomó un ejemplar de Sábato y recordó cómo se sintió al leer de aquel joven, de cómo llego al borde de no distinguir sus ideas propias de las del protagonista, de cómo deseó enterrar un cuchillo en el abdomen de Julián y de cómo se había internado en ese túnel gustoso y obsesivamente rápido.

 

-          Disculpa, ¿cuánto cuesta?

 

-          El precio está en la primera hoja – contestó un hombre desde un pequeño escritorio de madera al final del pasillo.

 

Tenía unos lentes gruesos cuadrados y negros, un espeso café en la mano y una cara de malhumorado que bien podría haber espantado a cualquiera. El encanto se rompió y Dante volvió a la realidad, el mal genio siempre se le contagiaba, no importaba de quien viniera, era como su Kriptonita.

 

-           Gracias – dijo en el mismo tomo seco y apático, a lo que el hombre pareció inmune y siguió mirando la pantalla de su computador como si esta le hubiera hecho el peor de los males.

 

Con paso sigiloso y sin poder volver a su interés por los libros pasó por detrás del escritorio y pudo observar como todo lo que había en la pantalla era una hoja en blanco, un puntero titilante y el olor a café que desprendía la humeante taza.  “Otro idiota con complejo de escritor pensó” y girando sobre sus tobillos decidió irse.

 

-          Aun no has pagado ese libro

 

Sin darse cuenta el libro seguía anclado a sus dedos y ya estaba con un pie afuera de la tienda.

 

-          Lo siento, es que…

 

-          O lo pagas o lo dejas – le cortó rápidamente aun con la vista fija en el puntero de la página en blanco.

 

Dante pareció pensarlo unos segundos, mas lo que cruzaba su cabeza no era precisamente el pagar o dejar el libro. Solo había un par de cosas que encontraba más interesantes que un buen libro o que un buen ritmo, y eso de seguro eran las personas. ¿Qué haría que alguien estuviera tan amargado en un lugar que para él era tan divertido?

 

Lo miró por largos segundos esperando a que el hombre volteara y lo mirara con alguna expresión, que le diera alguna pista para poder seguir y hacer que lo siguiera a uno de sus juegos mentales. Esperó pero nada sucedió, sus ojos verdes clavados en el perfil de la cara del otro, un perfil cuadrado del que solo podía distinguir los lentes claramente; mandíbula fuerte y nariz algo respingada – altanera.

 

-          ¿Acaso es crisis creativa lo que te tiene así, o tan solo naciste pedante? – preguntó con ánimo que importunarlo y que lo mirara, tan solo quería una mirada.

 

-          Ya te dije; o lo pagas o lo dejas “punkie” – dijo sardónico.

 

Sus ropas no eran nada extravagante para él, ya no al menos, sin embargo el corte de pelo semi rapado y los numerosos piercing y tatuajes en su cuerpo si tuvieren que parecer algo ante la sociedad, calzaban mas con el estereotipo del punk.

 

Con eso último decidió de plano que quería quedarse, aunque fuera para molestar al maldito. Cerró la puerta y se quedo en el umbral esperando apoyado en la puerta, esperando a que el otro hablara.

 

-          ¿Te vas a quedar ahí todo el día? Estorbas la pasada.

 

-          Pues ven y sácame de aquí si quieres – respondió un tanto amenazante – sentándose en el suelo a lo indio.

 

Ya comenzaba a hacerse más de noche y la hora de cerrar el local de seguro se aproximaba, pero el joven seguía sin moverse de la entrada y el escritor seguía mirando la página limpia y sorbiendo su café cada vez más frío. Había pasado cerca de una hora y nadie entraba al lugar, no era el pasaje más concurrido y Dante se puso a leer el libro que tenía en las manos, una vez que se aburrió de mirar fijamente el perfil de mármol de aquel sujeto.

 

-          Tienes que irte, voy  cerrar.

 

-          ¿Qué? ¿Acaso te aburriste de mirar el monitor? Dime ¿es algún tipo de ritual o lamiste una estampita? No es normal de eso estoy seguro.

 

-          Tan solo lárgate ¿quieres? Ándate a tu casa o algo – dijo al fin levantándose del asiento y mirándolo cansado.

 

-          No tengo casa, acabo de llegar y no tengo ningún sitio al que tenga que ir, puedo quedarme toda la noche.

 

-          Pues yo no – replicó sacándose los lentes y por primera vez pudo verle los ojos, eran de un café tan claro que casi parecía amarillo, tenía el pelo castaño sujeto en una coleta y sin los lentes se veía un poco más joven, hasta atractivo – tengo que cerrar e irme a casa.

 

-          ¿Mirarás la misma página vacía allá?  Que vida tan poco excitante.

 

-          Al menos tengo casa-  dijo con sorna - además lo que yo haga no es asunto tuyo – y diciendo eso se fue a lavar la taza que había estado ocupando.

 

Dante escuchó el ruido de agua corriendo y unas cucharas chasqueando contra los bordes de lozas, luego escuchó una puerta y supuso que había entrado al baño. Se paró del suelo lo más rápido que pudo y se sentó a la silla del escritorio.

 

-          Bueno, técnicamente cualquier cosa será más entretenida de leer que una hoja sin nada  - se dijo a sí mismo y comenzó a teclear lo más rápido que pudo, escribió de sí mismo, escribió parte de su historia con Julián, escribió desde su alma y su rencor, escribió desde su decepción.    

 

Se escuchó la cadena del baño y se apresuró a llegar a alguna parte interesante.

 

Desde la puerta del baño escuchó la campanilla de la entrada y se apresuró a llegar a la tienda. Lo primero que vio fue el libro sobre el teclado y unas cuantas líneas en el computador. Leyó aprisa y salió tras el joven, corrió mas de una cuadra antes de llegar a una distancia prudente.

 

-          ¡Dante! – gritó 

Notas finales:

Si alguien lee y no es de Chile  sientase libre de hacer cualquier pregunta :)


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