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NOCHES DE BLANCO SATEN por Butterflyblue

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Notas del fanfic:

jejejejejeje un pequeño regalito para una amiga que ama esta pareja.

 

Es un Yokozawa/Kirishima

 

Espero les guste.

 

LOS PERSONAJES DE SEKAIICHI NO ME PERTENECEN SON DE NAKAMURA SAN.

 

Gracias por leer.

Notas del capitulo:

Hola, espero les guste. Para Nathy con cariño.

Noches de blanco satén

 

 

Y entre el sudor sus cuerpos se deslizan.

Con violento ardor se reconocen.

Entre sus labios: bocas que se gritan.

 

 

 

Esa noche no puede dormir. Se encuentra con que su pecho se agita en un desesperado palpitar. Lo extraña. Es un desafortunado sentimiento, porque querer no le ha sido del todo bueno.

 

—El muy imbécil. —Refunfuña, arropándose hasta la cabeza, mientras recuerda con regocijo, lo que hasta hace poco estuvo haciendo entre sus brazos…

 

 

— Porque te me resistes tan duramente —Susurra dulcemente a su oído, con esa sonrisa cínica y tan sensual que siempre logra conseguir lo que desea.

 

— ¿Sera porque eres un patán, imbécil y arrogante?

 

Refunfuña entre dientes, el que bajo su cuerpo está atrapado. Yokozawa sabe que aquella protesta es inútil, pues aunque de su boca salgan improperios, en su corazón está contento de sentir que pertenece a alguien.

 

—Eres un malcriado. —Otra vez aquella seductora voz que arrasa con toda su cordura. —Sabes que te gusta lo que te hago.

 

 

Odia cuando ese hombre tiene razón.

 

 

Takafumi no tiene una estructura pequeña y delicada, pero su piel es seda ardiente. Las manos de Kirishima adoran pasearse  por todos  lados, llenándose con su calor en cada toque. Le sujeta el pelo y se lo cepilla entre sus dedos,  está jugando con sus sensaciones. Adora enviar en cada tacto, ardientes descargas a su ingle. Sonríe con lujuria cuando siente que su cuerpo se tensa y su sexo responde.

 

El dolorido pene al que aún no le ha prestado atención, derrama finas gotas de transparente líquido, en una muda anticipación al toque de sus manos.

 

—Todo tu cuerpo me invita, es solo tu terca boca la que protesta.

 

La respuesta sarcástica no llega, pues los labios de Kirishima se prenden a un erecto pezón y lo circundan con húmedos besos e incitantes mordidas.

 

Solo gemidos salen de aquellos labios que quisieron en un momento refutar lo evidente.

 

Yokozawa, se retuerce en silencio. Kirishima, ha dibujado un camino de besos por su torso desnudo, la sensación lo envuelve, lo abruma, lo relaja. Alimenta su deseo, y acalla su miedo, el miedo de volverse a enamorar.  

 

Kirishima, se recrea en su vientre, y en la curva de sus angulosas caderas, besa, lame, muerde a placer,  hasta que cansado de jugar, deja reposar su mano sobre el ardoroso miembro que lo espera húmedo y rígido.

 

Zen,  ya lo ha tomado otras veces, pero cada vez que lo hace, Takafumi siente como si fuera la primera vez.  La sensación es cada vez más fuerte. Sus manos despiertan en él una desesperada necesidad, cada vez que lo posee  tiene la sensación de estar hundiéndose en un mundo de puro placer. Eso lo asusta, teme enamorarse como nunca lo ha hecho, teme querer de nuevo a un imposible.

 

Kirishima aleja su temor con una cálida sonrisa. Es un arrogante, sí, pero cuando quiere puede ser un perfecto caballero. Las emociones, la pasión y la lujuria, forman en su interior un torbellino intenso, y eso es lo que lo hace sonreír, pues a pesar del miedo que sabe que Takafumi siente, el hombre se entrega con absoluta docilidad. No es necesario el miedo, Kirishima Zen lo ama.  Eso se ve en sus ojos, en la forma de tocarle, en la manera en la que lo hace suyo, como si fuera su más preciado tesoro.

 

Para cuando Zen decide mover sus labios, sobre el adolorido pene, Takafumi, ya está más allá del placer, gota a gota ha ido constituyéndose en su interior una marea inmensa de sensaciones, miedo, dolor, lujuria, placer, todo aquello amalgamándose en su corazón. Sus gemidos se pierden en las notas de la noche.

 

La sensación de su suave cuerpo desnudo retorciéndose bajo él, hace que Kirishima quiera provocarlo más, enloquecerlo más. Con sus labios ajustados a la dura piel de su miembro, lame y saborea, con fuerza. Disfrutando los sonidos que le dicen que su amante está en el punto donde lo desea, más allá de la cordura.

 

El cuerpo de Yokozawa se convulsiona en una serie de espasmos mientras grita su nombre. Kirishima pasa su lengua muy despacio sobre el flácido miembro saboreando el fino esperma que no alcanzó a beber. Con sus labios hinchados de besar y de otras cosas, lo mira. Takafumi no puede encontrar una visión más erótica, que la de su amante con su cuerpo desnudo entre sus piernas, con sus labios húmedos y manchados de semen, con el perlado sudor que cubre su piel y con aquella sonrisa pedante que tanto ama y odia a la vez.

 

Kirishima por su parte se graba en la mente,  cada detalle, hasta el más mínimo, de la visión que esta ante sus ojos. Un Yokozawa, sudoroso, agitado y ensombrecido por el deseo, que lo mira, aunque no desee aceptarlo, con un profundo amor.

 

 

Y entre sus pechos almas que se encogen.

En su pasión se funden y se agitan.

En su calor sus vidas se recogen.

 

 

— Yo quisiera saber cuándo me miras, si eres mío, solo mío.

 

 

Yokozawa cierra los ojos negándose a responder aquella pregunta, pero a Zen no le importa, su cuerpo le dice, lo que su boca tercamente se empeña en callar.

 

Kirishima le agarra las caderas, el final de aquel acto se acerca.

 

—Haré que tus gemidos me digan cuanto me deseas.

 

Yokozawa va a decir algo, pero su cuerpo se tensa y un jadeo es lo único que escapa de sus labios. Kirishima sí que sabe cómo callar sus protestas. Zen está enterrado profundamente en su interior, con su sexo duro y demandante, quemando las paredes de su culo. Llenándolo en tantos sentidos que Yokozawa no sabe si respirar o morir extasiado en tan delicioso castigo.

 

 

 Se mueve despacio y con mucho cuidado en un principio, esperando que Yokozawa se acostumbre a la cruel invasión. Está haciendo un enorme esfuerzo, pues todo su cuerpo le pide tomarlo con fiereza. Las sedosas paredes que lo envuelven lo están enloqueciendo.

 

Yokozawa gime, y jadea con la protesta de su cuerpo, duele, arde, pero es un dolor dulce y un ardor delicioso, es una intromisión cruelmente tentadora.  Kirishima jadea por el placer que atraviesa su cuerpo, baja la cabeza hacia el pecho de su amante y lo besa,  haciendo que su  ritmo se haga más rápido, y salvaje.

 

El mundo parece cobrar vida, o eso siente Yokozawa, mientras Kirishima lo posee con firmeza. La cama tiembla bajo los imponentes empujes. Kirishima se entierra una y otra vez en su interior, acompasando sus gemidos a los de Yokozawa, uniéndose en el coro de la pasión.

 

El placer se mezcla con el dolor. Necesita  más y más. Al introducirse con fiereza en él,  se siente liberado, y feliz. Su cuerpo se empuja una y otra vez, cada vez más profundo, poderoso y fuerte. Yokozawa se retuerce perdido en su deseo,  la sensación de algo construyéndose en su interior, llevándolo de nuevo a sentir aquella explosión de placer.

 

El grito jadeante  de Yokozawa se pierde entre los labios de Kirishima, en un lujurioso beso que apaga el sonido para siempre. Kirishima siente que cada uno de sus músculos se tensa. Y una ola de placer estalla en su miembro desbordando hilos de esperma que llenan el interior de aquellas paredes que lo apresan tan divinamente.

 

 Kirishima, permanece inmóvil la duración de un latido de su corazón, el perfecto orgasmo devastando su cuerpo. Parece durar por siempre, la increíble liberación, el mundo que gira fuera de control, y al mismo tiempo, el silencio, la paz, que poco a poco lo embarga. De repente quiere estar allí para siempre.

 

 

******

 

—Maldito.

 

Gruñe Yokozawa a su recuerdo,  las huellas de aquel reciente encuentro aún perduran en su piel y en el ligero dolor que recorre su apretado agujeró. Resopla molesto, no quiere recordarlo más, debe dormir, mañana será otro día. Otro día de verlo, otro día de caer de nuevo en su embrujo.

 

 

Regresa a menudo y tómame
sensación que amo, regresa a menudo y tómame...
cuando el recuerdo del cuerpo revive
y un viejo anhelo atraviesa de nuevo la sangre.
cuando los labios y la piel recuerdan
y las manos sienten como si tocaran otra vez,
Regresa a menudo, tómame en la noche
cuando labios y piel recuerdan...

 

 

La rutina ya no parece tan vacía, caminar a la editorial no es una tortura.  Se pregunta en el camino si habrá llegado ya, si lo estará esperando con su maléfica sonrisa. Un gesto de molestia se pinta en su rostro. Pero sabe que miente. Desde hace un tiempo anticipa con anhelo las mañanas, y el verlo furtivamente en cada pasillo. Incluso sus desagradables comentarios, y sus descarados avances, son cosas que extraña cuando por alguna razón no lo ve en todo el día.

 

Para su mala suerte, su día termina y ni una sola vez se ha encontrado con la mirada ardiente de quien dice detestar. Solo Takano ha ido a verle. Eso ha sido una revelación para él. Se ha podido sentar frente al que fue el amor de su vida y no ha sentido la sensación de ahogo que siempre lo embargaba. Sus manos se han mantenido serenas, y su mirada no ha buscado ni un momento la del hombre que con naturalidad le habla.

 

—¿Te ves extraño?...¿estás bien?

 

“No… estoy enamorado, y no sé qué hacer con ese sentimiento”

 

Aleja el pensamiento que invade su mente. —Solo estoy cansado. —Responde desestimando la pregunta. Desde ese momento ha estado sentado en su escritorio. Pensando.

 

—¿Que te tiene tan pensativo?

 

Su rostro se enciende en un candoroso carmín. Las palabras susurradas en su oído, aunadas a la sensual voz que tan bien conoce. Le han hecho desbocar el corazón.

 

—¿Acaso te volviste loco?… ¿Se te olvido que estamos en el trabajo?

 

Kirishima se aproxima a él, mirándolo con seriedad.

 

—Tú eres el que perdió la noción del tiempo… Ya no hay nadie aquí, solo nosotros.

 

Yokozawa, mira a su alrededor y se pregunta en qué momento se detuvo el tiempo en su mente. El reloj frente a él, le ratifica lo tarde que es. ¿En que estaba pensando?. La respuesta a su pregunta no tarda, al voltearse y ver la irónica sonrisa de su amante.

 

“¿Amante?”

 

—De cualquier forma… ¿Qué haces tú aquí? ¿No deberías estar en casa con Hiyo?

 

No debió preguntar…

 

Mucho rato después, sin saber cómo llego allí, se besan sobre sábanas blancas, en la intimidad de un escondido hotel.

 

Suavemente, Kirishima le separa las piernas con la rodilla. Su cuerpo sobre el de él, devorando sus labios con violencia. Yokozawa no puede respirar, no puede hablar, en aquel momento solo está hecho para sentir.

 

Kirishima esta vez lo hace despacio,  muy despacio. Con suavidad, se introduce en él, extasiándose en el calor del  apretado culo que lo recibe. Yokozawa  jadea, aun le duele lo del día anterior, pero su cuerpo parece recibir el dolor con estoica valentía, más bien con gustosa necesidad.

 

Aún recuerda como hasta hace poco estaba en esa misma situación y Kirishima lo

llenaba, lo estrechaba entre sus brazos, la forma en que él transformaba su cuerpo en una candente hoguera.

 

El suave vaivén de las caderas de su amante hace que su cuerpo despierte a un ansia mayor en su interior, una desesperación que empuja a sus manos a recorrer los músculos marcados en la espalda de Kirishima,  mientras se pierde en sus besos y se ahoga en sus caricias.

 

Zen lo toma lentamente manteniendo  el control de sus más oscuros deseos. Se complace al sentir las manos de su hombre aferrándose a su espalda, los gemidos apagados que se estrellan con sus labios, el rostro perdido en el placer de aquel a quien ama.

 

 

La estrechez de su entrada, suave como la seda, que se cierra  alrededor de su miembro rígido, encendiendo cada vez más el fuego en su interior. Lo primitivo que habita en él lucha por liberarse, por tomarlo con rudeza, por hundirse con más fuerza dentro de aquella aterciopelada cueva. Sin poder contenerse se empuja más y más fuerte, enterrándose profundamente en él, fundiendo sus cuerpos y deseando  que alguna vez se fundan así sus corazones.

 

En el borde mismo del placer, cuando las manos de Yokozawa se entierran en la piel de su espalda, anunciándole el desenlace. Abre la boca y busca la suya, uniéndolos en un beso inigualable.  Mientras el placer los recorre en oleadas estremecedoras. Sintiendo la tibia semilla que mancha su estómago, y derramándose a su vez en el interior de aquel culo caliente y apretado.

 

 

Con sonoros jadeos de satisfacción, se tumba sobre el delgado cuerpo, todavía estremecido por ligeros espasmos. Sudoroso, y oliendo a sexo y a vida. Satisfecho, momentáneamente, pues piensa pasar la vida haciéndole el amor a aquel hombre que ha marcado como suyo.

 

 

 

 —¿En qué piensas?

 

Le pregunta acariciando su sedoso cabello. Yokozawa tiene la mirada perdida en la nada. Hace un rato que su respiración se ha calmado, su corazón ha vuelto a latir pausadamente. Pero su mente no encuentra esa paz y no puede alejar los temores que lo acechan.

 

 

— ¿Dónde encontraré la fuerza necesaria para alejarme de ti?

 

 

Sus palabras son un murmullo. Pero Kirishima puede sentir el dolor y el miedo impresos en ellas. Sus ojos se oscurecen. ¿Por qué le es tan difícil creer?

 

Se acurruca en su espalda aferrándolo más a su pecho. Él le mostrara la verdad en sus palabras. No dejara nunca que Yokozawa se aleje de él y así se lo hace saber.

 

—Así encuentres la fuerza para hacerlo. Yo no te dejare alejarte de mí.

 

 

Espera de Yokozawa un grito, una protesta, pero solo escucha un ligero murmullo.

 

 

—Algún día te cansaras.

 

Kirishima sonríe, tiene un trabajo arduo con Yokozawa, pero estará feliz de recorrer ese camino.

 

—Deja de ser terco y acepta lo que sientes… Y no anticipes mis sentimientos, porque el futuro nadie puede verlo. Solo deja que las cosas pasen.

 

 

Yokozawa se queda en silencio. Él le llama terco, pero ¿acaso su terquedad no es aún mayor? Se decide a no decir nada. Cierra los ojos para descansar, saciado, en paz y aunque se lo niegue mil veces, feliz.

 

Pasaran por aquello muchas veces más, quizás algún día reconozca que lo ama. Por ahora, su cuerpo le dirá lo que sus palabras se niegan a revelar, y entre las sabanas de anónimos lugares o de escenarios conocidos, vivirán incontables noches de blanco satén.

 

Estuve tan cerca tantas veces...
Como me pervertí y cuanta fue mi cobardía;
por qué mantuve mis labios cerrados;
y dentro de mi lloraba por mi vida vacía
y luto vestían mis deseos.
Estar tan próximo en tantas ocasiones
de esos ojos y labios enamorados,
del cuerpo soñado, amado.
Estar tan próximo en tantas ocasiones…

 

 


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