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Nunca olvides que te quiero por Sawako_chan

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Notas del fanfic:

Tengo muchos sentimientos encontrados ahora. Hoy, mientras vagaba por internet me encontré con una canción que me pareció hermosa, tanto por la letra, el significado y todo. Es una canción meramente triste. Y es lo que me inspiró a escribir este fic en un día de lluvia y gripe. La canción se llama "Say my name" de Within Temptation. 

¿Saben? Me pregunto a mi misma cuantas veces nos hemos guardado palabras para nosotros mismos, sin dar a conocer nuestro sentimientos. Ésta canción removió mucho más de lo que yo hubiera esperado, y algunas preguntas me han rondado todo el día ¿Qué se sentiría olvidar? ¿Tener un vacío que por más que trates de llenar permanece en blanco? ¿Que se sentiría olvidar a tus amigos, familia? ¿No poder decirles lo que piensas? Porque (tomen nota) hay que decir te quiero cuando te nace del corazón. Sí, sí. Aunque te digan loco. Nunca sabes cuándo será la última vez. 

Notas del capitulo:

Son las 4:45 am en mi reloj. Y llevo aquí escribiendo desde las 3pm. A penas y me separo para comer algo, bañarme, e ir al baño xD no sigan este consejo. Pero es que mis dedos volaban sobre el teclado, y las ideas surgía como locas, golpeándome. No podía deshacerme de tantas ideas.

Bien, antes de comenzar quiero aclarar que esto es diferente a lo que he escrito (a quienes ya me han leído lo notarán de inmediato) porque la narración está escrita en presente y tercera persona. Es algo arriesgado, pero he querido intentarlo. 

Al principio pensé hacer un fanfic de algunos 5 o 6 capítulos, pero mejor lo dejo así aunque sea bastante largo. Ya tengo una historia encima, no quiero otra más, sin embargo, ésta idea no podía esperar.

30 páginas en word.

12,952 palabras

Resultado: nuevo récord de "capítulo más largo escrito" para la autora.

Consecuencia: Agotamiento físico, emocional. Manos entumidas y dedos tiesos sobre el teclado. 

Consecuencia secundaria: Ha memorizado el teclado. (?) 

Disclaimer (o como es escriba): Los personajes mencionados  pertenecen a Marvel y sólo a Marvel. Ya quisiera yo tener a alguno. (Lo siento, ya tengo sueño)

 

 

Capítulo 1.- Un abrazo inesperado.

 

 

Las cosas no siempre salen como uno las planea. Generalmente siempre viene la calma antes de la tempestad. De hecho, todo el mundo debería saberlo. La vida siempre da sorpresas, algunas buenas y otras malas. Quizá hay sorpresas que uno no se espera, porque da la casualidad que el destino siempre te da lo que menos imaginaste. Es el caso de la mayoría de la gente. Todo el mundo especula acerca de sus deseos, de su futuro. A veces uno se pregunta lo que vendrá mañana, quizá la siguiente semana, o dónde estará parado el próximo año a la misma hora. Quizá si llegarás a estarlo. No sabes si estarás con las mismas personas, conocerás a más, te distanciarás de algunas cuántas. Lo que sabes, y siempre tendrás en mente, son los momentos que vives con ellos, los recuerdos. Esos pequeños o grandes fragmentos que guardas y recuerdas a cualquier hora. Que te llenan el alma, que te reconfortan, te hacen sonreír inconscientemente. Esos momentos que traen sonrisas, anhelos. Los recuerdos marcan, algunos duelen, te hacen suspirar, pero jamás se desvanecen. O quizá sí. Y eso Anthony Stark lo sabe.

 

Cuando todo el asunto de Loki y su afán por conquistar la Tierra terminan, los Vengadores se vuelven amigos. Ahora saben trabajar en equipo. Quizá no se llevan completamente bien, pero ahora han aprendido a conocerse, a compartirse cosas que quizá no pueden contarle a nadie más. Ellos son una especie de súper héroes que también son humanos, pero la gente suele pensar que no tienen problemas o una vida personal. Por eso se llevan tan bien. Solamente ellos saben lo que le sucede al otro. Es así como, por cuestiones de privacidad, todos terminan viviendo en la Torre Stark. Aunque primero tiene que ser reconstruida, obviamente. A nadie le gustaría pasearse por la casa y encontrar hoyos en el suelo con la silueta de Loki y recordar la pelea que si bien no sacrificó vidas, sí lo hizo con edificios, gente asustada y destrozos en la ciudad. Así que después de un par de semanas todos se instalan en Nueva York.

 

Al comienzo es difícil, porque nadie tolera los chistes y el sarcasmo de Anthony Stark; su eterno bullying hacia el Capitán América se incrementa, pero él no le toma mucha importancia. Porque sabe que Stark es así. Además hace sus días divertidos, quizá algo frustrantes, pero aprende a sobrellevarlo. Bruce pasa los días encerrado en el laboratorio junto con Tony, y apenas salen a comer y platicar algún par de minutos para desaparecer de nuevo en el taller personal del castaño. Natasha y Clint no suelen estar en la Torre casi nunca, porque SHIELD los necesita en sus misiones ultra secretas. Thor y Loki han vuelto a su mundo, y no existe ningún tipo de tecnología tan avanzada para poder comunicarse con ellos, al menos. Tienen que esperar a que sea el Dios Nórdico quien se digne a visitarlos algún día. Steve es quien se queda solo, entonces. Sus días transcurren lentos, pesados. Intenta adaptarse la nueva era, la tecnología avanzada. Pero no comprende muchas cosas aún. También lee y dibuja. Pero no es suficiente: se aburre mucho. Y SHIELD no planea darle una misión al Capitán América. A menos que sea un problema muy gordo. Lo cual no sucederá en mucho tiempo, piensa con frustración.

 

Así que un día inesperado, Anthony Stark se presenta en su alcoba, algo que nunca ha hecho. Con una sonrisa en el rostro, le venda los ojos con una cinta oscura y le hace prometer que se mantendrá tranquilo todo el camino hasta llegar a su sorpresa. Steve no sabe lo que eso significa. Entonces destapa sus ojos y Rogers siente que su mundo se vuelve mejor. Anthony ha construido un gimnasio para su uso personal. Hay máquinas por todas partes, pesas de diferentes kilos se amontonan en las orillas, espejos en las paredes, costales de box, y un ring enorme. Hay accesorios personalizados en las estanterías, y Steve suelta una risa escandalosa—la primera que ha escuchado Tony—cuando se da cuenta que sus guantes de boxeo tienen el logotipo y los colores de su escudo. Sin poder evitarlo le pide a Tony una pelea, para darle las gracias. Anthony accede un tanto contrariado y pelean un buen rato, pero el castaño sale perdiendo. Como si pudiera ganarle a un súper soldado, se repite mentalmente. Se siente derrotado pero no lo admite, al contrario, hace que Steve le dé las gracias varias veces hasta sentirse satisfecho y elogiado; luego se marcha con una sonrisa en el rostro.  

 

Anthony no sabe por qué diablos hace todo eso, si a fin de cuentas a él no le importa que Steve se aburra como ostra en su Torre. Pero la verdad es que si le importa. Y le importa porque ve que cierta soledad se instala en sus ojos azules cada que todos desaparecen. Ellos llevan su propio ritmo de vida, excepto Rogers, porque él ha estado congelado por casi 70 años. Sólo sabe ser el Capitán América. No tiene una vida aparte, como todos. Así que él consiguió los mejores aparatos, las más tecnológicas maquinas, y mandó a personalizar sus guantes de boxeo. Le construyó un gimnasio. Entonces vuelve a cuestionarse por qué lo hace, pero se anima diciéndose a sí mismo que es un filántropo. Está en sus genes. Es su naturaleza. Porque sinceramente, no hay un interés personal detrás de aquel acto de buena fe que ha hecho. Sin darle más rodeos al asunto del Capitán, busca una botella de whisky y sirve un poco en su vaso de cristal cortado. Rasca su nuca con algo de insistencia, y siente que un hormigueo interno le recorre la zona. No le toma importancia porque lleva un par de semanas teniendo aquella sensación, mejor dicho, desde que aquel embrollo del hoyo en el cielo se terminó. Se justifica diciéndose a sí mismo que ahora tiene un tic, y todo porque el nuevo traje que está construyendo tiene algunas fallas. Debe ser por eso.

 

Después recuerda la sonrisa del Capitán, y un hormigueo recorre ésta vez su pecho, acompañado de una sensación cálida. Porque por primera vez Steve le ha sonreído a él. Y no por compromiso, sino por agradecimiento. Recuerda el brillo de sus ojos azules, y siente que aquello quedará guardado en su memoria para siempre. Entonces despabila y vuelve a su taller. No puede estar pensando este tipo de cosas.

 

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Una semana después, Tony sale satisfecho de su taller. Por fin ha logrado arreglar el traje nuevo. Sólo falta ponerlo a prueba, someterlo a la última revisión, y quedará listo. Quizá le tome un par de días más, pero no le importa ya que tiene tiempo de sobra. Porque la empresa no necesita que él esté ahí, Pepper sabe manejar todo con soltura. Y Tony se alegra que a pesar de que su relación concluyera, sigan siendo amigos. Bueno, la considera como su niñera personal, pero nada que Pepper no pueda soportar. Se alegra que por lo menos, ella no dejara de hablarle y seguir como siempre. Incluso sospecha que algo tiene con Happy, porque no lo suelta para ningún lado al que ella va. Y claro, él es quien tiene que pagar los gastos de aquellos dos insensibles.

 

Así que reconsidera regresar a hacerse cargo de Industrias Stark, porque le hace falta algo de estrés a su vida. No todo pueden ser sólo trajes e inventos. Tiene que pelear con alguien, eso lo mantiene activo. Quizá la semana siguiente. Cuando camina hacia la cocina escucha murmullos provenientes de ahí. Se acerca con cautela, y vislumbra que son Natasha y Steve. Al parecer ella ha regresado de su misión, porque está contándole a Steve los puños y golpes que dio, y a cuántos hombre desarmaron. Rogers escucha atento. Anthony rueda los ojos, dispuesto a marcharse, pero la plática cambia de forma estrepitosa.

 

     —¿Es bonita? —pregunta Natasha con su usual tono frío, pero con un toque de curiosidad que incita a Tony a quedarse detrás de la pared, escuchando. Él no es generalmente un entrometido, pero la pregunta le toma por sorpresa y decide quedarse un poco más. A fin de cuentas, tiene mucho tiempo libre. No está de más enterarse un poco de la vida privada de sus compañeros, y más si cierta vida implica al Capitán América.

 

     —¿Quién? —devuelve la pregunta el rubio, con una ceja alzada y un toque de nerviosismo que rara vez lo envuelve. Steve es un hombre recto, con palabras siempre firmes. Pero ésta vez es diferente. Pasea sus dedos sobre la superficie de la mesa, y frunce los labios.

 

     —La chica con quien sales. —contesta con una media sonrisa. Las mejillas de Steve se colorean de un tono rosado, y carraspea un poco. No sabe qué decir. Porque Natasha se ha dado cuenta incluso antes de que él dijera algo, a pesar que ella estuvo fuera esa semana. Se siente algo acorralado, pero no contesta. Se mantiene firme en su sitio, rígido como el soldado que es. Suspira al saber que no logrará persuadir a esa mujer con excusas o mentiras. Ella es bastante inteligente, y sacar las respuestas a sus víctimas es su trabajo, su mejor virtud. No quiere ser torturado. Tampoco quiere saber el significado de su sobrenombre.

 

     —¿Así que sales con alguien, Capi-paleta? —indaga Tony sumándose a la conversación de repente. Steve se sobresalta por el repentino atrevimiento, pero Natasha no mueve un solo músculo de la cara. Porque ella sabe que Tony estaba tras la pared. Quizá por eso ha comenzado a cuestionar acerca de aquella chica, que sinceramente, ni le va ni le viene. Pero es divertido poner nervioso al Capitán, y gruñón a Tony Stark. Se cruza de brazos, viendo las reacciones de ambos hombres. A veces se pregunta por qué son tan idiotas.

 

     —Algo así… —murmura mientras evita ambas miradas. No sabe qué decir. Es cierto que sale con alguien, pero no es nada especial ni tan importante todavía. Pero una sonrisa brota de sus labios de forma inconsciente al recordar a la chica que conoció hace unos días. Gesto que hace que Tony Stark frunza el ceño con molestia, mientras se rasca la nuca con la mano derecha. El hormigueo ha vuelto.

 

     —¿Quién es? ¿Dónde la conociste? —pregunta directamente abriendo una caja con un color bastante llamativo y peculiar. Saca una dona de chocolate del interior, y devuelve la caja a su sitio inicial, encima de un mueble. No quiere parecer ansioso. Entonces vuelve su mirada al par de ojos que lo miran atentos, sin pronunciar palabra—. ¿Qué? —cuestiona con un deje de fastidio.

 

     —Nada. —Natasha se encoje de hombros, pero una pequeña sonrisa adorna su rostro—. Si no te conociera tan bien, diría que estás molesto. Pero, ¿por qué? Pareces una novia celosa. —comenta con un deje de maldad que le pone los pelos de punta a Steve, y Tony gruñe. Maldita araña venenosa, piensa. Arquea una ceja con total indiferencia, y le resta importancia cuando muerde otra vez la dona. Natasha le sonríe con suspicacia, y se queda en su sitio. Stark sabe que no va a marcharse, porque ha llegado antes que él. Y Steve también lo sabe, así que tratando que aquellos dos chiflados no se maten, retoma la conversación.

 

     —Es Sharon Carter. —menciona mirando hacia un mueble en particular. O más bien, un objeto en particular: la caja de donas de Tony Stark. Una propiedad a la que sólo el multimillonario tiene acceso—. La nieta de Peggy. —murmura cuando los presentes lo miran con una ceja lazada. La vio días atrás paseando por las instalaciones de SHIELD. Ella es una agente que trabaja en la zona de investigación. Una agente que lo ha hecho sentirse un poco menos frustrado por la época actual. Porque es una de las pocas personas que le tienen paciencia y sinceramente, disfruta su compañía.

 

     —Claro, como una ya se volvió vieja, tienes un nuevo objetivo: la nieta. —comenta con tono hiriente Tony, mientras da otra mordida a su dona y se recarga en un mueble. Steve lo ve con el ceño fruncido mientras Natasha suspira—. ¿Y ya son novios? —le pregunta. Steve niega con un gesto—. ¿Han tenido alguna cita? —el rubio vuelve a negar—. Ehm… ¿Ya te la llevaste a la cama? —pregunta con cierto deje de maldad en la voz, alzando una ceja con picardía. Steve enrojece del rostro, molesto.

 

     —¡Claro que no, Tony Stark! ¡No todos somos como tú! —y sin decir una palabra más al respecto, se voltea y sale de la cocina. Seguramente va a descargar su furia contra el costal de box. Tony no le toma importancia a esto, pues está seguro que Steve solo se molestará unos cuantos días, luego olvidará todo. Se encuentra con la mirada escrutadora de Natasha sobre él. La ignora y se voltea caminando con dirección a la nevera para agarrar otra dona, pero la caja no está ahí. Frunce el ceño y la busca con la mirada. La encuentra en el siguiente mueble, donde siempre está. ¿Qué no la había dejado encima de la nevera?, se cuestiona mentalmente. Después recuerda que no.

 

     —¿Siempre tienes algo desagradable que decir, Stark? —le reprende la pelirroja, con los brazos cruzados, mirándolo fijamente. Nota que el castaño se ve indeciso, y su ceño se frunce. Lo encuentra un poco distraído.

 

     —Eso me hace ser tan especial, agente Romanoff. —comenta con una sonrisa mientras rasca su nuca con insistencia. El hormigueo no se ha ido, y ahora siente que punza un poco la zona, pero no duele. Aunque no se alarma, es algo que ha venido sucediendo a lo largo de toda la semana. Quizá sea por el estrés o el tiempo que pasa sin dormir por trabajar en su traje. Sus ojos se cruzan con la mirada jade de la única persona presente aparte de él, quien analiza fijamente cada uno de sus movimientos. Pero antes de que ella pueda preguntar algo, él sale de la cocina a paso rápido directo nuevamente hacia su taller. Se le ha quitado el hambre. Y ya no recuerda a qué había subido.

 

o.o.o.o.o.o.o

 

Un odioso mes transcurre desde que él ofendió al Capitán América, y las cosas se han normalizado entre ellos. Pero Anthony siente que está perdiendo al rubio. No es como si ellos se hubieran llevado de maravilla desde siempre, pero al menos las riñas habían acabado, y a veces Steve le pedía consejos para conquistar a Sharon. Él nunca tuvo ningún impedimento en contarle sus secretos de playboy. Quizá eso diera pie a que su amistad estuviera en su auge, pero no es así. Porque Steve ya no hacía paradas en la Torre, solamente por las noches. Se pasaba el día pegado a esa mujer. Y no es que a Tony le interesara mucho, pero aquella chica no le daba buena impresión. Siente que lo que había empezado como una especie de apoyo a Steve, se ha convertido en una necesidad de verlo y saber sobre su relación. Hay algo dentro de él que lo incita a estar alerta a cualquier cosa que pueda cambiar con el rubio. Se siente aliviado porque Steve no se ha llevado a la cama a Sharon. Sí, le ha sacado esa información también.

 

Aunque el mes se le ha hecho odioso porque a veces olvida donde deja las cosas. Incluso un día metió el desarmador donde deberían estar los utensilios de cocina. Otro día olvidó las llaves de su coche favorito en su cuarto, jurándose que las había puesto en la cocina. Y ni se diga del día que casi enloquece porque no recordaba la contraseña para acceder a su taller. Por suerte la tenía apuntada en su libreta de notas importantes.

 

Sube las escaleras de su taller y llega a la sala, donde enciende la televisión de pantalla plasma. La casa se siente exageradamente vacía, porque Bruce se ha ido a Nuevo México para investigar una radiación, obligado por SHIELD. Natasha y Clint han partido a Rusia para una misión de infiltración. Él no ha tenido que ponerse su traje para acabar con los malos desde que sucedió lo de Loki. Y Steve… sigue saliendo con Sharon. Se recuesta en su carísimo sofá de cuero, y cierra los ojos. Siente que su cabeza punza un poco, pero decide ignorar este hecho. Sólo quiere dormir.

 

Cuando despierta está acurrucado en el mismo lugar, pero la diferencia es que ahora tiene una manta muy peculiar sobre su cuerpo, cubriéndolo. Sus ojos se mueven y dan con la figura imponente de Steve, quien está sentado en el otro extremo del sofá, mirando la televisión con el volumen bajo para no despertarle. Tony sonríe internamente. Vaya idiota. Preocupándose por él de tal forma que hasta su manta favorita le ha echado encima.

 

     —Pensé que estarías con Sharon. Como ahora ya no vives sin ella… —murmura con ironía mientras se incorpora. Steve lo mira algo sobresaltado, pero le sonríe un poco al notar que sus cabellos castaños están revueltos. Mira un poco más abajo, donde la luz de su reactor brilla incandescentemente. Se pregunta si algún día podría apagarse definitivamente. Ojalá que eso no suceda.

 

     —Terminamos. —es todo lo que dice. Tony ha entrado en un terreno peligroso y lo sabe, pero aun así no puede evitar sentirse un poco afortunado por ese suceso. Sabe que Steve se siente mal, lo puede ver en su mirada triste. Pero eso no lo detiene. Internamente se alegra, porque aquella chica nunca le dio una buena impresión. Rogers merece algo mejor.

 

     —¿Bromeas? —cuestiona con una ceja alzada. Steve niega con un gesto de la cabeza—. Ustedes eran… —hace un gesto, como dando a entender que algo fluye, pero continua hablando—. Ella, bueno… te hacía reír, supongo. —pero el rubio no contesta—. Aún no es tan tarde. —comenta, mirando su reloj de mano. Steve voltea la mirada hacia él—. ¿Quieres Shawarma? —y el otro sonríe. Con esa sonrisa que hace que sus vellos de la piel se ericen, y que un hormigueo diferente al que ha sentido en estos días, le recorra todo el cuerpo. Ese capitán tiene poderes extraños. Intenta guardar ese rostro en su mente. No quiere olvidar ésta clases de gestos tiernos de Rogers.

 

     —Eso era lo que quería oír, Tony. —

 

Durante la velada, Steve le confiesa que decidió terminar con ella porque no la amaba. Quizá sentía una especie de cariño por ser la nieta de Peggy, pero nada especial. Le confiesa de igual forma que ha estado visitando a la anciana en un retiro para gente de la tercera edad. Habla de ella con tanta euforia, que Tony no puede evitar sentirse incómodo. Lo ha invitado a cenar para hablar de ellos, y no de otros. Pero al menos se siente mejor porque sabe que todo volverá a la normalidad, y que ahora Steve estará más tiempo en la Torre, y no con Sharon.

 

Vuelven a casa ya muy entrada la noche, Tony con algunas copas de más, y Steve perfectamente sobrio. Tony odia no poder emborracharle ni con el mejor vino. Quizá ese hombre necesita una cerveza del mundo de Thor. Así que con toda tranquilidad se deja guiar por Steve hasta su cuarto, medio moribundo y balbuceando incoherencias. Rogers le quita los zapatos, le desabrocha un poco la camisa y retira su cortaba. Después lo avienta con delicadeza en la gran cama, y lo arropa con las cobijas. Le da una sonrisa al castaño mientras soba sus cabellos, pero Tony detiene su mano y lo jala hacia él de forma estrepitosa.

 

Y entonces lo besa.

 

De forma profunda, sin salvajismo. Sólo el contacto de sus labios, sólo eso. Siente que todo su cuerpo se acelera, y quiere guardar la sensación en sus recuerdos por el resto de su vida. Steve se separa con una mueca de asombro, y sin decir ninguna palabra se marcha de la habitación. Tony sonríe, porque no fue rechazado, aunque tampoco correspondido. Bien, siempre es bueno mirar el lado positivo, piensa con una sonrisa mientras gira sobre su cama y entierra el rostro en la almohada. Mañana puede atribuirle aquello al exceso de alcohol.

 

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Una semana pasa desde que Tony besó a Steve, y éste último ni siquiera le dirige la palabra. Es más, hasta parece evitarlo. Por una parte es mejor así, porque ni el castaño sabe qué diablos lo impulsó para hacer aquello. Solo sabe que quería los labios de Steve sobre los suyos. Incluso aun siente el sabor de aquel encuentro. Bruce vuelve de Nuevo México, notablemente agotado. Natasha y Clint no parecen querer regresar por un tiempo, porque envían una carta a la Torre, alegando que las cosas se han complicado un poco. Steve quiere ir, pero Nick Furia rechaza su petición. Entonces Tony decide que ya tiene suficiente de aquello. Cuando él y Rogers se cruzan por algún lugar, él simplemente huye sin disimular. Hasta Bruce lo ha notado, sólo que no quiere preguntar, y eso debe agradecerlo Tony. Porque tampoco puede explicar demasiado. Sólo sabe que ansía el cuerpo de Steve cerca, muy cerca.

 

     —Por fin te encuentro, Rogers. —suelta con algo de frivolidad mientras ronda por la sala. Steve mira la televisión, pero de inmediato suelta el control remoto al escuchar su voz. Se levanta de un solo golpe y quiere desaparecer por la puerta, pero Tony le corta el paso—. Tenemos que hablar. —le dice con firmeza. Nota que el cuerpo de Steve se tensa, mientras evita su mirada. Él rasca su nuca, el hormigueo no ha cesado ni por cinco minutos desde hace tres días. Eso le preocupa un poco.

 

     —No. No tenemos nada de qué hablar. —murmura con algo de vergüenza, mientras se dispone a salir de ahí cuanto antes, pero nuevamente el castaño se interpone. Entonces sus miradas se cruzan, y Steve sabe que todo está perdido. Porque no puede resistirse ni contradecir a Stark cuando lo mira de aquella forma. Malditos sentimientos, se regaña mentalmente. 

 

     —Has estado evitándome desde que fuimos a cenar Shawarma, ¿por qué? —suelta sin rodeos. Quiere llegar hasta el fondo, y lo quiere ya. Steve lo mira con escepticismo, mientras hace uso de su fuerza de súper soldado y lo aparta de enfrente con algo de brusquedad. Pero Tony no se inmuta ante su acción. Quiere saberlo. Quiere saber el motivo por el cuál esas mejillas ahora están teñidas de carmín— ¿Fue por el beso que te di? —cuestiona, pero ya sabe la respuesta. Simplemente ama como se frunce aquella boca.

 

     —N-No. —suelta en un tartamudeo sin convencerse de sus palabras, pero se siente acorralado. Tony ya lo sabe. Entonces, ante la sonrisa torcida del otro, no puede evitar explotar—. ¡Me gustas, Anthony Stark, lo admito! —suelta en un grito que puede escucharse cinco pisos más abajo. El mencionado lo mira profundamente, con un brillo de sorpresa en sus ojos, pero no se mueve. Se queda ahí, mirándole. Y Steve se siente ofuscado. Quiere irse. Pero un agarre en su brazo le impide marcharse.

 

     —¿Desde cuándo? —pregunta Tony con un deje de curiosidad bailando en sus orbes. Steve suspira. Se siente un poco liberado, porque al fin puede decir todo lo que siente, sin tener que estar escondiendo sus sentimientos.

     —Desde que te conocí. Al principio me caíste muy mal, lo admito… pero luego de lo que pasó con Loki, cuando caíste por ese hoyo, yo… —no puede continuar, porque sus labios son sellados por los del millonario. Bien, quizá ésta no ha sido la mejor confesión, porque prácticamente Tony ni lo deja terminar, pero se acerca mucho a lo que él quiere. Quiere a Tony Stark. 

 

El castaño se separa, sintiéndose raro. Raro y feliz. No sabe por qué se ha arrojado prácticamente a los labios del soldado, pero no es como si pudiera haberlo controlado. La confesión de Steve la esperaba desde un punto muerto en su subconsciente, pero ahora lo sabe muy bien, porque Rogers lo ha gritado muy fuerte. Entonces sonríe, ante la mirada expectante del otro. No sabe lo que siente, porque se considera heterosexual, pero es… diferente. Así que sin pensarlo dos veces, vuelve a besar aquellos labios, ejerciendo algo de presión ésta vez. Ya tendrá tiempo para pensar sobre su orientación sexual.

 

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Cinco días después, Tony está plenamente consciente de muchas cosas. Entre ellas, que los besos de Steve le descontrolan más que el paladio en su corazón. También ha aprendido que el rubio es una maquina caliente de caricias, de besos, y toqueteos. Pero si hay una cosa que es igual de importante que todo eso, es que sigue olvidando cosas. Detalles sin importancia, pero a fin de cuentas los olvida. Trata de recriminarse, y se dice a sí mismo que ya no es tan joven, después de todo.

 

La primera cita llega, y con ello los nervios y el picor en la nuca de Tony Stark. Viste su mejor traje, y se encuentra con el rubio, escaleras abajo. Él va vestido de azul, vaya novedad. Pero la sonrisa es tan blanca como una nube, que curiosamente hace que el corazón metálico del millonario lata desbocadamente. Se aclara la garganta y sonríe típicamente.

 

     —¿A dónde vas a llevarme, Capitán? —pregunta con un toque de picardía, mientras avanza hacia el mencionado, quien sólo suspira mientras lo escruta con la mirada.

 

     —Iremos a cenar. —responde sin más. Steve ha propuesto esta primera cita, y aunque Tony se negó muchas veces, termina aceptando. Porque quiere descubrir lo que hay más allá del escudo y las mallas del Capitán América. Quiere descubrir al hombre sencillo que vive en su Torre, y que se mete poco a poco en su corazón con tantas cursilerías.

    

     —¿Tendremos sexo después? —cuestiona mientras le da un pequeño beso en la comisura de sus labios. Siente el tibio aliento de la respiración contraria, y se aleja lentamente. Quiere recordar esa sensación.

 

     —No habrá nada de eso hoy, Tony. —le fulmina con la mirada, pero con las mejillas sonrojadas. Stark sonríe mientras se encoge de hombros.

 

     —Hay que tener esperanzas. —comenta mientras abre la puerta principal de la casa, con Steve siguiéndole—. JARVIS, no nos esperes despierto, cariño. —habla en voz firme, mientras recibe un pequeño pellizco en el brazo de parte del rubio. Eso le hace sonreír.

 

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Tres semanas transcurren, y con ellas, varias citas de ambos súper-héroes. Tony se siente algo frustrado porque no han ido más allá de simples besos y caricias, pero sabe que Steve es un anticuado y decide que tendrá paciencia. Quizá aguante un par de días más antes de tirársele encima, porque no aguanta mucho al verlo sudado haciendo ejercicio. Lo excita de sobremanera.

 

     —Ya era hora. —comenta Natasha, con un cierto fastidio y alivio en la voz, mientras se pasea con una copa de vino por la sala de la Torre. Ella y Clint han vuelto hace un par de días, y como los chismes vuelan muy rápido, ahora saben que ellos mantienen un noviazgo. Se la ha pasado el día entero diciendo esas tres palabras, mientras va y viene a su antojo por el lugar. Clint no ha comentado nada aún, pero Tony puede ver la estúpida sonrisa en su rostro. Pepper está de visita en la Torre, recitándole novedades en la empresa, y un par de juntas obligatorias en cuatro días próximos para él. Steve está sentado al lado del castaño en el sofá, mientras cubre sus hombros con uno de sus largos y tonificados brazos. Bruce escucha, pero no comenta muchas cosas, él es un hombre muy tranquilo, pero excesivamente tenso todo el tiempo.

 

Tony se pone de pie cuando Pepper le da la pluma para que firme algunos papeles, y deja el objeto en donde antes estaba sentado. Camina hacia su mini-bar, mientras oye la conversación para nada interesante de Steve y Natasha, sobre los nuevos hombres que han arrestado. Se sirve una copa de whisky, y lo saborea en su paladar. De repente el hormigueo vuelve, ese que no lo ha dejado de molestar ni por las noches, y él gruñe. Porque ya no solo es aquel picor, sino que ahora viene acompañado de dolores punzantes y pequeños calambres en la nuca. Mueve la cabeza para espantar aquella horrible sensación, y toma un trago más. Entonces se queda parado, mirando fijamente los cubitos que tintinean en su vaso. Potts lo mira desde su lugar en el sofá individual.

 

     —¿Tony? ¿Estás escuchándome? —le pregunta en voz alta, mientras camina hacia él con el ceño fruncido. El mencionado la mira con una sonrisa y asiente de forma distraída. Ni siquiera la ha escuchado—. Entonces firma, tengo que volver a la empresa. —le regaña. Pero Tony frunce un poco el ceño. ¿Firmar qué? No recuerda haber mantenido una conversación con su asistente personal acerca de firmar algo, pero tal parece que ella sí. Entonces le estira la mano, esperando a que le dé la pluma para firmar, pero ella lo mira con una ceja alzada, mientras adivina su acción—. Ya te he dado la pluma. —le dice.

 

Tony frunce más el ceño, mientras intenta recordar el momento en que Potts le dio la pluma, pero no lo recuerda. Quiere reclamarle que no le ha dado nada, pero antes de que pueda incluso hacer un gesto más, Natasha se acerca con paso cauteloso, mientras Clint, Bruce y Steve platican animadamente, ajenos a la conversación.

 

     —Aquí está la pluma, Stark. La dejaste en el sofá. —menciona fríamente mientras deposita en su palma abierta el objeto con tinta dentro. Tony pasa saliva pesadamente, mientras mira la pluma. Él no recuerda ni siquiera haberla tomado entre sus dedos antes. Pero decide ignorarlo y firma, sin recordar para qué eran aquellos papeles por los que Pepper ha venido tan urgentemente.

 

     —¿No te parece que olvidas muchas cosas últimamente? —le pregunta la rubia, mientras escruta con ojos tensos a Stark. Ve que su mano tiembla, pero Tony le sonríe, encogiéndose de hombros.

 

     —Soy un genio Pepper, pero incluso nosotros tenemos nuestras fallas. —le sonríe y vuelve a donde están los otros tres hombres, sumándose a la conversación.

 

Natasha y Virginia intercambian miradas.

 

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Cuando por fin tienen sexo, ambos saben que no hay vuelta atrás en eso. Quizá no sea el amor más puro que existe, pero sí hay mucho más que cariño. Es diferente a todo lo que ha vivido Tony, incluyendo a Pepper. A ella no la necesitaba a su lado todo el tiempo, ni quería complacerla en todo, ni la buscaba por las noches ansiando sus brazos, como ahora lo hace con Steve. Siente que está perdiendo algo de individualidad, pero no le importa demasiado. No le da muchas vueltas a ese asunto. Sólo quiere disfrutar lo bien que se siente la compañía y los besos del Capitán América.

 

Se balancea sobre la silla de su taller, mordiendo un lápiz de la punta. Es asqueroso hacerlo, pero le quita las ansias. Porque ahora ya no son simples punzadas lo que siente en la nuca, se ha vuelto una migraña horrible. Y lo peor del caso, es que necesita su celular para llamarle a Steve y que traiga unas pastillas, porque el muy idiota ha salido de casa sin avisarle a donde iba. El problema es que no sabe dónde lo ha dejado. La última vez que recuerda haberlo visto fue en la cocina, pero de eso hace ya tres días.

 

     —JARVIS, ¿Dónde está Rogers? —pregunta al aire, mientras soba con las yemas de sus dedos las sienes de su cabeza. Duele un poco, pero se relaja notablemente. Se acomoda mejor sobre la silla.

 

     —El señor Rogers ha salido hacia las instalaciones de SHIELD con el Doctor Banner, señor Stark. —la voz electrónica resuena por todo el taller, haciendo que la cabeza le duela un poco más. Tendrá que bajar el volumen de la voz de Jarvis en cuanto se recupere.

 

     —¿Por qué no me ha avisado? —lanza la pregunta nuevamente al aire, aunque no espera que la maquina conteste, pero lo hace.

 

     —Sí le ha dicho, señor. Antes de marcharse se lo recordó tres veces. —

 

     —Pues no es suficiente. —Tony frunce el ceño. ¿Enserio? Él no recuerda haber estado presente cuando el rubio dijo que se iba. Pero no le toma importancia, como las veces anteriores, y toma un sorbo de su café caliente, porque Jarvis no miente—. El mundo se está quedando sin genios: Einstein murió, Beethoven se quedó sordo, y a mí me duele la cabeza. JARVIS, busca una pastilla. —dramatiza con un tono fingido de dolor, pero una risa ajena lo distrae. Pepper está parada en la puerta del taller, observándolo mientras avanza a su lugar.

 

     —¿Ahora hablas solo además de olvidar cosas, Tony? —le cuestiona con un tono de diversión, pero un tinte serio que descoloca al castaño. No es para tanto. Pero sabe que Pepper no descansará hasta sacarle información de más, así que evade la pregunta con otra pregunta.

 

     —Me gusta tu cabello. —dice de pronto—. ¿Le has hecho algo nuevo? —se pone de pie, mientras rasca su nuca. Pepper lo mira atenta, porque algo definitivamente no está bien. Ella tiene un presentimiento. Niega con la cabeza cuando Tony la mira—. Se ve muy… ¿tienes más? —vuelve a preguntar, mientras sigue dando vueltas por su taller. El dolor de cabeza a pasado a segundo plano, ahora está buscando un desarmador, pero no sabe dónde guarda los desarmadores. Aunque ni siquiera sabe para qué lo quiere.

 

     —Tengo la misma cantidad de cabello que tenía ayer. —menciona con firmeza, viendo sus movimientos. Suspira. No sabe lo que su jefe está buscando, pero algo le dice en su mirada que no recuerda donde lo ha dejado. Sabe que Steve no está en casa, quizá sea por eso—. Tony, eres emocionalmente necesitado. Piensas que pasa algo grave si las personas no te dedican la atención que mereces, o sea diez veces más que el resto de la gente. Steve volverá pronto. —el castaño la mira ansioso.

 

     —Yo no dije nada de eso. —y se da la vuelta, pero para sus pasos en seco. Ya no recuerda lo que estaba buscando. Entonces vuelve a su sitio en la silla. Y el dolor de cabeza aumenta. Jodido día de mierda, se reprende. Algo dentro de él ansía volver a la empresa, ser un hombre ocupado. Dirigir una Industria millonaria, molestar a Pepper y a Rhodey hasta que éste bloquee su número. Aunque no ha sabido nada de él en estos meses, porque tal parece que ahora vive en Afganistán, en un retiro militar. Quiere traicionar accionistas cuanto antes. Porque tener mucho tiempo libre sólo le trae dolores de cabeza y olvidos. Necesita trabajar ese cerebro. Se está empolvando— ¿Y cómo están tú y Happy? —vuelve a preguntar, mientras toma otro sorbo de café. Pepper lo mira recargada en una mesa.

 

     —Oh, muy gracioso. —su tono de voz es molestia en su estado más puro. Tony la mira y trata de descifrar qué ha hecho ésta vez para molestarla. Que él recuerde no ha hecho nada indebido públicamente con Steve, y seguramente tampoco es su cumpleaños—. Te he tratado de localizar toda la mañana. Se suponía que tendrías una reunión con los Ingenieros termonucleares hoy, pero no llegaste. —le reprende—. ¿No oíste el celular? —

 

     —Oh, ¿Era ésta mañana? —pregunta tratando de evadir tantos encuentros mentales. No recuerda nada acerca de aquella reunión. Y tampoco donde dejó el celular. Eso lo lleva a lo que estaba buscando. Pero pregunta para no hacer tan obvio su olvido. Sí, necesita volver al trabajo. Se siente algo oxidado. Pepper lo mira ceñuda, así que se ve obligado a contestar—. Quizá lo he dejado por ahí en modo silencio. No te preocupes, señorita Potts, les compraré a los Ingenieros un Ferrari nuevo, uno a cada uno, y organizaré una reunión para la semana entrante. —resuelve todo con una sonrisa, y entonces sus ojos se desvían hacia un estante. Ahí está el celular. Se acerca con confusión, porque no recuerda haberlo puesto ahí en ningún momento. Mira la pantalla con treinta y seis llamadas perdidas.

 

     —Has estado olvidando muchas cosas en todo este tiempo, Tony. —menciona con un tono que al castaño le parece de preocupación. Sus labios están fruncidos, y el color le parece vagamente familiar a un pay de frambuesa—. ¿Estás seguro que estás bien? Te estás volviendo algo

 

     —Si dices viejo, juro que me quitaré la ropa y haré una pataleta en el suelo. —dice Tony alegremente, pero la expresión de su asistente no cambia. Entonces suspira—. Estoy bien. Todo está bien. Sólo he estado… he tenido muchas cosas en la cabeza últimamente. —comenta con un deje de fastidio fingido para que la otra deje de molestar—. Mira, el celular ahora tiene el volumen bastante alto. Si ocurre otra cosa, llámame. —le enseña el aparato, y luego la hace salir de su taller. Definitivamente necesita una pastilla.

 

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Días después de la visita no requerida de su asistente personal, él se presenta en la oficina central de Industrias Stark. La junta pasa rápidamente, sin ningún contratiempo, y él firma los papeles que solo contienen letras, y más letras absurdas. No recuerda para qué está firmando, pero si Pepper está a su lado sonriendo como lo hace, seguramente es algo bueno para la empresa.

 

Vuelve a casa por la tarde y se encuentra con Steve, tumbado sobre el sofá y manejando una de sus pantallas virtuales. Lo ve llegar y sus ojos azules lo siguen. Tony lo mira con una sonrisa, y se acerca para darle un beso profundo. Rogers lo atrae de la camisa y lo sienta encima de él, a horcajadas. Se besan durante largo rato, mientras el rubio pasea con soltura las manos por su espalda. Tony quiere que esto nunca termine. Le produce cosas cálidas en el pecho, algo que contrasta bastante con el frio metal que adorna su cuerpo.

 

     —¿En qué piensas? —le cuestiona el rubio mientras pasa sus labios por el cuello del millonario—. Estás algo distraído. —le da un pequeño beso, y vuelve a comenzar el recorrido. Tony suspira mientras juega con sus mechones rubios entre sus dedos. No contesta—. Pepper dice que has estado olvidando cosas en últimamente. ¿No te has pegado en la cabeza con algo en el taller? —lo separa de su cuerpo, aunque Tony pone cierta resistencia. Sus ojos se encuentran y el castaño deja escapar el aire algo frustrado.

 

     —Está exagerando. Ya sabes cómo son las mujeres, Rogers. —comenta mientras se pone de pie. Bien, le han frustrado la noche de sexo que sentía venir—. Quizá sí he olvidado un par de cosas, como las juntas o dónde dejo las cosas, pero nada importante. —le resta importancia con un gesto de la mano, mientras camina al mini-bar y se sirve un whisky. Steve lo mira expectante desde su lugar. Está algo nervioso, porque no sabe cómo se tomará Tony la siguiente noticia.

 

     —Quiero pedirte un favor, Stark. —le suelta de repente. El mencionado dirige sus ojos castaños a los suyos, y ahí los deja. Clara señal de que es todo oídos—. Acompáñame mañana a ver a Peggy al retiro. —suelta el aire que ha estado conteniendo cuando por fin consigue decirlo. Quizá su relación no sea perfecta, pero Steve siente que debe dar el siguiente paso. Peggy es muy importante para él, así como lo es Tony, y quiere que ellos se conozcan. Su novio lo mira por largos minutos y le asiente con un gesto. Después se pierde en su laboratorio.

 

El día siguiente Tony está encerrado en su taller, como siempre. Bruce ha salido de nueva cuenta a Nuevo México, y Natasha y Clint seguramente están en medio de algún espionaje o guerra. No le importa ninguno de ellos, excepto Steve. Porque no lo ha visto en todo el día. En todo el maldito día. Y ha olvidado donde está su celular. Tampoco quiere la ayuda de Jarvis, está muy enojado. Intenta encajar dos piezas para el nuevo motor de su coche, pero no puede. Frunce el ceño y trata de otra forma, pero tampoco encajan. Gruñe con frustración, y avienta todo lejos. Mira el traje nuevo que ha construido, y quiere ponérselo y salir a vagar por un rato. Pero hay un pequeño problema: no recuerda cómo ponérselo. Y eso le frustra más.

 

Sus manos tiemblan un poco al ver la armadura, y se golpea mentalmente. Vamos, es tu traje, maldita sea. Tienes que saber cómo diablos ponértelo. Sin embargo, no lo intenta. No se siente capaz de abrir el traje y meterse ahí dentro. Pasa las manos por su rostro alternadamente, y una la deja en su barbilla. La cabeza le duele, y siente un calambre en la nuca. Cierra los ojos y trata de recordar dónde dejó las pastillas que Pepper le dio, pero no lo hace. No lo recuerda. Y tampoco va a ponerse a adivinar como idiota. Porque simplemente esa información se ha ido de su cabeza. Así como muchas otras cosas.

 

     —Señor, el Capitán Rogers está al teléfono. —la voz de JARVIS lo saca de sus pensamientos, haciendo que frunza el ceño. Últimamente está de mal humor, intolerable. Prende el aparato que tiene en la oreja derecha, que le sirve para contestar cuando no tiene el teléfono cerca.

 

     —¿Qué pasa? —pregunta con molestia. Por fin se ha dignado a marcarle.

 

     —¿Qué pasa contigo? —regresa la pregunta con el tono más hiriente que Tony ha escuchado de él. Está enojado—. Dijiste que me acompañarías hoy al retiro, a ver a Peggy. Llevo dos horas y media esperándote, Stark. —le espeta con crudeza, y Tony siente que toda la sangre se va de sus venas.

 

     —Mierda. —dice—. Mierda, mierda, mierda, mierda. —sigue soltando la misma palabra en voz alta, mientras se pone de pie estrepitosamente y corre escaleras arriba. Tiene que cambiarse al menos la playera sudada, no es tiempo para una ducha—. Yo, ehh… perdí la noción del tiempo, es todo. Estaré ahí en quince minutos. —simplemente no quiere decir que lo ha olvidado. Porque incluso eso, que es información reciente, se ha ido. Se siente bastante extraño. Bastante vacío no recordar.

 

     —No hace falta que vengas. —escucha en su oído. Steve parece que está iracundo—. Es evidente que estás muy ocupado. Entiendo. —suspira el rubio—. Será en otra ocasión. —

 

     —No, llegaré. Tomaré el helic—

 

     —Tony, está bien. —le interrumpe las palabras—. No te atrevas, bajo ninguna circunstancia, a traer el helicóptero. Sigue en lo que estabas que yo haré lo mismo. —y la comunicación se corta de inmediato, sin esperar respuesta. Tony se siente tan miserable que quisiera bajar hasta su taller y destruir su traje. Quiere golpear cualquier cosa hasta destruirla. Pero no se detiene. Se cambia la ropa por un par de prendas limpias, toma su cartera y su celular, y llega corriendo a la puerta. Entonces ve una nota pegada ahí con una dirección: es la del asilo.

 

Baja hasta el estacionamiento y camina rápidamente a su coche. Trata de introducir la llave, pero ésta no entra. Frunce el ceño y lo intenta con más insistencia, pero no cede. Entonces presiona el botón para activar la alarma del maldito coche y poder prenderlo, pero no es el coche que él piensa, el que suena. Está más lejos. Aprieta sus manos hasta volverlas puños, ¿Se equivocó de coche? ¿Cómo puede ser eso? Pero no se detiene a pensar en eso, porque corre teniendo al rubio en su mente. Se mete en el auto y se pone el cinturón de seguridad. Después se queda en silencio, mirando fijamente el volante sin saber cómo continuar. Fuerza a su mente tratar de recordar cómo manejar, pero está en blanco. Ya no lo recuerda. No sabe cómo manejar. Se le ha olvidado. Sus manos tiemblan con impotencia y sale del vehículo, como si éste quemara.

 

Entonces va a la avenida y toma un taxi. Le da la dirección del lugar. Luego se escurre en el asiento, con la respiración agitada y los dedos temblorosos todavía. Eso no puede estar sucediéndole. No a él. No al genio, multimillonario, playboy y filántropo de Tony Stark. No puede estar olvidando cosas, lugares, objetos. Primero eran cosas pequeñas, pero esto es un extremo que no piensa cruzar. Quiere volver a casa, a su taller, y hacerse unos estudios en compañía de JARVIS, porque él odia los hospitales. Pero primero tiene que ir con Steve.

 

Cuando llegan al lugar, él pregunta por la paciente Margaret Carter. Tarda unos minutos en recordar el maldito nombre completo, pero lo hace. Aún recuerda que Steve se lo ha dicho un par de veces, más bien, cuando fueron a comer aquel Shawarma, el día de su primer beso. Se siente mejor al saber que aún recuerda eso. La enfermera lo conduce a la habitación, alegando que tiene ya una visita, pero él consigue persuadirla. Su suerte con las mujeres no se ha perdido del todo. Quiere entrar sorpresivamente con un ramo de rosas rojas que obliga a la enfermera ir a comprar, pero no lo hace. Se queda parado ahí afuera, viendo a través del vidrio de la puerta el interior de la habitación. Algo dentro de él se remueve. Tan hondo, que duele en su pecho.

 

Steve abraza a una señora de avanzada edad, está tomándola por la cintura mientras danzan lentamente al compás de la música que sobrepasa las paredes. Él ríe, al igual que ella. Es bastante más baja que el rubio, y sus cabellos están cubiertos de canas, pero ella le aprieta la mano con fuerza, como si temiera que Steve fuera a desvanecerse. Sus ojos demuestran el amor y cariño que aún le tiene, y Tony frunce el ceño. Aprieta las rosas que lleva en la mano derecha, y se queda ahí, mirándola. Puede ver el amor que traspasa esa mirada color almendra, aquel brillo que le duele. Porque a pesar de su edad, ella lo recuerda. Y Tony teme que él no pueda hacerlo en un futuro.

 

Así que pide a la enfermera negar que estuvo ahí. Después se marcha hacia la Torre; por suerte aún recuerda dónde vive. Cuando llega a su destino la noche ya cubre la ciudad, y él simplemente se desploma como un muerto sobre el sofá. Sin pensarlo se queda dormido.

 

Su respiración se agita, se retuerce entre sueños. Él está caminando sobre el cementerio de la familia Stark, y se para frente a la tumba de su madre, quien lleva mucho tiempo ahí enterrada. Entonces acaricia la lápida, y la recuerda. Está sonriendo, una sonrisa que lo reconforta. Y sube su mirada, pero no hay nada. No tiene nariz, ni boca. Es un rostro blanco, difuminado. Sólo hay una sonrisa y un murmullo que no logra comprender.

 

Entonces despierta con un grito, sentándose de repente en el sofá, con la respiración agitada, y el sudor corriendo por su cuello y frente, haciendo ríos. Sus ojos se abren de sobremanera, y lleva ambas manos a su nuca, para frotar. Le duele la cabeza, enserio le duele mucho. Pero él sabe que aún recuerda a su madre, él lo sabe. Pero no quiere traerla a su mente, porque no sabe si sucederá lo mismo que en su sueño y sólo sea una persona borrosa en su imaginación. Entonces se pone de pie. Corre por la oscuridad hasta la habitación de Steve y sin tocar, abre de un empujón. No quiere dormir solo esta noche. Pero encuentra la cama vacía. El rubio no ha llegado. Sus cejas se contraen. Debe estar enojado, y todo por mi jodida culpa, se reprocha. Y no puede esperar más.

 

Se prepara un café con toda la tranquilidad que puede, y baja hacia su taller, usando su libreta de notas para recordar la clave. Entonces entra y prende todo el equipo. No es verdad que Tony tenga una computadora para el cerebro, aunque no por falta de ganas. Primero ejercita su mente con algunos ejercicios matemáticos y físicos, los cuales resuelve perfectamente. Sigue siendo un genio. Sin embargo sus conocimientos no le preocupan, le preocupan sus recuerdos. Da por sentado que puede memorizar fórmulas, algoritmos, números enormes. Tony Stark es su mente y no hay forma de separarlos.

 

     —No me estoy muriendo de cáncer, ¿verdad JARVIS? —pregunta mientras organiza un equipo y hace espacio en una de sus mesas. Después se sienta y coloca una toalla en su cuello para limpiar el sudor.

 

     —No hay nada en los últimos exámenes médicos que lo indiquen, señor. Aunque debería saber que hay una probabilidad mucho mayor de que muera por causa del cáncer de hígado. —comenta sin detenerse la voz electrónica que Tony ha escuchado por tantos años—. ¿Quiere que llame a un médico, señor? —

 

     —No hace falta, yo soy mi propio médico. En este caso tú lo eres. —menciona—. Además, tomé y pasé un curso de bioquímica en el MIT. —comenta con orgullo y aires de grandeza. Se retira la toalla del cuello dispuesto a comenzar con aquello. Programa en una pantalla holográfica los exámenes que quiere haga JARVIS en su cerebro.

 

     —Fue un curso solamente, señor. —

 

     —Y cuando acabó ya sabía más que el profesor. —gruñe el castaño. Lo último que quiere hoy es pelear con JARVIS. Así que toma un casco especial que diseñó hace tiempo, y se lo pone. Espera a que JARVIS configure el sistema nuevo que ha instalado en su software, mientras sus dedos se mueven nerviosos sobre la mesa. Necesita cuanto antes saber lo que tiene. Un pitido da la señal y una pantalla baja hasta posarse enfrente de él, para mostrarle una visión en 3D de su cerebro. Observa con atención todos los químicos que iluminan sus venas como una supernova, brillante y azul. Entonces algo se enciende en la parte baja. Es un punto de color rojo.

 

     —Hay un compuesto químico desconocido en el hipocampo, señor. —la voz de JARVIS resuena por todo el taller—. El hipocampo es una de las partes primordiales del cerebro en controlar la memoria. —pero Tony ya lo sabe. Por eso se ha quedado pasmado. ¿Qué mierda le sucede?

 

     —Analiza las moléculas de esa cosa. —ordena con algo de ansias. Cierra los ojos y trata de relajarse. Pasan algunos minutos durante los cuales no cree haber pensado nada en particular, y los abre nuevamente—. ¿JARVIS? ¿Qué problema hay? —

 

     —Señor, este compuesto químico no parece estar echo de ninguna estructura molecular que pueda identificar. Mis bases de datos no son suficientes. Se requiere conocimiento médico en su forma pura. —contesta la máquina. Tony no dice nada, pero se quita el casco y la imagen enfrente de él desaparece. Entonces se pone de pie, y camina hacia la armadura. Tiene que intentarlo. Y necesita un trago. Quizá dos…

 

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Steve llega a la Torre Stark dos días después de lo sucedido con Tony. Se siente furioso todavía, porque el castaño ni se ha dignado a llamarle, o disculparse. Aunque sabe que Stark jamás se disculpa por algo. Tiene una leve opresión en el pecho por no saber nada de su novio en treinta y seis horas. Así que sin resistirlo más, lo busca por toda la casa. Pero no está por ninguna parte. No hay trastos sucios en la cocina, y la sala se encuentra en un silencio infernal. Sube a las recámaras y tampoco lo encuentra. Supone que nadie ha vuelto de sus respectivas misiones, pero ¿Tony? Él debería al menos estar haciendo ruido. Con el ceño fruncido baja las escaleras y camina al mini-bar. Cuenta todas las botellas y se da cuenta que faltan seis. Gruñe con hastío y va directo al taller.

 

     —Me alegro mucho de verlo aquí, Capitán Rogers. —comenta la monótona voz de JARVIS, sacándole un susto. Él suspira. Al menos sabe que Stark está seguro en compañía de su máquina. Eso espera.

 

     —¿Puedes hacerme el favor de abrir las puertas? Supongo que Tony está adentro. —y de inmediato su orden es acatada. Un raro olor inunda sus fosas nasales y siente una furia crecer en su interior.

 

Tony está tumbado sobre una de las mesas del taller, durmiendo y roncando. La música de AC/DC suena fuertemente por todo el lugar y Steve se pregunta cómo diablos no ha podido despertarlo tal ruido. Camina y vislumbra las botellas que hacen falta arriba, todas vacías. El castaño tiene agarrado en la mano derecha un vaso con alcohol dentro. Debió estar muy borracho como para no terminarlo. Suspira mientras observa el desastre que ha hecho, pero sus ojos se abren con sorpresa. La armadura en la que Tony había estado trabajando todo el tiempo desde la última misión está totalmente destruida en una esquina. A su lado hay un tubo enorme, seguramente el que utilizó para hacer tal atrocidad. Se acerca a paso rápido, y toma el casco entre sus manos. Éste se quiebra, cayendo al suelo. Steve sabe que algo muy malo está pasando. Anthony Stark jamás destruiría sus armaduras. Jamás.

 

Vuelve sobre sus pasos y lo menea con fuerza, hasta que consigue que éste entrecierre los ojos, volviendo al mundo. Se incorpora y al verlo sólo desvía la mirada. Se lleva las manos a la nuca y jadea con dolor. Se prepara para recibir un regaño de Steve, pero es algo que no llega en los siguientes diez minutos. Sólo lo observa, y Tony se da cuenta que duele más su silencio que las palabras.

 

     —¿Qué ha pasado aquí, Anthony Edward Stark? —y el mencionado sabe que Steve solo usa su nombre completo en ocasiones especiales, como ésta. Se niega a responder porque su garganta se seca al ver la decepción marcada en aquellos ojos azules que lo observan con frialdad. Intenta hacer un amago de sonrisa, pero le sale un gesto torcido. Steve toma asiento en la mesa, a su lado—. Quiero la verdad ésta vez. —y los dedos del castaño tiemblan cuando aquellas fuertes manos se posan en sus hombros con firmeza. No lo soporta. Explota. Explota. Explota.

 

     —¡No puedo más, ya no puedo! —grita, levantándose de la mesa y alertando a Steve, quien imita su acción con los ojos muy abiertos por tal grito—. Sucede que-que... yo… yo… n-no puedo… yo… —y su voz se apaga poco a poco. No logra decir una frase coherente. No quiere decir nada, porque sabe que llorará. Y él no llora bajo ninguna circunstancia. Eso no puede olvidarlo. Y espera que Steve se enoje y lo golpee, al menos así puede curar la culpa que lo carcome por dentro, pero hace lo contrario a lo que él espera: lo abraza. De forma protectora y cariñosa. Es un abrazo inesperado. Y él se aferra a su playera, y respira hondamente, absorbiendo su colonia masculina. Pero no llora. Se mantiene fuerte.

 

     —Tranquilo, estoy aquí, Tony. —le murmura con cariño, mientras pasea sus manos por la espalda haciendo pequeños círculos. Posa su mentón en la cabeza del castaño, y deposita un beso. Respira y lo abraza con un poco más de fuerza cuando nota que el otro se quiere separar. No sabe lo que sucede, pero su enojo se ha ido. Se ha ido porque Tony es más importante. Jamás lo había visto de aquella forma. Espera pacientemente por algunos momentos, hasta que el otro se relaja, y entonces se aparta un par de centímetros para verlo directo al rostro. El castaño evade su mirada.

 

     —Steve… estoy olvidando cosas, muchas cosas. —comienza a decir, mientras aprieta con sus manos sucias aquellos fuertes brazos que lo siguen rodeando. Quería ocultárselo, pero le es imposible. Porque Steve no se merece aquello. No se lo merece. Al menos tiene que estar consciente sobre lo que está pasándole.

 

     —Ya lo sé, Pepper me lo ha dicho. —comenta con una pequeña sonrisa, mientras posa sus manos ésta vez en su cintura y las mantiene ahí, con firmeza pero sin lastimarlo—. Necesitas un descanso, eso es todo. Has tenido algunas presiones últimamente. Te daré un masaje. —Tony niega con un gesto brusco.

 

     —No, no de esa forma. —lo mira ésta vez a los ojos, sin parpadear. La mirada azul tampoco se rinde. Sus ojos se oscurecen y parecen brillosos por culpa de las lágrimas que amenazan con salir, pero tiene que ser fuerte—. He… he olvidado la contraseña del taller, t-tengo que utilizar una libreta de notas para recordar los números. No sé dónde dejo las cosas, y olvido las citas y las juntas de la oficina… incluso olvidé lo del asilo. —Steve quiere detener su charla para decirle que está bien, que no importa si no fue. Pero Tony no lo deja, porque continúa hablando—. Incluso… incluso olvidé cómo manejar… y como utilizar la a-armadura. Olvidé el rostro de mi madre. —comenta afligido, pero también bastante ansioso. Aprieta sus manos alrededor de Steve, y vuelve a mirarlo, mientras siente como el otro asimila todo lo que dice—. Yo… olvidé el nombre de la mujer con quien saliste hace tiempo, y el nombre de la pelirroja y el arquero que viven aquí. Sólo los recuerdo por las estúpidas fotografías en los datos de JARVIS. —y sus ojos oscuros descienden al piso. Ya no puede soportarlo. Y todo es verdad, en estos dos días ha olvidado más cosas de las que ha hecho. Su mente está en blanco. Por eso bebió tanto, por tanta impotencia. Él no quiere perder sus recuerdos.

 

Steve parece sentirlo, y asimila cada cosa lentamente... se mantiene callado durante muchos minutos, que son eternos para el millonario. Entonces vuelve a abrazarlo con fuerza y protección, pero sin lastimarlo. Comienza a susurrarle que todo estará bien, como si estuviera consolando a un niño, y él casi le reclama por ese hecho, de no ser porque se siente derrotado. Se deja querer y mimar, como un oso de peluche que no ha recibido atención en mucho tiempo. Steve reparte pequeños besos por su cabeza, por su frente, por todo su rostro. Le besa los labios con pequeños roces, mientras él cierra los ojos.

 

     —No quiero olvidarte, Steve. —susurra sin abrir los ojos o moverse. Steve lo observa atentamente. A pesar de ser sólo una simple frase, logra llegar hasta su corazón. Una lagrima amenaza con salir de sus ojos azules, pero respira profundo y la desvanece parpadeando seguidamente. No quiere verse débil ante Tony, porque es precisamente ahora cuando más fuerza tiene que poseer.

 

     —No lo harás. —pronuncia con determinación—. Lo arreglaremos. No importa lo que sea, lo arreglaremos. —repite para sentirse más seguro él mismo. Para decirse que todo marchará bien ahora que lo sabe.

 

Tony suspira al oír aquellas palabras que le reconfortan un poco. De repente frunce el ceño, abriendo los ojos. El dolor de la cabeza vuelve y siente tirones, como si fueran choques eléctricos. Steve lo mira alarmado en cuanto se da cuenta. Tony lo ve mover los labios, pero no lo escucha. Un zumbido recorre sus orejas, llega del otro lado, y se pierde en su cerebro. Lleva ambas manos a su cabeza, sintiéndose cada vez más débil. Mierda, esto no está bien, piensa. Un aire caliente atraviesa su cráneo por dentro y lo marea.

 

Cae inconsciente en los brazos de Steve.

 

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Cuando despierta, un olor muy peculiar inunda sus fosas nasales. Gruñe con algo de molestia y trata de incorporarse, pero una mano lo detiene, acostándolo de nuevo. Abre lentamente los ojos y tarda en enfocar las dos figuras que están frente a él. Son Pepper y Steve, quienes lo ven con un deje de alivio, pero también preocupados.

 

     —¿Un hospital? ¿Enserio? —pregunta sarcásticamente. Odia los hospitales, ellos lo saben. Pepper suelta un suspiro de alivio mientras le toma la mano con cariño, y Steve niega con un gesto divertido. Tony ha vuelto. Eso quiere creer.

 

Pelean durante muchos minutos que se convierten en unas cuantas horas. Tony se niega a hacerse los estudios del cerebro ahí, piensa que le lavaran el cerebro. Pepper y Steve insisten con que es lo mejor para él, porque ni siquiera JARVIS ha logrado encontrar el problema. Ambos han hablado con la máquina. JARVIS les ha contado todo.

 

Anthony tiene poca paciencia para los cuestionarios, y lo expresa sin vergüenza alguna cuando los doctores y las enfermeras le hacen algunas preguntas. Odia el suero que le ponen en la sangre. Odia las jeringas y su punta filosa que podría atravesarle un ojo. Los hospitales son los hoteles del diablo, según él. Aun así se ve obligado a seguir cada una de las instrucciones. Hace algunos cálculos, explica algunos recuerdos de su infancia, otros más actuales. Hace mención de la gente que recuerda a través de fotos, pero cuando llega el momento de los dos agentes que siguen en una misión, Anthony niega con una mueca. No recuerda sus nombres.

 

La visita termina, y para final del día, vuelven a la Torre Stark. Con Tony discutiendo sobre que las batas de hospital le hacen calzón chino, jurando que va a recordar al doctor con todas sus fuerzas y volverá para vengarse por hacerle pasar por tantas cosas absurdas. Pepper piensa que Tony puede parecer un hombre mayor, pero no lo es. Es un niño mentalmente. A veces se pregunta cuál de los dos es el real. Quizá ambos.

 

     —Los doctores no saben lo que pasa. —menciona Pepper mientras despide a Tony y a Steve en la puerta de la Torre. Ella ha sido quien habló con el doctor—. Dicen que podría ser una fase primaria de Alzheimer pero aún es muy joven para eso. Además, hay un sustrato químico en su cerebro que no pueden identificar. —lo mira, haciendo mención de que ni siquiera JARVIS pudo hacerlo. Tony siente un golpe en el ego—. Las pruebas van a seguir, y será mejor que te comportes. —se dirige exclusivamente al castaño, quien se encoge de hombros como niño pequeño.  

 

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Al otro día, vuelven al hospital para seguir con las pruebas. Steve lee un libro, mientras someten a Tony a torturas medievales, eso dicho por él. Pepper está en la empresa haciendo algunos contratos, porque no puede simplemente dejar todo botado. Cuando ella llega, el análisis ha concluido. Tony está más molesto que el día anterior, no solo porque lo han hecho hacer las mismas pruebas que ayer, sino porque el doctor le hace exactamente las mismas preguntas. Pero hay un dato curioso, y es que hay tres preguntas que Tony ha olvidado que ya había contestado. Y no sólo eso. Sigue olvidando donde deja las cosas, incluso el nombre del Doctor, a pesar que él lleva todo el día repitiéndoselo. Y no, no está jugando. Olvida que había estado en la misma camilla el día anterior, y cuando ve a Steve de nuevo, se sorprende. Habría jurado que llevaba camisa roja en lugar de una negra. Sigue olvidando cosas de forma rápida y alarmante. Se preocupa.

 

Ese mismo día por la tarde, reciben una llamada inesperada: Nick Furia quiere ver a todos los vengadores en su sala de juntas. Así que sin pensárselo dos veces, Steve y Tony marchan hacia las instalaciones de SHIELD, con Steve conduciendo su Harley. Al llegar Tony se muestra un poco confundido. No recuerda dónde está la sala de juntas. Ni siquiera recuerda que las instalaciones de aquellos locos fueran de esa forma. Su cerebro se está cerrando.

 

Cuando ve a los dos agentes sentados en una mesa redonda, duda sobre compartir asiento con ellos. No les tiene tanta confianza, y más por la forma que aquella mujer lo mira, como esperándolo para atacar. Steve comenta y recita todo lo que ha pasado con él, mientras las facciones de los demás se muestran sorprendidas. Banner no ha vuelto de Nuevo México, él apenas recuerda su rostro. Furia toma una decisión después de escuchar todo aquello. Tal parece que un nuevo villano ha entrado en juego, en California, y es su deber ir a combatirlo. Todos están de acuerdo, pero entonces sale la pieza secreta: Tony se quedará en casa. Porque no puede luchar con esa enfermedad. Tiene que recuperarse.

 

     —¡¿Qué?! —se alarma Steve, poniéndose de pie. Es la primera vez que le grita a su jefe— ¡Me niego! ¡No iré sin Tony! —azota las manos sobre la mesa redonda, pero el hombre del parche lo mira sin una pizca de asombro. No es la primera vez que un soldado se revela ante él. Y no será la primera vez que el soldado se salga con la suya.

 

     —Entonces tampoco irás tú, Capitán. —le dice—. Es más, ni siquiera sé si debería seguir llamándote Capitán. No has entrado en acción desde hace meses con lo que pasó en Nueva York, y ahora que te doy una misión de suma importancia, ¿te niegas? Estoy comenzando a creer que debería sustituirte. —Steve lo mira con el ceño fruncido, al igual que Tony, quien no recuerda al hombre, pero no le cae bien de todas formas—. ¡Compréndelo, Rogers! Tienes dos opciones. —le mira con un gesto que bien podría helarle la sangre a todos, menos al Capitán—. O mueves tu trasero a California y dejas a Stark aquí, o te destituyo. Te removeré de los Vengadores. —se acerca a Steve, quien mantiene los puños apretados y la vista fija en un punto muerto del lugar—. Lo hago por la gente, Steve. No solamente Stark te necesita en este momento. —y se marcha.

 

     —Capi-paleta. —Tony llama su atención con el apodo que ha dejado de usar, pero que le hace sonreír al mencionado, porque le trae recuerdos de horas felices—. Ve. No voy a irme a ninguna parte. Y ese pirata tiene razón: mucha gente te necesita. Yo estaré bien, soy Tony Stark. —le dice con una flamante sonrisa.

 

Natasha observa atenta todo aquello, y no le queda más que negar con una pequeña sonrisa en el rostro. La arrogancia es hereditaria, y no particularmente infundada. Espera que aquel mal trago pase, porque ellos en verdad son idiotas, pero lindos cuando están juntos. Le hace una señal a Clint, y ambos abandonan el lugar, dándole un apretón en los hombros a Steve. Él sabe que ellos lo apoyan, tome la decisión que tome. Entonces mira a Tony, y no está seguro si dejarlo sea la mejor opción, pero asiente en un gesto derrotado. Su nación lo necesita.

 

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Por la noche, hacen el amor en la oscuridad.

 

Steve desliza sus labios por el pecho descubierto de Tony, quien muerde sus labios en un gesto sugestivo mientras sus manos traviesas se deslizan por la espalda del Capitán hasta llegar a su trasero para atraerlo a su cuerpo. Ambos están de rodillas sobre la cama del millonario. Sus ropas han quedado regadas por todas partes, ellos ni siquiera le dan importancia a ese hecho. Sus erecciones se rozan, y ellos ahogan los gemidos en su actual beso. Poco a poco se acuestan en la cama, Tony debajo del rubio. Éste último ensaliva un par de dedos y los introduce en el canal de Stark. Él se retuerce con placer y anticipación a lo que vendrá. Lo toma de los fuertes hombros y lo atrae a su boca, besándolo con pasión desmedida.

 

Steve sonríe en medio del beso y retira sus dedos, para reemplazarlos con su miembro. Siente que el cuerpo del castaño se agita, y eso le excita más. Toma sus piernas con algo de fuerza, y las abre lo más que puede. Comienza a embestir de forma pausada al principio, pero su paciencia se termina. Mueve sus caderas con soltura y fuerza, queriendo llegar más hondo, más profundo. Hasta el corazón de Stark. Su compañero pasa ambas manos por la espalda de Steve, y gime, gruñe y jadea incoherencias, mientras lo rasguña. Quiere que esta noche sea especial.

 

Entonces se miran, se sonríen. Sus ojos brillan. Steve mueve su mano para abarcar la extensión caliente de Tony, y comienza a mover su mano rápidamente. Él gime en respuesta. Lo atrae con sus manos de la nuca, y le da un beso. Tan delicioso, que los hace llegar al clímax. Por primera vez han llegado juntos.

 

Rogers se deja caer a su lado, mientras respira agitadamente. La luz que desprende el pecho de Stark es lo único que los hace poder verse entre toda aquella oscuridad. Steve se acerca un poco más, y tapa a ambos con las cobijas que fueron olvidadas en el suelo momentos antes. Los arropa bien y se queda observando el rostro del millonario. Es hermoso. Pasa una mano tranquilamente hasta posarla en su mejilla, y acaricia con su pulgar la zona. La barba de Tony le pica un poco, pero ama verlo de aquella forma. Le da un toque especialmente salvaje y ejecutivo. Le sonríe y el otro le regresa la sonrisa.

 

Tony habría querido pedirle que no fuera a esa misión absurda, pero sabe que no puede hacer tal cosa. Sabe que no puede ser tan egoísta. Porque Steve Rogers es el Capitán América. Es lo único que tiene. No quiere pensar en la posibilidad de que en un futuro Rogers se quede sin nada. Tampoco quiere pensar en la posibilidad de olvidarlo. Sabe que si está lejos no será tan fuerte como lo ha sido, pero puede intentarlo. Por él. Porque no quiere que todos aquellos recuerdos se pierdan, se desvanezcan, como lo hacen lágrimas en un día de lluvia. Tony quiere ser egoísta, en verdad lo quiere, porque es un egoísta. Pero no puede. No puede. No con Steve.

 

     —Tony, prométeme una cosa antes de marcharme. —susurra Steve en medio del silencio que se ha instalado entre ellos. Las primeras gotas de lluvia caen afuera, azotando en el asfalto, desvaneciéndose—. Prométeme que no olvidarás cuanto te quiero. Por favor. —su voz apenas pesa en el silencio. Pero es tan fina que no puede cortarse con un cuchillo. Tony sabe que el rubio está a punto de llorar, pero no lo hace. Se contemplan a los ojos largamente, mientras sus manos se aprietan en una promesa muda. Porque Tony no puede hablar y mentir. No puede prometer algo que no está seguro y pueda cumplir. No sabe si olvidará cómo querer a Steve Rogers.

 

Y mientras vuelven a besarse en aquella oscuridad, compartiendo lágrimas invisibles, dolor tangible, se quedan dormidos. Tony en los brazos de Steve. Esta noche no dormirá solo. Sin embargo, cuando despierta al día siguiente, Steve ya se ha ido a California.

 

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Cinco días pasan corriendo desde que Steve se fue de misión, y ésta vez es Pepper quien se encarga de llevar a Tony al hospital. Pero sigue sin haber progresos en los estudios. Los doctores no saben lo que le pasa. Nadie sabe lo que le sucede al genio. Y lo peor, es que sigue olvidando cosas a pasos gigantes. Ya no recuerda la dirección de Industrias Stark, tampoco los nombres de los socios, y el nombre del doctor lo sigue olvidando.

 

Cuando llegan a la Torre después de un horrible día para Tony en el hospital, él se derrumba en el sofá. Pepper trae la caja especial de donas, y él por un momento se siente feliz. Toma una con ansias y la muerde. Disfruta el sabor delicioso que no ha probado desde hace mucho. Pepper no dice palabra alguna, y sólo se sienta a su lado, observándole. No hacen falta palabras, excusas baratas. Ambos saben que todo está mal. Que no hay ningún progreso. Que existe una probabilidad entre un millón para que encuentren la cura a eso que le sucede. Porque ni si quiera pueden ponerle un nombre.

 

     —Pepper… dame un abrazo. —murmura Tony desde su lugar en el sofá, mientras limpia sus manos manchadas en chocolate sobre sus pantalones. Ella se sorprende un poco, pero no lo demuestra. Ve en aquellos ojos el sentimiento que lo carcome: la soledad y el miedo. Anthony tiene tanto miedo, que incluso recurre a pedirle un abrazo. Ella no se lo niega, porque se siente de la misma manera. Acude a su encuentro poniéndose de pie y caminando hasta él. Tony recarga la cabeza en su pecho, mientras ella siente cómo su cuerpo se convulsiona poco a poco por los sentimientos. No lo soporta más y suelta las primeras lágrimas que caen en la nuca de su jefe y amigo. Tony sonríe de forma vacía.

 

Estoy olvidando, piensa.

 

     —No tengo a nadie más aparte de ti, Tony. Así que recupérate pronto. —le murmura mientras besa su cabeza y pasa las manos por su espalda con cariño. Las lágrimas siguen saliendo sin poder detenerlas. El hombre no responde, pero no hace falta. Sus manos tiemblan, y la atrae de la cintura un poco más, sintiendo su calor femenino. Entonces se derrumba, no puede seguir siendo tan fuerte. Y es curioso, porque la magnitud es distinta, la distancia imposible. Pero el miedo, la soledad, la rabia, y la incertidumbre, es la misma. Los brazos de Potts y su voz pausada. El calor le sube al rostro, escapa por sus ojos. Y Tony llora por primera vez. Por última vez. En los brazos de la única mujer que ha estado a su lado siempre.

 

     —Necesito pedirte un favor, Pepper. —murmura con la voz ahogada por el llanto. Y sus manos tiemblan. Tiemblan porque sabe lo que se aproxima.

 

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Dos semanas y media después de estar en California, Steve regresa a casa. A la Torre Stark, al lado del millonario. No lo demuestra abiertamente, sin embargo Natasha y Clint descubren los nervios que lo consumen. Le desean buena suerte y se alejan. Él pide a un taxi que lo deja en la casa que conoce tan bien. Es hora de volver. Suspira profundamente antes de tomar el ascensor, y marcar el piso que lo llevará a la cúspide, donde vive Tony. ¿Qué habrá pasado? ¿Habrá recuperado algunos recuerdos? Se siente ansioso, muy ansioso por saber de su novio. Quería llamarle a la señorita Potts antes de dirigirse hasta ahí, pero es algo tarde para marcarle. Quiere saber por las propias palabras de Tony cómo ha ido todo. Extraña su voz.

 

Cuando las puertas se abren, todo está apagado y en silencio. Ni siquiera JARVIS le da la bienvenida. Decide no prender nada y se pregunta si el castaño estará viviendo en casa de Pepper mientras él volvía de su viaje. Quizá se sintió solo mucho tiempo. Un dolor se instala en su pecho al sentirse culpable.

 

     —¿Quién anda ahí? —susurra una voz, acercándose. Steve puede ver el reactor del pecho de Tony cada vez más cerca, y su pecho late desbocado. Deja que el otro llegue, hasta pararse frente a él—. ¿Cómo entraste aquí? —le pregunta con su tono habitual de soberbia mientras se cruza de brazos. Steve se siente un poco culpable por no contestar la nota que Tony le envió dos días después de irse. Seguramente está molesto.

 

     —Pues por la puerta. —comenta con tono de lo más obvio, intentando sonar divertido. Tony frunce el ceño, y prende las luces de la sala. La luz los ilumina y se quedan mirando a los ojos por varios minutos. El castaño viste solamente pantalones holgados, y Steve reprime el impulso de saltar sobre él y devorar sus labios. Pero no sabe cómo reaccionará Tony. Está enojado por la carta, se repite. Abre los brazos, estirándolos al máximo, y con una gran sonrisa—. ¿No me darás un abrazo, Stark? —cuestiona felizmente. Pero el castaño solamente mueve ligeramente la cabeza hacia un lado, indiferente. Algo dentro de Steve se acciona, y parece que una piedra cae desde su garganta hasta su estómago. Algo no va bien. Baja los brazos, y espera pacientemente a la reacción del castaño. Pero se sorprende.

 

     —No te conozco. —son las tres palabras que llegan hasta el corazón de Steve y lo rompen en trozos. Son las tres palabras que cruzan el suero del súper soldado, y lo atacan de forma directa, matándolo por dentro. Busca su mirada chocolate, y cuando lo ve, sabe que aquel hombre filántropo no está mintiendo. Sus ojos son fríos, distantes. Como la primera vez que lo vio. Y su mente se niega a creerlo, pero después lo asimila. Tony ha olvidado su nombre, quién es él. No recuerda su promesa. No recuerda que lo quiere. Anthony Stark no recuerda a Steve Rogers.

 

 

 

Notas finales:

¿Les gustó? ¿Alguien se ha conmovido? ¿Logré sacarles una lágrima? 

Quiero expresarles que yo amé escribir este capítulo, enserio.

Siento mucho si el lemon fue bastante sencillo, escaso y plano, pero creo que ésta es una historia algo "gris" como para poner algo tan... cachondo xD

Ojalá que me dejaran comentarios, es gratis, los contesto todos, incluso pueden ser desde amenazas, consejos, opiniones, etc, todo es bienvenido. Por cada comentario la autora escribe una palabra más del siguiente capítulo (?) ok no. Pero de verdad, les agradecería saber sus opiniones. 

Para quienes leen mi Fic actual (El tiempo entre nosotros *Stony* La autora lo está promocionando incoscientemente) quiero que sepan que actualizaré primero ese y luego concluiré éste.

Un  beso.


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