Maestro…lo observo embelesado, con ojos de borrego a medio morir. Su largo cabello plateado me tiene cautivado, el aroma que despide su hermoso y envidiable cuerpo me atrae, me hipnotiza, me hace adicto a usted. Sus ojos entre perversos y cariñosos muestran un sinfín de emociones conforme a su cambiante estado de humor; sin embargo, algo me tiene bastante preocupado. Desde hace algunas semanas se mantiene distante, no me habla como antes, no deja que me acerque a usted y eso me duele, me lastima. No entiendo que pasa; cada segundo que se va es como un infierno para mi persona. Si tan solo supiera cuanto lo quiero, y no me refiero a un cariño que un discípulo cualquiera podría sentir por su respetado maestro, sino a uno más fuerte, como si lo mirara como a un hombre con el que me gustaría vivir la experiencia de mi primer beso, de la primera caricia que recibiría, de la primera vez que estaría con alguien íntimamente y es que tanto lo deseo que quisiera entregarle todo mi existencia a usted y solo a usted mi amado maestro: Minos de Grifo.
-Lune…no te distraigas…presta atención a los entrenamientos!!-me llama con voz enojada. Estuve tan sumido en mis pensamientos que olvidé por completo que estábamos en pleno entrenamiento.
-Lo…lo siento…ma…maestro-digo al instante. Como me irrita que usted me llame la atención.
-Bien, ya que andas tan distraído, aquí acaba el entrenamiento. Puedes salir si quieres o sino vete a tu cuarto…-¿Acaso está molesto conmigo? Esas crueles palabras cavan hondo en mi alma. Su tono frío e indiferente me hiere. Sin pensarlo más corro a mi habitación y me encierro tirando la puerta. No salgo de ahí hasta calmarme. El maldito llanto me ha vencido y no soy capaz de detenerlo.
Una vez calmado salgo decidido, me dirijo a su habitación dispuesto a aclarar de una buena vez el porqué de su alejamiento. Necesito saberlo, necesito urgentemente alguna caricia de sus manos. Lo deseo, lo quiero solo para mí, deseo que olvide al hijo de puta de Aiacos, que se fije en mí, que me haga suyo, que me haga el amor como bestia en celo; que nos amemos como nunca ninguno de los amantes del mundo lo han hecho con sus respectivas parejas.
Giro lentamente la perilla, entro sin meditarlo siquiera, encontrándome con una visión que me descontrola por completo. No sé cómo es que no mido mis actos pero me acerco, me lanzo sobre usted sin meditarlo. Caigo sobre su espalda e inmediatamente escucho una réplica:
-Lune!! Qué se supone que estás haciendo??...-furioso-…Bájate de mí ahora mismo!!
-Lamento decirle que no lo haré. Lo deseo, quiero besarlo, quiero que fundamos nuestros cuerpos y que me penetre hasta hacerme gritar!!-le susurro cerca del oído.
-Estas drogado o que te pasa?? Jamás haré eso, tendrás que obligarme o violarme para tenerme…Soy tu maestro, no puedes hacerme nada o dejaras de ser mi discípulo para siempre!!-exclama molesto. Ahora me doy cuenta que usted no me quiere, pues para que lo sepa, no me importa, estoy dispuesto a todo, incluso forzarlo a tener relaciones conmigo así después me destierre, me mate, me expulse o le diga al Señor Hades.
Ni una sola palabra vuelve a salir de mi boca. Lo tengo acorralado, no puede escapar. En un rápido movimiento cambio de posiciones, me recuesto en su amplio pecho desnudo; bajo mis manos hacia su miembro semi-erguido. Sonrió para mis adentros, siento su estremecimiento cuando dirijo mi lengua inexperta a sus pezones… ¿Qué pasa? ¿Acaso es usted virgen??-le pregunto y una mueca de ironía aparece en su hermoso rostro.
-Lune…Lune…eres muy atrevido, mira que provocar de esta manera a tu maestro. Ahora verás mi “niño” travieso-me sorprenden sus palabras, más no me dejo intimidar, al contrario, intento relajarme y disfrutar con usted y solo con usted Minos.
Esto es increíble. Besa mis labios con pasión, no se cansa de devorarlos y robarme el aliento cada tanto se le ocurre. Su boca baja hacia mi cuello, me provoca cosquillas a la par de placer; sigue explorando, conociendo mi cuerpo. Lo siento degustar mis erectos pezones, gimo, agarro con fuerza las sábanas, me retuerzo bajo el peso de su cuerpo. Sé que eso le encanta, así que me esfuerzo por complacerlo…
-Ahora sí vas a sentir algo muy, muy bueno-sus palabras me hicieron temblar de miedo. Rogaba internamente porque no fuese brusco y que me dilatase.
Dicho esto tomó mis piernas, las alzó dejándolas bien abiertas, con mi entrada virgen entrada expuesta; colocó su miembro en posición y entró de una, sacándome gritos de dolor, lágrimas y mucha sangre. Sin siquiera haberme dado tiempo para acostumbrarme se mueve, embiste, entra y sale. No lo disfruto, me duele demasiado. Trato de detenerlo, de empujarlo, de suplicarle que se detenga; lo hago pero no me escucha, parece segado…
No es el mismo hombre, su apariencia quizás pero no es el mismo, me niego a creerlo…No, mi maestro es una persona bondadosa, compasiva, amable, no podría tratarme tan bruscamente. En medio de mis lágrimas y tanto dolor ciento que mi vista se nubla, empiezo a ver oscuro…finalmente mi ser no lo resiste más y me desmayo.
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Despierto aturdido, desnudo, adolorido y desubicado. Alguien duerme a mi lado en la misma cama, es usted mi maestro...por un momento me alegro hasta que las escenas de la noche anterior vienen a mi mente…sí era usted, el hombre que yo creía incapaz de dañarme, por el que yo hubiese dado todo… ¿Cómo fue capaz de violarme?? No se lo perdonaré jamás, pero aun así, lo amo demasiado. Es por ese loco amor que decido quedarme a su lado. A pesar de que es un salvaje lo quiero igual…
Fin