Te he conocido apenas. Tienes una enorme sonrisa que invita a una conversación agradable, unos brazos que incitan un abrazo, unos ojos que provocan reacciones extrañas en mí. Me tiendes la mano, y me dices que soy adorable, a pesar de que ambos somos hombres. Sonrío para mis adentros, me invitas a salir mañana por la noche, y dudo, porque estoy seguro de lo que pasará si acepto. Vendrás a recogerme en ese flamante coche que tu acomodada familia te ha regalado, e irás a tocar la puerta con ese aire galante. Me asomaré por la ventana y te veré, bajaré corriendo las escaleras, deteniéndome a recuperar el aliento perdido por la carrera y el nerviosismo. Abriré la puerta lentamente, y te sonreiré con un candor de infante. Me dirás algo caballeroso sin perder el toque de casanova, algo así como ¿’Nos vamos?’, y me ofrecerás el brazo, que tomaré. Caminarás hasta tu auto, y me abrirás la puerta con esa sonrisa tan tuya. Me llevarás a un restaurante lujoso, por el camino más largo, para darte tiempo de charlar conmigo y acariciar mi mano. Al llegar, me ayudarás a bajar y me sonrojaré. Te comportarás como todo un caballero chapado a la antigua, me ofrecerás el asiento, y pedirás una botella del mejor vino. Te cuestionaré sobre el porqué todas esas atenciones para conmigo, alguien a quien acabas de conocer. Sonreirás de lado y suspirarás, con un aire Quijotesco. Tomarás mis manos entre las tuyas, y me confesarás un amor de amores. Nuestros rostros estarán demasiado cerca, pero se separarán ante la inminente llegada del mesero, que nos observará con curiosidad. Después de algunas copas y risas, te diré que estoy cansado, y que quisiera ir a casa. Me dirás que ya es tarde, y que tu casa queda más cerca, aunque es mentira. En el coche no hablaremos nada, pero no será un silencio incómodo. Tu mano estará sobre la mía. Al llegar, me quedaré dormido, sonreirás y me tomarás en brazos. Me depositarás con delicadeza en una cama, y te sentarás a mi lado, observando mi perfil y jugueteando con mis cabellos castaños. Te pareceré tierno. Acercarás tu rostro al mío, y antes de que puedas besarme, yo lo haré. Te sorprenderás un poco, y sonreirás durante el beso. Murmurarás algo que yo no alcanzaré a escuchar, porque me besarás aún con más pasión que antes. Tus manos recorrerán cada milímetro de mi piel, sacándome jadeos con cada roce. Me desvestirás con premura, y comenzarás a tocarme más morbosamente. Seguirás haciéndolo, hasta que no lo soporte más y me corra en tus manos. Reirás levemente, y me quejaré, pero taparás mi boca con otro beso. Introducirás tus dedos, aún llenos de mi esencia por mi esfínter, y sollozaré de dolor. Volverás a tomar mi virilidad, y cuando creas que estoy listo, me embestirás. Gritaré y te suplicaré que pares, mas no lo harás. Moverás tus caderas cada vez más y mejor, hasta que la sensación se vuelva tan magnífica que no pudiera describir. Alcanzaremos juntos el éxtasis, y me desplomaré en tus brazos. Pasaremos el resto de la noche abrazados, y, con suerte, mañana seguirás enamorado de mí.
En tus ojos sigue la intriga de mi respuesta, que aún no he dado. Sonríes cuando asiento, dándote mi respuesta afirmativa, a pesar de conocer todos esos riesgos. Me abrazas, y sonrío en tu pecho.
Ya es hora, y has venido a recogerme es ese automóvil rojo último modelo. No hace falta que diga más.