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En la oscuridad del Bosque por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

Aqui el segundo capítulo, espero que les guste ... no pude revisarlo bien así que cualquier falta ortográfica haganmelo saber ... n_n dejen sus reviews! 

Gracias por su atención <3

- Te veo preocupado, hijo- Decía mi abuela despertándome de mi ensueño y alejándome de mis pensamientos.

No podía sacar de mi cabeza a aquella criatura que había visto en el bosque, no podía dejar de sentir sus aullidos y sus gruñidos retumbándome los oídos, no podía dejar de pensar en su olor, en su ímpetu, en el tacto de su lengua fría bordeando la curvatura de mi cuello. Todo esto comenzaba a atormentarme.

- Sabes que puedes contarme lo que sea…- Insinuaba la sabia anciana mientras sostenía con ambas manos un tazón de sopa caliente que contenía la medicina para su resfriado –Dime, corazón…- Comenzó soltando una de sus manos y dirigiéndola a mi rostro cansado -¿Qué es lo que te aflige ahora?-

¿Cómo podría contarte? Seguramente morirías de un infarto si vieras lo que yo vi. Negué con la cabeza, definitivamente nadie podría saber absolutamente nada de lo que había pasado en el bosque.

- Es…- Comencé mientras intentaba de buscar una excusa para justificar mi estado –Una…Una chica, abuela-  Ella comenzó a reír con su característica risa grave y un poco desgastada por el pasar de los años.

- ¿¡Una chica!?-
Exclamó entre carcajadas – ¡Pues… en mis tiempos un ramo de rosas silvestres conquistaba el corazón de cualquier chica!- Sonrió mientras palmeaba mi espalda.

- Gracias…Abuela- Mentí fingiendo una sonrisa.

- Es mejor que te vayas ahora, Sasha- Dijo cambiando drásticamente de tema –  Así llegarás a casa para el amanecer…- Yo afirmé con la cabeza mientras tomaba la caperuza color roja y me apresuraba a ponerla sobre mí.

- Ve con cuidado…- Fue lo último que dijo desde su cama antes de que yo atravesara el umbral de la puerta. En otra situación yo me habría quedado en la vieja cabaña de mi abuela hasta el otro día, pero ahora deseaba caminar bajo la oscuridad del cielo estrellado, deseaba encontrarme otra vez con esa bestia y la única forma que tenía para hacerlo era de noche.

El bosque estaba más silencioso de lo normal, apenas se podía oír a lo lejos el ulular de un búho y el suave bailar de las hojas de los árboles movidas por el soplar del viento. Nada más podía sentirse en todo el lugar, estaba completamente solo allí. Ni siquiera se escuchaba el trote de los otros animales nocturnos que allí vivían, incluso parecía que todos esta noche habían corrido a sus guaridas para esconderse.

Un frío agudo comenzó a atormentarme, así que aceleré el paso para que mi cuerpo comenzara a entrar en calor. La luna, como pocas veces en el año comenzó a tomar un tono rojo carmesí, como si se estuviese desangrando lentamente. Un espectáculo singularmente bello, pero no menos aterrador, en la oscuridad del cielo relucía esta figura roja haciéndolo sangrar.

Una fuerte brisa corrió por el lugar y un escalofrío  me recorrió de pies a cabeza, algo malo estaba por venir. En el silencio absoluto que dominaba el verde bosque sentí el quebrar de una pequeña rama en el piso, seguido de una respiración hostil. Me detuve.

Intenté calmarme y  tomé sin vacilar ambas dagas que traía conmigo y me puse en guardia. Seguramente la bestia aún seguía rondando por ahí y estaba a punto de atacarme otra vez, pero esta vez no estaba dispuesto a titubear, iba a acabar con él aunque mi vida se fuese en ello. Pero no ocurrió nada, todo el lugar seguía tranquilo. Comencé nuevamente a caminar a paso lento, sin dejar de mirar hacia los lados, aunque todo se hallaba en silencio yo no podía dejar de sentir esa incomoda presión que cae sobre ti cada vez que alguien te está observando.

Cada vez más sentía los pesados ojos abatiéndome, comencé a caminar más rápido hasta llegar al punto de correr, sentí unos pasos ágiles tras de mí, en una frenética carrera. Me detuve abrupto y giré sobre mi eje, llevando uno de los puñales directo al cuello de mi persecutor.

- ¡Eh! ¡Chico, tranquilo!- Exclamó un hombre alto y robusto mientras levantaba las manos. Era calvo y llevaba una especie de pañuelo cubriéndole la cabeza, pantalones agrietados y una camisa blanca dos tallas más grandes que él manchada con sangre, llevaba un cuchillo en sus manos. Bajé el arma instintivamente.

- No querrás morir tu también- Susurró otro hombre que salía de la oscuridad sin que yo lo hubiese sentido, se paró a mi lado apuntándome con un cuchillo mientras que el que tenía frente a mí hacía lo mismo. No tardaron en aparecer otros siete, todos vestidos de la misma forma, ropa malgastada y rota, brazos fuertes y manos grandes y firmes, llenas de sudor, barro y bañadas en sangre. Lo supe en ese momento, estaba a punto de enfrentarme a un grupo de bandidos.

Hombres que no conocían otro hogar que no fuese el bosque, que como depredadores nocturnos atacaban a quién pasase por allí y le robaban todo lo que llevasen puesto. Muchas veces víctimas de asaltos e incluso violaciones llegaban hasta la aldea rogando auxilio, pero estos hombres sabían esconderse en la oscuridad y era imposible encontrarlos. La gente no podía hacer otra cosa más que temerles.

- ¿Qué llevas ahí, chico?- Dijo uno de ellos quitándome un pequeño bolso donde llevaba algunas cosas que mi abuela había hecho para mi madre.

- ¡Qué suerte tenemos!- Exclamó – ¡Pan recién horneado!- Su rostro tan cerca del mío me incomodó de sobremanera, intenté dar un paso hacia atrás pero mi espalda chocó con el torso de otro de los hombres, estaba completamente rodeado.

- ¡Qué lindo abrigo llevas!- Exclamó el que estaba frente a mí – Vamos pequeño…- Dijo mientras con su mano tosca quitaba la capucha de mi cabeza –Déjame ver tu asustado rostro… -

No estaba asustado para nada, solo podía pensar en cómo iba salir de esta. No estaba dispuesto a perder contra hombres tan arrogantes como estos.

- ¿¡Eh!? – Exclamó el hombre frunciendo el ceño – ¡No me mires con esa cara!- Ordenó y alzó su mano sobre mí, dispuesto a golpearme. Cuando su puño estaba a punto de estrellarse contra una de mis mejillas, detuve su mano, enterrando una de mis dagas en la mitad de su palma, atravesándola.

- ¡Ah!- Gimió el hombre alejándose de mí. Debía actuar rápido, la reacción de los otros siete iba a ser instantánea. Me agaché velozmente y dí una patada en los tobillos del que se encontraba a mi lado, haciendo caer al suelo y golpearse en la cabeza, quedando inconsciente. Así me abrí paso entre ellos.  

A partir de ahí comenzó una gran pelea, estaba solo contra seis hombres. Uno de ellos atacó antes de los demás e intento apuñalarme, pero lo esquivé rápido y sin dudarlo le di una estocada directamente en el corazón. Los bandidos eran fuertes y devastadores, pero la agilidad definitivamente no era lo suyo.

Otro de los hombres me hirió fuertemente en el brazo, clavando exactamente su cuchillo en mi hombro y deslizándolo hacia abajo. Él y los otros cuatro que quedaban reían eufóricos como hienas hambrientas a punto de saltar sobre su caza. Sus ojos ansiosos me miraban con codicia.

- ¡Te rebanaré en pedazos y luego te devoraré! – Gritó uno de ellos saltando sobre mí tan inesperadamente que no pude reaccionar, caí al piso y él encima, comenzando ambos un forcejeo. Él dirigía decidido su cuchillo hacia mi cuello mientras yo con ambas manos intentaba alejarlo de mí. Mientras tanto sus demás compañeros se esmeraban en patearme en el piso, poco a poco comencé a sentir las suelas de cuero penetrando en mis huesos y en mi estómago. Sentí como algunas costillas comenzaban a rasgarse producto de los brutales golpes, sin que pudiese evitarlo mi cuerpo comenzaba a debilitarse y mis brazos empezaban a flaquear en incontrolables temblores, mientras que la fuerza de mi oponente aumentaba. Mis brazos de pronto cayeron al suelo cansados y fueron atrapados entre los golpes, ahora mi garganta estaba libre para ser cortada.

Una última perversa sonrisa del hombre y el cuchillo estaba a punto de degollarme, sentí como la punta comenzó haciendo una pequeña herida que se fue agrandado a medida que el bandido ejercía más presión sobre mí, un riachuelo carmesí comenzó desbordadamente a escurrir y sentí como mi respiración se hacía más dificultosa, casi como si escapara de mí. El hombre tomó una pausa y levantó nuevamente el puñal, esta vez iba a atravesarme en un solo movimiento, dirigiendo su mano furiosa hasta mí.

Pero todo se detuvo en un segundo, justo antes de que la hoja afilada volviese a entrar en mí un aullido resonó en todo el lugar, haciendo que todo se paralizara. El hombre quedó congelado encima de mí, el hedor a miedo esparcía por todo su cuerpo tembloroso, todos los demás cesaron la frenética golpiza para salir escapando y perderse entre los árboles, dejando a sus compañeros heridos en el piso. Pero ellos fueron los primeros en caer.

Solo un desgarrador grito al unísono, seguido del característico sonido del triturar de músculos y huesos, fue suficiente para causar el total horror en el último hombre que quedaba, todos sus compañeros fueron devorados en menos de un segundo. Tenía que ser la bestia que había vuelto.

El rugir feroz se escuchaba entre los árboles, el último bandido se puso de pie e intentó escapar, pero justo allí frente a mis ojos fue destrozado por los afilados dientes de la bestia. Lo capturó entre sus garras alargadas y lo cercenó como si sus músculos y huesos fuesen simples hojas secas, lo vi mutilarse y desangrarse frente a mis ojos. El animal lo sostenía por el cuello que apenas podía mantenerse unido a los hombros. Comenzó a devorarlo lentamente, sin piedad, como si fuese un mero bocadillo antes de la cena. Yo solo podía mirar estupefacto como el hombre que tenía frente a mí iba desapareciendo poco a poco en un mar carmesí producido por su propia sangre, víctima de la feroz bestia.

Después de que se halló terminado el festín, los crueles ojos enrojecidos se clavaron directamente en los míos, parecía estar hambriento aún. Estaba erguido, sus brazos y garras estaban a punto de saltar sobre mí, su espalda estaba levemente curvada, como si estuviese preparándose para atacar. En su vigoroso torso resaltaban cabellos de animal erizados como los de un gato. Este lobo me parecía muy distinto al que había visto horas atrás, este me parecía mucho más salvaje que el anterior, este no iba a dudar en matarme.

Apenas podía moverme, la herida que tenía en mi garganta era muy profunda y me impedía respirar bien, aun así tomé ambas dagas e intenté levantarme, pero me fue imposible. Era como si el olor de la sangre volviese loco al animal, cuando me vio desangrándome sus orejas se levantaron en punta y su lengua recorrió toda su boca, como si ya estuviese saboreándome.

Saltó sobre mí gruñendo, pero su vuelo fue detenido por algo que lo azotó y lo lanzó hacia un lado y le hizo estrellar contra un árbol, seguido por el sonido de lo que parecía una escopeta. Luego de eso se escucharon diez disparos más, rápidos y perfectamente ejecutados, entrando directamente en el cuerpo del lobo.

Miré hacia mi lado, desde las sombras aparecía un hombre alto, con botas de cuero y pantalones oscuros del mismo material, una camisa ancha cubierta con un saco largo y un sombrero de cazador. Dentro de su abrigo podía verse más de cuatro armas de fuego junto a una serie de especializadas trampas y amarrada en su espalda resaltaba el brillo de algo que parecía ser un hacha. El hombre comenzó a avanzar hacia nosotros mientras sin despegar su mirada de mí  desenfundaba otra de sus armas y comenzaba a disparar nuevamente en dirección donde había caído el cuerpo de la bestia. Su cabello platinado, casi blanco descendía hasta un poco más abajo que sus hombros y sus ojos color miel resaltaban en la oscuridad del bosque. Él me había salvado la vida, pero no podía perdonárselo, no puedo perdonar que él este acabando con la vida de esa bestia.

- ¡Detente! – Exclamé cuando se halló lo suficientemente cerca de mí, mi voz entrecortada apenas podía salir desde mi garganta. Él reaccionó inmediatamente, al darse cuenta de mi estado detuvo sus disparos y dirigió sus brazos fuertes hacia mí. Sin decir nada se inclinó a la altura de mi cabeza y cubrió mi cuello con un pañuelo color rojo, intentando detener el sangrado. Luego de eso me tomó en sus brazos y comenzó a caminar. No tenía idea a donde me llevaba pero no podía hacer nada por impedirlo, me sentía cansado y no podía respirar bien debido a la profunda herida.

Cuando nos alejamos lo suficiente, di una última mirada hacia atrás por sobre el hombro del cazador que me había rescatado, allí aún seguía el cuerpo del lobo ¿Estaba realmente muerto? Por un momento me pareció escuchar su respirar agitado y herido y me pareció ver como movía uno de sus brazos temblorosos, pero no estoy seguro. Miré hacia arriba, ya estaba amaneciendo, la noche ya había pasado, la noche más sangrienta que he vivido. Esto fue lo último que vi, luego caí dormido víctima del cansancio y mi grave estado entre los brazos de mi salvador. 


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