Una criatura salvaje
SeHun se apartó de allí antes de que la sartén le picase en los pies.
- ¡TE HE DICHO QUE VOY A IR TE GUSTE O NO! – SeHun miró a su madre. Era como ver un partido de tenis
- ¡HAZ LO QUE TE DE LA GANA!
- ¡LO HARÉ!
- ¡PERO SI SALES POR LA PUERTA NO VUELVAS!
- ¡YA LO CREO QUE NO VOLVERÉ...!
El hombre salió de la cocina hecho una furia y su madre le siguió. SeHun tomó el emparedado del plato y dio un mordisco sin perderse detalle de la absurda discusión.
- ¿¡Me has oído!? ¡Si sales YA NO VUELVES A ENTRAR!
- ¡ES MI CASA Y ENTRARÉ CUANDO ME SALGA DE LAS PELOTAS!
- ¡TE DIGO QUE NO!
- ¡NO ME GRITES, TONTA!
- ¿¡A QUIÉN LLAMAS TONTA!?
- ¡A TI, SO SORDA! – La mujer le estiró el brazo mientras él se alejaba - ¡SUELTAME IDIOTA!
- ¿¡QUÉ!? – Agarró la lámpara de la mesita junto al sofá y trató de golpearle, pero estaba enchufada, así que le atestó una patada
- ¡AH! ¡Maldita...! ¡SUÉLTAME! ¡DÉJAME EN PAZ! - Se soltó
- ¡SAL Y NO VUELVAS!
- ¡Adiós amargada!
SeHun miró a su madre reprimiendo una sonrisa.
- ¿¡DE QUÉ TE RÍES!?
- De ti.
- ...
Se metió de nuevo en la cocina y terminó de comer.
- Me largo, pero me dejarás volver a entrar, ¿no?
- ... – Le lanzó la mochila que estaba en el sofá junto a ella. – Pórtate bien en el instituto.
- Sí mamá. Pórtate bien si papá viene
- ¡JA! ¡SI VIENE NO VOLVERÁ A ENTRAR!
- ... Lo que tu digas...
- SeHun – Se levantó con el libro – La gorra, SeHun – Se la sacó sin decir nada y la sujetó detrás de la antología
- “Los animales fueron imperfectos, largos de cola, tristes de cabeza. Poco a poco se fueron... componiendo, haciéndose paisaje, adquiriendo lunares, gracia, vuelo.”
SeHun volvía todos los días en autobús hacia casa. Iba casi de una punta a la otra de la ciudad.
“- El gato, sólo el gato apareció completo y orgulloso: nació completamente terminado, camina solo y sabe lo que quiere”
- ¿Me permites? – Se levantó para dejar pasar a una chica para que saliese, y ocupó su lugar junto a la ventana.
El paisaje de edificios viejos y desnudos, de los colores del ladrillo y el cemento, le indicaban que estaba ya cerca de casa.
“- El hombre quiere ser pescado y pájaro, la serpiente quisiera tener alas, el perro es un león desorientado, el ingeniero quiere ser poeta, la mosca estudia para golondrina, el poeta trata de imitar la mosca”
Llegó a su parada y solo tuvo que cruzar la plaza. Entró y cruzó a la parte de atrás de la escalera, dónde estaba el ascensor. Desde ahí veía el edificio de la plaza contigua, idéntica a esa.
“¿Mm?” Alzó la vista a los últimos pisos. Había un balcón que siempre estaba con la puerta cerrada y persianas echadas, pero ahora estaban medio abiertas, y de ella, salió una patita negra, y luego una cabeza con dos orejas bien altivas. Lo último en pasar fue una elegante y delgada cola, que iba acariciando cada barrote.
“¡Un gato negro!”
“- pero el gato quiere ser sólo gato, y todo gato es gato, desde bigote a cola, desde presentimiento a rata viva, desde la noche hasta sus ojos de oro” Recordaba mirándolo.
Después de hacer los deberes fue a buscar su merienda en la cocina.
- ¿No has visto a tu padre?
- No. – Respondió resuelto. Ella seguía fumando. Andaba como un león enjaulado - ¿Quieres que vaya a buscarlo?
- ¡CLARO QUE NO! Qué ocurrencias...
“Pues vale” Terminó de untar crema de cacao en el pan. “Jejeje...” Lo plegó y abrió bien la boca. “Chocolateee” “¿Mm?” Se acercó a la ventana a dar un mordisco más normal. El balcón desde la ventana de la cocina se veía bastante cerca. Prácticamente estaba al lado, pero un piso más arriba. El gato le miró.
- Hola gato
- ... – “claro, no esperabas que respondiese, ¿no?” Pero la puerta del balcón se abrió, y SeHun casi corrió a esconderse, aunque no sabía por qué. – Johan, aquí no hay palomas, ¿eh? – “Qué voz...” Era suave y amable. Se acercó a mirar y quedó muy sorprendido “¿Qué edad tendrá?” Era un chico como de su edad, más pequeño “Si, tendrá como doce años o así...” “Je, qué bien, un vecinito.” El vecinito le miró. Y él solo le dedicó una sonrisa siniestra.
Al final terminó yendo a buscar a su padre.
Estaba dónde esperaba, en el bar de unas calles más abajo, cerca de esa calle llena de almacenes de empresas de cualquier cosa, desde pescado congelado hasta botas de piel. Su padre trabajaba en uno de esos sitios.
- ¡SeHun! – Un viejo del barrio le atrajo – Menudo muchacho, qué cara
- Es hermoso
- Es guapo y fuerte, ¡Qué hombre! – SeHun pasó entre los viejos babosos hasta dónde estaba su padre. El camarero le sonrió y limpió un vaso para darle una cola
- Gracias. – Dio un trago junto a su padre, y luego miró lo que él bebía y arrugó la nariz. – Papá
- Lo siento cielo.
- No pasa nada.
- ¡Eh Oh! – Un compañero de su padre pasó por detrás y le dio en la espalda - ¡Tu hijo! Qué grande está, ¿Cuántos años tienes ya, chaval?
- Quince.
- ¡Quince! Pues pareces mayor
- Es que es fuerte, ¿eh? Y alto
- Vaya, qué cara tan bonita. Te pareces mucho a tu madre
- Quién la pillara
- Jajaja – Todos hablaban ajenos a su padre que les daba la espalda. Él daba la espalda a todo el mundo.
Como el amigo pasó de largo y se fue a otra mesa, se centró en su padre de nuevo
- Mamá estará haciendo la cena ahora.
- No tengo hambre.
- ...Mira, puedes darle esta tarjeta. La compré para una chica de clase pero puedes escribir tu y dársela.
- No funcionará
- Venga, ya sabes cómo es mamá, dice que no pero luego es que sí
- No, - Se giró lentamente. Daba la sensación de ser un hombre de roca – No funcionará, SeHun. Hace tiempo que no funciona. No quiero volver a casa
- ... ¿Y qué cenarás? ¿Eh? ¿Bacón? ¿A caso te queda dinero para ir al restaurante chino? No sabes ni hacerte un huevo frito. Eres un inútil.
- ... Lo siento hijo... – La roca volvía lentamente a su forma original. SeHun sabía que no se podía hablar con las piedras.
- Vale. Haz lo que te dé la gana. – Le lanzó la tarjeta y salió de allí corriendo hacia casa.
“Oh fiera independiente de la casa, arrogante vestigio de la noche, perezoso, gimnástico y ajeno, profundísimo gato, policía secreta de las habitaciones,”
“Oh-fie-ra_in-de-pen-dien-te... siete” Normalmente no hacía los deberes opcionales, pero se aburría y su madre había acaparado el televisor.
Escuchaba los gritos y chillidos prominentes del salón. Estaba atento. Su padre aún no había vuelto y era casi media noche. Su madre también miraba la puerta de vez en cuando.
“de-la-ca-sa, ar-ro-gan-te... ¿ocho?”
- ¡Mamá! ¿¡Tu sabes medir poemas!?
- ¿¡Qué!?
- ¡Sorda!
- ... – Dejó el librito de literatura sobre el escritorio y se incorporó. Iba en pijama pero seguía llevando su gorra negra.
Por suerte, su habitación quedaba sobre la cocina, así que su ventana daba a la misma plaza que la de allí. El balcón del gato negro estaba cerrado pero la persiana estaba subida.
- ¡Mamá! ¿¡Sabes que tenemos vecinos nuevos!?
- ¿¡Qué!?
- Joder...
Se veía un mueble oscuro, pero no había televisor. “Pobre niño, le matarán de aburrimiento.” Vio al niño sentarse con las piernas cruzadas junto al balcón. Antes se apartó pero no le apetecía, estaba bien tumbado.
“¿Qué hace? ¿Estará haciendo deberes?”
“Vaya horas... ¿no...?”
“...”
Terminó durmiéndose, y su padre aún no había llegado.