Zhang Yixing no supo en qué momento su estado de ánimo comenzó a depender de un número.
Cuando eres un trainee chino en SM; las cosas son más complicadas de lo que parecen, las palabras pueden herir peor que un cuchillo y tu futuro está en manos de gente que no te valora demasiado para lo que vales. Zhang Yixing tenía todo eso que buscan, claro, pero sus sueños siempre habían sido más fuertes que cualquier otra cosa.
Las 10 horas que podía pasar ensayando diariamente, podían no valer la pena cuando otro año pasaba y seguía sin debutar.
Era algo incierto, claramente.
Con el tiempo, luego de cuatro años con sabor a eternidad, Yixing pudo presenciar como EXO se formaba. Los conoció de a uno, algunos le acompañaban desde su entrada, otros fueron apareciendo en el camino, pero de alguna manera se hacían notar. Con lo despistado que era, tampoco logró notar cuándo se volvió parte de todo.
El día del debut se acercó a pasos agigantados, Zhang Yixing sentía su boca seca mientras observaba desde el Backstage al grupo en escena. ¿Qué se sentiría? ¿Tendría algún problema? ¿Y si olvidaba la letra? Oh, no podría ser tan terrible ¿Verdad? ¿¡Verdad!?
Y no lo fue, con el tiempo la costumbre se hizo presente en su vida. Ir de aquí para allá, correr de programa en programa, ensayar y seguir corriendo. Estaba bien, fueron años de práctica de cualquier manera y no iba a echarlos a la basura como si nada. Yixing no era un malagradecido, todo menos eso.
No era malagradecido, pero sí algo sensible.
Cuando se es Rookie, siempre habrá alguien que quiera destruirte. No es lo mismo, claro, si hablan de ti en un programa, donde los MC no te conocen, quizás sepan con mucha suerte tu nombre y algo más (A qué grupo perteneces, por ejemplo) pero es muy diferente si la crítica viene de alguien con quien compartes un hogar, una vida e incluso un sueño.
Jamás entendería el porqué, pero Kim JongIn insistía en desmoronarle con palabras.
Sus movimientos frente al gran espejo estaban en sincronía, los 10 restantes miembros de EXO les miraban con sorpresa. Algunos, con duda en sus rostros. Yixing no se veía afectado, se movía con la libertad de un pez en el agua, como quien está hecho para bailar con el viento. Movimientos fluídos, el aire cortándose en pedazos que asfixiaban por dentro al bailarín principal de la subdivisión de China.
Como una mascota amaestrada, el mayor sabía que no debía prestar atención a sus fuertes dolores en la espalda. Fue cuando la música terminó, que se permitió deslizar su cuerpo hasta el suelo. Dolía horrores, y la mirada de superioridad de JongIn no se iba.
—Como siempre, no eres lo suficiente bueno. ¿Qué haces aquí, Zhang?
Y las palabras golpearon su interior con fuerza, el dolor corporal no era nada en comparación a aquello. Fingió ignorarle, con su mirada perdida igual que la mayor parte del tiempo. JongIn resopló frustrado; no era suficiente.
—Hago de todo, hago de nada.
Para cuando lo notó, aún no se había convertido en una persona fuerte tal y como había esperado con el pasar de los años. No podía culpar a nadie en realidad, pero los ensayos exhaustivos volvían a aparecer. Se resguardaba en la sala de ensayos tanto como lo era posible, huyendo de todo lo demás.
La primera vez que se vio obligado a huir de la realidad, fue cuando SM le había sometido a una dieta estricta, y él acataba, como a todas las órdenes de la empresa. Disminuyó su ración diaria de comida, preocupado únicamente de contar calorías y beber tanta agua como su cuerpo le permitiera. Claro estaba, todo era secreto. Apenas LuHan, su mejor amigo (O lo que se consideraba dentro de las relaciones de entretenimiento y carrera que compartían) estaba medio enterado del tema, y le incitaba a salir con él, de vez en vez. Porque comer no era un pecado, repetía el mayor.
Era un tema sensible, muy sensible.
Y de alguna manera, llegó a oídos de gente indeseable.
—¿Qué se siente comer, Yixing?
Las palabras llegaron como un golpe bajo, acompañadas de un ardor interno que pugnaba por salir. LuHan le miró nervioso, la vista de todos revoloteando entre ambos. Como siempre, el aludido únicamente apretó los dientes, mordiéndose la lengua mientras volvía la vista a su plato. Jugar con la comida jamás había sido tan entretenido.
Quizás fue la vergüenza, la paranoia que arrastraba desde siempre, pero aquella noche no se atrevió a terminar le pequeña porción que Kyungsoo le servía regularmente. Se sentía vigilado, aunque lo posible era que nadie le mirase en realidad. Dejó caer el tenedor a un lado cuando apenas quedaban un par en la mesa, conversando sobre nada en específico. Esbozó su mejor sonrisa y desapareció por la puerta de su habitación, la mirada vagando en las esquinas del departamento, como un cachorro asustado.
Ideas extrañas pasaron por su mente aquella noche, pensamientos que le aterraron hasta que su cabeza dolió tanto como podía doler su interior por las filosas palabras. Se removía inquieto en las sábanas, llevaba tanto tiempo sin sentir el ardor interno correr por sus venas. Solo era cosa de tiempo, pero las porciones pequeñas de comida se reducían a excusas baratas y agua en cantidades exuberantes.
Había olvidado lo que era ser adicto a cierto tipo de tristeza.
Si había algo a lo que no estaba acostumbrado, era a llorar. Había aprendido a reprimir sus sentimientos tan bien, que las lágrimas se secaban mucho antes de caer. De esa manera, Yixing tenía tiempo de sobra para pestañear un par de veces y volver a sonreír.
Todos lo sabían; EXO era un grupo creado meramente por capricho de SM. El tiempo pasaba, y sentía que las horas frente a cámaras podrían ser más largas cuando todos fingen una amistad especial que les une; cuando la cruel realidad es que son un grupo de chicos entrenados para servir de reemplazo. De vez en cuando, Yixing se acercaba al pensamiento frívolo y sin sentido que le gritaba que todo era un engaño. Podía alejarse, la mayor parte del tiempo, huir del abismo que representaba el espectáculo televisivo del que era parte cada día.
Oh, hasta que el mundo real volvía a caer como un balde de agua fría.
Estaba desencantado, la frialdad en las habitaciones, los saludos insignificantes en el departamento. Era cobarde, lo había descubierto a caídas y mordidas de lengua que ya comenzaban a doler más de la cuenta.
JongIn insistía en recordarle cosas que Yixing empezaba a creer como parte de su vida cotidiana. Hubiera deseado que alguien interviniera, pero eso no era relativamente posible cuando fuera de cámaras se trataba. Luhan había dejado de acudir a él, las conversaciones se reducían al mínimo. Y no podía descifrar si se trataba de él. De su aspecto, de su aura, de lo que demonios sea que molestase al mundo. ¿Era su existencia?
Posiblemente era una pregunta recurrente.
—Pasarán los años, y tú seguirás siendo una mierda.
Eran JongIn & Yixing en un espectáculo mañanero, en medio de la sala de prácticas. Los demás, acostumbrados a lo de siempre. A las palabras ásperas del menor si intentaban frenarle, y a la mirada perdida del mayor como si en realidad no estuviera en este mundo. Se mantuvieron en silencio, algunos pasándolo por alto, otros continuaron sus actividades. Yixing se sentía observado.
¿Paranoia?
No fue un día en particular, los chicos de EXO no podrían decir si fue una mañana fría o cálida. Posiblemente había sol pero las ventanas de la habitación continuaban tapadas impidiendo que incluso el más pequeño rayo de sol irrumpiera en la oscuridad de la misma.
La hemofilia pasándole la cuenta en cada uno de los cortes profundos y certeros que atravesaban su brazo de extremo a extremo. Todos lo sabían, incluso cuando su respiración aún seguía siendo agitada y las convulsiones de una muerte lenta le atacaban, no podrían hacer nada, ya era demasiada sangre perdida, las heridas no cerrarían y su sangre no coagularía. Yixing siempre odió esa enfermedad.
JongIn continuó a su lado, aún cuando los demás corrieron hasta el teléfono más cercano, desesperados por una ambulancia que pudiera salvar al chico sonriente de M. El bailarín principal de K podría jurar que conocía lo suficiente al mayor, para afirmar que aquellas heridas estaban hechas incluso con un poco de orgullo, que gritaban que Yixing tenía la determinación suficiente para decidir por su cuenta.
Heridas que gritaban toda la rabia que guardaba dentro.
—¿Cómo es que tu sangre no es negra, Yixing? —Preguntó, con una pizca de sentimientos encontrados que se reflejaban en los pozos sin fondo que eran sus ojos.
JongIn notó, por primera vez en muchos años, que su forma de amar era la más enferma de todas.
—Nunca fuiste suficiente, nunca lo fuiste.
Zhang Yixing no supo en qué momento su estado de ánimo comenzó a depender de un número; hasta que conoció la espera del debut, la amargura de la monotonía, y la crueldad de la pesa bajo sus pies.