“La lluvia picó en mi pelo, en mi pecho y en mi rostro, pero mi espalda se vio protegida de pronto por un pecho pequeño y agitado que buscaba amoldarse a mi columna y acompañaba el efecto con resoplidos en mi nuca.
-No te vayas—pidió mientras rodeaba con sus brazos mi cintura—Por favor, no te vayas. Sólo… - espiraba con fuerza, tanto por el agotamiento como por la angustia—Sólo…quédate. Quédate, por favor. No te cuesta nada, no te cuesta nada.
Instintivamente llevé mis manos a las suyas, acariciando la piel mojada mientras, atónito, me encontraba incapacitado para hablar. No habré pestañeado por cinco segundos, porque una gota golpeó fuertemente en mi ojo y me obligó a apretar los párpados. Sentí el agua en mi boca y en mis dientes, goteando en demasía de mi pelo y cayendo pesadamente en mi nariz, bajando por el mentón y muriendo en el piso, en mis pies.
Podía quedarme, en realidad no me resultaba vital irme, huir. Entrelacé nuestros dedos entonces y afirmé el agarre a mi cuerpo, un suspiro de alivio me hizo imaginar una sonrisa en su rostro antes de que me besara el cuello una sola vez, lenta y dulcemente”.
Dejé de teclear, resoplé.
-No hay caso—rezongué, arrugando desganadamente el mantel—No se me ocurre nada, no sé qué escribir.
Automáticamente el caos de los platos chocando al ser apilados luego de secarse se detuvo y gentiles dedos viajaron por mi cabello, masajeando las sienes y por ende moviéndome un poco los anteojos, sonreí en silencio, aceptando el gesto.
-¿Qué le sucede a mi escritor favorito? ¿Se quedó sin inspiración?—susurró Kyungsoo, apoyando mi cabeza en su pecho como almohada; supuse que los segundos en los que se mantuvo callado leyó muy por arriba lo que estaba haciendo—¿Por qué se va?
-No lo sé—respondí sincero.
-¿Y por qué se va si puede quedarse?
-No lo sé.
-¿Es frenado por la persona que ama?
-No lo sé—Kyungsoo resopló en respuesta—¡Te digo en serio! No tengo idea de por qué salió, sólo…sólo se me ocurrió al ver el servicio meteorológico cuando almorzábamos—se rió, mi cabeza se movió rítmica e incómodamente—No es mi culpa que todo a mi alrededor me sirva para escribir un capítulo—o casi, porque no había escrito ni trescientas palabras y ya me sentía patético, creador de meros versos huérfanos.
-Quizás necesitas salir y airearte—propuso acariciándome el cuero cabelludo y robándome algún que otro murmuro de placer—¿Intentaste escribir con música?
-Lo hago todo el tiempo, pero siento que ya gasté las canciones, ya no me despiertan escenarios ni frases. Nada, incluso las letras que alguna vez me sirvieron para toda una serie me terminan resultando…predecibles—torcí la boca, pensante—Quizás es sólo miedo…temo no poder superar la serie…temo copiarme, hacer algo nuevo pero irremediablemente comparable con ella, no sé.
-Puede ser, puede ser—detuvo los mimos y posó entonces las palmas alrededor de mi cuello, presionando con los pulgares en esos puntos determinantes—Dime , ¿Ésos dos se quieren?—levanté la vista para verlo señalar la pantalla con el mentón, me encogí de hombros—¿Él le engañó? ¿Faltó a una cita importante? ¿Por eso se va?
-Tal vez—me aferré a la mesa y arrastré la silla para acercarme—Quizás…quizás él sólo no se anima a confesarse y huye. Huye siempre.
-Porque la persona que le gusta parece ser demasiado perfecta para él, así…hermoso e inalcanzable—escuché y asentí sin decir nada, Kyungsoo parecía estar trabajando por mí, llevando a cabo mi papel—Teme que, como el otro es perfecto, pueda llegar a discriminarlo, a rechazarlo…porque está lleno de imperfecciones, imperfecciones que sólo él ve como defectos abominables.
-¿“A” imperfecto y torpe enamorado de “B” perfecto e inalcanzable?—anoté más abajo mientras Kyungsoo me guiaba—Así que…“B” besa por algún motivo aparente a “A”. Lo hace lento y despacio, como diciéndole que no debe temer, que todos somos humanos y…
-Con errores a tener y cometer, exacto—completó, contento.
-Cuando se separan, conste que “B” tomó a “A” del mentón para el impulso, “A” lo mira a los ojos. Lo ve tranquilo, como un mar hermosamente celeste y calmo, apaciguado, dormido.
-Porque eso es lo que siente “A” al besarlo: equilibrio, paz consigo mismo.
-Perfecto—tecleé, encantado—Entonces, “B” sonríe tristemente, casi como si hubiera delatado un defecto suyo al besarle. “A” comienza a temblar, no acepta a realidad, no entiende cómo alguien como “B” puede quererle a él, un ser tan…pobre, tan aburrido.
-Aunque justamente por eso a “B”, “A” le resulta ambivalentemente fascinante—opinó, chasqueando los dedos mientras se sentaba a mi lado; lo miré, confundido—Sí, Jongin, tengo vocabulario. Tengo un léxico…abrumador—bromeó, girando la mano.
-Sólo porque me lees a mí—le retruqué, volví mi vista al monitor—Ok, ¿Qué sigue?
-Bueno…habíamos quedado en que “A” huye y “B” le detiene, le pide que se quede. ¡Ésa puede ser su debilidad, el punto flaco de “B”!—le sonreí ampliamente, pensábamos lo mismo—: ¡Necesitar que “A” se quede todo el tiempo con él!
Seguro nos veíamos torpes, cuales niños al ver que los regalos de Navidad habían aparecido místicamente. Anoté las últimas líneas y suspiré, feliz. Otra vez, no pude evitar buscarlo con los ojos, amarlo con un parpadeo incesante.
-Sabes que te amo, ¿Verdad?
Cabeza en alto, torció la boca.
-Creo que en realidad el verdadero autor, el verdadero creador de tus obras maestras soy yo, Jongin—se cruzó de brazos—Así que tendrás que pagarme los derechos de autor, porque no pienso trabajar gratis.
Oh, pobre Kyungsoo. Mi pobre y querido Kyungsoo.
Me giré sobre la silla para enfrentarlo, inclinándome hacia adelante al tiempo que sonreía y me pinchaba la lengua con el colmillo, como bien sé que le gusta verme haciéndolo cada que me regocijo en otro premio de Literatura o invitación a una conferencia.
-¿Cómo quieres que te pague, bebé? Tú sólo dime.
Miró alrededor, inspeccionando la cocina, probablemente viendo si había espacio suficiente para ambos en la mesada o sobre el lavarropas…terminó con una sonrisa triunfante y los ojos hechos dos medialunas…como para comérmelo en ese mismo instante.
-¿Por qué no lavas los platos mientras yo duermo la siesta? Siempre que te toca hacerlo saltas con que te vino una nueva idea a la cabeza.
Perdí fuerza en la mandíbula, levanté las cejas cuanto pude.
-¿¡Qué!?
Se levantó lentamente, palmeándome el muslo a modo de burla.
-Vamos, vamos. Total, no tienes ninguna idea por el momento.
-¡P-p-pero! ¡Kyungsoo!
Hizo oídos sordos y caminó hacia el cuarto mientras cantaba su canción favorita y hacía sonar los huesos de sus brazos y su cuello. Resignado, me vi obligado a buscar la escoba y empezar a barrer las migas del suelo:
Tenía razón.
Ése día había sido él el escritor.
Por ende, a mí me tocaba ser el ama de casa.
FIN.