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Bajo tus alas... ¿o garras? por sombra_larga

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Notas del capitulo:

espero que les guste, es mi segundo fanfic, tenia pensado terminar primero el otro, pero es mejor asi, si se me acaba la inspiracion en uno ya vendra para el otro.

Cap. 1 “Cumpleaños”

Hace mucho tiempo, cuando las criaturas místicas convivían con el ser humano, existió un pueblo, que no se apegó a esta paz con el mundo fantástico.

Mucho de los grandes reinos se ayudaban mutuamente con los seres de la naturaleza. Ya sea la ayuda de los enanos para las armas, o de ents (criaturas en forma de árboles)para guiarse en el bosque, e incluso muchas veces de los seres marinos, para guiarse en una noche de tormenta en altamar.

Pero el pueblo de Creta a pesar de no declarar abiertamente la guerra, siempre tuvo una relación peliaguda entre  su reino y el reino vecino, el reino de los dragones.

De todas las criaturas, los dragones, eran una de las criaturas que no convivan con las demás especies, eran reservados y hostiles.  Incluso entre las demás criaturas era muy raro ver uno, su reino incluso era un misterio mismo.

Nadie jamás había entrado en él, todos sabían que los dragones eran guerreros avariciosos, por lo que las leyendas decían que las paredes eran de oro, y que la plata desbordaba de los cofres. Se decía que hace mucho un humano había logrado entrar y que casi lograba destruir al mismísimo rey.

Pero nunca salió, por lo menos vivo, pero claro eso solo era un rumor…

 

 

 

 

 

En el reino de Creta los rayos del sol daban fuertemente al palacio real lográndose colar por las habitaciones, en una de ellas se podía ver un bultito de sabanas revolverse, de entre ellas salió una larga cabellera rubia, el cuerpo blanco como la porcelana tenía una fina bata verde de seda puesta.

Los perezosos ojitos violetas se abrían para volverse a cerrar por ratos, despacio se levantó y llamo a los sirvientes para que prepararan el baño, se sentó en el tocador de madera y se empezó a desenredar la dorada cabellera rizada.

El hermoso doncel rubio era el hijo mayor del rey de Creta, el orgullo del reino, debido a la belleza que poseía, de ojos violetas con espesas pestañas, y la piel blanca casi traslucida a pesar del constante calor del reino, cintura definida y caderas anchas, piernas largas curveadas y cuerpo esbelto.

Era el cuerpo más deseable, incluso la leyenda de su belleza se extendía otros reinos.

Alex sabia el poder de su belleza, sabía lo que causaba en los varones, él era un príncipe caprichoso y consentido, y eso le encantaba.

Su padre siempre lo protegía de las malas lenguas, y siempre cubría sus travesuras.

Ya más despierto se dirigió al baño en donde los criados lo esperaban, sin el menor pudor se quitó la bata y se metió en la bañera.

 

 

Christopher Cornwall soberano de Creta desayunaba tranquilamente, escuchando los parloteos de su hijo menor y los intentos por callarlo de su esposa, en medio de la mesa había un pequeño pastel con una vela, hoy su pequeño cumplía  dieciocho estaciones.

Sabía que lo había malcriado, y que muchos nobles se habían quejado por su comportamiento, al igual de que solo le quedaban unos años para encontrar pareja, sino quería ser un “quedado”, pero simplemente no podía con su hijo.

Muchos varones, desde guerreros famosos hasta príncipes y reyes habían pedido su mano, pero siempre recibían una negativa por parte del caprichoso de su hijo.

Si su hijo no se decidía pronto él tendría que encargarse de encontrarle esposo. Con tantos rumores a su espalda, no era bueno que siguiera siendo soltero.

La pesada puerta del comedor se abrió dejando pasar al joven doncel, no pudo si no que suspirar al mirarlo, era tan hermoso.

-buenos días papá- le dijo alegre corriendo hacia él, y sentándose en su regazo.

-felicidades mi pequeño- lo encerró en sus brazos y le dio un beso en la rizada cabeza.

-ya no soy un pequeño- le reprocho haciendo un tierno puchero.

-¡feliz cumpleaños hermano!- su otro hijo también se abalanzo en su regazo, seguidamente de su esposa que sentó en la pierna libre, el rey era alguien de buen tamaño-¡vamos a comer pastel, así que apúrate y sopla la vela!-

-Andrew no seas maleducado- regaño la reina- felicidades, Alex-

-gracias Scarlett- con una mirada del rey un sirviente acerco el pequeño pastel.

-¡pide un deseo hermano!- el rubio cerró los ojos y soplo la vela. Toda la familia aplaudió y se fueron a sentar en sus despectivos asientos.

-¿Qué pediste como deseo?- pregunto curioso Andrew, hijo menor del reino, varoncito de cinco años, de cabello rubio y ojos miel. Con su siempre pulso de rubí rojo a medio brazo.

-no te importa enano-respondió Alex.

-¿será acaso un guapo esposo?-indago maliciosa Scarlett, la segunda esposa del rey, una hermosa mujer morena de ojos miel, el rubí rojo del cuello dio un brillo.

-espero que si- molesto el rey, un viril hombre rubio de ojos negros y barba que nunca desaparecía por completo. El anillo de rubí resplandeció cuando le dio un apretón a la mano de su esposa.

-claro que no, pedí tener un graaan regalo de cumpleaños- dijo dando ojitos de cachorro apaleado a su padre.

-pero no lo tienes que pedir- Alex se emocionó al ver la sonrisa de su padre, la conocía, era la que le daba antes de un gran regalo.

-¿Qué es?- pregunto ansioso.

-ahora no, ven después a mi despacho, este regalo es algo especial- la mirada que el dio su padre no le gustó mucho.

 

Después del desayuno Alex se fue al campo de entrenamiento, en el reino de Creta se acostumbraba que sin importar el género se entrenaran a los príncipes desde temprana edad, así que Alex no solo era una cara bonita. Al igual que toda la familia real.

Empezó con un simple calentamiento, troto de aquí para allá y luego hizo flexiones, esto se hubiera tomado como algo inofensivo, sino fuera por los varios soldados que observaban el real trasero, cada que se agachaba.

Alex sabía que lo observaban, sentía las lujuriosas miradas encima, para tentarlos más fue a beber agua, haciendo que le caiga sobre los pezones, marcándolos atreves  de la delicada tela.

Un gemido general le llego a los oídos.

Se acerco a los soldados.

-¿Qué hacen aquí señores?-pregunto inocente, sintiendo las miradas en su pecho.

-su padre nos ha ordenado vigilarlo mi señor- respondió uno de ellos, sonrojado hasta el límite.

-¿vigilarme, y eso porque?- pregunto enfadado, ya olvidando el anterior juego.

-no nos ha dicho mi señor-

Alex se preguntó que le pasaba a su papa, él era perfectamente capaz de cuidarse solo.

-señorito Alex, el señor lo llama- le interrumpió un sirviente.

Dejando decepcionados a los soldados,  Alex se encamino al despacho de su padre.

 

Mientras tanto en unas nevadas montañas.

Un enorme hombre pelinegro hablaba con un embarazado doncel igual pelinegro, caminaban tranquilamente, el doncel sosteniéndose del robusto brazo.

-¿Cuándo nos vamos Cador?-mirando el apuesto perfil.

-en tres días, al parecer Creta va a celebrar el cumpleaños de uno de los príncipes- a pesar de su semblante serio, se percibió la tención de su voz.

-¿no es muy pronto?-

-no, no creo que esto pueda esperar-le paso una mano  por el hinchado vientre.

-pero es más fácil que nos vean-replico el más bajito.

-el rey no se arriesgará a atacarnos- le corto el hombre-no cuando sus súbitos y familia pueden estar en peligro-

-que inteligente hermano-

-por supuesto-le dio una sonrisa maliciosa, para luego entrar los dos al enorme castillo gris.

 

La puerta de caoba se abrió, dejando pasar a un sudoroso Alex.

El despacho real era el cuarto donde el rey trataba todos los asuntos del pueblo, la mayoría de los muebles eran de caoba, había grandes ventanales que daban vista a los jardines reales. Cerca de una de las paredes se encontraba el rey, sentado frente a un gran escritorio de madera con miles de detalles grabados.

-¿Por qué me están vigilando?-pregunto sentándose, había venido corriendo todo el camino.

-porque no quiero que hagas alguna de tus travesuras, hoy se hará en tu honor una fiesta-explico el mayor-todos los nobles van a venir y  algunos se van a quedar unos días-

-¿crees que no me se comportar?- reclamo con un pucherito.

-a veces creo que si-eso le saco una sonrisa al joven-y luego haces alguna tontería-

-¡no hago tonterías!-

-¿a no? Y que me dices de cuando besaste a ese soldado en la boca-el más joven se sonrojo-en medio de toda la guardia… ¿Por qué traes la camisa mojada?-

Alex no pudo evitar sonrojarse, su padre suspiro, sabía bien los juegos de su hijo, ¡por dios él también era un hombre! Solo temía que algún día las travesuras de su hijo con los hombres, trajeran consecuencias.

-cómo sea- suspiro- quería hablarte sobre esta noche-

-ya se, me comportare, prometo no armar ningún escándalo-se acostó en el sillón, desabrochándose un poco la camisa.

-eso espero- se levantó y fue a sentarse en el sillón, poniendo la cabeza de su hijo en sus piernas-pero no era eso de lo que quería hablar-

-¿nh, que es entonces?-se dejó hacer mientras su padre acariciaba sus cabellos.

-he invitado a los mejores prospectos esta noche, para que elijas un esposo- le dijo directamente.

-¿qué?- su hijo se sentó para mirarlo con ojos llenos de rabia-¿¡porque has hecho eso!?-

Tomándolo de los hombros lo acerco a su pecho intentándolo tranquilizar.

-hace tiempo que llevo diciéndotelo, ya tienes dieciocho años, tal vez hubiéramos podido esperar un poco más, pero debido a todos los rumores que corren…

-¡por rumores, te importan más los rumores que yo!-

-no es así, tú lo sabes, pero que pasa si el día de mañana ya no estoy aquí- lo agarro del rostro de donde saladas gotas caían-¡quien te protegerá, tu hermano tiene solo cinco años, y tu eres un doncel, alguno de los viejos del consejo se casara contigo para tomar el poder del reino!-

-pe-pero yo no quiero casarme- escondió el rostro en el pecho de su padre- si me caso sería con alguien fuera del reino, no quiero irme- revelo su más grande temor.

Ahí fue cuando Christopher comprendió, siempre pensó que no quería casarse debido a lo malcriado que lo tenía, pero al parecer su niño solo tenía miedo de alejarse de su casa-¿por eso estuviste haciendo tus travesuras, para alejar a los hombres?-

-pues no, en realidad me gusta tentar a los hombre, son muy idiotas- dijo riendo.

El rey suspiro a veces no sabía si su hijo era muy tonto o muy malo.

-bueno, te prometo algo, compórtate bien-le alzo el rostro, y le seco las lágrimas- elige algún prospecto, habrá muchos no creo que no logres encontrar alguien de tu gusto, yo me encargare de que el cortejo dure muchos, mucho días-

-¿tengo otra opción?-pregunto sorbiendo por la nariz-

-no hijo, lo siento en verdad, pero el consejo me dijo que si no te decidías ellos escogerían a alguien para ti-

-bu-bueno,  debe a ver alguien guapo por ahí- le dio un último  abrazo a su papá, se tallo los ojos con fuerza, no le gustaba que le vieran llorar-

-así se habla- se levantó del sillón, y fue a su escritorio, de un cajón saco una hermosa caja de plata, tenía grabados de rosas que se entrelazaban con ramas de espinas-¿listo para tu regalo?-

Al principito se le quitaron las lágrimas en un abrir y cerrar los ojos, le encantaban los regalos.

-claro que si-dijo emocionado.

-toma, espero que te guste- le tendió la caja, el rubio la tomo enseguida, trazo con los dedos el grabado antes de abrirla.

Dentro había un hermoso arete de rubí, el ganchito donde se colgaba a la oreja era de oro, el rubí era alargado y cilíndrico, y tenía una pequeña, muy pequeña rosa de oro dentro.

En el pueblo de Creta, era costumbre que la familia real portara rubís, hechos de una clase de rubí especial, uno muy difícil de encontrar, estos tenían la cualidad de avisar cuando algún ser sobrenatural o peligro estuviera cerca.

-es hermoso papá- rápidamente se quitó el arete de la oreja derecha, que era una simple piedrita. Para ponerse la hermosa joya-¿Cómo me veo?- presumió.

Pero cuando alzo la vista se encontró con la vidriosa mirada de su padre, conocía esa mirada, esa de tristeza y dolor, era cuando recordaba a su papi.

-¿me veo tan mal?-bromeo.

-te pareces tanto a él- a Alex le daba un poco de pena parecerse tanto a su papi, ya que hacia sufrir a su padre, él era como la espina en su corazón, recordándole siempre su pérdida- eres muy hermoso hijo, te ves muy bien-

-gracias padre- bajo la mirada, observando con atención los grabados de la caja, no le gustaba llorar -¿Por qué rosas, le gustaban a mi papi? Son flores comunes y vulgares-aseguro

Para sorpresa de Alex el rey rompió a reír, se agarró el estómago y se carcajeo hasta quedar rojo.

-eso es exactamente lo que me dijo mi André- dijo secándose las lágrimas.

-¿Qué cosa?- pregunto curioso, su padre muy rara vez hablaba de André, su papi.

-veras- se volvió a sentar junto a su hijo-cuando conocí a tu papi pensé que era lo más hermoso que jamás había visto, cuando le pedí a tu abuelo su mano, rey en ese entonces, me dijo que por el no había problema, pero que tuviera cuidado con su hijo.

“yo pensé que se refería a que no lastimara a su hijo, pero lo entendí cuando hable por primera vez con tu papi, me presente con mis mejores ropas y le lleve un enorme ramo de las mejores rosas, cuando se las di me las arrojo en la cabeza y me dijo que solo era un vulgar guerrero, que jamás lo podría tener, y que las rosas eran las flores más vulgares y comunes.”

-¿Qué paso entonces?- definitivamente estaba de acuerdo con su papi, de no ser porque era su papá, el hubiera reaccionado de la misma manera si un  simple guerrero le hubiera dado esas flores.

-entonces supe que lo amaba- dijo con una gran sonrisa.

-¿Qué dijo cuando le regalaste una caja llena de grabados de rosas?-

-obviamente me la arrojo a la cabeza también, me grito que, si era idiota, que porque rayos había escogido exactamente esa caja-

-que le respondiste-

-le dije que él era como una rosa, era tan hermoso, que nadie sabía que podía hacer daño hasta que te pinchaba con las espinas- el rey tenía una nostálgica sonrisa- por supuesto él se sonrojo, y me saco de nuestro cuarto y grito que dejara de decir cursilerías-

-gracias papá-el rey lo miro a su hijo- se que esto significa mucho para ti, gracias por dármela siempre la voy a cuidar-

-de nada cariño, ahora ve a arreglarte, ya está atardeciendo- le dio un beso en la cabeza.

 

Ya caída la noche se podía observar a un Alex nervioso en su cuarto, aun desnudo. Solo con un bata encima.

En eso entro la reina, ya vestida con un hermoso vestido crema, que realzaban sus hermosos ojos miel, con uno que otro motivo dorado y tenía un generoso escote, el pelo lo traía en un moño alto, y traía su siempre rubí ojo atado al cuello.

-¡Alexander!-exclamo la dama-¿aun no estás listo? Ya casi es la hora de bajar-

-lose, pero es que estoy muy nervioso, se supone que hoy elija aun marido, se que no es tan difícil, pero si elijo a alguien y luego no me gusta, que tan si resulta ser alguien malo que…-

-primero que nada, vístete-paro la reina, despidió a los sirvientes, ya que su hijastro, casi hijo, estaba demasiado agobiado-muy bien ahora ponte tu vestido, luego sal para que te ayude a acomodarlo-

El joven desapareció detrás del biombo, cuando salió traía un hermoso vestido rojo sangre, liso y  y de manga media, con cuello cuadrado con lo justo de escote.

-voltéate-ordeno la mujer, la espalda era baja con tres botones de oro a mitad de la columna, dejando el resto de la blanca espalda expuesta. Se puso unos zapatos dorados.

-siéntate- así lo hizo el joven, la reina le cepillo el cabello, hasta dejar caer los rulos a la cadera, le puso una hermosa corona dorada en la cabeza y le coloco el nuevo arete en la oreja.

-estas hermoso-le elogio, el joven le dedico un tímida sonrisa- ¿más tranquilo?-el rubio asintió- bien, no te preocupes por lo del marido, no creo que tu padre te entregue tan fácilmente-

Los dos rieron y salieron tomados de los brazos, en dirección al salón de fiestas.

 

-Les presentamos a su alteza real, el príncipe Alexander Cornwall-

Todos los hombres solteros y algunos casados retuvieron el aire, era simplemente hermoso, mandaron a la mierda los rumores sobre él, lo debían tener.

Alex miraba desde el segundo piso a todos los hombres presentes, el sabía lo que causa por supuesto, pero no sabía aun como elegir a su futuro esposo, por el momento se limitaría a estar con sus amigos. 

Notas finales:

Gracias por leer


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