Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Soledad. por Pikacha-sama

[Reviews - 3]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Derechos de autor: Los personajes de Naruto no pertenecen son exclusivos de Kishimoto-sama.

Género: Drama (¿?), tragedia, angustia y Universo Alterno.

Advertencias: Muerte de un personaje.

Pareja principal: SasuNaruSasu (¿?).

Oneshot.

Notas del capitulo:

Bueno esto lo escribí hace algún tiempo y estaba dedicado a Necoco que creo que también le gustará >.<

Soledad.

 

            Te estabas hundiendo en las peligrosas aguas de la amargura, del desecho que había salido de tu propia cosecha y sobre todo de tu soledad, tu eterna y amarga soledad.

 

            Todos te habían abandonado en la barca que representaba tu vida, incluso Itachi se había arrojado a las turbulencias del desamparo antes que seguir a tu lado.

 

            Antes que seguir soportándote.

 

            Antes de seguir con tus pesadas humillaciones y tu constante desamparo a quien pidió tu ayuda, incluso al que llegó a arrodillarse ante ti pidiendo un perdón que no te merecías, aquel que llegó como una brisa de verano implorando por seguir unos segundos más viviendo la efímera existencia.

 

            Pero tú te habías encargado de evaporar su propio elixir.

 

            Y en tu espada llevabas esa carga que poco a poco te estaba matando.

 

            Te quitaba la respiración de una manera tan exquisita como aterradora. Porque tus fuerzas se agotaban en el ocaso que se avecinaba, así también sabías que tu vida se escurría de entre tus manos como alguna vez se escurrió entre las de Sasuke.

 

            La inseguridad de tus propias decisiones eran las que te sofocaban eternamente la yugular en un movimiento lento pero mortal, porque aquellas mentiras se habían enredado en tu cuello y cada vez agotaban más tu resistencia a la vida.

 

            Pero ¿de qué te servía vivir si ya no tenías a nadie a tu lado?

 

            No tenías a nada a lo que aferrarte, ni lo tendrías.

 

            Te hacía tanto daño seguir con vida y ver que el calor de tu cuerpo era inexistente, ver como la soledad era la única que te abrazaba, aquella que se había convertido en tu sombra y en tu mejor amiga.

 

            La soledad que se aferraba a ti como tú te aferrabas ilusamente al perdón.

 

            Y llorabas, llorabas amargamente en las penumbras de tu hogar, aquel lugar que estaba más vacío que tu corazón y más lleno que tu cabeza de remordimientos.

 

            Así fue como levemente recordaste a Mikoto, la única mujer a la que habías amado y que se había ido de tu lado entre una laguna de lágrimas mientras te regalaba el más infinito de los odios, porque incluso después de cincuenta años y de ver cómo era sepultada podías sentir el claro odio de su mirada sobre tu espalda, en fin, otra carga más ¿qué importaba?

 

            Pero ninguna se compara con la de Sasuke, aquel joven que a pesar de llevar tu sangre lo condenaste en el mismo abismo que te condenó Mikoto al dejarte. Incluso podías escuchar las risas suaves que soltaba tu hijo desde su tumba ante la misma desdicha que él.

 

            Después de todo Naruto estaba muerto gracias a ti.

 

            Y por ende, Sasuke, tu hijo, también murió.

 

            Murió rogándote que salvaras la vida de su único amor, de un rubio tempestad que había destruido tu familia.

 

            Naruto se había metido meticulosamente a su vida, al igual que al frío y estúpido corazón de Sasuke. Lo había alejado de ti, de sus metas, de su familia, de su legado y a cambio le había dado lo que tú jamás le pudiste dar a tu hijo…

 

            Había sido una tarde de mayo cuando Sasuke había azotado las puertas de casa, haciendo que la tranquilidad y tu estabilidad se escapara por las ventanas del lugar, huyendo para jamás volver.

 

            Ese día Mikoto seguía a tu lado tomando tu mano como siempre lo había hecho, llenándote de calidez y de fervor. Y sonreíste con ironía, ahora la única que te arropaba era la soledad, con un grueso manto de hielo que poco a poco consumía tu existir.

 

            El rudo y temerario de Sasuke se había arrodillado ante ti con lágrimas en los ojos, cegado por el dolor de una posible pérdida eterna y el temor a la soledad, aquel pálido muchacho de dieciocho años te pedía perdón por su imprudencia y sobre todo por haberse enamorado de un hombre tres años menor que él.

 

            Por haberse fugado del orfanato al que pertenecía Naruto y por haber huido de ti, por haberte retado de una forma valiente, porque el calor de Naruto valía la pena…

 

            Por haberte dicho que lo miraras a él, a Sasuke, crear su propia felicidad lejos de ti y tu maldito apellido.

 

            Por eso se disculpó el orgulloso de tu hijo, y tú sólo te reíste mientras Mikoto corría a su auxilio, devastada por el dolor de su pequeño, del niño que no podía proteger de la vida y del cruel destino.

 

            Lentamente el muchacho se puso de pie con la poca dignidad que le quedaba y te pidió que salvaras a Naruto de la muerte, de las garras de las penumbras, del exilio de su presencia, del miedo a saber que murió entre sus brazos y él a cambio regresaría a ser tu fiel sirviente, tu magnifica marioneta que te encantaba presumir, a volver a ser el chico frío sin sentimientos que no le importaba su vida…

 

            Y te negaste.

 

            Dejaste que tu blanca sonrisa se escapara de tu boca disfrutando la escena de novela que se presentaba en la alfombra de tu casa, Sasuke no era ni la mitad de lo que había sido estando bajo tu yugo, aquél desnutrido muchacho con barba y la mirada perdida no podía ser el Sasuke ególatra que tú mismo habías creado.

 

            Ese pequeño ser insignificante no podía ser tu hijo.

 

            Y fue así como dejaste partir a Sasuke, él se hundía en las profundas aguas del dolor mientras tu llenabas de vino tinto tu vacía copa. Rompiste sus ilusiones y esperaste a que el error que había sido Naruto se evaporara, sólo era cuestión de tiempo para Sasuke regresara con el corazón roto, sin un alma que le hiciera volver a enamorarse de un anomalía y se aferrara a ti como su único flote, como debió ser desde un principio.

 

            Pero eso nunca pasó.

 

            Sasuke jamás regresó.

 

            El muchacho que era un orgullo para ti y osó desafiarte por un amor imposible, más lleno de estupidez que de sentido común, en verdad te abandonó, en verdad de dejó, en verdad huyó de ti, tan lejos como fuera posible de tu alcance, tan devastado y decepcionado que murió. Se dejó arrastrar por el cementerio de la pérdida y los minutos de angustia que lo consumieron en segundos por de la enfermedad tan contagiosa que adquirieron los trágicos amantes.

 

            ¿Y qué podías hacer para reparar el daño? Nada, absolutamente nada.

 

            Aquél sismo que destruyó lo más sagrado no se conformó con quitarte de tu hijo, sino que con la muerte de Mikoto, hasta Itachi dejó de ser tu legado.

 

            Ébola* te lo quitó todo.

 

            Cuando Mikoto tomó todas sus cosas olvidando sólo su aroma en casa, aquel que olías al dormir en cama y que te acobijaba las lágrimas entre la oscuridad de tu existencia, te convenciste patéticamente que ella regresaría corriendo a tus brazos como tu hijo sólo lo hizo en una ocasión, pero aquella hermosa mujer sólo volvió a aparecer en tu vida dormida frágilmente en un bonito y elegante ataúd.

 

            Ébola nuevamente apareció siendo peligrosamente mortal para tu existencia.

 

            Y nuevamente lloraste, te ahogaste entre el naufragio que representaba la soledad, tratando de aferrarte inútilmente a la barca de la coherencia que se alejaba de ti a grandes sancos, ya no había escapatoria, no había bote-salvavidas que te auxiliara, sólo quedaba ahogarte entre tus propias lágrimas y penas.

 

            Oh, por lo menos el rubio de ojos azules posado delante de ti te lo demostraba al acercarte lentamente a ti con una mirada tan melancólica como la tuya, el chico de facciones infantiles te extendía la mano con un pequeño regalo en la palma, siendo tan amable y cálido como las tardes de verano.

 

            Aquello sólo podía representarte la condena a tu salvación.

 

            El joven te sonrió mágicamente dejando aquel lucido objeto sobre tus manos mientras se alejaba de ti, porque no intentaba curar la herida ni coagular todos tus remordimientos, sólo buscaba calmar las aguas del mar y que el fuegodescendiera hasta dejar que la batalla sin fin se convirtiera en sólo eso, una batalla más.

 

            Cerraste los ojos y llegaste a apreciar verdaderamente tu vida y todo lo que habías dejado marchar, inútilmente trataste de aferrarte a la imagen feliz de tu familia. Eras tan sínico, tu habías acabado con toda tu familia y todo lo que ella representaba, al final de cuentas, Itachi, tu hijo se había ido tan lejos como había podido de ti.

 

            Tu preciosa joya, tu tesoro inoxidable se había largado tan pronto murió su madre, tan pronto como sus homosexuales sentimientos se lo permitieron. Oh, porque Itachi también se había enamorado perdidamente de un hombre y tú no pudiste hacer nada para evitarlo.

 

            Te habías quedado completamente solo.

 

            El viaje estaba llegando a su fin mientras los recuerdos del desprecio de tu primogénito te asfixiaban, te cerraban la garganta con un nudo que amenazaba a tus ojos con llorar y no pudiste sentirte más patético y abandonado que nunca.

 

            Itachi se había casado, incluso tenía un precioso hijo que jamás llegarías a conocer porque el mismo te había declaro que te odiaba… en sueños, en pesadillas y en tu reflejo. Ya no te quedaba nada y el joven de ojos azules te lo decía con la mirada, todo lo que tenías que hacer era jalar el gatillo… incluso aquella calidez que lo rodeaba te afirmaba que no iba a doler.

 

            Y así como el invierno no perdona a las hermosas flores de campo, así la soledad que se disfrazaba de invierno acabaría contigo, porque tú sólo representabas un triste flor que estaba a punto de morir, que se tambaleaba en un abismo sostenido por un pequeño hilo que estaba a nada de romperse. Porque mientras el fantasma de tu pasado te siguiera ya no podrías vivir ¡ya no había futuro!, ni siquiera tenías un presente, sólo te quedaban los recuerdos de tu desdicha.

 

            Muy merecido te lo tenías.

 

            Lentamente levantaste tu brazo como si aquel delicado pedazo de musculo y hueso pesara muchísimo, apuntaste firmemente a tu frente sintiendo el frío mucho más intenso que antes, incluso sintiendo como la muerte se paraba detrás de ti. Un escalofrío te recorrió completamente y cerraste los ojos, esperando que el chico de ojos azules desapareciera, sin embargo, sólo apreciaste como su cálida mano se posaba sobre la tuya lista para jalar el gatillo.

 

            Una lágrima resbaló por tu mejilla izquierda y aquella palabra que siempre habías querido decir, salió de tus labios como una triste brisa que sólo busca la sonrisa del rubio. Sin embargo, los siguientes segundos sólo fueron de silencio.

 

            — Perdón…

 

            PUM. Y todo se apagó.

 

 

 FIN.

Notas finales:

Ebola* Es un virus mortal muy feo, mata en cuestión de días, pero es muy raro. Yo sólo lo puse como ambientación :)

Cabe mencionar que la historia esta centrada en Fugaku, en sus últimas horas de vida, donde se suicida (por si alguien no lo comprendió >.<)

Gracias a los que leyeron y espero comenten :)

Pikacha.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).