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Malentendido por Yoshita

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Notas del fanfic:

Para mi querida Raven Loveless, feliz cumpleaños

Notas del capitulo:

Un D18 dulzón para una amiga del alma. 

 

 

 

 

 

 

... Don't forget 3/10... FMA

La taberna estaba abierta, recibiendo a todo despechado o idiota que deseara gastar su dinero en desagradable cerveza. Los asistentes eran los de siempre, hombres desesperados y aburridos buscando consuelo en un vaso con alcohol. Pero, ¡oh sorpresa!, un asistente inusual se hallaba en la barra, de manera, también inusual, actuando, de una igual inusual manera.

Era imposible concebir a ese hombre de esa manera tan deplorable y deprimente. Un hombre rubio, con usuales ojos marrones, se ahogaba en bebidas embriagantes por un descarado, descaradísimo despecho, todo por culpa de su estupidez y su falta de atención. A ese, ¡ese!, pedazo de... De desespero andante, encarnación de la violencia, pero del hombre, o mejor, muchacho, del que se había enamorado. Si bien sabía que ese muchachito era un problema, eso era lo que había cautivado toda su atención, verlo todos los días lograba sacarle una sonrisa en su estúpido y distraído rostro. No sabía como hablarle, no hallaba palabras que agradaran a ese voluble muchacho, agresivo y desesperante. Era pan de cada día que el muchacho buscara pelea, que el muchacho lo buscara y con ojos desafiantes le dijera que ese día sería, que lo derrotaría, que lograría vencerle y superar su logro personal. 

Nunca lo lograba, no porque no tuviera la habilidad o la capacidad de derrotarle, sino que siempre eran interrumpidos por algo o alguien. 

Y eso lo molestaba, tanto a él como al muchacho violento y agresivo. 

Eran completos polos opuestos, su radiante y enorme sonrisa contrastaba con la seriedad y frialdad del chico al que amaba, por mas que intentara, jamás lograría hacerle sacar una sonrisa, ni mucho menos una dulce y suave risa que, seguramente, sonaría desacorde pero bonita en él. 

Se detestaba, se detestaba sobremanera por no ser sincero, por nunca haberlo sido y eso lo hacía arrepentirse de no sacar de su interior esos sentimientos que le carcomían día a día. 

Pero él solía estar tranquilo, ser sereno en lo que refería al muchacho problemático y difícil de querer. La razón era que nadie se acercaba a él y él no se preocupaba en acercarse a los demás, no era de su agrado el estar o siquiera buscar compañía de otro ser vivo, y eso era lo que hacía complicado acercarse más a él. Lo había logrado como su maestro, pero dudaba incluso ser considerado como tal, y mucho menos preguntar por una amistad o algo más, no podía, pero, ¡maldición!, cómo lo deseaba en su interior. 

Finalizando, lo que lo había llevado a ese bar de mala muerte, que seguía dudando de la existencia de este en la ciudad, no era ese arrepentimiento profundo, ese carcomer de sentimientos en el interior de su corazón y su mente, no, no era nada de eso, sino que alguien había logrado lo que él jamás: acercarse a Hibari Kyoya.

Cavallone Dino se sentía destrozado, deshecho, vacío, hueco, inexistente.

Hibari Kyoya se veía, de alguna manera, feliz, relajado, satisfecho, enamorado. 

Todo fue esa mañana, en un intento de esos de siempre en los que intentaba ver y estar con el líder del comité disciplinario, distraerse él mismo de todo lo ocurrido y relajarse al lado de ese pequeño irritable y poco paciente.

Al entrar al instituto no lo encontró, ni en clase, ni en la oficina, ni en la terraza, en ningún lugar, Hibari no daba señales de existencia. No entró en pánico, lo más probable es que estuviera haciéndose cargo de algunos criminales de la ciudad o tal vez Reborn había convocado una reunión de guardianes, pero seguía siendo extraño que ni siquiera Kusakabe Tetsuya supiera la ubicación de Hibari. Se resignó a esperarle en la oficina, sabía que le molestaba demasiado al guardián de la nube aquellas intromisiones del Potro Bronco en su oficina sin aviso alguno, pero eso no daba a Dino razón de ser celoso porque sabía de su terco alumno y su poca capacidad social. Sin embargo fue un boom, un choque, el verle tomado de la mano con Gokudera Hayato. 
 

 

Salía temprano, como siempre, de la oficina donde había pasado la noche, se encaminó a su preciada terraza y observó con calma como los estudiantes llegaban, y con ellos, Dino Cavallone. No es que le molestara, lo que en realidad le molestaba era que las ganas de verle le carcomían por dentro, deseando que llegara, eso era lo que le molestaba, desear ver a ese irritante rubio en su oficina, sonriendo ampliamente, acariciando su cabeza o diciéndole estupideces de las cuales se acordaba cuando, de alguna manera, se sentía solo.

Reborn le llegó por la espalda. El bebé le pidió seguirlo y él, por genuina curiosidad, lo hizo, encontrándose con Gokudera Hayato al final del camino. No sabía las razones de Reborn para haberlo traído, y mucho menos por el hecho de que estuviera el guardián de la tormenta. Reborn les dio la mano a cada uno, a Hibari lo saludó con la derecha y a Gokudera con la izquierda, era extraño, pero lo dejó pasar, era el bebé después de todo.

Luego de darles una información de batallas futuras y situaciones familiares, les pidió a ambos chicos chocar las manos con las que habían saludado al arcobaleno. Así lo hicieron, quedando pegados por el pegamento que Reborn les había puesto. Con una sonrisa, les informó que era su plan secreto para lograr unión entre compañeros, pero los dos guardianes no lo tomaron de buena manera sino luego de que Reborn insistiera de manera continua.

Hibari había desaparecido casi toda la mañana sin dar aviso, no era preocupante pero si hacía falta, sobretodo para un idiota de pelo rubio que esperaba como un tonto la llegada del prefecto.

Volviendo a la escuela, con sus manos unidas de manera involuntaria y obligada, Gokudera y Hibari refunfuñaban para sus adentros mientras que Reborn los seguía de cerca, sonriendo. No había mentido, deseaba la unión de compañeros, pero no la de esos dos, porque sabía que esa tormenta rebelde dependía de la tranquila lluvia para ser cuidada y amada. Reunir a Yamamoto Takeshi con Gokudera Hayato iba a ser pan comido. El problema radicaba en la distante nube y el inútil cielo de los Cavallone, unirlos sería difícil. 

 

 

 

Por una horrible obligación, Hibari se tuvo que resignar a estar todo el día de la mano de Gokudera, acompañándolo a todos lados e incomodando al beisbolista, cuyos celos flotaban campantes y sonantes en el aire intentando llamar la atención del chico de cabellos canos que no soportaba al otro de su mano. 

No vio al Potro en todo el día, tal vez ya se hubiera ido, sin embargo, eso era poco probable, al no haber dicho adiós, Dino no se iba sin despedirse.

 

 

Caminaban por el patio de la mano, o del pegamento, para mayores especificaciones de lo sucedido, cuando el chico llegó, tomó las manos unidas, de un tirón las jaló y luego unió suavemente sus labios con los del guardián de la tormenta. Gokudera estaba sorprendido, ¿en qué mundo paralelo recibiría un beso de Yamamoto? No era algo normal, pero lo disfrutaba como nunca, porque era algo anhelado. Y aunque la escena empalagosa fuera digna de disfrutar, las manos unidas por pegamento no se habían soltado y luego de explicar la situación al guardián de la lluvia, éste rompió en estruendosas carcajadas frente al par de molestos muchachos. Reborn sonrió, una pareja menos, ahora faltaban los otros dos. 

 

 

Cayó la tarde y y las clases finalizaron Dino no había sido visto por Hibari en todo el día y se sentía molesto, pero detestaba saber que ese Cavallone era la razón.

Luego de haber sido separado de Gokudera Hayato y de que este se fuera con su nueva pareja, se resignó a su solitaria oficina, cayendo dormido sobre el escritorio. 

La noche llegó y con ella despertó de su siesta, mirando su oscuro alrededor. Se levantó con cuidado y vio la pulcra nota blanca sobre su escritorio. Tenía sólo una dirección y una hora, casi medianoche. No tenía remitente ni destinatario, podría incluso no ser para él, pero algo le afirmaba que era suya. La tomó y memorizó la dirección, iría allí en la hora determinada. 
 

 

Siguió el oscuro camino iluminado por los postes de iluminación pública puestos en las calles, su sombra se reflejaba en muros, paredes y andenes, transmitiendo una tétrica visión a cualquiera. Hacía frío, no muy fuerte pero tampoco tan débil, y llegó. Era allí: un bar de mala muerte. 
 

 

Pagó y salió, algo desorbitado y lento de sentidos, había bebido, no tanto como para no saber su nombre, pero lo suficiente como para hablar con sinceridad a la persona que se hallaba frente a él. Dino fijó sus ojos en Hibari, en Kyoya, y sonrió, él era feliz. 

-¿Te has vuelto loco?- le dijo la voz seria del prefecto. 

-No, sólo me emborraché. 

-¿Y la razón es...?

-Cuando dos personas se enamoran, una tercera se emborracha. 

No entendió eso, al principio no. Pero luego le halló sentido: Gokudera y Yamamoto, ¿acaso el Potro tenía sentimientos por alguno de esos dos? Se sintió herido, porque estaba convencido de que era hacia él que el Potro sentía atracción, pero se equivocó y le dolió. Bajó la mirada. 

-No es justo Kyoya- hipó- tu... Yo... Es que no me escuchas...- balbuceaba sin sentido- te quería y luego la tormenta...- no hallaba coordinación para sus palabras- maldita sea yo no lo dije... Las manos y...- tosió y se arrodilló para sostenerse. Tomó aire y aliento, junto con fuerza de voluntad- te quiero Kyoya. 

Abrió sus ojos de golpe, eso era un giro inesperado. Dos personas enamoradas... Lo conprendió: Cavallone si había ido esa mañana a la escuela, lo que pasa era que le había visto "tomado de la mano" con Gokudera y eso le había afectado, porque su tesis era correcta: Dino sentía algo romántico hacia él. Sonrió imperceptiblemente por lo torpe que puede ser el jefe de los Cavallone, si bien era alguien tranquilo, a veces llegaba a los límites de la estupidez humana.

Pero él no se quedaba atrás, él no sabía por qué estaba emocionado de recibir unas palabras como esas de un hombre borracho. 

-Los borrachos siempre decimos la verdad- le agregó Dino levantando la mirada- te quiero. 

-Fue un malentendido- no había razón alguna por la cual necesitara una explicación, pero deseaba dársela, aclarar todo. Le contó. Dino se carcajeó y se mofó de su imprudencia e ingenuidad y se levantó del suelo. Se acercó a Hibari y acarició lentamente su cabeza para luego besarlo. 

Se lo esperaba, sabía que el Bronco iba a hacer algo así. Cerró los ojos y disfrutó. 

Dino lo cubrió con su enorme chaqueta verde porque afuera hacía frío...
 

Notas finales:

Feliz cumpleaños Da-chan, te quiero mucho


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