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Mas que una familia. por Alabama Now

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Notas del fanfic:

Fic nuevo! Que emocion!

Notas del capitulo:

Este es solo el prólogo, pues realmente es solo la introduccion a la historia. 

Gracias por leer.

Prólogo.

No podía enfocar absolutamente nada, todo le parecía brumoso, como caminar por un túnel oscuro donde la niebla había cubierto todo, no solo su vista, sino su oído, su olfato, en incluso el tacto. Deambulaba sin rumbo. Sabía que caminaba solo porque el final del túnel, una mancha de colores difusos, se movía de un lado a otro, como si se tambaleara en un puente de madera completamente inestable. Oía todo lejos, como si oyera bajo el agua. El sonido de las calles, voces, la lluvia. Aunque no podía sentirla caer sobre él, sobre el rostro o la ropa. Era de noche, de otro modo no se explicaría la oscuridad total, pero no sabía dónde estaba. Era como si sus ideas tuviesen que despegar de entre masas pegajosas y profundas, no podía pensar con claridad.

El sabor metálico de la sangre le llenó la boca unos segundos de fugaz claridad mental. Había recibido una paliza de parte de unos desconocidos que le habían robado lo poco que traía encima, estaba tan sumergido en su estado que apenas si había sentido la sacudida que le provocaron los golpes. Recordaba rastros de la noche, como tantas otras. No tenía idea de cuantas horas habrían pasado desde que había salido de la fiesta en compañía de su actual novio y luego había ido a parar a su apartamento, se había peleado con él cuando intentó forzarle a jugar alguno de sus retorcidos juegos eróticos y salió enfadado de allí. A pesar de estar ya bastante alcoholizado y tener un buen puñado de drogas en el cuerpo, volvió al lugar de la fiesta. Desde allí todo había sido ridículamente vertiginoso. Solo manchas de colores en su mente.

Cayó por un callejón al tropezar con sus propios pies, sentía que el suelo se removía bajo sus zapatos, como un animal inquieto. Rió sin ganas, ahora sí que no veía nada. Intentó inútilmente ponerse de pie, pero se tambaleó y cayó nuevamente de rodillas. Sintió algo pesado y viscoso subir por su garganta, estaba tan adormecido que solo atinó a abrir la boca y dejar salir a su lado todo lo que había metido a su estómago. Como una cascada todo salió sin siquiera hacer el esfuerzo. Tosió un poco al terminar. Ahora se sentía particularmente mal. Las sensaciones volvían a él a pasos agigantados.

Con esfuerzo se puso de pie, las piernas le temblaban terriblemente. Un dolor de cabeza punzante le atacó, como un puñal certero. Se sujetó el cráneo y se apoyó en la pared sucia de ese callejón. Alcanzó a avanzar unos míseros pasos antes de caer de bruces sobre el suelo mojado. Y perdió la completa capacidad de moverse. Poco a poco, bajo la lluvia, en ese callejón sucio y lleno de basura, en un rincón de la enorme ciudad, se quedó tendido. Perdido de todo, sumergido en un túnel oscuro que se iba cerrando de a poco ante sus ojos cansados.

Escuchó entonces el raspado de algo sobre la tierra mojada, esperó que fuese un animal callejero. Pero era inconfundible el sonido de pasos temblorosos bajo la lluvia. Alguien estaba allí, mirándole en su abandono. Escuchó con claridad otro par de pasos. Genial. Más personas. Intentó inútilmente levantar la cabeza, pero no sintió nada mas que ese desesperante dolor en mitad de la frente. El túnel se hacía más oscuro, pronto perdería el conocimiento.

-Hay alguien ahí, hermano.- la voz de un niño, eso era lo que escuchaba.

-Cuidado, Sasuke. – dijo otra voz, algo mas grave. – No sabes quien es. – él solo esperaba que se fueran pronto, prefería refugiarse en su pérdida de conciencia solo. – Se ve muy mal. – comento el chico.

Él rió para sus adentros, vaya observación. El cuerpo le parecía ajeno, no podía mover un solo musculo, pero su mente parecía haberse aferrado a la imagen de esos dos desconocidos, alejando la inconsciencia. Por su limitado foco de visión vio acercarse un par de pies sobre el suelo mojado, unas zapatillas deportivas de color opaco. El chico mayor se le había acercado y le miraba con atención desde su altura. Se agachó, apoyando una rodilla justo al lado del rostro del caído para mirarlo más de cerca. En el suelo, con los ojos apenas abiertos, estaba un chico joven con el cabello rubio y largo, bastante maltrecho, tenía unos moratones en la cara tan delicada y unos cortes en la barbilla. Acercó la mano a su rostro y movió un mechón del flequillo para mirarlo mejor.

-¿Está muerto, Itachi? – preguntó su pequeño hermano acercándose a él con curiosidad.

Era una pregunta difícil de responder a simple vista. Si no fuera por el leve movimiento de las pupilas bajo esas larguísimas pestañas, él pensaría que el rubio estaba muerto, apenas si respiraba. Estaba completamente inmóvil y el olor a alcohol era perceptible incluso a su distancia. Estaba tan empapado como ellos y la noche ya estaba muy avanzada. Volteó a mirar a su hermanito, quien a pesar de tener solo dos años menos que él, era bastante más pequeño. Volvió a mirar el cuerpo tendido en el suelo y suspiró cansado.

-No, está vivo. – tomó al rubio por los hombro e intentó sostenerlo. – Vamos, Sasuke. Ayúdame. –

Entre los dos sujetaron el cuerpo del chico ebrio. Cada uno sujetándolo de la cintura y pasándose un brazo del que parecía muerto sobre los hombros. El rubio no sabía que sucedía, la visión estaba casi completamente perdida. Sentía el agua de lluvia correr por su cuello y sus mejillas, ya que tenía la cabeza colgando hacia adelante. Sintió el movimiento errático de esos dos tratando de mover su cuerpo, y el dolor de la cabeza empeoró hasta tal punto que finalmente recibió la inconsciencia con más alegría que otra cosa.

El dolor volvió de la nada, como una asquerosa sanguijuela adherida a su piel que no podía quitarse. Tenía frio, muchísimo frio. Le dolían incluso los ojos bajo los parpados. Levantó un brazo y se tocó el rostro, antes de abrir los ojos a la luz que percibía. Con ese minúsculo movimiento los latigazos de dolor llegaron a su cerebro con rápidas ráfagas pulsantes. Apretó los dientes, pero aquello también le dolió infinitamente. Cielos, había tenido malas resacas pero ninguna como aquella. Lentamente dejó su mano sobre su frente y abrió los ojos, la luz de una mañana gris le llegó de lleno en el rostro. Volvió a cerrar los ojos en un vago intento de menguar el dolor. Sentía la garganta seca como el desierto. Y tenia nauseas aun. Luego de varios minutos de decisión finalmente se levantó hasta sentarse en el durísimo lecho en el que se encontraba, de seguro eso es lo que había causado su dolor muscular.

Se sorprendió cuando miró con atención donde se encontraba. Era una gran edificación en ruinas, algo que hace muchas épocas atrás debió de haber sido una fábrica o algo así. Ahora era sin lugar a dudas un montón de vigas de cemento destartaladas, sin vidrio en los enormes ventanales, lo que dejaba el aire helado entrar raudo y colarse sin piedad por su ropa. Estaba recostado en un colchón roído y sucio en el suelo, cubierto con una manta que de seguro había visto mejores épocas. Su ropa estaba ligeramente húmeda y bastante fría. A su lado alguien había dejado una taza que le faltaba la oreja, con algo de agua, se la bebió de golpe y le supo a muy poco, pero su seca garganta lo agradeció. A un metro de él había lo que parecía una tienda de campaña, hecha con sabanas viejas y girones de tela. Su mirada giró curiosa, y vio varios colchones ordenados y una docena de niños pequeños que lo miraban curiosos.

Las nauseas subieron a su garganta con la fuerza de un camión. Se levantó ignorando el dolor de su cuerpo y se acercó a una de las rendijas que debió haber sido una enorme ventana en tiempos mejores, sacó la cabeza y vomitó lo poco que había en su estomago. Ahora que estaba en todos sus sentidos, sentía las arcadas y el ardor en la garganta. Cuando el sabor de la bilis le llenó la boca se forzó a detenerse, si seguía vomitando la deshidratación lo haría desmayarse. Ya había pasado por ello. Cuando terminó, volteó y se dejó caer con la espalda rozando la pared.

-¿Estas mejor? – le preguntó una voz de cerca.

El rubio levantó la vista y se encontró con un niño de tez muy blanca y de cabello negro. Sus ojos del mismo color profundo, estaban bordeados por una pronunciadas ojeras que resaltaban entre tanta piel blanca. Poseía una expresión seria, y le miraba con atención. Tenía entre sus manos la misma taza de la que él había tomado hace unos minutos. El niño se le acercó y le ofreció el agua, a lo que el mayor le arrebató con poca delicadeza el recipiente y se la bebió toda de dos enormes tragos. Eso le quitaría el sabor acido de la boca. El pelinegro se apartó nuevamente de él, con cautela, mirándolo curioso. El rubio de cabello largo parecía aun más delicado despierto que dormido, a lo lejos parecía claramente una chica muy delgada. Lo vio beber el aguar con brío y lo entendía, sabia como se sentía el despertar con resaca.

-¿Cómo te llamas? – preguntó el niño. El mayor lo miró unos largos segundos antes de responder arisco.

-Naruto. -

-Itachi.- le dijo el niño, sin cambiar el serio semblante de su rostro.

El rubio dejó la taza a un lado y se levantó. Enseguida un dolor le aguijoneo el costado derecho y sus rodillas se plegaron peligrosamente. Entonces el pelinegro avanzó raudo a sujetar al joven que simplemente no se podía tener en pie. Lo llevó nuevamente al colchón en el que había despertado y lo sentó allí con cuidado. El rubio se quejó, pero internamente agradecía el gesto. Sentía como si le hubiese pasado un camión encima. Cuando dejó al rubio sobre el colchón, se apartó un poco de él y se fue en busca de la taza.

-Creo que te traeré más agua. – fue todo lo que dijo, antes de caminar y desaparecer en unas escaleras que daban hacia el primer piso.

Naruto se sostuvo la cabeza intentando amilanar el martilleo entre sus oídos. Los murmullos más allá de él le llamaron la atención y abrió los ojos curioso. Los mismos niños que había visto al despertar se arremolinaban en el conjunto de viejos colchones y dos o tres tiendas hechas con sabanas roídas. Le miraban curiosos y murmuraban entre ellos. El rubio observó que todos ellos vestían ropas algo sucias, de no mucho abrigo a pesar de que los rastros de lluvia aun no desaparecían, algunos no tenían zapatos y otros tenían unos bastante dejados. Le dio un escalofrío de pensar que esos críos vivieran allí. Eran muy pequeños, de hecho Itachi parecía ser el mayor allí y podría jurar que con suerte tendría 12 años.

Como si hubiese escuchado su nombre en su mente, el chico de pelo negro apareció nuevamente con la taza vieja en las manos, pero esta vez venia con otro niño, más pequeño, abrazado fuertemente a la sudadera del más alto. Era literalmente una copia de Itachi, pero más pequeña. En cuanto el mencionado le tendió la taza, el niño menor levanto el rostro para mirar con atención al rubio de enorme ojos azules al que habían rescatado de un callejón la noche anterior.

-No creo que muerda, Sasuke. – le dijo Itachi al niño, quien parecía reacio a acercarse al rubio.

-Tiene la cara muy lastimada. – pronunció el pequeño mirando con ojos críticos el rostro de piel color miel que tenía enfrente.

-¿Qué? – pronunció preocupado el rubio.

-Sasuke, pregúntale a alguno de los chicos si tiene un espejo. – dijo Itachi. – Creo que él no se ha visto. –

El pequeño fue donde estaban los demás y entre todos comenzaron a registrar sus pocas pertenencias, buscando lo que el mayor le había pedido.

-¿Qué le pasa a mi cara? – preguntó Naruto frunciendo el ceño.

-No estás en muy buenas condiciones. – fue todo lo que le dijo. - ¿Recuerdas lo que te ocurrió ayer? –

-No. – respondió con sinceridad bebiendo el agua que tenía en sus manos.

El pequeño pelinegro volvió con un trozo de espejo en la mano. Era realmente un espejo circular que debió haber pertenecido a otro lugar, pero ahora solo tenían el vidrio. Naruto lo tomó y miró su reflejo. Ahogó un grito de sorpresa. Tenía la mejilla hinchada y el labio partido, un corte en el pómulo contrario y un ojo morado. En el cuello tenía unas largas marcas rojas que le rodeaban, maldito fuera su novio y sus estúpidas fantasías retorcidas. Quería morirse, el desastre tardaría varios días en irse. Él era modelo, no podía tener esas horribles marcas, y menos si alguna dejaba una cicatriz.

-Mierda. – murmuró para sí mismo. – Tengo que irme. – dejó a su lado el espejo y la taza e hizo amago de levantarse, pero nuevamente el dolor del costado le atacó y le hizo desistir.

-Es mejor que te quedes. – le aconsejó Itachi. – Puede que te hayan roto una costilla. – el rubio lo miró apretando los dientes de dolor.

-Es mejor que duermas. – dijo Sasuke. – Nosotros cuidaremos de ti. – le aseguró. Por unos rápidos segundos, los enormes ojos del pequeño le causaron ternura.

-Que más da. – se rindió el rubio y se acomodó como pudo sobre el sucio lecho.

No le quedaba más remedio que quedarse allí. Estaba lastimado, no podía caminar en esas condiciones hasta tomar un taxi o un autobús, además que no tenía ni dinero ni identificación donde se las habían robado. No había nadie en su casa esperándole, nunca había nadie. Y al idiota de su novio ni siquiera le preocuparía si estaba ausente unos días, de seguro ya había conseguido a alguna prostituta que cumpliera sus enfermas fantasías. Suspiró cansado. Le dolía la cabeza, el cuerpo y tenía unas nauseas terribles aun.

Las horas pasaron, la lluvia se hizo presente un par de horas y luego quedó solo el aire helado que se colaba por todos lados. Naruto tenía tanto frio que había dejado de sentir los dedos de los pies, a pesar de que tenía sus calcetines y zapatos puestos. Itachi se había ido nada mas dejarlo acostado, diciéndole que iría a trabajar y dejándolo al cuidado del pequeño Sasuke. Este parecía tan entretenido con él como si hubiese conseguido una nueva mascota. El rubio se quedo recostado sin hacer nada más que mirarle de vez en cuando o contestar alguna rápida pregunta. No podía tomar mucha agua, no quería aprovecharse de esos niños que de seguro no tenían de donde sacarla libremente. No tenía ganas de comer, y lo poco que le habían ofrecido había sido rechazado. Tenía el estomago revuelto.

En algún punto del día, cuando estaba casi oscureciendo se quedó dormido. Despertó en mitad de la noche, rodeado de un silencio sepulcral. Estaba sudando sin control. Miró a su alrededor, estaba completamente solo, quizás uno o dos niños muy pequeños durmiendo a su lado, los demás no estaban. Volvió la vista y la tienda a su lado, que sabia pertenecía a los hermanos pelinegros también estaba vacía. Se sentó con algo de dificultad. Se sentía débil y temblaba descontroladamente. No podía ser. ¿Cuánto tiempo había pasado desde su ultimo consumo? Más de un día. Diablos. Hacia más de dos meses que consumía droga frecuentemente, consumiendo más duras de vez en cuando, como en las fiestas y demases. Ningún día sobrio ahora le pasaría la cuenta, el síndrome de abstinencia haría su presencia.

No lo quería. Una sola vez lo había vivido y había sido agónico. Diablos, necesitaba solo un poco, solo un poco de polvo blanco y haría milagros. Pero no podía moverse, el dolor de la costilla parecía haber empeorado, sus pulmones expandiéndose le provocaban aguijones dolorosos. Los temblores empeoraron y las nauseas ascendieron en su garganta. Se levantó quejándose de dolor y volvió a caminar hasta el resquicio de ventana, pero por más que tosió y se forzó nada salió. Las piernas le cedieron y el frio se le calo hasta los huesos. Temblando se hizo un ovillo al lado de esa ventana y se quedó allí.

Hubiesen pasado un par de horas hasta que el amanecer empezó a notarse a la distancia. La cabeza de Naruto comenzó a martillear dolorosamente. Unos pasos en las escaleras le indicaron que los niños habían vuelto. Entonces escuchó las exclamaciones de sorpresa de ellos al verlo aovillado en un rincón. Apenas abrió los ojos vio como el pequeño Sasuke corrió hacia él y se arrodilló a su lado mirándole con esos enormes ojos negros tintados de preocupación. Le puso una  blanca mano en la frente y luego volvió la vista a su hermano mayor.

-Tiene fiebre. – dijo. Itachi dio una fugaz mirada al montón de niños que lo precedía.

-Todos a dormir. – les dijo. – Mañana Kai, Shizuki y yo iremos por algo de comida. Los demás guarden lo que tienen y a dormir.  –

Los niños le obedecieron de inmediato, asintiendo. Se dirigieron a sus colchones y se acomodaron para dormir a pesar de que el amanecer ya se veía sobre la silueta de los alrededores. El pelinegro mayor se acercó al rubio y lo miró con ojos critico. Naruto solo tenía temblores incontrolables y el frio no evitaba que sudara como loco. Hubiese vendido su mano en ese momento por un poco de cocaína o una botella de alcohol. Malditas fueran sus costillas lastimadas.

-Sasuke ve a dormir. – le dijo. – Yo me hare cargo de Naruto. – le dirigió a su hermano una tranquilizadora sonrisa. Este asintió, le lanzó una ultima mirada al rubio y luego entró a su improvisada tienda.

Itachi pasó un brazo bajo los hombros de Naruto y lo levantó un poco. Luego le sujetó como pudo y con esfuerzo llevó el cuerpo más alto que el suyo hacia el lecho. Lo dejó recostado y el rubio se volvió nuevamente un ovillo quejumbroso y tembloroso. Itachi le acarició el largo cabello rubio intentando calmarlo y suspiró cansado. Esperó en silencio acariciando la cabeza del mayor, a que todos los niños allí se durmieran.

-Sé lo que te pasa. – le dijo a Naruto, quien hacía esfuerzos fallidos para retener el castañeo de sus dientes. – Lo he visto muchas veces. Aquí ves muchas cosas. –

-¿En-enserio? – preguntó sarcástico el otro. Internamente agradecía las caricias en su cabello, la compañía de alguien y los cuidados se le hacían ajenos, extraños. Se derretía con esas muestras de cariño.

-Lo mejor es que lo dejes salir, créeme. – Itachi se levantó luego. – Vas a sufrir un par de días, pero es mejor que ser adicto a las drogas. –

Fueron seguramente las palabras de su sentencia final. Las horas eran horribles, el pulso acelerado, la sudoración fría, las costillas dañadas. El dolor de cabeza era tan intenso que pensaba que los oídos le sangraban. Había horas donde su nariz sangraba profusamente, comió un par de veces y vomitaba sin control apenas treinta minutos después. Le dolía todo, desde los huesos hasta los músculos. Horrible, se había sentido horrible. Era lo peor que había vivido en la vida. Sus pensamientos se limitaban a las caricias de los hermanos sobre su largo cabello, a sus atenciones ridículamente adorables y a la sensación de cariño que no había sentido desde hacía años. Él estaba completamente solo. Nadie había preguntado por él, ni nadie lo estaba buscando. Nadie le esperaba en casa ni nadie lucharía por él.

Cuatro  días de eterna agonía se habían escurrido entre sus dedos. No tenía idea de que hora era ni cuando estaba despierto. Las horas se las había comido el tiempo como un monstruo insaciable, disipando su capacidad de contar el movimiento del reloj. Los chicos no parecían tener interés en las horas. Tenían rutinas extrañas, en las tardes los mayores, de los cuales Itachi era el mayor con 13 años, salian y volvían al anochecer, luego todos salían en las noches y no volvían hasta altas horas, rozando el amanecer.

Hace solo unas horas por fin toda la tortura había pasado.

Se encontraba sentado en el borde de la ventana que había sido su escape esos días. Veía el atardecer tranquilo, como hace días que no lo estaba. Era impresionante ser consciente del silencio que habitaba en tu mente, después de que esta fuera atacada por el incesante martilleo de su agonía. Tenía una manzana a medio acabar entre sus dedos, que era lo más que había comido en todo ese tiempo. La suave frisa fría le recorría la cara, que según el pequeño Sasuke tenía mejor aspecto cada vez. Le creería solamente por ser tan adorable. Escuchó claramente como los niños jugueteaban en el primer piso de esa fábrica abandonada, todos risas y diversión. Y luego sus exclamaciones al recibir a los mayores.

-¿Estas despierto? – preguntó una voz a su lado. Abrió con completa lentitud los ojos y volvió la  vista.

-Así es. – le dijo a un Itachi que miraba con atención la manzana en su mano. – Lo estoy intentando, tranquilo. –

El pelinegro se le acercó, quedaban a la misma altura con el rubio sentado en ese borde bajo, levantó la mano y con la yema de los dedos le acarició el rostro con tanta delicadeza que el rubio cerró los ojos complacidos. Eran esos ridículos gestos que tenían esos dos mocosos los que derrotaban todo su control y le hacían querer echarse a llorar sobre ellos.

-Te ves mejor. – dijo Itachi, poniendo tras su oreja un largo mechón rubio de cabello.

-Si tú y Sasuke lo dicen no queda más que creerles. – comentó el más alto sonriendo.

-Ya no tiemblas. -

-Ya  casi no queda nada. – le dijo tranquilo Naruto. – Mi cuerpo se ha deshecho de eso bastante rápido. – se refería a las drogas.

-¡Naruto! – exclamó el pequeño Sasuke corriendo hacia él y abrazándole efusivamente por la cintura. – Pensé que seguías durmiendo. –

-Acabo de despertar. – le dijo el rubio acariciando levemente los cabellos negros.

-No saldremos hoy en la noche. – dijo Itachi. – Ayer hicimos suficiente para que todos descansen hoy. Ve y dile a los demás, Sasuke.-

-¡Si, hermano! – luego la pequeña figura salió corriendo escaleras abajo para dar la buena noticia.

-Y tú come. – el rubio rió con ganas y le dio un flojo mordisco a la manzana, pequeño pero notorio.

-¿Qué hacen en las noches, Itachi? – le preguntó despreocupadamente.

Sin embargo su inocente pregunta endureció el rostro del niño quien solo bajó la vista y se dispuso a alejarse de él sin decir más palabra. Naruto alargó la mano libre y sujetó con suavidad la blanca del niño quien intentaba rehuir de su mirada. Los ojos negros miraron unos largos segundos esos maravillosos ojos azules. Es verdad que él y su hermanito se habían encariñado del extraño chico que había llegado a ellos como un perro herido, pero solo unos días de cuidarle no era tiempo como para abrirse a cosas extrañas. El calor de la mano de Naruto le dio una familiar confianza, un sentimiento muy disperso a todos los que estaba acostumbrado. Así que simplemente se encogió de hombros y dió una esquiva respuesta.

-Nada que de lo que me sienta orgulloso. – dijo indiferente.

-Ya veo. –contrario a lo que el menor esperaba, el rostro del de ojos azules no pareció alarmado.

-Y buscamos algo de comida.- añadió afianzando el agarre en la mano color miel.

-Los niños de aquí, - preguntó curioso. - ¿En qué situación están? –

Era una pregunta que hace días le rondaba la cabeza. Algunos eran muy pequeños. Demasiado jóvenes para vivir en un lugar así. Después de la escueta respuesta de Itachi sobre sus actividades nocturnas estaba consciente de que no estaban viviendo momentos muy sencillos de llevar. Pero era para él sorprendente. Comparado con ellos, él tenía una vida magnifica. Y aun así, esos niños parecían cien veces más felices de lo que lo era.

-Sin hogar, sin padres, sin que se preocupen por ellos. – dijo simplemente.

-Entiendo. – no era un muy buen tema al parecer.

-¿Cómo están tus costillas? – le preguntó el menor, ahora acariciando con el pulgar la piel excesivamente suave del rubio.

-Bien, - le dedicó una sonrisa. – ya puedo caminar sin retorcerme de dolor. –

-¿Volverás a casa? – la pregunta fue hecha por la voz de un Sasuke que aparecía por las escaleras y se acercaba a los otros dos. Itachi soltó despacio la mano de Naruto cuando su hermano estuvo a su altura.

-No lo sé. – se sinceró con los niños. – No hay nadie que espere por mí de todas formas. –

Aunque la respuesta sobrecogió a los pequeños hermanos, no alcanzaron a contestar a aquella afirmación. Abajo se escuchó un pequeño alboroto y rápidamente subió el responsable de las exclamaciones de sorpresa por las escaleras con prisas, llamando a Itachi. Era Kai, uno de los chicos que seguía al pelinegro en edad. Venia sujetándose un brazo que debía de haber sufrido algún golpe y en una de las mejillas llevaba sin lugar a dudas la marca de un puñetazo dado con saña. Los tres ocupantes del segundo piso lo miraron con sorpresa.

-¿Qué ocurre, Kai? – pregunto preocupado Itachi.

-Volvíamos a casa del trabajo con Shizuki y unos tipos nos golpearon. – contó apresurado el pequeño. – Yo logré salir corriendo, pero quedó Shizuki. ¡Hay que ir a ayudarlo! –

-Bien, vamos. – luego miró a los demás que habían subido conmocionados con la noticia. – Quédense aquí, nadie sale hasta que yo vuelva. –

-Vamos entonces. –

El pelinegro volteó al escuchar la voz tranquila del rubio que se ponía en pie con una gracia de movimientos desconocida para él. Naruto arrojó por la ventana lo que quedaba de su manzana y se acercó a Itachi y Kai.

-No. – le dijo el mayor de los pelinegros. – Con suerte puedes caminar, no serás de ayuda. –

-Para ser un enano te encanta mandar.- dijo acariciándole la cabeza. El pelinegro apenas si le llegaba a donde comenzaban las costillas, pero parecía todo un adulto por cómo se comportaba. – No me subestimes, mocoso. – y le dirigió una sonrisa que hubiese derretido a una piedra.

-De acuerdo. – dijo rendido.

A toda prisa Kai, Itachi y Naruto se dirigieron a donde había comenzado la pelea, que era a unas tres manzanas de donde estaban. Al rubio el dolor de las costillas no era nada comparado con otros ridículos dolores que había sufrido en el pasado, por lo que pudo seguirles el paso a los niños sin problemas. Era una calle principal, bastante transitada en días normales, pero estaba extrañamente desierta en ese momento. Cundo llegaron vieron a tres sujetos que acorralaban al pobre de Shizuki quien ya debía de haber recibido una paliza, puesto que se encontraba de rodillas sobre el suelo acurrucado contra la pared y temblando de miedo. Al rubio le dio una impotencia cargada de rabia que se refugió en su estomago, eran tres adultos contra un pequeño cachorro asustado, era ridículo.

-¡Shizuki! – exclamó Itachi con preocupación acercándose sin miedo a su amigo.

-Vaya, llegaron tus refuerzos, mocoso. – dijo el que parecía mandar de los tres idiotas.

Enseguida uno sujetó a Itachi del cabello y otro a Kai del brazo lastimado. Se reían como desquiciados, como si fastidiar niños fuese lo mejor que tenían para hacer. Sin embargo, ninguno había reparado en la figura delgada y alta del rubio de cabellera larga que avanzaba con tranquilidad y la venganza pintada en el rostro tras ver como trataban a los pequeños.

-Sueltalos. – dijo la voz cargada de rabia de Naruto.

-Oh miren. – dijo el líder. – Vaya belleza que nos ha traído la noche. – repasó la figura del de ojos azules con lujuria para luego lamerse los labios.

-Suéltalos. – repitió el otro sin inmutarse por la desagradable apreciación a la que fue sometido.

-¿Eso quieres, preciosidad? – el tipo era más alto que Naruto, cuando este se le acerco el tipejo subió la mano y agarro un mechón de cabello dorado que le caía al otro por el pecho.

Itachi se inquietó de inmediato. La delicada figura de Naruto no era para nada competencia para la musculatura que presentaba el mayor. Maldijo haber dejado que el rubio fuese con ellos, aun estaba herido. ¿Qué podría hacer contra esos tres? Le hervía la sangre cuando el sujeto comenzó a subir los dedos por las hebras de cabello rubio. Entonces todo fue bastante rápido.

De un rodillazo potente en la entrepierna, Naruto hizo arrodillarse al tipo que lo había querido tocar, y luego le mandó un puñetazo en el rostro para postrarlo. Una patada en la cabeza lo dejó inconsciente. Rápidamente el tipo que sujetaba a Kai lo lanzó contra la pared a un lado de Shizuki. Pero el rubio simplemente esquivó el primer puñetazo y luego le mandó la mano con fuerza hacia la nariz, quebrándola en el acto, el tipo dolorido se distrajo y para cuando pudo darse cuenta el rubio le envió un puñetazo en la tráquea bloqueando el aire y haciéndolo desmayar.

-Basta. – dijo entonces el ultimo sujeto. – Si te acercas le hago daño, lo juro. – El idiota había sacado una navaja y la había acercado peligrosamente al rostro de Itachi, a quien aun sujetaba del cabello.

Naruto se quedó quieto como piedra. Diablos, no podía permitir que algo lastimase al moreno. El niño se revolvía violentamente, pero eso solo provocaba que el tipo tirara con mas fuerza del negro cabello y acercara mas la hoja de la navaja al cuello del pequeño. De pronto, el adulto emitió un quejido de dolor y volvió los ojos blancos, para luego caer desmayado, soltando el arma y al niño en el proceso. Itachi enseguida corrió hacia donde estaban sus pequeños amigos, mientras el rubio miraba quien había sido el salvador del momento.

-¡Naruto!- le llamó entonces una voz conocida. El rubio rápidamente abrió los ojos con sorpresa.

-¿Kakashi? – dijo con curiosidad.

-¡Gracias al cielo estas vivo! – el hombre de cabello plateado y el rostro oculto por una bufanda oscura se le acercó en dos zancadas y le sujetó de los hombros con algo de fuerza. - ¡No puedo creerlo! – exclamaba, luego pasándole las manos por toda la figura delgada del rubio. - ¿Dónde diablos has estado, mocoso? – le riñó.

-Yo…yo solo… - no sabía que decir, estaba sorprendido.

-Como sea, tenemos que irnos ahora. – le dijo tomándolo del brazo y tirando de él. – Voy a mantenerte castigado toda una vida, maldito enano. –

-¿Qué? – le preguntó el rubio, haciendo fuerza para no moverse. - ¡Espera, Kakashi! –

-Tenemos que irnos ahora, los periodistas están como locos tras tus huesos, esto es malo, si te encuentran aquí con esas pintas tendrás que dar muchas explicaciones. – le advirtió el adulto.

-¿Naruto? –

Ambos se voltearon a ver a Itachi quien estaba de pie junto a un maltrecho Shizuki y un golpeado Kai, mirándolo con atención. El rubio se mordió el labio con nerviosismo, la mirada de los ojos negros sobre él era de incertidumbre y miedo. Miedo a que se fuera sin decir nada. Entonces el rubio se acerco con prisas al niño antes de que Kakashi se lo impidiera. Le puso las manos sobre los hombros y se agacho hasta juntar ambas frentes.

-Escuchame, Itachi. – le dijo. – Voy a volver por ti y por Sasuke, me escuchaste? – le dijo ansioso. – Ahora debo irme. –

Cuando se separaron Itachi rápidamente sujetó la mano del rubio, no quería que se fuera, no quería dejar de verlo. Naruto sonrió con ternura y de la nada le besó la frente al pequeño.

-Tenemos que irnos ahora, Naruto. – insistió Kakashi.

Finalmente el rubio se separó del niño de cabello negro y fue sujetado por el brazo por Kakashi y siendo arrastrado con prisa por la calle perdiéndose apenas si unos metros mas allá. Itachi suspiró. Y se acaricio la frente con la yema de los dedos, al tiempo que se quedaba mirando el lugar por donde había desaparecido el extraño joven rubio. Ayudó a Shizuki a caminar hasta donde estaban los demás, estaba tan maltratado que caminaba a duras penas. Algo en su interior se agitó con miedo entonces. Aun tendría que decirle a su hermano que Naruto se había ido, pero no le diría de la promesa del rubio. No importa cuanta veracidad le mostrasen los ojos azules, él no iba a plantar sus esperanzas en Naruto. No podría hacerlo.

Después de todo, nada aseguraba, que ese rubio iba a volver.

 

-X- 

Notas finales:

Gracias por leer !!!! 


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