Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El Muchacho por Yoshita

[Reviews - 6]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Bueno, regreso con algo que me pasó. Piensen en mi como Ichi y en el muchacho X como Grimm. 

Espero les guste. 

Notas del capitulo:

Es un two-shot. 

Disfruten. 

 

Estábamos sentados en la mesa, comiendo. La plaza estaba vacía, había poca gente a nuestro alrededor. Comíamos en calma, reíamos y compartíamos vivencias. Era viernes, un viernes de esos que no tienes nada que hacer y vas a perder el tiempo con tu familia.

Estábamos en la gran terraza del centro comercial, era de noche y el frío estaba haciendo mella en mi, me acomodé mi saco verde y subí la cremallera. Seguimos comiendo. Mi hermana había terminado rápido su hamburguesa, se levantó y salió a la parte exterior, pero cubierta, de la terraza, donde estaban acomodando una pequeña tarima. La vi preguntar algo a un guardia y a este contestarle con un asentimiento de cabeza. Regresó a nosotros. Una ráfaga de brisa despeinó su negro cabello. 

-Va a haber una presentación musical- nos dijo- va a ser el grupo de planta, no hay invitados hoy. 

Pensé que iba a ser aburrido, después de todo sólo sería el grupo del sitio. Pero que mas da, decidimos verlo. 

Salimos de la plazoleta a donde mi hermana había visto la tarima y si, allí estaba, pero sin músicos. Supusimos que se demorarían, así que nos sentamos en el café ubicado tras la pequeña tarima circular de madera de dos pisos. 

Mis hermanas pidieron un café cada una y mi padre un latte frío. Yo no quería nada, estaba bien con mi comida. 

Entre café y galletas, entramos más en la noche. Ellos estaban felices hablando, pero yo sólo me fijaba en el momento en que llegarían los músicos. 

Desde la parte de atrás donde estaba ubicado, vi al lado izquierdo de la tarima a dos muchachos sentados en una banca, al fondo, alrededor de un pequeño jardín, también circular, habían otras tres bancas y, al lado derecho de la tarima, había otro jardín, también con bancas a su alrededor. 

Me distraje un momento y no sentí la pregunta de mi hermana. 

-Hermano, ¿ya te inscribiste a la universidad?  

-Ah... Si, hoy envié una inscripción. 

-¿¡Te aceptaron?!

-Eso todavía toma tiempo- le sonreí y me volteé. Me había descuidado. 
Los muchachos que estaban sentados al lado izquierdo eran los músicos. Bueno, el músico. Era uno solo de ellos. El otro parecía mas un acompañante o, no... Era el de sonido. 

-Eh... Voy a ir a ver al músico, ¿vienen?

-No, vamos a quedarnos y tomar otro café. Adelántate tu hermano, iremos luego. 

Me despedí y me levanté, acomodando mi saco verde. Me acerqué y el muchacho de pelo azul celeste algo largo se acomodaba en la silla y conectaba su guitarra. Tenía un atril negro frente a si donde acomodó sus hojas de guía. 

Me senté en la banca más cercana y lo miré mientras se acomodaba. Era sutil y sencillo.

Era mi sueño frustrado. Ser músico. 

El muchacho probaba la afinación de su guitarra y el volumen del micrófono. Ambos sonaban bien. 

-¿Hola? ¿Si? ¿Sonido?- probó y con un asentimiento de cabeza avisó a su compañero, un hombre un poco mayor que él, de barba y pelo marrón, que el sonido estaba perfecto. Yo lo miraba embobado, era músico. 

Lo miraba con insistencia, casi rayaba en lo acosador, cuando me volteó a ver. Su mirada azulada se cruzó con la mía y sentí algo. No se. Una chispa. Un latido. Sonreí por cortesía. Me devolvió la sonrisa, algo forzada, y siguió con su guitarra. 

Es un engreído, eso pensé, y esperé a que comenzara. Había gente alrededor, en los restaurantes aledaños, en las bancas cercanas, pero nadie ponía atención al muchacho como lo hacía yo. 

Comenzó con una canción suave y amena al ambiente, todo era acústico. Jamás había escuchado esa canción, pero luego del segundo coro, ya me sabía ese pedazo. 

Le estaba poniendo excesiva atención al muchacho de largo cabello azul celeste, en determinados momentos movía su cabeza hacia atrás y los lados intentando despejar su rostro de su cabello para poder ver los papeles del frente y al público. 

Hizo un último rasgueo y la canción finalizó. Aplaudí de inmediato y volteó a mirarme. No oí mas aplausos, la verdad no se si habían, pero me perdí en el encuentro fortuito de miradas que tuvimos. Sonreí de manera sincera, como queriendo decir "tocas muy bonito, continúa así sólo te aplauda yo". 

Al parecer lo comprendió. Comenzó una segunda canción. Era en inglés, esa ya la conocía mejor que la anterior, mi padre la colocaba a veces en casa. 

Era un jazz mezclado con swing suave mezclado con su ronca voz. 

Apoyé mis manos en la banca y me incliné al frente para apreciarle mejor. En los coros lo acompañaba cantando bajito para que la gente no me oyera. Cerraba los ojos y movía mi cuerpo sentado al ritmo de la música. 

Hacía unas subidas de tono impresionantes, y las mantenía el suficiente tiempo para quedarme mirando y preguntarme cómo lo hacía. Acabó la canción y aplaudí. Volteó a mirarme y me sonrió al igual que yo estaba sonriendo en ese momento. Sus ojos brillaban de emoción y picardía al verme. 

-Gracias- dijo al micrófono y comprendí que agradecía al público, varias personas se habían acercado a verle y también le aplaudían. 

Pero yo había sido el primero. 

En verle. En aplaudirle. En sonreírle. 

Comenzó nuevamente y la canción la conocía. Mi padre solía cantármela cuando era más pequeño.

Una ráfaga de viento entró por el abierto ventanal y despeinó un poco mi pelo naranja, al igual que hizo con el celeste del músico. Movió de nuevo su cabeza intentando acomodar su cabello. Parpadeó, sonrió y siguió cantando. Más gente se acercaba a verle. Dos muchachas de uniforme se acercaron a contemplarle, a poca distancia de la tarima.

Intentaron coquetearle porque, no lo iba a negar, era simpático, era guapo, era atrayente. Y mucho. Las dos colegialas se reían entre ellas y lo miraban con timidez. Él las observó y les sonrió, pero no fue la misma sonrisa sincera y pícara que me dirigía a mi, era una simple de agradecimiento. Ellas estaban frente a mi, pero yo lo podía ver.

Intentaron tomarle una foto, pero desistieron y se fueron. 

Dejaron de nuevo el camino libre a mis ojos para admirarlo. 

Acabó la canción e hice lo de siempre, aplaudí y le sonreí, y su rutina de voltear a verme y sonreírme de vuelta no faltó, lo hizo y me reí, era algo de esperar. 

Se estaba acomodando, afinando la guitarra, tal vez subiendo o bajando tonalidad para la siguiente canción. Tomó el atril y lo giró, volteando su posición... Encarándome, tal vez para verme mejor. Me sentí sonrojar. 

Se rió ante lo que vio en mi, nerviosismo y la picardía de siempre, o tal vez inocencia que atrae. Me miró y atrapó mis ojos, eran tan azules...

Volvió a su guitarra y a sus papeles, buscando algo entre ellos, y luego de hallarlo tocó unos acordes probando la afinación, y comenzó una canción romántica pero con una inusual letra, me reí ante el coro, es como si me la cantara. 

-Tu, por ejemplo, tan a tiempo y tan... Inoportuna... Inoportuna- cantó, me miró y se rió. Era claro, me la estaba cantando. Me reí. Era cierto. Estuve allí a tiempo, desde el comienzo, e inoportuno porque no me esperaba... Pero lo agradecía. Ambos lo hacíamos. 

Podía sentir la gracia de la canción, era diferente a las canciones de romance y encuentros. Me encantaba y amaba más como la voz de aquel muchacho la hacía divertida y agradable. 

-Tu, por ejemplo, tan bienvenida y tan... Inoportuna- rió de nuevo y lo acompañé en eso.

Era tan cierto. Nuestros intercambios de miradas eran cada vez más continuos, más intensos, más largos... Más profundos. Acabó la canción y me miró de inmediato, ya no había nada que hacer, en esa terraza, llena de gente y multitudes, sólo estábamos nosotros dos. Nuestras miradas. Nuestras sonrisas. Nuestras distantes respiraciones. Nuestros erráticos y pares latidos. Nuestros inexistentes nombres. 

Él esperaba mi sonrisa y mi aplauso, yo esperaba su mirada y su agradecimiento. 

Comenzó otra canción. 

-Un músico muy bueno, ¿verdad hermano?

¿A qué hora había llegado? ¿En qué momento?

-Ah... Si... Muy bueno...- le respondí por cortesía. Ella se sentó a mi lado. -El muchacho te está viendo, ¿lo conoces?

No. No lo conocía. No sabía ni su nombre. Pero conocía sus ojos y me gustaban. Conocía su voz y me gustaba. Conocía su sonrisa y me gustaba. 

-No...

-Ya nos vamos. 

Se rompió todo a mi alrededor. No podía irme hasta que no acabara ese muchacho de tocar. Quería hablarle y decirle mi nombre. Quería saber el suyo. 

-Una última canción...- le pedí a mi pequeña hermana. 

-Está bien, por salvarme hoy de cocinar te dejaré oírle la última- me respondió con una sonrisilla de esas bonitas que tiene. Le devolví otra y se fue. 

Volví mi mirada y escuché mas atento. 

-Todavía yo no se si volverá, Nadie sabe al día siguiente lo que hará- añadió entre tonada y tonada y supe qué era lo que intentaba decirme: él no quería que me fuera. Y yo tampoco quería irme, además que se notaba que él iba a seguir tocando más tiempo. Lo miré fijo mientras él cantaba esa canción con aires de despedida. -Todavía no pregunté: ¿te quedarás? Temo mucho la respuesta de un: jamás. 

Con eso me desarmó. Me hizo sentir culpable por dejarle allí tocando solo. Había más gente, mas muchachas jóvenes ofrecidas que intentaban coquetearle pero, al igual que mis ojos estaban perdidos en los suyos, su concentración yacía en las canciones, en mi sonrisa y en nuestro silencioso intercambio. 

Quería que en realidad me hiciera la pregunta de cuánto me quedaría. Yo feliz le respondería que siempre, no le diría un jamás porque no es lo que quiero, además que no soy compartido, como dice esa canción que está cantando en ese momento. 

Se acabó la canción y mi padre me jaló fuera de la banca. Me aferré lo que más pude a ella para que no me soltara, no quería irme. 

Al final me di por vencido y me solté. Volteé mi rostro y me encontré con su cara de comprensión ante lo que estaba pasando. 

Me despedí con gestos de la mano y le sonreí de la manera mas amplia, sincera y romántica que haya hecho en mi vida. Me respondió el gesto con su mano y con sus labios esbozó una hermosa sonrisa. Me guiñó un ojo con picardía y ternura y, reticente, se volteó para seguir su presentación. Nos subimos al ascensor y presionamos el uno.

Las puertas se cerraron y dejé de ver al muchacho. 

Notas finales:

Gracias por leer


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).