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All I Want For Christmas Is... por SatsukiSakaguchii

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Notas del fanfic:

Este fanfic va dedicado totalmente a mi libra sempai ♥

Porque se lo prometí, la amo sempai ♥

Pls be gentle. (oso mil porque ella escribe bien caguai) ♥

Notas del capitulo:

Es raro escribir algo que no sea un Aoiha (?) -¿a alguien le gusta the GazettE?-

BTW, es muy cursi y no es mi "woow", no me encantó, pero tampoco me desagradó.

Tengo hambre y se me entumieron las piernas por el frío. Iugh

Finjamos que Max nunca murió y que Magnus y lec no cortaron :,D -se corta las venas-

          Los Cazadores de Sombras no descansan ni en veinticuatro de diciembre. En realidad, los Cazadores de Sombras no descansan nunca.

          Las botas le pesaban cinco kilos, sentía los brazos congelados por culpa del estúpido traje de cazador, le ardían las manos y los tobillos. Cabe mencionar que siempre fue una persona que detestara el frío, y exactamente era un nevado veinticuatro de diciembre en la ciudad de Nueva York.

       Los ojos se le cerraban solos. Estuvo toda la noche hasta la madrugada del veinticuatro cazando demonios rapiñadores. Algo difícil, al menos lo es cuando tienes aproximadamente cincuenta rodeándote. Se vuelve más difícil cuando tu parabatai está protegiendo a su estúpida novia, que prácticamente no sabe ni como sostener un cuchillo para untar mantequilla, que a ti.

         Tu hermana tampoco era de mucha ayuda, no precisamente con unas dos uñas rotas. La tendrías quejándose con cada latigazo, golpe o simple movimiento que hiciera con sus inútiles manos.

         Y de nuevo el maldito frío.

         El frío siempre le provocaba dolor en las rodillas, entumía sus manos y le causaba un dolor de cabeza tamaño Rusia. No sabía cuánto media Rusia exactamente, pero sabía que era grande. Muy grande.

          Eran seis de la mañana. ¿Por qué venía solo?

         Ah sí.

— ¡Hoy inicia la noche buena! Deberíamos ir a celebrar a Taki’s…— Había dicho Isabelle. Jace no se negó, por lo tanto Clary tampoco…. ¿Y cómo llegó Simon?

          Alec, obviamente se negó. ¡Eran las seis de la mañana, y había estado fuera toda la noche! Estaba cansado, sudado, sucio y congelado.

         Llegó a la puerta del instituto y esta automáticamente se abrió para él. Entró sintiendo como los pies le pesaban. Decidió arrástralos. Llamó al elevador y este tardo unos segundos, cuando las puertas viejas se abrieron vio a Iglesia parado en la entrada.

— Bueno, al menos alguien vino a…— Dejó inconclusa su frase cuando el gato pasó de largo, dejando a Alec con la mano estirada y lista para acariciar detrás de las orejas de Iglesia. —Estúpido gato.­— Murmuró y entró al elevador. Cuando la puerta se cerró, aprovechó para sentarse en una esquina de este y cerrar los ojos momentáneamente.

        Mala idea.

         Cuando las puertas se abrieron, el levantarse era la tarea más pesada para él. Se quedó un momento ahí sentado hasta que sintió el frío infernal de diciembre en sus brazos desnudos.

          Se levantó, se quitó las botas dejándolas en la entrada y caminó por el frío suelo hasta su habitación. Al abrir la puerta encontró el desastre de un día anterior: ropa regada en el piso, unos cuantos libros en su escritorio y algunos al costado de su cama, un vaso a medias de jugo de naranja y la cama sin tender. ¡Pero es qué a quién se le ocurre levantarte a las diez treinta, a medio sueño, para cazar demonios!

         Sí, a Jace.

         Era su parabatai, más que su mejor amigo, más que un hermano biológico, pero aún así no dejaba de odiarlo por cada estupidez que hacía. Que era casi siempre.

          Se quitó el chaleco negro de piel y lo botó por algún lado, se estremeció cuando el aire frío recorrió su torso desnudo. Se acostó sobre su colchón y se cubrió con las mantas. A la mierda la limpieza. Tenía sueño, frío, y un compromiso esa misma tarde.

 

 

 

 

­— ¡Alec, Alec, despierta! —Escuchó, más no se inmuto en responder. En respuesta solo siguió con los ojos cerrados y en posición fetal, para brindarse calor. — ¡Alexander! — abrió los ojos cuando sintió un pequeño peso sobre él.  Max era molesto cuando se lo proponía.

— ¿Qué hora es? — Dijo en respuesta el mayor.

—Son las nueve apenas. —Max sonrió y saltó sobre el cuerpo de su hermano. —El desayuno está listo, hoy regresó mamá y preparó la comida. —Inmediatamente se bajó de la cama y tiró de las cobijas de Alec  dejando su torso descubierto. — ¿Qué es eso que se te ve en la espalda? — Alec, extrañado, caminó hacia el espejo que tenía en su cuarto y trato de ver su espalda. Vio un pequeño, moretón. Un sonrojo llegó a sus mejillas y un nombre a su mente: Magnus.

—Salimos a cazar demonios por la noche. —Comentó. Cuando vio que el menos estaba a punto de replicar, este le dio un cortón antes de que comenzara. —Eres muy chico aún, mamá me mataría si te llevara con nosotros, y también nos matará si no bajamos a desayunar. Baja, yo los alcanzo en un minuto. — Max salió haciendo un puchero.

        Tomó una sudadera gris un poco desgarrada de los puños y se la puso inmediatamente. Se vio al espejo y miró su rostro con ojeras. Pero antes de salir de la habitación visualizo algo detrás de su oreja  izquierda. Otro moretón. O chupetón mejor dicho. Acarició la zona afectada y con un “A las cinco treinta entonces” resonando en su cabeza bajó a desayunar, sintiendo su corazón acelerado y sus manos sudando.

 

 

 

 

— ¿Si quiera tomaste un baño? — Fue lo primero que escuchó al cruzar la puerta de la cocina. Miró a Jace sentado en la silla de en medio con Isabelle a su lado. Maryse estaba quitando un sartén de la estufa con Max pegado a ella como sanguijuela. La cocina comúnmente era de tonalidades claras. Colores simples. Hueso o beige, pero el día de hoy se veía más rojo y más verde.

        No es que no se viera así desde hace un mes, es sólo que su maldito dolor de cabeza lo estaba sacando de quicio.

        Eso y el frío.

—Buenos días— Respondió Alec con ironía a su hermana. —Buen día mamá— saludo a su madre y tomó asiento del lado derecho de la mesa. Recargó sus manos en su cara y con sus pulgares masajeo su frente.

— ¿Te sientes bien? — preguntó Maryse tocando el hombro izquierdo de su hijo mientras que con su mano libre dejaba un plato repleto de panqueques de plátano, mango y avena. Alec asintió en respuesta.

—Alergia al frío, ya sabes — Maryse palmeó con calma su hombro y fue a servir los platos con simples huevos revueltos y unos vasos de licuado. Alec escuchó una risa burlona de Jace y quitó las manos de su cara girándose para verlo.

— ¿No me digas que fuiste de paseo al parque y te volviste a caer sobre tu cuello? — Susurró demasiado bajo solo para que Alec lo escuchara. Este en respuesta arqueó una ceja al no entender a que se refería su parabatai. Cuando Jace señaló detrás de su oreja Alec retiró la vista del rubio y murmuró un “cállate” apenas audible. Jace volvió a reír en respuesta.

—Terminando puedes regresar a la cama, si quieres. —Susurró su madre en su oído cuando dejó su plato frente a él. Asintió. Era extraño ver a su madre cariñosa con él, solo sucedía dos veces al año. En su cumpleaños y en Navidad.

        Tenía tanto sueño y frío que el plato de comida se le hizo enorme. Pero aún así terminó comiendo su plato completo, la mitad del de Max, dos panqueques y medio de plátano y tres vasos de licuado.

       Pero no había café. Bueno, no puede haber día perfecto.

       O tal vez sí.

       Cuando se dio cuenta estaba de nuevo sobre su colchón, en posición fetal envuelto en mantas y listo para dormir.

        Mierda, se le olvidó tomar una ducha… Nah, ya será después.

 

 

 

 

          Escuchó voces fuera de su cuarto. Una voz molesta y chillona. Clary estaba en casa.

         Se levantó rápido de la cama y cerró la puerta al instante. Regresó a su cama a toda velocidad y se cubrió hasta la nariz, la cual no sentía debido al frío. Sintió su celular molestándolo en la cintura y lo botó debajo de la cama. Regresó a dormir.

 

 

 

 

 

 

          Se sentía cálido, muy cálido. Tenía un par de brazos bien marcados a su alrededor y sentía suaves besos por todo su cuello. Sonreía. El otro bajaba sus labios hasta su pecho y lo devoraba con lentitud. Tenía calor, mucho calor. Y eso le gustaba. Sintió un “clic” en su parte baja y sabía que su pareja había desabrochado su cinturón… hasta que escuchó ruidos a su lado.

         Abrió los ojos con cansancio y vio a Jace rebuscando en su mesita de noche.

— ¿Sabes? No cuesta nada ser un poco más ordenado. —Alec se talló los ojos y lo miro fijamente. — ¿Dónde dejaste mi estela? Recuerdo habértela dejado ayer.

—Se la diste a Isabelle porque no quise acompañarlos. —Respondió con voz pastosa.

—Ah, cierto. — Hizo una leve pausa y frunció el ceño— Deberías aunque sea abrir las cortinas. —Jace abrió las cortinas y un ligero rayo de luz cruzó por su ventana. Pero el día se veía un poco obscuro. Como si estuviera a punto de anochecer.

— ¿Qué hora es? —Preguntó Alec buscando su celular entre las cobijas.

—Son las cinco quince. Le dije a Maryse que no te dejará dormir tanto, pero dijo que estaba bien, que así estarías vivo en la cena y que convivirías con todos. — al ver la cara de desconcierto y preocupación de Alec siguió hablando. — Te recuerdo que es veinticuatro.

          Alec miró debajo de la cama y comprobó que eran las cinco dieciocho. Se paró de la cama como un resorte  y empujó a Jace mientras lo hacía.

— ¿Qué carajo? — Preguntó en respuesta.

— ¡Por el Ángel, Jace! ¡¿Por qué no me levantaste?! — Preguntó histérico buscando una toalla, al no encontrar ninguna entre todo su desorden, entró sin más al baño abriendo el grifo y desvistiéndose a toda velocidad.

        No había agua caliente.

—¡¡¡Isabelle!!! — Gritó a todo pulmón y bañándose a la velocidad de un rayo.

         Salió, y por primera vez en mucho tiempo, el frío no le importó… Mentira. ¡Estaba desnudo y mojado, por el amor de Raziel!

          Abrió la puerta del baño y al instante una toalla golpeo su rostro. La tomo rápidamente y cubrió sus partes bajas. Alzó la vista y vio a Jace negar con la cabeza.

—Creo que Magnus es un poco… violento. —Señalo su torso al mencionar la última palabra. Alec lo empujó con fuerza fuera de su habitación y como desesperado empezó a buscar ropa limpia. Escogió un pantalón de mezclilla obscura, una playera gruesa, negra de manga larga y una bufanda azul. Al pasarla sobre su nariz percibió un olor que no era el suyo.

        Sonrió.

           Entró sigilosamente al ordenado cuarto de Isabelle y buscó su secador de pelo. Al encontrarlo secó su cabello y seguido trato de darle una forma decente. Cuando lo logró volvió a dejar el secador donde iba y corrió al cuarto de Jace. Buscó entre todas sus chaquetas y encontró una que se veía abrigadora. Negra y con discretas cadenas colgando de los bolsillos de arriba. Se la puso y corrió a la biblioteca.

          La biblioteca era el lugar más frío del instituto. ¡Maldito frío!

         Caminó hacia una de las pequeñas puertas de la biblioteca y la abrió. Ahí guardaban todos los regalos para navidad, pero al parecer era demasiado grande para poder sacar lo que quería. Corrió a buscar a Max.

—Mira, es sencillo. Entras y sacas un paquete de un tamaño aproximadamente así — hizo el tamaño aproximado con sus manos— envuelto en un papel dorado brillante y lo sacas. ¿Sí? — Max asintió divertido, y por unos segundos, Alec vio como el cuerpo de su hermano pequeño desaparecía.

—Hay muchas cajas allá adentro— Dijo Max admirado y extendiéndole la caja a su hermano. — ¿Es esta? — Alec asintió y tomó el regalo.

—Eres un buen hermano. Te traerán muchas cosas esta Navidad, lo juro. — Alec salió a toda velocidad con Max a su lado contándole todo lo que quería para Navidad. No supo cuando se separó de él, pero cuando dejó de escuchar el constante parloteo del menor se sintió un poco más tranquilo. Adiós tranquilidad cuando al ver su celular, el reloj marcaba las cinco cuarenta y siete.

        Se mordió el labio nervioso. Si había algo que Magnus odiaba era el exceso de puntualidad y la impuntualidad.

         Tomó la llave del apartamento de Magnus y la colgó en su cuello, para evitar accidentes. Bajó corriendo las escaleras y encontró a su madre en la cocina.

—Regreso a la cena— Anunció Alec sofocado.

— ¿Cómo sacaste la caja? Estaba en el fondo— Respondió Maryse. — No me digas que metiste a tu hermano donde estaban sus regalos. —Maryse dejó de lado su cuchara de madera y miró a Alec con seriedad.

—Te aseguro que para mañana no recuerda ni lo que había adentro. — Respondió Alec después de unos segundos. Marys suspiro y se dio media vuelta. Alec se quedó parado ahí un momento y al ver que su madre tomaba un cuchillo para cortar vegetales volvió a hablar. —Regreso para la cena.

—Puedes invitarlo si quieres— Hablo Maryse sin voltearse.

— ¿Ah? —Articuló Alec en respuesta.

—Magnum Bane, ¿no?

—En realidad, es Magnus. — Maryse asintió— No sé… siempre da fiestas en su casa y bueno, es Navidad, no creo que sea una excepción. Pero si veo la oportunidad lo haré. — Maryse asintió de nuevo y Alec salió corriendo al elevador pero antes de llegar se topo con Clary. Esta abrió la boca con la intención de hablar pero Alec le dio el cortón enseguida.

—Lo siento, tengo prisa. — Respondió cortante. No era nada personal, pero Clary le caía en la punta del hígado.

— ¿Vas a algún lado? — Alec rodó los ojos y evitó los comentarios sarcásticos. “Por el amor de Raziel, es Noche Buena. Tranquilízate.” Se repitió mentalmente y asintió.

—Sí, y tengo prisa. — Estuvo a punto de reanudar su caminata cuando Clary lo detuvo del brazo.

—Puedo crear un portal para ti. — Alec se paró en seco. Sacó el celular de su bolsillo y vio que eran cinco para las seis. Se tragó su orgullo y asintió.

—Sí, por favor. — En verdad no le caía bien, pero por hoy, y solo por hoy la quería un poquito. Sólo un poquito.

 

 

 

 

 

 

         Al caer, rodó por el piso y chocó con la pared de los edificios del apartamento de Magnus. Se levantó y se acomodó de nuevo su ropa y el cabello. Acomodó su bufanda, recogió su caja dorada y metió su mano derecha en el bolsillo.

—Feliz Navidad señora Kavanagh. —Saludó rápidamente a la mujer que vivía un piso debajo de Magnus. Si hubiera podido escoger a su abuela, definitivamente escogería a la señora Kavanagh. Sabía lo que Magnus y Alec hacía y aún así no era prejuicios y siempre que los veía pasar soltaba un suspiro de amor. ¿No era adorable?

         Visualizo una puerta que decía “BANE” y corrió más rápido. Cuando llegó se recargó en sus rodillas tratando de recuperar el aliento. Revisó su celular y eran las seis con nueve. El tiempo es un hijo de puta. Va más rápido cuando no lo necesitas.

           Quitó la llave de su cuello y abrió la puerta con cuidado, encontró a Presidente Miau en la entrada, cerró la puerta con cuidado y cargó al gato con su mano libre.

          La casa estaba a obscuras.

         El alma de Alec cayó al piso. Sabía que Magnus no le gustaba la impuntualidad, pero no sabía que le desagradara tanto. Besó al gato en la nariz y lo bajó al suelo.

        Caminó a la mesa de centro de la sala y dejó la caja de regalo sobre esta. Suspiró. Estaba dispuesto a esperarlo hasta que llegara a casa. ¿Por qué iba a regresar a casa, verdad? Decidió sentarse en el sillón a esperar, pero a medio proceso escuchó un chasquido y en vez de caer sobre el sillón cayó sobre un par de piernas.

         Era hermoso.

        Había luces de colores por todos lados. Muchos adornos coloridos y corrientes de colores que, estaba seguro, no vendían en ninguna tienda departamental. Un árbol navideño enorme y adornado con luces rosas, verdes, azules y amarillas. Tenía muchas esferas. Esto es a lo que llamarían los mundanos: magia.

        Aunque no dudaba que Magnus la hubiera utilizado para hacer esto.

—Dime que todo esto  lo conseguiste de manera legal— Se giró a ver a su novio y este sonrió negando lentamente.

—Llegas tarde—Alec bajó la vista apenado —No importa. Estás helado, ¿tienes frío? — Preguntó Magnus acariciando con ternura su mejilla. Alec se sorprendió, porque por primera vez en el día, no sentía frío y porque en realidad, Magnus no estaba molesto. Negó y escondió su rostro entre el cuello del mayor. Magnus acarició lentamente la espalda del menor y besó su cabeza.

—Feliz Navidad Alexander.

—Sabes que no me gusta que me digas Alexander, sólo mis padres lo hacen.- Se separó de su cuello y se miraron por largo rato. Fue Alec quien acortó la distancia entre sus labios y lo besó con ternura. Sentía calor, un calor interno que le gustaba y lo hacía feliz. Su pulso estaba acelerado.

          Alec abrió lentamente su boca, dejando que los labios del mayor los acariciaran con pasión y ternura. Llevó sus manos a los costados de su pareja y apegó más su pecho al contrario. Magnus lo rodeo por la cintura.

         Cuando Magnus se iba a separar de él Alec rápidamente rodeo su cuello y lo acercó de nuevo. Alec disfrutaba de los labios de Magnus. Eran suaves, cálidos y sinceros. Se entretuvieron jugando con sus labios durante largos minutos. Magnus soltó una risilla y habló bajito.

— ¿Qué me hiciste Alexander? No puedo estar tranquilo cuando estás conmigo— Alec sonrió en respuesta y volvió a besarlo. —Por cierto, ¿Qué es eso? — Señaló la caja dorada en el centro de la mesa.

—Ah, eso. Algo simple— respondió rascándose la cabeza— Ya sabes, uummm… lo vi en la tienda y pensé en ti. Bueno, es más o menos tu estilo, y así. — tartamudeó un poco y desvió la mirada. Magnus se estiró para tomar la caja, y al abrirla encontró un abrigo negro, discretamente brilloso, y con un cuello de peluche.

—Se nota que te gusta el negro. —Respondió después de unos segundos, Alec lo miró nervioso, mordiendo su labio. Magnus los separó con su pulgar. —Tranquilo. Me ha encantado. Es magnífico, como yo. —Te quiero tanto.- Susurró, juntando sus frentes, para después llevar su boca hacia su cuello y darle fuertes chupetones.

—Ahh… Espera. —Magnus se detuvo aún con su boca sobre su cuello. — Jace comenzará a molestar cuando me vea las marcas.

—Sólo esta celoso porque no puede hacer lo mismo con su novia. —Alec sonrío burlonamente y dejó que Magnus recorriera su cuerpo entero con sus labios, su cuerpo estaba frío y los labios de Magnus eran calientes. Al fin y al cabo, no había nada que Magnus no hubiese visto ya.

          Después de un rato, el frío ya no era una molestia, de hecho era un alivio, pues sin él, probablemente se desmayaría por lo caliente que estaba, aún cuando no trajese nada puesto. Gimió bajito y dejó que el calor lo consumiera.

 

 

 

 

 

 

— ¿Tienes algo que hacer ahora? — el reloj marcaba las nueve doce, podía ver nieve en la ventana.

—No, ¿por? — Preguntó Magnus curioso, haciendo rollitos en el cabello de Alec con su dedo.

—Mamá te invitó a la cena de Navidad. —Magnus lo miró sorprendido un momento incapaz de decir algo.

—Tiene, aproximadamente, ciento treinta años que no asisto a una fiesta con los Nefilim. —Logró decir en respuesta. Alec se quedó callado y se apegó más al pecho desnudo del mayor. Magnus suspiró. —Está bien, iré.

—Pensé que darías alguna fiesta o algo así.

—En Navidad nunca doy fiestas, a la gente la da por estar con su familia y cosas así. — se encogió de hombros., y después de un rato continuó. — ¿Y tus padres no se molestaran? — Alec negó.

—No lo creo, aparte, no creo que seamos el centro de atención, Simon, Clary y su familia estarán ahí. Si acaso el único por el que debes preocuparte es Max, no te soltará en toda la noche. Magnus sonrío y se levantó de la cama.

—Es mejor que nos duchemos si queremos llegar temprano. Sugiero que lo hagamos juntos. —Magnus lo miró con picardía y Alec sonrío. Obviamente no se negó.

 

 

 

 

 

 

          Las puertas del elevador del instituto se abrieron y llegó hasta sus fosas nasales un dulce olor a café y pavo recién horneado. El instituto se sentía cálido.

         Alec dio un paso hacia delante cuando Magnus lo detuvo.

—Espera, no te di nada de regalo de navidad…—Alec sonrió y se recargó en su hombro, sintiendo cosquillas por el peluche de su abrigo nuevo.

—En realidad, mi regalo de navidad lo he tenido desde hace unos meses. —Se separó de él y formó un “Tú” silencioso con sus labios. Alegremente Magnus lo siguió hasta llegar al salón donde se encontró con los demás cazadores de sombras.

         La última vez que había estado en una fiesta así, el ambiente era frío, por lo menos para él, quien apenas e iba recuperando de una ruptura amorosa. Al cruzar las grandes puertas de madera lo primero que espero ver eran vestidos victorianos y trajes de gala antiguos, pero lo que vio era totalmente normal.

         La familia Lightwood tenía que destacar, sus vestimentas eran elegantes y finas, en cuanto a los demás, parecía una reunión casual. De repente se sintió fuera de lugar.

        Alec tomó su mano y lo condujo alrededor del salón, mientras todos le deseaban feliz navidad y un niño con anteojos más grandes que su cara lo seguía sonriente a donde quiera que fuese.

         A Magnus tampoco le gustaba el frío, y Alec lo sabía. Cuando lo tomó de la mano sintió su calor corporal y el calor de su corazón llenándolo por completo, y aunque afuera estaba nevando, ambos se sentían cálidos, cálidos y felices.

—Feliz Navidad Alexander.

—Feliz Navidad Magnus. —Se besaron con ternura, sin importarles que todo el salón fijara su vista en ellos.

 

 

 

 

 

 

Al día siguiente…~

— ¡Mira mamá! Esta se parece mucho a una caja que vi en la biblioteca. — señaló Max con entusiasmo. Maryse se giró y vio a su hijo reprobatoriamente, Alec se encogió de hombros y rió cuando Magnus lo tomó por la cintura para recostarse juntos en el sillón.

Notas finales:

Alec es mi yo, con respecto al frío. LO ODIO.

Siento que quedó muy equis, y todavia ni es navidad LEL!

Mi primer Malec. Trululululu, y el único (?)

¿Soy la única que muere por CoHF porque sabe que Cassie matará a lguno de estos 2? :,c

Por cierto~ la iré a conocer este 7 de Diciembre en México ¿Alguien irá?

Todavía ni es Navidad duh. (Sí, otra vez lo digo because YOLO)

iré por un pan con nutella.

Gracias por leer. ♥

Twitter: @Mama_Polla_


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