Para enseñar a Kintaro por AmanthaB

Kintaro miró los libros que estaban sobre la mesa, alternando su mirada desde los libros hasta su esposo quien los había llevado y se preguntó la razón; sin embargo no preguntó nada y tomó uno de los primeros libros que se hallaban en aquella pila. Lo abrió y lo ojeó con cuidado para luego suspirar y dejarlo en la pila nuevamente.

— ¿Están todos en inglés?
Preguntó el joven pelirrojo, a lo que su esposo asintió y Kintaro se vio maldiciendo por quien sabe qué vez en lo que llevaban de casados el tiempo que su esposo estuvo en Estados Unidos. Él no sabía Inglés, y su esposo lo sabía, muchas veces había intentado enseñarle sin embargo Tooyama era un cero a la izquierda cuando se trataba de idiomas extranjeros. A él se le daba bien el japonés, y no necesitaba otro idioma. Sin embargo, en esos momentos empezaba a dudar de esa sentencia. Porque Ryoma parecía amar profundamente el inglés y parecía querer volver a Estados Unidos en cualquier momento, y claramente él tendría que acompañarlo aunque no le gustase mucho la idea. 

Ryoma sonrió, viendo como su pelirrojo esposo se quedaba pensativo y rió para sí mismo, viendo como su plan daba resultado. Hacía semanas que estaba poniendo apropósito referencias inglesas para obligar a Kintaro a pedirle clases de inglés. Él tenía ganas de volver a Estados Unidos, a cumplir el sueño que nunca terminó su padre, y es por ello que planeaba todo tan suspicazmente. Nunca se iría con Kintaro. No por nada se habían casado, ¿no? Ryoma podía no ser la persona más romántica del mundo, de hecho directamente no lo era, sin embargo Kintaro le obligaba a dar un poco más de sí mismo. 

— Quiero que me enseñes. 
Ryoma ocultó su sonrisa cuando escuchó la voz del pelirrojo, y tuvo que hacer mucho esfuerzo porque si bien jamás sonreía en ese momento lo único que quería era sonreír de manera triunfal. Había ganado, por supuesto, y siempre había sido esperable.

— Claro, querido. Cuando tú quieras. 
Kintaro ocultó la mueca que quería hacer, tuvo que suponer antes que todo era un plan de Ryoma y suspiró, mientras Ryoma le abrazaba con delicadeza. Estaba acostumbrado para esas alturas a que Ryoma tuviese otras facetas que no fuesen la prepotente que siempre demostraba cuando estaban en la escuela y enfrentándose en torneos de tenis. En esos años que llevaban juntos, había visto sonrisas y lágrimas en el rostro de Ryoma, había podido percibir sentimientos que nunca creyó ver en él: como los celos. Se había sorprendido mucho cuando se dio cuenta de que Echizen era celoso, especialmente con Shiraishi. 

Pero, incluso después de diez años de casados, todavía Ryoma tenía cosas que podían sorprenderle. Con veintinueve años, a punto de cumplir los treinta, ambos creían conocer del todo a su pareja pero siempre había sorpresas. Aunque la gran mayoría de las sorpresas se las llevase Kintaro cuando se daba cuenta de ciertas aptitudes que tenía Ryoma con él. Y eso le gustaba tanto. 

— Pero, mejor empecemos mañana. Ahora hay algo mucho más importante que hacer. 
Kintaro rió, mientras sentía como Ryoma bajaba sus manos desde su espalda —en algún momento las había puesto ahí, pero él ni siquiera se había fijado— hasta su trasero. Y sabía lo que quería, después de todo… él podía leerlo.