De hilos, destino y otras patrañas.
Si se le preguntaba a Misaki, diría que no creía en cosas como Dios o la predestinación, alegando que él mismo era quien se abría camino por el mundo. Él, y solamente él, aunque en secreto diera gracias a lo que fuera que lo había puesto en el mismo camino que a Mikoto.
Fushimi, por su parte, respondería un sencillo "qué más da" respecto al destino. Saruhiko era una de esas personabas que aceptaban las cosas como se le presentaran, sin poner pretextos. Lo que hacía era adaptarse a la situación, sin importar cuál fuera.
Cuando se enteraron gracias a Tostuka de la superstición respecto al hilo rojo del destino, ambos rieron, para no darle importancia. Misaki negó que su vida pudiera estar conectada a la de alguien más por medio de listones ridículos, evitando la mirada interesada de Saruhiko al mismo tiempo que disimulaba fijarse en Mikoto. Fushimi sólo comentó que le parecía curioso.
Y es que ellos no podían estar unidos por algo como un hilo rojo por parte del destino. No, claro que no. Ellos se habían encontrado en un punto del camino gracias a sus acciones. Libre albedrío. Sus vidas estaban encadenadas por un par de esposas viejas, frágiles. Oxidadas. Esposas que se habían puesto conscientes de lo que significaban. Un par de esposas disfuncionales para las cuales cada uno tenía llave. Negar el destino, los hilos rojos y afirmar que sus acciones eran enteramente suyas eran tan solo una forma de fingir que ambos habían olvidado que podían liberarse de un momento a otro. Cuando les diera la gana.
Ni siquiera cuando Fushimi abandonó Homra pensó Misaki en soltarse.
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Total que tenía muchas ganas de publicar algo, y entre los archivos de fics que escribí hace muchísimos meses, encontré este drabble de doscientas setenta y cuatro palabras. Así que vengo a llenar espacio acá abajo. Pueden saltarse esto, puesto que no aporta en nada al drabble.
Tengo sentimientos encontrados respecto a este drabble. En general, yo creo que algo así como el destino y las cosas inevitables no existen realmente. Y es que, si existen, que alguien venga a decirme qué será de mi vida, porque en serio lo necesito para ahorrarme todo el peso que llevo encima desde hace meses (quizá un año o tres). En serio. Por otra parte, hace tiempo platicaba con Mihael acerca de este tipo de cosas, y me dijo que, si bien cree en el libre albedrío, piensa que también hay cosas que no podemos evitar. Hay gente que necesitamos conocer porque si no, nuestras vidas no estarían completas. Sinceramente, me gusta mucho su idea. El problema aquí es que yo no creo en nada. La obligación de ir cada ocho días a misa con mi abuela, gente que dice haberte conocido antes (y que tuvieron la mejor historia romántica del mundo en otras vidas) para que no les dejes, la idea de que dependiendo de cómo me comporte ahora será el factor que determiné si me voy al cielo, el infierno o qué tan mala será mi próxima vida, me tienen cansada. Me parecen patrañas.
Lo peor de todo es que me gustaría creer en algo. En lo que sea.