Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Las escaleras por Etsuko Kagayaku

[Reviews - 7]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Falta poco para navidad, y aún así. Yo en ves de poner algo bonito por navidad, pongo un relato de terror. Si, estoy bien enferma , jajaja.

Notas del capitulo:

Espero lo disfruten.

Se encontraba en su estudio, podría decir que se encontraba trabajando en los papeles de su compañía, pero mentiría. Estaba sentado en su silla, mirando la pared, aburrido, más que aburrido. Le había dado a los trabajadores de la compañía unas vacaciones, y por lo tanto, la compañía se encontraba por ese momento inactiva. No tenía que firmar papeles, no debía revisar contratos, no debía escribir cartas y demás. Si sus empleados tenían vacaciones, el también las tenía.

Se sentó en una pequeña mesa con un juego de ajedrez, jugó contra el mismo, partida tras partida tras partida. Estaba enojado, el 'otro yo' imaginario, que jugaba contra él, se le reía en la cara, recordándole lo aburrido que estaba y que se encontraba jugando con la nada.

Estaba a punto de arrojar todo el juego al diablo, pero se detuvo. Ese juego de ajedrez era uno especial que le habían regalado sus padres el día de su noveno cumpleaños. Se hundió en la silla, mirando el techo, imaginando que pasaría si este mismo se cayera, sí…el aburrimiento lo estaba volviendo idiota.

Por Dios, estaba demasiado acostumbrado a trabajar incansablemente, día tras día, sin parar hasta la noche, firmando papeles por aquí y por allá. La rutina y monotonía ganaban en su vida. ¿De quién era la culpa?, de su mayordomo. Bueno, tal vez no era de su mayordomo, pero a alguien debía culpar. Su mayordomo lo hacía trabajar sin parar, alegando que un noble con su estatus social debía atender apropiadamente la compañía heredada por sus padres.

Su plan de venganza seguía obviamente en pie, pero, ¿mientras tanto que haría?, todo juego aburre cuando carece de emoción, eso lo tenía bien en claro.

Miles de preguntas pasaron por su mente, dignas de una persona muy pero muy aburrida. Las cuales procedo a describir.

.¿Porque el cielo es azul?

.¿Porque tenemos nariz?

.¿Porque los cerdos no vuelan?

.¿Su mayordomo lo dejaría algún día, bañarse en chocolate?

.¿Tenía hambre?, esa era en realidad una afirmación, tenía hambre.

.¿Las nubes eran de algodón, o de dulce?

.¿Qué pasaría si se tirara en ese mismo instante por la ventana?

.¿Porqué no tenía súper poderes para poder golpear a su mayordomo hasta sangrar y que este fuera de rodillas a prepararle un postre?

Si, definitivamente estaba perdiendo el juicio, con estas preguntas también se dio cuenta que era un sádico que disfrutaba del sufrimiento de su leal sirviente. Tal vez porque era un demonio orgulloso, que lograba realizar cada tarea a la perfección, sin el más mínimo error.

Entonces una pregunta cruzo por su mente, y se instalo ahí para quedarse a vacacionar junto con él.

-¿Cómo será el infierno?.- se susurro para sí mismo.

Ya se lo imaginaba, monstruos por todas partes, fuego, ardor eterno y demás, pero simples imágenes producidas por los libros de ficción que leía. Realmente, no se imaginaba como era el infierno. En ese mismo instante, se decidió que lo iba a averiguar.

Salió de su estudio, podría haber llamado a su mayordomo y este aparecería frente a él en lo que dura un parpadeo. Pero el aburrimiento era tal que podía caminar por toda la mansión para buscarlo.

Caminó, caminó y caminó, hasta que llego al jardín trasero de la mansión. Estaba realmente hermoso, lleno de rosales, hermosas plantas por todos lados, árboles que llegaban a lo más alto pareciendo que tocarían el cielo en cualquier momento. Ciertamente hermoso.

Y ahí estaba, el que podía responder su pregunta. Sebastian se encontraba arrodillado en el suelo, con las mangas de su frac arremangadas y con unos guantes de jardinería, arreglando un rosal. Seguramente Finny había destruido algo para ser el quién estuviera arreglando las plantas.

Se acercó a él a paso lento, lo inspecciono de arriba hacia abajo, dio la vuelta y se posiciono frente a él, nada más los separaba el rosal.

Sebastian levantó la vista, impresionado al ver al chiquillo ahí, mirándolo fijamente sin mediar palabra alguna. Simplemente viéndolo con inquisidora actitud.

-¿Necesita algo bochan?.-pregunto como de costumbre.

-No, nada.- dijo Ciel ‘sin interés’.

Sebastian solo asintió levemente con la cabeza y volvió su vista al rosedal.

Ciel se hacía el tonto y seguía ahí, cerca de su mayordomo, tocaba los arbustos, los árboles, parecía un idiota, y estaba consciente de ello.

Su mayordomo nuevamente levanto la cabeza y vio que su amo le veía fijo, pero este al ser descubierto viéndolo, desvió la mirada.

Sebastian suspiro con pesar.

-De verdad, ¿no necesita nada?.- pregunto nuevamente.- si viene a hostigarme hasta que le haga el postre que me pidió, la respuesta es nuevamente no joven amo, debe esperar hasta la cena o su apetito se verá desarreglado.- finalizo ya un poco cansado.

-Ya te dije que no, solo estoy por aquí.- respondió Ciel tajante.

Sebastian, nuevamente volvió su vista al rosedal.

Cinco, diez, quince, veinte minutos y el niño seguía ahí, viéndolo mientras fingía inspeccionar el jardín.

La situación le estaba hartando en demasía, el tenía paciencia, demasiada. Pero el hecho de que su joven amo, estuviera ahí, mirándolo, tan solo mirándolo, le ponía nervioso.

-Bochan, se que quiere preguntarme o decirme algo, por favor dígalo, si tiene algún problema o duda, dígamela así puedo ayudarlo.- respondió ya un poco hastiado.

-¿Acaso no puedo estar en el jardín de mi mansión, disfrutando de un hermoso día?.- pregunto, como si el que, él estuviera ahí, fuera normal.

Sebastian levanto una ceja como diciendo, ‘¿Es enserio?’.

Si, Ciel había dicho algo realmente estúpido, ¿qué más daba?, ¿Por qué se reprimía?, era el perro guardián de la reina, alguien realmente valiente, inteligente y orgulloso. Tenía a su mando a un demonio, ¿Acaso le daba pavor dar la orden que pensaba?, ah no, el, era el Conde Phantomhive, el no tenía dudas.

-Muéstrame el infierno.- soltó sin más.

Sebastian primero se paralizo mientras le miraba fijamente, para después, estallar en risas.

Ciel le miraba con el ceño fruncido y algo sorprendido al ver reír a su mayordomo, claro que con auténtica burla. Por lo general Sebastian mantenía su porte como mayordomo, no era normal verlo reírse de él tan sueltamente.

-Dime de qué te ríes demonio estúpido.-le dijo Ciel enojado.

-Oh bochan, obviamente de su orden.- contestó entre risas haciendo enfadar al menor.

-¿Qué tiene de malo mi orden?, eres mi mayordomo, harás lo que te diga.-respondió enfadado.

-Bochan, yo no le he dejado ver mi forma demoníaca, y así como si nada, ¿Quiere que le muestre el infierno?, usted está demasiado equivocado.- declaró mientras volvía a reír.

Ciel no lo soportó mas, no permitiría que se siguiera burlando de él. A paso rápido se acercó a él y le planto una bofetada que le corrió el rostro.

-Me harás caso en este mismo momento, porque si no, juro, que encontrare la manera en la que pueda romper el contrato.- le dijo con una sonrisa retadora.

Sebastian ante esto se puso demasiado serio y afiló sus ojos.

-Nuestro contrato no puede romperse a menos que ambos lo queramos, y déjeme decirle, que mi respuesta es no, no acatare su orden como las demás.- le dijo, Sebastian, ahora enfadado.

-No te pedí algo imposible Sebastian, eres un demonio, obviamente vienes del infierno, y te estoy pidiendo que me lleves allá.-le replicó.

-Bochan, hay algo que usted no entiende.-mientras se paraba y le miraba desde arriba.- el infierno no es un lugar cualquiera, que así como así se pueda llevar a un humano.

-¿Tan malo es el infierno?.- preguntó, sí, su pregunta había sido estúpida.

-Joven amo, lo que usted lee en los libros acerca del infierno, no es nada comparado con lo que realmente es. Es un lugar de sufrimiento eterno, un lugar lleno de cosas inimaginables, podría hasta asegurarle, que si yo lo llevo y se lo muestro, usted terminaría perdiendo la cordura ante tal espectáculo de horror. Usted no tiene idea, de que es el infierno.-finalizó el mayordomo mientras iba hacia dentro de la mansión.

Ciel solo se quedo pensando en el jardín. Maldición, maldito Sebastian, maldito aburrimiento que le había abierto ese pequeño lugar de su mente llamado curiosidad. Quería ver como era el infierno, y Sebastian se había propuesto el no mostrárselo, el no podría encontrarlo solo, no era un lugar en particular que tuviera dirección. Entonces, a su mente llego una persona que podría ayudarlo.

Entro de nuevo a la mansión y llamo a Sebastian.

-Prepara un carruaje, iremos a ver a Undertaker.-dijo cortante ante la mirada atónita y enfadada de su mayordomo.

-Pero bochan…

-Pero nada, prepara el carruaje, apúrate.-volvió a repetir.

Sebastian hizo una pequeña reverencia y de mala gana fue a realizar lo que su joven amo le había ordenado.

Con rapidez preparo el carruaje, y ayudo a subir a su bochan.

Ciel se encontraba dentro del carruaje, pensando en eso que tanto le abrumaba, solo esperaba que Undertaker pudiera ayudarlo. Si no, esa maldita pregunta se le quedaría por siempre.

Cuando llego, Sebastian estaba dispuesto a entrar con él, pero Ciel lo detuvo.

-Tú te quedas aquí, y que ni se te ocurra, escuchar por detrás de la puerta.- le dijo enojado mientras entraba en la tienda.

Sebastian no sabía qué hacer con su enojo, tenía ganas de atar a su bochan en una silla con la boca amordaza, para que sus malditas ordenes no pudieran salir.

Ciel una vez dentro, vio como el lugar era iluminado por unas pocas velas, un ambiente demasiado lúgubre.

-¿Estás aquí, Undertaker?.-pregunto como de costumbre.

-Jijiji, conde, no esperaba su visita el día de hoy.- dijo el enigmático shinigami, saliendo de un ataúd como de costumbre.

-Hoy no vine para pedirte información, debo hacerte una pregunta.-le dijo serio Ciel.

-Oh, eso es nuevo, no solamente viene para preguntarme algo, sino que su mayordomo no está con usted, ¿Ya se aburrió de él?.-dijo el shinigami con burla mientras comía una de sus galletas.

-Le ordene a Sebastian quedarse fuera.-dijo tajante.

-Ah, entonces lo que debe preguntarme debe ser muy serio como para que su mayordomo no pueda escucharlo.-le dijo con una de sus acostumbradas sonrisas.

-Iré al grano Undertaker.-mientras se sentaba.- Si yo quisiera ir al infierno, ¿Cómo debo hacerlo?.-pregunto con tono orgulloso, pero con una pizca de desespero.

La reacción de Undertaker fue totalmente distinta a la de Sebastian, demasiada rara. El raro shinigami se paralizo como lo hizo Sebastian, pero no se rió a carcajadas como él, simplemente se quedo serio en su lugar, sin saber que contestar.

-¿Y?, ¿Me dirás o no?.-pregunto el conde.

-Mmm, Conde, no creo que eso deba ser algo en lo que yo lo ayude, lo que me está pidiendo es algo demasiado imposible de contestar, mejor dicho, es algo que no quiero contestar.- le dijo tajante mientras guardaba el frasco de galletas en su lugar.

-Nunca pensé que haría esto, pero por favor, Sebastian no quiere decirme, hazlo tú.- le suplicó.

Undertaker se impresionó ante esto.

-¿Porque de repente tiene tanta curiosidad en saberlo?-preguntó intrigado.

-Simplemente quiero saber.-le respondió.

-Mire conde, el simple hecho de ver el infierno podría llevarlo a la locura, o podría traumarlo de por vida. Créame, no quiere conocerlo, no es un lugar cualquiera el que quiere visitar, usted esta pidiéndome que le muestre el lugar del anticristo, ir allí puede traer muchas consecuencias, recuerde que su mayordomo es un demonio, que por más que aparente lo contrario con su aspecto humano, es otro ser mas de esos.

-Tú eres el único que puede decirme con certeza que hacer, si no me ayudas, tomare mis propias medidas, y tal vez sean peores las consecuencias.- le reto el conde.

Undertaker estaba entre la espada y la pared, Ciel tenía razón, si tomaba medidas por mano propia, el, un niño, tendría consecuencias peores. El se preocupaba por el conde, ya que le tenía cierto afecto, tal vez más que afecto, por eso, no quería que el conde saliera herido.

Derrotado decidió decirle algo que al menos saciara su curiosidad.

-Le daré una pista …Baje las escaleras.- le dijo como si nada.

-¿Qué significa eso?.-pregunto Ciel sin entender.

-Cuando baje las escaleras, hágalo con cuidado y con los ojos cerrados, baje y baje, escalón por escalón, hasta llegar al final de esta, no sé cuanto deberá recorrer, solo hágalo, eso sí, nunca mire atrás mientras baja, nunca abra sus ojos, no importa lo que escuche, no importa lo que sienta, no abra los ojos, no hasta que su recorrido haya terminado, queda en usted abrir los ojos al final, si se arrepiente, vuelva a subir, y todo terminará.-le respondió el shinigami mientras se metía en el ataúd nuevamente.

Ciel solo lo vio con extrañeza, ¿Qué demonios significaba eso?, pensaba reprocharle nuevamente que quería decir, pero mejor dejaba todo como estaba, ese shinigami no le diría lo que necesitaba.

Salió de la tienda, viendo como su mayordomo se encontraba parado al lado del carruaje, esperándolo como el más fiel perro. Subió al carruaje mientras Sebastian comenzaba a conducir este.

Miro por la ventana, ya estaba atardeciendo,¿ Que significaba lo que Undertaker le había dicho?, ¿Bajar la escalera?, ¿No mirar atrás?, Undertaker solo le plantó más dudas.

Una vez que llego a la mansión, bajo del carruaje para entrar en esta, pero fue detenido por una mano, la de Sebastian.

-Bochan, déjeme advertirle algo.-le dijo demasiado serio.-Lo que sea que le hayan dicho ahí dentro, lo que sea que usted crea que deba hacer…no lo haga, no sé que le puede pasar, le ruego, no tiente a su suerte.- finalizó mientras entraba antes que él.

Ciel frunció el ceño, ¿Por qué tanto drama?.

Entro a la mansión, y otra vez se encontraba aburrido sin saber qué hacer, como si fuera un niño pequeño, se sentó en las escaleras, pensando en lo que le dijo Undertaker.

-‘Baje las escaleras’.-repitió para sí.

Vio las escaleras en las que estaba sentado, y una idea se le ocurrió, estaba demasiado aburrido y como un ‘perfecto imbézil’, comenzó a subir y bajar las escaleras.

Comenzó a contar escalón por escalón, cuando llego a la cima, había contado ya veinte escalones, volvió a bajar, otra vez veinte escalones, subió y bajo, subió y bajo, veinte escalones todas las veces. Pero en un momento, cuando bajo nuevamente, no conto veinte escalones, conto veintiuno. Extrañado, pensando que se había equivocado, volvió a subir y conto veinte, pero de nuevo bajo y eran veintiún escalones.¿ Qué demonios pasaba?

Hizo el mismo procedimiento varias veces y era lo mismo, ya aburrido, de nuevo volvió a bajar y subir nuevamente. Subió y eran veinte, bajo , y ahora eran veintidós. Nuevamente se pregunto qué demonios pasaba. Cada tanto, cada vez que bajaba, se agregaba un escalón, al menos su imaginación parecía agregarlo.

No sabía el porqué, pero esta vez subió y cerró los ojos, dispuesto a bajar los escalones con, justamente los ojos cerrados.

Bajo y eran veintidós, subió y eran veinte, bajo y eran veintidós nuevamente, así varias veces, hasta que en un momento, no piso el suelo de su mansión, extrañando y aún con los ojos cerrados siguió bajando. Veintidós, veintitrés, veinticuatro.

Cuando se dio cuenta, ya había bajado cincuenta escalones. Algo andaba mal, por alguna razón, no quería abrir los ojos. Sabía, que de alguna manera, ya no se encontraba en su mansión.

Con ansias, siguió bajando los escalones, con los ojos cerrados.

Bajo y bajo, hasta que conto cien escalones.

Un calor abrumador llego a su cuerpo, sentía demasiado pero demasiado calor.

Bajo aún más hasta que llego hasta los ciento cincuenta escalones. Pero algo paso, se detuvo en seco, esta vez sintió una brisa helada pasando por su nuca. Sintió unos susurros inentendibles, sentía presencias a su alrededor, a pesar de que se sentía asustado, recordó lo que Undertaker le dijo. ‘No mire atrás, no abra los ojos, no importa lo que escuche, no importa lo que sienta, hasta que su recorrido no termine, no abra sus ojos’.

Viendo en las circunstancias en las que se encontraba, no pensaba abrir los ojos, pensaba en hacerle caso a Undertaker

Bajo nuevamente, tratando de alejarse de esos susurros que lo aterraban.

Ciento cincuenta, doscientos, doscientos cincuenta. Paro.

Nuevamente sintió ese calor abrumador, una angustia terrible se formo en su pecho, estaba asustado, lo reconocía, a pesar, de que no había abierto los ojos, sentía presencias infernales a su alrededor.

Pero a pesar de todo, siguió bajando, su curiosidad podía más. Llego a los trescientos escalones, y esta vez no había más escaleras, aún tenía los ojos cerrados. El calor ya no se soportaba, las presencias lo angustiaban hasta el borde de querer llorar, y eso que todavía no las había visto.

Había llegado a su destino final, y entonces recordó lo que Undertaker le dijo, ‘Hasta que no llegue al final, no abra los ojos’.

Si, debía abrir los ojos, pero, ¿realmente debía?, le dieron miles de advertencias, y el no las escucho. Podía pasar cualquier cosa, ¿Con que se encontraría si abría sus ojos azules?.

Al demonio todo, al demonio irónicamente el infierno. Estaba asustado, quería salir de ahí cuanto antes, volver a su mansión, acostarse y no salir hasta que las vacaciones de su compañía terminaran.

De nuevo recordó lo que le dijo Undertaker, ‘Si se arrepiente, puede volver’.

Sin pensarlo dos veces corrió escaleras arriba, con sus ojos cerrados, no los había abierto hace un buen rato.

Corrió y corrió, varias veces tropezó. Perdió la cuenta de los escalones.

En un momento, todo estaba callado, no se escuchaba nada, no se sentía nada. Pensó que ya era hora de abrir sus ojos, a pesar, de que todavía no había recorrido los trescientos escalones arriba.

Con miedo abrió sus ojos, esperando no encontrarse con algo aterrador.

Pero que sorpresa se llevo, estaba en su mansión, a la mitad de sus escaleras, parado. Como si nada hubiera pasado, como si hubiera estado ahí todo el tiempo.

Su corazón había desacelerado su ritmo, ahora estaba mucho mejor. Suspiro de verdad tranquilo, mientras se llevaba una mano a su pecho. Hasta que se dio cuenta de la presencia de Sebastian al final, escaleras arriba.

-¿Abrió los ojos?.-le pregunto este serio.

Ciel se impresionó ante esto, no pensaba que Sebastian sabría lo que había pasado.

-No lo hice, cuando estuve haya abajo tuve unos segundos para razonar mejor las cosas, mejor…no quiero conocer el infierno.-dijo con cansancio.

Sebastian asintió levemente y se acercó a él, se agacho y en su oreja le susurro.

-Recuerde que la curiosidad mato al gato.


Tan solo baja las escaleras, no abras nunca los ojos, no importa lo que escuches, no importa lo que sientas, nunca abras los ojos. No sabes con que te puedes encontrar.

Recuerda, siempre que estes aburrido, no juegues en las escaleras, nunca sabes hasta donde puedes llegar.

En el mas remoto caso, en el que llegues a donde no debes. No abras los ojos y vuelve, a menos que tu curiosidad te gane. Entonces, solo tu eres responsable de tus actos.
Notas finales:

Espero les haya gustado, y les haya causado al menos un poquito de miedo xD.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).