Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Un año más por SaraChan

[Reviews - 5]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Este fic nació a partir de un reto que Zhena HiK, Roronoa D Sue y yo nos marcamos. Quiero decir ante todo que es un honor que me permitan competir a su lado, son las dos personas que (sin saberlo xD) consiguieron arrastrarme al mundo de los fics, y me hace mucha ilusión poder participar en este reto a su lado.

PD: creo que hay algunas condiciones que no cumplí al 100%... lo siento D= Pero puedo explicarlo xDD En las notas de abajo ~

SOBRE EL RETO ---

Consiste básicamente en que cada una dimos unas condiciones que debían cumplir los fics. La primera y más importante de todas es que debe ser un ZOLU, pues este reto nació a raíz de nuestro amor por esta pareja. Y su objetivo principal es llenar el mundo con más y más historias sobre ellos. Porque el ZoLu es algo realmente mágico e infravalorado, y queremos conseguir que esta pareja cuente con el papel que se merece =3

¡Viva el ZoLu! ¡Banzaaaaai!

ENLACES A LOS DEMÁS FICS DEL RETO:

Midnight Kiss - Zhena HiK

Rompiendo Barreras - Roronoa D Sue

 

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

 

NOTA: He subido el Fic a FanFiction bajo el seudónimo de AkibaChanSP

Notas del capitulo:

Esta parte es un poco más sosa... bueno, siendo honesta no me gusta nada el fic xD Me parece en sí soso y sin sentido, pero es que el objetivo era escribir un ONE SHOT, ¡ONE SHOT! ¡Yo, escribir un ONE SHOT! Ese es un reto que no podré conseguir en la vida xDD

En fin, tuve que cortar muchas partes, las comentaré al final ~

RECUERDO: Los personajes y la historia original pertenecen a Oda Eiichiro. Yo sólo tomo prestados los personajes para... fantasear... *¬*

IMÁGENES DE LOS YUKATA DESCRITOS AQUÍ

 

-          ¿Festival de año nuevo?

-          Así es – confirmó Nami la pregunta de sus nakamas, apoyando sus manos en la cintura y sonriendo ampliamente. – Será la primera vez que podamos celebrar un año nuevo juntos, y justo el Log Pose apunta hacia una isla que es famosa por su festival – ampliando aún más su sonrisa, aunque dotando a sus ojos de un brillo calculador, continuó: - ¿Qué os parece la idea?

Ni siquiera un segundo pasó para que Luffy, Usopp y Chopper gritaran su respuesta.

-          ¡VAMOOOOOOOOOOOOOOOOOOS!

Nami suspiró aliviada. Desde que habían entrado en el Nuevo Mundo sólo habían estado metidos en problemas y habían viajado a las islas más peligrosas posibles. En ese momento, únicamente una de las agujas del Log Pose estaba completamente quieta, apuntando en dirección a la que Robin había llamado…

Iroshima, la Isla de los Colores, denominada así tanto por sus habitantes como por sus visitantes a causa de los constantes y famosos festivales que se celebraban en ella. Era una isla llena de paz y alegría, una de las pocas islas tranquilas que se podían encontrar en esa parte del Grand Line. Tal era así que tanto los piratas como la marina respetaban un voto silencioso de paz en ella.

El resto de la tripulación de esa curiosa banda pirata sonrió al ver cómo los tres jóvenes comenzaban a bailar. Pronto Brook decidió acompañarles tocando una de sus canciones con su guitarra. Llamando la atención de Franky, Nami abandonó el corro, seguida por el ciborg, en dirección al timón. Por fin su capitán había apoyado su decisión de no ir a la isla más… “divertida”, lo cual les permitiría tener un más que merecido descanso.

Y dos días después, a 31 de diciembre y cuando faltaban escasas horas para la puesta de sol, Nami se encontraba tomando un té en la cocina sabiendo que Franky se estaba encargando del anclaje del barco en el puerto de la capital de la isla.

En esa isla, daba igual que fueran piratas, marines, comerciantes o simples viajeros, todos eran bienvenidos, porque todos llegaban a ella en son de paz. Por eso no tenían que ocultar el barco en alguna cala alejada y abandonada, y dado que un pescador con el que se habían cruzado les había recomendado anclarlo en el puerto principal, pues la estancia en él por día era muy barata, Nami supuso que esa era la mejor opción.

Pero alguien debía quedarse a cuidar del barco… por muy segura que fuera tanto la ciudad como la isla en sí, no podían dejarlo desprotegido, no después de toda la fama que había adquirido su capitán tanto tras la guerra de Marineford como en su corta travesía por el Nuevo Mundo. Nami suspiró, atrayendo inmediatamente la atención del cocinero, que se acercó a ella bailoteando.

-          Nami-swan, ¿por qué suspiras, mi bella flor?

Haciendo una mueca a causa del empalago del rubio, Nami volvió a suspirar.

-          Por fin hemos llegado a la isla.

Sanji dejó de bailar y cantar, mostrando una sonrisa en sus labios mientras daba la espalda a la pelirroja para coger la tetera.

-          ¿Y eso no es bueno?

Nami estiró sus brazos hacia delante mientras permitía que Sanji repusiera el té en su taza.

-          Sí, claro que es bueno… pero realmente no me esperaba llegar. Gracias, Sanji-kun – agarró la taza con ambas manos, soplando suavemente el contenido para enfriar un poco el líquido antes de beber un sorbo.

Sanji rio ante el comentario de la navegante.

-          ¿Creías que Luffy acabaría ordenando cambiar el rumbo del barco hacia otra isla? - Nami desvió la mirada del cocinero que se acababa de sentar frente a ella, molesta porque hubiera adivinado sus pensamientos. Sanji rio. – Parece que Luffy está emocionado con la idea de celebrar el año nuevo.

Nami posó la taza sobre la mesa, sonriendo levemente.

-          Dijo que hacía mucho que no lo celebraba… desde que era pequeño y vivió en su aldea… ¿no? – Nami dudaba de lo que Luffy les había explicado, pues en su rápido relato bastante incoherente a causa de la emoción por la idea de volver a celebrar el año nuevo, Luffy había mencionado muchos detalles nuevos de su vida que nunca antes había comentado. Cosas sobre su aldea, un bar, una cantinera y un grupo de bandidos de la montaña.

Sanji asintió, tampoco había entendido la historia de Luffy, pero recordaba que había mencionado que sólo lo había celebrado unas cuantas veces, antes de mudarse con… ¿unos bandidos? ¿Qué tan extraña había sido la infancia de su capitán?

Un nuevo suspiro de Nami sacó al cocinero de sus pensamientos. La navegante mostraba una expresión preocupada mientras observaba el contenido de su taza fijamente.

-          Nami-san, ¿qué es lo que sucede?

Nami levantó la mirada hacia Sanji, quien le observaba curioso e inquieto. Para tranquilizarle, mostró una pequeña sonrisa en sus labios.

-          Había pensado en celebrar todos juntos el año nuevo en la isla, pero… - agachó la cabeza antes de continuar - … creo que no es prudente dejar el barco solo… - por muy pacífica que fuera la isla, ellos eran piratas, y el nombre de su capitán y el símbolo de su bandera demasiado conocidos como para bajar la guardia.

-          Por ello, uno de nosotros debería quedarse a cuidarlo – concluyó Sanji, entendiendo qué era lo que atormentaba a la pelirroja.

-          Exacto. Pero no me parece justo que uno tenga que quedarse aquí mientras los demás nos divertimos en la isla.

Sanji no contestó, pensando en alguna otra solución para que todos pudieran disfrutar de un buen festejo. Pero la única idea que se le ocurría le parecía... imposible.

-          Nami-san – Nami alzó la mirada hacia Sanji. - ¿Y si dejamos a Luffy y al marimo idiota cuidando del barco?

Nami refunfuñó mientras tomaba un trago de su vaso.

-          Ya he pensado en eso, pero ¿crees que Luffy aceptará quedarse en el barco?

Sanji rio en voz baja, desde el principio supo que su idea no era factible. – Tienes razón. Será el primero en saltar a la isla. Entonces… ¿por qué no nos quedamos dos cuidando del barco? Así, al menos, todos tendremos compañía. Antes de desembarcar podemos echarlo a suertes.

Nami sopesó la idea del rubio, y teniendo en cuenta que no se le ocurría ninguna otra mejor, asintió con la cabeza.

-          Lo mejor será hacer eso, sí…

De repente, la puerta de la cocina se abrió, dejando paso a Usopp, Robin y Franky. Nami, asustada por ver al ciborg entrando en la sala, tensó sus músculos.

-          ¡Franky! ¿Qué haces aquí? ¿Va todo bien?

-          ¡AU! ¡Por supuesto! ¿Por quién me tomas? Ya anclé el barco, está todo preparado para el desembarco.

Nami suspiró aliviada y bebió otro trago de su té mientras observaba a Usopp depositar una caja en la mesa.

-          ¡Aaaaah ~! – el narigudo pasó una mano por su frente, limpiando su sudor. - ¡Por fin los he encontrado! Los habías guardado demasiado bien, Nami.

Robin y Franky, sonriendo tras Usopp, vieron cómo Sanji y Nami se levantaban de su asiento para acercarse a la caja, sorprendidos e ilusionados.

-          ¿Realmente los has encontrado? – preguntó Nami, emocionada.

-          ¡Buen trabajo, Usopp!

Feliz por los halagos de sus nakamas, Usopp hinchó su pecho y posó un puño sobre él con altanería.

-          ¡Por supuesto que los he encontrado! ¡No hay nada que se me escape!

-          ¡Yay ~! – riendo muy alegre, Nami se lanzó sobre Usopp, abrazándole ante un asombrado e irritado cocinero.

-          ¡Noooooo, Nami-swan! ¿Por qué no los busqué yo? ¡Yo también quiero un abrazo de Nami-swan! – lloriqueó Sanji, observando la escena.

Un poco asfixiado por el abrazo de la pelirroja, Usopp tiró de ella para que se separara. Aún sonriente, Nami se centró en la caja, abriéndola y explorando su contenido. Tras unos segundos rebuscando en su interior, asintió con la cabeza, dándole el visto bueno.

-          Sanji-kun, ¿puedes llamar a los demás?

Recobrándose del susto de ver a su preciada damisela abrazando al narigudo, Sanji recuperó su sonrisa antes de dirigir una pequeña reverencia a la pelirroja.

-          Por supuesto, Nami-san. Ahora vengo.

 

 

 

 

 

-          Ngh… - incómodo, Luffy salió del cuarto de los chicos tirando de una de las mangas de su yukata. Tras él aparecieron sus nakamas, vistiendo ropas similares. - ¿Por qué tengo que llevar esto?

-          Deja de quejarte y de tirar de él, Luffy – gruñó Sanji, observando al pequeño jugar con la ropa. – A Nami-san le hace mucha ilusión que celebremos el año nuevo juntos, y por eso se molestó en buscar estos yukata para nosotros.

-          Sanji-kun, en realidad, fui yo el que… - comenzó a decir Usopp, un poco cohibido.

-          ¿En serio es necesario que los llevemos? – secundó Zoro, interrumpiendo al narigudo, quien rápidamente dejó de hablar y comenzó a soltar una risilla, aparentando que no le importaba ser ignorado. – Se supone que en estas fechas hace demasiado frío como para vestir esto.

-          Fue a hablar, quien lleva siempre la ropa desabrochada – se burló Sanji, dirigiendo una mirada provocadora al espadachín, quien no tardó en responderle.

-          ¡¿Tienes algún problema, cocinerucho?! – bufó, acercándose al rubio para encararle.

-          Bueno, bueno, cálmate, Zoro-suke – Franky se apresuró a interponerse entre los más que dispuestos contendientes, haciendo gestos con sus manos para apaciguar sus ánimos. – Lo que pasa es que esta isla tiene un clima cálido durante todo el año, por eso Nami creyó que era buena idea utilizarlos.

-          ¿S-suke? – preguntó Zoro, más extrañado que molesto, pero Franky no se preocupó ni en responderle ni en mirarle.

-          La verdad es que hacía muchos años que no llevaba un yukata – comentó Brook, alzando sus brazos y moviendo su cadera para observar con atención la prenda sobre sus huesos. – Se siente bien poder volver a llevar uno. A todos os sienta bien llevar uno.

Luffy se detuvo en la cubierta, girándose hacia sus nakamas y observándoles con atención. Todos llevaban un yukata negro, pero los motivos dibujados en ellos eran diferentes. El de Luffy contaba con el dibujo de unas azules y onduladas olas del mar, y a la altura del pecho se podían encontrar criaturas marinas nadando en el espeso negro de la tela. Zoro, en cambio, lucía unas ardientes llamas rojas escupidas por un fiero dragón de color similar. Sanji vestía a varias aves de un tono verde claro que buscaban alcanzar el cielo serpenteando a través de la ropa. Usopp se había decantado por un estilo menos llamativo, y su yukata estaba adornado con espigas de trigo verde. Chopper, un poco tímido por vestir ese tipo de prendas, llevaba uno recorrido por franjas de diversos tonos rosas. Franky, dada la actual anchura de sus hombros, se había visto obligado a modificar su yukata, cortándole las mangas. En esa prenda se podían apreciar numerosas rosas cuyo tallo espinoso recorría toda la anchura de su cuerpo. Y Brook, finalmente, había escogido el yukata más austero, pues dada su más que avanzada edad lo sentía el más adecuado para él. Su ropa era de un negro liso, recorrido únicamente por líneas verticales rojas que ofrecían un fuerte contraste llamativo.

Tras su examen, Luffy ladeó la cabeza con extrañeza. No sabía decir si sus compañeros se veían bien o mal con esa ropa, él simplemente los encontraba diferentes. Sin embargo…

-          Siguen siendo incómodos – concluyó, haciendo un pequeño puchero que exasperó al cocinero y divirtió a los demás. – Además, ¿por qué no puedo llevar mis chanclas? Apenas puedo andar con esto – Luffy alzó uno de sus pies, señalando el geta (calzado tradicional japonés) que llevaba en él.

-          Ya, deja de quejarte, Luffy – exaltado por el rezongueo de su capitán, Sanji se acercó a él y puso una mano sobre su cabeza, empujando con fuerza hacia el suelo, haciendo que el pequeño se inclinara con un brusco respingo. – No cuestiones las decisiones de Nami-san.

-          ¡Oh! Hablando de Nami-san, ¿cuándo saldrán a la cubierta con sus yukata? – comentó Brook, haciendo clara referencia a las chicas de la tripulación, girándose para contemplar la puerta de su habitación. – Tengo muchas ganas de verlas, mi corazón palpita con fuerza contra mi pecho por la emoción. Aunque claro, yo no tengo corazón, yohohohoho ~.

El cocinero, nada más escuchar la mención a sus chicas, soltó a su capitán, ignorando su queja, y se dirigió hacia Brook, situándose a su lado y observando junto a él la puerta de las chicas.

-          ¡Cierto, cierto! ¿Cómo de bellas estarán mis flores? Aaaaah ~ tengo ganas de verlas – canturreó.

Mientras los demás chicos se reunían también alrededor del rubio y el esqueleto, más por simple curiosidad que porque realmente tuvieran interés en ver la ropa de las chicas, Zoro avanzó hacia Luffy, que observaba el corro sin entender exactamente por qué había tanta expectación por verlas. Cuando Zoro se detuvo frente a él, alzó su mirada hacia el espadachín, intrigado. Zoro, contemplando unos instantes a su capitán, posó su mano donde segundos antes había estado la del cocinero, esta vez con más suavidad y ternura. Como si fuera una caricia, recolocó el sombrero del pequeño en su cabeza. Daba igual qué fuera lo que Luffy vistiera, ese sombrero siempre le acompañaba.

Sorprendido por el repentino gesto del espadachín, Luffy sonrió ampliamente, poniéndose con dificultad de puntillas para salvar la distancia que le separaba de la boca de Zoro. El espadachín formó una media sonrisa: los dos años de separación no habían acabado, ni mucho menos, con su relación. Lo único que habían conseguido era que Luffy fuese menos discreto, y que en momentos de ese tipo, en los que estaban cerca de algunos de sus nakamas (aunque éstos no les prestaran atención), reclamara sus labios. Antes, el espadachín podría haberse molestado por eso. Pero en ese momento sabía que todos sus nakamas conocían y aceptaban su relación, así que realmente no le importaba corresponder los deseos de Luffy en público. Incluso Chopper parecía haber entendido finalmente el sentido de su relación, así que en sí ya no había más motivos para ocultarla.

El peliverde amplió su sonrisa ante la mirada de reclamo que empezaba a formarse en los ojos de Luffy. Por su propio bien, era mejor que concediera al pequeño su petición, por lo que comenzó a inclinarse sobre él, más que dispuesto a degustar ese manjar que se le ofrecía. Sin embargo, el ruido de una puerta al abrirse paralizó su movimiento, y tanto Luffy como él recuperaron sus posiciones iniciales, levemente molestos por la interrupción. En realidad, sólo al peliverde le duró la molestia, pues Luffy se olvidó de ella cuando vio a las chicas bajar a la cubierta con sus yukata. Su escasa capacidad para prestar atención a una misma cosa durante más de un minuto seguía intacta.

-          ¡NAMI-SWAAAAAAAAAAAAAAAAN! ¡ROBIN-CHWAAAAAAAAAAAAAAAAN! ¡ESTÁIS PRECIOSAAAAAAAAAAAAAAAS! – poco tardó el cocinero en correr, bailando, hacia el pie de la escalera para esperar, hincando una rodilla en el suelo, a sus amadas damas.

-          ¡Ooooooooh! ¡Qué increíble visión! Es una pena que no tenga ojos… ¡aunque puedo veros! ¡Yohohohoho ~! Por cierto, Nami-san, Robin-san, ¿podríais enseñarme vuestr…?

-          ¡NI SE TE OCURRA! – gritó Nami, lanzando el pequeño bolso que llevaba entre las manos contra la cabeza del esqueleto, quien cayó al suelo, emitiendo sordos quejidos.

-          ¡Qué violenta! ¡Yohohoho ~!

Cogiendo entre sus patitas el bolso de Nami, e ignorando al esqueleto tirado en el suelo, Chopper corrió hacia las chicas con una sonrisa, deteniéndose ante ellas cuando llegaron a la cubierta.

-          Os queda muy bien esa ropa – comentó alegre mientras ofrecía el bolso a Nami, quien se agachó con una sonrisa para recogerlo.

-          Gracias, Chopper.

De repente, Luffy se separó de Zoro y se colocó a la cabeza del grupo, haciendo que todas las miradas se centraran en él.

-          Realmente os sientan bien – el pequeño comenzó a reír tras el comentario, dejando a todos los presentes estupefactos. ¿Desde cuándo Luffy era tan considerado?

Nami, sonrojada levemente por el halago de su capitán, no conseguía responder. Por ello, una divertida Robin se adelantó a ella, asintiendo con suavidad y sonriendo a Luffy.

-          Gracias, capitán.

Y es que Luffy, tras pasar varios meses rodeado de mujeres, se había hecho consciente de que comentarios de ese tipo podían hacerlas felices. No es que Luffy lo hubiera dicho por decir, pero realmente era indiferente a la ropa que vistieran sus compañeras. Pero él podía desvivirse para hacer sonreír a cualquiera de sus nakamas, y si esas simples palabras conseguían alegrar a sus nakamas, entonces estaba dispuesto a decirlas.

Pero, siendo completamente honestos, había que reconocer que ambas estaban impresionantes. Nami vestía un yukata con una base lila y rosa, adornado con motivos florales azules y naranjas, mientras que Robin había escogido uno amarillo y naranja en el que estaban representadas las hojas caídas del otoño con sus tonos rojizos y marrones brillantes. Ambos yukata, a diferencia de los de los hombres, contaban con un pronunciado escote que dejaba buena parte de sus hombros al descubierto.

Aún sonrojada por el descuidado comentario del moreno, Nami avanzó hasta situarse junto a los chicos, alzando una mano para mostrar en ella un puñado de palillos.

-          B-Bueno, ya está anocheciendo, así que ya es hora de que vayamos a visitar la isla. Esta noche nos hospedaremos en algún hotel de la isla… pero no podemos dejar el barco desprotegido, así que… - estirando más el brazo hacia sus compañeros, quienes la miraban desconfiados, continuó con una pequeña sonrisa y una disculpa en los ojos - … coged un palillo. Aquellas dos personas que saquen los que tienen la punta pintada de rojo, deberán quedarse toda la noche aquí.

-          ¡Pero Nami! – comenzó a quejarse el narigudo. – Habías dicho que todos celebraríamos el año nuevo juntos.

-          Esa bandera – la navegante interrumpió al tirador, alzando la mano con la que sostenía el bolso hacia el cielo, señalando su insignia pirata – es una llamada para los cazarrecompensas. Aunque ninguno se atreva a atacarnos, y esta isla sea segura, cualquier persona que ve la bandera de un pirata reconocido piensa en todos los tesoros ocultos que debe tener en su barco… aunque eso no se puede aplicar a nosotros… - una lagrimilla escapó de sus ojos antes de endurecer su expresión. – No pienso permitir que cualquier ladrón se lleve lo poco que tenemos. Alguien se quedará defendiendo el barco.

Un argumento indiscutible, sobre todo cuando habían sido los labios de su avara navegante los que lo había soltado. Algunos temblando más que otros, uno tras otro, fueron cogiendo un palillo de la mano de Nami. Esa noche no había nadie al que le hiciera ilusión quedarse en el barco, y el miedo y la molestia a la hora de acercarse a Nami eran palpables. Cuando todos tuvieron un palillo en su mano, formaron un corro. Y tras una cuenta atrás en la que todos participaron, abrieron sus palmas, mostrando sus palillos.

Los primeros en reaccionar fueron Chopper y Usopp, quienes comenzaron a saltar de alegría.

-          ¡Podemos ir a la isla! – gritaban mientras se abrazaban, dando vueltas sobre sí mismos sin parar.

Esas palabras despertaron a Sanji, quien se alejó del corro con un bailecito mientras mostraba en sus ojos grandes corazones.

-          ¡Esperad por mi llegada, preciosas mías ~! – canturreó señalando con ambas manos a la ciudad, imaginando en su cabeza todas las bellezas que podría encontrarse por sus calles. - ¡Llegaré a por vosotras en unos minutos ~!

-          ¡Aaaaah ~! – suspiró el esqueleto mientras apoyaba sus manos en sus rodillas. - ¡Qué alegría! Creí que moriría cuando abrí mi mano, ¡pero reviví cuando vi el palillo! ¡Aunque claro, yo ya he resucitado! ¡Yohohohoho ~!

Nami, aliviada, sonrió levemente mientras buscaba con la mirada los rostros de aquellos a los que les había tocado el palillo maldito. Y al descubrirlos, contuvo el aliento.

-          ¡Luffy! ¡Luffy! – reclamó Usopp, aun saltando y riendo con el renito. - ¡Podemos ir a la isla! ¿Me escuchas, Luf…?

Usopp de repente se quedó en silencio. En realidad, todos se quedaron en silencio, observando preocupados al pequeño que se dedicaba a comparar su palillo con el del espadachín.

-          No es justo… - el inaudible murmullo del pequeño sólo llegó a oídos del peliverde, quien suspiró con tristeza. A él tampoco le hacía ninguna gracia esa situación, había esperado poder pasar ese día con su capitán, pero ahora…

Ahora tendrían que estar separados, y esa simple idea disgustaba y enfurecía al espadachín. Pero no podía hacer nada, una parte de él, su parte más cautelosa, estaba de acuerdo con Nami, y si le había tocado a él quedarse en el barco, debía hacerlo. Sabía que todos sus nakamas tenían ganas de ir a la isla, por lo que no podía pedirle a nadie que le sustituyera. Y Luffy… el pequeño era, entre todos y con diferencia, el que más había ansiado llegar a ella, tampoco podía decirle que se quedara con él en el barco.

Nadie más que él podía hacer esa tarea, ya fuera sólo por el hecho de que la suerte, esa noche, quisiera jugar en su contra.

Dándose cuenta de la entristecida expresión del pequeño antes de que éste ocultara sus ojos bajo el sombrero, Zoro volvió a suspirar. Alzando la mano con la que no sostenía el palillo, acarició la cabeza del pequeño sobre el sombrero, instándole a que alzara la vista hacia él. Y cuando Luffy le miró, Zoro sonrió de forma tranquilizadora.

-          No te preocupes por mí, estaré bien. De todos modos, no me gustan las multitudes – el pequeño no pareció convencerse con el argumento de Zoro, pues devolvió al espadachín una mirada indignada. – Ve a la isla y diviértete.

Siendo consciente de que ese cabezota que tenían por capitán no iba a hacerle caso, desvió su mirada hacia Usopp. El estremecimiento que recorrió al narigudo cuando Zoro fijó sus ojos en él acabó con su preocupación por el pequeño.

-          Usopp – llamó Zoro con voz cortante. – Te encargo a Luffy. Llévalo a la isla.

Sorprendido por la petición del espadachín, tras unos instantes sonrió complaciente y aliviado, pues resultó que Zoro no había tenido la intención de pedirle que le sustituyera.

-          ¡Cuenta conmigo! – exclamó mientras agarraba a Luffy del brazo, tirando de él.

El pequeño no se resistió, se limitó a dejarse llevar por Usopp, quien cada vez lo alejaba más del espadachín. El debate que se desarrollaba en ese momento en su cabeza no le permitía reaccionar. Quería quedarse con Zoro, por supuesto, él siempre quería estar junto al espadachín. Pero… su alma y naturaleza aventureras no le permitían quedarse en el barco. Llevaba los dos días de trayecto deseando llegar a la isla, conocerla, explorarla, divertirse en ella. Y Zoro lo sabía perfectamente, pues el pequeño no había sido capaz de ocultar toda su ilusión, y su alegría y sonrisa, aunque siempre estaban presentes en él, se habían intensificado. ¿Cómo podía Zoro privar al pequeño de su deseo? ¿Y cómo podía Luffy reprimir ese deseo?

Sin darse cuenta, Luffy de repente se encontró en el muelle, con Usopp colgando y tirando de su brazo. No se resistía, ni siquiera alzaba la mirada del suelo. Hacía tanto tiempo que no celebraba el año nuevo, y tanto lo extrañaba… pero…

¿Qué sentido tenía sin Zoro a su lado?

El espadachín se apoyó en la barandilla del Sunny por la que sus nakamas habían saltado del barco. Sus ojos no dejaban de seguir a Luffy, pues realmente su pequeño capitán se veía muy afectado. Zoro suspiró, no había esperado esa situación. Tanto había fantaseado el pequeño con la llegada de ese día, tanto le había molestado hablando sin parar de todo lo que quería hacer y comer en la isla, que Zoro había comenzado a ilusionarse con celebrar su primer año nuevo con su capitán. Y ahora, todas sus ilusiones se habían ido por la borda. Tanto él por ser el segundo al mando, como Luffy por ser el capitán, no podían permitirse el capricho de hacer lo que quisieran. Y en esos dos años de separación, como Zoro había comprobado a lo largo del corto camino que llevaban recorrido en el Nuevo Mundo, Luffy lo había comprendido. Ya no tomaba las decisiones ciegamente egoístas que tomaba antes, ahora las meditaba más, tenía en cuenta sus posibles consecuencias y, sobre todo, meditaba sobre las repercusiones que tendrían en la tripulación. Luffy se había vuelto más cauto, más maduro, y aunque como capitán todo eso era bueno, Zoro no estaba muy seguro de si le agradaba el cambio del pequeño.

Si hubiese sido un cambio natural… y no uno causado por el dolor…

Una enorme mano en su espalda interrumpió sus pensamientos, y Zoro alzó la vista hacia atrás para encontrarse con la sonrisilla de Franky.

-          No sufras, Zoro-suke. Nosotros cuidaremos de Ruffy.

-          ¿¡PERO A QUÉ DEMONIOS VIENE LO DE SUKE!? – gritó el espadachín, enfadado con el ciborg por haber apartado de su cabeza los pensamientos sobre su capitán con un comentario tan estúpido.

Ignorando al peliverde, Franky saltó al muelle y se apresuró para alcanzar al grupo que ya le esperaba unos metros alejado del barco. Escupiendo maldiciones por lo bajo, Zoro volvió a apoyarse en la barandilla, observando a Luffy. Seguía cabizbajo, caminando de forma automática tras Usopp, quien de vez en cuando le dirigía una mirada preocupada. Cuando un nuevo suspiro salió de sus labios, pues le incomodaba la visión de su capitán de esa manera, otra mano más delicada se posó sobre su hombro. A su lado, Robin le ofrecía una cálida sonrisa.

-          ¿Estás bien, Zoro?

Zoro se irguió, aunque mantuvo sus manos apoyadas en la barandilla, y permitió que la morena siguiera con la suya en su hombro.

-          Yo sí. Me preocupa más Luffy – Zoro era bastante reticente a la hora de hablar de su relación con el pequeño, pero cuando era con Robin con quien conversaba, no le importaba ser abierto. Ella había sido la primera en averiguar su relación, y desde el principio les había apoyado y ayudado, y eso Zoro siempre se lo agradecería.

La sonrisa de Robin titubeó en sus labios.

-          Él realmente había esperado ansioso este día… si quieres, puedo quedarme yo sola en el barco – Zoro arqueó una ceja. – Ve con él, también quieres acompañarle, ¿no?

-          No – respondió Zoro, tajante. La morena no se inmutó, desde el principio supo cuál iba a ser la respuesta de ese cabezota orgulloso. – Me tocó a mí quedarme en el barco, y así será. Además, si me voy, te quedarás sola, y no me parece justo.

Robin miró al espadachín, divertida. – Entonces, ¿te quedarás a hacerme compañía?

Zoro sonrió, burlón. – No tengo nada mejor que hacer.

Robin rio ante el comentario del espadachín. No se sentía para nada ofendida, sino todo lo contrario. Sabía perfectamente que el espadachín deseaba estar ese día con Luffy, lo podía apreciar en el brillo ensombrecido de sus ojos que ni siquiera su sonrisa podía ocultar. Sin embargo, estaba dispuesto a quedarse en el barco para acompañarla. Robin no era tonta, y sabía perfectamente que esa era la razón de menor peso para que el espadachín se quedara ahí. Pero era una de las razones, y eso le halagaba.

-          Entonces, ¿cómo podemos celebrar el nuevo año? – preguntó con sorna, en un tono provocativo. Desde que se enteró de la relación de Zoro con Luffy, a Robin le gustaba hablar de esa manera con el espadachín. Le parecía divertido, y aunque al principio lo único que conseguía era enfadar a Zoro, al final éste se había adaptado a su juego.

-          ¿Qué tal si empezamos por servirnos un poco de alcohol? – respondió en el mismo tono que usó Robin, dirigiendo una última mirada a su capitán. A pesar de que ya se encontraba bastante lejos, pudo apreciar que continuaba caminando cabizbajo. Usopp se había situado tras él, pasando un brazo por sus hombros, intentando animarle y hacer que reaccionara.

Sintiendo una punzada en su pecho, Zoro aceptó que lo mejor era dejar a Luffy ir. Acabaría divirtiéndose, lo sabía. Acabaría olvidándose de él y disfrutando de la noche porque, por mucho que hubiera cambiado en el tiempo en el que no estuvo a su lado, seguía siendo un niño que no podía resistirse a la diversión. Robin, dándose cuenta de la última mirada que dirigió Zoro hacia Luffy antes de dar la espalda a la barandilla, sonrió con tristeza y apretó el hombro del espadachín con la mano que aún mantenía ahí. Curioso, Zoro centró su vista en ella.

-          Luffy estará bien, no te preocupes por él.

Zoro suspiró y comenzó a avanzar unos cuantos pasos en dirección a la cocina. Cuando sintió la mano de Robin deslizarse por su espalda, se giró hacia ella, extrañado. Robin estaba inmóvil y le miraba con preocupación, y Zoro emitió un gruñido. Esa mujer siempre conseguía ver a través de él. Y en ese momento había visto que, por mucho que fingiera, le resultaba duro tener que decir adiós a su capitán y quedarse en el barco.

-          Sé que estará bien. Vamos.

Robin sonrió levemente. Ese hombre era realmente fuerte, tan fuerte como para ocultar constantemente sus emociones de cara a los demás. Porque Robin se había percatado de un detalle: Zoro había dicho que sabía que Luffy estaría bien… no que no se preocuparía por él. De las dos partes de su comentario, sólo había respondido una. Y lo sentía por el espadachín, a otra persona podría haberla engañado, pero a ella no.

Esa noche iba a ser entretenida, eso no lo dudaba. Ella intentaría que el espadachín, aún con la ausencia del pequeño, pudiera divertirse un poco. Pero no iba a ser la noche que tanto él como Luffy habían esperado. Y lo sentía por ello.

Dándose cuenta de que el espadachín la estaba esperando, se apresuró a situarse a su lado, sonriéndole de manera suave. Zoro la miraba desconfiado, sabía que algo pasaba por la cabeza de esa mujer, al mismo tiempo que era consciente de que sería una empresa imposible intentar averiguarlo. Sintiendo a Robin muy cerca suyo, comenzó a caminar nuevamente hacia la cocina. La morena le siguió de cerca, y tras titubear durante unos instantes, decidió lanzarse y agarrar el brazo del espadachín, comenzando a caminar a su lado. Ese gesto detuvo a Zoro, quien giró la cabeza bruscamente hacia la morena, observándola con desconfianza y extrañeza. Robin le devolvió una amable sonrisa; el espadachín, a pesar del tiempo que había pasado rodeado de tanta gente y tan extravagante, aún rehuía el contacto con cualquier persona que no fuera Luffy, o a veces incluso Chopper. Y por eso Robin disfrutaba de esos momentos en los que, desprevenido, le agarraba por el brazo. O en los que, como antes, posaba una de sus manos en sus hombros. Porque Zoro había sido, con diferencia, la persona que más había desconfiado de ella. Pero a pesar de sus comentarios hirientes y sus desprecios en el pasado, a la hora de la verdad siempre la había protegido, siempre la había defendido y cuidado.  Quizá al principio sólo había sido por Luffy, porque Luffy la quería entre sus nakamas, y Zoro, estuviera o no de acuerdo con el pequeño, siempre cumplía sus deseos. Pero a ella le gustaba pensar que, en ese momento, Zoro por fin la consideraba como una más de la tripulación, y la apreciaba como podía apreciar a cualquier otro de sus nakamas.

Soltando un bajo gruñido, el espadachín continuó caminando con Robin aún sujeta a su brazo. No sabía por qué le había agarrado así tan repentinamente, pero algo le decía que ese gesto era importante para la mujer, y en realidad tampoco le molestaba que le sujetara de esa manera. Así que lo dejó pasar, y entró con ella en la cocina, cerrando la puerta y perdiéndose en el interior de la estancia, dejando a un pequeño moreno que ya estaba bastante alejado del barco observando la puerta con expresión neutral.

-          Luffy… - inseguro, Usopp volvió a tirar del pequeño, intentando que siguiera caminando. Tras ellos, todos se habían detenido a esperarles, observando preocupados el mutismo de su capitán. – Vamos, Luffy… ya está anocheciendo, el festival empezará dentro de poco. ¿No tienes hambre?

De repente, el pequeño reaccionó al tirón de Usopp, provocando que el narigudo se tambaleara hacia atrás. Cuando pudo recomponerse, soltó el brazo de Luffy, quien ya había comenzado a avanzar hacia sus nakamas, dando la espalda al barco. Éstos le observaban, algunos con curiosidad, otros con preocupación. Pero no podían discernir qué era lo que le sucedía a su capitán, pues tenía los ojos cubiertos por el sombrero.

-          Luffy-san, ¿estás…?

La pregunta del esqueleto se perdió en el aire, pues sin previo aviso Luffy levantó la cabeza, mirando a sus nakamas con una sonrisa en sus labios.

-          ¿A qué estáis esperando? ¡Vamos! – exclamó mientras comenzaba a correr hacia ellos, adelantándoles, buscando llegar al final de la calle.

Tras unos instantes de silencio debido a la sorpresiva reacción del pequeño, Usopp y Chopper consiguieron reponerse, comenzando a correr tras su capitán.

-          ¡Lu-Luffy! ¡Espera!

-          ¡Luffy!

Los demás continuaron estáticos, observando cómo sus compañeros alcanzaban al moreno, intentando detenerle. Pero Luffy había olido algo delicioso, y babeando con estrellitas en la cara ignoraba los gritos de Usopp y Chopper, acercándose al puesto de comida que había alertado a sus sentidos.

Poco a poco, el resto del grupo comenzó a avanzar para reunirse con ellos. Quizá Luffy había podido engañar a los más inocentes de sus nakamas, pero Nami, Sanji, Franky y Brook pudieron ver la tristeza que ocultaba la sonrisa de su capitán.

 

 

 

 

 

-          ¿Te apetece cenar ya? – preguntó Robin, observando al espadachín apurar la última gota de alcohol de su sexto vaso de la noche. Y la noche aún era muy joven, pues hacía una hora que se habían quedado solos, y faltaban otras tres para que finalizara el año.

Resoplando tras terminar esa copa, y sin apartar la mirada del fondo vacío, Zoro respondió con desgana.

-          Me da igual. ¿El cocinero nos dejó algo preparado?

Levantándose de la mesa y dirigiéndose a la cocina, Robin respondió:

-          Sí, él ya sabía que dos de nosotros nos quedaríamos en el barco, así que nos dejó la cena preparada – abriendo la nevera con la contraseña que Sanji sólo compartía con ella y con Nami, observó su interior. – Parece que ha preparado… Osechi Ryouri – concluyó la morena, asombrada.

Zoro, sorprendido, alzó la mirada de su vaso vacío. Le extrañaba que el cocinero les hubiera dejado ese plato preparado… no era especialmente complejo hacerlo, pero sí requería su tiempo… tiempo que Sanji no había tenido. Zoro tuvo que reconocerlo, al menos interiormente: ese cocinero era muy bueno en su trabajo.

Una sonrisilla asomó en los labios del espadachín… Osechi Ryouri… hacía tanto tiempo que no comía ese plato. En su isla natal, en año nuevo siempre se preparaba, era una comida obligada en esa fecha. Pero desde que abandonó su isla no lo había vuelto a probar, y la nostalgia de ese platillo acababa de invadir su cuerpo. Viendo a la morena sacar con dificultad las enormes cajas similares a las de los bento de la nevera, Zoro se apuró para levantarse y ayudarla. Cuando las cajas estuvieron sobre la barra, el espadachín se relamió los labios. Realmente la visión de esas grandes cajas le había abierto el apetito, y a su lado podía sentir que Robin pensaba de la misma manera.

Cargando ambas cajas sin dificultad, Zoro las trasladó a la mesa, situando una frente a la otra. Ocupando su anterior sitio, poco tiempo fue el que necesitó para descubrirlas. Y el contenido dejó, tanto al peliverde como a la morena, sin palabras.

Kamaboko, kobumaki, namasu, kurikinton, onishime… eran tantos y tan diversos los platillos que contenían esas cajas, y tan vistosos a la par de seductores, que el espadachín comenzó a notar cómo su boca se hacía agua.

-          Esto es increíble… - susurró Robin, sin poder apartar los ojos de las cajas. El mudo silencio de Zoro indicó a la morena que el espadachín coincidía con ella.

Escuchando las irregulares respiraciones del contrario, ambos se sentaron a la mesa, sin empezar a comer, sólo observando el interior de las cajas. Y es que era una comida tan suculenta que el simple hecho de contemplarla ya lograba llenar, en parte sus estómagos.

De repente, Robin vio que el espadachín se levantaba de golpe de la mesa. Asustada por ese repentino movimiento, alzó la vista hacia él para encontrarse con una expresión seria y unos ojos precavidos. Siendo consciente de que algo iba mal, pues el espadachín había situado una de sus manos en la empuñadura de sus katanas, le imitó y se incorporó, poniéndose en guardia. Intentó agudizar el oído, percibir aquello que tanto había alterado a Zoro, pero la ventaja que le concedía el Kenbunshoku no Haki al peliverde era insalvable por la morena. Rindiéndose, Robin se atrevió a hablar.

-          ¿Qué sucede?

Zoro no respondió, tampoco la miró. Sus ojos estaban completamente fijos en la puerta, observándola atentamente y sin parpadear. Y, finalmente, el espadachín comenzó a moverse, muy despacio, hacia ella.

Robin observaba todos y cada uno de los movimientos de Zoro, preparada para actuar si era necesario. El espadachín avanzaba con cautela y con gran lentitud, pero finalmente llegó ante la puerta, donde esperó.

¿Y a qué espero? Pues a que se abriera.

Nada más escuchar el sonido de la manilla al bajarse, Zoro desenfundó su katana y Robin puso sus brazos en posición. Cuando la puerta estuvo abierta, el filo de la espada negra de Zoro estaba sobre la garganta del intruso, clamando por su sangre. Sangre que nunca consiguió beber, pues nada más el espadachín vislumbró el rostro de la persona que había invadido el barco, una corriente eléctrica recorrió todo su cuerpo, paralizándole por completo. Incluso Robin ahogó un respingo, dando un paso hacia atrás al mismo tiempo que bajaba sus brazos.

Y es que Zoro había estado a punto de acabar con la vida de su capitán.

Con los ojos muy abiertos a causa de la sorpresa, Luffy observó que el espadachín también mostraba una gran sorpresa en su rostro. Pero ese sentimiento desapareció instantes después, siendo sustituido por el enfado que Zoro manifestó apretando los dientes y endureciendo su mirada.

-          Luffy – gruñó secamente mientras apartaba su katana de la garganta del pequeño. - ¿Por qué estás aquí? ¡Maldita sea! ¡Casi te corto!

Observando al malhumorado espadachín envainar su katana, Luffy soltó una suave risilla.

-          Lo siento, Zoro – sonrió al espadachín, quien seguía mirándole molesto. Girándose hacia Robin, quien contemplaba a sus nakamas entre asustada y divertida, continuó. – Robin, puedes ir con los demás. Yo me quedaré.

Ante las palabras del pequeño y el asombro del espadachín, Robin no pudo contener su risa. Sabía de sobra que Luffy no tardaría en ir a buscar a Zoro, porque lo que más había esperado el pequeño de ese día había sido poder compartirlo con su preciado espadachín. Sin embargo, no se había imaginado que llegaría tan temprano, y en ese momento hasta lo lamentaba. Con las ganas que tenía de comer el Osechi Ryouri que había preparado el cocinero, y ahora tendría que irse sin probarlo.

Suspirando levemente y sonriendo con amabilidad y comprensión, Robin asintió con la cabeza mientras comenzaba a caminar hacia la puerta. Al pasar junto a Zoro, le dirigió una mirada de complicidad que el espadachín no logró corresponder a tiempo, pues seguía sorprendido por la aparición del pequeño en el barco, y asustado por la imagen de su katana en su garganta.

Cuando llegó frente a su capitán, quien aún estaba bajo el marco de la puerta, impidiendo el paso, la morena sonrió.

-          Feliz año nuevo, capitán.

Luffy correspondió la sonrisa de la morena, haciéndose a un lado y dejándola pasar. Sin demora, Robin abandonó tanto la cocina como el barco, caminando por el muelle en dirección a la calle principal. Y una pequeña risilla escapó de sus labios cuando vio al esqueleto esperándola en la entrada de ésta.

-          Robin-san, realmente estás espléndida con esa ropa. ¿Me permitirías ser tu acompañante esta noche?

-          Claro – sonrió, comenzando a caminar junto al esqueleto, perdiéndose por las calles de la ciudad.

Notas finales:

Err... bueno, debo decir que la idea de los yukata queda poco desarrollada en el fic, tenía pensado darle más juego. Así mismo, falta una conversación más... elocuente entre Zoro y Robin, y también la despedida de Luffy de sus nakamas y la explicación de por qué Brook estaba esperando a Robin.

No valgo para escribir One Shots xDD Lo siento, chicas, en serio T-T No estoy a la altura del reto xDD

En fin, pasemos a la siguiente parte ~


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).