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2 Semanas por neusa chan

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Notas del fanfic:

Two-shot

SHINee

2min

MinHo x TaeMin

SHINee no me pertenece, sólo los tomo prestados por un rato.

 

Notas del capitulo:

Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que escribí algo, así que espero no estar oxidada. Espero que les guste mucho y lo disfruten.

Después de mucho buscarla, por fin, Choi Minho encontró la novela. Era uno de esos libros con poca trama y una historia de amor patética que tanto le gustaban, mas sabía no podía compartir con nadie. Ninguna persona sobre el planeta tierra debía saber que Minho leía historias de amor idiotas, porque él era casi la masculinidad personificada. Casi…

Con la más enorme de las sonrisas, Minho se sentó en una de las mesas vacías de la biblioteca. Primero acarició con la punta de los dedos el título dorado de la portada, después siguió con la primera página, y entonces, sólo después de acariciar esa primera hoja, empezó a leer.

La noche lo sorprendió en la última página con los ojos bañados en lágrimas. Había sido una de las mejores historias que había tenido el agrado de leer, con escena erótica incluida. Cerró el libro con cuidado y lo dejó sobre la mesa. Mañana regresaría y lo leería otra vez.

Pero así no fue como sucedió.

Minho caminó con paso firme al lugar exacto en que había encontrado el libro el día anterior; sin embargo, ahí no estaba. Lo buscó disimuladamente por los alrededores, sin éxito. Y aunque el libro le había encantado, no estaba tan desesperado como para preguntarle al bibliotecario dónde se encontraría. De su secreto amor por las novelas romanticonas NADIE debía enterarse.

Ubicó el espacio vacío donde debía estar su libro y tomó el inmediatamente anterior. Minho estaba triste por no haber conseguido el otro, pero la nueva novela prometía una historia excitante y toneladas, muchas toneladas, de romance rosa y cursi.

Repitió el procedimiento del día anterior. Notó que las hojas de este libro estaban más gastadas y eso le gustó. Pensar que otras personas habían disfrutado esos libros como lo hacía él, lo emocionó sobremanera. Nuevamente terminó el libro cuando oscureció en la biblioteca. El pensamiento de la novela perdida no cruzó su cabeza hasta el día siguiente.

¡Es que debía ser una broma!

EL tercer día, Minho miraba sorprendido el vacío de dos libros en la estantería de la biblioteca. Era bastante extraño, considerando que casi nadie se acercaba a esa sección, pero ahí estaban. O mejor, no estaban. Y eso a Minho le preocupó, pero sólo un poco.

Sin prestarle demasiada atención, tomó otra novela que se inclinaba hacia el lado por el vacío de los otros libros y se la llevó a una mesa vacía. Esta vez, Minho no pudo continuar con la rutina de acariciar el libro, porque se sintió de pronto tan incómodo y el aire a su alrededor tan enrarecido, que supo que alguien lo estaba observando fijamente.

¡Y rayos, que podía darse cuenta!

Miró a su alrededor sin encontrar a nadie. Sin embargo, la sensación de unos ojos taladrándole la piel no se fue hasta que se puso de pie, ya acabado el libro y la oscuridad cernida en la biblioteca. Después de salir, se sintió libre de esa mirada invisible.

El cuarto día, Minho se acercó, casi morbosamente, a la estantería, esperando encontrar y al mismo tiempo no encontrar el libro que había leído el día anterior. No supo qué sintió al ver allí el espacio en la estantería.

Faltaban tres libros.

Los mismos tres puñeteros libros que él se había leído.

Le aterrorizó pensar que alguien sabía que él leía novelas románticas y se llevaba los libros para chantajearlo. Pero desechó la idea rápidamente. ¿Quién le creería a alguien con pruebas tan inútiles? Lo que sí estaba claro era que alguien se llevaba los libros que él leía. Era coincidencia dos veces, mas no tres.

Minho se encargaría de encontrar al culpable de la pérdida de los libros. Para eso, caminó un poco más allá de la sección de romance, pero sin salir y tomó uno de los libros más grandes y anchos, además de llamativos. No resultó ser otro que Crepúsculo, de Stephenie Meyer. Minho sabía, por comentarios, que esa historia tenía una trama tan penosa, personajes planos y frases repetidas como para parar un tren, que no valía la pena ni leer título.

Por todas esas razones, lo había elegido. Vale, era una historia de amor, sin embargo, no era su estilo. Quien sea que estuviera llevándose los libros tendría que, por Minho, pedir Crepúsculo; si no lo hacía, se trataría de una coincidencia muy atemorizante.

Así pues, Minho se sentó en una mesa casi vacía; miró alrededor, como si se asegurara que aquel que se llevaba sus libros estuviera mirándolo, y empezó a ojear la novela. No quería leerla.  Pasó las páginas cada 35 segundos para no parecer tan desinteresado en la lectura.

En la noche, Minho dejó el libro sobre la mesa y se puso de pie. Se escuchaba el tic tac del reloj de la recepción. Entonces deseó, al ritmo del segundero, que Crepúsculo desapareciera de la biblioteca, como los otros libros.

No fue así exactamente.

Era el quinto día y Minho casi grita de felicidad al no encontrar Crepúsculo en su lugar de la estantería. Mentiría si dijera que no se sentía triunfador al haber atrapado por fin a su acosador. Empezó a hacer un discreto baile de ganador hasta que alguien le golpeó el costado con un libro.

Cuál no fue su sorpresa al girarse y encontrarse de frente con la manzana roja y brillante de la portada de Crepúsculo. Una mano sostenía el libro frente a su nariz.

—¿Choi Minho?— preguntó la chica que le pasaba Crepúsculo.

En su vida la había visto. ¿Quién era? ¿Acaso su acosadora? Ante este pensamiento no pudo evitar sonreír como un imbécil. Ella era muy bonita, definitivamente su tipo. ¡Y si tenía el libro en la mano significaba que lo había estado espiando!

—Sí, soy yo— contestó.

Ella extendió la comisura de sus labios hacia los lados, sonriendo, antes de hablar.

—Me pidieron que te entregara este libro.

Minho sintió que un cubo de agua le caía encima. Ella no era la ladrona de libros. Entonces, ¿quién?

—¿Quién te pidió eso?— preguntó Minho, recibiendo resignado el libro de las manos de la chica.

—Eso…— la sonrisa de ella se torció hacia la derecha—, es un secreto.

Antes de que Minho pudiera reaccionar, ella empezó a irse. Aunque antes de salir de su campo de visión, se giró para gritarle su nombre:

—¡Por cierto, soy Krystal Jung!

Lo siguiente que sintió Minho fue que una hoja se deslizaba dentro del libro y caía a sus pies. Se agachó para recogerla y notó que tenía algo escrito en una caligrafía apretada, pequeña e inclinada hacia la derecha.

“¿Por qué Crepúsculo? Pensé que no era tu estilo”

Minho soltó el libro, apretó el papel entre sus puños y salió corriendo.

Ni el sexto ni el séptimo día regresó a la biblioteca. Sin embargo, el octavo día tuvo que ir. Key, uno de sus amigos de la universidad, le había pedido que lo acompañara a buscar un libro sobre diseño de modas; y como Minho pasaba tanto tiempo en la biblioteca, debería saber cómo hallarlo.

Eran casi las cinco cuando Key y él entraron a buscar el dichoso libro. Minho no podía evitar observar hacia los lados y encogerse de miedo ante cualquier mirada que le dirigían. Tener un acosador sonaba atractivo, pero en la realidad le daba nauseas de sólo pensar que alguien lo estaba vigilando.

—¿Te pasa algo?— preguntó Key, frente a él.

Minho se rascó la nuca, nervioso, y miró encima del hombro de Key. Se dio cuenta que había una chica que lo miraba fijamente, tenía tres libros recargados en los brazos y, lo más importante, no era Krystal Jung.

Key vio cómo su amigo empalidecía y entreabría los labios. Antes de poderse quejar, Minho lo tenía agarrado de los hombros y le susurraba cosas inconexas en la oreja. Lo único que pudo rescatar de los fragmentos lo hizo echarse a reír.

—¿¡Te están acosando!?— exclamó.

—¡Sí!— le susurró en la oreja casi histérica, mirando hacia la espalda de Key.

—¿Es alguien que está detrás de mí?

Minho no pudo detener a Key cuando se giró y llamó a la chica que los miraba insistente. Se presentó como Choi Jinri.

—Pero pueden llamarme Sulli— dijo sonriendo.

—El adefesio parado aquí a mi lado— anunció Key, señalando a Minho. El aludido no se quejó porque el terror lo tenía paralizado—, dice que tú lo estás acosando.

Sulli rió, como si hubiese dicho el chiste más gracioso del planeta.

—Yo no. Pero sí que lo están acosando. Krystal y yo estamos ayudando.

Minho le dirigió a Key su mirada de yo-tenía-razón, pero este no le prestó mucha atención.

—¿Venías a traer un mensaje?— le preguntó a Sulli.

Ella extendió una hoja de papel que a Minho se le hizo familiar.

—Sólo tengo que entregar esto. ¡Me tardé casi tres días! Minho no aparecía por ninguna parte.

Ley y Minho lo leyeron cuando Sulli se despidió. Era una carta con la misma letra apretada, pequeña e inclinada a la derecha. Hablaba sobre los tres libros que Minho había leído, sus impresiones y pensamientos mientras los leía y, por último, manifestaba el deseo de conocerlo. Había firmado como el Ladrón de libros, en inglés.

Por supuesto, Minho no quiso conocer a nadie, ni hablar. Su único deseo era destrozar la emotiva carta, quemarla y regar las cenizas por todo el lugar. Por suerte, Key se encontraba ahí. Y aunque no entendía nada de lo que estaba en la carta –nadie sabía que a Minho le gustaban las novelas de amor-, la manera en cómo había sido escrito todo lo había emocionado. Al final convenció a Minho que se presentara a la cita con el Ladrón de libros.

Y así, el noveno día, Minho se quedó en la biblioteca hasta casi las nueve. La carta decía que a esa hora Krystal saldría del restaurante que estaba al frente, entonces Minho debería seguirla hasta encontrarse con una tienda de ropa. Allí estaría Sulli. Lo que sucedería después, Minho lo ignoraba.

Cuando fueron las 9, Minho siguió las indicaciones. Era una noche invernal especialmente fría y pudo ver los copos de nieve atrapados en su cabello y en los de Krystal mientras caminaban. Llegaron a la tienda de ropa en poco tiempo. Al verlos, Sulli los saludó enérgica.

—¡Se tardaron!— gritó.

Minho sintió que la irritación se le subía a la cabeza. No debía haberse tardado, ¡debió faltar a la cita del todo! Estuvo a punto de dar media vuelta, pero Sulli lo tomó de la muñeca y depositó sobre su mano un papel. Al abrirlo, se sorprendió de encontrar una letra tan perfecta, que parecía computarizada. Supuso que Ladrón de libros no la había escrito.

—Es una dirección— aclaró Sulli—. Allí debes ir ahora; así lo quiere Ladrón.

Minho asintió sin muchas ganas. Ya había empezado la aventura, ¿por qué no terminarla? Se despidió de las dos chicas y caminó hasta que le dolieron los pies. El aliento que salía de su boca formaba vahos frente a su nariz y el papel se humedecía de un sudor frío y nervioso en la palma de su mano. Aún con todo, llegó a la dirección.

Era una agradable librería de paredes coloridas y luces regadas por ahí. Le hacía honor a su nombre que podía leerse en la entrada: SHINee. Todo era demasiado brillante, incluyendo la sonrisa del hombre que estaba detrás de la caja registradora.

—¡Bienvenido a SHINee, puedes llamarme Onew!— exclamó, ampliando su blanquísima sonrisa.

Minho no pudo evitar devolverle el gesto, un poco desconcertado por el apodo que contrastaba con el nombre grabado en una placa pequeña en su uniforme: Lee Jinki.

Otra persona salió detrás de una puerta de madera al fondo, era mucho más bajo que él y su etiqueta lo nombraba como Kim Jonghyun.

—¿Minho?— preguntó. Él asintió—. Te estábamos esperando.

Ya, a estas alturas del juego, Minho sintió que la curiosidad por Ladrón de libros crecía a límites insospechados. Había pasado mucho por ocultar su identidad, por lo tanto, no podía ser ni Onew ni Jonghyun. Presentarse sin más frente a él no parecía el estilo de Ladrón.

Tienes que prometernos que no vas a girar nunca hacia atrás— le dijo Onew.

Minho se vio casi empujado por Jonghyun hacia la puerta de madera. Adentro había dos sofás amarillos dándose la espalda, de manera que si dos personas se sentaban en cada uno, no pudieran verse a la cara.

—¿Por qué?— preguntó Minho, demostrando más nerviosismo del que quería—. ¿Por qué no puedo voltear?

—Todavía no es tiempo— dijo Jonghyun, al borde de una carcajada.

—Promete que no girarás tu cabeza— repitió Onew.

Empujaron a Minho hacia uno de los sofás y Minho no tuvo más remedio que hacerlo. Lo prometió en un susurro casi inaudible, pero suficiente. Onew y Jonghyun intercambiaron miradas cómplices y se apresuraron a salir del lugar.

—No olvides que lo prometiste.

Entonces Minho se quedó solo y no supo nunca por cuánto tiempo. No había ningún reloj y a él, tampoco a su lado; no llevaba ni su teléfono consigo para revisar la hora. Empezaba ya a impacientarse cuando escuchó que la puerta de madera se abría. Después, pasos suaves, ligeros, como de bailarina.

La adrenalina se le disparó. Sintió todo su cuerpo en tensión. Gotas de sudor frías le caían rodando por la columna y la nuca. Era el momento. Por fin conocería a la persona que lo había tenido en el régimen del terror por más de un par de días. ¿Sería hombre o mujer? ¿Sería mayor o menor que él? ¿Sería algún enfermo mental, violador o asesino?

A punto estuvo de girarse, pero una voz que contestó todas sus preguntas mentales lo detuvo.

—Prometiste que no girarías.

No era la voz de Krystal. No era la voz de Sulli ni la de Onew. Mierda, tampoco era Jonghyun. Minho sintió nauseas.

—Lo prometiste…

—Ya sé— le contestó, la voz temblándole peligrosamente. Iba a vomitar, maldita sea, estaba seguro.

—Sí…

Era un chico, probablemente menor que él. Lo de violador o asesino enfermo mental lo iba a descubrir más tarde.

—No me hagas nada— rogó.

—¿Por qué te lastimaría?— le contestó la voz.

Minho sintió un ligero toque, como una caricia, en el cuello. Soltó un chillido aterrorizado parecido al de un cachorro y se lanzó hacia al frente, fuera del alcance de lo que sea que lo haya tocado.

No se giró. Nunca. No podía girarse, lo había prometido.

—¡Yo no quise!— gritó la otra persona en el cuarto. Minho escuchó los pasos casi imperceptibles volverse pesados al alejarse de él— ¡No quiero asustarlo, hyung!

Sí, menor que Minho. Podría haber hecho el baile de la victoria si no estuviera tan atemorizado.

—Sólo…— Minho luchó por recuperar la compostura— Sólo… no me toques.

No escuchó una respuesta. Al no poder girarse, usó las manos para tantear el sofá y encontrar el lugar correcto donde sentarse. Cuando estuvo seguro en su lugar, se permitió escuchar que el otro chico estaba sollozando.

Minho nunca había podido manejar las lágrimas. Por eso nunca hacía llorar a su madre, ni a ninguna de sus novias. Y ahora ese mocoso se atrevía a hacerlo sentir culpable echándose a llorar como una niña detrás de él.

—Escucha… no llores, por la mierda.

—¡No estoy llorando!— le contestó el otro, la voz dos octavas más alta y temblorosa.

—No, claro que no.

—¡Si hubiese sabido que eras tan borde no te habría querido conocer!— le gritó.

—Ese es el problema de acosar a las personas y no acercarse a hablar, como lo haría cualquiera que fuera normal— le espetó Minho con los dientes apretados.

—¡Es porque me gustas mucho!

Minho sintió que todo se volvía negro. Estaba loco. ¿Quién en su sano juicio haría lo que él hizo? ¡Encontrarse con su acosador como si se hiciera algo así todos los días! Ahora se pondría de pie y se iría… sí, se iría.

—¿Por qué no te has ido aún?— le preguntó el otro.

Minho soltó una risita sarcástica. Quería irse, pero no podía. Se había ido hasta ahí, no se iría sin conocer al menos el nombre de Ladrón.

No lo sé— hizo una pausa de varios segundos—. De verdad que no lo sé.

—Pensé que sería genial conocerte como en una novela.

Y se estableció el silencio. Después de un eterno minuto, Minho le dijo que si quería, podía sentarse. El otro se sentó el sofá detrás de él, algo dudoso. Al principio, Minho se tensó, sin embargo, pronto se acostumbró a su presencia tan cercana y a su peculiar olor.

—¿A qué te refieres?

—Ya sabes—Minho escuchó movimiento detrás de él. Supuso que el otro estaba moviendo los brazos mientras hacía gestos. Deseó poderlo ver—, todas esas novelas que tú y yo leemos. Los protagonistas se conocen de alguna extraordinaria manera y parece que es por eso que se enamoran y terminan juntos.

—Lees demasiadas historias cursis.

—Tú también.

Sin quererlo, Minho sonrió.

—Puta mierda, era un secreto.

—¿El qué?— le preguntó el otro.

—Que yo leo novelas románticas.

Minho escuchó al otro reír. Tenía una carcajada que solo pudo calificar como burbujeante.

— Lo planeaste todo. Acosarme y hacerme venir hasta aquí era parte de tu ideal de principio de historia de amor.

—Sí— el otro volvió a reír—, pero no ha salido como esperaba. Lo arruiné todo.

—¿Por qué lo dices?

—Bueno, cuando te toqué casi te cuelgas del techo.

La sonrisa en el rostro de Minho se borró. Se sentía avergonzado por su reacción anterior, aunque sabía que era imposible haber reaccionado de otra manera.

—Te tengo miedo— le confesó.

El otro dejó escapar un hondo suspiro.

—Entiendo— dijo.

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

El próximo capítulo estará el martes de la siguiente semana. Gracias por leer y nos vemos en el siguiente!


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