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De alguna manera por Yoshita

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Notas del fanfic:

Otra vez por aquí. 

Gracias a Kuroashi_ZXS por apoyarme y decirme que escribía bien, aparte de pedirme que subiera mas de esta pareja que tanto nos gusta, así como a otras chicas. 

Espero disfruten a esta nueva escritora de historias de One Piece. 

Notas del capitulo:

Una pequeña inspiración. De nuevo aviso que si hay incongruencia con la serie en algunos datos, es porque aun voy en Skypea. 

Si el texto se ve extraño, ya lo corregiré luego, está subido desde un iPod y el formato se daña algunas veces. 

Gracias por leer. 

De alguna manera se las había arreglado para salir medio muerto, otra vez. Y, de alguna manera, se las arregló para que Trafalgar Law lo encontrara en ese estado deplorable. Tenía ese "no se qué" que lo hacía intentar morir cerca del médico. Por segunda vez. Y como dicen por ahí, la tercera es la vencida. Seguro que acabarían en una alianza para que Trafalgar no tuviera que andar divagando si el Mugiwara estaba o no con vida. Sin embargo, en esa ocasión no había recogido sólo al Gomu Gomu, sino también al siempre perdido y al eterno pervertido perseguidor de mujeres. Al borde de la muerte. Tirados en el suelo. En un charco de sangre. Como alma que lleva el diablo. Literalmente. 

Estaba caminando por la costa de la isla a la que había llegado en la mañana cuando encontró los tres cuerpos tirados como peces muertos. Le sorprendió ver a esos dos que nunca había curado, sin embargo se alegró sobremanera al ver al Mugiwara. ¿Quién diría que se encontraría con su Mugiwara-ya en ese recóndito sitio? Era una isla en medio de la casi nada. Había desembarcado por capricho y, ¿por qué no?, por una corazonada que le decía que allí había algo importante para él, algo preciado, algo amado. Y al ver el rostro de Luffy no se había equivocado. Levantó el cuerpo del espadachín primero y lo dejó en la habitación contigua a la suya en la posada en la que se estaba quedando. Luego depositó al rubio a su lado y los dejó ahí, después los revisaría. Pero primero, el, ¿amor?, de su vida. Volvió a la playa y con suavidad exagerada levantó al tercer y último herido, al Capitán. Se encaminó de vuelta a la posada y dejó al moribundo en la cama de su habitación para luego revisar las profundas heridas que tenía. 
Debía primero asegurarse de que la tripulación no interfiriese en nada, en ese momento no quería dar explicaciones. 
Observó el cortado rostro del Mugiwara y se cuestionó lo que estaba haciendo para acabar así. 

-¿Alguna idea?- le dijo al inconsciente. Esperaba, por lo menos, que le respondiera con un quejido que indicara vida y que lo estaba oyendo. 

-Sanji...- susurró. Vaya, eso era mas de lo que había pedido. Entonces, ¿tenía que ver todo con ese rubio?
 

 

La luz mortecina de la tarde se colaba por la ventana semiabierta, incidiendo en el espejo de la habitación. Los reflejos dorados acariciaban el rostro inconsciente del idiota. La luz le molestaba. Abrió los ojos. No supo donde ni con quien estaba. Sólo le importaba una cosa. 

-¡Sanji!- se levantó de golpe mirando a sus lados buscando hallar pista alguna. En su lugar halló la respuesta. El cocinero estaba acostado a su lado, herido y sangrante, inconsciente a todo, ajeno a la situación. Le acarició los cabellos, le apretó la mejilla con suavidad y le pegó una ligera cachetada. 

-Imbécil. Idiota. Estúpido. ¿Sanji?- preguntó. 

No recibió respuesta alguna. 

Se miró. Su estado era terrible, pero se había repuesto mientras dormía. Eso era algo práctico de él. 

Zoro se retiró la camisa y luego retiró la del cocinero justo después de retirar la chaqueta de este. Se levantó de la cama y entró al baño, se lavó la cara y luego lavó su camisa blanca llena de cortes y sangre, tomándose su tiempo y acabó por echar agua en una cubeta para acercar a la cama. Tomó la pequeña silla de la habitación y la acercó al paciente. 

No sabía dónde estaba, ni cómo había llegado allí, pero primero Sanji, siempre él primero. 
Cortó la camisa del cocinero en vendas y usó un trozo sobrante para humedecerlo y limpiarle. Vaya que la arpía esa había tenido razón: había sido buena idea mandarlo a aprender primeros auxilios de castigo con Chopper sólo por haber roto el nido de cuervo y un trozo del mástil, añadiendo un agujero en la cubierta y medio timón en el agua.

Todo fue culpa de Sanji. 

Las heridas no eran profundas, no tanto como las propias, pero era obvio, él había recibido todo los sablazos dirigidos al esbelto cuerpo del cejas de sushi. 

Con los pedazos restantes de tela improvisó unas vendas que colocó en el pecho y luego cortó la chaqueta, creando vendajes para los brazos, una pierna, luego de haberle roto el pantalón a la altura del muslo con delicadeza para poder curarle, y la cabeza. Le quitó los zapatos y las medias y las dejó a un lado de la cama. 

Tomó su camisa, ya seca, y se la colocó al cocinero de manera que lo tapara. La camisa le quedaba grande, un poco, cosa que le arrancó una pequeña sonrisa torcida. Se veía bien en su ropa. Muy bien.

De alguna manera, quería al pervertido cocinero cejas torcidas. 

-¿Cómo se vería entre mis brazos?- se preguntó. 

-Apuesto a que bien- le respondieron a la espalda. Se sintió desarmado. Había dejado sus espadas al lado opuesto de la cama. -Veo que te has despertado, Roronoa-ya. 

-Tu...

-No digas nada- miró a Sanji- has hecho un buen trabajo. ¿Qué les pasó y por qué?

-¿Te importa?

-Quiero saber la causa de las heridas de Mugiwara-ya, y las quiero saber ahora- demandó con voz fría y contenida. En ese momento, su preocupación era el chico que al que, ciega e involuntariamente, le había dado su corazón. Y estaba dispuesto a hacerlo de manera literal. 

-¿Dónde esta Luffy?

-No has respondido.

-Tu tampoco. 

-Ah...- suspiró y se rascó la nuca- él está acostado en la habitación adyacente. Está dormido. Además ya lo traté. 

-No le pongas un sólo dedo encima- amenazó. 

-¿Esa es la manera de hablarle a quien los salvó?
Zoro lo miró. 

-¿En dónde estamos?

-En una isla en medio de la nada. Ni siquiera se el nombre, sólo paré a...- "¿a qué? ¿A esperar al Mugiwara?"- a buscar comida y medicinas. 

-¿Por qué nos salvaste?

"Excelente Law, ¿ahora que le vas a decir?" 

-Por el Mugiwara- aceptó parte de la verdad. Dio la vuelta y salió por la puerta, trancando luego de salir. 

-Maldito...- iba a seguirlo, pero un quejido de Sanji lo detuvo. -Primero él- se dijo y volteó su rostro a encarar el del rubio. 
 

 

Abrió la puerta con cuidado de no hacer ruido y trancó luego de entrar, había dejado al Mugiwara solo por un corto espacio de tiempo, pero no se fiaba, ese chiquillo era impredecible. 

Escuchó unos ligeros toques en la puerta. 

-Diga. 

-Era para avisarle- le dijo la recepcionista- que el servicio de aguas termales ya está disponible. 

-Gracias. 

-Con gusto. 

-Un momento- la detuvo- ¿podría traerme servicio a la habitación? Deseo carne, entre mas, mejor. 

-Si señor- oyó a la chica retirarse. 

Oh. De alguna manera tenía suerte. Eso era un giro inesperado a su extraña situación. Deliciosas y medicinales aguas termales. Rogó a Roger que el Mugiwara despertara para poder llevarle. Y rogó aun mas para que los baños estuvieran solos en el momento en que se encontraran ambos. Debía decirle la verdad al Capitán antes de que lo perdiera, con la suerte que tenía, incluso mañana mismo podría acabar en las prisiones de la Marina o de cebo desde algún otro barco pirata. Era impredecible. Monkey D. Luffy era impredecible.

Suspiró. 

Miró al herido. Dormitaba con ganas, incluso se le oía roncar. Estaba boca arriba con los vendajes al aire. Los mechones de pelo caían sobre su cara y el sombrero y el chaleco descansaban en el perchero de la habitación. Trafalgar Law lo había dispuesto todo de la mejor manera posible. 
Suspiró de nuevo. Ya se estaba haciendo tarde. Ya anochecía. 

-Car... Ne...

¡Al fin! Una señal de vida. La tomó como algo de donde agarrarse. Lo iba a despertar. 

-Mugiwara-ya. 

Le salió en susurros sin quererlo. 

-Mugiwara-ya, despierta- llamó. 

Los ojos del chico comenzaron a abrirse y sus manos comenzaron a tantear el sitio donde se encontraba. 

Law sonrió. Logró lo que quería y la comida no demoraría en llegar. 

-¿Dónde...?

-En una posada- respondió ante la obvia pregunta. 

-¿Cómo...?

-Yo te encontré, bueno, los encontré, y los traje aquí. 

-¿Y ellos...?

-En la habitación del lado. 

-¿Quién...?

-Me insultas- se carcajeó y se sentó a su lado en la cama- Trafalgar Law, apuesto a que me recuerdas. 
-...- volteó el rostro y lo vio, escondido bajo su sombrero de hongo. La mente comenzó a funcionarle y el cuerpo le jugó una mala pasada. Se sonrojó. 

-Oh...

-Torao...

-¿Eh?

-Trafa-loquesea es muy largo y raro y no me siento bien diciendo Law. 

-Como quieras- sonrió. Se sintió genial, incluso llegó al sonrojo al saberse con un nombre especial dispuesto por el Mugiwara. 

-Torao, tengo hambre. 

-Ya...- le interrumpieron unos toques en la puerta. 

-Servicio a la habitación- llamaron desde fuera.

Sonrió. La suerte estaba de su lado.

-Pase. 

La puerta se abrió y la joven de cabellos azules entró empujando un carrito con varios platos grandes cubiertos con domos de plata. Situó el carrito frente a la cama por el lado en el que se hallaba Trafalgar. Se retiró con suavidad y cerró la puerta. 

-Adelan...- el chico se lanzó a la comida-... Te- se carcajeó por lo bajo al ser testigo de la impaciencia del Mugiwara. Era increíble lo rápido que comía sin atorarse, además del hecho de que comía demasiado. 

Se vio tentado a probar un poco, así que, con el mayor de los cuidados, robó un diminuto trozo de carne y se lo llevó a la boca. Estaba bueno.

-Efneta dichgro. 

-¿Qué?

Tragó. 

-Que está rico. 

-Qué bueno. 

-Pero lo que hace Sanji es mejor. 

-Veo...

-¡Sanji!- se detuvo de comer, de manera milagrosa y sorpresiva- ¿cómo está? ¿Vivo? Por favor, dime que si.

-Si, está vivo- se extrañó con esa pregunta. 

-¿Y Zoro?

-También. 

-Menos mal- siguió comiendo. 

Trafalgar se levantó y caminó por la habitación intentando crear el momento en el que le dijera al Mugiwara la verdad. Lo invadió el miedo. Si, él estaba asustado, el mismísimo Cirujano de la Muerte. "Ni que me fuera a quitar el corazón", se dijo y rió, "el idiota ya lo hizo, hace bastante". Miró de reojo al comensal y se le dibujó una sonrisa, se sentía estúpido. ¿Cómo había llegado a enamorarse? Además de que amaba a alguien cuyo objetivo era el mismo que el suyo. "¿Y qué mas da? Yo quiero estar con él, por mas extraño que suene". 

Mientras él cavilaba acerca del Mugiwara, Luffy no podía relajarse, ni comiendo. Estaba con él en la misma jodida habitación y sentía esa mirada gris sobre si mismo todo el tiempo. Podría decir que era como en esa historia de Usopp donde la chica se enamoraba del incógnito caballero que le había salvado la vida y luego habían sido separados por azares del destino, era lo mismo. Sólo que en esa época era lo suficientemente inocente como para no saber lo que quería decir "enamorarse", no hasta que Robin le explicó y luego le mostró un ligero ejemplo, poniendo nervioso a Franky. Eso había bastado, de alguna manera, para aclarar las dudas del infantil Capitán. Así que descubrirse enamorado de su salvador no era tan extraño, por lo menos, no para él. El problema yacía en el manojo de nervios en el que se había convertido al sentirse tan cercano a Torao, como había decidido llamarle. Era ese o Traffy y, en realidad, pensó que Torao le hacía mas justicia... Aunque quizá usara Traffy en algunas ocasiones. 

Volviendo a sus nervios, eran estúpidos. Él hasta ahora entendía de romances y esas cosas, lo sentía natural. Pero en él. No sabía qué tan natural era para otros o que tan difícil fuera decir la verdad. Como Zoro, que aun no se atrevía a decirle a Sanji que lo amaba, toda la tripulación lo sabía, menos Sanji. Es que hasta él se había fijado en eso. Claro, luego del sermón de Robin sobre enamoramiento y relaciones, todo por su pregunta inocente: "¿qué le pasa a Zoro?"  Tal vez le dieron mas información de la que requería o necesitaba saber, pero ahora, gracias a los "síntomas" descritos por la arqueóloga, entendía como se sentía hacia Torao. Y eso que no se acordaba del nombre. Siguió comiendo. 

-Mugiwara-ya, hay unas aguas termales en la posada y son medicinales, es mejor que vayamos a ellas y que te bañes por un buen rato- no era mentira. De verdad Trafalgar pretendía que el chiquillo se curara. Pero...

-Entonces llevemos a Sanji y a Zoro- pero temía esa sugerencia. 

-Ellos...- pensó- ... Aun duermen. 

-Oh...- se escapó de sus labios llenos de carne y salsa- entonces deja que termine de comer. 

Asintió. Se sentó a su lado a disfrutar el verlo comer. Pequeñas gotas de salsa se escapaban de las manos y boca del chico e iban a parar a la ropa y cara de Trafalgar, manchas que el Mugiwara no demoraba en tomar de nuevo con sus manos de goma y llevarlas a su boca. Era un impulso involuntario que a Trafalgar lo tenía de punta.

Intentaba respirar calmado, lográndolo al final. 

-Terminé, pero no porque esté lleno, es que...- miró los platos vacíos y se tocó el estómago- se acabó. 

-Ya, está bien, cuando volvamos pediré mas, ¿hecho?

-¡Hecho!- sonrió y comenzó a saltar en la cama. 

-Baja de ahí. 

-Bueno- se bajó sin cuidado y se situó frente de Torao. 

-Vístete- le señaló el perchero con el chaleco y el sombrero. Hizo lo que le pidió. 

-Listo. 

-Vamos- caminó a la puerta y la abrió para dejar que Luffy saliera, trancando luego de salir, cerrando con llave la puerta y colgando esta en su cuello. Mientras se alejabas, lanzó una rápida mirada a la habitación contigua. Parecía estar todo en orden. Si era cierto lo que sospechaba, ese espadachín no dejaría el lado del rubio en ningún momento.  

Luffy iba a su lado silbando y caminado con gracia. No dejaba de sorprenderse por las miles de esculturas que decoraban los pasillos y las pinturas que adornaban las blancas paredes barnizadas. Se acercó especialmente a una en donde el mar se veía demasiado real, era un paisaje nocturno adornado con la luz de faroles y la luna. 

-¡Mira Torao! ¡Es MUY real!

-Mugiwara-ya...- no encontraba cómo decirle- eso... Esa es la ventana. 

-Oh... ¡Yo quiero una así en mi barco! No, una no. Muchas de esas en donde siempre se vea la luna.  

-Mugiwara-ya...- quería protestarle, quería refutarle, pero no hallaba argumentos lo suficientemente simples para convencerlo, además de que era un extraño capricho. 

-Yo quiero una Torao- hizo un puchero. ¿¡Cómo iba Trafalgar Law a resistirse ante eso?! Cerró los ojos y respiró profundo. 

-Será luego- no se sintió capaz de negarse. 

-¡Yay!

Continuaron hasta la puerta de las termales para hombres y entraron. Trafalgar cruzó los dedos. 

Bingo. 

Estaban solos. 

La pila de toallas estaba sobre una mesa y los casilleros para guardar ropa estaban todos desocupados. 

-¡Termales!- corrió al pasillo que llevaba a las piscinas siendo detenido por una mano en el cuello de su chaleco. 

-Un momento. 

-¿Qué?

Se sintió arder. Eso iba a sonar muy, pero muy sucio y pervertido. 

-Tu ropa...- suspiró- quítate la ropa. 

-¡Verdad! Se me había olvidado- comenzó a desvestirse con rapidez para entrar lo mas rápido posible al agua- ahora si, ¡termales!

-Un momento- cogió el nudo de la toalla que tenía anudada a la cintura. 

-¿¡Ahora qué, Torao?!

Suspiró. 

-El sombrero... Debes quitártelo. 

-Pero tu todavía lo tienes puesto. 

Ladeó el rostro para verse reflejado en uno de los espejos del baño. Su cuerpo semidesnudo, por la toalla en la cintura, gozaba de la moda de un sombrero blanco con puntitos marrones.

No se había fijado. Se recriminó internamente al recordar el motivo por el cual no se lo había quitado. 

-Yo me lo voy a quitar, es que... No he terminado de alistarme. Quítate el sombrero y espérame en el pasillo. 

Bajó la mirada. 

-Es que... Me da pena quitarme el sombrero- confesó. Según Robin, lo mejor era dar pequeñas pistas del interés que esa persona despertaba en ti. Pero a él no se le daban muy bien esas cosas al ser distraído e inocente. Además de que se le olvidaba que estaba enamorado de Trafalgar. 

-¿Pena? ¿Acaso no te peinas?- se burló. 

-No- sacudió la cabeza. Allí iba- es que... Me siento nervioso. Te veo y me sonrojo, entonces en mi sombrero me oculto, es como...- susurró- una protección. 

Abrió los ojos y la boca y agradeció que el Mugiwara estuviera mirando el suelo. ¿Acaso le había robado la razón? Tampoco él quería quitarse su sombrero para poder esconder ese carmín que pintaba sus mejillas al fijarse en el pequeño e infantil Capitán.

De aluna manera se sentía indefenso ante los ojos negros del Mugiwara. 

-Hagamos algo- le propuso poniendo sus manos en los hombros del mas bajo, captando su atención y su mirada- ambos nos quitamos el sombrero, ¿vale?

-¡Si! !Es muy justo!

-Bien... Uno...

-Dos...

-Tres- dijeron al unísono y se quitaron los adornos de su cabeza. Quedaron exactamente en la misma posición: con los brazos extendidos hacia arriba sosteniendo sus sombreros por los lados. Se miraron por un rato y luego Luffy estalló en estridentes carcajadas, dejando el sombrero al lado de su ropa y caminando al pasillo para salir a las piscinas. Se dio vuelta para ver a Trafalgar. 

-Vamos Torao, apúrate. 

-Ya voy- se quitó la llave que traía en el cuello y la dejó sobre su sombrero. 

-Oye Torao...

-¿Si?

-¿Por qué tienes tantos tatuajes?

-Ellos gritan lo que yo no puedo con mi voz. 

-Ah... ¿Y eso qué quiere decir?

Rió por lo bajito. 

-Nada, no es nada. 

 

 
No despertaba y se le estaban crispando los nervios. Sanji no era de esos que se quedara mucho tiempo dormido ni mucho menos inconsciente. Se sentó a su lado y le acarició en cabello, retirándolo del rostro suave del cocinero. Acarició los cerrados párpados y delineó las curvas cejas que disfrutaba molestar. Palpó y se deleitó con la textura de los labios finos y se tentó a morderlos, pero se detuvo. No podía aprovecharse. 

-¿Querrías despertar, por favor?

-¿Querrías... Dejarme dormir?

-Je- sonrió de lado- no quiero- le confesó con seriedad. 

-Zoro...- lo llamó quedo. Hizo amago de levantarse pero Zoro lo detuvo- déjame, quiero sentarme. 
Zoro le reprochó con la mirada y Sanji hizo lo mismo, recibiendo un suspiro rendido y la ayuda del espadachín. 

-¿Dónde estamos?

-No tengo idea, pero se que estamos en una posada. 

-¿Cómo?

-Trafalgar Law. 

Los ojos de Sanji se contrajeron por un instante. 

-Ah... Veo. 

Se quedaron en un incómodo mutismo. 

-¿No tienes frío?

-No. ¿Y tu? Debes estar aun mojado. 

Sanji se miró. Se sentía húmedo y frío, pero el calor que la prenda blanca le proporcionaba era contrastante. Definitivamente era la camisa de Zoro. 

-¿Por qué tengo tu camisa?

-No podías usar la tuya. 

-¿Por qué?

Se sintió reacio a contestar. 

-La usé para vendarte. 

Un sonrojo tomó la mejillas de Sanji. Observó al espadachín y a las miles de cortadas que surcaban su desnudo torso.

-Imbécil- le susurró desde la cama. 

-¡¿Qué?!

-¡Imbécil!

-¿¡Ahora que hice?! ¡Deberías decir gracias por haberte curado!- replicó enojado y se puso de pie, apretando los puños. El sudor perlaba su pelo verde. 

-¡Yo! ¡Claro, como fui yo el que se dejó atravesar! 

-¡Pues yo no fui el estúpido que se dejó secuestrar!

-¡No fue mi culpa! ¡¿Sabes?!

-¡Ah no!- añadió con ironía enfrentándolo- ¿¡me vas a decir de quién es la culpa?!

-¡Tuya! ¡Es toda tuya!

-¡Claro, yo!- el sarcasmo se marcaba en cada letra- ¿¡y por qué yo?!

-¡Es tu culpa...!- Sanji agachó la mirada y comenzó a sollozar. Esperaba que la razón que le habían dado esos hombres fuera cierta, guardaba esperanza, de alguna manera- es tu culpa...- susurró- es tu culpa por enamorarte de mi. 

Dejó caer en seco el vaso de pasta que tenía en la mano. Este se estrelló con el piso de madera rompiendo el incómodo silencio. 

-¿Qué dices...?- preguntó con voz temblorosa. 

-Ellos dijeron. Ellos iban por ti, no por mi. Ellos...- tragó saliva- ellos querían tu cabeza, dijeron que era algo personal. Habían oído rumores de que viajabas con Luffy y se guiaron por eso. Cuando vieron que desembarcábamos, se fijaron en todos, pero tu no bajaste, ¿recuerdas? Tu te quedaste...- lo miró- porque yo tenía que quedarme. 

Zoro se sintió expuesto. Se sentó en el suelo antes que las piernas le fallaran. 

-Pero tuve que bajar por comida- continuó- supongo que en alguna de tus siestas antes de que me fuera y mientras te vigilaban, dijiste mi nombre entre murmullos y se fijaron en eso. Decidieron hacerte sufrir conmigo, sabían que era importante para ti... Que me amabas. Pero no sabían quien era. Me siguieron, por simple intuición, esperando que yo llamara al "Sanji" que necesitaban. Nunca pensé que me encontraría con Usopp y me llamara. Por mi nombre, obviamente. Y ahí fue que perdí todo. Me cogieron. Me llevaron. Suerte que Luffy se dio cuenta. Nos siguió hasta el barco y allí fue que te tentaron y te hicieron seguirme. Subimos a su barco... Y ya sabes el resto- acabó apartando la mirada y dejando salir unas lágrimas. 
La cabeza le daba vueltas. ¿Hablaba dormido? Debería comenzar a tener cuidado. Pero la sangre le hervía, esos tipos... No se sentía lo suficiente lleno de venganza, necesitaba mas. Necesitaba sangre. Necesitaba muerte. Caminó pesadamente y tomó sus espadas. 

-¿A dónde vas?

-Voy a matarlos. 

-Zoro...

-¿Qué?- espetó con rabia contenida. Sanji sólo soltó una risita. 

-Ya los mataste. 

Se detuvo. ¿Cómo se le había podido olvidar aquello? Se sintió enrojecer. Quería morir de pena. Pero ese era el menor de sus problemas, ahora ¿qué le diría a Sanji?

-Marimo- le llamó. Quería evadirlo, escapar para poder elegir sus palabras de manera adecuada y cuidadosa. Suspiró dando la vuelta. 

-¿Qué quieres, cejas de sushi?

-La verdad. 

Suspiró de nuevo. Lo pensó por un tiempo, cerró los ojos buscando concentrarse.

-A la mierda- se sentó de súbito al lado del cocinero- Sanji- lo llamó. 

-Estás comenzando a asustarme, me has llamado por mi nombre. 

-¡Arg! Pues muérete del susto, idiota. 

-Ya, ven. Me comporto- prometió. 

-Yo. 

-Tu. 

-Nosotros. 

-Vosotros. 

-Muere. 

-Me gusta Zoro. 

-¿Qué te gusta?

-Ay marimo, ¿no sabes escuchar? Hay una diferencia entre "me gusta, Zoro" y "me gusta Zoro". ¿Notas la coma, la pausa?

El marimo lo pensó por un momento. Al entenderlo se tiñó de un carmesí intenso. 

-Me gusta Sanji. 

-¿Ves? Ya vas entendiendo. ¿Era muy difícil?

-Deja de molestarme- le riñó con una sonrisa- te quiero, asqueroso e imprudente cocinero de tercera. 

-¿Por qué de tercera?- le rezongó con un puchero. 

-Porque ambos tenemos algo con el tres- sonrió. 

-¿Con el tres?

-Si. ¿Te lo explico con plastilina, cocinero?- lo retó con la mirada. 

-Me parece, ya que no logras explicarte con palabras...

-Muere. 

-Ya, explícate. 

-Ah- tomó aire- tengo tres pendiente en mi oreja y uso tres espadas, mi Santoryu. 

-Ajá. 

-Y tu te llamas Sanji. 

-¿Y?

-San... Tres... ¿Es muy difícil?

-...- lo pensó por un momento- ¿cómo es que te diste cuenta?- preguntó asombrado, después de todo, el marimo no era tan despistado. 

-¿Te sorprende? Soy mas observador y analítico que tu. Además, todo parece indicar que tengo una cosilla por el número tres y lo que implica. 

-¿Entonces no es atracción hacia mi sino una simple estupidez por un número impar?

-Si quieres puedes ser mi único tres. 

-Eso suena tan raro...

-¡Pues perdone usted Mr. Prince,- le reprochó enojado poniéndose de pie- pero no todos tenemos la cursilería y ternura a nuestro favor! ¡Agradece que te digo algo!

Sanji reía. Zoro era Zoro. El espadachín mas idiota y despistado del mundo. El marimo mas extraño de todos. El hombre mas fuerte. El ser al que mas amaba. 

-Marimo...- le dijo meneando la cabeza de lado a lado- ¿porqué no te callas y me besas?

-Hasta que dices algo útil. 

Se sentó en la cama a su lado y le acarició los sonrosados pómulos, deslizó su dedo recorriendo el enrojecido rostro. Delineó las cejas. Palpó los suaves párpados y rozó levemente los labios antes de acercarse. Inspiró y expiró por la boca, dejando que su aliento acariciara el rostro del rubio, cuyos labios entreabiertos dejaban salir aire de manera arrítmica. Se lamía los labios con torpeza y sus párpados caían. Sus labios se unieron de forma lenta y cadente, sus alientos se juntaron y sus párpados cayeron, presas de una sensación placentera. Las manos fuertes de Zoro acariciaban con ternura las mejillas y el cabello rubio, mientras que las de Sanji descansaban en el pecho desnudo del espadachín. Poco a poco, comenzaron a mover sus labios, que se habían quedado estáticos sobre los del otro. Se movían con calma y la cadencia del beso los inundaba. Así como la tarde había caído, ellos habían rendido su pasión ante un completo idiota en el que ponían su entera confianza y entereza, su profundo sentimiento de querer que poco a poco iría creciendo. 

Se separaron en busca de aire, pero no por eso dejaron aparte sus manos. Zoro se apoderó de nuevo de los labios finos del cocinero, su lengua probó pliegue por pliegue cada zona de los labios ajenos, degustó el aliento que se colaba entre los labios entreabiertos mientras que comenzaba a dar pequeñas mordidas en el labio inferior. Para ser su primer beso no lo hacía mal. Sanji parecía perdido, un beso era un simple contacto, pero este... Ese si que se quedaba corto. Era mas. Era un sentir. Un transmitir. Un querer. Se sintió amado y deseado. Protegido. Sonrió en los labios de Zoro. 

-Ma...- tomó aire- Marimo. 

-Si- susurró sobre sus labios, moviéndolo ambos al son de la afirmación. 

-Recuéstate conmigo- odiaba admitirlo, pero estaba a punto de perder el conocimiento, se sentía desfallecer, no sólo por sus heridas, Zoro tenía parte de la culpa. 

-Lo siento- lo recostó en la cama y se situó a su lado- lo olvidé. 

-Está bien- susurró- sólo espero no olvides esto- le tocó los labios- yo no lo haré. 

-No soy tan despistado... O tal vez si, pero si lo olvido- tocó los labios de Sanji en respuesta- tu estarás ahí para recordármelo. 

-Puedes ser tierno y dulce cuando quieres, ¿sabes?

-La verdad no. Esto es nuevo. 

-Me alegra estrenar... Te quiero- le dijo entre murmullos y se quedó dormido. 

-Me alegra tenerte- lo abrazó con propiedad y esperó el sueño. 
 

 

El pasillo era largo y algo tedioso. El aire era frío y lo único que tenían para cubrirse era una diminuta toalla delgada, a excepción del Mugiwara, quien estaba lleno de vendas. Luffy empezó a tiritar.

-Torao, hace frío. 

-Ya casi llegamos. 

Al final del largo pasillo había una cortina de madera. La empujaron encontrándose con el magnífico espectáculo de las aguas termales: una enorme montaña ascendía cubierta de verde, de su cima caía en cascada un riachuelo que se bifurcaba mientras bajaba, llegando a cuatro ramificaciones antes de caer al suelo y unirse como una sola.

Alrededor estaban rodeados por montañas, árboles, flores y faroles que parecían hechos por duendes y hadas. Era todo tan rústico y natural. Trafalgar se deleitó con lo que veía. Sus ojos buscaron al chico que iba a su lado para poder, al fin, decirle lo que sentía. 

-Mugiwara-ya...

-¡Ven Torao! ¡Está caliente!- le llamaron desde una piscina poco honda donde el Mugiwara estaba. Se sentó en uno de los bordes internos mientras le daba la única luz tenue de los faroles. No había luna. No había techo. Su resguardo eran las estrellas. 

Caminó a la piscina con calma y gracia. Entró al agua caliente, sintiendo el ardor del cambio de clima en su piel. Poco a poco se introdujo mas, adaptándose a la alta temperatura del agua. Se sentó al lado del Mugiwara. Miraron al cielo. 

-¿Cómo estás, Mugiwara-ya?

-¡Bien!- le dijo con emoción. Pero sus gestos cambiaron- tengo hambre Torao. 

-Te dije que comeríamos al salir- "o puede que comamos aquí dentro", descartó esos pensamientos pervertidos y se fijó en que el Mugiwara chapoteaba con el agua caliente. Era ahora o nunca- Mugiwara-ya. 

-¿Hmmm?

-Quiero...

-¿Me puedo sentar en tus piernas? 

Se puso rojo de imaginar las implicaciones de esa petición. 

-¡¿Sa-sa-sabes que significa eso?!

-¿Que me quiero sentar en tus piernas?

Intentó guardar la compostura. 

-¿Para qué?

-¡Caballito!- explicó sentándose en los muslos del Shichibukai. Puso una mano en una rodilla y con la otra apuntó al horizonte- ¡arre caballo!

-¿Qué?

-Arre. 

-¿Cómo carajo quieres que haga eso?

-Mueve tus piernas Torao, ¿acaso eres imbécil?- le dijo con naturalidad, había veces que, de alguna manera, se le olvidaba que estaba enamorado de Trafalgar. 

Law sólo suspiró, intentando calmarse. Comenzó a mover sus piernas de arriba a abajo, empujando con las puntas de sus pies. Se sentía idiota. "Pero de eso es que se trata el amor, ¿no? De hacer cosas que jamás harías, sólo por...", lo miró reír y se embelesó con las carcajadas que soltaba, "... Sólo por verle sonreír". Lentamente puso su manos sobre las del chico, que descansaban en sus rodillas morenas. Detuvo el movimiento de sus piernas y subió pausadamente sus manos sobre los brazos de goma que se estremecieron bajo su contacto.

Acercó su rostro a los hombros del chico y con sus manos en el pecho, lo empujó hacia si. Besó el hombro vendado y ascendió a la mejilla rosada. Posó su mano en la otra y le volteó suavemente el rostro para robarle un inocente beso. 

-Te quiero, Mugiwara-ya. 

-¡Torao!- le sorprendió la exclamación del pequeño- ¡yo también! ¡Te quiero Torao!
Abrió los ojos. Era mas de lo que podía pedir. De verdad que ese chiquillo era... Bueno, era lo que quería. 

-Te quiero mucho, al igual que a todos mis nakamas, y también a Shanks y a Coby y a... ¿Qué pasa, Torao?

La palma abierta de Trafalgar estaba en su propia mejilla, intentando pensar la manera en la que podía decirle la verdad... ¡Y que el chico entendiera! Tenía que hacer acopio de toda su fuerza. "Vamos, que no es tan difícil". 

-Mugiwara-ya...- comenzó- yo... Te quiero, pero...

-¡No digas "pero", Torao! ¡Es triste!

-¿Triste?- pareció confundido- ¿por qué?

-¡Porque siempre luego de un "pero", va algo malo!- reprochó, dándose la vuelta y enfrentando a Trafalgar, aun sentado en sus piernas. El agua le llegaba hasta la mitad de su espalda. El Shichibukai se carcajeó. 

-No siempre, Mugiwara-ya, no sabes que es lo que va luego de mi "pero". ¿Lo quieres escuchar?- el pequeño asintió- yo te quiero, pero...- rió- de una manera mas profunda y sentimental. De una manera simple, igual que tu, pero compleja al tiempo, porque, créeme, que me demoré en darme cuenta. De una manera romántica te quiero y te anhelo, te he anhelado y...

-¿Así que así son?- preguntó con su mirada gacha y sus manos tensas sobre los hombros del moreno- las confesiones de amor... ¿Así son?

-No siempre- sonrió, y la sonrisa se coló en su tono de voz- depende de muchas cosas. Pero dime, ¿te gustó?

-Si. 

-¿Y...?

-Que yo jamás tendría cerebro para decir algo así- se sorprendió. El Mugiwara estaba diciendo cosas muy... Cuerdas y poco acordes a su nivel normal de Coeficiente Intelectual- pero- sonrió, ese pero le gustaba- también puedo decir que te amo. 

-No lo dije de esa manera. 

-No demoras. 

Se miraron de manera intensa, intentando sostener las pupilas del otro. El silencio era casi tangible.

Hasta que rió. 

-Tienes razón- continuó con su ligera risa, suave, serena y fluida- no demoro. Te amo. 

-Shishishi, lo sabía. 

Se abrazaron. Se besaron. Se comenzaron a amar bajo las estrellas. La cabeza de Luffy descansaba sobre el hombro de Law. 

-¿Qué tienes?- preguntó el médico al notar la respiración agitada del chico- ¿cómo te sientes?

-Caliente...- susurró. Las mejillas de Trafalgar se tiñeron de carmín. ¿Estaba el Mugiwara excitado?- muy caliente... Torao, no siento mi cabeza...- eso lo sacó de su mente. Tocó la frente y el pecho del chico, quedándose de piedra al notar la elevada temperatura corporal. Luffy se abrazaba a su pecho- ayúdame Torao... Me traga...- la inconsciencia. El mareo. La fiebre le estaba produciendo alucinaciones. Tomó al Capitán en sus brazos y se levantó del borde, saliendo de la piscina lo mas rápido que pudo, dejando atrás el manto estelar que les cubría. Corrió el pasillo, que se le hizo eterno al estar en la situación en que estaba- Torao... Hay burbujas... Son negras...- aumentó de velocidad y llegó a los casilleros. Tomó las ropas de ambos y envolvió al Mugiwara en ellas, evitando a toda costa el frío viento. Se colgó el sombrero de paja en el cuello junto con la llave y se colocó su sombrero. Salió corriendo del baño a su habitación.

Tenía la mente tan concentrada en el Mugiwara, que, de alguna manera, había olvidado su habilidad para transportarse. 

 

 
Lo levantó un estruendo fuera de la habitación. Era una puerta cerrarse de golpe. Se levantó sin despertar a Sanji y salió con cuidado. El aviso de " no molestar" de la puerta de Trafalgar aun se balanceaba, lo que indicaba que esa era la puerta que acababan de trancar. Golpeó con insistencia. 

-Roronoa-ya. 

-¿Qué fue ese golpe?-le dijo serio. 

-Mugiwara-ya tiene fiebre, fui a buscar algo para él. 

-¿Luffy? ¿Está bien?- hizo amago de entrar y el Shichibukai no lo detuvo. Se abrió paso en la habitación y vio a Luffy tumbado en la cama, con un pañuelo frío en la frente y las cobijas hasta el mentón. 

-Sólo necesita descanso. Toma- le dio un frasco de vidrio- es para la fiebre. Kuroashi-ya puede necesitarlo. Tal vez pescó una infección con tantos cortes. Tu no la necesitas, eres un imbécil. Ahora fuera- intentó protestar, pero Law supo como hacerlo salir- Kuroashi-ya pudo haber despertado. 
¿Cómo sabía ese hombre que Sanji estaba dormido? Era como la arqueóloga... Nada se le escapaba. 

Se dio la vuelta y salió. La puerta se cerró con suavidad a sus espaldas. Tomó el pomo de la puerta de su habitación y la giró. Sanji estaba profundo. Sonrió y dejó el frasquito en la mesa auxiliar, junto a sus queridas espadas. 

 

 
-¡Yo los mato! ¡¿Dónde están?! ¡¿Dónde!?! ¡Abre la maldita boca, Usopp!- el tirador yacía amordazado contra el mástil. Un acusante dedo señalaba la enorme nariz y el sudor que escurría por su rostro. El reflejo de sus pupilas reflejaba una roja cabellera, como fuego, como Nami. 

-Yo.. No se... Yo sólo lo vi...

-¡Arg!- lanzó uno de los cuchillos de cocina nuevos, que Sanji le había pedido, contra el mástil, intentando canalizar su ira. El filo del cubierto cortó las pañoletas que ataban al narizón al mástil, quien se alejó de la navegante lo que mas pudo. 

-Navegante-san, ¿por qué no pensamos con cabeza fría un poco?

-Habla Robin- susurró Nami al borde de su desesperación. 

-Pudo haberlos reconocido alguien, deben estar ocultándose en algún lado. 

-O pueden estar buscando a Zoro- añadió Franky. 

-Es razonable, ¿lo ves? No hay que perder los estribos. 

-Bien. Iremos a la isla que queda frente a esta, puedo verla. Buscaremos allí y luego volveremos, ¿hecho?

-Hecho- afirmaron al unísono. 

-Nami-san...

-¿Qué?- espetó con ira. 

-¿Puedo ver tus...?

-¡NO!

 

 
El festival se extendía por las callejuelas de la isla. Mientras paseaban por las calles adoquinadas, habían visto el nombre del sitio donde estaban. "Islas Gemelas", y no era para mas, era un par de islotes alejados por poca distancia y parecidos entre si. Recordaron la isla donde habían sido atacados y se acercaron al muelle, pudiendo contemplar a lo lejos un relieve verde que indicaba la otra isla, compañera a la que estaban. 

-Puedes bajarme, aguanto la pierna otro rato. 

-¿Seguro? No mientas de nuevo o te rompo la otra. 

-No me molestes Marimo, ya me siento mejor. 

Lo dejó en el suelo luego de haberlo llevado en volandas casi todo el recorrido de la posada a la plaza de la isla. Sanji tomó su mano. 

-¡Mira! ¡Son libros de cocina!

-¡Qué emoción!- gritó con notable sarcasmo- no necesitas eso. 

-¿Ah no?

-No. 

-¿Y la razón es...?

-Maldita sea, no voy a decirla. 

-Ay, ¿al Marimo le comieron la lengua los peces? ¿O se tragaron lo que te quedaba de cerebro?

-¡No me tientes, cocinero de tercera!

-Lo hago. 

Sus insultos volaban de labio en labio, yendo a parar a los oídos del interpelado, igual que siempre. Pero, de alguna manera, el ambiente era mas relajado al seguir esos dos tomados de la mano. 
 

 

El chico respiraba con dificultad, pero al menos sus heridas estaban sanas. Cambió la toalla de su frente por cuarta vez en el día. 

-Mugiwara-ya, ¿estás despierto?

-Un poco...- susurró con voz queda y pesada. Tomó la mano de Law- Torao, ¿me voy a morir?

-Algún día, si- respondió con calma y le acarició la mejilla- pero hoy no, no hasta que hayamos logrado nuestros sueños. Algún día te pediré matrimonio. 

-¿Eso se come?

Rió con suavidad. 

-Allí se come, mas específicos. 

-Ah... ¿Entonces estoy bien?

-Perfecto- acercó su rostro al del Mugiwara- un poco caliente, pero eso se va con el agua- se aproximó a los labios del chico- las heridas cerraron- susurró sobre los labios entreabiertos al tiempo que acariciaba el pecho desnudo- y el mareo y las alucinaciones acabaron- terminó de hablar dentro de los labios de Luffy, dándole un beso fugaz y tranquilo. Dejó de besarle, sentándose a su lado. 

-Torao... Creo que volvió la fiebre- se rieron. Las mejillas rosadas de Luffy eran un marcado sonrojo, mientras que el chiquillo se preocupaba de que fuera fiebre. 

-No, sólo es un sonrojo. 

-¿Y qué es eso?

-Algo que solamente te produzco yo, Mugiwara-ya, esté o no presente. Cuando pienses en mi, te vas a sonrojar. 

-Es una manera de recordarte- sonrió amplio. 

 

 
-Nami... Yo... Veo lo que estamos buscando. 

-¡Ya verán esos tres...! ¡Usopp, avisa al resto!

-Si...- el mencionado se alejó de la navegante y comenzó a llamar al resto de la tripulación. 
Nami se acercaba peligrosamente hacia la pareja, que miraban y discutían por los callejones adornados con puestos y colores. 
Se acercó sigilosamente por detrás, les iba a golpear como nunca en su vida. Tomó impulso... Y paró a casi un metro de ellos. Abrió los ojos. Se estaban besando. Se despegaron al sentir una mirada intensa sobre ellos. Sanji apretó la mano de Zoro aun mas antes de voltear. 

-Oh, ¡Nami-chwan! Nos has encontrado- se puso la mano libre de la de Zoro en la frente y se tiró de espaldas sobre el espadachín- el amor te ha llamado, mi bella doncella de las aguas. 

-¿Y ese qué se fumó?

-Fumé algas y musgo, querida mía- le respondió desde los brazos de Zoro, quien lo miraba y se preguntaba internamente si dejarle caer o no. 

-Eso no importa... ¡¿Se estaban besando en medio de la plaza?!

-Si, mi querida Mellorine, pero...

-¡Cállate! Si, fue un beso. 

-Entonces... ¿Están juntos?

-Si, pero...

-Cállate. Si, estamos juntos. 

-Bien...- lo aceptó rápido- ¡entonces han estado disfrutando, ¿eh?!- les dio un golpe en la cabeza a cada uno, dejándolos en el suelo- ¡hay que volver, idiotas...! ¿Y Luffy?

-Con Trafalgar, en la posada- musitó Zoro entre dientes. 

-¡Ah! Otro que se divierte. Ya verá...- y avanzó cual dinosaurio en caza hacia la posada de la isla. 

-Está muerto-se dijeron en el suelo. 

 

 
Trafalgar salió por un momento de la habitación, dejando a Luffy comiendo. 

La puerta se abrió de sopetón. 

-Veo... ¡¿Qué haces aquí, idiota!?

-¡Nami!- se embutió lo mas rápido que pudo uno de los platos de comida- nada, yo... ¡Estoy comiendo! ¡Mira!

-¡Mira nada!- lo golpeó- nos vamos, no voy a pagar un berry mas. 

-Pero Nami...

-¡Pero nada! ¡Fuera!- lo tomó de la oreja, sacándolo de la cama, pillándolo casi desnudo- ¡por Roger!- lo soltó- ¡vístete y sal de una vez!- cerró la puerta. 
El chico suspiró. Tenía que irse. Pero Torao... Vio unos papeles sobre el escritorio. 

-¡Una nota! Le voy a dejar una nota para que no se preocupe mas. 

Tomó una de las plumas encima del escritorio y escribió. 
 
Torao:
 
Me tengo que ir, Nami-saurus me ha encontrado y me ha arrastrado con sus garras de vuelta al barco. Me comí todo. Ya estoy bien. Regreso con mis nakama. 
Te amo. 
Luffy
P. D: ¡ESTOY SONROJADO! 


Dejó la nota sobre la cama y se vistió. Sonrió antes de salir de la habitación, definitivamente, de alguna manera, se volverían a ver. 
 

Notas finales:

Gracias y nos leeremos luego. 

Y


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