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El chico pollo por aleii

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Notas del capitulo:

Aloo, bueno

espero que les guste el capítulo

me gustaría saber que les parecio!!!

Un saludo! n__n

Una botarga.

-¡Hey Matt! Oyeeee… no estés enojado

-No, claro que no estoy enojado

Una maldita botarga.

-¿Ah no?

-No, simplemente te odio

-Oh, vamos Matt, no puedes estar tan enojado

-Ya te dije cuanto me fastidia que me digas Matt

-¡Pero ese es tu nombre!

-No, mi nombre es Mateo

-Pero así suena con más onda

-Vete a la mierda Daniel

-Oye, ¿entonces estás o no enojado?

-Muérete

-¡Pero es un mejor trabajo!, no puedes quejarte

Claro… me pagaban un poco más, y quedaba cerca de donde vivía, pero… ¿¡una jodida botarga!? Eso jamás lo había mencionado al hablarme de un nuevo empleo… estoy seguro de que si me hubiera contado de que se trataba, en estos momentos no me encontraría dentro de este incomodo traje, intentando no asesinar a mi supuesto mejor amigo.

-Daniel, tienes tres para largarte de aquí

-¡Que! ¿Te da pena que te vea disfrazado de pollito?-bromeo

Lo mire de reojo, intentando transmitirle mis pensamientos negativos

-Yo que tu corría-lo amenacé

-¡Ya, ya!, tienes razón, soy un bastardo de lo peor, pero ya le había prometido a mi tío que le conseguiría a alguien, lo siento

Durante algunos segundos mantuve mi expresión enojada, mirándolo de manera reprobatoria, pero al final termine cediendo. Al fin y al cabo, no era del todo su culpa.

-Ya que…-murmuré abatido, rindiéndome, además ya nada se podía hacer ahora que había recibido mi paga de la semana con antelación -de todas formas, mi semana ya era una mierda

-¿Por lo de Manuel?-preguntó de la nada, logrando sorprenderme. Desde el día en que me había ayudado a sacar todas las cosas de mi ex del departamento, no habíamos vuelto a tocar el tema. La verdad es que hasta ahora había pensado que lo mejor sería no contarle lo que verdaderamente había pasado.

-No me hables de ese… ojalá se pudra-mascullé

Ese era el verdadero problema, realmente nada tenía que ver con mi nuevo trabajo como botarga en un restaurante de pollos al carbón… todo tenía que ver con ese maldito cabrón, hijo de…

-¿Terminaron muy mal?-preguntó curioso, seguramente consternado de que por fin mencionara algo sobre nuestro rompimiento-hasta ahora no me has dicho ni una sola palabra de lo que paso

-Lo único que puedo decir que si algún día lo veo, puede que termine matándolo-dije, saliéndome por la tangente, esperando que no mencionara nada más.

Si algún día nuestros caminos se volvieran a cruzar, lo más probable es que me lanzara sobre los brazos de Manuel, rogándole que regresara. Aun cuando hace solo unas semanas me hubiera puesto el cuerno con mi ex mejor amiga, Natalia.

Es que la soledad podía conmigo. Y con mi orgullo.

-¿Tan mal quedaron?-insistió Daniel, mirándome preocupado

-Sí, bueno… pero eso ya no importa-murmuré sonriendo, intentando quitarle importancia al asunto

-Entonces ya estas solterito-dijo medio afirmando, medio preguntando, lanzándome una de aquellas miradas intensas y coquetas que tanto le gustaba utilizar cuando salíamos de  “ligue”

Afirmé

-Y dime preciosura, ¿no te sientes solito por las noches?-ronroneo, acercándose unos cuantos pasos hacia mí. Instintivamente retrocedí, intentando a toda costa no reírme.

-No-dije con total seguridad.

Daniel era un calenturiento. Eso era algo imposible de negar, incluso en un momento como este, su cabeza no podía dejar de pensar en tener sexo, aun cuando fuera conmigo, que era su amigo desde la secundaria.

-¿No? ¿Ni un poquito?, si quieres puedo ir a hacerte compañía alguna de estas noches-su cuerpo ya estaba sobre el mío, y podía notar su aliento sobre mi rostro. Alce mis ojos hasta los suyos, atrapando su mirada.

-¿Enserio?-pregunté, poniendo una expresión de total inocencia

-Muy enserio-afirmó, pegando la parte baja de su cuerpo contra la mía

-No sabía lo cachondo que te ponían las botargas, nene-bromeé, cortando todo su rollo erótico,  empujándolo al sentir su erección rozar contra mis pantalones. Aun cuando mi cuerpo me estuviera pidiendo a gritos que desahogara mi soledad… mi mente no se sentía del todo preparada a entregarme a otro hombre. Y mucho menos con Daniel.

-Oh, vamos… me importa un bledo ese tonto disfraz de pollo, lo valioso se encuentra dentro de él-insistió, volviendo a acercarse

-Ya Daniel, deberías de sentirte agradecido de que no te deje botado con el trabajo, así que aléjate-gruñí, tomando la parte de arriba de la botarga, colocándola sobre mi cabeza-este pollito aún no se siente preparado

-¡Pero solo es sexo!-replico, frunciendo la boca

-¿Y eso qué?, además tu y yo solo somos amigos-dije, tomando la parte de abajo del tonto disfraz. Al mirarlo, no pude evitar fruncir mis labios, verlo era un impacto visual, demasiado color amarillo, y demasiadas plumas.

-Siempre me has gustado, y eso lo sabes muy bien-masculló, cruzándose de brazos

-No me hagas puchero-me quejé, terminándome de colocar el traje de pollo-que para mí tu solo eres un buen amigo, y si no tengo sexo contigo es porque no quiero arruinar la amistad

-Pero me gustas…-repitió

-Lo sé-murmuré, acercándome hasta él-pero prefiero mantener mi distancia… no quiero perderte-sí, sí, había sonado como algo sacado de una telenovela barata, pero ¿Qué más podía hacer? Lo cierto es que yo estaba consciente de cuanto le gustaba a Daniel, pero realmente no quería perderlo como amigo, y prefería que se enojara durante un par de días a no volvernos a hablar nunca más.

-Eres un pollo amargado-su rostro aún lucía algo molesto, frunciendo el ceño y manteniendo aquella gruñona expresión, pero sabía que dejaría el tema por la paz. Al menos de momento.

-Pero así me quieres-dije, dando por finalizada la conversación

Daniel me lanzó una última mirada molesta, la cual yo pase por alto, y entonces salí hacia la calle, enfrentándome al mundo, lleno de vergüenza, pero siempre recordando que nadie podría reconocerme dentro de la ridícula botarga.

Solté un suspiro, y tome el enorme letrero que anunciaba la oferta de 2 x 1, luego mire a mí alrededor, esperando a que se redujera el flujo de personas.  Pasados unos segundos, comencé a moverme de un lado para otro, en un patético intento de baile, cumpliendo con una de las cláusulas del contrato de trabajo.

Para mi buena suerte, nadie detuvo su camino. Todos se pasaron de largo, sin lanzarme ni una sola mirada de curiosidad o de burla. Al parecer, había exagerado pensando  que este era el peor trabajo del mundo, cuando en realidad, era lo más fácil que había hecho en toda mi vida, únicamente tenía que bailar, moviéndome  y saltando como un loco.

Sonreí, y comencé a disfrutar.

Me sentía como un pollo muy sexy, y decidí lucir todos aquellos pasos de baile que había dejado de hacer en la pista por culpa de los celos de Martín. Y me deje llevar, cerré mis ojos dentro de la botarga, y comencé a mover mis caderas en círculos, imaginando que a mis espaldas se encontraba un chico guapo, rodeando mi cintura, y pegando su nariz sobre mi cuello.

Mi mente se encontraba en otro lugar, vagando en los viejos clubes nocturnos que solía visitar en compañía de Daniel, disfrutando de una buena sesión de caricias poco sutiles y miradas de deseo. Hasta ahora me daba cuenta de lo mucho que había extrañado nuestras noches de juerga.

Pero entonces, algo rompió mi pequeña burbuja de felicidad.

Unas brazos rodearon mi cintura de pollo, mientras que ¡estaba seguro!, unas caderas se acoplaban a las mías, moviéndose al compás de la inexistente música, siguiendo mi ritmo.

Al instante abrí mis ojos.

Frente a mí se encontraba un chico, mirándome fijamente, totalmente aferrado a la botarga, intentando continuar con aquel “erótico” baile, que de pronto había interrumpido.

Pasados unos segundos sin moverme, su mirada cambio, mostrándose contrariada y confundida, seguramente preguntándose porque me había detenido. 

Y pensé, que quizás, si no hubiera quedado tan impresionado con su belleza, habría reaccionado de una forma diferente… tal vez le habría soltado un golpe o una patada, alejando sus manos de mi inocente cuerpo. Pero no era el caso. 

Estaba consciente de que ni siquiera podía apartar mis ojos de los suyos, así que pensar en separarlo de mi lado, ya era algo imposible.

¡Malditos chicos guapos!, como los odiaba.

Mi cuerpo se sentía como una gelatina atrapada dentro de su empaque, y no podía mover ni un solo musculo. Y aquel chico de intensos ojos almendrados tampoco parecía tener la intención de querer soltarme. Así que durante un par de segundos, únicamente me quede mirándolo, a la espera de que reaccionara.

-Me gusto tu baile-comentó, luego de lo que parecieron minutos, horas, días…

Y en ese instante note como soltaba de golpe todo el aire que había estado reteniendo de forma inconsciente.

-Eres un pollo muy divertido-continuo, y una media sonrisa apareció en su rostro, siendo adornada con un par de hoyuelos

Moví la cabeza de arriba abajo, afirmando.

-¿Lo sabías?-preguntó, arqueando una ceja

Volví a afirmar

El chico amplió su sonrisa aún más, y yo sentí que me perdía…

¿Cuántas posibilidades había de que te toparas con un chico así de guapo en tu vida? ¡Ninguna!

Mire una vez más su rostro, intentando plasmarlo por completo en mi memoria. No quería olvidarme de él… quizás podría funcionar como incentivo de futuras fantasías, y no podía desaprovechar una oportunidad como esta.

Mis manos emplumadas rodearon su cintura, al igual que las suyas lo hacían, y de la forma más sutilmente posible, las deslicé un par de centímetros hacía la zona sur, disfrutando y deleitándome de la firmeza de su increíble trasero.

Incluso cerré una vez más mis ojos, entregándome a aquel pequeño momento de placer.

-¡Hey pollito!, ¿acaso me estas manoseando?-preguntó entonces el chico, sacándome de mis pervertidos pensamientos

Al instante lo solté y negué cualquier acción impura

-¿Ah no?-insistió, arqueando una ceja-¿estás seguro?

Afirmé

-Eres un pollo muy travieso-susurró

Negué, y sin poder evitarlo, aun sabiendo que él no podría verme, puse la expresión más inocente y pura posible

-Bueno señor pollo, dígame, ¿se encuentra Daniel?-preguntó

Al ver brotar de sus labios el nombre de mi amigo me quede de piedra. ¿Acaso esos dos se conocían? ¿De dónde? ¿Cuándo? ¿Y porque demonios ese envidioso no me había presentado antes a este cuero de hombre?

-¿Daniel?-pregunté

-¡Por fin hablas!-se sorprendió, y una vez más me dejo deslumbrado con una de sus sonrisas-si Daniel, un chico rubio, alto, algo chistoso… su tío es el dueño del restaurante ¿lo has visto?

-Ah, claro, está adentro haciendo inventario

-Ya veo, bien, has sido de mucha ayuda pollito

-Me llamo Mateo-señale

-Eso ya lo sé-dijo seguro, guiñándome un ojo y entrando en aquel restaurante de pollos al carbón.

Por unos segundos me quede en la nada, permitiéndome tener cientos de fantasías salvajes en las cuales tenía sexo en el baño, con ese chico de mirada intensa, al cual se me había olvidado preguntarle su nombre.

Al menos sabía que conocía a Daniel.

Entonces mis pensamientos se detuvieron… ¿de dónde se conocían ese chico y mi amigo? ¿Y exactamente que eran?

Mi cabeza se entretuvo un par de segundos en eso, cuando entonces recordé que debía continuar bailando o si no terminaría por perder mi trabajo. 


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