El general Jack O’Neill retiró el tubito de hielo de su bebida y lo deslizó sobre la tela azul claro de la camisa de su amante. Lo sintió arquearse sobre sus piernas conforme descendía por lo que calculaba era su columna vertebral, respingando cuando la tela terminó y el tubito de hielo rozó su piel desnuda.
-¡General!
Jack posó sus labios hambrientos sobre la parte posterior del cuello de su asistente personal, devorándolo mientras seguía jugando con el hielito, trazando rutas húmedas. El agua derretida se deslizaba del trasero desnudo del mayor Paul Davis a sus propios muslos vestidos.
El mayor ahogó otro gritito al sentir el trozo frío deslizándose por su torso, entre su camisa abierta. Jack lo abrazaba y mordisqueaba su oreja.
-General… - ronroneó, echándose atrás para escapar del frío y repegarse a la abultada bragueta. Lo ponía sentirla tan dura y restregarse tan descaradamente contra ella.
-Mayor. – respondió Jack en su oído, capturando sus pezones entre sus dedos fríos.
Paul volvió a respingar: Jack adoraba lo sensible que era. Podía hacerlo correrse solo con sus dedos, o lengua, y una vez superada su natural reticencia, era un amante apasionado.
-General… por favor. – puso una mano sobre la suya y la guió abajo.
Jack lo masturbó lentamente mientras mordisqueaba su otra oreja y escuchaba sus ruiditos, veía su perfil, gozando, esos labios entreabiertos. Succionó su cuello frotando su punta con su palma, brevemente, pues no quería (no podía) dejarle marca.
Luego lo empujó sobre el escritorio. Paul se lo había despejado; no le gustaba que los papeles se arruinaran en el trascurso de sus encuentros.
Paul se acomodó para que Jack lo penetrara, pero en vez de eso el helado contacto del hielo lo hizo respingar de nuevo.
-¡Jack!
-Shhh… - susurró cerca de su nalga - ¿quieres que nos oigan?
-Por supuesto que no, señor.
Jack volvió a rozar su esfínter con el hielo y Paul se apretó, conteniéndose para no hacer ningún ruido. Aun así, uno ahogado atravesó el aire de la oficina del comandante del SGC cuando éste insistió con el tubito en su orificio; sobando, presionando, sobando en círculos… Pasado el choque térmico resultaba… agradable. Diferente, pero agradable. Se relajó y Jack presionó. Entró. El agua derretida escurría por la línea media de su escroto, fría aún.
-Está muy caliente, mayor. – dijo Jack, sacando el resto del tubito y sustituyéndolo por uno recién sacado de su bebida – Muy caliente. – recalcó al hacerlo desaparecer dentro de la rosada carne.
-Usted me pone así, general.
-Me alegro, mayor.
Lamió sus bolas y siguió arriba. Su piel estaba fría, deliciosamente fría. Lamió alrededor del hielo, rozando tanto el objeto como el borde, proveyendo a Davis de un delicioso contraste térmico.
-Mmm Jaaack…
-¡A-a-a! – corrigió el general – General o señor en las horas de trabajo, Davis.
-Sí, señor.
Lo que había comenzado como su incapacidad para poder dirigirse al hombre que amaba sin el debido respeto se había convertido en una excitante costumbre.
Le sacó el hielo y lo sustituyó por su lengua caliente; Paul gimió y echó atrás las caderas, buscando que Jack le llegara más hondo. Y justo cuando su piel estaba de nuevo caliente, el hielo regresó al ataque.
-¡Señor! – gimió Paul.
A Jack le encantaba tenerlo así; derritiéndose. Literalmente, en la presente ocasión. Movió el hielo dentro y fuera mientras lamía en torno, escuchando sus ruiditos: hacer gozar así a Paul merecía soportar la punzada en la propia entrepierna.
Mordisqueó su nalga e introdujo el residuo del hielo por completo. El esfínter se cerró casi por completo y él puso su lengua caliente encima, frotando, presionando, solo un poco.
Con el hielo derritiéndose en su interior y el general derritiéndolo por el exterior Paul temblaba; era delicioso, era diferente, pero era insuficiente.
-Señor, por favor…
Jack sustituyó lengua con dedo para poder hablar.
-¿Por favor qué, mayor?
-Ya sabe… - como podía avergonzarse luego de tanto tiempo era algo que encantaba a Jack – usted, en mí, general.
Complacido, lamió toda la curva de su nalga.
-Como usted ordene, mayor.
Y se incorporó. Nada quedaba del hielo dentro del esfínter, solo agua, que esperaba, lubricaría la segunda parte. Abrió sus pantalones comando, azul marino, y se los bajó junto con su bóxer lo necesario para liberar su erección, para poder maniobrar sin estorbo. Sus firmes nalgas quedaron al aire.
-¡Señorrr!
A Paul le encantaba el primer momento de la penetración; el contacto, la presión, como la polla vencía la resistencia de sus esfínteres, como abría y entraba hasta lo más profundo de su ser, enorme, poderosa, placentera.
-¡Oh señor!
-Mayor, su culo esta delicioso. Tendré que meterle hielo más seguido.
-Como guste, general.
Jack se inclinó sobre él para recompensarlo con un beso en la espalda. En verdad estaba delicioso, es decir, más que de costumbre; el hielo lo había estrechado aún más y aunque se desvaneció rápidamente, la inusitada temperatura fría había sido muy agradable. Ahora, retomada la temperatura, esta aumentaba en todo su cuerpo conforme penetraba más vigorosamente a su subordinado. Las insignias de su grado, en sus hombros, se le veían tan bien que por eso no había querido ascenderlo.
-¡Mayor! – pujó, agarrando firme sus caderas.
-General. – como en todos los aspectos de su vida, Paul estaba feliz por el ascenso de Jack.
-¡Oh mayor! – Jack lo penetraba recio, gozando de cada centímetro de fricción y velocidad - ¡Paul, Paul, Paul! – ahogó sus gritos.
Se corrieron juntos y Jack se dejó caer en su sillón, jalando a Paul consigo. Volvieron a quedar como al principio, el sexy secretario en las piernas del jefe. Y aunque de los dos Jack fuera el que jadeaba más consentía a Paul; besuqueaba su cuello, acariciaba su torso.
Paul se hizo cargo de su erección, pues sabía que a Jack le gustaba verlo darse placer. Movía su mano arriba y abajo, rápido, recio, quería acabar, era excitante, vergonzoso y lo necesitaba. Entreabrió los ojos para ver a Jack mirándolo.
-Señor… - gimió, volteando el rostro para encararlo.
Se corrió de esta manera sin que Jack se perdiera detalle. Luego, con el semen enfriándose sobre su torso, Jack lo besó, profunda y sensualmente, su lengua experta llegando justo donde quería. Ambos tomaron aire al separar sus labios.
-Esto fue jodidamente grandioso, Davis.
-Sin duda, señor.
Se besaron de nuevo. Jack apretó su trasero y lo levantó gentilmente.
-Arréglate, tenemos trabajo que hacer.
-Mucho, señor. – dijo Paul mientras se quitaba la camisa arrugada en dirección al baño. – La delegación Amran esta lista para hacer el primer intercambio a las 1300 y el flujo de mercancía en ambas direcciones llevara por lo menos una hora.
-Espera, - Jack dejo de jugar con su lapicero de lujo - ¿Qué no iba salir el SG-13 a las 1400?
Paul se asomó ajustándose la corbata limpia, impecable, con el sujetacorbatas.
-Así es señor; van a K3C-947, un planeta que estuvo bajo el dominio de Anubis…
-Así que podrían regresar antes de lo planeado bajo fuego enemigo.
-Es posible, señor, y los Amran han dejado bien en claro que no hacen cambios ni devoluciones – Jack empezó a menear la cabeza – así como que no aceptarán mercancía menos que perfecta. ¿Señor?
Paul estaba de nuevo como salido de un catálogo de uniformes.
-Vamos. – se puso en pie con una sonrisa.
-Señor, ¿no va al menos a ponerse la chaqueta?
-¡Hace calor! – protestó Jack.
-Y debería lavarse la cara.
El general hizo puchero pero siguió las recomendaciones de su asistente.
Fin