Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

HISTORIAS ENTRELAZADAS, UNA FIESTA SIN IGUAL por Allison

[Reviews - 2]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Hare énfasis que mi creación es tergiversa a la original, ósea que, no está basado en los hechos ni características reales, y son mi mera expectativa/ficción de la obra.

Y estas historias:

Finjo que te odio para poder tenerte cerca II– Amane123
Entre los Espejos del Destino - Rox12
Las desventuras de Taylor - Faith_Dico
The Truth of My Destiny – Yurippe

Siguen continuando con sus respectivas escritoras…

Aclaraciones de las historias:
La de Amane123 es una trilogia, asi que actualmente esta publicando es la ultima parte.

Adoro sus historias, tanto que el primero de septiembre se me ocurrió mezclarlas todas, pero como ya ustedes saben la inspiración se va, y el asunto se quedó solo en una idea plasmada en un documento de Word, pero el 23 ya llegando al 24 de diciembre del 2013 lo retome de nuevo y logre terminarlo.

Despues que di por finalizado mi anterior historia La verdad siempre sale a relucir, me encargue de comunicarme con cada una de las escritoras y pedir su permiso. Me permitieron publicarla ademas me regalaron unos pequeños consejos los cuales aclaro en la Nota del capitulo.

Notas del capitulo:

Uno de los consejos de la escritora Faith_Dico fue que colocara los créditos de todas las autoras en las notas del fic, dónde publican, su seudónimo y enlace de su obra original, ya que cualquier error podría causar que estuviera cometiendo plagio (cosa que no es así). –Copiado textualmente como me dijo Faith, modificado a como lo diría-

A continuación hare énfasis en ese consejo:

Nombre, Seudónimo, y enlace de la obra original:

Finjo que te odio para poder tenerte cerca – Amane123

http://www.amor-yaoi.com/fanfic/viewstory.php?sid=72052

Entre los Espejos del Destino - Rox12

http://www.amor-yaoi.com/fanfic/viewstory.php?sid=71164

Las desventuras de Taylor - Faith_Dico

http://www.amor-yaoi.com/fanfic/viewstory.php?sid=80203

http://www.wattpad.com/story/3689742-las-desventuras-de-taylor

http://dos-de-azucar-por-favor.blogspot.mx/search/label/Las%20desventuras%20de%20Taylor

The Truth of My Destiny – Yurippe

http://www.amor-yaoi.com/fanfic/viewstory.php?sid=58815

A petición de la escritora Faith_Dico hare énfasis que mi creación es tergiversa a la original, ósea que, no está basado en los hechos ni características reales, y son mi mera expectativa/ficción de la obra. –Copiado textualmente como me dijo Faith, modificado a como lo diría-

La señorita Desuka me dijo esto:

“Debes tener cuidado con las partes que copiaste/pegaste de mi fic, decir en cada capítulo esto, que las sacaste literalmente de mi escrito, y que ninguna de las cosas que escribiste tú aludiendo a mis personajes fue planeado por mí, todo es obra tuya.”

Desde el momento que diga Flash Back o el nombre de la historia con el seudónimo y el link de donde se encuentra, empieza la historia de las escritoras (seudónimo): Amane123, Rox12,Faith_Dico y Yurippe. Cada capítulo que he elegido es copiado y pegado totalmente como se encuentra en la historia original, cuando ya diga Fin del capítulo o Fin del Flashback, es donde empieza mi parte, lo que escribí no es basado en los hechos ni características reales de las historias, solo es la forma que encontré en mezclarlas para asi agregar una parte de mi forma de escribir y dar a conocer lo magnificas que son a escribir y lo que fascina sus historias. 

Finjo que te odio para poder tenerte cerca II– Amane123

http://www.amor-yaoi.com/fanfic/viewstory.php?sid=72052&textsize=0&chapter=30

CAPITULO 30 - SORPRESAS

Mansión Oberhand

_ Y bien Amelie, Amy, díganos ¿Qué ahora si no es una broma lo del embarazo de mi princesita? - Cuestiono llena de ansiedad la tía Lady.

_ Si dígannos amor – suplique.

Llegando de Rusia, la familia entera se puso feliz enterándose del embarazo de Amelie, ahora si nuestras mamás se pusieron a llorar, aunque mis madres no se pusieron ebrias, simplemente comenzaron a reír eufóricas diciendo “Al fin emparentamos”. Pasando las horas la tía Lady y la tía Stephanie, le pidieron a Amelie hacerse rápido una prueba eficiente, una que realmente comprobara el embarazo de mi esposa. Hace unos días ambas fuimos a una de las clínicas de mi tía Amy. Hoy por un problema de la empresa no pude acompañar a Amelie a recoger sus resultados. He ahí por qué mis ansias de saber la respuesta de mi reina.

 

_ Solo puedo decir, que ahora sí la prueba de embarazo no salió fallosa . Escuchando a mi tía Amy solté un pequeño grito, corriendo a lado de Amelie, la bese emocionada.

_ En hora buena , sería horrible desilusionarse de nuevo ¿verdad Fanny? – Mi madre Adeline , vio emocionada a mi madre Stephanie quien asiente .

_ Aunque también hay otra sorpresa – Comento la tía Amy sentándose a lado de la tía Lady , quien le tomo la mano .

_¿Cuál es la sorpresa querida? – La tía Lady observo dulcemente a su esposa esperando una respuesta .

_ Lady , el honor de dárnosla le corresponde a nuestra hija .

 

Veo a Amelie , esperando que diga algo ¿Qué puede ser mejor que el hecho de ser madre de nuevo? , no creo que nada , a pesar de eso ansió escucharla hablar . Ella sonríe , toma mi mano y la pone en su vientre aun plano .

_ Dime Amelie – suplique . Una tierna sonrisa aparece en su rostro , antes de susurrar en mi oído , algo que me deja de a seis .

_ ¿y bien? ¿Qué es? – dice con ansiedad mi madre Stephanie.

_ Madre , mi hermosa Amelie espera gemelos .

No sé si haya sido que el exceso de Adrenalina bajo de golpe , o la emoción fue demasiada para soportarla en mi cuerpo . Lo único que se es que caí al suelo sintiéndome tremendamente feliz.

 

Después de caí al suelo, ahí estaba mi hermosa Amelie, esperando a que yo despertara, después que lo hice ella me lleno de besos y me pregunto si me encontraba bien, yo por supuesto me encontraba sorprendentemente bien.

 

-Mi querida princesa, como no iba a estar bien, se me acabas de dar la mejor noticia-Dijo Alinee

 

Toda la familia Oberhand y Dagry estaba demasiados felices, al enterarse de esta noticia, pasaron algunos meses, y todos empezamos a realizar el babyshower para mi querida esposa.

 

Así que entre mi tía Lady y Amy y yo, nos encargamos de llamar a los invitados.

 

FIN DEL CAPITULO

 

Oficina de la Doctora Amy Oberhand

 

-Buenas tardes, se encuentra la señorita Carolina Rodríguez

-De parte de quien

-De parte de su doctora  Amy Oberhand.

-Lo siento señorita Amy, no reconocí su voz

-No te preocupes, Elliot

-En un momento llamo a la señorita Carolina.

-Aquí estaré esperando

 

-Doctora Amy, ¿qué sucede?, ¿no me diga que algo paso en mi último chequeo médico?

-No te preocupes, no es nada medico señorita Carolina

-Dios Doc., ya me estabas asustando que alivio, entonces ¿para que soy buena?

-Lo que pasa es que mi familia y yo estamos organizando una babyshower para mi hija Amelie, la cual va a dar luz a dos gemelos, así que estamos invitando a nuestras familias, amigos y socios mas cercanos, y usted señorita Rodríguez, es una de nuestras socia mas cercana además eres mi paciente favorita.

-Con gusto estaré ahí, cuentan con mi asistencia.

-Puede llevar a alguien como acompañante, le hare llegar la información de la fiesta.

-Está bien, gracias Doc., que tenga buena tarde, hasta la próxima.

 

Así que una fiesta, invitare a Raven pronto será mi esposa, no quiero perder más tiempo ya perdí demasiado en aquella ocasión todo pasado tan rápido, la muerte de mi padre, hacerme cargo de la empresa, salir de viaje a otro país, aprender otro idioma, conocer a Sharon, desde que me fui ha pasado mucho tiempo,  es increíble lo que tuve que luchar desde aquel día

 

FLASH BACK

 

Entre los espejos del destino – Rox12

http://www.amor-yaoi.com/fanfic/viewstory.php?sid=71164&textsize=0&chapter=19

Capitulo 19: La vida es hermosa

 

Aeropuerto/Londres, Inglaterra

 

Ya estoy aquí, ya no hay vuelta atrás, voy a regresar, ya quiero verla, sentirla a mi lado, saber que no la he olvidado, aunque debo admitir que no tengo mucho equipaje esto fue de ultimo minuto, pero tengo todos mis papeles listos para regresar sin problema a México.

Por la empresa le he dado y reconocido el 75% a Sharon mientras que yo conservo el 25% la verdad, no quiero vivir de la empresa no es mi estilo, quiero empezar mi universidad, si... con 20 años pero la empezare desearía tanto compartir la uni con Raven, ¿habrá cambiado? ¿Crecido? ¿Será que me ama? no tengo idea, quiero simplemente verla sobre todas las cosas, y aunque implique tomar un vuelo de 12 horas.

 

-Se le ve animada, sabe... tendremos que regresar por las cosas - comento Elliot, mientras me

recordaba algunos contras de este viaje.

-Lose, pero por ahora viviremos como cavernícolas, ¿acaso no te gusta la idea? - sonreí.

-Mientras podamos bañarnos no tendré ningún inconveniente, se lo aseguro - contesto mientras esperábamos la autorización para abordar, ayer me despedí de Sharon, tengo entendido que irá a México dentro de dos meses, ya que en esa época habrá vacaciones para el personal.

Ya dentro del avión y en mi asiento, Elliot no dejaba de verme, me preocupe...

-¿sucede algo? - pregunte extrañada a lo cual el sonrió.

-¿que piensa estudiar señorita? - desde hace poco que le mencione lo de la universidad, solo habla de ello.

-ya te dije Elliot, siempre me ha gustado la tecnología y la ingeniería física me da buenas

expectativas, siempre un paso adelante de los mortales - comente relajándome y con un poco de sueño, tomamos un vuelo en la madrugada para que durante esas 12 horas me las pase

durmiendo o la mayoría si es posible.

-usted siempre se le han facilitado los números, esperemos que no cree algo que destruya al

mundo - comento riendo, hasta el tiene su lado malo contra mi.

-Tranquilo, todo estará en mis manos... robóticas! - reímos juntos, luego de unos minutos el avión despego, Raven... ya estoy en camino... tal vez no me ames como hace tiempo, pero créeme hare todo lo posible para enamorarte de nuevo si esa es la condición para estar a tu lado, por siempre...

 

Aeropuerto/México

 

Ya habíamos llegado, que raro se siente cuando subí al avión era de madrugada en Londres y

ahora estamos aquí en México y ya es de madrugada de nuevo... me siento... ¿extraña? ¿Choque de horario?...

-mierda... de nuevo con el jodido horario - comente mientras esperaba una maleta con Elliot.

-¿que sucede señorita? - comento un poco asustado.

-Elliot, esto del horario me dejara con síndrome de insomnio de por vida, cuando regresemos a Londres recuérdame llevar pastillas para dormir porqu...

-nada de eso señorita, yo le preparo leche tibia o alguna otra cosa para que duerma porque en su cuerpo pastillas jamás habrán... ¿ahora que? - comento mientras ya tenia la maleta. – no tenemos el automóvil aquí... y por si no fuera poco empieza a hacer calor...

-Elliot, ya nos acostumbramos al frio... por eso sientes calor, de hecho estamos a 23º usualmente tendrías frio al igual que yo...

-es cierto señorita... ¿que haremos? ¿Esta es su idea? ¿Caminar hasta la residencia?

-Nop, tengo una idea...

...

-¡LYDIA! hasta que contestas ¿que estabas haciendo? mejor ni pregunto, lo siento si interrumpí algo... pero me encuentro en una encrucijada...

-¡CAROLINA! - la escuche exaltada - ¿donde diablos has estado? tienes a todos preocupados... y

sin olvidar a…

 

-Lydia ¡cállate!, ya se... tuve un año MUY ocupado, ahora por favor, te ordeno que te vistas y

vengas a buscarme a mí y a Elliot al aeropuerto, solo que no le digas a nadie...

-.... ¿estas loca? acabas de llegar y ya estas ordenándome... pide un maldito taxi

-no tengo dinero... bueno, si tengo pero aquí no esta el banco que use en Londres, sin olvidar que solo tengo euros y libras esterlinas... no se donde cambiar mi dinero - suspire - por favor, necesito ir a mi casa...

-en un momento salgo... estúpida - colgó, al parecer no estaba feliz de la idea pero es Lydia y con mi sensual voz nadie es capaz de resistírseme... ¿existe esa palabra? -

-va a venir por nosotros - grite feliz, Elliot se limitó a sonreír - parece que han cambiado un poco este aeropuerto...- mientras esperaba que Lydia venga a recogernos, me pase el tiempo observando el aeropuerto y entrando a tiendas con aire acondicionado, enserio que calor hay, pero debe ser también el cambio de clima, malditos cambios los aborrezco... luego de cerca de media hora escuche mi celular sonar, era Lydia al parecer ya había llegado...

-¿donde estas? estoy en el estacionamiento... - sonaba un poco cansada, supongo que luego de interrumpirla debe odiarme además ya son las 2:30 a.m. de un martes...

-Lydia... pues, exactamente ni idea de donde estoy, el aeropuerto es inmenso, pero... yo voy para el estacionamiento

-¿como estas vestida?

-¿ya tan rápido me estas enamorando? deberías saber que cobro...

-¡basta! dime, para ver si te puedo atropellar... maldito demonio

-Jeje lo siento,... pues Elliot tiene un traje negro y yo... pues una blusa blanca y pantalón negro

-esta bien...

-seremos los únicos locos corriendo, nos vemos

-¿! QUE!? - solo escuche que grito eso y le colgué, creo que esta feliz de escucharme... o atropellarme, ella es difícil…

 

MINUTOS DESPUES

 

Aparte de chocar con Lydia, no quiere soltarme y si no fuera ya suficiente, Ale se nos unió, sentía que mis tripas saldrían en cualquier instante... pero igual me sentí feliz de que me hayan recibido con abrazos y sonrisas.

-no puedo respirar... - comente tratando de abrir campo mientras ellas no me soltaban - ¡QUE NO PUEDO RESPIRAR! - grite. Ellas se levantaron y solo me observaban... -¿no me van a ayudar? joder con ustedes, me usan pero me dejan en el suelo –ale tendió su mano para ayudarme, las dos tenían sus ojos llorosos...

-siento... no haberme comunicado, había estado muy ocupada... - dije y ellas sonrieron - bueno, dejen de observarme así, me siento acosada

-lo lamento Carolina, en verdad has cambiado, tu acento es lindo y tu piel esta pálida - comento

Ale.

-en Londres no existe la palabra "sol" Jeje - dije y mire a ver a Elliot quien al igual era acosado

por ellas... luego de tanto jadeo en el aeropuerto, me llevaron a casa y les dije que nadie podía

saber que había llegado, quiero hacerlo una sorpresa... ya por fin en casa solo observe el reloj de entrada

-Rayos... ya casi son las 5 de la mañana y no tengo sueño... - entre a la casa, todo estaba como lo había dejado, mis libros algunas cosas sin empacar... sin decir nada me dirigí a la única habitación donde los colchones no habían sido retirados... el cuarto de mis padres...

 

HORAS DESPUES

 

Llegue al campus, era la hora de salida era claro ver tanta gente como ganado no es como cualquier otro día... es cierto olvide decirle a Lydia que iría al campus en la mañana, de seguro

Raven ya está en su hogar... que estúpida soy, sin remedio alguno decidí irme... pero antes

entraría al campus a verlo de nuevo...observaba las salas vaciarse poco a poco, todo quedaba

como un desierto, el viento se hizo presente y no mi cabello se empezó a mover... cuando quise

irme una chica choco conmigo... para evitar que cayera la sujete hacia mi, pero... al verme su

mirada era difícil olvidar... porque…¿quien olvidaría a una chica con heterocromía?

 

-Raven... has cambiado…

 

Fin del Flashback

 

ACTUALIDAD

 

Desde ese día, hice muchas cosas para que  mi adorada Raven, me amara igual que antes o mucho más, no quería perderla y ahora somos pareja de nuevo y más que todo, mi prometida.

 

Oficina de Alinee Dagrry

 

-Buenas tardes señorita, me podría comunicar con la señorita Sofía, de parte de Alinee Dagrry

-Un momento por favor, ya se la comunico

 

-Señorita Alinee, tiempo sin saber de usted, a que se debe esta llamada

-Jajaja hey  Sofí, deja las formalidades, hablamame normal, yo sé que durante las reuniones de socios, tenemos que hablar formalmente, pero ahorita no estoy llamándote para algo de negocios, sino para algo personal.

-Entonces, a que se debe tu llamada

-Mi quería esposa Amelie, va tener gemelos, mi familia y la de ella, queremos organizar un baby shower, y estamos invitando a nuestros familiares y personas mas cercanas, y pues entre ellas te encuentras.

-Gracias por tu invitación Alinee, pero para cuando seria

-Ya se, ya sé que eres una chica ocupada, pero te hará llegar por correo toda la información de la fiesta, ¿estamos?

-Esta bien, hare lo posible, para acomodar mi agenda para ese día.

-Gracias, nos vemos y no se te olvide traer a tu novia Taylor.

-Vale ahí estaremos.

 

Oficina de Sofía Faulkner

 

Ha pasado demasiado tiempo desde que conocí a Taylor, en aquel accidente, después en la entrevista que dio para un puesto en la empresa, y para rematar en la cena con la familia del aquel entonces era mi novio Robert, resulto ser familiar de la misma chica que casi me mata; Luego yo deje que Taylor trabajara, cada vez me interesaba mas ella que su hermano Robert, pero mis sentimientos fueron más claro aquel día en la playa.

 

FLASH BLACK

 

Las desventuras de Taylor – Faith_Dico

http://www.amor-yaoi.com/fanfic/viewstory.php?sid=80203&textsize=0&chapter=18

http://www.wattpad.com/28217102-las-desventuras-de-taylor-cap%C3%ADtulo-18

http://dos-de-azucar-por-favor.blogspot.mx/2013/06/las-desventuras-de-taylor-18.html

 

Capitulo 18: Infinito; entre todo y nada

Taylor tomó el ascensor, y oprimió el botón que correspondía al estacionamiento. Arriba, las lucecitas rojas que iluminaban los números de los pisos, la distrajo un segundo. Y cuando estaba en el tercer piso, y creyó que nadie más que ella subiría al elevador, la puerta se abrió de par en par. Sofía Faulkner entró con unas gafas adornando sus ojos, y con la vista puesta en unas carpetas de color verde. Tenía un traje de oficina de color negro, y unos zapatos de tacón que la hicieron ver mucho más alta de lo que ya de por sí era. Taylor había visto esa escena tiempo atrás, pero esta vez, Sofía le había sonreído abiertamente. No dijeron nada al momento, al parecer Sofía también iba al estacionamiento.

            — ¿Te escapas? —le preguntó a Taylor, disimulando una sonrisa.

            —Oh, claro. Me voy a una playa privada mientras ustedes mortales sufren los gajes del oficio—le respondió tranquilamente.

            —Santos tiburones, Batman. Pero no tenemos vacaciones hasta antes de navidad, ¿recuerdas?

            —Lo siento Robin, yo no tendré vacaciones ni en ese entonces, hay que aprovechar mientras el jefe no nos ve.

            —El jefe, cierto. La verdad —Sofía miró a todos lados, como si en verdad el elevador estuviera repleto—, yo sí me estaba escapando. Compré un libro hace unos días, quería terminarlo. Ah, y también quería beber un poco de este té, me lo regaló papá.

            Taylor levantó una ceja, ¿Sofía le estaba tomando el pelo?

            — ¿Es en serio?

            — ¿Lo del té? ¿Por qué te mentiría? —Taylor rió.

            —Que te escapas, eso.

            —Ah, sí —Sofía se quitó las gafas y se frotó los ojos—. Estoy cansada, no he podido dormir muy bien, he tenido que hacer muchas cosas los últimos días, y Robert pasó la noche en mi casa, así que…

            Calló automáticamente, y enrojeció levemente. Taylor arrugó la nariz e hizo un gesto de «no importa». Las revistas tenían razón.

            —Es decir… vimos una serie de películas aburridas de policías, pistolas y autos voladores.

            —Entiendo —Taylor miró hacia abajo, no quería que Sofía pensara que le importaba. No le importaba, era normal que… hicieran «cosas». Eran novios, mayores de edad, «sanos, exuberantes y… ya cállate».

            Llegaron al estacionamiento en un incómodo silencio que minó el ascensor, y salieron como si el aire pesara a su alrededor y las comprimiera con la gravedad. Definitivamente no era muy bueno mencionar a Robert. Creaba auras malignas.

            — ¿En serio estás libre?

            —Muy libre —respondió Sofía.

            —Bueno, tampoco te mentía, iré a hacer el reporte y las recomendaciones en una playa privada que está a un par de horas en auto. Me preguntaba si… tal vez querías ir. Aunque entenderé si el sexy libro te ha ocupado, o si tienes algo más que hacer. Realmente pensaba ir sola… así que…

            —Iré.

            —… Sólo pensaba que tal vez podrías…

            —Iré, Taylor —le dijo de nuevo la ojiazul.

            — ¿Irás…?

            — ¿Qué te sorprende?

            —Que estés libre, puede ser. Escuché que estabas colapsada. —Se encogió de hombros, realmente no se quería meter en la vida privada de la chica.

            —Escuchaste bien, pero me descolapsaré por hoy. Además, tengo tu contrato en el auto, deberías leerlo para firmar después.

            —Oh, sobre eso, no importa. Firmaré enseguida.

            —Qué bien proteges tus intereses. —Bromeó la rubia.

            —Te sorprendería, pero confío en ti y en tu bondad que me regalará unos cuantos millones de dólares al año.

            —Ya… Y también quieres un jet privado, ¿no?

            —No me molestaría, pero si quieres lo podemos compartir.

            — ¿Sabes?—le sonrió la ojiazul—. Posiblemente tus gustos me lleven a la bancarrota.

            —Dame una taza de café o un helado al día y con eso seré feliz, jefa. Lo demás era broma.

            Sofía entró a su auto y cerró la puerta, para después bajar la ventanilla y observar a Taylor que se había quedado parada.

            —No te quedarás ahí, ¿o sí?

            — ¿Hay otra opción?

            —Sube, vayamos por algo de ropa, al menos que quieras ir así a la playa.

            En realidad, a Taylor no le molestaba su atuendo, no ese día. Estaba bastante cómoda con los jeans y la camisa, pero posiblemente Sofía se vería rara con ropa de oficina en una playa, así que la dejó hacer. Terminaron en la casa de la rubia, nunca había entrado, así que le asombró bastante verla en su totalidad. Era enorme, y… limpia, hermosa, lujosa, y todos los adjetivos buenos que se le ocurrieron en ese momento. No podía creer que Faulkner viviera sola ahí, con tanto espacio… ¿Nunca se sentía sola? Taylor sintió vergüenza de su departamento, todavía no podía creer que Sofía había permanecido horas en su viejo sofá, viendo películas románticas con ella y Alice. En realidad, había muchas cosas de Sofía que le sorprendían aún, toda ella era enigmática, era imposible no querer saber más de su vida… Pero se reprimía. No quería ser como los demás, no quería empezar a verla como lo hacía la prensa, y el mundo exterior.

            —Puedes escoger lo que quieras, ya vuelvo.

            Taylor observó el enorme guardarropa de Sofía, ¡en su vida había visto uno parecido! Estaba segura que si levantaba una prenda, descubriría una habitación que la llevaría a más ropa, o a un mundo fantástico, o Dios sabe dónde, pero estaba segura que no regresaría jamás al mundo real. Sofía se había tomado en serio la invitación, se había ido a poner ropa más cómoda, después de haber empacado unas prendas, bloqueador y un traje de baño. ¿Había dicho que podía elegir lo que quisiera? Se acercó con temor al guardarropa y tiró de una blusa, aún conservaba su etiqueta, ¡ni siquiera era ropa usada! Hizo lo mismo con otras dos, y pasó lo mismo. Suspiró y tomó una al azar, además de unos pantalones. No quería ni ver la marca. Después fue la parte de los trajes de baño, abrió el cajón en donde se supone estaban y enseguida se topó con uno negro. Sintió la cara arder, era diminuto, ¿Sofía usaba eso? Más etiquetas, al menos, aún no. Se decidió por uno más… decente, si se podía llamar así, de color azul.

            Tiempo después, a kilómetros de distancia, supo realmente lo que era disfrutar un viaje. Sofía había levantado el techo del convertible y el viento removía el cabello de ambas, mientras el sol bañaba con sus rayos todo a su paso. Empezaba a oler a mar, y habían visto las ciénagas. Taylor echó, lo que suponía, debía ser un rápido vistazo hacia Sofía, ésta traía unas gafas de sol que ocultaban por completo sus ojos,  el cabello recogido dejaba escapar unos bucles dorados, y sin embargo no dejaba de ser perfecta en todas sus dimensiones. En sus labios, escondía una sonrisa, como si pensara en algo, algo que Taylor jamás sabría. Resignada, la castaña dejó caer la cabeza hacia atrás, inundada por el murmullo inentendible que hacía el viento en sus oídos. Escuchó un estruendo, y levantó de nuevo la cabeza justo cuando un auto cruzó llenó de chicos en shorts, éstos gritaron «muñecas» a todo pulmón, y en respuesta, Taylor les enseñó el dedo medio mientras los adolescentes se seguían alejando entre risas. Definitivamente, la playa estaba próxima.

            Minutos después, al llegar,  aparcaron en el estacionamiento de la playa privada. Taylor no se decidía si era mejor empezar ya con el trabajo o tomar el sol y disfrutar un rato agradable, optó por la segunda opción, y para eso tenía que irse a cambiar.

            —Me iré a poner el traje —le dijo a Sofía, mientras depositaban algunas cosas sobre las sillas de playa.

            —Ve, estaré bien —asintió a sus palabras, y Taylor se alejó de ella con la bolsa que contenía las prendas.

            En los vestidores, se puso maniáticamente rápido el traje de baño, y cuando salió de uno de los cubículos y pudo al fin observarse en el espejo, quiso suicidarse de un tiro. No es que le quedara mal la prenda, si no que por algún extraño motivo, el salir al exterior y que Sofía la viera así le producía una vergüenza extrema. Respiró profundo y se refrescó el rostro con el agua del grifo. Volvió a verse en el espejo y decidió salir ya, no es como si estuviera en una playa nudista.

            Buscó con la mirada la palapa en la que se habían quedado, pero la gente empezaba a llegar, así que el encontrarla fue un trabajo difícil. Ni siquiera recordaba lo lejos que estaban. Caminó unos metros más y al fin dio con sus cosas y las de Sofía, pero la chica no estaba ahí. Levantó el rostro y miró hacia el mar, las olas pegaban en unas rocas lejanas, hacia su izquierda. Había unos niños en la orilla del agua y unos papalotes elevándose con elegancia por encima de su cabeza, todo estaba tal cual lo recordaba. Sonrió.

            —Me gusta.

            Volteó al escuchar la voz, y se topó con Sofía que sostenía una cámara a la altura de su cabeza. Un «clic» sonó, le había tomado una foto. Taylor ni siquiera había podido decir palabra alguna, ya que el cuerpo de Sofía desvió todo intento de réplica. Ya sabía por qué era modelo, pero jamás la había visto en… esas dimensiones. Y verla así no había sido el problema, todos la verían seguramente, el quedarse observándola bobamente había sido el gran error. El bloqueador solar que traía en sus manos decidió escaparse, y tuvo que intentar pescarlo entre maromas que no dieron resultado. Si la escena no había sido patética, estaba en su día de suerte.

            — ¿Qué, la playa? Ah, sí, es linda —contestó apenas, ocultando un sonrojo mientras recogía el bloqueador.

            —Perdona por elegir un lugar tan apartado, no me gusta mucho la concurrencia —se disculpó la rubia, mientras enfocaba el lente de la cámara hacia las rocas que Taylor había observado antes.

            —No te preocupes, tampoco me gusta mucho. —Desvió la mirada y se concentró en la arena que se movía por el fuerte viento.

            Pasaron parte de la mañana echadas en las sillas tomando el sol, Sofía sacó muchas fotografías que prometió dar después a Taylor. Bebieron piñas coladas y platicaron de cosas sin mucho sentido, como venían haciéndolo desde el día en que se conocieron. El panorama pintaba bien, podría quedarse media vida en aquella silla, pero el trabajo llamaba. A media tarde Taylor se puso la camisa de cuadros y unos shorts. Sofía en cambio optó por una playera blanca, holgada. Decía «Soy de Marte». A Taylor le pareció gracioso, y no dejó de molestarla con eso en todo el camino hacia el primer restaurante que visitarían.

            Vendían langostas, y el servicio era bueno. El dueño del local las atendió amablemente, y hasta les ofreció el almuerzo gratis cuando se enteró de qué revista se trataba, también visitaron tras bambalinas, en la cocina, y vieron cómo se preparaban algunos platillos y bebidas. Después estuvieron en un hotel, Taylor no quería entrar así, pero Sofía la arrastró hasta la recepción, argumentando que estaba en peores condiciones de vestimenta que ella. En el hotel consiguieron una casual entrevista con el que estaba a cargo, mismo que no dejó de ver descaradamente a la rubia. Como si la quisiera comer de un bocado. Taylor decidió que no los  recomendaría, aún después de que el hombre les ofreció un cuarto para las dos, por si deseaban pasar el día ahí. No pasó lo mismo con la pequeña tienda en donde vendían souvenirs, cosas de pesca y buceo, el chico que atendía era muy mono, y hasta se ofreció a enseñarlas a bucear. Otro día sería, no podía admitir que le tenía pánico a eso. Además del hotel, había un lugar en donde rentaban casas de campaña, había desde las más enormes hasta algunas en donde sólo cabría un niño pequeño. Básicamente, recorrieron todo, incluyendo el muelle en donde había algunas personas pescando.

            Eran más de las cinco de la tarde cuando Taylor se dio cuenta que debían irse antes de que la noche les cayera encima. Sofía aceptó la habitación que el hombre del hotel les había ofrecido, pero pagó por ella, Taylor entró a regañadientes, y ahí las dos tomaron una ducha rápida, para después cambiarse y ponerse ropa limpia. Cuando salieron, algunos ya preparaban fogatas, recordó fugazmente cuando se quedaba con papá a acampar bajo las estrellas, en ese entonces algunas familias se reunían alrededor del fuego y hablaban entre sí, hasta mucho después de que los niños se durmieran. Ellos eran una familia, Taylor y Bob, con o sin mamá… El corazón se le estrujó, ¿qué con mamá? No recordaba cuándo había sido la última vez que se habían comportado, sinceramente, como una verdadera familia unida.

            Removió la cabeza en negación y buscó a Sofía con la mirada, cansada de divagar tanto entre la maraña de recuerdos que se supone olvidaría, la encontró platicando con unos chicos, posiblemente universitarios. Bueno, no es que se considerara tan mayor que ellos, y estaba segura que Sofía rondaba la misma edad que ella, lo había leído en algún lugar que ahora mismo no alcanzaba a recordar, pero… ya, daba igual. Terminó por unirse al pequeño grupo.

            El moreno se llama David, y era el único universitario de todos, la chica que estaba con él se llamaba Erika, y era su novia. Ambos vivían muy cerca de la playa, pero habían ido a acampar porque festejaban el primer año de su noviazgo. Los dos chicos que estaban con ellos no eran de ese lugar, y se habían conocido unas horas antes mientras jugaban al voleibol de playa. A Taylor le gustó el castaño, Nic. Para su suerte, parecía que a él no le pasaba desapercibida. Nadie dijo nada sobre Sofía, aunque Taylor sospechaba que ya sabían quién era, agradeció mentalmente a todos, si algo había aprendido, es que a Sofía le incomodaba que las personas empezaran a acosarla demasiado.

            —Hey, Sofía —le susurró cerca del oído, ésta se volteó y la escuchó atenta—. Creo que ya es tarde, deberíamos irnos.

            El sol empezaba a ocultarse.

            — ¿Estarás ocupada mañana? —Sofía preguntó.

            —No, no realmente, ¿por qué? —la rubia le contestó con una sonrisa, la tomó de la mano y la ayudó a pararse, pero al contrario de lo que Taylor pensaba, no era para retirarse del lugar. Sofía quería ver el ocaso, y la llevó al muelle.

            Desde que habían entrado al hotel todo pintaba que Sofía no pensaba irse por el momento, pero no había comentado nada, además, no había podido negarse, la mano de ella sosteniendo la suya borró todo pensamiento. Se sentaron al final del muelle, en la dura madera solitaria, y ambas miraron hacia el horizonte, como si más allá les esperara algo mejor, palpable, cierto. Entre las aguas que empezaban a quedarse vacías y frías. El mar terminaba de esconder bajo su manta, poco a poco, al cuerpo incandescente que era el sol. Fueron testigos de cómo luz naranja se fue apagando a su alrededor, y de cómo la arena empezaba a bajar su temperatura, ya fuera de los brazos cálidos del que se escondía. La tierra estaba en completa oscuridad, extinta, pero no tardaría así, después sería iluminada con las pequeñas fogatas de sus habitantes que, sin decirlo, huían despavoridos de la masa negra que se cernía sobre sus cuerpos.

            —Desde… No veo el atardecer desde hace mucho —confesó Taylor. Sintiendo el corazón a punto de explotarle, porque todos los recuerdos se le vinieron encima, como la oleada que rompía en las rocas y moría ahí mismo. Un día estaba aquí, y al otro se encontraba en ningún lado.

            Sofía bajo la vista tras escucharla, y escondió la cabeza entre sus rodillas cubiertas por los jeans. La chica de ojos cafés no pudo evitar verla como a una niña pequeña en busca de refugio, bajo ese sweater holgado y los bucles de cabello totalmente inquietos. ¿Qué pensaba Sofía en esos momentos? Y así como si le contestara, la chica levantó la vista y murmuró, más para sí mima.

            —Es la primera vez que veo uno… —fue lo que dijo, y Taylor no evitó su sorpresa—. Es decir, bueno… supongo que la tv no cuenta. A que es patético.

            Eso no era patético, ¡era inhumano! ¿En qué clase de mundo había vivo la rubia todo ese tiempo? Y lo más importante, ¿había vivido? ¿Qué había más allá en el mundo de Sofía, fuera del espectáculo, las revistas y todo lo superficial? Taylor había tenido miedo de no encontrar nada, pero ahora, estaba segura que la señorita Faulkner, en lo absoluto, estaba vacía.

            Sofía apenas reaccionó cuando Taylor la abrazó abruptamente y se hundió en su cuello sin decir nada. Exhaló suavemente el aire que había contenido, dejando que la castaña rodeara su cuerpo como quisiera, como se amoldara. Todas las fuerzas se le extinguieron, o decidieron saltar al mar, daba igual, no las encontraría allí ni en ninguna parte. Nunca había sentido esa sensación de bienestar, angustia, temor, todo revuelto en su soledad como millones de estrellas y polvo cósmico en la galaxia.  El viento que huía despavorido de algún lugar hizo que un trémulo escalofrío surcara su piel, pero lo ignoró completamente cuando sintió la respiración de Taylor sosegarse con la suya. Estaba bien; todo estaba bien, pero ya no bastaba sólo eso para sentirse ella misma.

            Y así regresaron a las fogatas, una al lado de la otra acompañadas del ruido de las olas y las risitas de la gente. En el pecho de Sofía se armaba una revolución silenciosa, incontrolable, eran sentimientos sin rostro que caminaban en el papel blanco de su mente, y la manchaban de carboncillo negro, imborrable. Sofía, inconscientemente, miró a Taylor a su lado, y un «basta» rodó por sus labios hasta el exterior. Nadie escuchó, pero la palabra retumbó en sus oídos lo suficientemente fuerte como para dejarla ausente y varada en su sitio. La castaña, con las manos embutidas en los bolsillos paró y verificó si todo estaba bien.

            —Yo… Puedes adelantarte, ya regreso. Tengo un poco de frío.

            —Bien… —Taylor dijo, extrañada—. Bueno, tal vez esté un rato en el bar del hotel.

            —Vale, te veo en un rato.

            Era verdad que tenía frío, pero también era un pretexto, porque realmente quería estar sola por un momento, así que se tardó más de lo debido. Cuando decidió ir al bar, se encontró con que Taylor bailaba con uno de los chicos que habían conocido unas horas atrás, Nic. Por un momento, deseó poder bailar igual de bien que él, tal vez así podría ir hacia la pista y… Eso era ridículo. Unas voces la llamaron, también estaba ahí David y su novia.

            —Hola, ¿te sientas con nosotros?

            —Eh, sí. Mi amiga está por ahí.

            —Parece que se divierte —dijo Erika con una sonrisita—. ¿Y quién no se divertiría con…? —Su novio alzó una ceja, y enseguida cambió el rumbo de la charla—. ¿Te apetece un trago, Sofía?

            ¿Le parecía atractivo Nic a Erika? Lo vio sonriendo a la distancia y tomar a Taylor de la cintura. Era alto, de ojos verdes. Pero no podía ver más, tal vez jugara algún deporte, o fuera un programador de sistemas, un ginecólogo o bombero. O un altruista misionero de las montañas. Pero no le gustaba, ni el piercing de su ceja izquierda, mucho menos que mostrara sus dientes cuando reía… Y ahí fue cuando se preguntó si algún chico le había gustado, realmente, con anterioridad. Pensó en Robert, ¿qué le había gustado de él? ¿Y del chico irlandés con el que había estado en la universidad? ¿O qué tal Billy, el que le había dado su primer beso? Una parte de ella golpeó a su corazón para obligarlo a latir fuerte, sentir algo. Sus ojos en la pista… El cuerpo de Taylor moviéndose a lo lejos. Un martilleo, dos. Algo desbocado. La cinta de su vida amorosa a prueba. Amaba que Robert respirara en su nuca, ¿amaba? ¿Qué tal las salidas, las cintas de video, las fotos en París?

            Los chocolates, las rosas, las cenas en restaurantes italianos. Su mano sosteniéndola con fuerza cuando había frío, visitar museos. Las charlas con sus amigos… Su madre queriendo conocerlo. «Vamos». Los vestidos de coctel, los lentos bailes, las risas… Los cielos, el aire, las  portadas de revista, flashes, voces. Gritos. Hielo cristalizado, y un par de ojos color avellana mirándola, derritiendo todo a su paso. Pero Robert no tenías los ojos de ese color.

            —Sí, creo que sí —por supuesto que quería algo para beber.

            Pidieron vodka, y estuvieron charlando por un gran rato sobre la vida de los dos chicos, se conocían desde hace mucho, eran vecinos, pero apenas habían aceptado salir juntos hace un año. A Sofía le parecía increíble este hecho, Erika era una chica adorable, y era doctora, se había graduado recientemente. Por otro lado, David estudiaba ingeniería civil. Los dos se querían.

            Sus ojos buscaron a Taylor, ya no estaba en la pista, siguió charlando con David y Erika pero apenas les prestaba atención ahora, ¿dónde estaba Taylor? Miró su reloj de pulsera, era muy tarde. La encontró, en la barra, aún con el chico. Reían a carcajadas. El tic tac empezó a dañar su cerebro, lo escuchaba claramente a pesar de la música, y sus risas… Y ella ahí. Con dos desconocidos. Una vacía copa cerca de Taylor, ¿no había tomado ya demasiado?

            «Mírame». Pero no sucedió nada, Taylor no había preguntado por su ausencia. «Mírame, Taylor». Tic tac, tic tac. Y no se movió, no la miró.

            — ¿Quieres bailar?

            De vuelta al mundo. El amigo de Nic.

            — ¿Qué? —Una sonrisa en los labios del chico.

            —Que si quieres bailar, o tomar algo. —Sofía ya estaba bebiendo algo.

            Iba a responder, iba a decir que sí. Que bailaría para que Taylor dijera algo, ¡se estaba volviendo loca! ¿Había bebido mucho? Y volvió la vista a la barra, pero de nuevo Taylor no estaba. « ¿Dónde estás?». Se levantó de la mesa y se disculpó enseguida, no bailaría, tenía que encontrar  a Taylor.

            —Díganle al mesero que cargue a mi cuenta todo —le dijo a David—. Espero que este sea sólo su primer año, felicidades. —Y se retiró.

            En el bar no estaban, así que salió de nuevo a la playa. Vio las casas de campaña esparcidas por lo ancho, y caminó hacia ahí, adentrándose a las fogatas. En verdad había frío, y eso sólo la hizo sentirse más sola.

            —Hey, oye, espera —era de nuevo el chico que la había invitado a bailar, estaba agitado por tratar de alcanzarla corriendo—. ¿Buscas a tu amiga? Sé dónde está. Te llevaré con ella.

            Suspiró. Pero siguió al chico al ver que se había rendido con ella. No mentía cuando dijo saber en dónde se encontraba la pareja, estaban sentados en la arena de frente al mar, aún riéndose. Sofía llamó a Taylor, ésta volteó al escucharla.

            —Eh, Sofía, ¿dónde rayos te habías metido? Nic y yo la hemos pasado en grande, ¿sabes que tiene un yate? —Taylor estaba ebria.

            —Vamos, Taylor. Estás… Mañana tenemos que levantarnos temprano —dijo, y la tomó del brazo para ayudarla a levantarse.

            Taylor emitió soniditos de molestia pero le hizo caso, se sacudió apenas la arena del trasero y se sostuvo en pie con dificultad.

            — ¿Segura que no quieren quedarse? —preguntó Nic con una sonrisa. Sofía distinguió una botella de licor en sus manos.

            Quiso gritarle y decirle que no. Pero cuando lo miró más de cerca, con el reflejo de la luna, se dio cuenta de algo muy importante: el muchacho era Nicholas Grimm, el hijo menor de uno de los asociados más importantes de su padre. La sangre se le enfrió. No es que fuera a contarle a todos que la había visto, ¿o sí?

            —No, ya nos vamos, Nicholas.

            —Vale, Sofía, espero verte pronto. Lleva a Taylor la próxima vez, digo… supongo que irás a la cena de aniversario de tu revista, ¿verdad? — ¿Por  qué decía todo eso?

            —Ajá…

            Ayudó a Taylor a sostenerse y se alejaron de ahí, pero antes le agradeció al amigo de Nicholas por haberla llevado al lugar. Taylor empezó a contarle todo lo que habían hecho ella y el castaño. Que Nic era guapo, o que bailaba muy bien, que tenía un yate y una enorme casa. Que había estudiado en Harvard, y que sus padres eran muy reconocidos; que sus ojos eran hermosos y que el piercing que llevaba era muy sexy. A Sofía le empezó a doler la cabeza. Ella también tenía un yate, y había ido a la misma universidad, pero no andaba diciéndole a medio mundo eso, como si fuera lo mejor que le había ocurrido en la vida, ¿a Taylor le gustaba que le contaran esas cosas? Creyó que… ¿qué había creído?

            Subieron hasta su habitación en el elevador, era de madrugada ya. Taylor siguió parloteando sola, por ratos se reía al recordar algo gracioso que el estúpido de Nic le había dicho. Nicholas por aquí y por allá. Abrieron la puerta de la habitación, Taylor entró dando tumbos hasta que Sofía encendió las luces. Terminó rendida en la primera cama que tocó.

            —Deberíamos salir más seguido —apuntó Taylor, empezando a cerrar los ojos.

            — ¿Y con Nicholas también? —arremetió Sofía sin saber por qué. Sus palabras la asustaron.

            —Oh, sí, definitivamente. Me dijo que te conoce, ¿es cierto? —A Taylor le dio igual.

            Se dejó caer en la otra cama, sus ojos se clavaron en el suelo sin atreverse a mirar a la castaña.

            —Sí, es el hijo de uno de los asociados de mi padre.

            —Es guapo. —Ya había escuchado eso.

            —Mmm…

            Silencio.

            —Sofí… —la llamó Taylor, era la primera vez que le decía así.

            —Dime —aventuró.

            —Estás enfadada.

            —No.

            —Lo estás, ¿es por mi estado? Perdona si es por eso, estaba con una copa… Y en algún momento se triplicaron. ¿Sabes qué es eso? Fue como la vez en que Alice y yo fuimos a la casa de sus padres, había whisky…  —Sofía sonrió apenas—… Y te tardaste, no regresaste, creí que te habías dormido.

            —Regresé, Taylor. Estuve con David y Erika —se levantó de la cama en busca del interruptor de la luz. Era hora de dormir.

            La oscuridad dominó el cuarto, sólo el brillo de la luna entraba por la ventana y bañaba el cuerpo de Taylor que seguía en su posición inicial. Se acercó a ella para ponerle una cobija encima, no estaba molesta, por su madre que no lo estaba. No con ella. Sólo se sentía… Distinta. Tal vez un poco triste. Tomó las sabanas y cubrió con ellas a Taylor, se había callado por el momento.

            —Perdón… —la mano de ojos cafés tomó su muñeca con suavidad.

            —Eh… No exageres, amor y paz, ¿vale?

            —No, estás enfadada. Y no creo que seas muy hippie como para olvidar esto.

            —Debes dormir —movimiento en falso, su mano en la mejilla de Taylor. La quitó enseguida.

            —Doy muy malas impresiones, a que sí. —La castaña sonrió con los ojos cerrados, haciendo memoria—. Primero casi te arrollo, luego llego mojada a mi primera entrevista de trabajo… Pero eso no lo sabías, genial. Finge que no lo escuchaste. Llegué tarde a la cena de mi hermano y su novia… Que por cierto eres tú, ¿cuenta el ridículo en mi fiesta no sorpresa? Soy un lío. Ya sé por qué me odian en casa.

            Sofía oprimió la mandíbula.

            —Te conocí tres veces, no me arrepiento de ninguna.

            — ¿En serio?

            —No te mentiría —se hizo un lado en la cama y se sentó. Taylor la copió.

            Sus ojos conectaron tras acostumbrarse a la poca luz que se filtraba por las ventanas. La castaña sonreía apenas, triste. Sofía sintió sus dedos acariciar el dorso de su mano, algo sutil, sincero y fugaz. También le sonrió, más con derrota que con otra cosa, pero en su pecho algo crecía sin motivos, empezaba a dolerle los ojos, la garganta, el estómago. El alma.

            —Estoy mareada, más que antes —argumentó Taylor con un bostezo.

            E igual que había hecho con el mando del televisor, se abalanzó hacia ella sin previo aviso, esta vez para salir del otro lado de la cama, por donde se encontraba el baño. Pero algo salió mal, perdió las torpes fuerzas y la cabeza le dio vueltas y vueltas, hasta que calló de llenó sobre Sofía. Ésta la recibió, sí, y sus cabezas se encontraron a menos de un palmo de distancia, con los ojos muy abiertos, como si hubieran temido que las dos cayeran de bruces al suelo, o en un infinito vacío lleno de oscuridad. La respiración de Sofía salió disparada, y Taylor, en cambio, sólo se quedó en esa posición, como si fuera la primera vez que la veía tan de cerca.

            —Todos piensan que eres hermosa…

            — ¿Tú… no? —Sofía no supo de dónde había sacado las fuerzas para decirlo.

            — ¿Quieres que te diga que siempre? —le susurró.

            Un «no» se ahogó en los labios de la ojiazul al ver que Taylor seguía avanzando.

            —Sólo sucede a veces… cuando...

            Sus labios se rozaron, invitándose a seguir el ritmo natural de algo no planeado, prohibido en el telar de la realidad que les quemaba. Sofía moría de todo en ese momento, y vivía por la promesa de un beso que terminó por ser tan sólo el bosquejo de algo que iniciaba sin que el mundo, e incluso ellas se dieran cuenta. El simple roce de los labios de Taylor habían hecho un enorme cataclismo en su ser, y lo que era peor no era eso. Lo terrible era que no la había terminado de asesinar como hubiera querido en ese momento.

            La castaña se había alejado de ella, de nuevo. Adormilada, dormida. Ebria.

            Esa noche, Sofía Faulkner no pegó un ojo, pero se había quedado junto a Taylor, como si así pudiera desprenderse de todo, al fin.

Fin del Flashback

 

ACTUALIDAD:

 

Luego de un tiempo, de pasar mas tiempo con Taylor en el viaje a parís, y todos los siguientes eventos, no fui capaz de soportar mas este sentimiento y  bese a Taylor, ella correspondió mis sentimientos y de esa forma fui valiente y deje a Robert, mi padre lo acepto, mi madre bueno ella sigue siendo mas distante de lo que ya lo era, ahora estoy de novia con Taylor, pero mi padre me aconsejo que debía tener escoltas, ya que Robert me sigue buscando y se ha comportado bastante acosador. Voy a llamar a Elizabeth Rumsfield

 

-Señorita, me llama a Elizabeth

 

((Suena la puerta))

 

Adelante – dijo Sofía

 

Señorita Faulkner, me necesitaba

 

-Si, Elizabeth, necesito que Madeleine Neighwood y tú, me acompañen en un viaje que se va a realizar en unos días.

 

-Ok, señorita informarme cuando será ese día, y tendré todo listo

 

-Así será, ya puede retirarse

 

AUTO PERSONAL DE SOFIA FAULKNER

 

-Liz, que te dijo la jefa Sofía – dijo Madeleine

-Lo de siempre Madie, tiene un viaje de negocio – dijo Elizabeth

-¿Qué te preocupa?

-Tengo un presentimiento, pero lo raro es que ya hemos terminado con todo

-Si, por fin, me puede librar de esos monstruos, aunque estoy contenta de a verlos tenido

-Estas loca, ¿porque te alegras de eso?

-Porque te conocí y de esa forma conocí el amor, Te amo Liz

-Y yo a ti Madie, y si tienes razón, ha pasado mucho tiempo desde que nos conocimos, al parecer las dos no nos caíamos muy bien al principio, pero luego de protegerte, verte y tratarte seguido todo cambio. Recuerdo que tú y yo nos acercamos mas el día de las explosiones en el centro comercial donde apareció Malcolm,  el día que te enteraste que me había escapado, me quede en tu casa a dormir

 

FLASH BACK

 

THE TRUTH OF MY DESTINY – YURIPPE

http://www.amor-yaoi.com/fanfic/viewstory.php?sid=58815&textsize=0&chapter=23

 

CAPITULO 23: ¿FUGITIVA?

—Liz, eh… ¿Qué es… eh… todo eso que dicen los periódicos?

Tardó más del tiempo normal en siquiera demostrar que le había oído decir algo. Cuando procesó la información necesaria, no se atrevió a mirarla directo a los ojos. Prefería enfocarse en el aburrido programa de humoristas que daban a esa hora, tapándose mejor con las mantas de la cama de la pelirroja, que tener que ahondar más en un tema que prefería pasar por alto.

—Oye, ¡Liz! ¡Hola!

La aludida se permitió el lujo de callar nuevamente. Se sentía incómoda. Estar en su cuarto le seguía pareciendo algo extraño, impensado, incoherente. Ya de por sí era impensado el hecho de pasar, otra vez, la noche junto a ella…

El sábado lo habían estado discutiendo hasta la extenuación. Aprovechando que Angelice se vio obligada a reemplazar a una colega en el hospital, Maddie insistió en que se quedara dentro nuevamente. Ella se negó: sentía que estorbaba. La pelirroja rió, argumentó que “si no accedía, se moriría de frío” (la noche estaba bastante fresca y despejada). Dijo que era injusto e incómodo, pero… lo cierto era que se negaba porque prefería estar sola.

Más, no era tan idiota como para desaprovecharlo.

— ¡Ya, bien, entiendo! Perdona, ah… Si no quieres hablarlo…

—Leíste toda la notica, ¿verdad?—Regresó a la Tierra al notar que la había dejado hablando sola. Iría al grano: acabaría con el interrogatorio pronto, y se ahorraría tediosos párrafos de balbuceos sin sentido por su parte. Se ponía demasiado nerviosa en estas situaciones, y no le gustaba.

— ¿Eh?

—Que si leíste…

— ¡Sí te escuché!

— ¡¿Entonces por qué…!? Agh, en fin.

Callaron un momento. Las risas del público que participaba en el estelar nocturno hicieron burla a la situación.

—Maldito programa—exclamó Maddie, haciendo gala de su temperamento—. Recuérdame por qué lo estamos viendo.

—Porque creímos que sería divertido—sonrió Liz—. Gran decepción.

Un sujeto, vestido de payaso, intentaba de todas las formas posibles ganarse al exigente jurado del programa. A simple vista, parecía que lo estaba logrando...

— ¿Y bien? ¿La leíste?

—Yo... Bueno, sí, leí lo que publicaron.

Elizabeth, tomándose la situación con calma, suspiró holgadamente; hizo tronar sus largos dedos mientras contenía un bostezo que delataba las múltiples noches sin dormir. Había sido, por lo demás, un largo día.

—Eh, pero si no quieres decirme nada—continuó la de cabellos rojizos, rascándose un brazo—, no importa, en verdad; te juro que voy a entend…

— Primero que todo—la interrumpió, perezosa, alzando una mano, dedicando un último segundo de duda; era tarde para volver atrás—, la niña de la foto sí soy yo, y ésta ya había salido en un diario hace mucho tiempo.

Madeleine, aturdida por la repentina respuesta, asintió.

—Esa foto me la sacaron cuando tenía diez años—la chica se rascó la mejilla, medio mareada, al recordar el momento preciso de aquel evento: una de las miles y concurridas fiestas que solía organizar su madre, por lo general, en el salón de su gigantesca casa—, y… los adultos que salen conmigo son mis padres.

No fue difícil detectar todo lo que su voz terciopelada no consiguió ocultar en esa última palabra. La pelirroja analizó ávida cada gesto que su par bosquejaba; desde la precaria mueca que pretendía ser una sonrisa, el inconstante mover de sus dedos, hasta la forma ausente en cómo observaba el control remoto que reposaba sobre sus piernas.

—En la noticia—Maddie, acomodándose mejor sobre una almohada grande y blanca, no se atrevía ya a preguntarle. ¿Dónde habrá quedado el valor que tenía hace tan poco?—, decían que…—miró al techo de reojo, buscando inspiración—. ¿Tú de verdad desapare…?

— ¿Quieres saber la verdad?— Sonrió un poco al escucharla titubear de esa forma, terminando su pregunta con una respuesta—: me fugué de ese horrible mundo cuando tenía doce años.

Una suave ventisca despeinó el alisado cabello negro, y el revoltoso mar de fuego medio ondulado que nunca su dueña consiguió controlar de manera eficiente.

—Espera, espera…— ¿Fugarse?—. ¿Es broma?

—Se supone que me “perdí” por unos cuantos meses durante un paseo familiar—recitó, sombría, una historia que en contra de su voluntad se sabía de memoria—. Pero yo en verdad decidí marcharme y vivir con la demente de Lynn.

Maddie quedó estupefacta. ¿Elizabeth se había escapado? ¿Por qué?

Sintió la imperiosa necesidad de hacer algo: todo con tal de no ver esa terrible y fría seriedad marchitando su rostro.

Estuvo tentada de abrazarla, pero se contuvo con enorme esfuerzo al saber que, de hacerlo, seguramente le haría creer que era bipolar.

—No, no soy bipolar—dijo en voz baja, como en un trance.

— ¿Qué dices?

“Mierda”

—N-nada…

Silencio de nuevo. El ambiente se tornaba incómodo y pesado. La morena dudaba si había hecho bien al contarle una parte de su secreto, porque nunca hubo de atreverse a hacerlo con alguien. Madeleine, en cambio, agradecía saber un poco más de su vida.

— ¿Y… y no te buscaron?—preguntó casi en un susurro, con inocencia.

—Bueno… técnicamente sí. O hicieron como que lo hacían. No iban a malgastar su dinero en alguien como yo, ¿sabes?

Comenzaba a darle asco. Intentó decir otra cosa, pero un nudo pernicioso en la garganta se lo impidió. Maddie no daba crédito a lo que escuchaba, y ni siquiera se molestó en contener un bufido de indignación.

—Por eso… Por eso Sabina y Daphne, y todo ese montón de chicas te decían aquello—entrecerró los ojos, sintiendo la iluminación apoderarse de su cuerpo. Ahora lo comenzaba a entender todo.

Durante todo el día, tanto la rubia como la castaña, habían acaparado a una distraída Elizabeth con frases como “¡Ya sabía que tu nombre se me hacía familiar!”; “Tu apellido… ¡Oh ¡Mi padre una vez me habló de tu familia…!”

—Quizá tenían negocios con nosotros, no tengo idea—argumentó, alicaída, alzando tenuemente los hombros.

—Faltó poco para que te propusieran matrimonio—bromeó Maddie, ocultando de manera mediocre su malestar, al recordar con exactitud cómo la codicia desfiguraba la sonrisa siempre petulante de Daphne al tomarla por el brazo y conducirla a su mesa en la abarrotada cafetería, durante el almuerzo.

—Por suerte, ni se acordaron de mi apellido cuando llegué a Cleveland. Nadie, excepto algunos profesores, tenía recuerdos de ese suceso—confesó, recordando el fatídico día en el que Lynn le había dicho que se vería en la obligación de ingresar al nido de víboras del que provenía su madre—. Pero, ya… Prefiero no hablar más del tema, si no te molesta, Maddie.

La pelirroja asintió, resignada: se moría de curiosidad.

—Ah, por cierto—comenzó  Elizabeth por enésima vez—, de verdad puedo dormir en el suelo, no me molesta.

— ¡Y dale con eso! ¡Claro que no!—volvió a reafirmar, testaruda, negando con la cabeza—. A ver, te explico: eres mí invitada, y mamá, si de pronto despierta y te ve durmiendo en el suelo, va a castigarme de por vida. No toleraría ver incómoda a una huésped, menos si es "tan adorable" como tú. ¿Comprendes?

Temió que su amabilidad se tratara sólo por la fortuna que recibiría. La vida le había enseñado desde muy joven a mantener la distancia con la gente, puesto que sus padres le habían enseñado que todos le hablaban por mero interés, y no porque les agradara.

"Nadie te quiere, Elizabeth. Excepto nosotros, claro..."

Luego recordó, casi al instante, que Angelice le había dado enormemente las gracias desde un inicio por cuidar a su hija, y se arrepintió profundamente de su excesiva paranoia.

— Jaja, ya, entiendo.

Esperó que La tenue iluminación que el televisor daba al cuarto de pronto las encandiló, haciendo que se miraran, y dejaran que un instante de la eternidad les permitiera explorarse de una manera totalmente distinta a la de antaño. Ninguna se atrevió a hablar: no era necesario.

Una risotada demasiado fuerte se encargó de cortar la febril atmósfera. Madeleine dio un brinquito, avergonzada, y su par giró la cabeza hacia cualquier parte que no tuviera de frente a la muchacha de ojos verdes, que ya dudaba en si era buena idea dormir ambas en la misma cama…

—M-Maddie, mejor durmámonos ¿sí?—susurró Elizabeth, sonrojada—: mañana hay que despertarse temprano, y pues… ha sido un día asqueroso en general.

El abismante silencio de la alicaída pelirroja, confirmó la aprobación de aquella idea que no le apetecía -ni podría- acatar en lo más mínimo.

Y, tal como esperaba, fue otra agotadora noche en vela hasta las cuatro de la mañana, hora en la que recién pudo conciliar el sueño y, por desgracia, sufrir una leve pesadilla. Despertó sobresaltada, rogando no haber interrumpido el descanso de la ojiazul, y con mucho esfuerzo, procuró darle la espalda y no dedicarse a observarla dormir.

—Necesito un café—musitó, bostezando, conforme se levantaba y bajaba a tientas hacia la fantasmal cocina, esperando no tropezar con algún objeto sin forma definida.

CAPITULO 24: ¿Qué estoy sintiendo?

 http://www.amor-yaoi.com/fanfic/viewstory.php?sid=58815&chapter=24

Madeleine salió al oscuro pasillo, demoró dos minutos en decidir si valía la pena ir hasta la cocina; fue al baño, y ahí se enfrentó a sí misma en el enorme y viejo espejo del costoso lavamanos de loza. El reflejo exhibía ante ella un par de ojeras que resaltaban sobre su pálida piel, esa que sólo tiene alguien a quien la vida se le está escapando entre las manos, como recordándole petulantemente lo patética que era, fue, y sería. Una mueca disconforme con el paisaje desfiguró más aún sus tiernas facciones, que, por decisión unánime, la hacían ver menor de lo que era.

—Soy un desastre—dijo, casi en un susurro—. Y una llorona.

Realmente, y aunque le costaba admitirlo, se daba pena. Con pesar, desvió su atención a los jabones que su madre coleccionaba, y sonrió, nostálgica, recordando momentos mejores de su pasado… Hasta que se le cruzó Kurt por delante y sintió un doloroso relámpago atravesarle las entrañas. Tiritó de frío. Sus dientes castañearon al momento en que intuyera que un peso enorme se cernía por sobre sus hombros: un luto que todavía no había podido digerir  bien. Que no le pesaba como quería.

—No pienses en eso—dijo con más frialdad de la que le hubiese gustado conforme se devolvía a su habitación, arrastrando los pies, creyendo que luego, mejor, podría tomarse tranquilamente un buen café.

Abrió con cuidado la blanca puerta de su cuarto, rogando por que no hiciese demasiado ruido ni las rendijas chirriasen, pues no quería despertar a Elizabeth. Afortunadamente, no sucedió nada de lo anterior. En el umbral, sin embargo, se quedó detenida mirando a duras penas su figura entre las penumbras. Notó que la chica respiraba con calma, seguro que durmiendo de maravillas. Eso la hizo pensar… ¿Cómo habían terminado así, casi viviendo juntas? Ni siquiera le había pedido permiso a su madre… Aunque, claro, ella no tendría problemas con eso, estaba segura. Adoraba a la pelinegra. Pero… ¿Quién no? Se ahorró la respuesta suspirando.

Del mismo modo perdido, profundizó la ya atenta mirada que vertía en ella, fijándose en cómo la brillante luna llena la contrastaba, haciéndola ver fantasmagórica, irreal. Hermosa. Al pronunciar esa palabra sin emitir sonido alguno, su corazón reaccionó, tal vez, exageradamente, dando un extraño vuelco en la confidencialidad de su pecho. Aquello la paralizó durante unos cuantos segundos llenos de intriga, en los cuales, muy lentamente, intentó cerrar tras de sí la pesada infraestructura de madera.

Tragó saliva muchas veces, en un vano intento por apaciguar aquel doloroso golpeteo que azotaba deliberadamente sus costillas. No consiguiéndolo, decidió apoyarse despacio contra la puerta, ignorando las decenas de bosquejos —los buenos y malos, ya daba igual— que, mal pegados con un poco de cinta adhesiva y chinches, crujieron tras enfrentar a su espalda. Estaba tan nerviosa que le dio lo mismo que algunos se cayeran, y eso la preocupó: solía cuidarlos mucho. Pero, se dijo, todo estaba bien con tal de poder admirar mejor a...

—¿Qué…? —la voz le salió tosca, agrietada, seca. Notó que tenía los labios como cartón, y que el aire apenas le entraba al cuerpo—. ¿Qué estoy… haciendo? —Sus ojos verdes se abrieron como platos, y sonrojó, sacudiendo su pelirroja cabeza—. Debo… Debo dejar de…

Pero no lo hizo. Le parecía una tarea imposible. Sentía que, de abandonar esa misiva, de no mirarla más, se consumiría por completo en la oscuridad de su cuarto. Que su calor corporal moriría, se iría a mejores tierras, dejándola vacía y fría por completo. Mismo que, contradictoriamente, se fue intensificando de manera brusca, y más, y más, cuando notara, con mucho detalle, que las mantas de su cama se esmeraban en contornear con precisión el cuerpo perfecto de la pelinegra...

No, no, no, no, NO.

Quiso chillar, más, su cuerpo ya no reaccionaba a sus órdenes. Sobresaltó torpemente apenas su cerebro volvió a funcionar y, con culpa, miró hacia cualquier otro sitio, comenzando a cuestionarse, contra su voluntad, un sinfín de cosas. Concluyó rápidamente en que no se comprendía. No a su actitud. No a la maraña de sensaciones horribles que atormentaban a su estómago. Esas que, en vano, intentaba siempre ignorar.

¿Siempre?

 Cerró los ojos, no entendiendo, queriendo blanquear su mente, sin lograrlo para nada. Recordó, con pesar, lento y tortuoso, todas las palabras que la chica le había confiado hace un rato sobre su familia; cosas que eran de conocimiento público, pero que, ella, Madeleine Neighwood, desconocía, y hubiera ignorado, tal vez, toda su vida. En ese instante, cayó en la triste realidad de que no sabía quién rayos era Elizabeth Rumsfield. ¡Que no tenía idea de quién ahora dormía junto a ella en su cama!

—… Ok, eso sonó extraño—se dijo, más avergonzada aún, si era posible.

Carraspeó. Esa era la primera vez que tenía deseos de saber, en verdad, las cosas que escondían esos ojos gélidos, pero tan intensos y abismales como el océano. Qué pensaba, qué mucho había tenido que vivir, ver, rechazar o ignorar. Apretó los puños de forma inconsciente, al imaginar que pudo haber sufrido cuando pequeña, y se enfadó, para su extrañeza, con todo el mundo. Con Cloe, porque sí; con la imagen tétrica que se había formulado del matrimonio Rumsfield, con la de ojos azules, claro, por ser tan cerrada y frívola, y consigo misma, por tonta y ciega. Es decir, razonó, era lo mínimo preocuparse por alguien que, si bien aparecía de la nada y no le agradaba del todo, venía dispuesta a… ¿Protegerla? De cosas que no estaban al alcance de su comprensión.

La amargues de la culpa subió por su garganta. Sabía que Liz no se merecía que la tratase mal; y, aún así, sentía que era imposible cambiar su actitud. Cada vez que se lo proponía, que la veía acercarse con soltura, sonriendo apenas, quizá de forma enigmática, deploraba su presencia como un vil y entrometido intruso. Entonces, volvía a erizar pesados muros de defensa a su alrededor, que se manifestaban con un improvisado “idiota” u otro insulto parecido.

Suspiró. No sabía ni por qué era así con ella.

—¿Será su presencia? —Comenzó, entonces, a divagar, acomodándose el flequillo—. Es decir, hay gente que no le agrada a otras sencillamente por existir, y es cruel, pero…  

Se relamió, temiéndole a fantasmas invisibles. Enseguida, puso en orden sus desvariados pensamientos: tenía, por obligación autoimpuesta, que analizar mejor a Elizabeth Rumsfield.

Recordó lentamente sus maneras. El ajetreo de sus manos al caminar; la forma en que hablaba, su voz suave y femenina. Si era crítica y objetiva, la azabache no era una persona que se pudiera considerar como mala; quizá sí un poco irritante (“¿En verdad lo era?”, preguntó su cerebro, y supo que la respuesta era un rotundo “no”), seria (“Eso, eso, pero… ¿me molesta que lo sea?”), muy carismática (“No, no me molesta...”)… tranquila (“¿No lo hace?”), y silenciosa (“Entonces, ¿me cae bien?”).

¿Conclusión? Estaba siendo una tremenda idiota.

Repentinamente, Liz se removió en la cama, como si hubiera escuchado a la pelirroja pensar de ella y eso le causara gracia. Por consecuencia, Madeleine pegó otro saltito que la agitó más y la hizo sentir estúpida… sentimiento que se agravó cuando notase que sus ojos volvían a recaer en su figura, como si su vida dependiera de ello.

Volvió, tercamente, a sus meditaciones. Rememoró con impaciencia el día en que llegó la chica a su vida y cómo la había tratado. Seguramente estaba exagerando todo, como de costumbre, pero esta vez se había ido al extremo. Aunque podía deberse a que estaba maldita.

Valgyti… ¿Por qué la habían escogido? ¿Qué tenía de especial? ¿O era su maldita suerte la que pretendía jugarle una muy mala pasada? Sentía que iba empeorando con cada día transcurrido: le pesaban una enormidad los brazos, las piernas... ¿Estaría jodida? No. Aún tenía a Elizabeth. Ella seguía a su lado, cosa que le sorprendía enormemente. Pese a los insultos, a las peleas… Es más, se esmeraba ser agradable. Ya casi no recordaba algún recreo sin su cercanía, ni el sonido de su risa tenue, ni sus bromas modestas. Hizo una mueca. Su determinación era lo que más le impactaba, porque, en cierto modo, lograba hacerla sentir… extraña.

La ventana chirrió, de la nada, y consiguió asustarla nuevamente. Comenzó a fastidiarse de eso. Pero más de aquella especie de soledad que el ruido le había hecho sentir. Como si, en verdad, la oscuridad planease devorarla. Se sintió desnuda, de papel. Y su instinto le gritó, a duras penas, que necesitaba la protección de un abrazo. De esos que te recuerdan que sigues viva, que nada malo te va a pasar.

Ansiedad. Quiso tantas cosas… Incluso desaparecer.

Fue cuando sus orbes verdes volaron, por enésima vez, hacia Elizabeth Rumsfield. Y el tiempo, por arte de magia, se paralizó. Creyó que la chica brillaba, podría jurar que lo hacía. Permanecía demasiado inmóvil para su gusto, como una princesa que reposaba bajo el hechizo cruel de una bruja envidiosa. Sin darse cuenta de lo que hacía, musitó un “sálvame” silencioso que hizo eco en las paredes de su cuarto, lastimándola. Comenzó a sudar, y luego a tiritar más que antes. Se estaba mareando, y eso la llenó de miedo. Sólo la consiguió calmar la incoherente idea de que, con acercarse a la azabache, volvería a recuperar el calor corporal que acababa de perder tan bruscamente. Por lo mismo, no supo si tembló de sobremanera porque consideraba imprudente lo que haría a continuación, o producto del frío que calaba hondo a sus huesos… Pero, cuando se arrodilló junto a ella, casi provocando, por accidente, que sus narices chocaran, un agradable y reconfortante calor le subió por la garganta. Sonrió. Elizabeth se veía adorable durmiendo.

—¿Qué estarás soñando? —Le preguntó en un susurro, rogando no haberlo dicho tan fuerte como para despertarla.

“Aléjate”, gritó dentro de ella una voz sensata a la que no pudo obedecerle. Negó con la cabeza para reafirmar su repentina decisión. Al instante, su pulso, ya dominado, se disparó otra vez hasta las nubes. Tragó más saliva al darse cuenta que era irremediablemente atraída, como la vida a la muerte, hacia aquellas pestañas largas y espesas que, durante la vigilia, marcaban cada afortunado pestañeo suyo. A su piel pecosa y pálida, que resaltaba entre la oscuridad como una pequeña luna alumbrando su torcido camino…

Negó. Muchas dudas. “De nuevo, aléjate”.

—No es como que quisiera estar así —se excusó apenas moviendo los labios, avergonzada; luego, colocando los ojos en blanco, conteniendo la respiración. Tuvo la impresión de que Liz la escuchaba delirar y eso la hacía sentir aún más patética—, pero…

¿Pero qué?

Apoyó las rodillas por completo sobre la alfombra del suelo: reafirmó su idea de que Elizabeth era realmente una chica muy hermosa. Se reprendió al pensarlo, pues creía que era un crimen atestarla de vanidad con actitudes como la suya, aunque no se las hiciera saber. ¿Sentiría envidia? ¡Para nada! Ella no se consideraba una belleza andante, sino más bien alguien normal, pero, en general, por el hecho de ser mujer y haberse educado entre cientos de chicas que pecaban de aquello, creía que, al menos, debía querer que esas facciones se desfiguraran como la cera caliente. Sin embargo, no existía nada de eso en su interior. Nada de aquella avaricia habitual de las féminas por tener un poco de esa perfección en sus rostros y cuerpos. Nada. Ni siquiera una especie de rara admiración, como esa de la que sus compañeras hacían verdadera gala a diario. Era… Era algo diferente.

Parpadeó. ¿Cuánto tiempo llevaba así, frente a ella, tiritando, especulando sobre la envidia femenina a escasos centímetros suyos? Notó que se le dormían los pies, y que la azabache fruncía suavemente los labios, como conteniendo la risa. Durante un instante, a Maddie se le hizo que, en realidad, Elizabeth era una niña pequeña y asustada.

El siguiente segundo que marcase su pequeño reloj de latón, correspondió a uno por entero suicida. No supo qué enorme problema tenía cuando su mano se alzó entre las penumbras de la noche, casi en contra de su voluntad, intentando, aparentemente, despejarle el negro flequillo dispar que cubría en desorden su rostro. El corazón ahora se le alojó con violencia en la garganta, al sentir que sus helados dedos rozaban aquella delicada piel, sin cumplir su cometido, y quedándose posados sobre ella, paralizándola durante lo que le pareció una eternidad.

—Ay, Dios… —sus mejillas… toda su piel ardía ante la idea de no querer alejarse—. Esto no debiera estar pasando…

Un tercer ruido en la ventana hizo que perdiera el equilibro y casi se fuera de espaldas al suelo. Se afirmó como pudo de su mesita de noche, y, con los nervios de punta, bufó, fastidiada.

—No quiero pastel, Lynn…

Casi le da un infarto cuando creyó que Elizabeth se había despertado y la estaba observando con sorna, preguntándose con engreimiento qué rayos hacía a su lado suyo a esas horas de la noche. Sin embargo, para su suerte, la pelinegra seguía durmiendo. El alivio hizo que se mareara aun más. Eso, y todo el cansancio acumulado que traía encima, haciéndole palpitar la cabeza.

Lentamente, se puso de pie. Necesitaba dormir, aunque sea unos minutos, o su cuerpo explotaría. “Genial”, pensó con sarcasmo al rodear su cama y acomodarse en el colchón, tapándose con lo que quedaba de cubrecamas, dándole la espalda a Elizabeth. Cerró los ojos con furia, creyendo que, de esa forma, conseguiría evadir de la realidad y así poder conciliar el maldito sueño de una buena vez. Pero sus sesos no dejaron de pensar: Comenzaba a fastidiarle lo que había hecho recién. Es decir, no debiera estar sucediendo nada de esto. Ella no tenía que haber malgastado su tiempo mirando como idiota a una chica desconocida a las cuatro de la madrugada.

—Me siento tan… —gay, dijo para sus adentros. Y algo en el estómago se le hundió hasta el primer piso de su casa. 

¿Acaso Malcolm tendría razón? ¿En verdad ella era…?

—No —sentenció, más alto de lo que le hubiera gustado —. No… —bajó la voz, mordiéndose de nuevo—. No.

Pero, ¿era tan malo ser…? La sola posibilidad la hacía pensar en lo que todos dirían, en Sabina, en ese beso que no había correspondido pero que no le había desagradado, sino más bien asustado. Había muy pocas evidencias para catalogarla como…

—No —y este fue el más débil de todos.

Miró las penumbras de su techo. De ser así, el estigma que significaría aceptarlo sería demasiado para ella… o eso creía en ese entonces. Objetivamente, Maddie se sentía muy débil para incluso pensarlo, y el admitir que no era como si nunca hubiera tenido dudas la agotaba de sobremanera. Además, no sabía dónde buscar respuestas, ni si debía ir por ellas, o si lo mejor era ignorar aquello hasta que fuera mayor y se olvidara del asunto.

Lo que no sabía Madeleine era que su peculiar charla, quizá para su desgracia, no había sido ignorada. Que alguien más también se estaba cuestionando un sinfín de cosas, inmóvil en su lugar, casi sin respirar. Y es que Elizabeth Rumsfield… no había estado durmiendo tan profundamente como aparentaba.

 

 

Durante todo el resto del día, y sobre todo en la mañana, la azabache había intentado disimular muy bien que no había escuchado nada durante la noche; que su sueño incoherente de una fiesta llena de pastel con Lynn no había impedido que la voz de Maddie atravesara su piel, ni evitar que sintiera su suave aliento contra el rostro. O que su piel no latía al recordar el tacto gélido de esos precarios dedos, violentando su vulnerable espacio personal. Que nada de eso le producía una cálida sensación en el estómago, muy ajena a su realidad. Nada. No quería ni admitir, siquiera, que no la llenaba de intriga. Y creyó estar haciendo un buen trabajo…

—Agh, ¡rayos!

Pero su típica máscara de chica seria e imperturbable no conseguía camuflar del todo su desconcierto. Menos cuando derramara su café mientras Maddie se bebía el suyo, siempre hirviendo, como tanto le gustaba.

—Te ayudo a limpiar —la pelirroja ya se había puesto de pie e iba, dando saltos, en busca de un paño con estampados de flores—. No te quemaste, ¿verdad? —preguntó al regresar.

—N-no —“Patética”. Patética por verse sorprendida, con la guardia baja, cuando Madeleine se tornaba amable con ella de un momento a otro—, digo, ah… No te molestes, Maddie, yo lo hago.

Le quitó el paño con rapidez y, al rozar su mano con la de ella, sintió un cosquilleo impertinente que la hizo evitar su mirada durante todo el rato que trapeó la mesa con el mayor ahínco posible. Todo sea para ignorarlo, se dijo, sombría, pero su memoria inútil no la ayudaba al sacarlo a flote cada tres segundos.

“Ya, olvídalo”, se repitió miles de veces, en vano, durante el, en apariencia, tranquilo viaje en bus a Cleveland. Iban en silencio, casi al fondo del vehículo, y sólo se hablaban más que para consultar la hora o recordarse entre ellas una que otra tarea pendiente. Hubieran utilizado a su preciosa Jessie, que permanecía estacionada inseguramente afuera de la cada de los Neighwood, de no ser porque su patente estaba bajo el ojo crítico de la policía y una ceñuda Elizabeth no quería que la rastreasen más aún. ¿Y si tenía una orden encima para que se la quitaran? Sin embargo, tenía muy presente que sus esfuerzos no valían la pena. Sus padres ya sabían dónde se estaba escondiendo, y no faltaría mucho para que vinieran a buscarla. O, mejor dicho, a robarle la muy generosa fortuna de su abuelo. Lo único que le alegró fue tener bajo la manga, todavía, unos cuántos afortunados ases… Entre esos, huir de la ciudad.

Miró entonces a Maddie, sin disimulo. Su cabello pelirrojo, destellando contra el sol que se colaba entre los ventanales, daba la impresión de ser de un rubio rojizo que consideró precioso, casi antinatural. Le caía en cascadas por los hombros y la espalda, ondulándose débilmente a partir del cuello, y de forma lisa sobre su piel de marfil, en la parte del flequillo, que ya estaba muy largo y parecía —era— molesto. Notó que iba exageradamente abrigada, dormitando, con la cabeza cacha, escuchando música a un volumen considerable; que un par de lunares profanaban sus mejillas, repartidos de forma coqueta, y que su perfil era armónico, perfecto. Que parecía una muñequita de porcelana. Que era hermosa.

Mordisqueó su labio, y, absorta en este nuevo mundo, siguió incursionando su rostro. Repasó su mentón, sus mejillas infantiles, sus pestañas largas. Creyó que en esa nariz respingada debía haber tantas pecas como en la suya (Las pelirrojas las tienen, ¿no?), pero su piel estaba llana, intacta. Fue cuando se sintió una mierda por plantearse escapar. ¿De verdad se atrevería a dejarla sola con todos esos demonios molestándola?

Se preguntó qué iba escuchando cuando una sonrisa impertinente se asomó por su boca, reafirmando la decisión de no querer abandonarla. No hasta solucionar su problema, o al menos intentarlo… De cualquier forma, no podía ignorar el hecho de que este caso podría significar un verdadero peligro para lo que pensaba hacer. Lo que tenía Maddie no era normal; le recordaba a la época de cuando tenía doce y recién estaba aprendiendo que tenía habilidades extrañas. A esa donde ocurrió aquella desgracia. Si tuviera dieciocho, pensó, todo sería más fácil… y rápido. Se acabaría la historia con su familia, su hermano Joan estaría feliz; ayudar a Madeleine no le daría tanto miedo, porque… lo reconocía, estaba muerta de susto.

Cuando bus pegase un brusco salto que hiciese despertar a la pelirroja, tuvo el vago presentimiento de que debía, de nuevo, ir a revisar los papeles que avalaban todo su plan. Escuchó a la gente insultar al conductor, y un amago de risa casi ensombreció lo que quería hacer a continuación.

—Hoy quisiera que me acompañaras a mi casa, Maddie —le dijo son suavidad, tanteando el terreno. Desgraciadamente, el bus, por segunda vez, dio un enorme brinco al pasar encima de una roca, haciendo que la mochila de Madeleine cayese sonoramente al piso.

—Ah… ¿qué? —espetó, aún somnolienta y con rigidez, maldiciendo al recogerla, sin entender lo que le había dicho Elizabeth.

—Que… Que me acompañes a mi departamento hoy, después de clases.

Parpadeó, volteándose hacia ella con una rara expresión de intriga. Frunciendo los labios y el ceño con curiosidad, inquirió:

—¿Por y para qué, señorita Rumsfield? Si puedo saberlo, claro.

—Porque… —por acto reflejo, Elizabeth acomodó su flequillo desordenado hacia la izquierda, dándose cuenta de que ya estaba medio imitando las costumbres de la pelirroja. Quiso mirarla también, pero los recuerdos de esa noche ensombrecían cualquier intento de hacerlo con soltura—. Porque quisiera hablar con Lynn sobre unas cuantas cosas y es, de verdad, muy importante que lo haga. No te obligaría a hacerlo… de no ser porque no puedo dejarte sola —añadió, esperando persuadir con su aparente tranquilidad un posible arrebato suyo de ira.

Pareció pensárselo un poco, sólo un poco. Luego, a tientas, esbozó una sonrisa, diciendo suavemente, con un tono que la de ojos azules desconocía y que a ella misma le sorprendió:

—Si es tan importante como dices… Está bien.

A eso, le siguió un extraño silencio. Uno roto toscamente por la máquina del bus acelerando, y mantenido vivo por razones desconocidas entre las dos, como si su único fin fuese, cruelmente, el acentuar la perplejidad de Elizabeth: intrigada por el repentino cambio, entrecerró los ojos, como buscando el engaño en los orbes de la pelirroja. ¿En verdad Maddie estaba aceptando así, sin más?

—¿En serio estás…? Ah… —balbuceó, dando conocimiento de su estupor. Carraspeó para disimularlo—. Pues… pues eso es genial, Maddie. Gracias.

—De… ¿De nada?

Contraria a la frialdad de su mirada, el corazón de Elizabeth, en realidad, se sentía nervioso por esa reciente amabilidad a la que no estaba acostumbrada. Hasta el estómago le cosquilleó, molestándola. Se limitó a sencillamente asentir, confirmándole su agradecimiento, y después perderse en los autos que corrían por las calles, haciendo como que la ignoraba, pese a suscitarse lo contrario en su cabeza. Por otra parte, Maddie ahora la miraba con extrañeza, sin entender nada, prefiriendo callar y volver a ahogarse en su música.

Ya por fin en Cleveland, y luego de enfrentar el frío de una mañana fresca y despejada, en el salón, Madeleine prácticamente se tiró encima de su escritorio, suspirando. Elizabeth la observó en silencio, divertida, creyendo que sólo en ese lugar la chica podía conciliar el sueño. Como llegaron temprano, tuvieron el privilegio de disfrutar de la escuálida soledad que la enorme sala de clases les ofrecía, una en la que podían admirar, en silencio, el espectacular amanecer que caía sobre la ciudad y los nevados cerros que la circundaban.

—Es hermoso —comentó a murmullos la pelirroja, mirando el cielo a través de la ventana que tenía a su izquierda —. Me encanta cuando el sol se refleja en la nieve…

Terminó con el tono más bajo y suave que la azabache le conocía. En cierto modo, a la de ojos verdes le avergonzaba hablar así: se sentía vulnerable. Le alegró, sin embargo, que su compañera no dijera nada al respecto, que no comentara nada. Se había sonrojado tenuemente al confidenciaba aquellas cursilerías que se repetía en su mente, cuando estaba sola o rodeada, con romanticismo; esas que de ser escuchadas por oídos torpes, podrían valerle un par de bromas que no estaría dispuesta a tolerar.

—Me gusta más el atardecer —dijo Elizabeth, colocando las manos en los bolsillos pequeños de su saco, con sencillez. Madeleine, instantáneamente, se volteó a ella.

—También es precioso —parpadeó, mordiéndose ansiosamente el labio—. Ah… Creo que, ahora que lo dices, me gusta más cuando el sol se esconde. Como los créditos de una película, muy lento. Pero la luna… Y las estrellas —añadió, como si fuera un detalle importantísimo —. Muchas, muchas estrellas: su servidumbre. Las que no se ven por culpa de la contaminación, claro.

Se sonrió, pese a haber depositado un gajo de desprecio en las últimas palabras. Desistió de aparentar felicidad al ver que la pelinegra la miraba fijamente, frunciendo el ceño.

—¿Sucede algo? —temió haber demostrado un lado que era considerado estúpido. Vaya forma rara de hablar, Madeleine, se reprochó, endureciendo los músculos de su cuerpo. Temió que Elizabeth pensara que era aún más anormal.  

—¿Había algo raro en tu pan de esta mañana, aparte de las quemaduras que le dejaste al pobre?

Esperó que ese comentario la hiciera reaccionar, pero, para su sorpresa, ocurrió lo contrario: Maddie se petrificó aún más, y pudo jurar que le hizo un puchero.

—Lamento ser tan torpe en la maldita cocina y que eso te problema, madeimoselle Rumsfield —terció—, pero no, no había nada raro. Quizá le puse demasiada azúcar a mi café…

E hizo como que lo meditaba seriamente. Liz negó con la cabeza.

—Estás rara —confesó, tanteando el terreno. Si se enfadaba, dejaría el tema a un lado, más, no quería quedarse con sus dudas… o no con las que sí se podían aclarar—. Digo… —se ahorró de decirle que lo estaba más que de costumbre—. De pronto me estás tratando mejor. No sé.

Calló. Y descubrió que esos silencios entre ellas ahora se hacían menos incómodos.

—¿Tanto te sorprende? ¿Es malo que lo haga?

Negó al instante. ¡Claro que no era malo!

—No es eso, es sólo que… ya te dije, es raro.

Maddie meditó mejor lo que le diría a continuación. Suspiró al entender que su malhumor volvía a quemarle las entrañas. Decidió controlarlo, no dejarse dominar por él esta vez, como se lo propuso esa madrugada.

—Creí que, de tener que pasar todo el día apegada a ti, lo mejor sería llevarnos bien, ¿no?

Liz asintió. Pensó que ya era hora de eso.

—De acuerdo, es cierto. Me alegra que lo veas así ahora.

Fin del Flashback

-Quien iba a pensar que después de todo lo que pasamos, nos termináramos enamorando y ahora me acompañas como mi compañera en proteger a las señoritas Sofía Faulkner y Taylor Evans – dijo Elizabeth

DIA DE LA FIESTA

 

La mayoría de la familia Oberhand y Dagry había llegado

 

De los invitados especiales Sofía era una de las primeras en llegar Elizabeth y Madeleine se habían quedado a fuera de la mansión

 

Sofía y Taylor entraron y Alinee las recibió con gran entusiasmo

 

-Se nota que volver ser madre te puso de muy buen humor

-Pues para que vea, Taylor deberías poner de buen humor también a Sofía

 

Taylor se puso toda roja, no solo porque Alinee le dijo que se quedara embarazada, sino porque ya llevaba unos días de haberse enterado que lo estaba, pero como Sofía había estado tan ocupada que no se había atrevido a decirlo

 

-¿Taylor porque tan roja? - dijo Sofía

-Es que me dio pena lo que dijo Alinee, solo es eso. ¿A ti te gustaría tener hijos Sofí?

-Claro, si es contigo cariño ni lo dudes

 

Sofía siguió saludando a toda la familia de Alinee y Amelie, mientras tanto Taylor estaba nerviosa, hasta que Amelie se acercó a Taylor

 

-¿Qué te sucede Taylor?, estas preocupando a Sofía, aunque por el momento lo está disimulando

 

-Es que uff, ¿Cómo le dijiste a Alinee que ibas a tener a los gemelos?

 

-Pues ya habíamos pasado por un de pronto después de nuestra boda, pero cuando hice la prueba no salió positiva, así que desilusione a la mayoría, cuando volví a tener la duda, me realice un examen en la clínica de mi mamá Amy, y ahí entre todos le dijimos a mi querida esposa Alinee que la prueba estaba vez no había fallado pero lo que realmente me preocupaba era decirle que iba ser gemelos, hasta se desmayó y todo, pero ella es un amor conmigo, luego me lleno de besos. ¿Espera acaso estás embarazada y no le has dicho todavía nada a Sofía?

 

-Sí, así es. No he sabido como decirle, ni mucho menos encuentro el momento indicado

 

-Pues creo que hoy es un gran momento para que le digas – sonrió Amelie

 

Carolina y Raven todavía estaban en camino, les había cogido tarde por estar en la preparación del día de su boda, las dos estaban muy felices. Pero por el camino Carolina vio algo que la dejo un poco aterrada, pero no dijo nada a Raven para no asustarla y preocuparla sin estar segura de que si lo que vio fue real o producto de su imaginación. Por fin había llegado a la mansión, cuando entraron, Carolina buscaba con su mirada a la doctora Amy, pues no quería acercarse a la familia sin tener alguien que la conociera.

 

Amy desde el segundo piso, observo como su esposa Lady hablaba con los invitados, Alinee intentaba hacer reír a la señorita Sofía, mientras que mi hija Amelie charlaba tranquilamente con Taylor, entonces por ultimo vio como Carolina y Raven se sentían perdida en toda esa multitud.

 

-Buenas noches, damas y caballeros, esta noche nos reunimos para celebrar el baby shower de mi hija Amelie – dijo Amy

 

-Por los gemelos, salud – dijo Lady

 

Amy bajo del segundo piso, para acercarse a Carolina

 

-¿Y como esta mi paciente favorita?

-Muy bien Doctora Amy

-Solo Amy, por favor

-Está bien Amy

-Un gusto verte Raven

-El gusto es mío, donde está su hija Amelie me gustaría felicitarla

-Sí, no hay ningún problema

 

Amy, dirigió a Raven y Carolina, donde se encontraba Amelie y Taylor.

 

Después de platicar un poco, los juegos preparados dieron marcha dirigidos por Amy

 

Amelie la hicieron sentarse en un lugar perfecto para que viera, los juegos preparados. Los participantes casi obligados a jugar fueron:

 

Lady, Alinee, Carolina, Raven, Sofía y Taylor

 

El primer juego se trataba de Adivinar cuanto mide el estómago de Amelie, la cual ya tenía 8 meses de embarazo. Al final Alinee termino siendo una buena mamá, pues fue la que más se aproximó a cuanto media el estómago de sus gemelos

 

El segundo juego se trataba de quien se tomaba más rápido el tetero lleno de leche, en esta ocasión volvieron a participar Lady, Alinee, Carolina, Raven, Sofía, Taylor. Pero terminaron ganando Sofía y Taylor, al parecer Taylor era buena tomando leche

 

El tercero y último juego se trataba de quien lograba adivinar el sabor de la compota con los ojos vendados Carolina y Raven contra Sofía y Taylor, aquí las chicas que fueron victoriosa fueron Carolina y Raven, a Carolina le encantaba la compota y en varias ocasiones hizo que Raven comiera varias de diferentes sabores y tenía que adivinar de que sabor era, porque si no lo hacía no le daba besos

 

Amy, dio por finalizada los juegos, se rieron y se divirtieron mucho; Llego el momento de abrir los regalos, Amelie cada vez que abría un regalo se le iluminaba los ojos y Alinee no sabía cómo quemar tanta dicha.

 

Los empleados de la familia Oberhand y Dagry anunciaron que la cena estaba servida, que ya podían pasar al gran comedor. Lady, Amy, Alinee, Amelie, Carolina, Raven, Sofía y Taylor, estaban sentadas todos en la mesa

 

Amy a Carolina y ella misma se encargó de presentarle a su prometida Raven dando también el anuncio de su matrimonio y por cual la invitación a dicha celebración

 

Alinee presento a Sofía, haciéndole también una bromita a Taylor,

 

-Por estas 2 señoritas, que el próximo babyshower sea de ellas dos

 

Amelie solo veía a Taylor, diciéndole con su mirada que debería aprovechar el momento para decir algo, así que Taylor se animó y dijo mirando a Sofía y luego a Alinee

 

-Entonces, debería hacer otro anuncio, después de 8 meses, les invito también al babyshower de nosotros

 

Alinee se había quedado sorprendida pero no tardo en felicitar a su amiga Sofía. Sofía estaba furiosa y esto le preocupo a Taylor

 

-Les pido un momento, iré al baño

 

Taylor también se iba a levantar pero Amelie no se lo permitió

 

Las chicas Elizabeth y Madeleine estaban muy preocupadas, sentían la presencia de algo maligno, pero ellas estaban seguras de haber acabado con Malcolm, Elizabeth mando a Madeleine a que buscar a las señoritas Sofía y Taylor, quería asegurarse que ellas se encontraban bien.

 

Pero ya era tarde Elizabeth encontró a la señorita Sofía, la cual la tenía Robert convertido en algo maligno, de seguro Malcolm aprovecho para meterse en el cuerpo de Robert

 

Madeleine había llegado en la mesa donde se encontraba Taylor

 

-Señorita Taylor, ¿dónde se encuentra la señorita Sofía?

-Se fue al baño hace un momento, ¿pasa algo Madeleine?

-Puede que sí, pero no quiero alarmar a los invitados sin estar segura

 

-¿Sucede algo malo? – pregunta Carolina

-No, no se preocupe señorita – responde Madeleine

-Menos mal, ya me estaba preocupando que mi imaginación se hubiera vuelto realidad

-¿Cuál imaginación? – pregunta Madeleine

-Pues cuando venía para acá, observe algo monstruoso

-Puede ser que no sea su imaginación, Taylor no salgas de aquí, voy a ir por Sofía

-¿Qué pasa Madeleine?, dime de una vez

-Hay una posibilidad que sea de nuevo Malcolm

-¿Y quién es Malcolm?

-La persona que casi nos destruye a Liz y a mí

-¿Y eso que tiene que ver con Sofía?

-No lo sé, pero no se te hace raro que no haya vuelto

-Pues la verdad no mucho, pero si me está preocupando

 

Elizabeth llevaba rato luchando contra Malcolm versión Robert, en un ataque había logrado hacer que soltara a Sofía, pero ahora Robert tenia agarrada a Elizabeth, cuando llego Madeleine y observo como su pasado volvía y tenía en sus manos a la persona que más amaba, metió a Sofía a la casa y puso un hechizo de protección. Pero la rabia estaba aguantando más con ella, no quería perder a su chica, a Liz, aquella chica con cabello azabache, la que le había protegido y salvado la vida en varias ocasiones. El miedo a perderla era más grande que no pudo evitar sacar todo el poder que tenía dentro, lo suficiente para acabar con Malcolm y proteger a Elizabeth, pero hacer eso, era un riesgo bien grande, podía perder su vida

Madeleine cayó al suelo desmayada, mientras que Elizabeth recobraba el sentido

Sofía había llegado a la mesa del gran comedor a busca a Taylor y asegurarse que estaba bien, llego la abrazo y la beso, lo que más pudo diciendo nerviosa y repetidamente

-Estas bien hermosa, estas bien y mi bebe también lo está que alegría Dios mío

Taylor se preocupó y pregunto qué había pasado, así que Sofía se acordó de Elizabeth y Madeleine y salió corriendo otra vez a la salida, mientras que los demás la seguían. Al caer  Madeleine la protección también así que los invitados lograron salir, pero aquella escena fue espantosa, había una gran  hueco a la vista con algo monstruoso. Taylor de una vez miro y grito

-Robert

Por todos los lados había un líquido de color verde, era realmente asqueroso, varios de los invitados entraron. Elizabeth se encontraba llorando encima del cuerpo de Madeleine

Sofía abrazaba a Taylor fuertemente

-Taylor, voy a ir donde esta Elizabeth para saber que le paso a Madeleine, entra a la mansión

Alinee ayudo a su amiga Sofía entrar a Taylor junto con su esposa Amelie

-Elizabeth, ¿Qué le paso a Madeleine? – pregunto Sofía

-Puede que este muerta, no lo sé todavía, maldito Malcolm

-¿Cuál Malcolm?, si el que esta allá es Robert

-Tu ex y hermano de Taylor, acumulo mucha energía de un demonio llamado Malcolm, el cual nos perseguía y vencimos hace unos años, antes de conocerlas a ustedes. – decía Elizabeth de la forma más clara que su llanto le dejaba

-¿Y ahora que se puede hacer por Madeleine?

-Expulso mucho energía de su poder y acumulo mucha energía maligna, hay que hacer una especie de ritual, pero

-¿pero qué?

-No estoy segura que vaya a funcionar de nuevo y menos si no tenemos a la gente adecuada

En ese momento aparece Lady y Amy

-¿Qué sucede Sofía? – pregunta Lady

-¿Qué personas necesitas para el ritual? – pregunta Sofía a Elizabeth

-Un amor fuerte, que a pesar de la distancia, siguiera prevaleciendo, sin importar la edad – responde Elizabeth

-Les tengo las indicadas – dijo Lady sonriendo a su esposa Amy

Lady se encargó de buscar a Carolina y Raveen, las dos aceptaron gustosas

Lady les indico el camino y se las presento a Elizabeth, y ella empezó a realizar el ritual, las dos chicas estaban tomadas de la manos y emitieron una luz sorprendente cuando lo hicieron la acumularon dentro del pecho de Madeleine

-Increíble, se nota que aquellas dos chicas tiene una relación demasiado fuerte, hasta para ellas mismas.

Elizabeth salió corriendo agradecerles a Carolina y Raveen

-Gracias chicas, su amor es demasiado grande, tiene una relación bastante fuerte, eres muy afortunada señorita al tener el amor de esta hermosa pequeña

Luego de eso se acercó a Madeleine la cual estaba despertando

-Made – Elizabeth miraba a Madeleine con ternura y amor

-Liz, has vuelto a salvarme – respondió con voz agotada Madeleine

Todos los invitados volvieron al comedor a seguir comiendo tranquilamente junto con la persona que querían

Lady y Amy, una pareja que se adoraban a pesar de la edad; Alinee feliz de estar por fin y con dos hijos gemelos de su adorada esposa Amelie, los cuales todavía se encontraban en el vientre; Carolina estaba muy feliz de encontrarse en un ambiente tan amoroso junto con la persona que más amaba su futura esposa Raven; Sofía feliz de ser mamá, aunque joven, pero feliz de tener un precioso bebe junto a la única persona que amado y en que algún momento pensó que no iba tenerla junto a ella; Elizabeth ya se encontraba en la mesa ya no como la escolta de Sofía y Taylor  sino como una amiga más entre todos; Ellas estaban dichosas de estar juntas y vivas y que por segunda vez habían podido derrotar a Malcolm y a la vez cumplir con su deber como escoltas.

Fin

Notas finales:

Gracias por leerme, saludes a mis lectoras, en especial a Alexsa, Akemi, Monik y Cris.

Este es el comunicado que dio la señorita Faith_Dico el pasado 22 de enero en su página de facebook “Dos de azúcar, por favor”:

Hola, soy Faith Dico, hago saber por este medio -sobre todo porque muchas personas vienen pidiéndolo- que Las desventuras de Taylor no será publicado más en ningún sitio web, ni siquiera en el blog. Cabe decir que en lo consiguiente también serán borrados algunos capítulos de las páginas en las que regularmente público. No se alarmen. Juro que todo ésto tiene un porqué. 

Verán, la historia que ya conocen será publicada por una editorial digital y ahora mismo estoy en el proceso de pulir y terminar unas cosas. Será sólo la primera parte que se publicará, que constará de 26 capítulos -si es que llevo bien la cuenta-, es decir, Taylor verá la luz pública, diría, de una manera más profesional. No había anunciado nada hasta hace unos meses porque quería que las cosas quedaran por asentadas y claras, aseguradas.

Esto no quiere decir que me olvide de ustedes, no, seguiré publicando mis demás historias como hasta ahora. Otra cosa, en unos meses también volveré a resubir los capítulos publicados de Las desventuras de Taylor, pero sólo será hasta que cumpla un lapso determinado de tiempo. 

Sobre el libro digital: los capítulos están extendidos (no en cualquier caso) y corregidos, además de que ahí estará el final de la primera parte y un capítulo extra que me vengo planteando hace medio siglo. Para adquirirlo tienen que comprarlo, el precio aún no lo tengo muy claro. Espero poder ponerlo, con el tiempo, de forma gratuita en el blog, como muestra del agradecimiento que siento por todos los lectores. Eso será ya otro asunto qué ver después.

Espero que entiendan ahora el porqué no he publicado, digamos que fue todo un proceso. Ya les estaré avisando de los detalles.

Saludos y gracias, gracias por todo.

Faith~

La razón por la cual coloque este comunicado, es por si los link que he puesto ya no les sirvan.

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).