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El misterio de Castiel por Calabaza

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Notas del fanfic:

Una historia en la que los pequeños Winchester son acogidos por Ellen mientras John se va de cacería. 

Pero no son los únicos que están viviendo temporalmente en la casa Harvell.

 

Castiel era un misterio.

Eso era lo que Ellen Harvelle le había dicho a John Winchester en la cocina, mientras tomaban café. Dean recargado contra la pared en la habitación contigua, les había escuchado.

—Ash lo encontró caminando por el pastizal, solo. No ha dicho mucho y no sabemos de dónde viene, pero dice que se llama Castiel.-contaba ella, pasando los dedos alrededor de su taza.

John meneó la cabeza  y se giró para mirar por la ventana las colinas que se elevaban alrededor de la casa, repletas de hierba de un amarillo pálido que se agitaba con el aire de la tarde.

—Sé que es solo un niño, pero si no sabes de donde viene podría ser… peligroso.-dijo de pronto.

— ¿Crees que podría ser un monstruo?- la voz de Ellen se hizo más aguda, como si estuviera a punto de echarse a reír. -John Winchester ¿Lo dices en serio? Como si no supieras en donde estás. Esta casa es el lugar más seguro en seis condados a la redonda, no hay forma de que los monstruos y los demonios se acerquen. Y  por eso es que dejas a tus hijos aquí conmigo.

Él la miró, pensativo y asintió.

—Tus hijos no son los únicos niños aquí, y tengo a Jo. No los arriesgaría de ninguna manera. Castiel no reacciona a la plata, ni al agua bendita. Es solo un niño, te lo aseguro. Un buen niño.

—Aun así no deja de ser extraño la forma en que ha aparecido, solo, en un lugar tan apartado.

—Lo sé.

—Discúlpame, no es que dude de ti. Sé que Dean y Sam están a salvo aquí. Eso lo sé y confió en ti.- John  se levantó de la silla y dio un paso hacia la puerta. -Gracias de nuevo por hacerte cargo de ellos. Volveré en un par de semanas.

—De acuerdo. Ten cuidado y llama de vez en cuando ¿Eh? Para saber que estás bien.

Luego Dean escuchó el sonido de la puerta chirriando al abrirse y volver a cerrarse y momentos después el motor del auto. Se acercó a la ventana para ver como el viejo Impala color negro se alejaba por el camino de la colina hasta finalmente desaparecer.

John no se había despedido, nunca lo hacía si podía evitarlo, y Dean estaba acostumbrado a ello, aunque odiaba esa costumbre de su padre. Odiaba verle partir sin mirar atrás, porque entonces sentía que quizá nunca más volvería a verlo.

—Dean ¿Estás bien? -preguntó Ellen desde la puerta de la estancia. Él se apartó de la ventana y asintió desganado. Sintió la mano de la mujer sobre su cabeza, revolviendo su cabello con un gesto afectuoso.

—Volverá pronto, cariño. Ya verás.

—Sí. Lo sé.

—Ve a jugar con los otros chicos. La cena estará lista en un rato.

Dean obedeció y salió al porche. Había un columpio hecho con una llanta vieja que colgaba de la rama de un enorme roble junto a la casa, y su hermano Sam estaba ahí, jugando con otros niños. Se le veía muy contento, ni siquiera parecía haberse dado cuenta de que su padre ya se había marchado. 

Mejor así, pensaba Dean, sentándose escaleras de la entrada, sin ánimos de nada más que observar de lejos. Además no quería aguarle la fiesta a Sammy, que parecía estarla pasando genial colgado del columpio junto a los otros chicos, tratando de columpiarse todos al mismo tiempo.

Sam la pasaba especialmente bien cuando los dejaban con Ellen porque en su casa siempre había otros niños. Era una especie de guardería para chicos en su condición: hijos de cazadores cuyos padres a veces tenían que ausentarse durante semanas o más tiempo para ir a perseguir monstruos y demonios.

Sam y él ya habían estado ahí muchas otras veces, así que en ese lugar se sentía más como estar en casa que las veces que tenían que quedarse  en algún hotel de paso. Ahí al menos tenían camas limpias y comida decente, y Ellen era muy buena con ellos. Y no tenían que estar solos.

Aun así Dean pensaba que para él sería mejor ir con su padre, aunque fuera peligroso, aunque tuviera que dormir todas las noches encogido en el asiento del auto y comer comida de supermercado, porque su lugar era al lado de su padre.

—¡Dean! -le llamó  Sam, acercándose -¿Qué pasa? –preguntó el hermano menor, preocupado. Sammy sabía detectar los momentos en que no se encontraba bien o de buen ánimo. Sabía leer la expresión de su rostro y la forma en que se retraía y guardaba silencio cuando estaba triste. Así que se esforzó en mostrar una sonrisa.

—Nada. Me muero de hambre y Ellen me ha dicho que la cena no estará hasta dentro de un rato.

— ¡Hola, Dean!- exclamó una muy entusiasmada niñita rubia echándose sobre Dean para abrazarlo. Era Jo, la hija de Ellen. Los otros chicos se acercaron también. A uno de ellos ya lo conocían, se llamaba Gordon Walker y tenía once años, la misma edad que Dean.  Sus padres eran cazadores especialistas en vampiros.

— ¿Qué hay Dean?

—Hey, la última vez que te vimos fue hace un año, en Illinois. Papá dijo que tus padres exterminaron hasta el último vampiro de la ciudad.

Los ojos de Gordon centellearon de emoción.

— ¡Machacaron hasta el último de esos apestosos chupasangre, hermano! Me hubiera gustado estado ahí con ellos, abriéndoles las gargantas de un tajo a esos hijos de puta.

Dean chasqueó la lengua y señaló con un movimiento de cabeza en dirección a Jo.

—No creo que a Ellen le guste que hablemos de eso.

La niña se dio cuenta e hizo una mueca de enojo.

— ¡Yo quiero escuchar la historia de los vampiros!

— ¡Venga, Jo! Vamos al columpio de nuevo.- dijo Sam, intentando distraerla. Ella dudó unos momentos, y se sujetó al brazo de Dean.

—Quiero que Dean me empuje en el columpio.

—Vale, yo te empujo.- Dean la cargó hasta el columpio, le ayudó a acomodarse dentro de él y empezó a mecerla.

— ¡Más! ¡Más alto!- pedía la niña soltando carcajadas de alegría.

—Es hora de cenar, niños.-anunció Ellen desde la puerta. -Vamos, Joanna Beth, baja de ese columpio ahora mismo  y ve a lavarte las manos.

— ¡Ya voy!

La niña saltó intrépidamente, aterrizando de pie como un gatito y corrió dentro de la casa. Los chicos la siguieron.

—Tú debes ser Castiel.- dijo Dean, mirando al otro chico que iba con ellos y al cual no conocía. Era bajito y tenía  el cabello negro y rizado y sonreía mucho, así que a Dean le dio la impresión de que era un tipo bastante alegre, y eso le agradó.

El chico arqueó las cejas y soltó una risotada, y Gordon hizo lo mismo.

—Me llamo Richie.-dijo el chico, ensanchando su sonrisa, dejando notar que le faltaban un par de dientes.

—Oh, disculpa... Soy Dean Winchester. Él es mi hermano Sam.

—Los Winchester, sí. He escuchado cosas de tu padre. Dicen que es feroz.

Dean arrugó el ceño al escuchar eso, pero no dijo nada porque no estaba seguro de si había sido un insulto o un cumplido

—He escuchado que es uno de los mejores.-continuó Richie -Y mi madre dice que es guapo.

— ¿Tu mamá es cazadora?- preguntó Sam.

—Sí. Mi padre se convirtió en hombre lobo, y mamá decidió cazarlo. No se llevaban bien, así que a ella le entusiasmaba la idea de poder dispararle.

Sam y Dean se miraron casi horrorizados, pero Richie parecía contarlo todo con mucho desenfado y despreocupación.

Se lavaron las manos en la pileta del baño de la planta baja y se acercaron al comedor.

La mesa era grande, con puestos de sobra, así que Jo se divertía cambiándose de lugar continuamente, y los chicos le seguían el juego, buscando nuevos puestos y cambiando cuando veían libre alguno que les gustara más.

—Venga ya, niños. Escojan un lugar o se quedarán sin silla y comerán de pie.- advirtió Ellen poniendo una bandeja con emparedados en la mesa.

— ¡Yo quiero comer de pie!-exclamó Jo.

—Claro que no quieres, si comes de pie la comida se te irá a las rodillas.-dijo la mujer, sirviéndoles vasos con leche y asegurándose de que todos tuvieran servilletas.

— ¿Es verdad? -preguntó Jo, un poco asustada. -¿Se me irá la comida a las rodillas?- miró a Sam, que estaba sentado frente a ella y él asintió  tratando de contener la risa.

Cuando Jo se sentó por fin, los chicos se echaron a reír  y ella, sin entender por qué se rió también.

— ¿Somos los únicos? -preguntó Dean cuando Ellen se sentó por fin, con una nueva taza de café en mano. -Ya sabes, los únicos en venir a cenar.

— ¿Lo dices por Ash? Fue al pueblo a comprar provisiones. Y ya se le hizo tarde. Así que probablemente pare a comer algo allá.

Dean asintió.

—Oh, y está Castiel.- agregó ella después.-Tú y Sam no lo conocen aún, ha estado viviendo aquí hace un par de meses. Es como de tu edad, más o menos. Oh, pero él no cena con nosotros normalmente. Vendrá cuando le de hambre.

—No le gusta que lo vean cuando come.- soltó Jo, pegando un mordisco a su pedazo de emparedado de crema y queso.

—Es un fenómeno.- agregó Gordon.

—Jovencito, vigila lo que dices.-advirtió Ellen apuntándole con un amenazante dedo índice. -Nadie va a ser llamado fenómeno en esta casa.-

—Lo siento.- respondió Gordon rodando los ojos.

—Más te vale. Bien, chicos, terminen su cena. Yo iré a darle a Jo un baño. Ven cariño.-Ellen tomó a la niña en brazos y subió con ella por las escaleras.

—Creo que se ha enojado.-dijo Richie, haciendo a un lado su plato vacío.

—Ya me he disculpado. ¡Cielos!-refunfuñó Gordon. -Voy a ver la tele. ¿Vienen?

Richie se levantó detrás de él y lo siguió al salón.

— ¿Quieres ver televisión? -preguntó Sam a Dean, dudando de si debía levantarse.

—Umh, no. Estoy cansado, creo que iré a acostarme.

—Oh.

—Ve tú si quieres.

—Pero... umh.

—No pasa nada. Ve. Te veo arriba.

—No vas a enojarte ¿Verdad?

—Claro que no, Sammy. Ve.

 Sam lo pensó un momento, luego se levantó lentamente y echo una última mirada dudosa a Dean. Quería ver la televisión con los otros chicos, le gustaba tener la compañía de otros niños, pero de alguna manera siempre era menos divertido si Dean no estaba. De todas formas fue, se hizo un espacio en el sofá y se quedó embelesado mirando la película de la tarde.

Dean sabía que Sam quería que él fuera a ver la televisión también, pero le había dicho la verdad cuando dijo que estaba cansado, y no tenía ganas de sentarse a ver tele. Le apetecía más  rodarse sobre la cama y estar solo.

Otra cosa que le gustaba de la casa de Ellen era que al menos estando ahí podía relajarse y no estar todo el tiempo alerta y preocupado por Sam. Sam estaba bien, a salvo, jugando con los otros chicos como un niño normal. Dean quería poder ser normal también por un momento y solo irse a dormir sin una sola preocupación más. Se levantó, puso los platos sucios en el fregadero y luego subió las escaleras de la cocina, pues los dormitorios estaban en el segundo piso. Había cuatro dormitorios. Sabía que el que estaba al final del pasillo era el de Ellen, y el de al lado era el de Jo (aunque Jo solía pasarse a la cama de su madre en las noches porque todavía le daba miedo la oscuridad). Luego estaban los otros dos dormitorios, con dos pares de literas cada uno, así siempre había lugares extra para dormir para cualquiera que lo necesitara.

Dean abrió la puerta del dormitorio donde normalmente se quedaban él y su hermano. Había maletas y ropa sobre una de las camas, así que supuso que compartirían la habitación con alguno de los otros chicos. Dean se asomó por la ventana y miró la penumbra que ya se había apoderado del cielo. Había anochecido muy pronto. Observó la línea del horizonte, preguntándose qué tan lejos estaba su padre en aquel momento.

Luego contempló el extenso pastizal que rodeaba la casa, y Dean no podía distinguirlas desde donde estaba, pero sabía que había escondidas entre la hierba montones de trampas para todo tipo de monstruos y demonios. El esposo de Ellen las había puesto ahí. Por eso era que la casa era tan segura.

Estaban a salvo. La idea le hizo sentir complacido, y suspiró aliviado observando el jardín, iluminado débilmente por la luz que se colaba desde el interior de la casa. Y luego miró el roble, y el columpio, donde había alguien. Parecía uno de los chicos, y por un momento creyó que era Sam y sintió una punzada en el estómago. Pero no era Sam.

—Ah, Dean, estas aquí.- Ellen acababa de entrar. -Traigo mantas y un par de almohadas extra para ti y Sam. Dime si necesitas algo más.

—Hay alguien afuera.

Ellen se acercó a la ventana.

—Oh, es Castiel.

—Escuché lo que le decías a papá. Que no tiene familia y no saben de dónde vino.

—Así es, no sabemos de dónde vino. No lo dice. No dice mucho, en verdad. Pero tiene una familia ahora. Somos nosotros, y este es su hogar.

— ¿Él duerme aquí?

—No, se queda en el otro dormitorio. Tú y Sam compartirán la habitación con Gordon y Richie. Ellen acomodó las almohadas sobre las camas. —IIré por él, está haciendo frío afuera.

Dean se quedó junto a la ventana hasta que vio que la pequeña figura allá abajo en el jardín se bajaba del columpio y caminaba hacia la casa. Dean se imaginó que Ellen lo había llamado desde la puerta.

—Bien.—murmuró Dean, yendo hacia la litera, trepando las escalerillas para llegar a la cama de arriba (era su privilegio como hermano mayor, y Sammy no estaba ahí para discutirlo) y se echó sobre el colchón, quedándose dormido casi en el momento en que su cabeza tocó la almohada.


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