En un árido país arábico, vivían tres generosos príncipes. Altos, fuertes, atractivos y con dinero, eran el sueño de todas las mujeres y de algunos hombres que a diario intentaban seducirlos. Tenían todo el dinero que alguien pudiera desear, pero jamás se sintieron superior a los demás. Siempre que tenían la oportunidad, ayudaban a los más pobres con una gran sonrisa. Las personas los admiraban y envidiaban. Además del dinero, podían tener a quien quisieran. Bellas mujeres o bellos hombres, cualquiera que ellos quisieran, estaba a su alcance… eso es lo que las personas creían…
-¡Ya es hora!- se levantaba de la cama y cubría su marcado cuerpo levemente tostado y los pantalones que tenia puestos con una larga túnica de seda blanca. Con los dedos, peinaba su cabello rojo y negro para que se viera medianamente decente. Abrió el ventanal, salió al balcón y se sentó en un rincón lleno de cojines de diferentes colores. Miraba hacia aquel pequeño oasis escondido entre algunas altas dunas de arena. Desde el lugar donde siempre se sentaba, tenía una vista privilegiada aunque estuviera un poco alejado –“Ya debe estar por llegar”-
Sus muy expresivos ojos carmesí, miraban fijamente a aquel hermoso chico que se acercaba al agua. Se quitó el turbante de estilo sombrero, dejó a la vista su brillante cabello celeste y continuó con el resto de su ropa. Su tersa piel pálida, resplandecía con la luz del sol. La única prenda que quedó, fue la que cubría sus partes nobles. Se metió al agua para nadar por un largo tiempo.
-¿Otra vez estas mirando al chico del oasis?- preguntaba aquel chico castaño un poco más alto que él mientras se sentaba y lo abrazaba por detrás. Vestía un pantalón bombacho de color verde y una túnica blanca con diseños dorados sin mangas que llevaba abierta –Pareces un acosador- apoyaba la mandíbula en el hombro del pelirojo.
-Teppei- el pelirojo lo miraba de medio lado -¿Qué haces aquí?-
-Bueno…- suspiraba el castaño -… ya es hora de desayunar y sabía que no irías asta que tu Adonis saliera del agua…- el pelirojo se ruborizó -… así que, vine a mirar contigo-
Ambos chicos miraron al peliceleste salir del agua y vestirse aunque aun siguiera húmedo –Ya descubrí quien es…- habló el pelirojo -… Es uno de los empelados a cargo de la cocina y los suministros de alimento-
-Eso es una buena noticia- habló el castaño –Si es nuestro empleado, solo le debes ordenar que sea tuyo-
-No quiero hacer eso- el pelirojo se tiró hacia atrás para recargarse en el castaño –Cuando murió nuestro padre, fue la primera vez que lo vi- miró hacia el cielo –Todos estaban hablando sobre quién sería el sucesor. Nadie se preocupaba realmente de nuestros sentimientos ¿Lo recuerdas?- el castaño asintió –Para alejarme de todos, me fui hacia aquel oasis que había descubierto hace solo unos días cuando me cambie de habitación y me senté en la orilla. El apareció de pronto y quedé embobado por sus profundos ojos celestes-
-Lo sé, lo sé- suspiraba el castaño –Lo has repetido por ya dos años- el pelirojo sonrió –La pulsera que te regaló, no te la quitas ni para dormir-
El pelirojo levantó el brazo para mira aquella delgada pulsera de bolitas azules que daba tres vueltas alrededor de su muñeca –Cuando me vio, me abrazó sin decir alguna palabra. Después de la impresión, lloré como un niño- bajó la mano y la puso sobre las del castaño que estaban en su abdomen –Cuando me tranquilicé, se quitó la pulsera de la muñeca y la puso en la mía diciendo: No estás solo. Su voz era tan hermosa como la sonrisa que iluminó su rostro antes de irse-
-¿Por qué aun no bajan a desayunar?- un precioso chico de cabello negro y con un lunar bajo su único ojo visible, llegaba al balcón donde ellos estaban. Vestía unos pantalones bombachos negros atados con un cinturón morado. Llevaba su túnica color lila abierta y en la cabeza, un largo turbante tipo velo sujetado con una cinta de tela negra –Los estaba esperando ¿Aun están mirando al chico del oasis?-
-No, ya se fue- decía el castaño –Taiga me decía que ya sabe quién es-
-Eso es genial- el pelinegro se les acercaba –Lo estuviste investigando por dos años completos ¿Y quién es?-
-Es un empleado del palacio- contestó el pelirojo.
El pelinegro rió –Estaba justo aquí, pero te demoraste tanto tiempo en saberlo-
-No te burles Tatsuya- el castaño levantó una de sus grandes manos y lo tomó de la cintura para hacer que se sentara con ellos y poder abrazarlo también -¡Hay que celebrar! Por fin sabemos quién es, así que ahora debemos averiguar su nombre. Ya después Taiga ideará una forma de acercarse-
Los tres chicos sonrieron y después de bromear un rato, se levantaron para ir a desayunar.
___
Continuara…