Se recargaba en la pared mientras golpeaba débilmente el abdomen del chico de gafas y se retiraba del lugar. Caminaba a paso lento hacia la habitación que compartía con el chico castaño. Sus piernas dolían casi tanto como su pecho –Se acabó. Ya no podremos competir junto a Todokoro-san- entraba al cuarto que se iluminaba con las luces del pasillo y apretaba los puños.
-Teshima- el chico castaño entraba detrás del chico pelinegro y cerraba la puerta. Se acercó a la ventana para abrirla y dejar entrar la poca luz de aquel cielo nublado.
El pelinegro seguía en su lugar cabizbajo –Aoyagi…- el aludido lo miró -… perdón por no ser de ayuda…- subió el rostro y lo miró con angustias -… si los hubiera detenido, podríamos estar en el campeonato- el castaño no le contestó –Lo siento- se frotó los ojos para evitar llorar.
Mientras miraba al pelinegro, sentía como si le apretaran el corazón. Obviamente estaba triste por no poder estar en el equipo, pero ver así a su compañero, era lo que más le dolía. Desvió la mirada y vio sus futones doblados. Se acercó a ellos y estiró uno en medio de la habitación.
El pelinegro se tranquilizó un poco y miró al castaño -¿Te vas a dormir?- su compañero no le contestó y siguió ordenando el futon –Creo que yo también necesito dormir- sonrió amargamente y se iba a acercar a su futon para ordenarlo también, pero una mano le agarró el brazo y de un jalón, lo tiró sobre el cobertor -¡Eso dolió!- se intentó sentar, pero el castaño, que estaba sentado a su lado, puso sus manos a cada lado del pelinegro y se inclinó para quedar justo frente a él -¿Aoyagi?-
-No es tu culpa…- después de aquella pequeña frase, lo besó de improviso. Sus ojos negros de abrieron por la sorpresa y sus mejillas se ruborizaron. El contactó duró solo unos pocos segundos y el castaño separó su boca solo un poco -… Teshima…- susurró sobre sus labios y lo volvió a besar.
El pelinegro estaba desconcertado. La persona por la cual no dejó el ciclismo, su compañero y mejor amigo lo estaba besando ¿Qué debería hacer? Mientras seguía pensando, la lengua del castaño se encontró con la suya. Cerró los ojos e intentó seguir el ritmo de la apasionada lucha que se libraba en sus bocas. Poco a poco, se recostaba y el castaño se ponía sobre él –Ao… Aoyagi…- se dejaron de besar para mirarse fijamente. El castaño metió las manos bajo aquella blanca polera con estrellas –Es… espera…- las afirmo en su cintura y las subió por el costado provocándole un electrizante cosquilleo –Eso… da cosquillas…- el pelinegro rió dulcemente hasta que sintió al castaño lamer uno de sus tetillas y dejó escapar un gemido. Se tapó la boca avergonzado y el castaño sonrió -¡No digas que soy lindo!-
El castaño siguió lamiendo el erguido botón rosado –“Aunque no pronuncie palabras, siempre sabe exactamente lo que quiero decir”- descendió por su abdomen lamiendo y besando. Sus manos fueron a las delgadas piernas y desanudó las vendas. Dejó su abdomen y, bajo la atenta mirada del pelinegro, quitó las vendas y lamió el interior de sus muslos.
-¡A… Aoyagi!...- su cuerpo se estremeció -… de… detente…- el castaño comenzó a deslizar hacia abajo el short azul y la ropa interior -… ¿Qué… que piensas hacer?...- el castaño lo miró y se lamió los dedos. El pelinegro tragó con dificultad –No me digas que tú…- quitó los dedos de su boca y los introdujo suavemente en la entrada del pelinegro.
Una mueca de dolor apareció en su rostro mientras tiraba la cabeza hacia atrás. El castaño los movía y escuchaba atentamente los jadeos del pelinegro. Después de unos minutos, sus dedos se deslizaban sin problemas, así que, los sacó. Se quitó el pantalón corto y los bóxer –Teshima…- se acomodó entre las blancas piernas y se le acercó al oído -… hoy… llora todo lo que quieras…-
El pelinegro lo miró sorprendido y su mente sus dudas desaparecieron –Aoyagi…- lo abrazó fuerte y el castaño entró lentamente en su cuerpo mientras las lagrimas del pelinegro, se deslizaban por el costado de su rostro sonrojado y se perdían en los rizos de sus cabellos.
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El pelinegro, veía la espalda del chico con gafas mientras se iba en la bicicleta que acababa de arreglar. Suspiró y miró el cielo que recién se había despejado –El próximo año lo lograremos…- sonrió -… Juntos lo haremos- y se fue hacia el hotel donde se hospedaban.
Fin.