Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Carta a nuestro amor por KuroNeko_Saa

[Reviews - 4]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Hola, espero que les guste la historia. 

 

 

 

Va dedicado con todo mi amor para Shironeko, esta historia es tuya, y para Lulush, gracias por todo. 

 

 

 

 

 

Sin más los dejo leer. 

Notas del capitulo:

 

 

Esto es para ti, mi único y verdadero amor.

 

 

 

 

 

 

 

17 de abril.

 

 

Para ti. 

 

 

 

El día en que me llamarón para decirme que te llevaban al hospital no hice nada, por un momento me quede en blanco y a los cinco minutos de que mi mente reacciono salí corriendo hacia el lugar en donde te encontrabas. Quería respuestas, quería saber que tanto es lo que ocultabas, que tanto es lo que no querías que yo supiera. Cuando llegue al lugar me sentía perdido, me quede mudo al ver a tanta gente entrar y salir; algunos sonriendo y otros más llorando. En esos momentos no tenía a nadie que sonriera para mí, alguien que llorara conmigo en aquellos momentos de tristeza o quien al momento de llegar a la casa me recibiera con una sonrisa y me preguntara ¿cómo ha estado tu día? Y al final de una larga plática me dijera que todo iba a estar bien. Siempre pensé que estaba solo aunque eso cambio el día en que te conocí.

 

De nueva cuenta y como era ya una costumbre me había quedado divagando por algunos minutos en aquellos recuerdos, que aunque parecieran lejanos seguían rondando por mi mente cada vez que pensaba en ti. Al momento reaccione y sacudiendo mi cabeza —para alejar aquellos recuerdos—, me dije a mi mismo que yo no estaba solo, yo te tenía a ti y tú me tenías a mí, solo éramos tú y yo, Takashima y Yuu. Salí con paso apresurado dirigiéndome hacía la recepción en donde se encontraba atendiendo una enfermera con un aspecto cansado —sus ojeras la delataban—, pero a pesar del cansancio continuaba atendiendo a todas las personas con una sonrisa en el rostro, como si fuera la primera hora en la que se encontraba trabajando.

 

—Disculpe —pronuncié con voz baja— me podría decir en que habitación se encuentra el paciente Takashima.

 

—Takashima… —pronunció la enfermera buscando entre los archivos con una calma que me hacía desesperar—, el paciente Takashima se encuentra en la habitación 525, piso 13 —contestó con voz monótona.

 

—Gracias —pronuncié con la misma voz baja con la que pregunte.

 

Despidiéndome de la enfermera con una leve inclinación de cabeza, me dirigí hacia el ascensor y al entrar a este presione el  número 13. Conforme se iban iluminando los números que indicaban en que piso se encontraba uno, comencé a sentirme inquieto pero más que inquieto comencé a tener miedo. Una parte de mí me decía que algo malo estaba por suceder, mientras que la otra parte trataba de aparentar que todo estaba bien. Como siempre ahí estaba yo con un porte algo rígido —debido a la tensión muscular que tenía al saber que te encontrabas una vez más en el hospital— tratando de ocultar mi nerviosismo y mis miedos con la aptitud de “no me interesa lo que pasa a mi alrededor”, cuando en realidad estaba muriendo de los nervios por saber que tú te encontrabas bien.

 

Al poco tiempo la campanilla del ascensor me alerto que había llegado al piso número 13. Camine rumbo a la habitación donde te encontrabas y unos minutos después llegue al lugar pero no entre. Me quedé afuera por un largo tiempo suplicando a aquel ser a quien todos piden consuelo que al entrar a la habitación me dijeran que tu no estabas ahí, que todo había sido una falsa alarma una broma tuya, pero claro yo no creía en aquel ser, así que había una poca probabilidad de que eso fuera a suceder.

 

Después de ese tiempo —en el que estuve parado afuera de la habitación— entre y me quede en la puerta observando tu silueta iluminada por la tenue luz de la lámpara de la mesa de noche que se encontraba a un costado de la cama. Al verte descansando sobre esa cama con sabanas tan blancas regresaron a mí una vez más todos los temores que sentí dentro del ascensor, regresaron con más fuerza al verte conectado a toda esa clase de aparatos que informaban que aun seguías con vida. Baje la vista y la volví a subir al escuchar tu tan característica risa ¿acaso te burlas de mí?

 

— ¿Por qué pones esa cara? No ha pasado nada —me decías tan tranquilo, con la voz baja y un poco rasposa pero con una sonrisa que me hacía creer que en verdad no pasaba nada.

 

— ¿Qué cara quieres que ponga? Es la única que tengo.

 

—No te enojes —me dijo restándole importancia al comentario—, no entiendo por qué siempre tienen que hacer un drama los doctores, no pasó nada, solo me sentí un poco mareado, no te preocupes todo estará bien.

 

—Sabes que no me importa, solo cállate quieres —le expresé un poco fuerte mientras cruzaba los brazos.

 

—Gracias por venir —me sonrió ligeramente acomodándose en la cama—, disculpa pero dormiré un poco, me siento algo cansado. Me era inevitable el comportarme de esta forma, tú no merecías que yo te tratará así. Minutos después te quedaste dormido, tu rostro se veía pálido y lucías tan cansado como la primera vez que tuviste una crisis, como la primera vez en la que temí el quedarme solo una vez más.

 

En ese entonces llevábamos cinco años saliendo y dos años viviendo juntos, en total siete teníamos siete cortos años de relación. Todo ese tiempo me ocultaste lo que tenías, por un tiempo yo no te reproche nada, pero llego un momento en el que me enoje y me sentí triste porque no me contabas que es lo que te pasaba. Tiempo después notaste que yo empezaba a actuar de otra forma y después de platicar me dijiste que era debido a el miedo que no me decías la verdad, me dijiste que era el miedo a perderme.

 

Aún con todo lo que estaba pasando nunca mencionaste lo que realmente tenías, me comentabas que ya llegaría el momento adecuado pero que por ahora todo lo dejáramos de esa forma, como si nada pasara. Una vez más me dejabas con miles de preguntas. Al pasar los meses tu estado de salud comenzó a decaer, siempre decías que eran pequeños mareos por la falta de vitaminas, y yo de idiota te creía todo.

 

Cuando tu respiración se hizo más profunda me quede unos momentos más observándote —algo dentro de mi provocaba el no dejar de verte—, aún me sentía inquieto. Mis pies me recordaron que ya llevaba un bien tiempo de pie, así que me senté en el sofá de la habitación —el cual no era muy cómodo—. El tiempo seguía corriendo y tú seguías durmiendo, solo te movías para volver a acomodarte soltando un suspiro al aire para posteriormente volver a quedarte profundamente dormido. Las horas pasaron tan rápido que no me di cuenta que ya había amanecido. Una de las enfermeras entro a la habitación para hacer el chequeó rutinario, solo espere en silencio a que terminara. Inmediatamente de que terminará el chequeo la enfermera salió y tú despertaste. Te veías más cansado que hace unas horas y eso me preocupó.

 

—Buenos días —me saludaste con una sonrisa en el rostro—, lamento que te tuvieras que quedar toda la noche, el sofá no es muy cómodo.

 

—No importa, ¿cómo te sientes?

 

—Bien, algo cansado pero nada de qué preocuparse, ¿ya comiste? Si no lo has hecho ve a comer algo, te aseguro que no me iré, aquí te espero —mencionaste aquello con una pequeña sonrisa viendo mis intenciones de quedarme en la habitación.

 

Una de las cosas que puedo llegar a odiar es tu preocupación por las personas. ¡Odio cuando lo haces!, yo debo ser el que tiene que estar preocupado no tú. Siempre piensas más en las personas que en ti mismo. Asentí con la cabeza y me pare frente a la puerta sin llegar a abrirla, algo dentro de mí me decía que no me fuera.

 

— ¿Pasa algo? no te preocupes ya te lo he dicho, todo estar…

 

— ¡Cállate! —Lo interrumpí—, solo… cállate —susurre lo último todavía dándole la espalda.

 

—No digas que todo estará bien cuando te encuentras internado en un hospital, por favor no digas eso —me di la vuelta rápidamente y con pasos apresurados me acerque a tu cama y te abrase con mucho cuidado ocultando mi cara entre el espacio que formaba tu cuello y hombro.

 

—Te amo, no lo dudes —me susurraste al oído correspondiendo el abrazo débilmente por unos segundos para después soltarme—. Ahora ve por un café y si puedes traerme algo de comer pero que sea a escondidas porque no me dejan comer cosas pesadas, te lo agradecería mucho. Me separe de ti y te sonreí. No me quería ir pero tú mirada me llego a tranquilizar un poco. Antes de salir de la habitación me di la vuelta y susurre un te amo silencioso, tú te encontrabas con los ojos cerrados respirando tranquilamente con una ligera sonrisa en el rostro.

 

Salí de la habitación y todos los temores que habías logrado tranquilizar hace unos momentos regresaron tan violentamente que tuve que sostenerme de la pared más cercana para no caer al piso. Inmediatamente me tranquilice y me dije a mi mismo con una seguridad que ni yo mismo sabía de dónde había salido que todo iba a estar bien, trate de confiar en esas palabras que tanto te gustaba repetir.

 

Baje por las escaleras en lugar de usar el ascensor para ir a la cafetería —quería relajarme un poco— pero antes de dar la vuelta para llegar a mi destino escuche por el altavoz que solicitaban a un doctor con urgencia en la habitación 525, me quede paralizado. Al instante reaccione y subí corriendo los tres pisos que ya había bajado, di vuelta a la izquierda y me detuve por completo al llegar a la puerta de la habitación donde te había dejado descansando.

 

La puerta estaba abierta y dentro de esta se encontraba un doctor y varias enfermeras, todos se movían de un lado para otro pronunciando cosas que no lograba entender. Quería que me explicaran que estaba ocurriendo, por qué tanto alboroto me cuestionaba, quería gritarles que se detuvieran y me explicaran que es lo que pasaba. De repente un silencio se formó dentro de la habitación el cual era interrumpido por el pitido constante de la máquina a la cual estabas conectado, la cual parecía nunca querer callarse. Ese silencio me provoco escalofríos, necesitaba romperlo, necesitaba respuestas.

 

— ¿Qué… qué está pasando? —les pregunté con la voz entrecortada, todos me miraron pero nadie decía una palabra.

 

— ¡Por qué nadie me responde! —les grité con lágrimas acumulándose en mis ojos.

 

—Señor Shiroyama… —se me acerco el doctor con paso lento bajando levemente la mirada para después mimarme fijamente, y tomando aire pronunció lo que siempre temí— lo siento mucho, hicimos todo lo que pudimos.

 

— ¿Qué…?

 

No termine de hablar cuando me di cuenta de lo que pasaba. Las enfermeras salieron del lugar murmurando cuanto lo sentían, en lugar de eso yo quería que me dijeran que todo estaba bien, que era una broma en donde tú te levantabas de la cama para decirme que de nueva cuenta los doctores hacían su drama por un simple mareo, pero mi voz no se atrevía a pronunciar algo. Cuando me di cuenta todos salieron de la habitación, dejándome solo con aquel que hasta hace unos momentos había sido el doctor de Takashima. Me miro ligeramente y me dio un leve golpe en la espalda para después salir de la habitación dejándome solo con mi dolor.

 

Me sentí abrumado y dando ligeros pasos me acerque a la cama donde reposaba tu cuerpo durmiendo profundamente. Lucias tan tranquilo, tan pacifico, como cuando yo despertaba antes que tú para mirar tu rostro por las mañanas después de una noche que entre caricias, besos y palabras llenas de pasión terminábamos haciendo el amor, expresando lo mucho que nos amábamos a través de nuestros cuerpos. Al estar cerca de la cama me hinque y tome tu mano entre las mías —la cual lucia más pálida y sin ese calor natural que emanaba tu piel—, para llevarla lentamente a mis labios y depositar un suave beso en ella.

 

—Eres tan flojo —pronuncié con la voz entre cortada por las lágrimas que caían lentamente sobre tu mano—, sigues durmiendo tan tranquilo sin darte cuenta de lo solo que me siento en este momento —te sonreí en un esfuerzo para que mis lágrimas dejaran de fluir, pero no pude.

 

Recosté mi cabeza sobre tu pecho tratando de encontrar un latido de tu corazón aunque fuera mínimo pero nada se movía dentro de ti. Dejando que mis lágrimas continuaran cayendo poco a poco, continúe con la cabeza apoyada sobre tu pecho para después estas se convirtiesen en un llanto interminable. De esta forma permanecí sin saber cuánto tiempo había pasado hasta que una enfermera entro separándome lentamente de ti. Te bese por última vez, te bese hasta que ya no pude más con mi propia respiración la cual quería pasarte para que de esta forma regresaras a la vida, claro eso era algo imposible de lograr.

 

El funeral se llevó a cabo dos días después. La causa de la muerte —la cual lamentablemente era inevitable— fue muy repentina. De acuerdo a lo que menciono el doctor lo que tú tenías y que siempre me ocultaste era cáncer. A pesar de que llevamos bastantes años juntos nunca note que te sintieras mal — ¿era tan tonto como para no darme cuenta?—, pero al parecer llevabas bastantes días teniendo una mala salud pero, para no preocuparme siempre te mostrabas ante mí con una sonrisa. ¿Te mencione que odiaba eso de ti verdad?

 

Hasta este momento en el que escribo esta carta han pasado dos años desde el día en que te fuiste. Dos años en los que la vida no ha sido lo mismo sin ti. Ahora entiendo tu afán por ocultar lo que te sucedía, tú siempre tratando de que no me preocupara por ti aunque peleáramos por las cosas más absurdas. Puedo decirte que ya no me siento tan triste. Tú me enseñaste que siempre tenía que seguir adelante, que tenía que enfrentar las cosas —ya sean buenas o malas— con la frente en alto, me enseñaste a siempre sonreír y verle el lado amable a todo lo que pasaba.

 

Ahora que han pasado dos años me pregunto si escuchaste aquel te amo que susurre ese día antes de salir de la habitación. Algo dentro de mí me dice que lo escuchaste, que por esa razón te fuiste con una sonrisa en el rostro. ¿Estabas feliz en ese momento a pesar de lo mal que te sentías? Tú sabías que tan difícil era para mí el expresar mis sentimientos, solo tú podías hacer que dijera las cosas más cursis y tontas que jamás hubieses escuchado, y yo... yo las decía con el fin de hacerte feliz; con el fin de poder ver esa hermosa sonrisa que adornaba tu rostro cada mañana, cada hora, cada minuto y cada segundo en el cual estabas a mi lado. Es por eso que con estas simples palabras solo puedo escribir desde lo más profundo de mi corazón: gracias, gracias por todos y cada uno de los momentos que estuviste a mi lado.

 

 

 

Kouyou Takashima, por siempre serás el amor de mi vida.  

 

 

Atte. Shiroyama Yuu.

 

Notas finales:

Hola, muchas gracias por tomarse el tiempo para leer esta pequeña historia. Como siempre espero que me den su opinión de que les pareció, se los agradecería mucho. También una disculpa si encuentran muchas faltas de ortografía, trataré de ir mejorando para que la lectura sea la mejor.

 

Eso es todo y muchas gracias. 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).