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La vida me dijo a gritos
que nunca te tuve y nunca te perdí
El amanecer caía lentamente, regando su calidez diurna entre las sombras de su habitación. Observo lentamente como su piel se llenaba de ligeras laceraciones, el olor a carne y el dolor mezquino no le incito para retirarla; con indiferencia aparto su mano, el ligero toque entre su piel no le hizo cambiar de opinión.
Kanda acaricio lentamente aquella piel lechosa, inhalando el olor a roció su pecho se llenó del aroma y sus colmillos florecieron poco a poco, la sangre recorría las cintas azules del albino.
Deposito un beso, Allen se estremeció de un placer banal mientras cerraba sus ojos. Kanda acaricio su torso, sus pectorales y se enredó en los rizos plateados. Un gemido le dio la satisfacción mientras bajaba lentamente tocando, acariciando y sintiendo toda esa piel con sus nuevos sentidos.
La alegría le abrumaba en su ser insignificante, el poder que había adquirido era más de lo que hubiera elegido, pero no quería separarse de Allen, le obligo le recordó su mente, un pequeño precio a pagar le dijo sus sentimientos.
Ambos conjugados en una cama, el olor a sexo y semen no le detuvo, su hambre volvía con más avidez. Encajo sus colmillos en el hombro de Allen, succiono ligeramente como quien bebe de un buen vino, Allen emitió pequeño quejidos pero nunca se quejó.
-¿En qué piensas? –
El albino se giró y le observo con esa mirada plateada y alelada, le miro como si no fuera él pero muy dentro sabía que era su Allen. Y sonrió, sonrió con los colmillos de fuera y el alma derretida, como en milenios que no había recordado. El japonés le dio una mirada sin superficies, con la lujuria goteando de su piel y la sangre disolviéndose entre ríos.
-En ti Kanda, solo en ti.
- ¿Por qué pensar en mí, si ya me tienes a tu lado?
-Porque si te pienso puedo recordar tu humanidad, porque en él fondo quiero recordar al humano que deje morir. Porque te amo tanto que me alegra haberte desangrado hasta el punto que me duele el ver mi creación.
El silencio se hizo y la bruma del deseo no se desvaneció, Kanda medito sus palabras, entendió y supo que no había vuelta atrás; se encogió de hombros ligeramente quitándole importancia al asunto, en cambio la sensación de aversión y demencia lo envolvió. Besos los labios resecos del más pequeño, lamio y compartió el sabor oxidado. Un beso seco y sin amor pero con la suficiente lujuria para poder vivir entre su eternidad, con sus demonios y con ellos mismos.
Y Allen sonrió entre el beso, le susurro palabras antiguas, sus manos acariciaron la espalda del japonés trazando mapas de ciudades antiguas y marchitas como la vida.
-Te amo más que a mi vida, pero te odio con el rencor de los años que viviremos juntos.
-Lose, lose. Es un sentimiento compartido Kanda, no eres el amor de mi vida pero eres lo más cercano a un sentimiento que me he permitido.
Se susurraron con los parpados cerrados, con la luz lacerándoles y la ligera oscuridad cubriendo escasamente sus miedos. Kanda siguió besándolo entre penumbras de su corazón muerto y Allen dejo que lo marcara por satisfacción. Ambos en un juego, engañándose mutuamente con un amor falso y nunca teniéndose para ellos.
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