Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

WHO YOU? por DrugSucks

[Reviews - 3]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Hello, Hello :D he vuelto con un one shot de Jrock, porque sólo así puedo regresar a esta categoría. Sentí que no la contaba, no pensé que fuera tan difícil plasmar todo lo que tenía en la cabeza, pero aquí está :D.


El síndrome que me tocó fue El Síndrome de Capgras, ya había oído algo de él, pero me puse a investigar más a fondo, sobretodo porque necesitaba una forma en la que los problemas pudieran solucionarse (ajá si, 'solucionarse'). En fin, la canción elegida para amenizar y formar parte de la historia fue WHO YOU? de GDragon (risa macabra).

En este link está el video con la canción y la traducción que me pareció más pertinente.

http://xiahpop.com/g-dragon-big-bang-mv-review-letra-en-espanol

 

Gracias infinitas a mi buddy GekitetsuNikki que me beteó este coso, esto está dedicado para ti seño u__ú.

 

Muchas gracias de antemano, disfruten la lectura C:

 

 

 

—¿Quieres dejar de rondarme como si fueras un buitre? —hablé a la par que cortaba unos cuantos vegetales. La hoja del cuchillo golpeaba rítmicamente la tabla de madera y la cocina se impregnaba de un delicioso aroma; en sí, todo sería un ambiente armonioso de no ser por la mirada desdeñosa que me lanzabas desde el otro lado de la barra. Aun no termino de acostumbrarme a esto.

—Discúlpame si intento proteger mi casa de extraños. —Ahora soy un extraño, claro, si fuera tan ingrato como tú te dejaría con la barriga vacía y me iría a comer con Shinohara. Pero no, resulté ser el imbécil que te está preparando la cena. 

—Llevo viviendo contigo hace meses, pude haberte asfixiado con tu almohada favorita de perrito o robar la joyería que escondes en el cajón de tu ropa interior, así que deja de estarte quejando como niña. —Sin verte, sé que tus labios formaron un puchero no acorde a tu edad, pero me voy a tomar la molestia de ignorarlo porque Nao tiene mucha paciencia. —Y aleja tu fea cara de ese sartén ¡te vas a quemar!

—Naoki prepara mejor el arroz… —por todos los cielos, sólo era meter los granos en el hervidor y programarlo… tú ni siquiera podías ni encenderlo, maldito enano inútil.

—Pues Naoki no se encuentra por el momento. Ahora es Nao quien está a cargo de la cocina y como tú no tienes voz ni voto aquí, vete a ver televisión. —Había dejado de ser raro hablar de esta manera contigo, siempre me hablabas de esa persona que tanto anhelabas con tu corazón y que, irónicamente, tanto daño le habías hecho

—Aquí estoy bien —te conozco, sabía que cuando me distrajera ibas a meter tu dedo en lo que estoy preparando y terminarías quemándote, pero antes de eso, intentarías acabar con mi cordura como todos los días: —voy a vigilar los cuchillos por si intentas algo

—Y lo dice quién me amenazó con el cuchillo para cortar carne —bufé y te miré a los ojos retándote, pero tú todavía tenías el descaro de sacarme la lengua, eres increíble. —Takanori, tuve un día difícil y mi cabeza pide paz… dámela sólo por esta noche ¿sí?

—No, impostor —te cruzaste de brazos, siempre tan a la defensiva. Ese golpe en la cabeza no pudo cambiarte otras cosas porque de verdad no tienes suerte —voy a seguir siendo un insolente para ver si te vas de una vez

—Créeme que lo he pensado. —Y ya un año ha pasado desde que decidí dejarte.

 

Quise hacerlo mientras estabas fuera de casa. Recuerdo que me tardé en empacar todas mis pertenencias en las maletas porque mis manos temblaban; hasta se me resbaló la colonia que me regalaste en mi cumpleaños. El aroma sigue impregnado en la alfombra de la habitación. Ni siquiera pensé en que lanzaría tres años de noviazgo por la ventana, pero tú ya te habías adelantado ¿no?, siempre queriendo ser el primero en todo, así que te encargaste solito de arruinar nuestra relación y yo ya ni me molesté en recoger los fragmentos en el suelo.

Nada dura para siempre, me dijiste aquella vez que tuvimos la pelea que desencadenó todo y vaya que tuviste razón, las personas también tienen una fecha de caducidad. Sus vidas, sus emociones, sentimientos y sensaciones, todos son destellos que dan el efecto de durar toda una eternidad o desvanecerse en el aire en un parpadeo; así quería que mi presencia desapareciera, que en ningún rincón del departamento que compartimos quedara algún atisbo que alguna vez yo estuve ahí.

Jamás pensé que irías tras de mí y de hecho, no lo supe hasta que recibí la llamada de tu mejor amigo, diciéndome entre sollozos que habías tenido un accidente de auto. Sufriste severos daños en tu cabeza y te tuvieron que inducir a un coma intentando desesperadamente salvarte la vida. Creo que está demás decir que muchas personas me culparon por tu estado aunque no se atrevían a decírmelo en la cara, sólo se dedicaban a mirarme con ojos acusadores mientras yo me hacía cargo de tu inerte cuerpo.

Por meses me di a la tarea de darte de asearte todos los días, de tomarme la molestia de teñir tu cabello para que cuando despertaras sintieras que el tiempo no había pasado por ti. Akira solía acompañarme, era de las pocas personas que no me juzgaban, al parecer él sabía cosas que yo aparentemente desconocía; no me culpaba por querer abandonar a su mejor amigo.

 

—Perdón si te ocasiona problemas… —sentí su mano acariciando con gesto amistoso mi espalda, también se veía cansado, pero no borraba la tonta sonrisa de su cara —. Si quieres, cuando despierte puedes vengarte diciéndole que el maldito de su amante no se pasó por aquí ni una sola vez mientras que tú le limpiabas el trasero y así, irte como un triunfador

 

Yo simplemente sonreí, él se sintió más tranquilo creyendo que me había levantado los ánimos. Pero yo sabía que esa persona te visitaba, se pasaba ocasionalmente pero jamás entraba a la habitación porque yo estaba ahí. Me daba náuseas el sólo recordar su rostro maquillado con unos pequeños labios pronunciados bastante bonitos. Era alto y con un brillo glamoroso que seguramente te había encantado desde el primer momento. Yo me sentía totalmente fuera de su liga pero ahí estaba, atendiéndote, maldito enano comatoso, porque seguramente el otro no se dignaría en arruinar su manicura por darte un mísero baño de esponja.

Ver en su rostro una mueca de pena y culpa dirigida hacía mí, sólo me producían ganas de levantarme de mi silla y deformarle su afeminado rostro a golpes. Seguramente tenía la certeza de que si llegabas a despertar, me despacharías como el bastardo que eres y te irías a sus brazos. Pensaba en que no me molestaría si llegaras a hacerlo, de todas maneras la batalla la había perdido y no me iba a humillar por ir detrás de ti exigiendo un poco de consideración. Tú siempre fuiste un insolente. Por eso no me extrañó en un inicio la forma en la que te comportaste conmigo cuando despertaste.

 

Fue una mañana fría, a pesar de que estábamos a mediados de Marzo, el vaho matutino en las ventanas no se había desvanecido del todo y yo tenía el cuerpo enrollado en el incómodo y pequeño sofá de la habitación. Te escuché gemir como siempre solías hacerlo cuando tenías frío, entonces una pequeña alarma de esos aparatos conectados a ti comenzó a sonar y casi en segundos enfermeras y doctores te rodearon, después de ocuparse en sacarme de la habitación. Únicamente alcancé  a ver tus ojos abrirse asustados al verte asediado.

Llamé a Akira y este se encargó de avisarles a tus amigos y familia que habías despertado, ya no me correspondía tener esa responsabilidad con tus seres queridos. A mi parecer, era el momento en que debía desaparecer de tu vida para siempre. Pero no lo hice, me quedé con los pies adheridos al azulejo del blanco pasillo del hospital, mientras veía desfilar a los médicos. Pronto llegaron los demás, ansiosos por querer noticias, voltearon a verme con sus hipócritas rostros fingiendo condescendencia. Me dieron unas terribles ganas de vomitar, así que tuve que huir al baño más cercano, no salió nada más que mis jugos gástricos devorando mi estómago por la forma tan miserable que estaba comiendo y todo el malestar cayó sobre mi como una bola de demolición.

De repente me vi llorando en el suelo del cubículo a un lado del retrete, lloré con tanta fuerza que mi garganta se resecó y el miedo me invadió rápidamente como la gripe. No quería aceptar la eminente realidad que al verme, tú terminarías comportándote como el bastardo que me rompió el corazón.

Salí de ahí, con el rostro descompuesto y con la convicción de dirigirme directamente a la salida, pero mis planes se vieron interrumpidos por el tan inoportuno Akira, quien me dio una poderosa razón para detener mi andar.

 

 —Está preguntando por ti… quiere verte. —En ese momento debí haber seguido mi camino, correr hacia la vacía calle y no mirar atrás. Pero se me ocurrió ver el rostro cansado y delgado de Akira, iluminado con el más puro sentimiento de esperanza, pidiéndome este último favor; y me di cuenta que estaba comprometido con ello desde el momento en que decidí quedarme todos estos meses.

 

Los seguí silenciosamente por el pasillo de regreso a tu habitación, cuando estuvimos más cerca alcancé a escuchar pequeños susurros de las personas que estaban ahí, esperando por entrar y verte. Ni siquiera disimularon la expresión rancia en sus rostros al notar como Akira los hacía a un lado y me dejaba pasar. Me mordí los labios con tanta fuerza para evitar ponerme a llorar, sé que me comporté como un idiota, pero el verte ahí, sentado en la cama, viéndote como un ratoncito enjaulado, hizo que se me estrujara el corazón.

Taka, Naoki está aquí, alcancé a escuchar la voz del hombre como un eco lejano al perderme en una lucha con mis propias emociones; de pronto noté que ladeabas tu rostro, siempre que no entiendes algo, haces ese gesto de animalito perdido. Me observabas con tus ojos oscuros, apretaste el entrecejo y separaste tus labios resecos, más no dijiste nada y yo esperaba que me corrieras y me culparas de tu accidente, para no sentir la horrible necesidad de estar ahí.

Pero te mantuviste con tu mirada puesta en mí, sin dejar de fruncir el ceño, ni te preocupaste de tu madre que lloraba en tu regazo, ni los demás amigos que ansiosos esperaban abrazarte, todo el tiempo sentí que tu atención estaba sólo conmigo. Más no veía ninguna emoción en tu rostro salvo la extrañeza, ¿por qué mierda tú no podías sentir la mitad de la culpa y el dolor que yo sentía? En ese preciso instante te odié, más de lo que pude haberte querido o de todo el remordimiento que sentí en esos meses que estuve a tu lado. Quise desaparecer mientras todos te rodeaban, pero sabía que Akira no me permitiría huir… y menos cuando se había colocado justo en la entrada de la puerta, sin dejar de lanzarme significativas miradas.

Siempre pensé que ese amigo tuyo era un genio incomprendido o algo parecido, actuando como un imbécil frente a los demás, como si tratara de ocultarse así mismo para que nadie le hiciera daño. Y me agradaba, porque veía más allá de lo que los demás, incluso tú, eran capaces.

Por ello fue que no me quiso dejar ir, porque sabía que algo andaba definitivamente mal contigo.

 

—¡¿Dónde está Naoki?! ¡¿Dónde está?! —El tiempo se detuvo para todos nosotros. Akira te observaba asustado, y yo no hacía más que retroceder mientras tú te acercabas amenazadoramente. Nos distrajimos y tú aprovechaste para tomar un cuchillo de cocina en cuanto tuviste la oportunidad, no podías dejar de repetir ¿dónde está? ¿dónde está?, y yo estaba frente a ti, más tus ojos no me reconocían. Lo sabía y algo en mí se rompió.

—¡Takanori! ¡Suelta ese cuchillo! ¡Ahora! —Akira luchaba por intentar arrebatarle ese utensilio de las manos, pero aún estando convaleciente eras más ágil, incluso te atreviste a amenazarlo a él también.

 

No parabas de preguntar, de amenazarme y mirarme como si yo fuera un extraño. Esto no era normal, tú no eras así, jamás te había visto tan disgustado, más no podía decirte que aquí estaba y era real, temía como ibas a reaccionar. No entendía nada. 

 

—¡¿Qué te pasa?! ¡Deja de tratar a Naoki así! —Akira me mantuvo tras él protegiéndome con su cuerpo. Te movías errante, como si en verdad no comprendieras lo que pasaba, como si te sintieras traicionado.

—¡Él no es mi Naoki, Akira! ¡¿Qué no ves que es un impostor?! —Tu amigo y yo abrimos los ojos aún más sorprendidos, si estabas bromeando eso no era divertido, ni un poco

—¡Takanori! ¡¿Qué te sucede?! —La voz del otro hombre resonaba fuerte y alterada. Yo me mantuve callado, atónito y dolido por tu comportamiento, nuestras miradas chocaban, tú querías respuestas pero yo no podía dártelas.

—¡Dime dónde tienes a Naoki! —Seguiste gritando, y tu chillona voz me retumbó los oídos, licuaste tantos pensamientos y cosas que quise decirte porque tú te negabas a escuchar —¡¿Qué hiciste con él?!

—¡Naoki está lejos! —Un silencio cayó como plomo en la cocina, sólo podíamos escuchar nuestras propias respiraciones agitadas. Yo no supe que pasaba, mi boca simplemente se abrió por sí sola, comenzando a tejer una red de mentiras —¡Y dijo que no volvería hasta pensar bien las cosas!

—¿Qué… qué dices? — Susurraste temeroso, arrugaste tu frente como si en verdad eso te estuviera lastimando hasta lo más profundo del corazón. Pensé que te desmayarías y estaba preparado para sostenerte si eso te llegaba a pasar, pero pronto vi que bajabas tus manos que agarraban aun el cuchillo

—Naoki se… se fue de viaje, Takanori —palabra tras palabra salía de mis labios, sentían que me lastimaban, más eso te mantuvo absorto, con tu atención en mí. Mientras que el rostro de Akira era todo un poema, angustiado me preguntaba con la mirada lo que estaba haciendo y sinceramente yo no tenía idea —. Quiere pensar en todo lo que pasó entre ustedes dos…

—¿Él sabe? ¡¿Quién le dijo?! —Nos miraste con desesperación, incluso tu enojo se había calmado un poco, pero ahora no tardarías en ponerte a hiperventilar. ¿En verdad fuiste tan ingenuo de pensar que no me enteraría?

—Se enteró él solo… los vio, Takanori —te tensabas, me habría reído de no ser porque yo sentía una inmensa culpa de estarte diciendo tantas mentiras que seguían y seguían. — Quiere pensar si todo lo que tuvo contigo vale la pena recuperarse…

—No… mi Naoki — y escuché que tu corazón se rompía. Me sigues sorprendiendo, porque vi en tu rostro reflejado bastante culpa. En verdad te dolió que yo te abandonara

—Necesita tiempo… quiere que se lo des —mi voz se volvió tranquila y suave, como si le explicara a un niño que el fuego quemaba si lo tocabas. Así te veías, tan diminuto e indefenso sin poder dar un paso más

—¿Y tú qué?  ¿Qué haces aquí? —Me hablaste con rudeza y temor, pero a la vez ansioso, ¿qué cuerno pintaba yo aquí? Seguramente te preguntabas, porque tenías la certeza que no te iba a revelar dónde estaba Naoki¿Quién eres?

—Yo… —esa pregunta que me resultaba tan inverosímil, me hizo atragantarme con mis palabras, sabía que ya no había marcha atrás y pronto me vi atado a ti sin ninguna salida más que la de seguir el juego. — Yo soy Nao, Takanori. Naoki me mandó para cuidarte… y que no te sintieras solo.

 

[*]

 

El doctor dijo que ese delirio era una secuela más del accidente. Tanto fue el dolor que te ocasionó pensar en que definitivamente te abandonaría, que distorsionaste tu percepción hacia mí. Era irónico, casi como una broma pesada del destino: había tenido la firme convicción de alejarme ti y desaparecer de tu vida, pero todo resultó en un macabro escenario, donde tenía que velar por ti, quien no me veía de otra forma que como una amenaza.

 

Yo hubiera preferido que me odiaras, pero no de esta manera. 

 

 

—¿Entonces el enano no te recuerda? —Shinohara tenía sus ojos abiertos y la boca formaba un pequeño círculo. Estaba sorprendido, tanto que había dejado su almuerzo a medio terminar mientras veía como me escurría entre la mesa y la silla del pequeño restaurante antes de regresar al trabajo.  

—Todo sería más fácil si no lo hiciera —dije como si eso fuera lo más obvio. Mis palabras se agolparon contra la superficie de la mesa, haciéndolas pesadas y cansadas, justo como me sentía. — Ahora resulta que estoy metido hasta el cuello en esto, pase toda la tarde ocultando las fotografías porque Takanori cree que las manipulé y cambié para ser yo  y no Naoki quien sale junto a él.

—No me explico cómo es que pudiste decirle algo así. —Sí, Shinohara, ya entendí el mensaje: fui un imbécil, debí haberme golpeado con algo o salir corriendo.

—El doctor dijo que fue lo más inteligente que pude haber hecho, de otra manera me hubiera lastimado.

—Bueno, yo hubiera preferido una cortada que tener que cuidar a un loco ─escuché que le daba una mordida a tu sándwich, demonios, hasta el sonido de la lechuga siendo torturada por sus dientes me provocaba migraña

—No lo está. —Ya llevaba mucho tiempo intentando ahogarme con mi propia saliva, por lo que levanté mi cabeza para ver a mi amigo con su comida a medio camino antes de llegar a su boca mirándome confundido.

—¿Ah?

—Takanori no está loco… sólo está confundido. —Mi respuesta fue tan simple como si me hubieran preguntado del clima, noté que mi alto amigo se me quedaba mirando fijamente, como buscando que sus palabras no sonaran bruscas, sabía que estaba preocupado pero no podía hacer nada más que escucharme.

—Pues ten cuidado, no vaya a ser que el confundido sea otro —ya lo sé Shinohara, ya lo sé. Sólo espero no perder la cabeza por todo esto.

 

[*]

 

—Nao… —Ya ni siquiera me molesté en abrir mis ojos para verte sentado en el retrete mientras golpeabas al rollo papel higiénico que daba vueltas por el tubo de metal, como si fueras un animalito sin importarle nada realmente, más yo sé que ibas a escupir esa misma inquietud que te viene molestando desde que comenzamos a vivir juntos contra nuestra voluntad—. Él volverá ¿cierto?

—Sí, Takanori… —adiós a mi  baño relajante de burbujas en la bañera. Suspiré con cansancio, aún me producía un poco de incomodidad tener que hablar de mi mismo en tercera persona —. Naoki volverá… ¿puedes irte ya?

—¿Cómo confiar en las palabras de un impostor? —Ahí estabas otra vez llamándome de esa manera tan ridícula. Cerré mis ojos, intentando buscar la manera de calmarte y recordé rápidamente cómo mi mamá me callaba en mis rabietas

—Te lo prometo, enano. —Me levanté un poco y acerqué mi meñique levantado hasta su rostro incrédulo.

—¿Es en serio? —¿Por qué siempre lo haces tan difícil? 

—¿De qué te quejas? Si tú no eres el epítome de la madurez… —sólo hazlo de una buena vez y déjame con mi propia humanidad ahogarme en esta tina pequeña.

Te odio

 

Aunque refunfuñabas cada vez que terminábamos la conversación de esa manera, siempre pareciste conforme con ese cruce de meñiques y te alejabas tarareando una canción, dejándome a mi realmente enfermo por estarte mintiendo. Pero luego me cuestionaba ¿en verdad lo hacía? Si yo estaba ahí, tu Naoki estaba junto a ti, pero tu cabeza me veía como un archivo corrompido dentro de tu disco duro y se negaba a abrirlo.

En alguna de tus sesiones con el doctor, yo pregunté si tu condición sería eterna, y aquel canoso hombre me miró con pena. Un hueso roto puede curarse, ya no llega a ser igual, pero sigue funcionando y se tiene consciencia de lo que es, en cambio, con la cabeza era más complicado. Tenía tantas redes que era difícil dar con el nodo lastimado, muchas veces porque este no quiere ser encontrado. Así era tu mente, justo como cuando estabas en coma, tú eras el único capaz de despertar, pero eso era sí querías cruzar esa vereda hasta la realidad.

 

[*] 

 

Pasaron los meses, donde seguimos enfrascados en este teatro. Habías dejado de trabajar, por lo que te quedabas siempre en casa, no creo que te preocupara conseguir un empleo, sentía que tenías miedo de encontrarte con tu amante y no poder resolver los problemas tú solo. En cambio, el tiempo de incapacidad que tomé para cuidarte completamente terminaron, por lo que tuve que regresar a mi rutina laboral donde salía temprano de casa y regresaba para la hora de hacerte de cenar. Sabía que Akira y tu madre venía de vez en cuando a ver que no te faltara nada, pero no quería saber si alguien más venía a visitarte —no quería pensar que el tipo de la eterna boca de pato llegara atreverse a pisar mi casa—, y de igual manera tú me pagabas con no interesarte en lo que yo hacía de mi vida aparte de ser casi tu nana.

No era tu problema saber de mí, estoy seguro que ni siquiera te preocupabas, sólo querías que Naoki regresara para que yo desapareciera de tu vista.

Pronto dejaste de ser tan huraño y grosero, te acostumbraste mucho a mi presencia tal vez, hasta te sentabas a mi lado cuando veía televisión y respetabas mi espacio cuando yo me encerraba a trabajar. Un día simplemente te acercaste a mí con tu mirada ausente y un poco turbia, haciéndome separar mis ojos de la pantalla de mi laptop.

 

—Vamos, Takanori, suelta lo que tengas que decirme. —Ya me esperaba los clásicos insultos salidos de tu boca o alguna pregunta estúpida e infantil, pero que seguramente te tenía bastante concentrado en saber su respuesta. En cambio, sólo recibí tu mirada que buscaba confianza en la mía.

—¿Sabes Nao? Cuando Naoki vuelva quiero pedirle perdón. —Arrimaste un pequeño banco para sentarte junto a mí, me dio la impresión de que buscabas protección.  

—¿Ah, sí? ¿Por qué? —Lo miré incrédulo, sabía que esa conversación la estaba esperando desde hace ya mucho tiempo, más no esperaba que me llegara de improvisto.

—Lo  has de saber… ¿para qué me preguntas? —Te removiste en el asiento con un gesto abatido, era justo lo que esperaba verte hacer

—Porque me encanta ver cómo te retuerces de la incomodidad por lo que hiciste. —Pensé que te irías indignado como sueles hacerlo cuando sabes que perdiste contra mí, pero sólo te quedaste ahí mirándome, al parecer no deseabas perder esta vez.

—Lo que hice ya no se puede cambiar, además estaba en mis perfectos sentidos cuando pasó lo que pasó.  —Lo siguiente que pasó fue que mi rostro se incendió ante tus palabras, sabía que estabas siendo un cínico porque pensabas que Naoki no podía escucharte

—Eres un… —iba a golpearte, mínimo si no recuperabas la cordura, por lo menos ya estaría desahogando mis frustraciones guardadas de todo este tiempo.

—No quise lastimarlo, él me amó y yo sólo traicione su confianza. —Me callé ante lo dicho, tus mejillas se colorearon en unos ligeros tonos rojizos. Quise sonreír, viendo lo mucho que te había costado confesar aquello, darte cuenta de tu error y ahora querer enmendarlo como todo un adulto. Más cambiaste rápidamente el tema de conversación, obviamente no podías afrontarlo de manera tan fácil, —oye, ¿tú que harás cuando él regrese?

—Supongo que… que no seré requerido y tendré que regresar a mi origen —dije no muy convencido si eso terminaría por reconfortarte. La cosa era que no había pensado en qué hacer cuando tuviera que revelar la verdad.

—¿Qué? ¿y no puedes quedarte? —fruncí el ceño, confuso ante ese arranque, tú mismo lo notaste y te mordiste el labio inferior, seguramente regañándote por ser tan bocón

—¿Qué dices, Takanori? No voy a hacer de mal tercio. —Quise reír ante esa idea, más pronto descubrí que el juego se estaba saliendo de control en cuanto vi tu rostro oscurecer por la tristeza

—Prométeme que no te irás —murmuraste suavemente. Te acercaste y yo pensé que me abrazarías para no dejarme ir, más no lo hiciste. Te quedaste lo suficiente cerca de mí para que yo pudiera escuchar tu respiración pausada  

—Sabes que no puedo hacer eso… —ahora fui yo el que terminó agobiado por la cercanía y la sensación de culpa que comenzaba a sentir y negar era mi única salida para este embrollo.

—Por lo menos déjame seguir viéndote. —Tú nunca quisiste rendirte, esa palabra no estaba en tu vocabulario, así que sabía que no te quedarías conforme hasta verme rendido ante tus súplicas

—… está bien, Taka. —No contaba con que tomaras mi mano e hicieras que nuestros meñiques quedaran entrelazados. Sonreíste como hace tiempo no te veía hacerlo, te veías feliz, no pensé que llegarías a extrañar a Nao ni mucho menos que pidieras que siguiera existiendo para ti.

 

 [*]

 

—Sabes que te estás atando la soga al cuello ¿verdad, Naoki? —Fue lo primero que me dijo Shinohara al verme frente a su puerta. Después de que tuve aquella conversación contigo, esperé a que te durmieras para que yo terminara de entrar en una crisis y huir con quien fuera.

—No empieces ¿quieres? —Lo hice a un lado y  entré como pude, casi tambaleante y de no ser porque aún me queda algo de orgullo ya me habría desplomado en el suelo. — Me duele la cabeza.

—¡Basta ya, Naoki! ¡Mírate! —Sí, suficiente con el Shinohara paciente. Me estaba gritando y yo no podía hacer nada para refutar sus argumentos, porque todo estaba cargado de una verdad que me dolía aún más que unos buenos golpes—.  Estás agotado y todo lo estás haciendo por un imbécil que se le ocurrió engañarte en tus narices.

—¡No puedo dejarlo! —Me agarré el cabello con frustración, suspiré con fuerza mientras intentaba no ponerme a llorar. Carraspeé al sentir como la garganta se me cerraba —. Depende de mí ahora, Shinohara, no sé realmente que voy a hacer para decirle la verdad.

—No tienes que hacerlo… —Me miró serio, observé como su rostro daba claras señales de concentración. Torció su boca y se masajeó la nuca, intentando aligerar la tensión.

—¿Cómo? —Shinohara alzó una ceja algo aturdido por mi respuesta, pero la verdad era que no comprendía lo que estaba tramando

—Sigue el juego —habló como si eso fuera la opción más obvia para salir de ese problema con las menos heridas posibles —. Es hora de que Naoki regrese para despedirse de una buena vez…

 

Quedé de piedra, abrí mis ojos los más que pude pero no los despegué del suelo, de pronto mis zapatos fueron lo más interesante del mundo, todo con tal de no seguir escuchando ni pensar siquiera en lo que me estaba diciendo mi amigo

 

—Naoki, te quiero, y por eso no puedo permitirte que te sigas autodestruyendo por él. —Shinohara se escuchaba molesto, pero sólo yo sé que se estaba muriendo de la impotencia por no poder ayudarme de una mejor manera —sé que lo amas, pero primero estás tú

—No sé si sea capaz… —Estaba seguro que me rompería a llorar y éste terminaría por romperme la cara a puros golpes, a ver si así recapacitaba y dejaba de ser un cobarde.

—Por lo menos haz que no le duela tanto. —Shinohara me tomó de los hombros, como temiendo que me desmayara por intentar procesar toda esa información—no lo merece, pero creo que será mejor para ambos.

 

 [*]

 

Estaba oscuro, me tomé mi tiempo para llegar más tarde a la hora que siempre lo hacía. Le pedí a Akira que te cuidara mientras tanto, que te alimentara y viera que durmieras, era importante que mantuvieras tus ojos cerrados. El doctor ya me había sugerido hablar contigo, decía que tu mente aun podía reconocer mi voz sin la necesidad de ver mi rostro, no había peligro si te llamaba por teléfono.

Pero decir lo que tenía que decir con voz ausente y mecánica era tan estúpido como querer decírtelo de frente. Caminé lentamente, moviendo mis manos para evitar golpearme con los muebles y hacer que mi plan se fuera al carajo por despertarte. Pronto di con la perilla de la habitación, esa que sólo usas tú, porque no podías compartirla con un impostor; en serio pensé en olvidarme de esta disparatada idea e irme a mi habitación, para dormir y fingir al siguiente día, pero con rapidez me reprendí a mí mismo, ya estaba cansado de ser una especie de premio de consolación para alguien que debió quedarse solo desde un inicio.

Abrí con suavidad la puerta y entré sigiloso, procurando mantenerme lejos de las fugas de luz en las cortinas, hasta que di con tu cuerpo sereno cubierto por las mantas. Me acerqué y con cuidado me arrodille al lado de la cama, podía ver un poco la silueta de tu rostro tranquilo, tu respiración seguía en una armonía lenta

 

—Hola… —Susurré con algo de temor, pidiendo que no despertaras o que, por el contrario, me respondieras. De hecho estuve esperando por algún gesto tuyo por unos instantes que me fueron eternos, mis manos sudaban y honestamente ya estaba al borde de salir corriendo cuando un suspiro de tu parte me hizo contener  el aliento.

—Hace frío, Naoki —murmuraste con demasiada pereza, más no te moviste de la posición que estabas. Un pedazo de vida volvía a mí al tiempo que me sentía nuevamente valiente para continuar

—Lo sé… ya casi es invierno.

—Por fin volviste… —Tu voz era como la de un niño, suave y anhelante, casi puedo decir que te veías inocente, no como el idiota que primero me traicionó y luego me hizo meterme en tantos predicamentos, todo por seguirlo amando.

—Sabes por qué. —Ya no tenía la necesidad de darle vueltas al asunto, esto debía ser rápido, tanto como mi misma voz me lo permitiera.

— Sí, lo sé. —Sonreí suavemente, tal vez debí haberlo hecho hace tiempo, dormido eres mucho más consciente que cuando estás despierto y eres un malcriado.

—Quiero amarte Takanori, pero ya no tengo a nadie a quien darle este amor, has cambiado, yo también lo hice —contrariamente a lo que pensaba de acelerar esto, dejé que las palabras fueran adornadas, no me importaba si le veías sentido o no, sólo quería retrasar mucho el eminente final que conllevaba tu respuesta.

—Te entiendo y lo siento… lo siento —tu voz aún en susurros se entrecortaba, fue tanto que todo el resentimiento que alguna vez te tuve se fue, reemplazándolo con una inmensa pena—. Perdón por herirte tanto, Naoki.

—Está bien… todo estará bien. —Contuve mis ganas de acariciarte, no quería darme a notar y esperaba que esta conversación quedara en un triste y amargo sueño. —Sigue durmiendo, cuando despiertes todo será diferente, pero mejor para ambos.

— ¿Nao se quedará?

 

Me congelé por unos segundos que me parecieron horas. No esperaba que estuvieras tan consciente aun en sueños como para reparar en la presencia de aquél que creé para convivir contigo.  No Taka, no puedo permitir que vivas más en una mentira.

 

—Naoki… ¿dejarás que Nao se quede conmigo? —Ahí estabas de nuevo, suplicando y esperando por una respuesta que te satisficiera, más ya no podía dártela, porque eso significaría sacrificar bastante y yo ya tuve suficiente.

—Nao ya no está… lo mandé a casa.

 

Me quedé quieto, esperando alguna respuesta o un signo de que me escuchaste para poder irme para siempre de tu vida. Fue entonces que te levantaste de la cama, no lo esperaba y retrocedí asustado, temiendo por ser descubierto. Pero la oscuridad del cuarto era demasiado densa como para que me vieras, más ambos escuchábamos nuestras propias respiraciones e incluso, el palpitar acelerado de nuestros corazones. Sentí como me empujabas y antes que pudiera reaccionar escuché como te encerrabas dentro del baño de la habitación.

 

—¡Taka! ¡Takanori! ¡Ábreme por favor! —Me vi golpeando la puerta con fuerza mientras te gritaba, esto fue mucho más difícil de lo que creí. No pensé que reaccionarías de esa forma, ni que estuvieras despierto desde el inicio

—¡Me lo prometió! ¡Con su maldito dedo meñique! —Lo que te escuché decir, sencillamente me partió el corazón. Pero no podía dar marcha atrás, el mal estaba hecho y ahora sólo faltaba terminarlo y esperar que no te derrumbaras más. 

—¡Takanori! ¡Nao no puede quedarse! —Seguí gritando, mis oídos comenzaron a doler por el puro timbre de mi voz que resonaba con fuerza, era tan angustiante la imposibilidad de no poder evitar quitarte esa pena— ¡Entiéndelo!

—¡Vete! ¡Déjame solo! —La puerta se retumbó ante mí, pues la habías golpeado en un intento por liberar tu frustración. Escuche tus sollozos, los cuales tú luchabas por ahogarlos.

—Te quiero de vuelta… por favor, vuelve a ser tú —susurré pegando mis labios a la fría madera. Esa era una plegaria tonta, pero era mi único deseo, que dejaras de estar evadiendo la realidad y pasaras por ese umbral. Como deseaba que me enfrentaras de una vez, como deseaba que olvidaras a Nao.

—Es suficiente… No te quiero ver, Naoki —tu voz se volvió rasposa por la carga de odio hacia mí. Que irónico ¿no te parece? El que debería estarte odiando soy yo, pero aquí la culpa era de ambos. Eres testarudo Takanori, así que jamás me ibas a escuchar.

 

Y por Dios que luché contra mis ganas de gritar “¡Soy yo, Nao! ¡Aquí estoy Taka!” y calmar tu angustia con mis abrazos, pero sé que eso no podrá ser. Perdóname, bebé, te amo, pero creo que no lo suficiente para seguir jugando algo que me está matando lentamente. Me alejé de la puerta sin despegarle la mirada, mi decisión estaba tomada y debía irme antes de que terminara por arrepentirme.  

Con sorpresa me di cuenta que no lloraba, seguramente porque todas mis lágrimas se acabaron el día en que tú despertaste del coma, donde yo debí haber ignorado las súplicas de Akira y así, evitarnos tanta pena. Perdóname, Taka, sé que no eres mejor que yo, pero no mereces que te haga eso, más no soy tan fuerte como para seguir cargando esta farsa en la que el único feliz eras tú.

 

[*]

 

—Estoy enamorado, Akira. —Fue lo primero que salieron de sus labios, no le había prestado atención a la pizza ni a la cerveza que su mejor amigo había traído para compensar la falta de comida saludable que Nao siempre le preparaba. Justo hoy, tenía que quedarse hasta tarde en su trabajo.

—Sí, Taka muy bonito, ahora come que si no, Nao me matará por mandarte a dormir sin cenar. —Rió con sorna al recordar todas las advertencias que el chico le había dado por teléfono para cuidar al enfermo.

—Tengo miedo… —susurró como si fuese un niño que acababa de confesar alguna de sus mentiras o en su defecto, un hombre temeroso a volver a equivocarse.

—¿A qué? —Akira se metió un gran pedazo de pizza en la boca, sin concentrarse mucho en lo que decía su enano amigo, no era la primera vez que le salía con conversaciones que no iban para ningún lugar.

—De volver a lastimar a Naoki. —Taka recargó su rostro en sus brazos, no miraba a su amigo, mientras éste había dejado de prestarle más atención a la —tercera— rebanada para por fin ponerse serio en el asunto.

—Takanori, si de verdad Kouyou te interesa, no sé porque sigues atando a Naoki…

— No se trata de Kouyou —interrumpió el más bajo, casi ofendido,  más no miró de frente a su amigo, quien se había quedado pensando en seguir preguntando o en atragantarse con el queso derretido.

—¿Entonces? —Su curiosidad a veces lo superaba, además quería saber que era lo que le preocupaba a su amigo, quien se sumió en un abrumador silencio antes de poder contestarle.

—Hablo de Nao… Akira, me enamoré de Nao y no sé quién es. —Levantó la mirada, su expresión era doliente, como si después de soltar aquellas palabras no hubieran hecho más que apretarle el corazón y dejarlo sin aire.

—Taka… —El hombre tembló, angustiado. No supo realmente que decir o cómo intentar consolar a ese pobre hombre que se debatía internamente por alguien que —literalmente— sólo existía en sus ojos.

—No quiero que Naoki regrese y se dé cuenta que he cambiado… y que mi amor no le pertenece más. —Esa angustiosa declaración casi hizo llorar a Akira, quien se mordió la lengua para no decir nada que comprometiera a Naoki y destrozara totalmente a la persona que tenía enfrente revelando sus sentimientos por alguien que no conocía  y que en cualquier momento éste se desvanecería en el aire.

 

 [*]

 

Ya no soy rubio.

Me había enfadado de estarlo tiñendo, decidí dejarme crecer la raíz hasta que mi cabello se veía tan mal que tuve que regresar al salón y arreglar el desastre de persona que era.

Mechones color negro sobresalían un poco del gorro de lana que llevaba en la cabeza para evitar que el frio me provocara una de esas fuertes migrañas que tenía de vez en cuando, producto del accidente de hace unos años. Me froté las manos y subí la bufanda hasta la altura de mi nariz, el lugar estaba cubierto de polvo y un aire frío, cuando antes había sido un hogar limpio, cálido y lleno de amor. ¿Qué había pasado?, pues me mudé hace unos meses, no podía aguantar más.

Bajé a la pequeña bola de pelos que se removía inquieto en mis brazos, el animal corrió en cuanto sus patas cortas tocaron el suelo. Las garras hacían ruiditos al chocar y picotear el azulejo, se movía de un lado a otro inspeccionando el lugar, este amiguito ha sido mi compañía desde que me quedé solo, mi doctor y Akira dicen que está funcionando el mantenerme ocupado en cuidar la vida de otro ser.

Me dicen que te olvide y que conozca a alguien más, pero no puedo. No, no quiero hacerlo y estoy harto de que todos me traten como un inválido

 

—Sé que es muy tarde pero te quiero de vuelta… ¿puedes?

 

Mi voz hizo eco en los rincones vacíos de esa que fue antes nuestra cocina, la cual había compartí con Naoki y después contigo, estaba llena de tantos recuerdos que casi podía palparlos y creo que por esa razón, me herían de manera brutal el corazón. Dos años pasaron desde que él llegó y me habló en susurros oculto en la oscuridad mientras yo fingía que dormía, donde también me oculté tras la puerta del baño ignorando sus súplicas, yo no quería escuchar lo que tenía para decirme.

Naoki jamás volvió al departamento, pero yo me quedé unos meses más, esperando a que tú regresaras. Pero eso no pasó, fue como si mi ex novio te hubiese escondido con el único fin de lastimarme. Sé que me lo merecía, pero ya era demasiado castigo para alguien que había pagado por sus pecados. ¿Qué habrá sido de ti? Me lo cuestionaba cada momento de mis días, ¿En qué trabajarías? ¿Estarías comiendo bien? ¿Habrías conseguido a alguien más?

¿Me llegaste a amar? Sabía que una persona normal no estaría por puro gusto cuidando a alguien tan arisco como yo, a menos que fuera masoquista. Y me siento un completo idiota porque, cualquier muestra de cariño que me hiciera pensar que me querías jamás llegué a verlas, estuve cegado por mi temor a quedarme solo, sin la persona que amaba. 

Koron-chan llegó hasta a mi lado y alzó su diminuta cabeza para verme, sin comprender el porqué del aura tan sombría y patéticamente triste que me cargaba. Era simple, me di cuenta que tuve algo sencillamente hermoso entre las manos y dejé que se me escapara sin siquiera intentar palparlo. Fue algo que jamás pudo llegar a ser, todo porque me callé todo lo que debí decir aquella noche; queriendo aferrarme al pasado, sepulté todos esos sentimientos encontrados que me provocaste desde el momento en que te metiste tan abruptamente en mi vida.

 

 

Takanori jamás se recuperó, su mente parecía no querer darse cuenta de su realidad distorsionada y se negaba aún a olvidar a Nao. En las fotografías viejas seguía encontrándose con él, como si de una puñalada final se tratara. Sólo le llamaba en silencio y rezaba por un milagro.  

 

—Juro que no volveré a molestarte ¿volverás a mí?

Notas finales:

Ahm no, no hay notas finales, creo. Gracias infinitas por leer.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).