Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

La divergencia de Takanori Matsumoto por Kiharu

[Reviews - 10]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

the GazettE no me pertenece

La canción principal de este fanfic es: http://www.youtube.com/watch?v=oZULXnBygxs
¿Cómo se siente vivir tu vida donde nada es real?

"Miras detrás de tus párpados y te has ido".

La canción secundaria es:

http://www.youtube.com/watch?v=X8_AsWjPRN0

Creo que sabes que eres su pesadilla favorita.

LA DIVERGENCIA DE TAKANORI MATSUMOTO

 

CAPÍTULO ÚNICO

 

 

 

Fuera de la rutina se encuentra, por un ejemplo vago y sencillo, ese chico que hace unos trucos de magia malísimos. Si me preguntaran acerca de qué es lo peor en esta cafetería, en definitiva, hablaría del tío raro que hace estos malos trucos de magia. Tampoco es que yo sea de lo mejor, pero por ahora, limpio, con una taza de café y huevos revueltos, no hay como punto de comparación con mi tornillo suelto y el suyo.

 

Primero, lo he visto ensayar todo esto detrás de la fábrica de galletas. No es más que un chiquillo rico que quiere parecer guay siendo sencillo. Con franqueza, haciendo trucos de magia, aunque sean así de fáciles, apesta. Intento no ser malo, pero como es obvio, hay límites en esta vida y él sobrepasa uno largo y duro: no tiene talento para el espectáculo… él, más bien, es de esas bellezas de cantina que sólo ves una vez y después de olvidas totalmente de ellos. Es así. Una criatura tan fácil de olvidar, fácil de ignorar. Al menos así ha sido toda esa semana que lo he tenido frente a mí. Puedo acordarme de él mientras lo veo, pero cuando regreso a casa, simplemente lo olvido y cuando lo veo al día siguiente, recuerdo todo, pero me voy y… Esto pasa.

 

¿Qué es lo que está haciendo mal?

 

En un primer punto: tal vez la tarea. Porque de matemáticas no ha de saber ni un carajo. Las personas que saben matemáticas, según Sorata, están perfectamente en sincronía con lo que desean en la vida. A mí me gustaban las matemáticas y bueno, acabé como acabé. El rico y drogadicto, que por desear y anhelar tanto algo, lo ganó y lo perdió. Pero está bien, esto no cambia esos trucos mediocres.

 

Tiene un sombrero en el que hay una frase ¨la fee verte¨. Que de por sí, si ya es raro, en esa cabeza sin talento y decolorada, se ve mal. No quiero ser tan rudo con él, pero es que de verdad, va mendigando dinero con quienes se decepcionan de sus trucos.

 

Sus ojos son castaños y soñadores… como los de una estrella de rock antes de triunfar.

 

—¡Señor!

 

—¡¿Qué?!

 

—Le he hecho un truco de magia. Por favor, coopere con la donación.

 

—¿Qué donación?

 

Señala su pequeño bote, que tiene la cuota aproximada por cada truco de magia. Suelto un bufido y me río en su cara. Rasco el puente de mi nariz, y entonces le pregunto que qué clase de sujeto cree que soy, como para estar dándole dinero sin haberme ofrecido nada. Muy en fondo, estoy gritándome que no lo trate así. Es un chaval; probablemente no tenga más de 15 y yo… bueno, tampoco es como si tuviera —en este momento— dinero que darle. Es así. Lo siento, pequeño mago inútil. También te comprendo pero… ¡¿acaso eres idiota y no puedes trabajar?!

 

—¿Señor?

 

—¿Eh?

 

—La donación.

 

—Mira, chico, yo de tener dinero, pues no. No para estas cosas. Tus trucos son porquería. Sé claro cuando quieres obtener algo: ¿estoy haciéndolo bien, mal, pésimo? No puedes ir por la vida haciendo trucos mediocres y sobornar con esa cara de cachorrito a todo el mundo. Aún así, me compadezco de ti y puedo darte de mis huevos. Incluso puedes ponerles cátsup.

 

—¿Con huevo? ¡Pero qué hombre más zafado! Si eso no se hace, señor. Sabe terrible.

 

—No, dicen que sabe bien. Es tan solo que quizá no encontramos la manera de hacerlo saber bien.

 

—¿Cuál es su nombre, señor?

 

—Suzuki.

 

—Qué vulgar.

 

—No tanto como Matsumoto, eh.

 

—¿Cómo…?

 

—En el letrero de afuera… la cafetería está presentándote, Takanori —sonrío tenuemente y él sólo me mira con los ojos entrecerrados. No puedo desviarme ante un pensamiento positivo de él, porque a momentos tan solo me siento enfadado; sin embargo, la oferta está hecha, y no pienso recibir un no por alguien que todavía no puede ni votar de manera legal—. Siéntate y ponle cátsup a los huevos.

 

Él se ríe como si hubiera dicho una buena broma. Sonrío, me siento extraño de tener la presencia de alguien en la mesa donde he comido los últimos tres años. Tal vez debería contar dos, por los lapsos interrumpidos que he tenido. En fin. Lo miro comer; sujeta la cuchara con la mano izquierda, pero él no es zurdo. En la mano derecha, en el dedo anular tiene un cayo por la escritura. Me pregunto por qué comerá así mientras le doy un sorbo al café. El chaval es tan raro que se ha quedado conmigo, parecería que está tan convencido que de propina no saca nada.

 

—Y… ¿estudias?

 

—No.

 

—¿Por qué?

 

—Mis papás me sacaron del colegio hace tres meses, porque he tenido “épocas de rebeldía”, según ellos. Yo creo que solo tengo derecho a descansar un poco de las cosas, ¿sabe?

 

—Tal vez… pero también es bueno estudiar. Aunque claro, eso no da triunfo en la vida.

 

—¿Da un triunfo grande, como el de usted, que viene a esta pobre cafetería a comer todas las noches? Lo he estado viendo, es terrible esa manera que tiene para masticar, señor Suzuki. Debería mejorar los modales.

 

—¿Qué clase de chico anticuado dice estas palabras y luego dice que sus padres lo sacan de la escuela por rebeldía?

 

—Yo, por supuesto.                     

 

—Yo, a tu edad, sí que era rebelde.

 

Mastica el huevo con cátsup; hace una mueca y luego regresa el huevo masticado al plato. Frunzo la nariz y él sólo se encoge de hombros, excusándose con un “sabe horrible”.

 

—¿Y qué hacía para ser rebelde?

 

—Pegaba chicles debajo de las mesas y robaba las cucharas que servían para la salsa. Así de malo era.

 

—¡No me diga porquería como esa! La verdad, señor Suzuki.

 

—Me escapé de casa, creé una empresa de millones que vende software y luego con tanto dinero comencé a drogarme, acabé mal, internado y ahora llevo dos meses libres. Sigo siendo rebelde, eh.

 

—Menuda vida. Que yo sólo he sido un chaval engreído con usted, pero está siendo muy especial esto de los huevos y de compartirme su pasado. ¿Va a robarme?

 

—No realmente. Mira, Takanori, mañana igual y ya ni me acuerdo de ti.

 

—Dicen que eso pasa cuando te vuelves frecuente en algún lugar. Supongo que es cuestión de tener presencia, ¿verdad?

 

Me quedo mirando fijamente su expresión dubitativa. Su maquillaje me resulta denso y preocupante.

 

—Eso mismo. La presencia, la actitud, el sueño visible… todo eso, tiene que ser tu punto de partida. ¿Lo entiendes?

 

—Sí, por supuesto.

 

— ¿Y de eso qué tienes?

 

—Sueño, señor Suzuki, lo único que tengo… es sueño.

 

*

 

Al final, por uno que otro problema con los vecinos sobre mis episodios psicóticos, acabo volviendo a la clínica, porque tal parece que el doctor Sorata ama tenerme aquí, sin darme de alta. Con esta maldita sensación de abstinencia que comienza a presentarse luego de algunos días sin poder ir a la cafetería esa a comer huevo con cátsup. O tal vez es la falta de heroína. O en realidad solo tengo que encontrar algo nuevo para entretenerme.

 

*

 

Sorata ha traído a un nuevo inquilino ayer por la noche. Parece ser que unas personas ricas le han llamado y lo han hecho ir a su casa. Así que luego de eso, llegó con un chaval de unos 13 o 15 años. Parecía un muchacho sin ganas de estar aquí y lucía como si el miedo lo carcomiera. Sin embargo, la enfermera que también cuida de mí, estará con él y puedo asegurar que de esa manera, con esa mujer amable, se sentirá un poco más tranquilo. La muchacha que estaba justo delante de mi cama (en este lugar se comparte habitación con otras cinco personas, tres camas de un lado y otras tres justo en frente), ha sido dada de alta, porque logró dejar su depresión. Si puedo recordarlo bien, tenía incluso momentos en los que su orina mojaba la cama. Habló conmigo pocas veces; pero más que nada, tan solo me limité a mirarla hacer sus cosas. Se veía al espejo, se ponía labial, se desmaquillaba y luego empezaba de nuevo. Era delgada y nunca supe su nombre. Pero no importa, porque en realidad, ella tampoco estaba interesada en mí.

 

Takanori Matsumoto, como escuché que se llama el nuevo, ha hecho que el colchón sucio se vaya y venga uno nuevo, con sábanas estándar y monocromáticas. Ha venido aquí con una caja de madera, con un sombrero de mago, un tenedor y calcetines sin pares.

 

Ahora que está siendo analizado por Sorata, puedo esculcar bajo su cama. El misterio de la caja de madera es resuelto: lleva siete calzoncillos. Uno para cada día de la semana, que está previamente rotulado en el elástico del calzón. Sin embargo, dentro de esa caja, están todos y cada uno de esa ropa interior. Ayer todavía pudo dormir con su ropa normal, pero hoy deberían darle una bata de hospital; creo que debería usar un par de calzoncillos con esa bata, pero no, todo está aquí adentro. El sombrero de mago es bastante común, solo que él le ha grabado ¨la fee verte¨, que no sé qué mierda sea, pero eso lo hace bastante reconocible. Todos los calcetines están agrupados de dos en dos, aunque estos dos no sean pares.  De hecho, ni siquiera tiene algunos que tengan un par. Y bueno, está el tenedor. Que no sé para qué lo quiera, pero… ahí lo tiene y probablemente coma con el.

 

Takanori abre la puerta y yo me levanto rápido, tirando toda su ropa interior, que tenía en las manos, revisándola una por una.

 

—¿Qué hace aquí, señor Suzuki?

 

—¿Te conozco? —pienso en cómo deberé cambiar el flujo de la conversación para no ser acusado, pero tampoco me explico el por qué me llama de esa manera.

 

—¿No lo recuerda?

 

—Por supuesto que no. Jamás había conocido a alguien que tenga que organizar su ropa interior para ponérsela.

 

—No la tengo puesta, señor Suzuki. De hecho, ya no voy a usarla. Mamá me hizo hacerlo cuando comencé a dormir más tiempo. Me la ponía en caso de que durmiera más de un día. Siempre que despertaba, no sabía qué día era, así que… De esa manera puedo mirar mis calzoncillos y saber en qué día estoy o el día en que me dormí. Pero el doctor Sorata me ha prohibido usarla. Dice que no es necesario porque ellos me están monitoreando.

 

—Sí… ¿tus padres no…?

 

—No, claro que no. Ellos tienen trabajo. Pero como comencé a faltar a la escuela me sacaron y…

 

Lo sacaron y…

 

—¿Por qué se olvidó de mí, señor Suzuki? Creí que me puso atención aquella vez.

 

—Lo siento —me inclino para recoger y acomodar con torpeza su ropa interior—. Lamento, también, haber tirado tu ropa.

 

—Lo que debería lamentar, es no recordarme, señor Suzuki.

 

—Deja de llamarme así, Takanori. No soy tan mayor.

 

—¿Qué edad tiene?

 

—Tengo 32 años.

 

—Es 17 años mayor que yo…

 

—Sí. Como sea, tengo que ir al patio.

 

En realidad no, no tengo que ir. Pero dejo su ropa íntima en la cama y corro a la salida de la habitación. Takanori aun lleva su ropa normal, pero en su brazo descubrí un par de batas. Cuando los pacientes llegan aquí les dan a elegir qué clase de atuendo quieren llevar. Una bata con lunares rojos o un overol totalmente blanco. Así que él escogió el primero y yo el segundo. Que mientras menos me vieran las piernas, mejor.

 

 

 

Al final, me arrepiento de salir al patio, y mejor me dirijo a la sala de estar. El reloj que se encuentra aquí parece estar detenido. Me acerco a él y luego, como ya pasó la hora del almuerzo y hoy no tengo sesión, pienso en qué ocuparme para dejar de sentirme ansioso. Pero como no puedo pensar en algo altamente productivo, reviso el reloj. Hace falta que se le de cuerda y con eso seguro que volverá a funcionar. Coloco las cosas en donde deben ir y vuelve al tic-toc habitual. Me siento en el sofá que hay justo a un lado y, después de escuchar por una media hora ese silencio y ese tic-toc, me quedo dormido.

 

 

 

Cuando despierto, el tic-toc ya no está, otra vez. Abro los ojos con pereza y cansancio. Mi vista está cansada. Me reviso las muñecas, tengo un par de rasguños hechos por mi propias uñas. Pienso en qué tanto tiempo no me he drogado y evalúo cuántos calmantes me han dado últimamente. Sin embargo, mi principal molestia es el silencio absoluto. Cuando me fijo en el piso, Takanori está ahí, dormitando sin problema alguno. Me levanto del sofá donde he estado durmiendo durante el último tiempo y me dedico a observarlo por algunos minutos.

 

Las piernas las tiene blancas, cortas, rechonchas y sin vello. El cabello lo tiene castaño y un poco maltratado. En la cara tiene un par de lunares. El chaval es pequeño y de paso, blanco como la leche. Hasta nervios dan de verlo tan pálido. Mientras lo veo estar ahí, sin preocupación y con esa cara tranquila y apacible, me voy cuestionando cómo será él en realidad. Me suena de algo, de que lo he visto en otra parte, como él dice. Me quedo pensando durante un tiempo en dónde pude haberlo visto.

 

Luego de media hora de verlo ahí, sin despertar y sin recordar, me levanto del sofá y me voy.

 

 

 

Sorata ha visto las películas usuales de vaqueros conmigo. Generalmente las veo yo solo, para luego después ir a llamarle un rato a Kouyou, para preguntar acerca de cómo van las cosas en la empresa. El doctor ha opinado ciertas particularidades sobre estas películas, y como también me he quedado entrado en esas cosas, he perdido más del tiempo debido en su consultorio. Con fortuna, me dijo, que él no tenía trabajo excesivo ese día y además, le parecía excelente pasar el tiempo conmigo. Yo le respondí que también me había sentido muy bien con él… pasar el tiempo con alguien que me aprecia, es genial.

 

Camino por el pasillo que llega directo al reloj, el cual, sigo sin escuchar. Probablemente el nuevo volvió a quitarle la cuerda y ahora tampoco funciona. Me sobo las sienes, intentando calmar mi frustración, pero cuando llego y veo que, en realidad el reloj está funcionando de manera perfecta, me siento contrariado y me vuelvo en mis talones, para poder regresar al dormitorio. Cerca de ahí, por supuesto, esta la sala de estar, los baños con duchas, el comedor y una máquina expendedora de dulces poco dañinos y cosas saludables para que cuando los enfermos recibimos visitas podamos ofrecer algo que no sea de hospital a los huéspedes. Mientras camino con lentitud, con sensación de poder, recuerdo cómo al principio me contaban historias sobre que si le hablabas a la máquina expendedora, esta, te daría cualquier cosa que pidieses. Me decían que le hablara en voz baja y cautelosa. Que lo hiciera por las noches porque en las mañanas, tal vez se asustaba.

 

El mitómano recorre una larga distancia para poder hablar con la máquina, y de hecho, muchos enfermos de aquí lo hacen. Claro, que yo ya dejé de hacerlo porque sé que simplemente es un mito: la máquina expendedora solo escucha, no otorga.

 

Aun así, cuando me voy acercando a la luz que proyecta, me encuentro sentado en el piso a Matsumoto, con ese gran sombrero que encontré entre sus cosas y con esa cara de niño decepcionado. Como no me ha notado, él sigue susurrándole cosas a la máquina. Estoy seguro que ya se encontró con algunos otros pacientes que le han contado todo sobre la máquina. Conforme avanzo hacia él, intento hacer memoria acerca de qué hora es, puesto que todo ya está oscuro en el pasillo. Takanori se encuentra al lado izquierdo de la máquina, es por eso que puedo verlo. Está sentado con las rodillas cerca de su pecho, con las manos en el regazo. Sigue susurrando cosas incluso cuando me paro frente a él.

 

Lo veo. Está masturbándose mientras le pide unas galletas populares entre los jóvenes a la máquina. Cuando hago ruido con los zapatos, él levanta la mirada y se ruboriza. Sabe que sé qué es lo que está haciendo. Sabe que puedo acusarlo. Sin embargo, mientras me mantiene la mirada, él sigue masturbándose, sin importarle que lo esté viendo, de hecho, incluso parece hacerlo con más deseo.

 

Me quedo pasmado, pensando en qué hacer. Por supuesto, no me ha sorprendido. Ya he pasado por alguna situación semejante en el pasado, aunque ahora mismo me he quedado sin palabras. Solo ahí, sosteniendo la mirada de un pervertido. De un niñato que es precoz y poco pudoroso. Cuando lo escucho gemir y puedo distinguir apenas la mano manchada de un líquido transparente, mi cabeza reconstruye la imagen de él viniéndose anteriormente y luego, dejo en paz a mi cerebro, solo camino directo hasta el cuarto donde me corresponde dormir.

 

*

 

Takanori ha mirado el techo todo el día. Ha pasado de mirar el techo, a la ventana, luego me mira a mí y repite el proceso. Le he preguntado qué le pasa, por qué habla con la máquina expendedora y por qué se siente tan confundido, pero él me contesta “si no me recuerda, olvídese de la respuesta” y se va. Y no puedo recordar lo que quiere que yo recuerde. Además, él parece que tampoco se dio cuenta al principio, pero luego cayó en cuenta de que él y yo nos conocíamos de algo. No sé de qué, pero asegura que yo le invité una cena, que cuando regresó a su casa vomitó y luego se durmió.

 

No sé de qué está hablándome cuando dice eso. Y como ya han pasado varios días en que está aquí, y viene y me lo reprocha a la cama, no sé qué hacer.

 

Takanori se levanta de la cama, se pone de rodillas y busca, bajo su cama, la ropa del día del jueves… la ropa interior, quiero decir. Sin embargo, aunque la encuentra y la mira, la regresa a su lugar. Yo sí uso ropa interior, así que el que él tan solo use la bata del hospital suena terriblemente erótico. Las nalgas están bien formadas… tan solo me queda decir que: este tipo quiere que alguien se las pellizque. Desvío la mirada, pienso en qué podré hacer saliendo, en cómo llevará la empresa Kouyou. Intento desviar mis pensamientos de salido. Tan sólo logro deprimirme un poco más si estoy pensando en ello. Me miro las manos, intentando saber por qué decidí probar las drogas. Sorata dice que era, tal vez, la soledad… pero yo creo que era la tristeza. Supongo que la cabeza nunca me ha funcionado bien.

 

—Señor Suzuki, ¿podría usted decirme la hora en que se sirve la comida? —pregunta de pronto.

 

—A las cuatro con quince minutos, Takanori. En cuatro horas.

 

—¿Tanto?

 

—Así ha sido desde que llegaste, la semana pasada. ¿Pasa algo con esto?

 

—Es mucho tiempo sin comer, tengo mucha hambre. En serio. Comí mucho en el desayuno… y yo…

 

—No van a querer darte una segunda ración.

 

—Pero usted podría darme la suya.

 

—¿Exactamente por qué habría de hacer eso?

 

—Porque soy bueno encajando tenedores en los ojos, señor Suzuki.

 

—Qué esperanzadora respuesta.

 

Me volteo y lo dejo ahí, mirándome. Salgo de la habitación y saludo al mitómano que ha estado siguiéndome toda la semana; el mismo que reinstalaron en una habitación que está bastante lejos de donde resido.

 

*

 

Takanori  estuvo volviéndose más raro —como cualquier persona que ingresa a un hospital psiquiátrico—  desde que llegó aquí, pero parecía hacer su vida con normalidad. Sin embargo, hoy a la hora del desayuno, él no se levantó. Cuando regresé de almorzar, seguía muy dormido. En el hospital, como en todo lugar, hay reglas, por supuesto. Y llamé a una enfermera, porque no podía comenzar a ser flojo de un día para otro, eso es raro. Entonces, yo y la enfermera, regresamos y lo vemos. Ella comienza a zarandearlo, pero solo obtenemos quejas de Takanori. Entonces, llaman a Sorata, quien llega rápidamente. Sin pensarlo, le tira un poco de agua en la frente. Pero tan solo parecía fruncir el sueño y seguir sin prestarnos caso. Entonces, Sorata optó por hacer presión en sus costillas con sus nudillos, asegurando que esto se hacía en primeros auxilios, ya que dolía mucho.

 

Entonces, Takanori despierta, asustado, y con las mejillas coloradas.

 

—¿Dónde estoy?

 

—En el hospital —contesta Sorata.

 

—¡Quiero irme! —grita y hace el esfuerzo por bajarse de la cama, pero dado a su expresión facial y a su velocidad para huir, intentan mantenerlo en la cama. Pero el chico comienza a moverse con desesperación, como si estuvieran torturándolo, grita y no escucha nada de nada. La enfermera nos lo encarga a Sorata y a mí, mientras ella va por algo a un  botiquín de emergencia que tiene el cuarto. Cuando menos me lo espero, Takanori está siendo inyectado. Gradualmente los impulsos por moverse van desvaneciéndose… y poco a poco, se va quedando flácido entre nuestros brazos. Miro a Sorata, quien me ayuda a ponerlo en la cama de nuevo.

 

Nadie va a responderme qué ha pasado.

 

 

 

Cuando regreso de darme una ducha, Takanori ya no se encuentra ahí, frente a mí. Y lo más rápido por deducir es: lo han trasladado a la habitación de aislamiento.

 

Yo estuve en esa sala una vez. Al principio, cuando padecía de alucinaciones severas y era presa de los síntomas de abstinencia, me puse violento y me ordenaron quedarme ahí… incluso dejé de comer tanto tiempo que tuvieron que alimentarme por la nariz. Cada que voy a desayunar, me acerco a ver a la ventanilla de la habitación de Takanori, pero solo lo descubro durmiendo. No parece estar siendo alimentado por ninguna especie de tubo y luce bastante tranquilo. No tiene esa mirada enojada y desesperada, así que solo miro unos momentos y me voy.

 

 

 

Pasadas varias noches, me decido totalmente: voy a ir a darle una visita. Como sé que hay enfermeros en el turno de la noche, decido hacerlo sin que nadie se dé cuenta. Si quisiera, podría pedírselo a Sorata, pero quiero que sea una sorpresa para Takanori, porque ha estado mucho tiempo recluido. Si lo preparan para una visita, no surtirá el mismo efecto que una imprevista.

 

Así que de puntitas, sin llamar la atención, camino por el pasillo directo hasta la puerta verde de Takanori. Pienso en qué decir para animarlo, quizá contarle mi experiencia, decirle que me siento identificado con él porque a mí me sucedió lo mismo. Cuando estoy frente a su puerta, la abro sigilosamente (puertas ingeniosas, puesto que solo abren por afuera), me aseguro de dejarla abierta con mi zapato y entro.

 

Lo veo acostado y dormido, sin signos de agresividad ni nada por el estilo. Le toco el hombro, no se mueve. Me siento a un lado de la cama. Pienso las ventajas y desventajas que podría acarrear llamarlo para que se despertara. Opto por no hacerlo y tan solo esperar. Mientras espero no escucho ningún ruido, tan solo el de mis pensamientos. Martilleo constantemente en la dirección equivocada, pues me he estado convenciendo todos estos días que no lo he visto de que tal vez tenga razón y que nos conocemos de algo. Si es así, debería ofrecerle una disculpa, pues debe estar del culo que no te reconozca alguien que tú sí. También pienso en cuándo podré salir de aquí. No debí caer en tentación luego de ir a la cafetería ese día, me digo. Los vecinos no han estado felices con lo que hice y…

 

Me quedo dormido. Cuando despierto, sigue siendo de noche. Me levanto del piso y veo a Takanori, en la misma posición que cuando entré aquí. Me asusto. ¿Y si está muerto? Me subo sobre él y comienzo a agitarle los hombros, lo llamo quedamente por su nombre; tengo miedo. Miedo de que esté muerto y yo aquí, vivo y sin ser disculpado por algo de lo que no sé si soy culpable o no. Cuando logro que abra apenas un ojo, me suelta una bofetada que me ha dolido más que una patada en los testículos. Me toco con la palma de la mano la mejilla adolorida y él tan solo regresa a dormir, susurrándome que no lo toque ni lo despierte. Pienso en llamar a los enfermeros, pero en vez de eso, con tranquilidad, me salgo del cuarto, como un chico regañado y me voy directo a la cama.

 

Hay algo que no está funcionando aquí.

 

*

 

Y la situación cambia duramente.

 

—Soñé que jugaba boliche.

 

—¿Y lo jugabas bien?

 

—No. Era un malísimo —suspira con tristeza y pregunta—: ¿Cuánto ha sido esta vez?

 

 —Quince horas. Ha sido poco. Es decir, hace tres noches dormiste 32 horas. Algo es algo. ¿No te cansas de dormir?

 

—No. ¿Sorata ha dicho algo?

 

—Que no deberías dormir tanto y que yo no debería observarte tanto tiempo.

 

—En lo segundo coincido con él.

 

—Es agradable.

 

—¿Hay comida por aquí?

 

—En dos horas es la hora de la cena.

 

—¿Me va a dar de su comida?

 

—Supongo que sí. Pero ya sabes, sin que Sorata se dé cuenta... Sabes que se enoja con todos cuando hacemos eso.

 

—Vamos afuera... O podemos hablar aquí.

 

—¿Hablar de qué?

 

—¿Le gusto?

 

—No. Takanori, tú solo eres el nalgón de la cama de en frente a quien le comparto la comida. Por favor, no te hagas ilusiones.

 

—Pero algo debe significar que me mires tanto.

 

—Debe ser por la abstinencia. He estado alucinando un poco mientras te veo. Algo está mal conmigo. Debe ser una especie de trastorno obsesivo-compulsivo.

 

—¿No quiere besarme?

 

—Takanori, es la cuarta vez ya que intentas esto. Tal vez no te acuerdes...

 

—No es cierto. ¿Acaso usted no me dijo que estaba enamorado de mí?

 

—Nunca he dicho eso.

 

—Vaya mierda.

 

Observo en sus ojos lágrimas que desean salir. No sé si es porque Sorata ya me dio demasiados medicamentos, contra los que intento luchar, o mis sentimientos se han aplastado. De pronto solo quiero dormir por algún tiempo. Sorata abre la puerta y nos ve. A mi sentado en el banco y a Takanori un que poco a poco se está reincorporando en la cama.

 

—¿Qué tan el sueño?

 

—Largo.

 

—¿Soñaste algo?

 

—Sí... Un juego de boliche con mis amigos.

 

 —¿Cómo te sientes?

 

—Confundido. El señor Suzuki dijo que me deseaba y le pido un beso y se niega. ¿Podría usted decirle, que no está bien jugar con los sentimientos de un adolescente?

 

—Por supuesto. Akira, vamos al despacho.

 

—Yo no hice eso.

 

—No voy a regañarte.

 

Entonces, lo sigo. Independientemente si él va a regañarme o no, también deseo preguntarle un par de cosas. Como el hecho de por qué duerme tanto o por qué sigue preguntándome cosas que no sé que ya sucedieron. A veces siento que realmente han sucedido las cosas y que soy yo quien está olvidándose de cosas importantes… Pero incluso aunque fuera así, Sorata me habría dicho que mi cabeza ya dejó de almacenar información y ahora estoy olvidando todo. De hecho, ya habría olvidado lo que me hubiera dicho y estaría pensando esto de manera cíclica.

—Akira —Sorata me mira detrás de su escritorio, y cuando le veo los ojos, sé que se encuentra preocupado—. ¿Qué crees que le sucede a Takanori?

—Debería… ¿saberlo yo? Es decir, él pasa más de la mitad del día dormido. Los enfermeros no hacen nada por despertarlo y eso ya de por sí es raro.  ¿Acaso no debería preguntar eso yo? Soy quien está siendo acosado por un chavalito de 15  años. ¿Qué tengo que hacer? Sorata, ¿es que yo estoy perdiendo la memoria?

 

—Nada de eso, Akira. Lo único que tienes posibilidades de sufrir son episodios psicóticos por consecuencia de las drogas o alucinaciones, incluso, sí, tal vez la pérdida de memoria por el deterioro de tu cerebro, pero Akira, tú todavía funcionas medianamente bien. Lo único que pareces no recordar perfectamente bien son los rostros de personas con sus nombres, pero los sucesos están bien. El otro día te evaluaron, y tus memorias son correctas. Aun puedes medir el tiempo, y tienes recuerdos exactos. Convéncete: tú estás bien. El que está siendo arrastrado a otra dimensión, es Takanori.

 

—No lo entiendo.

 

—Takanori está despertando solo para la hora de la comida, para ir al sanitario, y luego regresa a dormir. Es probable que lo más acertado para él sea estar aquí… porque su problema no es rebeldía. Su estudio al principio fue normal. Pero últimamente está empeorando, Akira. Al principio tú lo viste, hablaba con la máquina expendedora e intentaba que le diera galletas, pero porque él ya era así de raro antes de entrar aquí. Es hijo único, tiende a hablar con las cosas, eso es menos problemático. Pero ahora… las horas que duerme al día están aumentando de una manera constante y no se detienen. Y las porciones de comida están incrementándose también. Les pide comida a los demás pacientes y parece haber sobornado a unos cuantos. Él no era así.

 

—No, definitivamente no. Tenía miedo y de alguna manera solo repetía que si no recordaba la noche en que nos conocimos.

 

—También me lo contó. En una cafetería, él hacía trucos de magia y en una ocasión lo invitaste a sentarse contigo a comer huevos con cátsup. Y le dijiste que eras un drogadicto, o que eras—

 

—Puedes decirlo, volví a caer —suspiro pesadamente—. Invité a un mago mediocre a sentarse conmigo, pero no sabía que era él. Usaba maquillaje y apestaba en su magia. Parecía haber estado corriendo toda la tarde, cuando se la había pasado haciendo trucos estúpidos.

 

—Pues es él. Eso quieres que recuerdes.

 

—Ya veo. Entonces… ¿por qué está diciéndome que le pedí un beso? Está acosándome.

 

—No creo que estés sufriendo mucho, lo miras con deseo —se ríe y saca papeles de un cajón.

 

—Tal vez.

 

—Pero lo importante, Akira, es que Takanori está perdiendo el sentido de la realidad. Está pensando que está dormido… en sus sueños, tal vez está saliendo contigo.

 

Probablemente soy su pesadilla favorita.

 

*

 

El impacto de una condición de alguien en enamoramiento y con algún problema de cabeza, es tan raro como lo que se veía después de haberte inyectado algo. Incluso aunque piense en ello, él sólo comió, y regresó a la cama. Sorata está contando las horas que duerme, pero no lo despierta. Dice que es cosa de estar monitoreando qué pasa y cuánto se prolonga, porque él piensa que su problema es cíclico. Cuando llegó aquí, Takanori estaba normal, dormía normal, comía normal, y aunque no hablaba como alguien normal, era pasable todo lo que hacía. Digo, lo común en un sanatorio. Parecía que saldría como en un mes, con unas cuantas pastillas y con la intención  de darle una satisfacción de curado para ofrecer a sus padres. Que era lo que importaba… Pero ahora entendía a sus padres, y la preocupación de Sorata.

 

Takanori no ronca mientras duerme, pero frunce el seño con frecuencia y también gira en el colchón como si estuviera incómodo. Esto de girar lo hace más o menos cada dos horas; parece que es algo programado, pero confío que es algo sobre lo que estoy obsesionándome más de la cuenta e intento darle más importancia de la necesaria. Aprieta los puños también, se coloca en posición fetal, se extiende, se voltea de manera horizontal en su cama individual. Cuando está boca abajo, a veces, levanta el trasero, que puedo ver a través de la bata. Si lo pienso con detenimiento, aunque parece que desde hace tres días  no se baña, su cuerpo sigue luciendo limpio, solo el sudor es lo que lo delata. Me pregunto si se está lavando los dientes después de esa ingesta de más comida de la común. También me cuestiono si yo le daría mi comida sin rezongar algo; como sumiso, incluso amenazado. Pero pienso en ello y sé que no. No lo haría.

 

Sé que podría verlo dormir todo el tiempo del mundo, pero sé que es tan pequeño que se asustaría. Supongo que he llegado a la etapa de mi vida donde las alucinaciones que tengo y/o tuve se hicieron tan reales como ficticias. A veces creo que es él quien de verdad dice la verdad. Que estamos saliendo y yo estoy siendo irresponsable con la relación, tan irresponsable por no darle atención, besos, caricias, y además, de ni admitirlo. También debería estar deprimido porque si es de esa manera definitivamente el asunto es ilegal y yo mucho control no tengo. Y podría acabar, además de loco en un psiquiátrico, loco en una cárcel para enfermos mentales.

 

Y eso no está bien.

 

Coloca las manos en sus ojos y de pronto veo como solloza. Pero no me acerco, porque esto lo ha hecho otras tres veces, y la primera vez tan solo conseguí que me mordiera la mano.

 

*

 

Me gustaría meterme en mis propios asuntos, pero desde que comencé a verlo dormir, mis sentimientos están más tristes que de costumbre; tan solo puedo escuchar al mentiroso cuando salgo de la habitación, porque es cuando Takanori se baña o come. Puedo escuchar mentiras, verlo dormir, darle mi comida, llorar cuando él llora y ver películas de vaqueros en el despacho de Sorata. Puedo estar cada vez más somnoliento, y él cada vez más agresivo cada que se levanta.

 

—Akira, ¿qué hora es?

 

—Faltan veinte minutos para la cena.

 

La costumbre se formó de esta manera, dado que él no sabe leer el reloj de manecillas. Pero claro, a él no le interesa saber si son las seis de la tarde o las cuatro de la mañana, a él le interesa el tiempo restante para la comida. Su tiempo record de dormir, hasta ahora, son 36 horas seguidas, sin descanso. De las cuales, lo observé unas 32 horas. Las otras cuatro horas restantes fueron restadas por mi baño, por la sesión con Sorata y las comidas que me obligan a tener. Sin embargo, he estado sentado y acostado, desde mi cama, viendo directo a la suya. Viendo cómo respira y esperando que no se muera mientras está en la cama. Aunque la enfermera venga más o menos cada cuatro horas a checarlo, y aunque Sorata viniera dos veces ayer; aun así, siento que soy yo quien está siendo responsable de él. Por sus sentimientos, por su edad, por mi deseo. Y porque estoy tan triste de que alguien tan joven como él tenga que estar aquí, siendo amansado para la sociedad.

 

—Akira, ¿por qué no me habías contado acerca de tu familia?

 

Se abraza las piernas y yo intento no mirarle debajo de la bata. Ahora que he puesto el banquillo a un lado de su cama, soy yo lo primero que ve cuando se despierta.

 

—No lo sé.

 

—Tu historia es muy triste. Tu hermano mayor debió ser muy bueno contigo.

 

—Sí.

 

Mi hermano mayor, sí, mi hermano mayor fue muy bueno conmigo. Yo no recuerdo tener un hermano mayor…

 

—¿Qué hora es?

 

—Faltan 10 minutos para la cena.

 

—Takanori, he estado viendo cosas. He estado viendo un montón de cosas.

 

—¿Cosas?

 

—Como cuando me drogaba. Takanori, ¿estás jugando conmigo? Ya está oscureciendo y yo no he dormido en todo lo que tú lo has hecho. Me he hecho el dormido cuando vienen a checarte y se supone que debería estarlo, pero mi estado de saber dónde estoy y a dónde pertenezco, está desvaneciéndose de poco en poco. ¿No te sucede?

 

—A-Akira-san… Yo siempre estoy con usted, así que siempre estoy en donde debería estar.

 

—Oye, ¿me has llamado por mi nombre?

 

—Me lo pidió. Dijo que ser llamado por su apellido por su amante era penoso y quería algo más serio y más acorde. Pero llamarlo de esa forma me da vergüenza.

 

Nuestra relación ha avanzado tanto…

 

—Claro, sí. Vamos a comer algo, Takanori.

 

Me levanto del banco, y le tomo la mano, queriendo ser amable con él. A veces cuando dura tanto tiempo dormido, se levanta y se tambalea, así que me da miedo que se vaya a caer. Cuando me sujeta la mano, la suya está mojada y lo sujeto con más fuerza para poder levantarlo. Pero él es más pesado y yo más delgado, y me dejo arrastrar  a la cama, para ser besado de una manera que parece experta pero a la que de verdad le hacen falta más besos. Si dejo que sea él quien me bese, estará bien porque no seré yo quien sea demandado.

 

—Akira, hace mucho tiempo que no me tocas.

 

Sorata dice que yo nunca lo he tocado… pero seguramente lo he hecho y ahora ya no y está triste. Triste para hacer este tipo de cosas, como para consolarse en la comida, en mi…

 

Seguramente también lo he besado mucha veces sin darme cuenta, así que en realidad, es toda una lástima pensar en esto. Pero me olvido de eso, porque ahora realmente tengo la oportunidad de besarle los labios y de poder tocarlo. Meto mis manos por debajo de su bata y luego recuerdo que tengo que cobijarnos, porque sería menos sospechoso estar dentro de su cama, que afuera manoseándolo. Cuando lo hago, Takanori se aferra firmemente a mi cuello, lastimándome, pero manteniéndonos juntos, como si quisiera fusionarse conmigo. Le toco las piernas, mientras me planteo cuánto tiempo duré sin tocar a nadie. Eso ha sido muchísimo tiempo ya. Cuando menos me doy cuenta, él está restregándose contra mí, está intentando tocarme mientras me pregunta por qué esperé tanto tiempo para volverlo a tocar, que no le molestaba hablar de cosas, pero que también me deseaba mucho.

 

Entonces, mientras comienzo a masturbarlo con pasividad, recuerdo todas esas veces que se levantaba y se duchaba. Llegué a verlo de fuera, intentando supervisar que no cayera dormido dentro de la ducha. Claro, porque realmente llegué a pensar que podría quedarse dormido mientras se duchaba, pero en cambio, veía cómo se masturbaba mientras caía el agua en su espalda. Las mejillas las mantenía rojas, y la pose era tensa y placentera; en esos momento yo deseaba tocarlo, pero si éramos descubiertos, Sorata me regañaría; primero por abusar de un menor necesitado y segundo por abusar de un enfermo mental.

 

Eso es como un delito doble… el delito doble que estoy cometiendo.

 

Mientras que le tocaba las nalgas escuché su deseo hecho palabras, pero se lo negué. Por más locos que estemos él y yo, siempre he querido e intentado ser responsable, así que no quiero perder esa virginidad que aún tiene. Hay que conservarla porque la primera experiencia sexual como alguien homosexual debe ser agradable y no dolorosa. Y la verdad, prefiero tan solo olerle el sudor.

 

Bajo entre las sábanas y sujeto su erección en mis dedos, para luego metérmelo en la boca sin preguntarle si desea o no ese placer. Takanori eyacula en mi boca a las tres chupadas, y más que asquearme, me enternece ese poco aguante propio de un jovencito precoz. Cuando me separo de su glande, con sus manos, él solo me aplasta contra su ingle y me susurra que no me detenga, que con una vez no es suficiente. Que en realidad, él está deseando todo el tiempo esto, así que le viene bien.

 

 

 

Después de tres felaciones más para él y sólo una para mí, se queda dormido. Y yo me quedo solo, con mi amante muerto, con mi amante supuestamente enamorado de mí. Mientras lo veo dormir, me pregunto cuándo le pedí ser mi pareja, cuándo lo besé por primera vez, cuándo le metí mano, o cuando he escuchado sus sentimientos con pasión y cariño. Las preguntas  arremeten con dolor en mi cabeza  y acabo por concluir que aunque yo no sepa nada de nada con respecto a nuestra relación, estoy dispuesto a verlo dormir por todo el tiempo que él se disponga a dormir.

 

Porque en el fondo, sé que está besándome y amándome ahora mismo.

 

¿A dónde te vas Takanori?

 

Mientras le hacía la cuarta felación, él comenzó a hablarme de un suéter tejidos con renos de estampado, pidiéndome que se lo regalara, porque tenía dos semanas diciéndole y que ya no debía ser tan arrogante. Me hice mi cuestión básica: ¿sucedió  o no lo hizo? Pero mi cabeza no lo entendí y asentí. Se lo prometí, claro.

 

*

 

—¿Akira-san? ¿Va a regalarme ese suéter de renos que me prometió?

 

—Sí, lo prometí, ¿verdad?

 

—Sí.

 

—Pues claro que lo haré.

 

Entonces duerme de nuevo. Son las 6:45 de la mañana. Se ha despertado diez minutos, nos hemos visto los ojos, nos dijimos que nos amamos, y luego volvió a descansar.

 

Como le he dado toda mi comida a Takanori, sin que Sorata se diera cuenta, ahora soy yo quien tiene hambre y sueño.

 

Takanori está hablando con él, Sorata aprovechó que estaba despierto. Entonces, yo tan solo me dirijo a una de las enfermeras y le pregunto si puedo usar el teléfono. Cuando me dice que sí, llamo a Kouyou.

 

—¿Cómo va todo? —me pregunta.

 

—Mal, muy mal. Estoy saliendo con alguien y no me di cuenta cuándo se lo pedí, y me pide besarlo, pero yo no estoy seguro de que esto sea legal o esté soñando. ¿Estás despierto?

 

—Voy a llamar a Sorata y le pediré que te revise, estás actuando como antes, Aki.

 

—Nada de eso, Kou. Como sea, ¿podrías comprarme un suéter de renos? De esos tejidos, unas dos tallas más que las de tu hijo, ¿mide como 1.70, no? Me sirve su talla. Una grande.

 

—Eso no te quedará a ti, eres mediana, como yo.

 

—Es para un chico, no es especialmente gordo, pero tampoco es muy delgado y como pretende dormir con el suéter, es mejor que sea grande y cómodo.

 

—Es pleno verano, Akira. Va a morir de calor.

 

—Por favor, tráelo. Me siento mal por no recordar otras cosas.

 

—Está bien. Pasaré a dártelo.

 

—Gracias.

 

Cuelgo el teléfono y el enfermero me pregunta si todo estaba bien. Tal vez mi cara no es lo suficientemente amable como para parecer que todo está saliendo bien. Sí, porque todo está saliendo bien.

 

Camino por el pasillo, pensando en Takanori, pensando en que tal vez se está duchando, o está con Sorata o come. No sé. Tal vez yo esté con él en este momento pero no lo estoy notando. Usualmente el tiempo en que está despierto son, como máximo tres horas, así que de cualquier forma, si salgo un poco y regreso, seguro que él ya está dormido y puedo esta así con él. Así que salgo al patio, para encontrarme al con el mentiroso del hospital y sentarme a hablar con él debajo del árbol de cerezos. Su cara tiene algunas imperfecciones, y cada que miente y Sorata lo reconoce, se cubre esa cara triste, mientras se excusa diciendo que está enfermo.

 

—Entonces… ¿cómo te va con el dormilón?

 

—¿El dormilón?

 

—Sí, ese tal Takanori. Se convirtió en un chisme después de que prendió fuego al baño y saltó por su ventana.

 

—Eso no… Bueno, me va bien. Ya sabes, como es un adolescente tiene algunos problemas para controlarse, y cambia de actitud rápido… Pero es muy amable, ya ves.

 

—¿Y qué es lo que tiene?

 

—Ni idea. Sorata no quiere decírmelo. Incluso tengo la sensación de que ni él lo sabe. Pero a veces todos estamos tristes, sus padres lo metieron aquí y no sabe cuándo saldrá.

 

—Debe ser complicado, ya sabes, como nosotros entramos por cuenta propia…

 

—La primera vez es difícil, así como lo pasa él ahora mismo. Así que también deseo estar ahí para él.

 

—¿No es porque estarás enamorado?

 

—Pues creo que los dos estamos muy enamorados. Creo.

 

—Uh…

 

—¡Yutaka!

 

El mitómano levanta la mirada y observa a la enfermera que se asoma desde la puerta para entrar al patio. Yutaka se levanta de la banca y me sonríe.

 

—No lo dejes ir, ya ves que cuando yo dejé de ir a mi esposa jamás la volví a ver y luego la encontraron muerta. Bueno, ya me voy. Es hora de mi tratamiento.

 

Le sonrío y le dejo irse.

 

Yutaka no tiene esposa, ni la tuvo. Dicen que es un huérfano que acabó en algunas malas condiciones de la mafia y que tenía este grave problema. Apenas tiene veintidós y ya recibe estos tratamientos de choques eléctricos. Dice Sorata que no se siente nada, que cuando terminan las sesiones, su cabeza esta fresca y es como una hoja nueva, en blanco y saludable. No sé cada cuanto le hagan eso, pero incluso aunque digan que no duele, debe ser terriblemente desconcertante perder lo que sabes y lo que creías que era verdad.

 

Como Takanori; como su poca convicción para ducharse. O como esa habilidad para sobornar a la gente para que le den su almuerzo. Sorata lo ha regañado ya varias veces pero él simplemente está pasando absolutamente de todo. Porque no le importa. Porque en realidad, ni siquiera está aquí.

 

O… ¿es que soy yo quien ya no está aquí?

 

*

 

—Bueno, Kou, es que la última vez había policías diciéndome que estaba muerto. Así que tengo miedo de volver a probar las drogas, causan cosas, tú sabes. Perdí todo.

 

—Akira… ya sabes que puedes vivir conmigo para mantenerte vigilado, como la primera vez que saliste de aquí. ¿No te parece bien?

 

—Podría aceptar, pero ahora mismo tengo un novio y creo que sería de mala educación dejarlo, de hecho, ya es de por sí mala educación simplemente conocer que somos una pareja por su propia declaración. Lo olvidé, Kou. ¡Tengo que empezar por ser responsable de algo, eh!

 

—¿Es para quien es el suéter que compré?

 

—Sí, él. Takanori Matsumoto.

 

—¿Puedo conocerlo?

 

—Supongo que puedes, pero no te atenderá, debe estar dormido.

 

—Son las siete de la noche, ¿es que se duerme tan temprano?

 

—Más bien, casi no está despierto y bueno, todo el tiempo duerme.

 

—¿Cómo es que llevan su relación si es de esa manera?

 

—No lo sé, Kouyou. Sinceramente, no lo sé.

 

Me abraza y sin que sepa por qué, mis ojos dejan fluir lágrimas de una manera veloz y pesada, porque sé que mi cabeza quiere comunicarme que estoy frustrado. Yo tampoco sé cómo es que pude haberlo descuidado. Pero él sigue dormido, dormido, dormido, dormido. Muerto para unos, solo dormido para mí.

 

 

 

Kouyou se ha despedido de mí, luego de ver al chico dormir un rato. Me ha mirado con tristeza.

 

*

 

Esto de estar aquí, dentro y con él, no da la seguridad que debería de dar al estar con la persona que quieres. Es más bien, como una frustración que poco a poco está incrementando. Takanori lleva, esta vez, unas 43 horas de sueño seguidas. Llevo yo, 43 horas sin dormir. En realidad, ya estoy acoplándome a esto, mi trasero ya se amoldó al banco desde donde lo veo. Takanori ha subido todavía más un poco de peso. El suéter de renos le queda maravilloso, y hemos sido afortunados porque nos dejaron que lo usara. Ni siquiera se lo ve puesto… cada que él mira sus párpados, yo lo pierdo.

 

Sorata no sabe qué pasa con él, pero sabe, como yo, que no es un capricho de la juventud. Que no es rebeldía. Y que tampoco consume estupefacientes.

 

Pero duerme tanto…  ¿qué sueña? ¿Siempre estará conmigo?

 

Aunque pueda preguntarme esto, cada que él se levanta me recuerda esas conversaciones a las que no tengo acceso en mis recuerdos. Es así como puedo sentirme cerca de él. Es así como me recuerdo, día con día, que él está conmigo, siendo amado. Amándome. Si sigo siendo su sueño, él podría ser por siempre el mío.

 

Porque hoy, Takanori Matsumoto está más, tal vez igual, muerto que ayer.

 

Aunque estoy parado en el límite, pienso que en un universo paralelo quizá la escena es mejor.

Notas finales:

Me tomo la libertad de esperar hasta las notas finales para... finalizar este espacio. Dando explicaciones y demás, el truco clásico.

Me tocó el síndrome de kleine-levine... o para los cuates, el síndrome de la bella durmiente. Con esto quiero ser totalmente sincera: cuando se sorteó y vi el resultado sí que me saqué de onda. Pensé "eso no estaba en la lista desde el principio", pero vaya sorpresa que sí. Probablemente sucedió de esta manera dado que me enfoqué en pensar cuáles eran más difícil o fáciles para mí. Tal vez por eso pasé totalmente de este que me tocó. Al final, creo que es una enfermedad bastante curiosa y amplia para el sector de investigación (no hay realmente mucha información). Algo que me dio risa mientras investigaba, es que no se puede determinar como una enfermedad psiquiátrica y tampoco como una neurológica... así que es catalogada como neuropsiquiátrica para no entrar en problemas... menuda razón, ¿no?

Lo importante aquí, es que está cabrona la enfermedad, además de que es rara (de hecho, Kaoru -sé que tendrás que leer esto-, escogiste síndromes raros y poco investigables como para una gama enorme de dx clínicos). En fin, se hizo el mayor esfuerzo en recabar información. Pero soy yo... en cuanto me dieron el tema, corrí a informarme, me abastecí de conocimientos y luego... por supuesto, no se me ocurría nada. Nada de nada. Sufrí un bloqueo emocional por me regreso a clases, y el mismo bloqueo de "¿y ahora cómo desarrollo un tema como ese sin parecer una salida?". Imaginé un costal de papas y empecé a crear una historia...

Y NADA DE LO QUE ESTÁ ESCRITO AQUÍ TIENE QUE VER CON LO ANTERIOR. Así es, ni siquiera la pareja conservé. Todo está totalmente diferente porque lo escribí a lo largo de esta misma semana. También quisiera hacer mención que otro factor inhibidor para entragar esta madre, es que mi pc dejó de funcionar. Está siendo llevado a reparaciones, y realmente espero poder recuperar todo lo que tenía... porque por ahí también tenía un fanfic chingón que todavía no publico y... Ah.

Como sea, para escribir esto, necesité el apoyo de muchas personas. A todas las personas que les pedí algún tipo de ayuda (incluyo a mi asesora personal, Nallely, tú sabes quién eres): una gran disculpa y gracias. En mi mente esto parecía algo mucho más decente y puedo asegurar que era una buena historia... (pero como todo, uno se chinga a sus propios hijos).

Con respecto a la canción... dijeron que podía usar más de una. Escogí la primera (y van a notar que tiene gran parecido al contenido presente) porque J me la pasó un día por twitter y simplemente me enamoré. Así que la escogí y, la de arctic monkeys la usé para despertar. Es una rola muy energética y muy random de la letra. Espero, con sinceridad, que les agrade la música, porque eso es lo que de verdad me gusta.

No me preguntan qué vergas es la fee verte, porque neta no sé. De ahí en más, pueden hacerme cualquier otra pregunta y será contestada con la verdad (o algo parecido).

Si me preguntan por qué el título... bueno, verán, "la divergencia de un campo vectorial mide la diferencia entre el flujo saliente y el flujo entrante de un campo vectorial sobre la superficie que rodea a un volumen de control, por tanto, si el campo tiene "fuentes" la divergencia será positiva y "sumideros" la divergencia será negativa." O sea, la entrada y salida de Takanori. Y ya, se chingan porque ese nombre lo elegí hace tres minutos(?).
Deseo suerte e inspiración a quienes revisan esto y a quienes escribieron para este desafío. Es todo un reto crear una historia que le agrade al jurado, pero creo que lo más importante es concebir algo de lo que ya está hecho.

(aquí bien jarcor, subiendo todo a última hora)

Kiharu.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).