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La oscura Tierra de las Maravillas por InfernalxAikyo

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Notas del fanfic:

Aquí les traigo otra historia! Llevaba mucho tiempo sin escribir porque nada me salía bien y desechaba todo lo que hacía (es muy triste estar así :( Frustra!) Pero gracias a una chica que me ha dejado un comentario muy motivador decidí arriesgarme con un nuevo fic, solo espero que resulte bien y que les guste. 

Está inspirado en Alicia en el país de las maravillas, en el supuesto hijo de Alice aunque es una versión un poco retorcida y el "País de las maravillas" es tan solo una metáfora. 

Agate, uno de nuestros protagonistas (El peliblanco de ojos rojos) Es la representación del "conejo blanco" y es el que arrastra a Ángelo por este extraño nuevo mundo. 

Notas del capitulo:

Denle click a los nombres de los protagonistas para ver una linda descripción física *-* (espero que los hipervínculos funcionen e.e)

Ángelo Liddell

Agate (o lo más parecido que encontré a él xd)

Espero que les guste! Gracias por leer <3

Siempre he tenido que vivir con este peso cargando en el fondo de mi alma. Desde que tengo uso de razón lo he llevado a mis espaldas intentando ocultarlo, de esconderlo, de que no saliese a la vista del pueblo ni de la iglesia. Pero no puedo evitarlo, viene conmigo desde antes de entrar al vientre de mi madre. Ella sí que sabía disimularlo…

-¡Cuantas veces te he dicho que no asustes a los demás niños!- Mi tío, el obispo de la ciudad  y el director del orfanato donde vivía volvía a clavar los hilos de cuero del látigo en mi espalda. Era casi una rutina y ya casi no sentía el dolor de las tiras negras abriéndome la piel. No le culpaba, yo era un hereje, incluso si tenía una potente Fe en Dios era considerado un hereje para él.

En aquella época todo lo que era diferente era destruido. La inquisición perseguía a judíos, a paganos, a los hombres que no gustaban de mujeres y sobre todo a las brujas ¿Qué era la brujería en ese entonces? Cualquier habilidad sobrenatural que no se ajustara a las opiniones de la caprichosa iglesia que asustada aniquilaba todo lo que no le parecía bien. Muchas mujeres fueron quemadas por falsas acusaciones de brujería, otras pobres lo fueron simplemente por que usaban hierbas para sanar a los enfermos, otras personas fueron asesinadas por tener ciertos “dones especiales” como les llamaba yo, ese debió haber sido mi caso ¿Por qué no era quemado en la hoguera aún?  No lo sé, quizás mi tío sentía lastima por mí y prefería castigarme él antes de ver como mi cuerpo se transformaba en insignificantes cenizas.

- ¡Voy a limpiar tus pecados por ti! ¡Sucio Nigromante!-  Repetía esto una y otra vez mientras me azotaba con más fuerza. ¿Nigromante? Sí, creo que así era cómo llamaban a los de mi especie. Podía ver y hablar a los muertos, les veía en todas partes, a todas horas e incluso últimamente comenzaba a confundirme entre lo que era real y lo que estaba al otro lado. Para la iglesia personas como yo debían desaparecer, si había alguien que lo sabía, que había vida después de la muerte entonces debía ser destruido.

Cuando se cansó de descargar su ira contra mí, agitado y con la respiración entre cortada el hombre se sentó junto a mi cuerpo que descansaba jadeante en el piso. Clavó sus ojos mieles en los míos directamente y por un momento me pareció ver algo de humanidad en él. Giró mi cuerpo, el frío del piso chocando contra mi espalda desnuda y herida me causo un doloroso escalofrío que recorrió toda mi espina dorsal.

-Hoy habrá un desfile de barcas por nuestras aguas-
Comenzó mientras deslizaba sus gruesos dedos por mi pierna y juguetonamente se entretenía entre ellas. No pude evitar la repulsión y la incómoda arcada que me invadió y estuvo a punto de transformarse en vómito, este hombre era un cerdo.

-Uno de los barqueros se lesionó hoy en la mañana…Irás a reemplazarle- Detuvo su mano justo antes de llegar a mi entre pierna. Clavé mis ojos fijos en los de él, desafiantes. Le  odiaba ¡Le odiaba con todo mi corazón! Pero era la única familia que tenía.

- Me recuerdas a tu madre…- Sugirió alejando su mano de mí. El recuerdo de ella era lo único que le frenaba a abusar de mí como solía hacerlo con todos los otros chicos del orfanato, estaba muy agradecido de esto. Pero ¿Parecerme a ella? ¡Dios eso era una tontería! El recuerdo de sus ojos azulados como el cielo, puros e inocentes y su cabello negro como el ébano, sedoso, suave. Ella era un ángel y  yo tan solo soy una mala imitación de su belleza.

Le hice una mueca preguntando si ya era momento de irme. El accedió con la cabeza y dificultosamente me puse de pie para largarme de ahí. Me dirigí a mi habitación, mi compañero de cuarto dormía profundamente así que me apresuré en vestirme. Di una rápida mirada a mi espalda en el espejo, las marcas y arañazos rojos aún por la sangre la invadían por completo, esta vez se había pasado de la cuenta. Di media vuelta y me encontré frente a frente con la triste figura del joven que me miraba tras el cristal, si me parecía a mi madre, mis ojos eran azules al igual que ella, pero carecían de la luz que desprendía de sus pupilas, mi cabello era igual de oscuro que el de ella, pero su brillo no era el mismo, incluso la piel a veces me parecía suave como la de mi madre, pero esta ya había sido ensuciada con las marcas del látigo al que era condenado todos los días.

 Miré hacia la jaula del pequeño conejo de mascota al que cariñosamente llamábamos Twisty. Su pelaje blanco y brillante me encantaba y sus ojos color rojo llamaban poderosamente mi atención, comía una zanahoria, feliz. Sonreí juguetonamente al verlo tan contento en tan diminuta jaula

Me termine de vestir y salí rápidamente de allí. Me dejé arrastrar por los pasillos hasta la salida del orfanato  dónde me esperaba un carro de la Guardia Real ¡Claro! ¿Cómo lo había olvidado? El desfile era por la celebración del cumpleaños de la Reina. El escalofriante gris de sus ojos oscurecidos, reflejo de su alma sucia y el alborotado cabello rojizo intimidaban a cualquiera, esa mujer inspiraba un miedo colectivo que pocos podían manejar cuando estaban frente a ella. Desde que su hijo desapareció parecía haber enloquecido, cualquiera que le debatiese, cualquiera que no estuviese de acuerdo con sus decisiones  era mandado a degollar. Es por eso que vulgarmente la llamaban la “Reina roja”, debido a la cantidad de sangre que había sido derramada inútilmente por su capricho.

Pero secretamente yo sentía lastima por ella. Nunca se supo que fue lo que pasó con su hijo, si murió o si simplemente se escapó del castillo. Nadie nunca le ha visto, ni siquiera cuando aún estaba junto a la Reina, ella nunca dejó que nadie lo viese. Algunos viejos ancianos del pueblo decían que era por su extraño color de cabello y ojos que no se acostumbraba a ver en ningún lado. Pero en realidad nadie conocía al hijo de la Reina, así que eran tan solo leyendas.

En media hora ya estábamos  a las orillas del tranquilo y gigantesco río, frente a la barca. Jamás había manejado un barco como este pero debía de hacerlo bien, si no seguramente me cortarían la cabeza. Ya me había caracterizado con las ridículas ropas como todos los que participarían del desfile y estaba ya con las manos en el timón. Un corto pero preciso listado de instrucciones de cómo debía manejar la barca por uno de los soldados de la Reina me fue suficiente para sentirme más tranquilo, tan solo debía manejar ¿Por qué debía de ser tan complicado?

No podía negar lo hermoso que era el desfile. La gente celebraba y aplaudía la figura de la Reina roja que sobre el más alto de los botes encabezaba el carnaval. Los colores, los bailes que se daban en las aguas y fuera de ellas, los tambores, las trompetas, la gente contenta, gritando, glorificando a esa oscura mujer a la que todos secretamente odiaban ¿Cómo podían ser tan hipócritas?

El desfile estaba a punto de terminar y hasta ahora había salido a la perfección, nadie sería degollado hoy. Llevaba más de dos horas manejando cual marinero en el océano, ¡Incluso yo estaba sorprendido por el  talento que demostraba al mover el timón! Pero algo me distrajo, un estruendo se estaba dando en la parte trasera del barco, un alboroto diría yo. Quizás los bailarines han sufrido una caída, pensé.


Aun así traté de no desconcentrarme, no debía equivocarme ahora. De pronto, sentí que alguien se detuvo tras de mí.

- ¡Soy Robín Hood!- Escuché una voz juvenil gritar tras de mí, centrando toda la atención en mi barca.

- ¡He venido a devolverles lo que es vuestro!- Gritó más fuerte, causando aplausos y gritos. Miré hacia atrás, un chico, caracterizado como el personaje del cuento  se encontraba de pie en medio del bote lanzando algunas joyas al público que eufórico ovacionaba  y gritaba el nombre de la Reina. Bufé molesto ¡Que forma más repugnante de la Reina de mostrar su poder! Lanzar joyas  baratas al público, era una aberración. Volví mi mirada hacia adelante, me había distraído. Pude ver cómo la Guardia Real se alborotaba un poco.

- ¡Todo esto será vuestro, señores!- Exclamó el chico mientras con arco y flecha, en un extravagante y divertido baile realizaba lo que parecían tiros al aire, pero…

¡Los tiros iban dirigidos directamente a la Guardia Real!

Nadie se dio cuenta entre todo ese alboroto ¡Los guardias de la Reina estaban siendo asesinados! Los vi caer frente a mis ojos y entré en pánico ¡Traía a un psicópata en mi barca! Las manos comenzaron a temblarme y sentí como el sudor no tardó en descender por mi frente, estaba aterrado.

-¡Oh, buen hombre!- Sentí como las alegres miradas se centraban en mí, era a mí a quién se dirigía –Ve hacia ese brazo que se desprende del río- Dijo indicándome con una espada hacia mi izquierda, donde el río se desviaba y se transformaba en un torrentoso caudal de agua. Yo obedecí estupefacto, sentía temor pero estaba admirado ¡Este chico había montado un verdadero espectáculo para matar a la Guardia Real! ¡Y absolutamente nadie se percató, salvo yo!

A medida que nos alejábamos de la multitud pude escuchar cómo las trompetas comenzaban a tronar y los gritos empezaban a apoderarse de todo, los cuerpos habían sido descubiertos, todo el mundo se percató que había sido testigo de un asesinato múltiple sin ellos haberse dado cuenta.

- ¡Asesinos, ladrones!- Escuché a lo lejos. Un escalofrío me recorrió de pies a cabeza ¡Yo no tenía nada que ver en esto! Sentí el filo frío de la hoja en mi garganta amenazándome.

-  Avanza más rápido si no quieres que te degolle ahora mismo- Susurró en mi oído. La voz teatral del chico ya se había perdido por completo, dejando resonar la malicia y la gravedad de ella. Una voz un poco rasposa pero muy profunda y varonil que me invadió y me dejó helado.  Pude sentir su respiración calmada resoplando en mi rostro antes de que se alejara, me estremecí.

- Eso…- Comencé un poco tembloroso -¡Eso que has hecho no está bien!- Exclamé, regañándole.

- ¡Maneja si no quieres que te mate!- Su voz ahora sonaba agitada y nerviosa.

Giré mi cabeza.  

¡No podía creer lo que estaba viendo! Un chico que no aparentaba más de diecisiete años, incluso parecía algunos meses menor que yo. Se estaba quitando la ridícula ropa. Era pálido, tan pálido que llegué a dudar si lo que tenía en frente era un muerto ¡Pero toda esa gente le vio, así que debía estar vivo! No pude evitarlo y me quedé boquiabierto ¡Jamás había visto tan perfecta combinación en un rostro!  Su cabello era blanco como la nieve y lo llevaba tomado en una coleta en la nuca que llegaba hasta más abajo de sus hombros, unos mechones rebeldes que caían por su frente hacían juego con sus ojos, profundamente rojos. Parecía un chico, pero su mirada intimidaba como la de un hombre mayor. Era delgado, se notaba que estaba mal alimentado pero su abdomen se veía perfectamente ejercitado, sus hombros eran anchos y fibrosos. Me sentí avergonzado y mis mejillas no tardaron en ruborizarse, no sabía si era por su singular atractivo y la seguridad que demostraba o  por su trabajado físico que intimidaba, este chico estaba en perfecta forma y yo tan solo era un delgaducho escuálido.

- ¡Cuidado!- Su grave voz me despertaba y me hacía mirar nuevamente hacia adelante, nos adentrábamos en unos rápidos, la barca comenzaba a tambalearse, una corriente nos atrapó y estuvo a punto de voltearnos.

-¿¡Qué acaso no puedes manejar mejor!?- Exclamó el peliblanco furioso.

- ¡Ni si quiera soy un barquero!- Exclamé ofuscado, fuera de mis casillas -¡Ni si quiera sé manejar esta cosa!- Me arrepentí inmediatamente de lo que dije, no era un buen momento para  admitir mi inexperiencia en el timón.

- ¿¡Qué…Qué dices!?- Gritó sorprendido mientras intentaba mantenerse en pie.

-  ¡Mi tío!- Intenté excusarme. -¡El obispo me ha enviado aquí! ¡El conductor de esta barca se ha lesionado esta mañana!-

- ¡Maldita sea!- Le escuché rugir en voz alta y sentí como dificultosamente se dirigía hacia mí. Sonaba furioso, quizás iba a matarme pero yo no podía soltar el timón, o íbamos a morir los dos.

Me congelé en el momento que llegó junto a mí. Se puso tras de mí y rodeó mi cintura con sus brazos.

- ¡Qué! ¿¡Qué haces!?- Exclamé sobresaltado al mismo tiempo que daba un respingo producto de un molesto escalofrío.

- Solo quiero llegar al timón…- Dijo en voz baja. Sus manos  pasaban por mi cintura y llegaban hasta el mando de la barca, parecía saber manejarla. Suspiré calmado aunque el nerviosismo seguía latente en mí, su rostro estaba muy cerca del mío y podía sentir el cosquilleo que me producía su piel fría, sus brazos fuertes impedían que me tambalease  pero estaba temblando igualmente. No sabía por qué, pero su presencia tan cerca de mí me ponía los pelos de punta, quizás porque sabía que un maniático asesino estaba rodeándome con sus brazos ahora mismo.

Con suerte y apenas el peliblanco logró sacarnos de los rápidos para detenerse en una orilla. Ya nos habíamos alejado lo suficiente ¡Ni siquiera sabía dónde demonios estábamos! ¡Y la barca estaba completamente destruida! Me dejé caer de la embarcación para aterrizar sobre el césped suave, jamás me había sentido tan feliz de tocar tierra firme.

- ¿Qué…Qué es eso?- Interrogué asustado mientras veía como el chico sacaba del fondo de la barca un saco lleno de joyas.

- ¿Qué no lo ves? Son joyas de la Reina-

- ¿¡Joyas de la reina!?- Entré en desesperación -¡Joder! ¡Estamos muertos! ¡Nos cortarán la cabeza!- Dirigí una fulminante mirada a sus ojos carmines -¡Todo esto es tu culpa! ¡Maldito seas! ¡Van a degollarm…!-

- ¡Cálmate!- El chico se acercó a mí con un movimiento veloz y me tomó por los hombros, mirándome fijamente. Guardé silencio, había algo en su mirada y en su inusual rostro que me hacía callar e incluso me calmaba un poco, la severa serenidad de sus ojos me transmitían cierta seguridad.

- Así está mejor. Pareces una muchacha que está a punto de casarse…- Sonrió de medio lado, burlándose de mí. Por un momento me quedé hipnotizado ante su sonrisa, sus labios formaban una dulce curvatura entre sus mejillas que le daban un aspecto infantil, reí por lo bajo.

- ¿¡De qué te ríes!?- Preguntó molesto.

- Pareces un crío cuando sonríes…- Me burlé un poco sarcástico –Además…- No sabía si decir esto o guardármelo, quizás iba a matarme por burlarme así de él, pero lo dije igualmente.

- Además me recuerdas al pequeño conejito blanco que tengo de mascota- Reí quebrándome en una carcajada. Pude ver como sus pómulos pálidos se enrojecían cómo un par de manzanas. Esto aumentó la risa en mí.

- ¡No te burles! ¡Maldita sea!- Embistió su cuerpo contra el mío y atrapó mis muñecas con sus manos. De sus ojos parecía escapar un hilo que tensaba su mirada con la mía, yo seguía sonriendo, de alguna forma, hacerlo enfadar me causaba más gracia aún.

- ¿Te sigues…riendo?- Preguntó sorprendido mientras una sonrisa comenzaba a esbozarse nuevamente en sus labios. Las carcajadas no tardaron en invadirle al igual que a mí, no sabía por qué estábamos riendo y yo tampoco, quizás eran solo los nervios, ahora nos buscaba media ciudad para decapitarnos ¡Mi tío iba a matarme! Pero aún así yo…

Parecía estar feliz junto a este desconocido chico.

Notas finales:

Dejen sus reviews! :3 


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