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La oscura Tierra de las Maravillas por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

Bueno aquí llego con otro capítulo >__< Lamento que sea muy corto :'( Intentaré que el proximo sea mas largo n_n

Espero que les guste :3 

Por favor atentos a las faltas ortográficas :p 

Saluuudoooos ! 

PD: Como se vería Hatter vestido de señorita? Vamos a comparar! Algo así  (Click aquí) Cortesía de rinamarugames xD


« Capítulo 3:  ''Disfraz''»






Estaba frente al espejo amarrando mi cabello en una coleta. Mi cabeza daba vueltas y aún escuchaba palpitantemente en mis oídos el llanto de Elizabeth, minutos antes, durante la discusión.

(Flashback)

- ¡No voy a hacer eso, Elizabeth!-
Gruñí mientras me alejaba de ella dando algunos pasos hacia atrás.

- ¡¿Pero por qué me rechazas, Nathan?!- La mujer se abrazaba enérgicamente contra mí, frotando sus pechos con el mío desnudo. ¿Qué por qué lo hacía? No lo sé, incluso que ella fuera una Redheart no me importaba mucho a la hora de observar su enorme belleza. Era una mujer dulce, atenta y se desvivía por estar a mi lado. Inclusive podría decir que en cierto modo, me gustaba. Fue mi primer amor, cuando éramos apenas unos niños y jugábamos en los jardines de su mansión o de la mía. Pero había algo que nunca pude comprender y que me hacía, rechazarla en cierta forma.

Y es que no podía ver nada dentro de ella. Y eso me aterraba.

Además…

- No me encadenaré a nadie, nunca- Refunfuñé fulminándola con la mirada, obligándola a que se apartase de mi lado – Y eso tú lo sabes bien, Lizz- Esa era la otra razón. Que me haya enamorado de su hermoso rostro cuando éramos pequeños no significa que lo esté ahora. El estar enamorado no se daba con mi personalidad y mis negocios, eran incompatibles.

- P…Pero Nat- Hizo un puchero al borde de las lágrimas. Hace años que no me llamaba así. Comenzó a llorar.

- ¿Es que no te parezco hermosa?- Sollozó mientras las mejillas eran empapadas por la tristeza - ¿Es eso? ¿No soy lo suficientemente linda para ti?- Comenzó a llorar más desconsoladamente.

- N-No, no Lizz- Balbuceé nervioso intentando  calmarla - ¡Eres la mujer más hermosa de todo el País de las Maravillas!- Declaré. Su llanto cesó.

- ¿E…En serio piensas eso?-

- Así es…-
Dije en un suspiro. No me gustaban sus escándalos.

- ¿Entonces…?

- Pero no me casaré contigo-
Sentencié y a los segundos otra vez Elizabeth lloraba afligidamente, como una magdalena.

- ¡No es suficiente para ti!- Gritó entre sollozos – Necesito ser más hermosa…-  Había tenido que soportar muchas escenas como esta, pero ninguna me había sacado de quicio tanto como la que estaba viendo ahora.

- ¡Detente!- Exclamé furioso.

- Nat….-

- ¡Me tienes harto! ¡Puedes quedarte todo el tiempo que quieras aquí llorando!-
Grité con más fuerzas encaminándome hacia las escaleras, dejándola sola.

- ¡Bien!- Gritó ella desde ya lejos, mezcla entre enfado y dolor - ¡Entonces no compraré a ese gato!-

 - ¡Me voy a mi habitación!- Grité más fuerte, como si no la hubiese escuchado y cerré la puerta tras de mi con un estruendoso portazo, tanto que todos los vidrios temblaron.  


(Fin del flashback)


Volví a desatar por cuarta vez la coleta y recordé la frase tan repetida por Helena todas las semanas ‘’ ¿No será ya tiempo de cortarlo?’’ Negué con la cabeza un par de veces. Antes muerto.

Me decidí por dejarlo suelto mientras terminaba de vestirme. Intentando pensar en cómo lo haría para entrar hoy al circo, que haya rechazado a Elizabeth no significaba que no siguiese igual de preocupado que ayer por esa pobre criatura que vi en la mansión Báthory, y de alguna forma, quería verle.

Pero el dueño dijo que no me dejaría entrar….

Chasqueé la lengua ¿Entonces cómo demonios iba a hacerlo? Volví a mirar frente al espejo mi cabello cayendo hasta mis caderas y lo enredé cuidadosamente entre mis dedos, era suave y brillante, como el de una chica.

¡Eso es!

Cómo si una pequeña luz se hubiese prendido dentro de mi cabeza, me dirigí rápidamente a la habitación de Helena, seguramente ella no estaría allí, debería estar en la cocina, preparando el almuerzo o algo semejante, así que está  definitivamente era mi oportunidad. Recorrí por algunos minutos el pasillo hasta dar con su recámara, dudé algunos segundos antes de girar la perilla.

No…no debería…

- ¡Claro que sí, idiota!-
Me grité a mí mismo, pensando en voz alta.

Solté el aire que había estado guardando y me decidí en abrir la puerta. Observé unos segundos la humilde habitación y volví a dudar, pero nuevamente callé mis propios pensamientos, dirigiéndome directamente al armario de la habitación de Helena.

Y allí estaba yo…Frente a toda esa ropa de chica.

Bufé molesto. Ya no podía arrepentirme

Elegí algo simple, un vestido color rosa con encajes y unos simpáticos lazos negros y algunas decoraciones con formas de flores en el borde inferior de la prenda.

Pero esto no era lo único ¿No? Había visto un millón de veces a Elizabeth desnudarse frente a mí y sabía que una mujer no tan solo llevaba un vestido. Me apresuré y con algo de nerviosismo tomé un corsé que se veía endemoniadamente incómodo.

Lo miré unos segundos, confundido.

¿¡Cómo se supone que yo iba a entrar en uno de esos!?

Aflojé un poco las tiras que eran amarradas en la espalda de la vestimenta y me propuse entrar en ella. Me paré encima de ella y la arrastré desde mis pies hasta mis caderas, sabía que no era la forma correcta pero me era la más cómoda. Respiré hondamente y contuve el aire al momento de subirlo por encima de mis caderas hasta el pecho. Como si de pronto comprimieran mi  corazón, mis pulmones, mi estómago y todas mis tripas con tan solo un movimiento, eso fue lo que sentí cuando dificultosamente y aun sin respirar sujetaba y apretaba los cordones tras mi espalda que había aflojado antes.

Dificultosamente y de manera muy extraña caminé hacia el espejo y observé mi figura. Apenas sí podía respirar  y un fuerte y horrible dolor me llenaba la espalda pero mi silueta de pronto parecía la de una chiquilla de quince años ¡El maldito corsé hacía maravillas! Ahora entendía por qué las mujeres se esmeraban tanto en usarlo.

Me puse el vestido y volví a mirarme al espejo, casi parecía una adorable chica. Divisé unos listones negros que se encontraban encima una pequeña cajita que Helena guardaba en su tocador  y terminé haciendo dos coletas a los lados con mi cabello, adornándolas con las pequeñas cintas.

Casi no reconocí la figura que vi al otro lado del espejo. Quité el parche que cubría mi ojo izquierdo y aparté todo el cabello de mi flequillo a mi ojo derecho, para cubrirlo. Por primera vez en muchos años, descubría mi despreciable ojo izquierdo.

Ahora sí estaba irreconocible.

Salí de la habitación e intentando caminar lo más disimuladamente me dirigí a la de Aida Ajmatóv, una de mis cocineras que se encontraban hoy en su día libre. Era una mujer rusa, fuerte y robusta y algo regordeta. Seguramente, sus zapatos eran los únicos de todas las mujeres de la mansión que podrían quedarme. Tomé unos sin detenerme demasiado en mirar color o detalles y me los puse apresuradamente, sintiendo un fuerte dolor en los pies a cada paso que daba. Joder, no sabía cómo iba a llegar al circo en este estado.

Bajé las escaleras con más lentitud de lo normal, la verdad es que se me hacía casi imposible caminar con esos estrechos zapatos, y respirar con ese corsé aprisionándome los pulmones y triturándome como si fuese simplemente carne de algún desafortunado animal.
Cuando por fin terminé de bajar el último peldaño, me dirigí con cuidado de no hacer mucho ruido, hacia la puerta. Giré la manilla con cuidado, y cuando estaba a punto de salir.

- ¿Disculpe?- Una voz familiar me estaba llamando.

- ¿Quién es usted, señorita? ¿Y qué hace entrando a escondidas a la mansión Hatter?- Oh no, no estaba entrando ¡Estaba tratando de salir! No me molesté en girar hacia ella y sentí como se comenzó a acercar de pronto.

- ¿Quiere que llame al amo o…?- Giré hacia ella.

- ¿Algo?- Helena clavaba los ojos fulminantemente en mí, mientras una espantosa mueca de enfado se dibujaba en su rostro.

- ¿Es usted alguna amante del amo Hatter?- Preguntó. Negué con la cabeza.

- ¿Habría alguna razón por la que anduviera desnuda por la mansión, para tener que usar MIS ropas?- Recalcó la última frase, mientras casi veía como la pequeña vena recalcada en su frente estaba a punto de explotar, estaba furiosa. Entonces caí en ello, Helena no me había reconocido, pensaba que yo era alguna mujerzuela que había estado hurgando en sus cosas.

Hubiese preferido que me reconociese. 

- He…Helena…- Intenté imitar la voz de una chica.

- ¿¡A-Amo Hatter!?- Exclamó ella, dibujando una completa mueca de asombro en su rostro, que rápidamente se esfumó para darle paso a una de enfado.

- ¿¡Qué demonios hace usted con mi ropa!?- Gritó enfurecida y completamente sonrojada mientras se iba en mi contra para intentar quitarme las prendas.

- ¡Espera, mujer! ¡Vas a desnudarme!- Se detuvo de golpe.

- ¡L-Lo siento!- Balbuceó nerviosa, completamente avergonzada. Bufé molesto, ahora tendría que explicarle.

- ¡El dueño del circo me prohibió la entrada y me he visto obligado a vestirme como chica para poder entrar ahí!- Exclamé tan rápida y nerviosamente que una mueca confusa  se dibujó en el rostro de la morena, seguida de una pequeña risita que no pudo evitar. Se estaba burlando de mí.

- ¿¡Qué tiene de gracioso!?- Cuestioné enfadado. La criada comenzó a reírse más fuerte cuando dije eso.

- ¡Lo siento! ¡L-Lo siento amo! Es solo que…que…. ¡Jajajajajajaj!- Explotó en risa llevándose las manos al estómago para intentar contenerse.

- ¿¡Qué es lo que te pasa!?- Grité molesto y solo logré que la mujer se carcajeara más llegando hasta las lágrimas.

- ¡Por favor no hable!- Gritó entre risas. Entonces comprendí, debía causarle gracia escucharme hablar vestido de mujer. Mi voz era bastante ronca. Guardé silencio hasta que dejó de reír.

- Usted está loco, amo Hatter- Dijo luego de un rato quitándose las lágrimas que aún humedecían sus ojos. Suspiré, quizás tenía razón.

Se acercó sorpresivamente a mí mientras de su bolsillo sacaba un lazo color rosa y haciendo un pequeño nudo lo ajustaba en mi cabello, el cual terminaba de acomodar delicadamente, dejándolo mucho más ordenado de lo que yo lo había dejado.

- Así está mejor…- Sonrió – Y por favor trate de hablar más delicadamente…-

- ¿Así está bien?-
Pregunté forzando mi voz hasta su límite, sonando por fin como una chica. Ella asintió con la cabeza. Me dirigí hacia la puerta para salir.

- ¡Ah! ¡Amo Hatter!- Detuve mis pasos y giré hacia ella. Ella tomó mis mejillas entre sus manos.

- Debe suavizar un poco más su rostro… ¡Venga! ¡Sonría!-  Le miré con una mueca seria.

- ¿Cómo se supone que suavice mi rostro?-

- Piense en algo que le agrade…- Sonrió.

- Piense en ese adorable chico-gato…-  Susurró en tono burlón, con una sonrisa picaresca asomada en sus labios.

- Q… ¿¡Q-Qué te hace pensar que yo!?- Balbuceé mientras sentía como mis mejillas comenzaban a sonrojar.

- ¡Eso es!- Exclamó entusiasmada – ¡Ahora tiene usted el rostro de una chiquilla avergonzada!-

- ¿¡¡Q-Q-Qué!!?-
Me vi empujado por sus brazos hacia la puerta.

- Debe irse ahora…Y no olvide ¡Ese es el rostro de una chica!- Gritó antes de cerrar la puerta. Me quedé algunos segundos pasmado al otro lado, mirando con cierto temor el carruaje. El chofer me estaba esperando, era muy común que el recogiera a las chicas que en ocasiones dormían en la mansión, no le parecería raro.

- Al circo ‘‘La parade des monstres’’, Por favor- Murmuré voz baja y suave. Esto era una locura, el vestirme de chica era una locura, el estar dirigiéndome al circo era una locura.

¿Por qué demonios estaba haciendo algo como esto? 

Notas finales:

Les gusto??  Dejen sus opiniones en un lindo review!

Adivinen que? Les traigo recomendaciones!! :P 

''Pandora's Box: Guardians of the lost souls" NicouNeko (Es su primer fic n_n Leanlo!) 

''Rompiendo el caparazón de dolor'' Dereck G. De Sehamforash :3


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