Era un día normal en el santuario de Athena, los santos de bronce se habían quedado a vivir en el santuario, hay se la pasaban entrenando o haciendo de las suyas y en ocasiones haciéndoles bromas a los santos dorados.
Sin embargo también tenían sus relaciones amorosas, Ikki salía con Seiya y Hyoga salía con Isaak aunque era un problema que ambos sirvieran a diferentes dioses pero aun así se querían.
Pero también había quienes no tenían ninguna relación con nadie, como Shiryu que según él no tenía tiempo para esas cosas, y el pequeño Shun hermano menor de Ikki pero Shun no tenía pareja no porque nadie lo quisiera sino porque sentía que no se había enamorado realmente de alguien.
Una noche Seiya e Ikki iban a salir a ver una película al cine, Shun se quedaría solo debido a que Hyoga también había salido mas no dijo a donde y Shiryu estaba en el templo de Libra con su maestro.
-Shun no te alejes del santuario, sabes que no me gusta que andes solo por ahí a estas horas ¿entendiste?- dijo Ikki abriendo la puerta para que Seiya saliera.
-Si hermano no te preocupes- respondió Shun a su hermano mayor.
-Bien nos vemos más tarde- dijo Ikki y a continuación salió de la casa donde vivían.
Shun se quedó mirando el televisor aunque después de un rato se aburrió y decidió salir afuera a tomar algo de aire fresco.
Salió de su casa y se sentó en unas bancas que había cerca de la casa y se quedó contemplando la luna y las estrellas, estaba muy concentrado mirando al cielo cuando de repente pasó una estrella fugaz.
Apenas la vio recordó que un día alguien le dijo que cuando viera una estrella fugaz en el cielo pidiera un deseo y este se le aria realidad.
-¿Será verdad lo que me han dicho sobre esto?, bueno no pierdo nada con intentar- pensó Shun sin despegar la vista del cielo estrellado.
-Desearía enamorarme de alguien que me quiera de verdad y que siempre este a mi lado- dijo el chico con una pequeña esperanza de que su deseo se hiciera realidad.
Después de pronunciar estas palabras cerró sus ojos un momento, cuando los volvió a abrir le pareció ver una estrella caer.
-¿Acaso una estrella esta cayendo? – dijo para si el chico.
Miró con más atención y vio que lo que parecía una estrella se estrellaría cerca de donde vivía el junto con sus amigos.
-Eso caerá cerca del santuario… ¿pero qué será?- se dijo a sí mismo.
El objeto finalmente cayó entre unos árboles que había cerca, Shun rápidamente se puso de pie y decidió ir a ver que era.
Cuando llegó vio como los árboles estaban destrozados y había un camino de tierra donde parecía se había arrastrado ese objeto hasta terminar en un cráter.
-Vaya me preguntó qué es lo que encontraré- pensaba el chico mientras se acercaba más y más al cráter donde había terminado lo que fuese que se hubiera estrellado.
Cuando ya estaba cerca de ver que es lo que había caído sintió un cosmo saliendo de ahí y temiendo que fuese un enemigo se ocultó pues no tenía su armadura para enfrentarlo.
-Auch… la próxima vez bajaré yo solo, ese tonto de Odiseo me las va a pagar- decía un joven saliendo del cráter y portando una armadura que Shun no había visto nunca.
Shun observaba escondido entre los árboles, cuando de repente pisó una rama que tronó lo suficientemente fuerte como para que el joven lo escuchara.
Shun quito su mirada del joven por unos instantes y cuando volteo a verlo de nuevo ya no estaba, se dispuso a correr, cuando ya estaba por salir del lugar donde se encontraba el joven que había caído del cielo apareció frente a él.
-Estoy perdido-pensó Shun deteniéndose de golpe al ver que lo habían descubierto.
-¿Quién eres tú y que hacías ahí escondido?- dijo el joven seriamente a Shun.
Shun no respondía, tan solo se le quedó viendo al joven que tenía una especie de antifaz en el rostro, algo que le llamó la atención eran los ojos de aquel chico, eran de un color azul claro.
-¿No me escuchaste?- volvió a preguntar el chico frente a Shun.
-Yo…solo quería ver que había caído aquí- dijo con un poco de dificultad Shun.
-Mmmm, ya veo- dijo el chico, después miró a Shun con más atención y vio sus ojos color esmeralda, su rostro y su cuerpo, no supo porque pero sintió algo dentro suyo.
-¿Cómo te llamas?- preguntó el desconocido a Shun que dudó en contestar.
El chico se dio cuenta y decidió parecer menos intimidante para ver si le decía así su nombre.
-No te preocupes no pienso hacerte nada, ¿Me puedes decir tu nombre?- volvió a decir el joven.
Shun tomó un poco de confianza y contestó.
-Me llamó Shun… y tú ¿Cómo te llamas?- dijo Shun al chico.
-Mi nombre es Touma y soy un ángel de la diosa Artemisa- respondió.
-¿Un ángel de Artemisa?, Artemisa ¿la hermana de nuestra diosa Athena?- preguntó Shun sorprendido.
-Así es, supongo que tú eres un santo de Athena ¿cierto?- dijo Touma a Shun.
-Sí, soy el santo de bronce de Andrómeda- respondió Shun.
-Bueno, ¿me podrías hacer un favor?- preguntó el ángel al santo de bronce.
-Ah, claro- respondió Shun.
-Necesito que le digas a Athena que mi diosa Artemisa vendrá de visita unos días, creo que mi diosa la extraña y por eso vendrá, ¿me puedes hacer ese favor?- dijo el ángel.
-Está bien no te preocupes que yo le diré- le respondió Shun.
El ángel estaba por irse cuando se volteó hacia Shun con una sonrisa.
-¿Te han dicho que eres muy lindo?- le dijo el ángel a Shun lo cual hizo ponerse colorado al santo de Andrómeda.
-Aaah…- quería responder algo pero las palabras no le salían, y después sintió un cosquilleo en su abdomen.
-Jajajaja, bueno Shun nos vemos luego- dijo Touma y partió de nuevo rumbo al cielo no sin antes guiñarle un ojo a Shun.
Shun vio como el ángel se alejaba hasta que se le predio de vista, se preguntaba por qué se había sonrojado si ya se lo habían dicho antes y no había pasado eso…