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Vórtice por AllysterRaven

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Notas del fanfic:

Los derechos sobre estos personajes pertenecen a su autor, Katsura Hoshino, mangaka de la serie D.Gray-Man. Esto es solo una libre interpretación y no contiene spoilers acerca del original.

Notas del capitulo:

Parte uno de tres.

Abrió los ojos con lentitud, contemplando borrosamente el colchón al yacer de lado. Parecía que se había dormido.

Dado su insomnio, acostumbraba a pasar las noches mirando al techo, hundiéndose en sus pensamientos. Sin embargo, a veces, en muy pocos momentos, conseguía caer en un superficial y no-recargante sueño que lo evadía por unos minutos de la realidad.

Miró al reloj, eran las tres y media. Había estado durmiendo durante quince minutos, y eso le pareció un gran récord en comparación con las otras veces.

 

Estornudó. Algo se había metido en su nariz, y sabía lo que era. Alzó la mano gris hacia su rostro, perezosa, y tomó tras varios intentos el larguísimo pelo rubio. No había luz, así que no pudo verlo, pero él sabía que era hermoso.

Se giró para ver a su portador, esperando verlo acurrucado de cualquier manera a su lado, con la cabeza hundida en la almohada de la enorme cama que compartían. No sería la primera vez que le habría salvado de asfixiarse.

Sin embargo, lo único que sus dorados ojos libres de maquillaje vieron fue el desnivel en el colchón que había dejado el peso de Jasdero.

 

– ¿Dero? –Alzó la voz, buscándole con la mirada. Definitivamente, a no ser que estuviera bajo la cama, su hermano no estaba en la habitación. Ni en el marco de la ventana, ni en el baño, ni... Un segundo, ¿bajo la cama?



No le parecería tan raro viniendo del rubio, así que se arrastró un poco sobre su abdomen en el colchón, aplastándolo contra el borde de éste e inclinando el resto de su torso colgante para que sus ojos quedaran por debajo del nivel de la cama. Frunció el ceño y cerró un poco los ojos, tratando de ver algo en la oscuridad, dándose cuenta de que no tenía los ojos tan acostumbrados como creía.

Nada.

 

– ¿Jasdero? –Llamó de nuevo, saltando de la cama únicamente con su pantalón de pijama.

 

Sus pies descalzos pisaron el frío suelo de baldosas, y no le importó ni esto ni el ruido de sus talones al chocar contra éste al andar. Siguió llamando un par de veces más, sin pensar que solo habían pasado unos segundos desde que se había percatado de su ausencia. Abrió la puerta del cuarto, dando a un pasillo igual de oscuro, y miró a cada lado antes de decidirse por una dirección.

Pensó bien sobre su paradero, ¿tal vez la cocina? Pensándolo mejor, su mellizo podía estar en cualquier parte. Si hasta podía estar bajo la cama...

 

– ¿Devi? –Escuchó una voz proceder de la dirección opuesta a la que se había dirigido. Se giró con brusquedad y se encontró los enormes ojos dorados de Jasdero a unos cuantos metros de él, mirándolo.

 

El rubio llevaba el cabello recogido en una toalla, y su cuerpo estaba completamente desnudo –Lo cual era lo habitual cuando no había nadie alrededor, salvo su hermano–. En una mano cargaba un plato de lo que parecía ser arroz con curry, y la otra mano estaba pringada con éste.

 

– Parece que en tu mundo aún no se han inventado los tenedores –Suspiró Devitto, relajado al verle–. ¿Fuiste a ducharte? Tenías un baño a dos pasos.

– Es que Dero no quería despertarte... –Soltó una de sus risitas, que ya hacía tiempo que habían perdido el significado, siendo ahora ya únicamente una muletilla.

Devitto dio unos pasos hacia Jasdero, y tomó sin pudor la mano cubierta de arroz del muchacho.

 

– Vale... Volvamos al cuarto, ¿de acuerdo? –Le miró a los ojos, en el fondo gustándole que Jasdero hubiera respetado uno de los únicos momentos de descanso que había tenido en semanas.

 

Habían muy pocas cosas que pudiera reprocharle a su dulce hermano gemelo, quien siempre se estaba preocupando por él sin darse cuenta de que el que necesitaba más ayuda era él mismo.

Los cosidos labios del rubio se curvaron en una sonrisa, parpadeando una única vez. El moreno tuvo la sensación de que llevaba largo rato sin hacerlo, pero tampoco le extrañó. Si tuviera que comparar a su otra mitad con un animal, sería un colibrí.

Jasdero asintió, y alzó la mano que tenía agarrada Devitto, para así lamer el arroz impregnado en ella. El moreno solo empezó a caminar, dejándole hacer, de vuelta al cuarto.

 

Encendió la luz al llegar, y ahora sí pudo contemplar bien todo lo que tenía a su alrededor. Soltó la mano de Dero y se sentó en la cama, mirando atentamente como el chico cerraba la puerta tras él sin dejar de lamerse el dorso y dedos de la mano.

 

– ¿Lo preparaste tú? –Habló de nuevo el mayor, mirando no con mucha confianza el plato de comida. Y se alivió cuando el otro negó con la cabeza en respuesta.

– La criada lo hizo –Rió de nuevo, sentándose a su lado con las piernas cruzadas, colocando el plato en el regazo de Devitto. Devi miró a la comida, y empezó a entender que Skin se indignara tanto con el servicio. No sabía cómo Jasdero podía siquiera pensar que eso tenía buen aspecto.

 

Hacía tiempo que el moreno había dejado de plantearse el sentido de las acciones de su hermano, así que no entendió por qué ledio el plato hasta que lo vio.

El rubio se puso de pie de nuevo, y tomando la toalla de su cabeza la arrancó. Su larga melena dorada cayó en ondas, húmeda, y se movió grácilmente cuando Jasdero movió la cabeza de un lado a otro. Devitto contempló fijamente mientras el otro pasaba sus manos por debajo de su melena, haciéndola saltar hasta la mitad de su espalda.

Sonrió. Sabía lo que venía luego, y una vez más tuvo razón.

 

– Unh... –Se quejó Jasdero, girándose hacia su hermano–. El cabello de Dero...

– Ven –Se rió el otro. Siempre había sido el peluquero personal de Jasdero, y sabía que así seguiría.

 

Jasdero saltó sobre la cama, y Devitto colocó el plato de comida sobre la mesita de noche. Abrió las piernas y apoyó la espalda en el cabezal de la cama, dejando que el rubio se sentara entre ellas y se dejase caer en su pecho desnudo, como era ya costumbre.

El moreno rebuscó en un cajón, y frunció el ceño para después rebuscar en el de abajo. Alzó la mirada y se encontró con lo que buscaba en la mano de Dero. Sonrió y tomó el cepillo blanco, hundiéndose por unos segundos en los ojos sonrientes del menor.

 

– Road le contó a Dero que el amor de hermanos es “a hostias” –Suspiró Jasdero en cuanto Devitto tomó un mechón de pelo y empezó a desenrredarlo con cuidado–. ¿Qué significa “a hostias”?

–Venga ya, Dero. Me has oído un montón de veces usar esa palabra –Enarcó una ceja tras él–. Si no sabías qué significaba podrías habérmelo preguntado.

– Dero no quería parecer un tonto... –Susurró esta vez, con pena.

 

Devitto resopló, dejando que los minutos pasaran en silencio mientras terminaba de deshacer los nudos para poder cepillarle el pelo sin hacerle daño. Sonrió cuando vio que Jasdero se estremecía, provocando que el moreno pasara el cepillo más lentamente desde la raíz a las puntas, sentándole un tanto excitante el placer que eso le ocasionaba al menor.

 

– ¿Qué significa...? –Rió de nuevo, susurrando. Y ante ese dulce tono de voz Devitto no pudo resistirse.

– Golpes –Respondió, sin detener sus manos–. “Hostias” significa golpes.

– Entonces, cuando Devi dice “Me cago en la hostia”...

– No, ahí es otra cosa –Le cortó éste, inclinándose un poco sobre Jasdero para oler su cabello, sabiendo que éste usaba un champú de melocotón–. Lo que Road quiso decir es que el denominado “amor de hermanos” es a golpes

– No lo entiendo...

– Porque Road es imbécil –Espetó el moreno, abandonando el cepillo en la mesita de mesa.

 

Sonrió al ver como Jasdero le miraba con cierta súplica, y eso le obligó a recuperar de nuevo el objeto para seguir cepillándole.

 

– Óyeme un segundo, Dero –Murmuró Devitto, frunciendo el ceño pegando los labios a su cabeza–. Si hay algo que no entiendas, siempre pregúntame a mí.

– Vale... –Respondió éste, acurrucándose un poco en el pecho de Devi–. ¿Devi acaricia a Dero ahora?

 

Esa pregunta le hizo sonreír, y de nuevo dejó el cepillo, esta vez sobre el colchón. Lo abrazó protectormente y acarició lentamente su cabello, notando como lentamente la respiración del rubio se pausaba. Pasaron unos minutos, la mejilla de Devitto apoyada en la cabecita dorada del otro, con los ojos dorados entrecerrados con la mente en blanco y su mano recorriendo una y otra vez las curvas de oro que formaban remolinos sobre su grisácea piel.

La mano desocupada yacía sobre el abdomen del menor, acariciándolo levemente con el meñique de ésta, y justo cuando creía que el rubio se había dormido la disonante voz de éste surgió de entre sus cosidos labios.

 

– ¿Eso significa que Jasdevi no se quieren? –Parecía haberle costado llegar a esa conclusión, que era la opuesta a la que Road esperaba que llegara. Esa pequeña harpía siempre intentaba comerle el coco a Jasdero, a sabiendas de que con Devitto no habría manera.

– Significa que se quieren tanto que dejan de verse como hermanos –Confesó el mayor, sin molestarle ser honesto con el rubio. Era consciente de que Jasdero no era precisamente un lumbreras, y aunque pudiera comprender siquiera la mitad de lo que pretendía darle a entender, el muchacho era demasiado amoroso como para apartarse de él.

– ¿Y cómo se ven? –Alzó su mirada dorada hacia la de Devitto.

 

El moreno le miró largamente y lo apartó con suavidad.

 

– Solo son bobadas de Road, Dero. No deberías hacerle caso –Tomó el plato de comida y se lo tendió al rubio–. Deberías terminártelo.

 

Jasdero asintió y empezó a comer de nuevo la ya fría comida, quedándosele restos en los hilos de su boca, soltando un gemido fastidioso.

 

– Los hilos que le pusiste a Dero molestan –Miró en un puchero al mayor, y éste rió.

–Pero si te quedan muy bien, hombre –Sonrió, recordando como le cosió los labios para evitar que Road volviera a intentar besarle.

 

Jasdero se quedó muy quieto entonces, y alzó la mirada desde su plato.

 

– ¿Devi no quiere besar a Dero? –Preguntó de sopetón, y eso pareció clavársele muy hondo a Devitto.

– ¿Qué mierdas dices, Dero? –Enarcó una ceja, sintiendo como su corazón se aceleraba.

– Es que... Devi le dijo a Dero que no quería que nadie más le besara. ¿Devi no quiere besar a Dero? –Repitió, mirándole con cierta inocencia mientras abandonaba el plato en el suelo.

 

Devitto suspiró, llevándose una mano a la frente.

 

– Y yo qué sé, Jasdero, y yo qué sé. Yo ya no sé nada –Se mordió el labio y le miró, pensativo–. ¿Es que quieres que te bese?

 

El rubio se mantuvo en silencio durante unos segundos, nervioso.

 

– Road también dijo... que si a Dero no le gustó el beso fue porque no se lo había dado Devi... – Ante eso Devitto abrió la boca para hablar, sin encontrar las palabras adecuadas y volviendo a cerrarla.

– Te dije que no le hicieras caso a esa mocosa... –Suspiró, acercándose un poco a él, acariciando su mejilla con el dorso de la mano–. Te besaré una sola vez, ¿vale?

 

Jasdero tragó saliva, asintiendo lentamente, y añadiendo en un susurro:


– Pero... Dero tiene la boca cosida... –Y miró directamente a sus ojos, con un sutil rubor en sus grisáceas mejillas que insospechadamente revolucionó todo lo que había en el interior del moreno.

– Eso no será un problema. No para mí –Frunció levemente el ceño, tragando saliva dándose cuenta de que llevaba mucho tiempo queriendo hacerlo–. Solo una vez, ¿de acuerdo? Una.

 

El menor asintió de nuevo, cerrando lentamente los ojos y sacando un poco los labios en piñón. A Devitto se le entrecortó la respiración al ver eso, sospechando que lo que venía no podría siquiera compararse con los otros rolletes femeninos que el moreno había tenido.

Tardó unos segundos en decidirse, sin notársele ni una sola pizca de impaciencia al otro, quien se mantenía en la misma posición. Suspiró de nuevo, y vacilante llevó una mano a la nuca de Jasdero, aplastando su cabello contra ésta.

De reojo pudo contemplar como la piel del menor volvía a reaccionar, y como el ceño de éste se fruncía casi imperceptiblemente a la par que sus mejillas se tintaban de rosado. Eso hizo que se le entrecortara la respiración, y con lentitud presionó sus labios contra los de el menor.

 

Apenas pasaron unos segundos antes de que todo se descontrolara. Los suaves y cálidos labios cosidos del rubio fueron como un vaso de agua para alguien sediento: Quería más, mucho más.

Clavó las uñas inconscientemente en su piel, haciendo soltar un quejido a Dero, quien abrió un poco los labios. A pesar de no haberlo hecho queriendo Devitto aprovechó esa oportunidad, abriéndose paso entre los hilos de sus labios a su boca, jugando apasionadamente con la lengua inexperta del rubio, que se quedó congelado sin saber qué hacer.

Poco le importó al moreno, que tomó con la mano libre el hombro contrario, acostándolo rudamente en el colchón. La manera con la que le empujó contra la cama hizo que el menor se aferrara instintivamente a sus hombros con las manos, oponiendo nula resistencia cuando Devitto se colocó entre sus piernas desnudas. No sabía qué iba a pasar, pero su confianza en su hermano le dijo que se entregara completamente a él.

 

Poco a poco empezó a intentar seguirle el ritmo a la lengua del moreno, quien ahora paseaba sus manos por el cuerpo del menor, avivándose en todos los sentidos al notar los suspiros del rubio en su boca.

De repente, a la mente de Devitto llegó Road. Esa niñata quería eso, y aunque Devi también lo quisiera eso le crispó los nervios.

 

Soltó con brusquedad al menor, apartándose de él.

 

– Dije que solo sería un beso –Dijo fríamente, mirándole como si lo que acababa de pasar no hubiera sido nada.

– P-Pero... –Jadeaba el otro, soltando una nueva risa, confundido–. Pero... Devi...

– ¡”Pero”nada, Dero! –Frunció el ceño, metiéndose bajo las sábanas–. Vamos a dormir, ¿quieres?

 

Jasdero se incorporó, sentado en la cama, mirándole sin entender nada.

 

– ¿Devi no quiere a Dero? –Preguntó, triste. No sabía qué pensar, ni qué significaba todo lo que acababa de ocurrir, ni tampoco por qué había parado. Además, no le gustaba que Devitto le gritara.

– ¡Sólo...! –Se mordió el labio, molesto consigo mismo por provocar ese tonito de voz tan rompedor en Jasdero–. Sólo duérmete, ¿vale? Porfavor

 

Dero bajó la mirada, metiéndose bajo la sábana y quedando de espaldas de él, tratando de colocarse lo más al borde posible para alejarse de Devitto. El moreno lo notó y resopló, rabioso, mientras levantaba el brazo y presionaba el interruptor sobre la cama.

La luz se apagó, y su amada oscuridad volvió. Al principio sus ojos no estaban acostumbrados a ella, pero sabía que esa noche ya no iba a dormir. Tendría tiempo suficiente para ver de nuevo las manchas del techo con la luz apagada.


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