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Pale Horses por Elle Trancy

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Notas del fanfic:

Una vez más la inspiración me ataca y tras un sueño muy extraño, esta historia fue creada.

 

Es de la serie Alexiu, con los personajes de la misma pero en una nueva historia. Por lo que se encontrarán con personajes de "Situations"

 

Y una vez mas el titulo no tiene nada que ver con la historia. Se refiere a la letra de la canción de Mobi "Pale horses" 

 

Les dejo el vídeo. https://www.youtube.com/watch?v=hFsvKcWnee0

 

Esta es una historia corta que la verdad, me tiene enamorada. 

 

Espero también les guste. 

 

1

 

Esta no es una historia alegre. Sin embargo, no es una historia con un final trágico; Al menos no para quien me importa.

 

 

Conocí a Alexiu cuando el sol tiño el cielo de naranja. Yo tenía catorce, él tenía ocho y estaba recién salido del orfanato. Mi madrina, con quien yo convivía como su responsabilidad desde que mis padres murieron hacía ya tres años, le había adoptado junto con su esposo Elías; Un hombre amable y considerado que había querido tener hijos desde mucho antes de casarse, sin embargo, esto no pudo ser posible por dos razones:

 

Era estéril y además mi madrina odiaba a los niños. Sin embargo, y a pesar de todo eso Elías accedió adoptar a Alexiu a tan avanzada edad por otra oculta razón que solo supe tiempo después: Sufría de un cáncer muy extraño y totalmente terminal que afectaba todo su sistema, la leucemia.

 

Elías quería adoptar a un niño, sin contarme a mí como uno por la razón de que yo era su ahijado, además, quería poder sacar a un niño de un lugar en la que probablemente pasaría el resto de su vida y darle una oportunidad en una casa lujosa y cómoda. Así que, tras dos años de procesos legales y psicológicos Celia y Elías adoptaron al joven Alexiu.

 

 Al principio admito que había estado muy recio con él y aunque también con Celia, a ella no le importó en lo más mínimo. Solo me servía la comida sobre la mesa deseando fervientemente a que me atorara con un hueso de pollo que estratégicamente escondía bajo el puré de patatas.

 

Alexiu era bajito, aún más de lo que debería a su edad. Esto se debía a la mediocre alimentación que recibía en el orfanato y a su poca actividad física. El día que llego yo leía a Shakespeare como me había aconsejado leer Elías quien era un poeta fanático de fines de semana y fan de las artes literarias y musicales. Aún recuerdo como disfrutaba escuchar a Chopin y Debussy en el salón de libros a mediano volumen mientras cerraba los ojos y se dejaba llevar por un paisaje que solo el podía ver en su mente.

 

Tenía además los ojos color ámbar muy claritos, casi como el brillo del sol, pero opacados por una tristeza esperanzada casi palpable. No podía siquiera imaginar sus pensamientos y el no podía imaginar siquiera su destino próximo. Con el cabello rubio, como Elías, pero  en un corte desaliñado y bastante mal hecho y dos dientes caídos, Alexiu entro por el portón principal en el mercedes del hombre que lo había sacado del orfanato. No nombro a Celia porque no es novedad para nadie que ella no lo quería, sin embargo, nadie en este mundo puede negar que esa mujer amaba a ese hombre; A su manera, pero hasta el sol que brilla hoy no dudo que fue así.

 

Fue cuando nuestros ojos se toparon, al bajar del auto, que el libro resbalo de mis manos y el corazón me palpito como un toro enfurecido dentro de mi pecho. Fue tanta la impresión de tan deplorable criatura que quise correr a abrazarlo. Pero no pude moverme, cada centímetro de mi ser estaba congelado, estaba inmóvil con solo una parte de mi activa. Mi entrepierna.

 

De repente, tan pronto como lo vi, mi miembro reacciono en una vergonzosa y muy notaria erección. Deje a Hamlet en el suelo y corrí al baño antes de que vieran al balcón, donde estaba sentado y notaran mi rostro rojizo.

 

Me encerré en el baño, sudoroso y nervioso sin saber cómo explicar aquello. Tan pronto como lo había visto había sufrido esta penosa calamidad y ahora necesitaba más que calmar aquel inconveniente, necesitaba calmar mi corazón o podría jurar por mis padres donde sea que se encuentren que me iba a dar un paro cardiaco.

 

Me acerque al lavabo y abrí el grifo del agua. Enseguida metí mis manos allí y me moje el rostro. Mi cabello negro se empapo por la coronilla y goteando humedeció mis ojos color zafiro haciéndome parecer como un niño llorón.

 

Tan pronto como comencé a mojar mi rostro una y otra vez aquel problema allí abajo se fue calmando y con él, mi corazón desbocado. Salí del baño topándome con una apresurada Celia que prácticamente se arrancaba las joyas y maldecía por todo el pasillo; Me miro por dos segundos e hizo una mueca de asco más profunda.

 

Pensé que mi erección era visible aun, sin embargo, y después de comprobarlo, recordé que ella siempre me miraba así.

 

Siguió de largo, y yo tome mi propio camino, hacia el balcón de nuevo. No podía dejar que Elías viera el ejemplar de Hamlet que me había regalado en una ocasión especial en el suelo desparramado.

 

El hombre rubio aún estaba cerca del auto sacando unas sucias y desmarañadas maletas pequeñas mientras le hablaba a alguien, que aunque desde mi posición no podía ver, sabía muy bien de quien se trataba. Sin embargo, no pude saber que le decía ya que Elías le hablaba en otro idioma, en francés y no en sueco como lo era el idioma oficial de este país.

 

- Espero te guste la casa, muy pronto conocerás a Sebastián, él también es huérfano y a veces no es muy conversador, pero cuando lo conoces puedes confiar en que será un buen amigo con quien hablar. - Le decía Elías. Fue mucho tiempo después que pude saber que hablaba sobre mí.

 

Pero no escuche su voz. Ni una afirmativa ni una negativa. Solo la voz de Elías hablando un perfecto francés resonando en las paredes de la mansión Duvert.

 

Después de asegurarme que Hamlet estaba en perfectas condiciones lo deje sobre la silla mecedora y armándome de valor, luego de arreglarme el cabello frente al espejo y posteriormente desarreglarlo para no parecer sospechoso, me decidí a bajar. Bostezando y rascándome la cabeza baje las escaleras en espiral que daban al balcón. Las que daban a las habitaciones eran en forma de Y griega con una alfombra muy larga dorada y roja adornando cada uno de los escalares y un enorme cuadro de los señores de la casa en todo el medio, entre los brazos de la Y griega.

 

Abrí los ojos justo para verlos entrar por la puerta que daba al porche. Alexiu veía el piso de parquet pero en cuanto dio con mis zapatos alzo la mirada.

 

- ¡Oh Sebastián! qué bueno que te encuentro - Me dijo en Sueco, Elías sabía que mi francés era mediocre - Él es Alexiu Duvert, mi hijo a partir de hoy y para siempre. - Aseguro con una sonrisa que me contagio, me gustaba ver a Elías feliz.

 

- Mucho gusto, Alexiu - Le dije en sueco, a pesar de saber  decir aquello tan simple en francés, lo hice por odiosidad. - Espero que tu estadía aquí sea plena y satisfactoria.

 

Él miró a Elías y luego de vuelta a mí, seguido de otra mirada a su nuevo padre.

 

- Sebastián, Alexiu no habla Sueco, solo habla francés. ¿Podrías por favor, decirle lo mismo en Francés? - me pidió casi suplicándome con la mirada

 

- Tío - solía decirle así para ser más fraternal - sabe que mi francés es pésimo. Si quiere tradúzcame, pero no pasare vergüenza ante un chico que acaba de salir de un cochino orfanato. - Dije mirándolo directamente, hubo un cambio de expresión en su rostro, sin embargo, se limitó a mirar el suelo de madera pulido.

 

- ¡Sebastián! - me grito tío Elías. - ¡Eso no es correcto jovencito! ¡Discúlpate ahora mismo! - exigió con voz severa.

 

- ¿Para qué? De todas formas no me va a entender... -  Acto seguido me di la media vuelta y volví por donde había bajado. Seguiría leyendo y luego me iría a dar una vuelta por los patios. - Con permiso.

 

Por suerte Elías lo dejo así, pronto escuche que le traducía su versión de lo que habíamos hablado al huérfano. No, no me había caído mal. No, tampoco me había desagradado su aspecto a pesar de estar bañado con un jabón barato y probablemente de una sucia ducha publica y que su ropa haya sido usada una y otra vez hasta el desgaste. No, aquel no era mi caso; Yo simplemente estaba molesto conmigo mismo por haber deseado a ese niño muchos años menor que yo con solo verlo y lo que aún me molesto más de mí mismo es haberlo tratado de esa manera cuando él no me había hecho daño en ningún momento ni en ninguna forma posible.

 

Su único pecado, a mis ojos, fue haber aparecido por ese porche.

 

Sí, estaba celoso. Pero yo aún no me había dado cuenta.

 

Minutos después, al asegurarme que no había nadie rondando la sala principal - Elías y Celia no tenían sirvientes. Elías estaba en contra de aquello - Volví a mi habitación con el ceño muy pronunciado, no estaba enojado, no sabía que sentir o que estaba sintiendo. Así que solo me recosté en mi cama y me quede allí viendo la lámpara que colgaba del techo de mi habitación.

 

Entonces fue cuando mis ojos se desviaron a la pequeña biblioteca que tenía a un costado de mis aposentos. No era como la habitación principal de libros en la que Elías pasaba casi el 80% del día, sino más pequeña, con solo dos estantes repletos de todo tipo de libros que al cabo de tres años había recolectado con la ayuda de Elías. Casi uno por día durante ese periodo me había hecho construir mi propia biblioteca de ejemplares ya leídos y terminados. En la parte superior de cada librero había una sección especial para los textos que utilizaba para ir a estudiar. Allí, entre libros de algebra y literatura contemporánea estaba mi libro de texto de Francés.

 

Tome el banquito que me impulsaba hasta arriba  y tome el libro.

 

Al analizarlo, sin saber a ciencia cierta porque realmente lo hacía, comencé a practicar mi francés mediocre.

 

No era difícil, pero tampoco se me hacía fácil gracias a la poca atención que le había prestado a la clase. Cerré el libro después de estudiarlo varios minutos y, recordando que había dejado a Hamlet en el balcón, me decidí por ir a buscarlo. 

El reloj marcaba las siete con seis. En media hora Celia nos estaría llamando para ir a comer.

 

Salí de la habitación sin notar ningún cambio en las habitaciones contiguas que deberían seguir vacías. ¿Dónde se supone que lo pusieron a dormir? ¿En el porche? ¿Con el perro?

 

Yo dormía en el ala izquierda de las habitaciones que en total eran ocho. Dos en la izquierda mas dos baños y dos habitaciones en el ala derecha más dos baños. Dos habitaciones en la parte baja pensados para los criados y otro baño. Más un baño grande y lujoso para visitantes de la hora del té. Por lo que eso dejaba a Celia y Elías durmiendo en el ala derecha, donde, en ese momento, supuse que habían puesto a dormir al niño huérfano.

 

Tome de nuevo las escaleras en espiral y llegue al balcón. Como estaba todo apagado fue la luz de la luna quien me ayudo a ver quién estaba sentado en la silla mecedora con la mirada gacha. Al principio pensé que era un espanto, luego, y al pensarlo con más detenimiento concluí en que solo podría tratarse del intruso. Me acerque por detrás y pose una mano en su hombro.

 

Se sobresaltó y soltó a Hamlet que cayó en el suelo por segunda vez en el día. Su cabello corto y mal cortado al moverse al compás de su cuerpo desprendió un aroma a frambuesa y vainilla. Se había dado un baño decente con los aceites de los distintos baños de este lugar.

 

- Lo siento - Me dijo en francés. Se suponía que tenía que disculparme era yo.

 

- No te molestes por hablarme en francés, no te entiendo - Le dije en sueco a pesar de si haber entendido aquello. Me agache y tome el ejemplar de Shakespeare y se lo tendí. Podía estar áspero con él, sin embargo, no podía negarle a nadie una buena lectura. - Disfrútalo. - Acto seguido deje el balcón justo para encontrarme en las escaleras con Elías, quien probablemente había perdido de vista a su nuevo hijo.

 

- ¿Has visto a Alexiu? - me pregunto.

 

- Está arriba.

 

- ¿Te has disculpado?

 

No respondí. Solo vi hacia arriba, al final de la escalera donde si subía un poco podría hacer algo tan simple y en un idioma que el entendiera. Sin embargo, no lo hice.

 

- No.

 

Seguí bajando y me perdí de su vista.

 

Celia estaba en la cocina hablando sola, como ya me había acostumbrado a sus malos tratos y actitud de los mil demonios me acerque sin sigilo y tome una jarra de vidrio repleta de agua natural. Me miro por unos segundos y siguió murmurando.

 

Tome agua y me quede allí. La comida seria servida en poco tiempo y yo no tenía ganas de encontrarme de nuevo a solas a Elías, quien seguramente me exigiría que me disculpara con Alexiu. Mis suposiciones fueron acertadas, al poco tiempo de sentarme a la mesa en el comedor contiguo a la cocina, Celia llamó a Elías.

 

Decidí ser niño bueno y poner la mesa. Fue al poco tiempo que el hombre apareció por el arco tallado en madera de la cocina con el niño bajo la protección de su brazo que Celia dejo de llamarle.

 

-  A comer. - se limitó a decir la mujer de cabello castaño.

 

Nos sentamos a la mesa y recibimos la cena. El pan estaba fresco en una cesta en la mitad de la mesa. Fue entonces que Elías hablo.

 

- Esta noche quiero decir unas palabras. Pero como son dirigidas a nuestro nuevo integrante de la familia espero me perdonen que lo diga en francés. - espero alguna objeción pero nadie dijo nada, fue entonces que se aclaró la garganta y hablo para todos pero dirigiéndose especialmente al niño rubio. Dio un pequeño discurso sobre la aceptación y el amor para luego darle gracias a Dios por la llegada del joven además de la comida que hoy se servía en la mesa.

 

- Dios lo quiera así - respondimos todos cuando Elías terminó. Y comenzamos a comer.

 

 

Alexiu miraba a todos lados mientras comía, sin percatarse que podía comportarse como mejor le pareciera, nadie le juzgaría y me incluyo, por no tener modales en la mesa. Veía los distintos cubiertos sobre la mesa sin saber exactamente cual usar. Al final se decidió por usar el de ensaladas para comer todo. No le juzgaría, pero no pude evitar sonreír por su ignorancia.

 

La cena concluyo en total silencio. Los trastos en el fregadero por cada quien, excepto Alexiu, quien su vajilla la llevo Elías por él. A veces me ofrecía a lavarlos cuando no tenía nada que hacer. Sin embargo, ahora sí que tenía algo que hacer.

 

Sentí la urgencia por subir corriendo a mi habitación y practicar mi francés. Mi libro de texto seguía estando sobre la cama así que dejándolo justo allí me metí al baño. Una ducha antes de practicar un poco y luego dormir para recibir un nuevo día muy temprano. Justo para seguir con mis estudios preparatorios.

 

El baño estaba ubicado dentro de mi habitación, por lo que la privacidad era inmediata. El único inconveniente; Tenia que limpiarlo yo mismo. Sin embargo, pagar aquel precio a mi edad era nada comparado con las posibilidades y ventajas que tenía. Tenía un ala de la mansión prácticamente para mí solo además de una habitación espaciosa, una biblioteca, una ventana que daba a las maravillas de la sociedad de los 60's y además privacidad en mi baño.

 

Prepare la tina con aceites de coco y almendras entre los cítricos de limón, naranja/toronja y los tropicales frambuesa y piña.

 

Un baño relajante que mantuviera mi mente en blanco me ayudo a relajarme. Después de todo, durante la mañana y la tarde solo había estado andando por los alrededores sin mucho interés en el niño que de ante mano sabía que mis tutores traerían a casa. Me habían ofrecido ir con ellos y darle mi confianza al huérfano, sin embargo, me negué rotundamente a formar parte. Aquel niño seria su hijo, no mi hermano. Fue pasadas las cuatro de la tarde que el torbellino de emociones intervino mi mente con la llegada de aquel jovencito de piel de porcelana y cara pecosa. Con un cuerpo tan frágil y delicado que por un momento me imagine que si lo golpeaba se rompería.

 

Y su cabello, a pesar de estar mal cuidado, era de un hermoso rubio uniforme oscuro, más corto que el mío, que ya iba por debajo de los hombros, y de un color totalmente opuesto al de él. Nunca nadie pensaría que somos hermanos...

 

Además, mis ojos eran azul aguamarina, y era más alto que él. Éramos distintos en todos los aspectos, claro, todos menos uno: Estábamos totalmente solos en este mundo. Ambos éramos huérfanos.

 

Salí de la tina y colocándome la bata sobre los hombros salí a tumbarme en la cama, totalmente desnudo. Tome el texto de francés y comencé a repasar lo que ya me habían dado en clase. Pronombres, verbos, adjetivos, sinónimos y antónimos. Ya sabía formar frases comunes y los nombres de los objetos de una casa, escuela y transporte. Además de la hora y los números hasta el cien. Solo me hacía falta practicar más y podría...

 

Paré en seco. ¿Para qué quería saber francés? ¿Qué me importaba a mí que ese niño me entendiera? Cerré el libro por un momento y me quede pensando.

 

Si él quería hablar conmigo, que aprenda sueco. Pero... podría mejorar el francés para simplemente ser mejor en mis notas y que de esa manera tío este orgulloso de mi y vea en Alexiu un desperdicio.

 

Volví a abrir el libro y repase unas frases más antes de que el sueño me ganara. Mañana tendría que levantarme muy temprano para ir a estudiar. Entonces me detuve a pensar; ¿Y él? ¿Iría a estudiar conmigo? Es decir, ¿En el mismo instituto que yo? ¿O lo enviarían a otro?

 

No, no podían hacer eso. Sería un desperdicio. Además, sería mejor que lo enviaran a donde yo estudiaba: No solo estaría cerca de mí para que lo pudiera vigilar, sino que era la escuela que más cerca quedaba. A solo treinta minutos caminando.

 

Tenían que inscribirlo en Saint Judas. Tenían que hacerlo.

 

Y con ese pensamiento me quede dormido aun con la bata del baño y el cabello húmedo.

 

 

 

 

 

 

 

 

2

 

Abrí los ojos antes del amanecer. Había tenido un extraño sueño en el que aparecía Alexiu sangrando por la nariz y yo no podía detener la hemorragia. No sabía porque, pero aquel sueño me dio un muy mal presentimiento.

 

Me levante dispuesto a comenzar el día antes de que el mismo empezara. Volví a tomar un baño y me uniforme. Pensé en leer Hamlet por un momento, sin embargo, enseguida recordé que se lo había dejado al niño huérfano.

 

Busqué algún libro que me interesara lo suficiente para ojearlo por unos minutos.

 

"El retrato de Dorian Gray" y "El diario de Ana Frank" se presentaron como candidatos potenciales. No obstante, hubo un candidato mucho más fuerte e importante: El texto de francés.

 

Seguí repasando hasta que el reloj marco las seis. Hora perfecta para salir y tomarme mi tiempo para llegar al instituto. El pasillo estaba totalmente oscuro y deshabitado, y no es como si esperara lo contrario. Solo pensé por un momento que dejaría de estar solo en aquella extensa y vacía ala.

 

Baje las escaleras deseando toparme con alguien. Encontrándome con el silencio y la nada...

 

Fui caminando, esta vez sin perezas, aquel día que comenzaba, aunque no estaba lleno de energías, sería diferente en todos los aspectos. En primicia era que cuando llegara a casa, alguien más estaría esperando.

 

El edificio se extendía sobre mi repartido en cuatro pisos. Apenas habían alumnos sentados cerca de la fuente o charlando por los alrededores. Como era Primavera, los arboles estaban ya frondosos y coloridos. De alguna forma me identifique con la estación; Como si mis sentimientos influyeran en el clima.

 

Bajo los árboles floreados había personas charlando o leyendo. En la entrada se agrupaban otros esperando a que abrieran las puertas. Habían muchas personas que llegaban más temprano de lo normal para poder acceder primero a las diversas áreas del instituto. Allí, en el grupo de la entrada había una pelirroja que me resultaba tan familiar que no pude evitar extrañarme por tan anormal acontecimiento.

 

Me acerque a ella con el morral aun colgando de un lado de mi espalda.

 

- Sebastián... - Me llamo cuando me vio venir. Troto hacia mí subiéndose la falda un poco. - ¿Qué haces por aquí tan temprano?

 

- Eso no es novedad, Josephine. - replique - ¿Que hace una rebelde como tu tan temprano?

 

Ella se echó a reír con suavidad y elegancia. Tan típico en ella.

 

- Pues me he enterado de los de mis tíos y he querido venir temprano para hablar contigo. Quiero que me lo cuentes todo.

 

- No hay mucho que contar. Apenas le he visto.

 

- ¿Cómo es? ¿Es negro, verdad? Sabes que tío Elías es un filántropo y toda esa cosa. - Se burló, lo que me hizo enfadar.

 

- No, Josephine. Para tu información es rubio, y es más blanco que tú y que yo. - Me regocije con su expresión.

 

- Pues... tendría que averiguarlo...

 

- Debiste pensar eso antes de venir a cotorreármelo. - Le escupí con desdén.

 

Ella bufó.

 

- Creo que te hace falta otra dosis de eso ¿No es así?

 

Enrojecí al darme cuenta de lo que hablaba. Josephine no era mi pariente sanguíneo, no compartíamos ningún título familiar, sin embargo, la había conocido desde hace mucho tiempo, incluso antes de que mis padres murieran. Así que, un buen día, y enojado con el mundo ella me mostro una vacuna, una solución para el estrés. Se encontraba bajo sus faldas.

 

Ella tenía diecisiete, por lo que para ella, aquello era algo normal. Me pregunte en que mundo tenía la cabeza esa chica al abrirle las piernas a quien mejor le pareciera.

 

Sabrá Dios lo que pasara cuando sus padres se enteren...

 

- No. - Respondí justo a tiempo cuando abrieron las puertas - Con permiso.

 

Y me aleje de ella. No me inspiraba confianza para nada. Un día, hace años, cuando tenía diez, en una fiesta, había visto como agarraba a un pobre perro callejero y le vaciaba una botella de bourbon en el lomo para posteriormente prenderle fuego vivo.

 

Es una imagen de ese monstruo que nunca podre borrar de mi mente. Por lo que, cabe decir, que está en mi conciencia el arrepentimiento por haberme metido por entre sus piernas hace algunos meses apenas.

 

Las clases comenzaron y concurrieron como de costumbre, con la señorita Evens paseando su voluptuosa figura de un lado a otro. Recuerdo que los senos le colgaban casi hasta el ombligo y que siempre me había preguntado que se sentiría tocar unas, estrilarlas o si eran azules o verdes...

 

Josephine me dio todas las respuestas. Pero, siendo sincero, me decepcionaron. No eran más que una parte más del cuerpo de una mujer; Ni más ni menos. Definitivamente, y desde tan temprana edad, comencé a sospechar que algo no estaba bien conmigo. Después de probar la textura, masa y sabor de unos senos todas mis fantasías sobre lo desconocido se disiparon naturalmente. Sin embargo, y luego de ver a Alexiu bajando del auto de Elías, había una nueva fantasía prohibida que quería probar.

 

La pregunta era; ¿Esto era posible entre dos hombres?

 

Naturalmente sabía sobre el sexo mucho antes de experimentarlo. Elías, a diferencia de mi padre, no había tenido despojos al decirme como nacían los bebés.

 

Cuando menos lo pensé las clases habían terminado y ya el clima era más cálido gracias al bendito y bienvenido sol de mediodía.

 

Baje las escaleras ansioso por volver a casa, sin detenerme por nada ni nadie que me solicitara. Yo solo quería volver a casa pronto.

 

Escuche a Josephine a mis espaldas llamarme.

 

- Sebastián, espérame - me grito al ver que yo corría a la salida - ¡Oye! - me toco el hombro a mi lado - ¿Estas sordo? Te estoy diciendo que me esperes...

 

- Lo siento, no te oí. ¿Querías algo? - me detuve al fin

 

- Sí. Iré contigo a visitar a mis tíos.

 

 

Medite un momento. Lo mejor sería que no viera a Alexiu por el bien del recién llegado.

 

- No voy a casa. Iré a la librería  por unos ejemplares.

 

- No importa - sonrió - yo te acompaño.

 

Como no supe que excusa poner, tuve que efectivamente pasar por la librería y fingir que me interesaban algunos libros. Compre dos de la saga de flores en el ático.

 

- ¿Todo listo? - me pregunto al salir de la librería tomada de mi brazo.

 

Cualquiera, y no exagero en la palabra cuando la digo, desearía estar como yo en aquella posición con Joss. Era una joven realmente hermosa, merecedora de toda la belleza física que tenía gracias a sus padres de los cuales había heredado equitativamente todo. De su madre; Aquel cabello ondulado naranja, las pecas en las distintas partes de su cuerpo y la palidez de tu tez, aunque claro: Su piel no era tan hermosa como la de Alexiu. 

 

De su padre: Unos ojos azules oscuro, distintos a los míos que eran muy claritos y carnosos labios rosados que combinaban con la elegancia y gracia con las que ejecutaba cada movimiento.

 

Pero yo me excluía de aquel numeroso grupo que competía por un minuto de su atención. Para mí, Joss no era más que una jovencita sin pudor y una cualquiera, además de un monstruo sin escrúpulos.

 

Deseando con todas mis fuerzas que Alexiu no este por los alrededores y que haya decidido quedarse en su habitación, me dirigí a casa en compañía de la chica pelirroja.

 

Josephine no dejo de hablar por todo el camino sobre lo que podía hacer con los corazones de los chicos que caían rendidos ante su belleza y sobre como podía convencer a cualquiera a que haga lo que a ella le pareciera mejor.

 

Al llegar a casa, con el corazón en la boca del estómago, me die cuenta que esta estaba casi deshabitada. Solo Emilia, la señora que contaba Elías a regañadientes para ayudar a limpiar la casa estaba en el recibidor. No escuche música proveniente del salón de libros ni en la cocina.

 

- Señorito Sebastián, buenas tardes - me saludo la mujer morena - Señorita Josephine es un placer verla por aquí, buenas tardes.

 

- Buenas tardes, Emilia - le respondí. Espere unos segundos a que Josephine saludara sin recordar que esa niña era racista hasta más no poder.

 

A pesar de que Emilia no tenía la piel morena, era de piel bronceada y cabello oscuro y muy rizado. A los ojos de Joss, esa mujer era una "asquerosa negra"

 

Lo deje pasar solo por evitar crear espectáculos ruidosos que atrajeran la atención de Alexiu.

 

- Emilia ¿Sabe si hay alguien más en casa? - pregunte.

 

- Oh, no señorito, el señor Elías ha salido temprano con el niño nuevo, perdone usted que no recuerde el nombre...

 

- Alexiu - interrumpí con disimulada cólera.

 

- ¡El señorito Alexiu! es un nombre hermoso...

 

- ¿Y mi madrina?

 

- La señora se ha ido al sastre hace quince minutos.

 

Así que no había nadie. Era un verdadero alivio, pero si Elías había salido temprano con Alexiu, eso quería decir que iban a llegar en cualquier momento de la tarde.

 

- Gracias, Emilia.

 

- Siempre a su orden, señorito.

 

 

Y sin más me dirigí a Joss que se miraba en el gran espejo de la sala.

 

- Como oíste no hay nadie.

 

- Sí, sí... - respondió con burla - ya lo oí.

 

Se escuchó un suspiro por parte de la pelirroja. No un suspiro enamoradizo, sino un suspiro de cansancio. Después de un minuto de silencio en el que arreglo su cabello en una perfecta cola, hablo.

 

- Nada que hacer. Volveré luego... - concluyo al fin, haciéndome respirar tranquilo por primera vez desde que había llegado a la mansión.

 

- Como quieras.

 

Tomo su bolso que había dejado colgado y sin despedirse se marchó por donde había entrado.

 

Subí a mi habitación y tome el libro de texto francés que aun descansaba sobre mi cama. Durante el resto del día y la semana que le siguió perfeccione mi francés llegando a hablarlo fluido llegado un punto.

 

¿Que esperaba yo obtener con aquello?  Solo Dios lo sabría. 

 

 

Notas finales:

Nos vemos en los comentarios♥

 

@Sumi_Cats. 


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