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Gusto Culposo por Espiga de Virgo

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Notas del fanfic:

354 palabras

08/05/2014

 

Notas del capitulo:

Personalmente, este pequeño y humilde drabble salio cuando hablaba con mi querida Aiacos. Por eso va dedicado a ella.

 

Espero y les guste.

 

Los personajes y el universo de SS pertenece a sus respectivos dueños.

Hueso.  Era el color que abarcaba toda su visión, se movía lentamente como si estuviese respirando, y así era.

Mientras que Cerberos yacía placido durmiendo, la mente de Esfinge vagaba a mil por hora en los lugares más recónditos del averno. O eso era lo que él deseaba admitir, pues  sus ideas estaban puestas en una aventura que semanas atrás había tenido. Aventura auspiciada por los dioses del sueño.

Mientras vagaba por el mundo onírico entro a un portal al azar que lo llevó a un sueño oscuro y perverso.

Extraño. Fue lo que pensó cuando logro mirar a una persona maniatada. Lucía diferente, expectante quizás y hasta ansiosa, pero no asustada. Deseaba tanto lo que se avecinaba como el mismo final. ¿A caso era culpa lo que atenazaba a aquel humano?

Utilizando la oscuridad como camuflaje optó por acercarse y mirar más de cercas aquella escena.

El joven estaba atado, pero no de una forma grotesca, si no cuidada, como si se hubiesen invertido todo el tiempo del mundo. De pronto el joven tembló por el sonido que el cuero de los zapatos causaba y comenzó a sudar. La soga, la posición y la piel perlada de sudor se le antojaban eróticas pero a la vez humillantes, como si se tratase de un gusto culposo.

Así que eso es. Se dijo así mismo cuando el hombre oculto en la penumbra comenzó a acariciar al amordazado de una forma digna de un gran sueño húmedo.

Con fuerza y sin más que el roce de telas de por medio, el hombre comenzó a embestir mientras que con las manos se ocupaba de las tetillas ajenas. La lengua del desconocido se poso en la oreja del otro y antes de escuchar las palabras del victimario el suave movimientos de Cerberos lo trajo a la realidad.

Casi molesto y podría ser que envidiando aquella fantasía rompió su posición y se preparo para las nuevas visitas. Debía ser un buen anfitrión pasase lo que pasase. Así que con gracia caminó hacía las puertas del valle en compañía de una sonrisa astuta. Alguien pagaría por la osadía de Cerberos.

 

 

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Hueso.  Era el color que abarcaba toda su visión, se movía lentamente como si estuviese respirando, y así era.

Mientras que Cerberos yacía placido durmiendo, la mente de Esfinge vagaba a mil por hora en los lugares más recónditos del averno. O eso era lo que él deseaba admitir, pues  sus ideas estaban puestas en una aventura que semanas atrás había tenido. Aventura auspiciada por los dioses del sueño.

Mientras vagaba por el mundo onírico entro a un portal al azar que lo llevó a un sueño oscuro y perverso.

Extraño. Fue lo que pensó cuando logro mirar a una persona maniatada. Lucía diferente, expectante quizás y hasta ansiosa, pero no asustada. Deseaba tanto lo que se avecinaba como el mismo final. ¿A caso era culpa lo que atenazaba a aquel humano?

Utilizando la oscuridad como camuflaje optó por acercarse y mirar más de cercas aquella escena.

El joven estaba atado, pero no de una forma grotesca, si no cuidada, como si se hubiesen invertido todo el tiempo del mundo. De pronto el joven tembló por el sonido que el cuero de los zapatos causaba y comenzó a sudar. La soga, la posición y la piel perlada de sudor se le antojaban eróticas pero a la vez humillantes, como si se tratase de un gusto culposo.

Así que eso es. Se dijo así mismo cuando el hombre oculto en la penumbra comenzó a acariciar al amordazado de una forma digna de un gran sueño húmedo.

Con fuerza y sin más que el roce de telas de por medio, el hombre comenzó a embestir mientras que con las manos se ocupaba de las tetillas ajenas. La lengua del desconocido se poso en la oreja del otro y antes de escuchar las palabras del victimario el suave movimientos de Cerberos lo trajo a la realidad.

Casi molesto y podría ser que envidiando aquella fantasía rompió su posición y se preparo para las nuevas visitas. Debía ser un buen anfitrión pasase lo que pasase. Así que con gracia caminó hacía las puertas del valle en compañía de una sonrisa astuta. Alguien pagaría por la osadía de Cerberos.


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