El mejor Regalo de cumpleaños: Tú.
Wu Yi Fan, o Kris –como sus amigos solían llamarlo– caminaba por las calles de QingDao, China, hacía frío y la noche caía aquel 2 de Mayo. Kris era un chico alto, fuerte, sexy y ambicioso, le gustaba correr riesgos y vivir al máximo, nada podía detenerlo, así era él. Aquella noche simplemente había salido a dar un paseo, y fue entonces cuando su tranquila caminata se vio interrumpida al escuchar a alguien quejarse en voz alta y refunfuñar entre dientes.
–Es el colmo –bufaba un chico de alta estatura y cabellos negros – ¿Por qué demonios tenían que cancelarla precisamente hoy?
–Lo sentimos, señor –contestó el hombre de la taquilla, fuera del Hall Concert –pero los integrantes de EXO se vieron involucrados en un percance y la función ha tenido que cancelarse por esta noche. Sin embargo, las cosas se están solucionando, puede venir mañana.
–¡¿Mañana?! –Exclamó el pelinegro – ¡Por supuesto que no! ¡Yo quiero verlos ya, ahora, hoy!
El chico de la taquilla negó lentamente con la cabeza.
–Lo sentimos, señor.
El pelinegro resopló, sacudiendo con desdén sus cabellos mientras se sentaba desganado en las escaleras que conducían al Salón de Conciertos.
–¿Por qué a mí? –Protestó en voz baja – ¿Por qué hoy?
Kris no supo por qué, pero algo en ese chico le llamaba la atención, tenía algo diferente, algo que a sus ojos era llamativo, algo que le gustaba, eso sin hablar de que el pelinegro era realmente guapo, tanto como el mismo Kris… así que se acercó lentamente al pelinegro sin sacar siquiera las manos de los bolsillos de su elegante gabán.
–Disculpa… –Lo miró curioso – ¿Sucede algo?
El pelinegro levantó la mirada para contemplarlo, y después negó con la cabeza.
–Nada de tu incumbencia. –Contestó con molestia, desviando la mirada.
Kris enarcó una ceja.
–De acuerdo… ¿hay algo en lo que te pueda ayudar?
El pelinegro frunció el ceño.
–¿Qué quieres de mí? ¿Acaso eres algún agente busca talentos o algo así? Creo que ya les dejé en claro que no estoy interesado en entrar a ninguna agencia de entretenimiento. Así que déjame en paz.
Kris rió en voz baja.
–No, no, no soy esa clase de persona –negó con la cabeza, haciendo que el otro lo mirara curioso mientras se sentaba a su lado en las escaleras –escuché que te quejabas porque la función del Hall Concert de esta noche fue cancelada.
–Sí –contestó, aburrido –y se presentaba EXO… –Hubo una pausa – ¡Ashh! –Volvió a revolverse los cabellos – ¿Por qué precisamente hoy?
–¿Hoy es un día especial? –Indagó, curioso.
El otro hizo una mueca.
–Se supone que debe serlo.
–¿Puedo saber la razón?
–¿Te importa?
–Soy muy curioso –confesó Kris –y si no me lo dices, me mortificará, y entonces te molestaré hasta que me lo cuentes.
–¿Siempre eres tan persistente? –Lo miró con el ceño fruncido.
–Digamos que es una de mis características –aseguró el rubio –ahora, cuéntame.
El pelinegro viró los ojos.
–De acuerdo… –Soltó al fin –es que hoy… –Suspiró –hoy es mi cumpleaños.
–Oh… ¿y cuál es el problema entonces?
–Que estoy solo –contestó sincero –sé que es patético –reconoció –pero mis padres viven en otro país y no tengo amigos con quienes estar éste día.
Un silencio que empezaba a tornarse incómodo se hizo presente, pero Kris se encargó de romperlo.
–Nunca es bueno estar solo en un cumpleaños.
–¿Se supone que intentas animarme? –Enarcó una ceja –Porque no lo haces en absoluto.
Kris volvió a sonreír.
–¿Cuál es tu nombre?
–¿Siempre le haces tantas preguntas a los desconocidos? –Preguntó el pelinegro, mirándole entre divertido y fastidiado.
–Sólo a los que me interesan.
El pelinegro entrecerró los ojos.
–No sé cómo sentirme ante eso…
Ambos rieron.
–Soy Tao –declaró al fin – ¿Y tú?
–Yi Fan, pero me llaman Kris.
–Con que Kris, ¡Eh…!
–Ahora… –Kris se puso de pie –vamos.
Le extendió la mano a Tao, quien permanecía sentado.
–¿Irnos? ¿Adónde?
–¿Cómo que a donde? ¡Pues a celebrar tu cumpleaños!
–¿Huh?
Pero antes de que Tao pudiera protestar, ya era arrastrado por Kris hacia una tienda de autoservicio, comprando un pequeño pastel y una vela.
–Lo siento, Tao –decía Kris, quien ahora había tomado la mano del pelinegro mientras caminaban –te habría comprado un pastel más grande y sabrosa pero ese autoservicio es el único abierto a estas horas.
Tao por su parte estaba confundido, no entendía el extraño proceder del rubio pero lo divertía. Y finalmente llegaron hasta un parque, en donde se sentaron frente a una de las mesas que allí habían, donde celebraban generalmente las familias o las parejas de enamorados.
–Bien –Kris depositó la velita que previamente encendió, justo en el centro del pastel –ahora pide un deseo.
Mirándole algo dudoso, Tao procedió a soplar la vela y cerrar los ojos mientras pedía su deseo.
–¡Genial! –Exclamó el rubio, aplaudiendo efusivamente – ¡Feliz cumpleaños, Tao!
–Gracias –y por primera vez, el pelinegro le sonrió –nunca nadie había hecho algo así por mí.
Sus miradas se encontraron por un momento que pretendió ser mágico, pero Kris se apartó.
–Vamos, debes comerte tu pastel –se lo extendió.
Y así, Tao compartió se su pastel de cumpleaños con Kris.
–De ahora, nunca más volverás a estar solo en tu cumpleaños, Tao. Te lo prometo.
Tao estaba sorprendido con la promesa que el mayor acababa de hacerle.
–Oye, Tao… –Kris le miró minuciosamente –tienes algo de pastel aquí –señaló la comisura de los labios ajenos.
Y mientras Kris se acercaba a él, Tao cerró los ojos, en las películas siempre había un beso después de eso.
–Listo –Declaró el rubio, retirando el pastel de la comisura de sus labios, mientras él sólo sentía el tacto de los dedos del mayor. –Ya te lo quité.
Lentamente Tao abrió los ojos, descubriendo que nuevamente Kris estaba separado de él.
–Oye, ¿Por qué cerraste los ojos? –Lo miró, repentinamente divertido.
Ahora, Tao abrió los ojos como platos.
–¿De qué hablas? No los cerré.
–Oh, pero por supuesto que lo hiciste.
–No, estás equivocado.
–Que sí los cerraste.
–Que no, ya deja de…
Pero antes de que Tao pudiera terminar lo que estaba a punto de decir, Kris se había abalanzado sobre él para besarlo lenta y dulcemente.
–Feliz cumpleaños, Tao –le dijo delicadamente después de haberse separado, mientras acariciaba con ternura sus tiernos cabellos –aún debo darte tu regalo de cumpleaños.
–No hace falta que me des nada –contestó el menor, sonriéndole nuevamente –porque hoy he recibido ya el mejor regalo que alguien me pueda dar en mi cumpleaños.
–¿Ah, sí? ¿Y cuál es?
–Tú.
A partir de entonces, Huang Zi Tao nunca más estaría sólo ni volvería a pasar un cumpleaños solo, porque ahora estaba con Wu Yi Fan, el determinado dragón que lo amaría más que a nadie en el mundo.