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Marionette. por W I L D

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Notas del capitulo:

Hola, pues vengo a dejar un shot(?), HaeHyuk. La verdad, escribo más EunHae que HaeHyuk, pero poco a poco me hago adicta a Hyuk uke(?) es inevitable. Ah qué, pues eso, espero que si lo leen, les guste y dejen review(?)<3.

Le colocó las manos por encima de su cabeza, juntó sus labios en un beso desesperado y, Hyuk lo devolvió gustoso, como siempre, como cada que el chico le besaba, le tocaba y le hacía suyo. HyukJae, como siempre le dejaría hacer lo que le viniera en gana con su cuerpo, siempre lo hacía.
Donghae, le arrastró con demasiada brusquedad para su gusto, desde la sala hasta la habitación, botándolo en la cama. Lo primero que sintió, fue una bofetada, haciendo que la cabeza se ladeara y sintiera un dolor inmenso en su mandíbula. Donghae masculló algo inentendible para él, pero poco importaba lo que dijera, no tendría ni qué contestar, no lo tenía permitido. 
Hyuk no tenía vida, no tenía un motivo, él estaba ahí para servir a su dueño, a su titiritero. Donghae era su mundo, él era su todo.
Sintió cómo le tomaba por el cabello, tirando de su cabeza hacia atrás, era doloroso. HyukJae no hacía nada, su rostro permanecía inexpresivo como la mayoría de las veces, como había aprendido y como le ordenaban. No tenía permitido ni hacer una mueca de dolor ni de placer. Solo era un muñeco, el cual debía quedarse como tal. 
A veces Donghae, se preguntaba por qué el mayor seguía con él. Desde que le conoció, había sentido un enorme deseo por su cuerpo. Desde que lo vio en un parque, sucio y con las ropas rotas, le había cautivado. 
Se había acercado a él, con la intención de darle una moneda…
-Hola… -Saludó el castaño a un joven que se veía más o menos de su edad, unos veintiún años quizá, un poco más grande. No lo sabía con exactitud. El chico, se le quedó mirando sin decir palabra alguna.- ¿Quieres que te dé dinero? –Cuestionó. El chico asintió, entendiendo lo que decía, aún sin decir ninguna palabra.- ¿No hablas más de lo necesario, no? –Preguntó, comenzando a desesperarse, y el otro, parecía notar eso, pues su mirada había sido de mera desesperación. Donghae, gruñó y le tomó por los cabellos, observando la mueca de dolor que realizaba el vagabundo.- ¿No sabes hablar acaso, ah? –Le gritó, volviendo a notar la mirada temerosa del chico.- ¡No me mires así! –Aquello sobresaltó al desconocido, el cual tomó las manos del menor, intentando sacarlas, intentando hablar, sin lograrlo, solo soltando algunos quejidos.
Los ojos del chico estaban más que llorosos, a nada de soltar algunas lágrimas, de impotencia, de dolor. Él no sabía por qué le estaba pasando eso, y no se detuvo a pensarlo realmente, sabía de antemano que ese era su destino, ser un vagabundo al que maltratan las personas riquillas. Era su naturaleza y él no podía hacer nada por cambiarla. 
Donghae pareció resignarse, cosa que tranquilizó al otro, el cual lo único que hizo fue hacerse una bola en un rincón de la pared donde lo había acorralado. Juntando sus rodillas a su pecho, sollozando en silencio. Donghae le levantó, sorprendiéndose de lo delgado que estaba el otro, no pesaba absolutamente nada. Y sin decir más, se lo llevó a su casa.
 
El menor le besó el cuello, dejando mordidas y marcas que dudaba se fueran a quitar algún día. El chico parecía tener una obsesión con dejarle esas marcas moradas en su cuerpo, no le molestaba, le daba igual. 
Le abrió las piernas. Como siempre, él no tenía nada bajo esa enorme camisa que era la única ropa que tenía y que le era permitido usar. Donghae decía que nunca sabía cuándo le daría por tomar al mayor, y lo que menos quería eran cosas que le impidieran el acceso. 
Un sonido extraño salió de sus labios, un intento de gemido, pues el castaño había comenzado a prepararlo, al menos lo hacía, no le gustaba cuando simplemente se introducía en él sin preparación, era horriblemente doloroso. Y usualmente Donghae nunca se esperaba a que se acostumbrara. Hubo una temporada en que se quedó sin poder mover siquiera las piernas. 
-¿Cuál es tu nombre? –Preguntó Donghae, mientras, ya con más paciencia, le llevó a la bañera, dejándolo en ésta cuando estuvo llena, con agua casi hirviendo. Hyuk alcanzó a analizar el cuarto de baño mientras se desnudaba, era sencillo, color blanco inmaculado, ni una mancha, ningún otro color ni estampado en las paredes, se sentía incómodo. Sus mejillas estaban más que rojas, apenado de que el menor le viera en aquella situación. El menor le cargó, tomándolo desprevenido, metiéndolo en la bañera, sin esperar a que se templara. El chico quería salir, no le gustaba esa sensación, le quemaba la piel, aunque el castaño se lo impidió, presionando su cabeza bajo el agua hasta casi ahogarlo. Hyuk se removía con fuerza, queriendo salir de ahí, hasta que le sacó la cabeza, tirándolo del cabello, y logró respirar, tosiendo con fuerza.- Tu nombre. –Dijo el chico, cansado de no saber nada del extraño que había llevado a casa. ¿Por qué era que no hablaba? El vagabundo se alzó de hombros, mostrando otra vez esa cara de niño atemorizado. Donghae lo dejó pasar, pensando en un nombre más o menos bonito.- Te llamarás HyukJae. –Le dijo, frunciendo el ceño, el nombre pertenecía a su exnovio, el que alguna vez amó más que a su propia vida, y aquel que le abandonó gracias a un accidente de tráfico.
¡Mh! –Otro intento de gemido, pero ésta vez de dolor emergió de su garganta, el menor le había penetrado de una sola, y mientras el menor disfrutaba de la presión ejercida por sus paredes internas, Hyuk lo sufría, dolía. De la nada, sintió otra bofetada. Dejó su cabeza en aquella posición, solo dejando que le hiciera, había cometido un error, no tenía permitido hacer tampoco algún sonido, y él lo había hecho. 
Sus manos, que seguían por encima de su cabeza, se agarraron de los barrotes de la cama, apretándolos fuertemente, hasta que las venas de su cuello y manos saltaron, el menor le estaba embistiendo con demasiada brutalidad, le tomaba por las caderas y dejaba marcadas éstas con sus manos, pues las presionaba, tanto que dolía. 
-¿Cuál es tu edad, Hyuk? –Le preguntó el menor al rubio, el cual solo se alzó de hombros, nuevamente. -¿Sabes en qué fecha naciste? –El chico negó con la cabeza, no sabía nada de sus datos básicos, ni siquiera sabía hablar. Lo intentó, intentó darle una respuesta, pero lo único que salía de sus labios eran quejidos, aquello le frustraba, por lo que optaba por no hablar y solo hacer algunos movimientos para indicar un si o un no. O un no sé. 
-Te ves más grande que yo… pero no por mucho. –Reflexionó el menor, el cual lo volvió a dejar estar, decidiendo que HyukJae era mayor. 
Donghae le había dado una identidad, le había dado un nombre y una edad. Le había dado una casa, prendas limpias y comida a cambio de ser su marioneta. No le molestaba, estaba conforme con eso. 
A pesar de los maltratos que Donghae le daba, él había aprendido con el tiempo a sobrellevarlo. Era lo mismo que sufría cuando estaba en la calle, con la diferencia de que ahora estaba limpio y tenía comida, era por eso que prefería sufrir los maltratos de Donghae, que de personas desconocidas. 
Con el tiempo, Donghae supo que él en verdad no hablaba, y se resignaba a eso. De vez en cuando, ambos se sentaban en el sofá, frente a la televisión, observando cualquier cosa, comían pizza o hasta jugaban. 
Donghae disfrutaba de ver la sonrisa de Hyuk, era demasiado bonita. Le gustaba tenerlo bajo él cuando tenían sexo. Le gustaba sobretodo cuando el chico, armado de valor iba con él a acostarse, y cuando se le acurrucaba sobre su pecho. Para Donghae, Hyuk era como una mascota, como un cachorro el cual adoptó y le esperaba cada día a su llegada.
 
Hyuk tenía los ojos fuertemente cerrados, arqueó la espalda al sentir que el menor golpeaba aquel punto que le hacía enloquecer, le hacía querer pedir por más aunque no le era posible. Relamió sus labios, sin poder reprimir otro quejido placentero, sintiendo otra fuerte bofetada. Ésta casi no la sintió, estaba ahogado por el placer y sin su permiso, sus caderas se movían, en busca de más. 
“Donghae, más fuerte” Pensaba, deseando que el chico fuese telépata y escuchara sus pensamientos. 
Frunció el ceño, de forma inconsciente apenas se detuvo. Donghae soltó una risa burlona, mirando al castaño. –Te gusta… ¿verdad? –Hyuk sintió como los dedos de su amo se paseaban por su cadera, seguramente repasando las marcas que había creado. Sin querer, pasó por su ingle, un punto demasiado sensible para él, pues era demasiado cosquilloso. Quiso reír, sin lograrlo, solo esbozando una sonrisa mientras se removía. 
Donghae le giró, dejando un beso en su espalda, sabía que el chico era bipolar, un momento le trataba mal y al otro como la cosa más preciada del universo. Le gustaba ambas facetas, aunque claro, la primera no tanto, esa solo le gustaba porque Donghae era más brutal en el sexo, le hacía sentir más placer. Pero en verdad, le encantaba el Donghae tierno, era lo que más le gustaba. Sintió nuevamente como el chico entraba en él, apretó las sábanas entre sus puños, formando en los labios una delgada línea para no hacer ningún ruido, sabiendo que el menor no le vería y ahora si podría hacer muecas. 
A veces, Donghae se desesperaba, no le gustaba que el mayor no hablara. Se sentía igual de solo que antes. En ese momento, estaban frente a la televisión. Hyuk estaba encima de sus piernas, era más alto que él, si, pero era como un niño, y era demasiado delgado. Lo tenía ahí, con su cabeza sobre su pecho y esas piernas desnudas, con solo esa camisa ancha que le permitía usar. Al principio pensó en dejarlo desnudo, pero decidió que le daba más morbo el ver al chico con solo una de sus camisas más grandes puesta. 
Deslizó una de sus manos por aquella piel blanca, escuchando los suspiros del que tenía encima, notando cómo se tensaba y su respiración se aceleraba. Hyuk tuvo el impulso de bajar de nuevo la camisa, pero el menor le tomó la mano, evitando que lo hiciera. Hyuk era suyo, era su mascota, su muñeco, él tenía el poder de hacer lo que le plazca con él. Hyuk debería saber eso. 
Donghae no le enseñaba a hablar, por miedo. Tenía miedo de que el chico pudiera exteriorizar lo que sentía. Que gritara y que alguien se lo llevara lejos de él. Quería a Hyuk, lo quería de una forma enfermiza. No como pareja, pero si como algo suyo. Le tenía para él y a su disposición.
 
Soltó un quejido un poco más fuerte que los demás, ésta vez sintiendo una fuerte palmada en una de sus mejillas traseras. El menor, le había tomado su miembro, comenzando a masturbarle mientras le daba con fuerza, golpeando ese punto sensible una y otra y otra vez. 
Donghae no tardó en terminar también, después de algunas fuertes estocadas, gruñó, soltando un fuerte gemido y apretando el trasero del mayor sobre su pelvis para que así, no saliera ni una gota de su esencia, le gustaba terminar dentro del rubio.
Se dejó caer en la cama, permitiendo que su mayor se acostara en silencio, con la respiración acelerada a su lado, reposando su cabeza sobre su pecho. Lo más que él hizo fue rodearle la cintura, su mayor era tan indefenso, tan bonito. Hae estaba perdido, estaba perdido por su mayor.

-Has hablado con alguien. –Donghae reclamaba, han pasado tres años desde que lo “adoptó” Apenas pasaron el primer año juntos, Hae decidió que no podía dejarle mudo, por lo que, cediendo un poco, le enseñó a hablar, armándose de paciencia, le costó trabajo, casi los dos años para que Hyuk hablara fluídamente. 
Ahora estaba furioso, demasiado furioso, enojado, quería matarlo. Le encontró hablando con la chica del departamento del frente. Hyuk mostró su mirada atemorizada, negando reiteradas veces con la cabeza.
-N…no, Hae… yo… -Tartamudeaba el mayor, antes de sentir un fuerte golpe en su mandíbula, mandándolo directamente al suelo. Hacía demasiado que Hae no le golpeaba. Su miedo aumentó, pero sabía que lo que menos debía hacer era gritar, pedir por ayuda. Eso solo le haría molestarse más, y la paliza sería más dura. 
Se quedó en silencio, aceptando cada golpe, cada reclamo y cada insulto. La vecina solo le había intentado hacer plática, era nueva, seguro lo único que quería era una amistad en ese nuevo mundo. Intentó no quejarse, pues sabía que los golpes serían más duros, si lo hacía. Con tres años, había aprendido qué actitudes mostrar al castaño. 
La sangre salía de su boca, el menor había golpeado algo que le hacía sangrar. No pasaba nada, siempre lo hacía, aunque después de eso, Donghae no paraba. Al parecer más enojado consigo mismo, le provocaba el desquitarse con él. 
Paró hasta que Hyuk cayó inconsciente, en el suelo y con algunos moretones que ya comenzaban a aparecer. Le cargó en brazos, caminando hacia la habitación, dejándolo sobre la cama para curar las heridas, limpiarlo y dejarlo sobre una tina con agua helada para evitar que se le hincharan los golpes. 
-Hyukkie… si solo pudiera encerrarte en una caja… me molesta que hables con los demás… ¿No lo entiendes? Me enoja… me hace pensar que me dejarás… y que te perderé… eres mío, Hyukkie. 
Hae era una persona muy insegura, desde que su exnovio había sufrido aquel accidente, gracias a salir con sus amigos. No quería dejar a Hyuk salir al mundo exterior, de hecho, le había costado demasiado trabajo a HyukJae lograr que Hae le dejara salir por las compras o lavar la ropa y tender en la azotea. Hae era demasiado posesivo, celoso e inseguro. 
Estaban en una especie de relación, EunHyuk, como era conocido por toda la escuela, su ex, y Donghae, eran felices. Se la pasaban de un lado a otro, juntos y nunca se separaban. Donghae era una lapa, amaba a Eun, era su mundo. Casi, se podría decir que hasta vivían juntos. 
Ese día, Donghae tenía miedo, un mal.. “presentimiento” no quería que EunHyuk saliera de su departamento, no ese día. Sin embargo, era viernes. Y éste había quedado con unos amigos para salir a beber, Eunhyuk, se había enojado con él, pensando que eran celos irracionales, saliendo de todos modos, después de pelear. EunHyuk no tenía un buen temperamento. 
Lo último que supo, fue que le habían llamado, del hospital la madre de Eunhyuk lloraba, y él fue lo más rápido hacia donde estaba su suegra, escuchando lo que tanto temía. 
EunHyuk había muerto en un accidente, manejaba un amigo de él, todos borrachos, chocaron contra otro auto, el cual quedó como papel arrugado. Todos vivieron, gravemente heridos, menos Hyukkie. Su Hyukkie, el amor de su vida. Su todo. 
Le había costado a Donghae salir adelante, con apenas diecisiete años, había sufrido la pérdida de una de las personas más importantes en su vida, después de sus padres. Pasaron los años, y fue que encontró a ese pequeño e indefenso chico, que le volvía loco y que ahora le había robado el corazón.
 
Después de que Hyuk despertara, su dueño, Donghae, le llevó la cena a la cama. Sonrió apenas, estaba molesto con el menor, pero sabía que lo hacía por su bien, por lo que no dijo nada y se limitó a tomar el plato de comida que le daba, no era lo que él había cocinado, seguro se había quemado y ahora estaba en la basura, pero igual estaba rico. 
-Estás molesto. –Dijo Donghae con la voz más que fría. Un escalofrío recorrió la columna de Hyuk, el cual negó con la cabeza, alzándose de hombros, tomando otra cucharada de la sopa, seguro su estado era deplorable, en sus manos habían algunos moretones.- No… sé que es por mi bien, Hae. –Habló, mordiéndose el labio, sintiendo sus propios ojos llorosos, las lágrimas nublándole la vista.
-Mi pequeño… -Hae le quitó el plato a Hyuk, abrazándolo con fuerza, dejando que llorase en su hombro. 
Tenían una relación imposible, Hae era imposible, y Hyuk demasiado conformista, pero eso era normal para ellos, su relación enfermiza… porque Hae sin Hyuk no era nada, y Hyuk sin Hae tampoco. 
Hyuk no se iba solo por una razón, Hae era su todo, era su mundo, su titiritero. Hyuk solo era su marioneta, y sin Hae, él solo era un muñeco de trapo viejo, botado en un baúl de recuerdos.


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